Diversa. Reseña de libros

El aborto se convirtió de un tema privado a uno político. Entrevista a Mabel Bellucci

Mario Hernández
Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina

El aborto se convirtió de un tema privado a uno político. Entrevista a Mabel Bellucci

Política y Cultura, núm. 51, pp. 201-207, 2019

Universidad Autónoma Metropolitana

Activista, feminista queer, ensayista, periodista; adherente a la Campaña nacional por el aborto legal, seguro y gratuito; integrante del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) del Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires y de la Cátedra libre Virginia Bolten de la Universidad Nacional de La Plata; autora del libro Historia de una desobediencia, aborto y feminismo1 que recientemente tuvo una nueva edición y una presentación en el Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas.

Ahora todo el mundo habla del aborto y del feminismo, pero esto tiene una historia.

Sí. Tiene una larga historia, así como tiene una larga historia el aborto en sí mismo. Lo que sucede es que justamente la práctica abortiva antes de la década de 1960 no tenía nombre, era ninguneada, todo el mundo sabía que se abortaba, cualquier mujer lo hacía y más si era de condición humilde, pero cruza a todos los sectores sociales.

Nadie lo llamaba “aborto”. Esta historia está tan invisibilizada como su objeto, que recién sale a la luz hace unos pocos años. Es interesante ver cómo se convierte de un tema privado a uno político y tal cual como se presenta en estos momentos, y como se presentó en Irlanda; al menos el Cono sur está expectante de los acontecimientos que sucedan en Argentina, mientras que en Uruguay hace tres años que es ley.

Lo voy a contar como un cuento, debido a que es una historia densa, porque no solamente las mujeres pelearon, sino que fue un momento especial el que se vivió en Estados Unidos en la década de 1960, cuando aumentaron los movimientos antisistémicos y anticapitalistas entre 1964 y 1976; fueron momentos especiales de la historia, con un gran creci-miento económico, el Estado de bienestar no había crecido tanto hasta ese momento; por lo tanto, hubo una incorporación masiva de mujeres al trabajo formal, a la Universidad, a todo tipo de estudios, esto se dio con mucha fuerza en todo Occidente. El movimiento estudiantil estaba conformado por jóvenes que estudiaban en la Universidad y por quienes ingresaban masivamente, por eso es una década vinculada con este movimiento.

Se presenta una peculiaridad: justamente se reducen las familias por el Estado de bienestar; antes eran familias numerosas, lo que se conocía como “la prole”; y en ese entonces comienza a haber familias más acotadas. Ahí empieza el debate de los métodos contraceptivos. Aparece la famosa píldora, que también es cuestionada por el feminismo de ese entonces, por las prácticas de los laboratorios para experimentar sobre cuerpos de mujeres racializadas, negras, mexicanas, mujeres en los hospicios. Entonces, el aborto es un método que provoca inseguridades, en cuanto a que si lo desarrollan en malas condiciones, las mujeres corren serios riesgos de vida, pero también es cierto que en ese momento existían las parteras, que eran muy prácticas, no sólo para los partos sino también para los abortos.

Las mujeres empiezan a reclamar para que el aborto salga de la clandestinidad. Ese es el debate, aborto legal o clandestino, porque, aunque el Estado se oponga, las mujeres seguimos abortando.

La cuestión es que Estados Unidos tomaba serias medidas: penalizaba con 30 años de cárcel, tanto a las mujeres que abortaban como a quienes hacían los abortos, como sucede ahora en Centroamérica. Lo estamos viviendo con mucha crudeza en Nicaragua y El Salvador. Ahí se produce entonces un gran movimiento de desobediencia civil, fuerte y enriquecedor. Se empieza a pelear por lo que se consideran los derechos sobre las políticas del cuerpo, las políticas sexuales, justamente por toda esta complejidad del contexto histórico.

El aborto realmente es una práctica realizada por abuelas, bisabuelas, tatarabuelas, y en todas las clases sociales; por lo tanto, brindaban más seguridades que la pastilla anticonceptiva. Surge con mucha fuerza en las grandes metrópolis de Estados Unidos, como Nueva York, Chicago, San Francisco y Boston. En Chicago surge un movimiento feminista ligado al socialismo; es una ciudad que tiene una fuerte tradición socialista, recordemos que ahí nació el 1 de Mayo, así como corrientes anarquistas. El movimiento obrero ha sido muy fuerte en Chicago.

Surge un grupo que se llamaba “Jane”, que practicaba abortos ayudado por un médico en habitaciones de hoteles, por una simple razón –como pasa en el presente–: el problema de las inmigrantes. Porque las leyes de aborto están al servicio de hospitales y centros de salud, para la ciudadanía; entonces qué pasa con las mujeres indocumentadas. Este es un tema interesante que luego se discute con intensidad en Europa.

