Diversa. Reseña de libros

¿Quién gobierna el mundo?

Nubia Nieto
Práctica Privada, México

¿Quién gobierna el mundo?

Política y Cultura, núm. 51, pp. 197-200, 2019

Universidad Autónoma Metropolitana

Quién gobierna el mundo? A partir de esta pregunta, Chomsky invita a una reflexión profunda en las relaciones de poder a escala global. El autor explora diversos pasajes de la historia de Estados Unidos, desde su ascenso como hegemonía global hasta su decadencia mundial, y expone las contradicciones de una narrativa basada en la promoción de la democracia que apoya a dictaduras según se ajusten a los intereses económicos de inversionistas estadounidenses; además, dicha narrativa defiende la libertad de expresión pero reprime a ciudadanos que exponen abusos del gobierno; condena la corrupción pero la permite cuando la necesitan; estigmatiza los extremismos religiosos pero los crea para ajustarlos a sus intereses; declara una guerra contra las drogas, pero se beneficia de la venta de armas; se presenta como “guardián mundial” pero crea guerras para activar su economía a partir de los dividendos que reporta su sector militar, balístico y tecnológico.

Chomsky, el padre de la lingüística moderna y autor de más de cien libros de lingüística, guerra, política, relaciones internacionales y medios de información, asegura que Estados Unidos se consolidó como hegemonía mundial luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), al concentrar la mitad de la riqueza mundial y controlar ambos hemisferios con una fuerza militar increíble. Sin embargo, Europa y Japón se recuperaron y tuvo lugar la descolonialización en muchas partes del mundo. Para 1970, Estados Unidos comenzó su declive, su riqueza global cayó 25%, y el mundo industrial se tornó más tripolar: Norteamérica, Europa y Asia (entonces Japón, y hoy día más apunta hacia China e India).

Según el lingüista estadounidense de origen judío, el declive económico de Estados Unidos se agudiza con el modelo económico neoliberal y una serie de factores:

Una variedad de factores convergen para crear un círculo vicioso radical de riqueza, primeramente en la cúspide del 1% de la población, principalmente en CEOs, gerentes de fundos y demás, lo cual lleva a la concentración del poder político, pues las políticas estatales se orientan a incrementar la concentración económica: políticas fiscales, reglas de gobernabilidad corporativa, desregulación y muchos otros.

Al mismo tiempo las campañas electorales se incrementan llevando a los partidos al bolsillo de los dueños del capital [...] mientras que para la mayoría de la población los salarios reales se han estancado, la gente queda atrapada en largas horas de trabajo, deudas, tasas de inflación, regularmente destruidas por la crisis financiera que comenzó con el desmantelamiento de los aparatos regulatorios en los ochenta.

Para el científico cognoscitivo, crítico social, historiador y activista político, al declive de Estados Unidos se suman otros factores como la deslegitimación en su narrativa para dirigir el destino de las naciones. Desde la pérdida de la guerra en Vietnam (1955-1975), la ola de intervenciones en América Latina, desde el golpe contra Salvador Allende en 1973 en Chile, la invasión a Cuba en 1961, en Panamá (1989), la desestabilización de Nicaragua (1982-1989), El Salvador (1979), y luego en Medio Oriente con la

invasión en Irak (2003) –sin pretextos creíbles y bajo una supuesta posesión de armas nucleares por Saddam Hussein,

la cual al final resultó falsa, por lo que Estados Unidos tuvo que ajustar rápidamente su justificación de intervencionismo en Irak, y decir que trató de “promover la democracia” en ese país. Además de la invasión en Afganistán (2001), y más reciente las revelaciones en WikiLeaks, sobre la doble retórica estadounidense en todo el mundo, particularmente en Medio Oriente, evidencia el principio básico de la política extranjera de Estados Unidos, que es el establecimiento de “Sociedades abiertas”, las cuales sean controladas económica y políticamente por Estados Unidos y favorezcan sus negocios: “En 2007, la administración –estadounidense– oficialmente anunció que como un acuerdo final es obligatorio conceder bases militares a Estados Unidos y el derecho de llevar a cabo operaciones, y privilegiar los intereses de los inversionistas estadounidenses en un país rico en energía”.

Chomsky, uno de los intelectuales más importantes de este siglo, analiza con una coherencia extraordinaria la dinámica de los conflictos entre Israel y Palestina, Irak, Afganistán, Siria y otros países de Medio Oriente y África del Norte:

La primavera árabe, otro hecho histórico de importancia [...] Estados Unidos y sus aliados han tratado duro de prevenir el resultado –hasta ahora con considerable éxito– [...] Los dictadores deben ser apoyados en tanto puedan mantener el control (en los principales estados petrolíferos), cuando ya no es posible, desplázaselos y traten de restaurar los viejos regímenes tan pronto como sea posible (como en Tunes y Egipto). El modelo siempre es el mismo para todo el mundo: Somoza, Marcos, Duvalier, Mobutu, Suharto y muchos otros. En el caso de Libia, los tres poderes tradicionales imperiales, violar el consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que ellos –Estados Unidos– habían financiado, y convertirlos en fuerzas áreas de rebeldes, incrementar víctimas civiles, crear desastre humanitario, caos político, y en cuanto el país caiga en una guerra civil, las armas inundan por todas partes [...] y Estados Unidos otra vez sale beneficiado con la venta de armas.

