Secciones
Referencias
Resumen
Servicios
Descargas
HTML
ePub
PDF
Buscar
Fuente


Estallido social y pandemia: de los cabildos a las ollas comunes. El caso del Norte Grande de Chile
Social outbreak and pandemic: from councils to common pots. The case of the Norte Grande of Chile
Espacio Abierto, vol. 29, núm. 4, pp. 106-117, 2020
Universidad del Zulia

En Foco


Recepción: 30 Julio 2020

Aprobación: 13 Septiembre 2020

Resumen: Se analiza descriptivamente la conexión entre el estallido social del 18 de octubre del año 2019, con la crisis sanitaria del Covid19. Se propone visualizar ambos fenómenos interconectados entre sí y no en línea secuencial. Se pregunta acerca del rol de la sociedad civil en la superación tanto de la Constitución del año 80, producto de la dictadura de Pinochet, como en el modo de protección ante el riesgo sanitario. Se presta especial atención en las expresiones de solidaridad que estas crisis han gatillado en la realidad del Norte Grande de Chile.

Palabras clave: Ollas Comunes, Estallido social, Pandemia, Sociedad civil, Crisis, Solidaridad.

Abstract: The connection between the social outbreak of October 18, 2019, with the Covid19 health crisis is descriptively analyzed. It is proposed to visualize both phenomena interconnected with each other and not in a sequential line. He wonders about the role of civil society in overcoming both the Constitution of the year 80, product of the Pinochet dictatorship, and in the way of protection against health risks. Special attention is paid to the expressions of solidarity that these crises have triggered in the reality of the North of Chile.

Keywords: Common Pots, Social outbreak, Pandemic, Civil society, Crisis, Solidarity.

Introducción

Se pretende en las siguientes páginas interconectar fenómenos políticos como el llamado estallido social con la crisis sanitaria, producida por la aparición del Coronavirus. Ambos como especie de anillos olímpicos se entrecruzan. La idea de fondo es que el sistema político en este país, se ha debilitado por la presencia dos factores, el del neoliberalismo y el del Covid 19. Dos anillos que no son autónomos que se cruzan e interconectan y generan reacciones en cadena. No es posible verlos como dos estados cronológicos en tanto ahora y un después. Por cierto, que la crisis política tiene una data de más de una década, siendo la del 18 de octubre su expresión más cuestionadora y que obligó a la clase dirigente a acordar un nuevo trazado político con la realización de un plebiscito.

La sumatoria e interconexión de ambos fenómenos obliga a introducir en el análisis la conceptualización de la biopolítica en tanto, factor clave para ver cómo, en el caso de Chile, una se revitaliza con la otra. Es probable que en el transcurso de la pandemia y luego en su superación, veamos nuevas formas de estallido social. La peste lo que hace y hará es correr aun el velo de las desigualdades.

La idea central que recorre este texto, a modo de hipótesis de interpretación es que tanto el estallido social del 18 de octubre de 2019 y la presencia del Covid 19, cada uno a su modo, han propiciado un despertar de la sociedad civil. Los cabildos autoconvocados post 18 de octubre y la solidaridad desplegada por la peste, indican la presencia de un capital social y político desplegado por todo el país. Sin embargo, carecen estas organizaciones de un proyecto político que se levante como alternativa. Lo que se evidencia es malestar, indignación, pero sin un proyecto a largo plazo con vocación de gobernabilidad. No obstante, es necesario indicar que el estallido social tiene una historia que se viene incubando desde los últimos gobiernos, pero es bajo la primera administración de Piñera (2010-2014), que surge el movimiento estudiantil, el año 2011, que cuestiona el modo neoliberal de gestionar la educación. Luego se le suma el movimiento No más AFP que crítica el sistema de capitalización individual de pensiones, entre otros.

La fulminante aparición del Coronavirus en el mundo ha dejado al desnudo nuestra fragilidad en tanto especie humana. No son los llamados desastres naturales como terremotos, tsunamis que de vez en cuando nos alertan sobre la conducta de la naturaleza. Se trata esta vez de algo más complejo. Y no es novedoso tampoco. La llamada revolución agrícola significó grandes costos para la humanidad. Con la domesticación de animales y plantas, los sapiens reelaboramos nuestra relación con la naturaleza. Salimos de ella, toda vez que la declaramos nuestra. Muchos hablan ya del agotamiento del modelo capitalista globalizado caracterizado como “ataque capitalista a la naturaleza”¹