Por ello surgió el grupo “Jane” –“Juana”, en español–, un nombre universal para entender la situación de las mujeres de sectores populares. Así tiene impacto ese movimiento feminista, cruzado por variables interesantes de la época: la guerra contra Vietnam, las desobediencias civiles antibelicistas, los derechos civiles de los negros, el importante movimiento contracultural.

Lo anterior tuvo impacto en México y en Centroamérica, y con mucha fuerza en Europa Occidental. Vimos movimientos importantes en Europa como el francés, el alemán, el inglés; los nórdicos, quienes tempranamente tuvieron leyes de despenalización y legalización del aborto. Ahí se producen intensas campañas que, para lograr esta meta tan deseada, se enarbolan bajo el lema “Yo aborté”. Colectivamente se pronuncian, ya no es en secreto. Es una práctica generalizada que tomamos las feministas y hacemos campañas intensas con el “Yo aborté” para sacarlo de lo no dicho, para que nos empoderemos y al decirlo se pueda abrir la discusión.

La convocatoria a este programa surgió a partir de un texto que leí en lahaine.org pero que en realidad tiene su origen en contrahegemoniaweb, que es “Evocando al ‘68. Desde el feminismo de la segunda ola”. ¿Por qué feminismo de la segunda ola?

Yo no considero que los países periféricos hayamos pasado la segunda ola porque son momentos históricos distintos; cuando los feminismos centrales o del norte tienen una gran expansión, a lo largo de la década de 1970, en nuestro continente se vivían terribles dictaduras, con todo lo que sabemos que eso significó. Por lo tanto, no podemos decir que estamos en un mismo movimiento.

Se llama de la segunda ola porque la primera fue más que nada por los derechos civiles, los derechos políticos, educativos, de la salud; los derechos básicos y humanos. El tema de la paridad, la igualdad entre varones y mujeres. Se logró un avance en esto, dado después de la Segunda Guerra Mundial, donde casi todos los países de Occidente tuvieron el derecho al sufragio universal y también los derechos más básicos y elementales que antes la mayor parte de la sociedad en general carecía, no sólo las mujeres.

Se habla de esta segunda ola por la especificidad que presenta en cuanto al tema de los cuerpos, los derechos sexuales y también de los derechos sexuales no reproductivos.

Derecho al goce. Yo siempre digo que si en la década de 1970 hubiera existido el VIH estaríamos todos muertos.

Tiene que ver con las condiciones sociales y las clases.

Fue un fenómeno de las clases medias.

Sí, sobre todo universitarias. Esto de romper con los lazos de la familia, con la virginidad hasta el matrimonio, la obligatoriedad de la maternidad. Todo eso se pone en discusión desde mitad de la década de 1960.

¿No es parecido con lo que pasó en la década de 1960 en Estados Unidos?

Sí. Pero tiene un impacto muy grande. Estados Unidos en ese sentido es pionero. A mí me causa gracia porque en cuanto empiezo a hablar de esto me miran mal, pero realmente lo que se produjo en una década en Estados Unidos no se ha dado en otra sociedad capitalista occidental. Lo que tienen de peculiar estos centros metropolitanos a los que hago referencia, que no es Texas por supuesto, es que hay mucha autogestión, se arman movimientos con muchísima fuerza.

¿Te refieres al “Me too”?

Claro, no están generados por los partidos políticos ni por el Estado. Por ejemplo, Raúl Zibechi, de Brecha −y hago esta referencia porque es una publicación maravillosa, ojalá pudiéramos tener una como esa en Argentina−, dice que las grandes conmemoraciones internacionalistas, como el movimiento obrero y el feminismo, tienen origen en Estados Unidos. El 1 de Mayo en Chicago; el 8 de Marzo en Nueva York; el 28 de Junio, día del Orgullo de las minorías sexuales, que fue en 1969 también en Nueva York, se llama el grito de Stonewall; también en ese año hubo un movimiento antiglobalización que tuvo una repercusión enorme, que puso en discusión las economías neoliberales impuestas por Estados Unidos y sus socios europeos.

Te refieres a Seattle. Y ahora un Bernie Sanders. Y el desarrollo de un nuevo movimiento socialista en Estados Unidos.

Claro. Porque Estados Unidos tuvo partidos socialistas, comunistas y socialdemócratas. Eso se desconoce. En ese periodo estaban los dos partidos clásicos para la maquinaria electoral, como hay en todas las democracias liberales capitalistas, que eran los Demócratas y los Republicanos. Pero en Europa, las izquierdas estaban abroqueladas en el Partido Comunista, que era un partido estalinista. En cambio, en Estados Unidos los movimientos tenían mucho más oxígeno. Lo que no pasaba en Europa.

