Editorial
… afirman que la lucha contra las condiciones económicas y sociales que enmarcan la desigualdad y los conflictos entre los hombres tiene un sentido, y que es posible caminar cotidianamente hacia una sociedad más justa, en donde el ejercicio de la libertad no sea obstáculo para la convivencia y la cooperación
(Editorial RLEE, 1 de 1971)
La Revista Latinoamericana de Estudios Educativos (RLEE), ahora bajo la gestión del Sistema Universitario Jesuita (SUJ), con sede en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México (Ibero), se congratula con la aparición del primer ejemplar en su nueva época pues, en continuación con la que le precede, esta etapa preserva un órgano de divulgación científica multidisciplinario, cuyo contenido pondera aún una visión de justicia, equidad, diversidad e inclusión social, lo que remonta hasta nuestros días y da relevancia a una de las obras de información y formación de la opinión pública que impulsó Pablo Latapí Sarre, reconocido como el padre de la investigación educativa en México. Tras la aparición, en 1971, de una de las primeras revistas en investigación educativa en nuestro país, la entonces Revista del Centro de Estudios Educativos, en 1979 amplió su horizonte hacia América Latina con la denominación actual, a fin de dar a conocer los resultados de la investigación, difundir el conocimiento entre investigadores y estudiosos de la educación e impactar en los funcionarios públicos para la toma de decisiones.
Con la misma aspiración, en la nueva sede, la revista continuará impulsando las distintas tradiciones de pensamiento latinoamericano que promueven el derecho a la educación, pues sostiene que los procesos de inclusión, de justicia social y de derecho son multiculturales y transversales. Así también que el sentido de la justicia social no debe tener sólo un enfoque de distribución equitativa de recursos, sino también el de escuchar las experiencias y abordajes de todos los actores de la sociedad para permitir, desde cualquier espacio educativo, visibilizar y empoderar a los grupos sociales y culturales que no han sido escuchados ni representados, los que se encuentran en situaciones de opresión por estructuras sociales, culturales, políticas que deben ser transgredidas y transformadas. Por ello, incluir las voces de los implicados ampliará la conciencia de las inequidades, los retos y las necesidades que tenemos por delante en los procesos educativos.
A más de 47 años, el primer editorial de esta revista, en 1971, nos acerca a una reflexión con plena vigencia en nuestra realidad actual: la justicia social y el derecho a la educación han sido una lucha constante en los diálogos y los procesos históricos, políticos, sociales y culturales que buscan transgredir y empoderar aquellas narrativas de desigualdad, exclusión y conflicto con nuestros pares. Pero la aspiración a la justicia social se ha visto obscurecida por el discernimiento político e histórico que la reduce a un concepto y le impide ser una práctica y un proceso de liberación. En este sentido, la revista tiene una natural inscripción en el ideario universitario jesuita en Latinoamérica, que fomenta la producción de conocimiento a partir de los saberes científicos y populares, la documentación de los movimientos y las acciones colectivas para la defensa del derecho a la educación, el análisis de la política y la problemática educativa en la región, en particular con los grupos en situación de exclusión social y educativa.
Para continuar con la difusión de resultados de investigación en este marco y fomentar un diálogo continuo entre investiga dores, diseñadores de política pública y actores de los hechos educativos, es necesario señalar que el posicionamiento del pensamiento crítico en América Latina surge con la toma de con ciencia de una identidad en sí y para sí, a partir de las luchas de emancipación colonial en el siglo XIX.
En la batalla de las ideas, en las diversas formas de vivir y comprender el mundo, en los criterios de verdad y belleza, las escuelas cumplen un papel transcendental. La educación es una herramienta fundamental para la reproducción de lo existente y en el fomento de la creatividad y la crítica social.
La figura clave de Simón Rodríguez (1769-1854) como pionero en la creación de proyectos pedagógicos en la región, abarca tanto su papel como preceptor del libertador Simón Bolívar, como su trabajo posterior a la independencia en la extensión de la educación popular a partir de los sujetos subalternos, labor resumida en su célebre frase “inventamos o erramos”.
En esta tendencia se ubica también José Martí (1853-1895), quien sostuvo la necesidad de una educación científica que fuera de la mano con una formación ética y política, condición sin la cual no se lograría contar con ciudadanos libres ni con patrias soberanas.
José Carlos Mariátegui (1894-1930), también representante del momento fundacional de la teoría crítica en nuestra América, denuncia la sociedad poscolonial que, a través de sistemas educativos racistas, legitima prácticas asimétricas entre la población del Perú y América Latina: “La educación nacional –asegura Mariátegui– no tiene un espíritu nacional: tiene más bien un espíritu colonial y colonizador. Cuando en sus programas de instrucción pública el Estado se refiere a los indios, no se refiere a ellos como a peruanos iguales a todos los demás. Los considera como una raza inferior”.1 Para Mariátegui es importante el acceso de la sociedad a la educación, pero a una popular y crítica, además de gratuita en todos sus grados y niveles, pues considera que la es cuela capitalista excluye a los pobres de la instrucción superior y los condena a la inferioridad cultural y a la servidumbre.
La visión democratizadora de la instrucción pública de Simón Rodríguez, la educación como obra emancipadora en José Martí y las implicaciones de las desigualdades estructurales en la educación que planteó José Carlos Mariátegui son la base de esta tradición de pensamiento en torno al derecho a la educación.
Más tarde, con el triunfo de la Revolución cubana, en 1959, las perspectivas de integración se orientaron a la refundación de los Estados nacionales en torno a un proyecto de educación socialista y revolucionario en clave guerrillera que impactó en toda la región.
En la década siguiente, con el auge de la educación popular, a raíz de la pedagogía de la liberación de Paulo Freire, se reavivó el énfasis en los sectores subalternos como actores clave del proceso de modernización de las sociedades latinoamericanas, con sus re sabios de colonialidad.
Es, pues, en esta tradición donde cobra otra vez relevancia esta revista, para construir, transformar y fomentar una investigación educativa que sostenga la crítica social y política a los factores que impiden o dificultan los procesos de movilidad, de inclusión y equidad social en los contextos educativos en Latinoamérica.
De la misma forma, el recuento anterior permite situar el lugar de la producción del conocimiento y de los saberes populares que emergen en la región: qué se produce, quién lo produce y desde dónde se construye el conocimiento que permitirá repensar la noción de justicia social y del derecho de la educación, a la vez que transgredir los principios hegemónicos políticos, sociales y culturales que han prevalecido en América Latina. Éste es el marco de la investigación educativa necesaria, la que asume mi radas interdisciplinarias que partan de la diversidad de nuestras experiencias y testimonios. La Revista Latinoamericana de Estudios Educativos, en su nueva época, se articula de nuevo a esta tradición y se inscribe en la construcción de conocimiento en un marco de justicia, equidad, diversidad e inclusión social, de forma acorde con la línea editorial original y en la perspectiva actual del derecho a la educación.
Notas