Biofenómenos cuyos orígenes desconocemos, nos sacuden y nos obligan, a por lo menos, redefinir nuestra dinámica y compleja vida cotidiana. Relaciones entre la especie humana y los animales, marcada por el poder de los primeros sobre los segundos, pero que, en ningún caso, implica conocimiento. Las pandemias son el lugar el encuentro, no siempre feliz, entre la biología y la política. La del Sida, es el mejor ejemplo de lo anterior. En sus comienzos se le atribuyó al mundo gay, hasta el punto de hablar del “cáncer rosa”. Sirvió para cultivar aún más la homofobia. Con las epidemias el cuerpo es un lugar a conquistar y controlar. Por lo mismo, es un botín político. La búsqueda de la vacuna es la culminación del proceso. Militares en la calle, controles de temperatura, exigencias de salvoconductos, estados de emergencia, toque de queda, es lo contrario a la democracia. Todo se hace en función de la salud. Y ésta, no es más que control sobre cuerpos sumisos. Agregue la hambruna y otros fenómenos que la acompañan. La cuarentena es el punto óptimo del control. Por otro lado, la peste y esto ha sido analizado a través de la historia, pone en entredicho las relaciones entre el poder y los ciudadanos. Son los gobernantes que deciden los cursos de acción contra la enfermedad, aludiendo a criterios científicos (Watts, 2000). En la actual situación el largo confinamiento ya ha sido cuestionado como un atentado a la libertad de los ciudadanos.

El origen de la peste del siglo XXI poco a poco se va aclarando. En un comienzo estas dos tesis se antagonizan. La esgrimida por Donald Trump, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, que afirma que fue un virus inventado por los chinos² y, la segunda, que fue un mero accidente y que se propagó, gracias a la masificación de los vuelos intercontinentales, favorecidos por la globalización. Los mercados de ese lugar serían la cuna del virus.

Lo que sí está claro que, a diferencias de otras, los vectores, ahora son los seres humanos, independiente de su origen, pero cuyas consecuencias la pagan los pobres, los precarizados, informales, mujeres, etc. La bubónica implicaba, por los menos, tres secuencias: ratones, pulgas y personas. La cercanía de las pulgas, a través de sus picaduras, expandió esta peste. En el Norte Grande de Chile, el año 1903, Iquique, Pisagua, Tocopilla, Taltal, la sufrió. Otros tiempos se dirá, pero las muertes fueron significativas. Era, eso sí, la peste de los pobres. La novela Tarapacá, editada el año 1903 y reeditada en el 2006, denuncia los usos políticos de la peste³. La expansión del coronavirus una vez infectado al llamado contagiado cero, se hizo viral. No hay intermediarios, sólo basta el contacto entre un infectado y otro. De allí la necesidad de cortar los eslabones de la cadena de los encuentros cercanos. La ciudad y sus espacios públicos, medios de transportes, entre otros, son los lugares donde el virus se reproduce. Salta de una persona a otra y destruye el sistema inmunológico. Las religiones apocalípticas parecen acertar. La llegada del Mesías es casi inminente. No olvidemos que, en épocas de convulsiones, del tipo que sean, más aún si son sanitarias, el milenarismo aparece. Interpreta la realidad como signos de la venida del Salvador.

En la capital de Chile un pastor evangélico, contagiado y en cuarentena seguía predicando la palabra de Dios. Otro pastor Renato Cid de la populosa población La Pintana, en Santiago, desafió la normativa sanitaria e igual realizó un culto con cerca de 50 personas. Interpreta la llegada de la pandemia como expresión de lo mal que está el mundo. Agregó además que él no lo tiene miedo al coronavirus ya que está protegido por Jesús. En nuestro país existen más de 5.000 iglesias evangélicas. Las más grandes e institucionales son la Metodista Pentecostal y la Evangélica Pentecostal, en la primera se realiza el llamado Te Deum Evangélico, que se realizó por primera vez en plena dictadura militar (Guerrero, 1985), más adelante volveremos sobre esto. Pero hay miles más que tienen tamaños pequeños y se multiplican por todo el país. Una de ellas, es la del obispo Cid. A modo de hipótesis podríamos argüir que mientras más pequeña sea la iglesia, su comportamiento será más outsider que las más grandes. En estas últimas hay una burocracia y una carrera para llegar a ocupar el cargo de obispo, además de gozar de los beneficios del estado tales como reconocimiento, ayudas económicas, etc. En las más pequeñas el liderazgo es más carismático. Su congregación ase meja una especie de familia ampliada. Esa es su fortaleza, pero también su debilidad. El riesgo a un cisma está siempre latente. La relación pastor/rebaño está mediada por el llamado poder pastoral que Foucault tan bien explica (2006).