¿De qué trata Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo? Esta segunda edición que tuvo su presentación en la sede del Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas (CEHTI) con tu participación y la de Gabriela Mitidieri, Ezequiel Bassa y Suyai Lutz. Como parte de la Campaña nacional por el aborto legal, seguro y gratuito del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

El CEHTI es un centro de jóvenes historiadores marxistas. Yo acompaño y hago algunas actividades porque me parece gente sumamente “chévere”. Tienen una cabeza abierta. No son dogmáticos. La preocupación de ellos era cómo abordar el tema del aborto, ya que es la preocupación a nivel nacional, porque se tiene el lema, pero es difícil abordarlo, porque no estuvo en agenda política, sí en la agenda de los movimientos y por suerte ahora también en la agenda mediática y cultural y por primera vez en el Parlamento.

Mi libro consiste en una recuperación de todas estas historias que no fueron conocidas de los movimientos proaborto o abortistas que fueron feministas y de izquierdas, y también con movimientos de disidencia sexual. Comienzo el primer capítulo dedicado a Estados Unidos y ahí se sabe sobre las producciones teóricas de grandes feministas, que eran activistas, porque en ese entonces no había una división entre la academia y el activismo, como se presenta en estos momentos; había una confluencia donde todo estaba debatiéndose y principalmente dentro de las instituciones.

Después tomo las grandes experiencias de Europa y lo que significó el exilio para muchas militantes políticas de izquierda de América Latina, quienes se fueron y volvieron siendo feministas; estaban en grupos de organizaciones políticas armadas o en grupos de izquierda y volvieron feministas. Esto se debate a lo largo de lo que se llama “insilio” (exilio interior), aquellos compañeros que no se fueron al exterior y quedaron resistiendo las dictaduras militares en Argentina o en América Latina. Hay poco escrito sobre eso. Lo otro tiene más difusión, pero es interesante lo que sucedió en el insilio con los grupos de estudio, cómo se resistía. Ahora estudio el trabajo de Marta Ferro, una gran periodista policial, ella era integrante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y sacó una publicación feminista en 1979, ideada por nuestra maravillosa compañera Nora Ciapponi, quien en 1973 se presenta a candidata a vicepresidenta con la despenalización del aborto entre sus pautas programáticas. Esto era rarísimo en un país que casi toma el Palacio de Invierno con la revolución a la vuelta de la esquina; y Nora se presenta como candidata compitiendo contra la figura de Héctor Cámpora. Por supuesto sacó muy pocos votos, pero no importó eso, fue interesante el desarrollo que hace el PST en torno al aborto, cómo hay relaciones fraternas entre las izquierdas y los feminismos en la década de 1970.

Después empiezo con la transición democrática, María Moreno, Moira Soto y muchas compañeras tienen un importante rol dentro de los medios de comunicación. Tununa Mercado, nuestra querida escritora que trabajaba en La Opinión y siempre hacía “entrismo” desde ahí, como lo llamábamos nosotras. Luego cómo empieza el debate, porque en realidad comienza cuando llega Dora Coledesky a la Argentina, una compañera con un feminismo clasista que venía de Francia, era obrera, porque se proletarizaba como la mayoría de las izquierdas en la década de 1970 y además era delegada gremial junto con su compañero Ángel Fanjul, dos grandes intelectuales. Cuando se exilian, Dora tiene mejor inserción porque empieza a estudiar francés y se vincula con las compañeras latinoamericanas.

El debate era denunciar las atrocidades del terrorismo de Estado, no solamente en Argentina sino en América Latina. Ahí es cuando ella se cruza con las compañeras latinoamericanas haciendo denuncias. Por ejemplo, su nieta Roxana contó el otro día que organizó una movilización en París contra la dictadura en Argentina y salió en Le Monde. Así es como ingresa el feminismo. En ese momento también se formaba el movimiento francés por la despenalización y legalización del aborto.

Ella no pudo venir antes a Argentina porque le pusieron una bomba en su casa y no tenía dónde vivir, así que vuelve recién en 1985. Entonces se da cuenta que no estaba puesto el debate en la agenda de los feminismos, que en esos momentos estaban interesados en ingresar al Estado, entonces había temas que no se podían tocar, uno era el aborto, otro el lesbianismo y el otro la prostitución. Entonces ella organiza un grupo que se llamó “Comisión por el derecho al aborto”, para que no quede alguna duda, trataba una sola temática: el aborto. Así es como se desarrolla.

Después, el debate entra en el Encuentro Nacional de Mujeres. Por eso esta masividad que ahora no se entiende; pero si se ve en retrospectiva, se comprende cómo estalla. Tiene que ver con el mundo virtual también, porque no es lo mismo el activismo nuestro que el activismo virtual, que en dos segundos organiza una movilización y todo está presente.

Referencias

Mabel Bellucci, Historia de una desobediencia, aborto y feminismo, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2018.

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