La invasión en Iraq es un ejemplo de múltiples eventos causados por Estados Unidos, que ha llevado a la muerte a cientos de miles de personas en un país donde la sociedad civil ya había sido devastada por sanciones estadounidense y británicas, y aunque la población de ambos países condenó la intervención e incluso la calificó de “genocida”, las acciones de Estados Unidos fueron contra cualquier iniciativa democrática y legal de la Organización de las Naciones Unidas, y de la sociedad civil poniendo por delante los intereses corporativos de la explotación del petróleo.

Para el profesor emérito del Instituto de Tecnología de Massachusetts, la Unión Americana intenta suprimir cualquier movimiento en los países que no cumplen con sus intereses, asegurándose de colocar gobiernos amigables en el poder y que promuevan políticas económicas que beneficien no a los ciudadanos estadounidenses y menos a los ciudadanos de países extranjeros, sino a los intereses corporativos y financieros:

El salario mínimo en Estados Unidos ilustra lo que ha sucedido. A través de periodos de alto crecimiento en los cincuenta y sesenta, el salario mínimo –el cual es la base para otros salarios– que mide la productividad, era mayor, bajo la doctrina neoliberal, el salario mínimo, ajustado a la inflación cayó, y según las tendencias de crecimiento correspondería $20 dólares la hora en su lugar se aumentó $15.

En tanto, según cita Chomsky, una estimación del Fondo Monetario Internacional:

[...] el contribuyente da a los grandes bancos $83 billones al año. Mientras Goldman Sachs, uno de los arquitectos de la crisis financiera de 2008, se enriquece discretamente, y en 2010 anunció una compensación de $17.5 billones, junto con su CEO Lloyd Blankfein quien recibe $12.6 millones en bonos, y con un salario base que se triplica.

Para Chomsky, Estados Unidos, a partir de sus políticas militares y su obsesión por mantener su imperio global, no sólo destruye millones de vidas humanas en todos los continentes y arroja a las poblaciones más desfavorecidas a la pobreza extrema, sino hunde a los países en conflictos raciales, territoriales, religiosos, o en violencia por “guerra contra las drogas”; asimismo, favorece a gobiernos que controlen a sus países por medio de la tortura, el miedo, la desigualdad social, y arrastrando a todo el mundo a la destrucción, al desabasto en recursos naturales y energéticos, a la proliferación nuclear, y a una catástrofe en el medio ambiente acelerando el cambio climático y amenazando nuestra propia supervivencia.

Chomsky proporciona una brillante radiografía de cómo las élites estadounidenses se han apoderado del Estado, de su Carta Magna y de cualquier restricción democrática a su poder. Mientras la población mundial está arropada en la apatía, orientada hacia el consumismo y el odio hacia los grupos más vulnerables: inmigrantes, refugiados, musulmanes, africanos, latinos y demás. En tanto, las corporaciones mundiales y los ricos del planeta pueden hacer lo que les da la gana, y destruir los pocos servicios públicos que quedan; de cualquier forma las corporaciones pueden absorber más tarde a esa gente y convertirla en sus consumidores, y aumentar sus dividendos: “La crisis en el déficit ha sido altamente fabricada como una arma para destruir los programas sociales, los cuales gran parte de la población necesita”.

El reconocido intelectual –estudioso en filosofía y matemáticas, y profesor en la Universidad de Harvard– asegura que hay luces de optimismo para el desarrollo de los países, y la limitación de la avaricia estadounidense en el resto del mundo; como ejemplos están la formación de la Comunidad de América Latina y los Estados del Caribe (CELAC) que incluye a todos los países del hemisferio excepto a Canadá y Estados Unidos, y la región se mueve hacia la integración latinoamericana, la reducción de los ámbitos de influencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, la pérdida parcial de los países de Medio Oriente y del Norte de África, el desprestigio mundial de las políticas estadounidenses, y la desconfianza del mundo frente a cualquier “ayuda democrática” estadounidense.

Aunque Chomsky reconoce que pese al declive de legitimidad y económico de Estados Unidos, aún le queda la preponderancia militar, en la cual aún reina, y está explotando para reactivar su economía. En 2011, el presupuesto militar –casi cubre el del resto del mundo– “fue más alto en términos reales que en cualquier otro periodo desde la Segunda Guerra Mundial, incluso tomando la tasa inflacionaria ajustada, rebasa el gasto militar”.

Chomsky trata de responder teóricamente y con ejemplos ¿quién gobierna el mundo?, aunque también agrega la pregunta ¿qué principios y valores gobiernan al mundo? e invita a sus lectores a una reflexión sobre la comprensión global de los conflictos y las amenazas de nuestro tiempo, de los cuales miles de personas en todo el mundo ya están padeciendo las consecuencias de la avaricia de las élites estadounidenses y su obsesión por “dirigir el mundo”. Chomsky también asegura que tanto el ciudadano ordinario estadounidense como los ciudadanos del resto del mundo están siendo cada vez despojados de su injerencia en los asuntos públicos y remplazados por los intereses de las empresas trasnacionales. Finalmente, Chomsky indica que hoy los ciudadanos críticos y los “intelectuales” son más necesarios que nunca.

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