Chile y sus dos estallidos

Desde el 18 de octubre del año 2019, el país más neoliberal del mundo vivió su estallido social que puso en cuestión el modelo económico, político y cultural, hasta el extremo de hablar de una nueva normalidad⁴. Y obligó a que la clase política acordará la realización de un plebiscito. El gobierno de Piñera llegó a tener un 6% de aprobación, el más bajo que ha tenido un gobernante desde la llegada de la democracia. Los trabajos de Mayol (2019), de Aguayo y otros (2020) y de Peña (2020) tratan de interpretar lo acontecido. Lo común de estos trabajos es que sitúan el análisis en la esfera de lo institucional, lo cultural y lo político. Sin desconocer el malestar que en forma latente y en otras manifiesta, empieza a dominar la subjetividad de cada uno de los chilenos a tal punto de alcanzar niveles de violencia no visto en muchos años. Incluso desde las protestas contra la dictadura de Pinochet en la década de los 80, no se veía tal nivel de violencia.

La diferencia que ahora se carece de proyecto político y de la ausencia de referentes que operaran como representantes. Una de las consignas era: “El pueblo unido marcha sin partido”. Esa frase condensa el profundo divorcio de la clase política con el pueblo. Mayol es quien enfatiza la noción de anomia como concepto clave para explicar lo sucedido, además de cuestionar a la elite empresarial por la ausencia de aquello que hace posible la sociedad, el don, concepto tomado, por cierto, de Mauss (2009). El sistema político en general, goza de escasa legitimidad. El sistema normativo está en crisis y la anomia, al parecer, según Mayol, se impone. El sistema político vive una de sus crisis más profundas, al decir de Weber de legitimidad (2001). Se ha dejado de creer en la clase política sea de derecha o de izquierda. A los chilenos y chilenas se nos derrumbó el mito expresado en que somos los jaguares del Pacífico, lentamente hasta que llegó el 18 de octubre nuestros trajes de país de la OCDE, del emprendimiento, de la innovación, de la meritocracia, se nos fue cayendo. La realidad de ser un país desigual se nos hizo evidente. De allí la rabia y la impotencia, expresado en la quema de estaciones de trenes subterráneos, saqueos, violencia policial, entre otros, hizo que el país estuviera en peligro institucional. No hubo revolución por lo mismo que no había proyecto que viabilizará esas demandas. Los partidos políticos estuvieron ausentes. Se pensó que, con la aparición del Coronavirus, se iban a congelar en parte, las demandas políticas. Algo de eso aconteció. Pero a medida que la crisis sanitaria iba avanzando, se empezaron a manifestarse críticas. El sistema de salud empezaba a hacer crisis y la estrategia sanitaria no daba resultados.

Las demandas del 18 de octubre, no han desaparecido, sólo se han congelado, y surgen cada vez que, frente a la crisis sanitaria, se evidencian las inequidades. En otras palabras, es una combinación casi fatal. Las demandas expresadas a partir del 18 de octubre, en época de pandemia, se mantuvieron en estado de latencia. A medida que las ciudades van saliendo de su confinamiento, vuelven a aparecer grupos espontáneos u organizados que se enfrentan a las fuerzas del orden.

Hoy Chile está en el momento más delicado de la pandemia. A la fragilidad de nuestro sistema de salud público, se le suma la cantidad de gente que ha perdido sus empleos, a los trabajadores por cuentas propias e informales, que por la cuarentena han tenido que dejar de trabajar. Uno de los momentos más complejos de la pandemia fue la presión que se ejerció para el retiro del 10% de los fondos de pensiones. El gobierno, hasta el final, se opuso, pero parte de sus mismos parlamentarios apoyaron esa demanda. Se discute la idea de retirar otro igual porcentaje.

Frente a lo anterior es válido preguntarse: ¿Estaremos cercano a un nuevo estallido, pero esta vez con lógica motivadas por no morir? ¿Asistiremos a nuevos saqueos y robos para buscar cómo sobrevivir?. No lo sabemos, pero todo indica, que la sumatoria del 18 de octubre y la emergencia del Coronavirus, en un país desigual y autoridades escasamente sensibles y poco legitimadas, otro estallido social está en la agenda informal de los que más van sufrir por esta crisis sanitaria. El manejo sanitario por parte del renunciado ministro de salud. Dr. Jaime Mañalich, es la prueba del fracaso de las estrategias implementadas. Se le suma a ello el mal manejo narrativo de la crisis con expresiones como: “Chile tiene el mejor sistema de salud del mundo”, “Estamos en la meseta”, “Volveremos a la normalidad”, “Ganaremos la batalla de Santiago” hasta la expresión “El modelo se nos derrumbó como castillo de naipes”, constituyen ejes de una fallida estrategia comunicacional. A ello, y no es menor, hay que sumarle el tema de los conteos, la producción y distribución de datos, además del “ninguneo” al Comité de Asesores. En suma, Chile lidera las estadísticas de muertos por millón de habitantes.

El 25 octubre de 2020 se realizó el plebiscito que preguntaba sobre el cambio de la Carta Magna con dos opciones: Apruebo y Rechazo, y que órganos debiera realizarlo: Comisión Mixta o Comisión Constitucional. Ganó la opción Apruebo y la Comisión Constitucional por cerca del 80%. Asistió una gran cantidad de votantes, tomando en cuenta dos factores, que el voto era voluntario y la situación sanitaria del país. En el Norte Grande de Chile, se repitió la tendencia nacional. Sin embargo, en la comuna de Colchane (habitada preferentemente por aymaras), en la provincia del Tamarugal, región de Tarapacá, ganó la opción del rechazo por

70%. Una posible explicación tiene que ver con el así llamado “voto evangélico”. La Iglesia Evangélica Pentecostal, que aparece en esa zona en los años 60 del siglo pasado, tiene dos pastorados y es la única con presencia activa. A través del férreo control a sus fieles, es posible que haya intencionado el voto, sobre todo en lo que dice relación a la agenda valórica (matrimonio homosexual, aborto, etc.), cuestión que al mundo evangélico les molesta mucho. Esta misma votación la obtuvo Piñera, el año 2017. No hay que olvidar que esta iglesia junto a la Metodista Pentecostal, las más dos más grandes de Chile, fueron la que organizaron, el año 1975, el primer Te Deum Evangélico, en la que dan gracias a Dios por evitar que el comunismo dominara a Chile. A este acto asiste el General Pinochet (Guerrero, 1985).

Se abre ahora el paso para la elección de los constituyentes, lo que va a implicar una gran dinámica política que va a atravesar a toda la sociedad chilena. Todo ello en el marco de un profundo descrédito del sistema político.

La dinamización de la sociedad civil

La atomización del tejido social provocado por la larga dictadura de Pinochet con la llegada de la democracia, no logró articularse del todo. Y si se hizo tuvo momentos en que la sociedad civil parecía despertar del viejo letargo dictatorial. Muchas razones hay para explicar lo anterior. Algunas tienen que ver con el diseño tecnocrático que los gobiernos de la Concertación le imprimieron a sus gestiones. El tecnócrata desdibujó al político. En los años 90, y por múltiples razones, las ONGs, que habían hecho un trabajo en la base social, empiezan a desaparecer lentamente. Y con ellas se extingue un saber y un trabajo con la sociedad civil, que se desperdició (Guerrero, 2018). Su lugar es ocupado, entre otros, por el Fondo de Solidaridad, FOSIS, que implementa fondos de proyectos para intervenir en sectores vulnerables. No es casual que la palabra pueblo, sea reemplazada por otras acepciones más técnicas y menos políticas. Muchos de los profesionales de las ONGs, fueron cooptados por el Estado, pasando a ocupar cargos en el Estado, ya sea en ministerios como en las universidades (Guerrero, 2018). A lo anterior hay que sumarle el factor generacional que empieza a cambiar los liderazgos, nuevos militantes que, por lo general, carecen de una sólida formación política. La pobreza ahora tiene que vérsela con nuevos fenómenos como el consumo y tráfico de pasta de base de cocaína (PBC).

Las organizaciones territoriales como juntas de vecinos, comunidades eclesiales de base, entre otras, pierden su potencial de atracción. Y casi por lo mismo, se empieza a experimentar un divorcio entre los partidos políticos y la base. A esta se la requiere sólo en épocas de elecciones. Emergen desde los años 80 grupos evangélicos que cuestionan el monopolio de la fe, a los antiguos católicos. Pero además se instala en la subjetividad y en el imaginario una serie de “verdades” que provienen del neoliberalismo. El consumo como expresión de bienestar, una ética de la individualidad, competencia, entre otros, en palabras de Michelson “la subjetividad está colonizada por el régimen neoliberal” (2020: 35), que va a significar que la necesidad de agruparse para luchar por sus demandas, no sea posible o bien muy difícil de lograr. Además, los indicadores macroeconómicos señalaban que la extrema pobreza había sido erradicada. Pero se invisibilizaba el hecho que otro fenómeno era realidad, tan dramático como el anterior: la desigualdad. El mundo popular está ahora caracterizado por la gran cantidad de trabajadores informales, presencia cada más activa y organizada del narcotráfico, y con ello violencia y otros derivados. Uno de ellos, es el rol “subsidiario” que estos grupos realizan, apoyando a familias pobres con el pago de servicios básicos.⁷

Sociedad civil: ollas comunes y otras expresiones de solidaridad

La así llamada sociedad civil que no se podía entender sin su contraparte complementaria, el estado, es más que una suma de organizaciones sociales que se activaron por la crisis, esta vez, la sanitaria. La única relación entre ambas está dada por el modo como el estado se hace cargo de la crisis, llevando a ayuda a los sectores más pobres y por otro, controlando a la población. Algunos municipios que, desde el estallido social del 18 de octubre, jugaron un rol de importancia, lo vuelven a jugar en la crisis sanitaria. Desde un comienzo pidieron cuarentena total, pero fueron desoídos y muchas veces maltratados. La realidad hoy, les da la razón. Alcaldes agrupados en sus organizaciones o en forma individual en las comunas del Gran Santiago, como Recoleta, Puente Alto, Estación Central, jugaron un rol importante. Incluso realizaron un plebiscito no vinculante

Las tasas de cesantía van aumentando llegando, como se ha dicho, a un 13,1%9 cada día que pasa va en aumento. Todos los sectores de la economía sienten el impacto, desde el turismo hasta el comercio, pasando por la micro y pequeña empresa. Con el transporte sucede lo mismo. Muchos empleadores dejan de pagar las cotizaciones a sus empleados con todo lo que ello significa. Los informales, quedan expuestos una vez más. El gobierno responde con cajas de alimentos, mientras que el modelo sanitario para frenar la crisis, naufraga. Las llamadas cuarentenas dinámicas no exhiben resultados deseados. La crisis que se pronosticaba por tres meses, amenaza con alargarse. La pandemia “despertó” a ciertos actores de la sociedad civil. Algunas organizaciones venían articulándose desde el estallido social, a través de cabildos autoconvocados. Aprovecharon esa experiencia y sensibilidad y empezaron a prestar ayudar solidaria. Una de ellas, en Iquique, es la Casa de la Dignidad, que promueve acciones a través de las redes sociales, también existe el grupo Acacia y una serie de organizaciones feministas que crean lazos solidarios.

Pero también hay otras de larga data y que se ubican en el amplio mundo del deporte. Clubes deportivos que ofrecen platos únicos gratuitos en sus sedes sociales. Primero fue el Yungay un club de fútbol del año 1905, y le siguió el Unión, el Unión Matadero, Unión Morro, en la actualidad lo hace La Cruz un club de baloncesto. Estas instituciones de arraigo popular y por lo mismo, su ayuda es limitada ya que los recursos de que disponen siempre son escasos. El deporte tiene una larga historia de solidaridad. Para la crisis de los años 30 de siglo pasado, se jugaban partidos de fútbol a beneficio de los cesantes. Se organizaban campeonatos en solidaridad con los obreros cesantes. La prensa informa así: “El aguerrido “Yungay” frente a los noveles crucianos10 mañana en el torneo a beneficio de los obreros cesantes” (“El Tarapacá”, 19 de diciembre de 1931). El libro de Galaz-Mandakovic es un interesante aporte, desde la biopolítica al estudio de la crisis de esos años en el puerto de Tocopilla (2013), que bien se puede generalizar a todo el Norte Grande.

Son organizaciones diferentes, pero cumplen un mismo objetivo. Los primeros tienen una finalidad política. Desean cambiar el modelo de sociedad, pero se vieron obligados con la pandemia a ejercer de modo sistemático la solidaridad.

El Norte Grande tiene una extensa tradición de ollas comunes, conocidas como la “olla de los pobres”. Estos espacios de solidaridad y de auto-ayuda surgen a raíz de la crisis de los años 30 del siglo pasado. Los obreros cesantes, expulsados de las oficinas salitreras, bajan al puerto, en este caso a Iquique, en espera de regresar a sus lugares de orígenes. En esa larga espera, se organizan cocinando entre todos. Se congregan en su ayuda, las decenas de organizaciones mutualistas que existen en la ciudad (Alfaro, 1936).

Este es un espacio, más allá de lo económico, que se combina con lo político y lo simbólico. Es estar todos juntos, en situaciones adversas. La narrativa gastronómica, que se sintetiza en la frase “parar la olla” es narrativa política. El comer lo mismo, ya sea en un comedor o en sus casas, marca un sentido del nosotros. La comida y su búsqueda, aglutina.

La crisis de los años 80 en Chile, revive este fenómeno. Si con las ollas comunes de los años 30, no hay muchos registros, excepto la memoria, con este sí11. El trabajo de las Organizaciones no gubernamentales -ONGs-, documentó estas experiencias y permitió incluso publicar trabajos académicos, sobre todo de Hardy (1987),Piña (1987) y Gallardo (1987), entre otros. Lo común de ambos es su énfasis en lo político, descuidando lo cultural y simbólico. La sociedad civil no son sólo las estructuras formales o informales, que la identifican, sino también su memoria e identidad que se activan bajo situaciones de crisis.

Las tomas de terrenos que luego daría origen a la comuna de Alto Hospicio, a fines de los años 80, también implicó la organización de ollas comunes. Lo mismo en varios sectores populares de Iquique12. Las ollas comunes pueden ser vistas como espacios de resistencia y de solidaridad.

El mundo de los migrantes que habita el Norte Grande también se ha visto afectado13. Y su situación es muy crítica. Informales muchos de ellos y viviendo en condiciones de hacinamiento deben luchar contra el hambre y el virus. Muchos de ellos trabajadores informales, por el confinamiento ha perdido sus trabajos. Según la encuesta de informalidad laboral, en la región de Tarapacá la tasa de ocupación informal llegó en el último trimestre a un 20,9%14. (Es a ese tipo de trabajos, al cual accede la mayoría de emigrantes venezolanos y centroamericanos, que han llegado en los últimos 12 meses a la región y el país).

Se han organizado y a través de la venta de platos únicos, buscan sortear la situación. Colombianos y venezolanos no tienen como regresar a sus patrias. Los bolivianos han vivido su propio calvario. Desplazado desde Santiago a Iquique, y hospedados en un establecimiento de la universidad local, fueron vistos como portadores del virus y se le atribuyó ser los causantes del aumento de los casos contagiados. Sobre ellos, y de un modo tácito se les estigmatizó. Este fenómeno viene de la llamada guerra del Pacífico (1891-1884), que enfrentó a Chile contra Perú y Bolivia por la posesión de las riquezas salitreras. A lo anterior se le agrega el discurso racista sobre esta población (Tijoux, 2016).

No sabemos muchos acerca de la situación de los aymaras y quechuas de la región en Tarapacá. Se dice que en Mamiña hay un bolsón de contagio, pero esto se debe a la población minera que allí pernocta15.

El mundo de la cultura, por su parte, uno de los más golpeados, realizan una serie de actividades, esta vez, para recaudar fondos para su propia subsistencia.

Los partidos políticos no tienen ningún protagonismo. Su descrédito es tan alto que la ciudadanía, ni siquiera piensa en ellos. El divorcio entre la sociedad civil y el estado (gobierno y parlamentarios) es evidente.

Frente a la crisis sanitaria en el marco de la ayuda que se implementa se observa tres tipos: 1. La primera de arriba hacia abajo, implementada por el Estado a través de los paquetes, de los municipios, empresas privadas, etc. Una estrategia fallida y que provocó la propuesta del retiro del 10% de los fondos previsionales y que significó una de las mayores derrotas del gobierno de Sebastián Piñera. 2.La segunda de grupos solidarios opositores al gobierno de Piñera que a través de las redes sociales consiguen financiamiento y que mantienen relaciones solidarias con las ollas comunes. Estas mantienen un rol activo a través de las redes sociales. Convocan a reuniones virtuales. En las redes, y a modo de ejemplo, circula este meme: “La olla común, es lucha y organización. En la calle y sin permiso. No a las medidas de control”. Una narrativa que llama a la desobediencia ciudadana. 3.Las efectuadas por los mismos grupos de bases como clubes deportivos y otras organizaciones que van en ayuda de sus iguales. Esta solidaridad horizontal nace del mismo territorio. Los vecinos ayudan a los vecinos. Los clubes deportivos, a pesar de sus escasos recursos, desarrollan actividades online para conseguir fondos. Se usan las sedes sociales o la casa de algún socio para distribuir la comida. Si se hurga más en profundidad, en la cultura popular, estas actividades son frecuentes, pero muchas veces invisibles para el Estado y partidos políticos. En la gráfica siguiente mostramos un mapa de ollas comunes y de comités solidarios, 28 en total que dan cuenta de la magnitud del fenómeno que estamos asistiendo. La comuna de Alto Hospicio, a 11 kms al este de Iquique, tiene cerca de 80.000 mil habitantes, la mayoría de ellos, en situación de pobreza.

Para finalizar

La sociedad chilena vive momentos de fragilidad institucional, tal vez única en su historia. Hay una crisis de desconfianza en la política, en los partidos y en sus dirigentes, tanto de la derecha, del centro y de la izquierda, que se advierte en el divorcio entre la elite y la sociedad civil. Esta a su vez, producto del modelo neoliberal y de la imposición de una subjetividad neoliberal, en la que se antepone el yo al nosotros, aparece fragmentada y con diversas demandas políticas que no se presentan unidas en un proyecto. Animalistas, ecologistas, regionalistas, feministas, pobladores, estudiantes, trabajadores informales y muchos otros, tienen en común, el cambio de la Constitución, pero difieren en el tipo de Carta Magna y que mecanismos debiera redactarla. Cambiar el carácter del Estado subsidiario a uno solidario, que provea de mejores pensiones para los jubilados, acceso a vivienda y a salud, parece ser el piso básico a conquistar.

Las experiencias del estallido social y de la pandemia del Covid 19, han demostrado, a diferentes niveles la existencia de una sociedad civil que se ha movilizado antes las urgencias políticas y sanitarias.

¿Lo anterior significa un reforzamiento de la sociedad civil? Nos gustaría creer que sí. Y no lo es, porque son acciones reactivas y carentes de coordinación entre ellas. No hay proyecto en común, excepto paliar la catástrofe alimentaria que viven los sectores populares. Las ayudas a veces se duplican y con ello hay un desgaste económico y de fuerzas anímicas. El relativo fracaso de las entregas de las cajas de provisiones, entregadas en forma directa por el gobierno, señala el divorcio entre la sociedad civil y el estado. Organizaciones civiles, que podrían actuar como intermediarias, son ignoradas en estas estrategias.

Sin embargo, existe un potencial solidario que debe transformarse en un proyecto político.

¿Cómo? El holgado triunfo en el plebiscito del 25 de octubre, es una gran posibilidad de politizar la sociedad civil. La cuarentena, impide realizar un trabajo político más profundo, toda vez que el riesgo al contagio está cada vez más cerca.

Hay además una relativa ausencia de sectores ligados al mundo de las iglesias, tanto católicas como evangélicas. La primera impactada por su crisis de credibilidad debida a los casos de abusos sexuales, y las segundas, al parecer siguen tributando a la huelga social pasiva, terminología elaborada por Lalive (1968) en la década de los años 60. Etiqueta que aún no pueden soslayar.

Habrá que ver, una vez superada la pandemia, en qué quedará este capital solidario desplegado en todo el país. El Norte Grande de Chile tiene una historia de organizaciones políticas que le ha significado ser llamada la cuna del movimiento obrero. Nace en este territorio el Partido Comunista de Chile y una serie de movimientos anarquistas en el marco de la explotación del salitre de fines del siglo XIX hasta los años 60 del siglo pasado. Cuenta en su memoria con hechos trágicos como la matanza en la escuela Santa María del 21 de diciembre de 1907, entre otras. Ese capital social y político dinamizado por la memoria popular en la que las ollas de los pobres, era el lugar del encuentro, ha permitido en la actualidad, que como hemos visto, muchos grupos, encuentren en ese pasado, una inspiración.

Referencias

ALFARO, C. (1936) Reseña General de la Provincia de Tarapacá. Iquique, Chile: Imprenta Caras y Caretas

AGUAYO, P. (2020) “Un octubre lleno de injusticias” en BALBONTÍN, C. y SALAS, R. (Compiladores) Evadir. La filosofía piensa la revuelta de octubre 2019. Santiago, Chile: Libros del Amanecer, 306-313.

FOUCAULT, M. (2006). Seguridad, territorio, población México DF: Fondo de Cultura Económica.

GALAZ-MANDAKOVIC, D. (2013). Migración y biopolítica. Dos escenas del siglo XX tocopillano Consejo Regional de Antofagasta. FNDR. Cultura 2% y Amigas y amigos del Patrimonio Cultural y Natural de la Provincia de Tocopilla. Tocopilla: Ediciones Retruécanos.

GALLARDO, B. (1987) El re-descubrimiento del carácter social del hambre: las ollas comunes. Santiago, Chile: P.E.T.

GUERRERO, B. (1985) Estado y regímenes religiosos en Chile. Tesis para obtener el grado de Master en Antropología Cultural en la Universidad Libre de Ámsterdam. Holanda

GUERRERO, B. (2018) Crear. Cuarenta años en el Norte Grande de Chile Iquique, Chile: Ediciones El Jote Errante.

HARDY, C. (1987) Organizarse para vivir: pobreza urbana y organización popular Santiago, Chile: P.E.T.

MAUSS, M. (2009) Ensayo sobre el don. Forma y función del intercambio en las sociedades arcaicas. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Katz.

MAYOL, A. (2019) Big Bang. Estallido social 2019. Modelo derrumbado Sociedad Rota Política Inútil. Santiago, Chile: Editorial Catalonia.

MICHELSON, C. (2020) Hasta que valga la pena vivir. Ensayos sobre el deseo perdido y el capitalismo del yo. Santiago, Chile: Paidós.

LALIVE, C. (1968) El Refugio de las masas. Santiago, Chile: Editorial del Pacífico.

PEÑA, C. (2020) Pensar el malestar. La crisis de octubre y la cuestión constitucional. Santiago, Chile: Taurus.

PIÑA, C. (1987) Programa de apoyo a las organizaciones de ollas comunes de la zona oriente: una sistematización Santiago, Chile: FLACSO-Chile.

TIJOUX, M. E. (2016) Racismo en Chile. La piel como marca de la inmigración. Santiago.

WATTS, S. (2000) Epidemia y poder. Historia, enfermedad, imperialismo. Santiago, Chile: Editorial Andrés Bello.

WEBER, M. (2001) Estructuras de poder. México DF: Ediciones Coyoacán.

ZOLA, J. (1903). Tarapacá. Novela local, debida a la pluma de Juanito Zola. Iquique: Imprenta de El Pueblo. Reeditada por la Fundación Crear (2006)

Notas

1 Para más información revisar: Coronavirus: un texto urgente de Boaventura de Sousa Santos (2020) documento consultado en Internet el 17/10/2020 en https://www.pagina12.com.ar/271088-coronavirus-un-texto-urgente-de-boaventura-de-sou- sa-santos
2 Habló incluso del “virus chino”, con toda la carga negativa de la expresión
3 ZOLA, J. (1903). Tarapacá. Novela local, debida a la pluma de Juanito Zola. Iquique: Imprenta de El Pueblo. Reeditada por la Fundación Crear (2006)
4 Expresiones tales como “Hasta que la dignidad se haga costumbre” y otras más sintetizan ese momento. La plaza Italia, fue rebautizada como Dignidad y el monumento al general Baquedano se ha transformado en un objeto de disputa. Hay quienes lo han querido derribar y en otras ocasiones ha sido pintado de rojo
5 Comisión de Constitución votará el martes 27 de octubre el proyecto por segundo retiro del 10% (2020) documento consultado en Internet el 24/M10/2020 en https://www.t13.cl/noticia/nacional/proyecto-segundo-retiro-10-votacion-martes-27-oc- tubre-23-10-2020
6 En los sectores populares, el narcotráfico opera ayudando a quienes más lo necesitan a cambio de protección, traslado de drogas. Pago de cuenta de luz, agua, ayuda a clubes deportivos, etc. (Observaciones de los autores en sectores populares del Norte Grande de Chile).
7 Uno de los temas que no han sido tratado en forma sistemática, por las ciencias sociales chilenas, es la relación entre cultura popular, jóvenes y narcotráfico y una de esas consecuencias, la violencia.
8 Germán Codina y el plebiscito de los alcaldes: “Nos interesa que los resultados sean políticamente vinculantes” (2019) documento consultado en Internet el 13/11/2019en https://n9.cl/5knz
9 Se calcula que el 13,1% de la población está desempleada, de acuerdo a la información recolectada en la Encuesta Nacional de Empleo (ENE), que elabora el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en el trimestre mayo-julio de 2020
11 Se decía que en esos años la ciudad olía a porotos. Era el alimento popular e invadía la ciudad con ese aroma (Testimonio de Haydée Jiménez, 15 de mayo de 1992).
12 Muchas de estas experiencias están documentadas en el Boletín Población del Centro de Investigación de la Realidad del

Norte (www.crear.cl)

13 Según el Censo del 2017, Tarapacá, es la región con más migrantes (14%) y hacinamiento en Chile. Bolivianos, peruanos y colombianos encabezan los grupos con mayor presencia en la región. Este año, la población venezolana ha aumentado, pero se carece de información.
14 Encuesta de Ocupación Informal. Encuesta Nacional de Empleo (2020) documento consultado en Internet el en 23/10/2020 https://stat.ine.cl/Index.aspx?lang=es&SubSessionId=7447c583-eeaf-46ec-a223-172f4d221189
15 La zona minera ubicada en el Norte Grande de Chile y que comprende las regiones de Tarapacá y de Antofagasta, es la más golpeada por la crisis sanitaria. Las empresas mineras que explotan e cobre, se han negado a aplicar protocolos y sobre todo a reducir la explotación. Mamiña es una comunidad quechua que recibe a la población minera, de ahí los contagios. Los mineros vienen, por sistema de turno, cada 15 día desde otras ciudades de Chile, a trabajar allí.


Buscar:
Ir a la Página
IR
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS4R por