Documentos

Simón Bolívar visto por sus contradictores

Patricia Cardona Zuloaga
Universidad Eafit, Colombia

Simón Bolívar visto por sus contradictores

Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, vol. 18, núm. 35, pp. 401-421, 2016

Universidad de Sevilla

Simón Bolívar visto por sus contradictores

Una de las personalidades más polémicas de la historia latinoamericana es Simón Bolívar (1783-1830); su procedencia social, su formación intelectual, su destreza militar y su vida política configuran un panorama polifacético, cargado de claroscuros y matices que impiden emitir una valoración unívoca sobre sus acciones y decisiones. Es imposible estudiar su vida política sin entender sus diversas campañas militares, o analizar su pensamiento sin concebir en él la herencia del liberalismo del siglo XVIII al lado de algunas ideas provenientes de la tradición hispánica más conservadora. Más que un ilustre político, un lúcido patriota o un héroe empeñado en libertar a América y en consolidar una gran república hispanoamericana, Simón Bolívar es hijo de su tiempo, y es, sobre todo, una imagen que se ha fundado a partir de amores y odios, de necesidades políticas y de glorias que redundan en el engrandecimiento fundacional de los países a que dio lugar su lucha emancipadora. En efecto, cuando se estudia la manera en la que se ha integrado la figura de Bolívar como punto de anclaje de la historia de los países que libertó, se puede notar que fue de manera paulatina como el “culto bolivariano” se edificó; a la vez que sus promotores iban dejando de lado la versión más polémica de su vida, iban difundiendo explicaciones tendientes a minimizar el efecto de muchas de sus acciones, al tiempo que condenaban a las personalidades que en su época hicieron oposición o se enfrentaron a las decisiones políticas de libertador2.

Bástenos enunciar el caso colombiano, en el cual la historiografía relegó hasta más o menos 1872 la figura de Bolívar a un segundo plano, no hizo parte de ninguna celebración especial e incluso, fue vista de manera crítica, toda vez que sus acciones tuvieron repercusiones directas en la disolución de su gran proyecto: una poderosa y gran república hispanoamericana, que empezó a vertebrar a partir de lo que se conoce como la Gran Colombia (1819-1831) –llamada en la época la República de Colombia– y que soñaba con extender por todo el subcontinente latinoamericano3; también porque a partir de las adhesiones y enemistades alrededor de su personalidad se fraguaron las pugnas que enfrentaron a los militares con los políticos, a los caudillos con los legisladores, a los propios territorios torpemente unidos por una legislación y una economía en ciernes y a las facciones que, después de disolución de Colombia, dieron origen a los partidos políticos en los tres países resultantes4.

No fue pues una figura conciliadora y fundacional en términos historiográficos, sino una línea divisoria cuyo trazado alineó bandos y selló enemistades. También sirvió para explicar los rumbos equívocos de la primera parte de la historia de los países en cuestión. Por esta razón su presencia en la historiografía resultaba polémica y tuvo, hasta cierto punto, un tratamiento crítico, sobre todo en los textos históricos de la Nueva Granada, país en el que había generado resentimientos entre los focos ilustrados y liberales de la Gran Colombia, cercanos al vicepresidente Francisco de Paula Santander (1792-1840), quien fuera su más fuerte opositor5.

Los líderes de estos focos incidieron de manera directa en la formación de la joven intelectualidad liberal, a través de figuras como Ezequiel Rojas (1803-1873), Florentino González (1805-1874) –quienes participaron en la conjura contra el Libertador el 25 de septiembre de 1828–, José Antonio de Plaza (1809-1854) y Cerbeleón Pinzón (1813-1870), todos ellos escritores y juristas destacados, profesores de derecho constitucional y personalidades emblemáticas del pensamiento y las letras neogranadinas, bajo su tutela se formó la generación del “Olimpo radical”, conocida por su convicción acerca de la implementación de un liberalismo total que llevara al país por la senda civilizadora, distante de la herencia hispano católica, considerada por esos jóvenes un lastre que dificultaba la llegada de vientos modernizadores6.

Durante este período las acciones de Simón Bolívar fueron vistas de manera crítica; destacaban sus habilidades militares y talante político, así como su papel al frente del proceso emancipatorio de la parte norte de América del sur; pero fueron enfáticos al señalar las pretensiones “dictatoriales” y contradictorias de un hombre que, en nombre de la libertad, defendió en la Constitución Boliviana (1826), una presidencia central tan fuerte, que tenía características de vitalicia y hereditaria7; también evidenciaron sus yerros políticos en la resolución de las rivalidades entre los caudillos y los legisladores en el cénit de la República de Colombia.

En síntesis, fue solamente después de 1872 que se dio inicio al culto bolivariano, el cual tomó un ímpetu mayor a partir de 1882, cuando los liberales cedían su poder y empezaban a abrirse camino los conservadores bajo la forma de la Regeneración; fue el Papel Periódico Ilustrado uno de los medios que más contribuyó en ese proceso, así como la dirección de Instrucción pública encargada de llevar a cabo la celebración del natalicio de Bolívar en cabeza de Don Constancio Franco (1842-1917)8, un hombre embebido por el afán patriótico de exaltar el pasado heroico de Colombia en la personalidad, ahora sí dimensionada en la forma de un prohombre, tan grande y majestuoso como la patria a la que había dado vida9. La exaltación de la figura de Bolívar coincidió con el afán centralista y el celo por fortalecer el poder ejecutivo, así como la certeza de que eran la religión católica y el legado hispánico (representado en la defensa del español) los elementos aglutinantes y conciliadores en un sociedad dividida por los fueros regionales y por los partidos políticos (liberal y conservador) alrededor de los cuales se definieron las lealtades de los ciudadanos y las acciones para promover una idea de Estado e instituciones coherentes con sus respectivos derroteros10.

II

En 1830, año en el que está fechado el documento que transcribimos, la República de Colombia era casi un cadáver insepulto, sometida a los vaivenes de las tres porciones que la conformaban: Venezuela, en franca disputa con Bogotá, una capital distante donde campeaban los juristas neogranadinos que, según los venezolanos, poca capacidad tenían para intervenir en su política; por otra parte, los ecuatorianos débilmente integrados y escasamente representados tanto en el ejército como en la burocracia, y la Nueva Granada sometida a las tensiones entre Santanderistas y Bolivarianos y al temor de los alzamientos de los caudillos que luchaban por mantener su poder. Bolívar estaba menguado anímica y físicamente, la enfermedad hacía estragos en su vida cotidiana y su imagen política se desmoronaba a medida que se profundizaban las tensiones en su loado artificio político. Del animoso combatiente y del político sagaz apenas quedaban sombras; su imagen deteriorada era una espada de Damocles que, según sus detractores, ponía en vilo la estabilidad de la república por cuenta de su carácter autoritario y de la vanidad que lo había embargado durante sus días de gloria, la misma que ahora le enrostraban como un defecto vergonzoso y una calamidad para el esclarecimiento de los rumbos de la república.

El documento que publicamos aquí recoge en gran medida los resquemores y antipatías que había despertado Bolívar durante casi diez años al frente de la presidencia de Colombia. Valga decir que la mayor parte de este período lo pasó en las campañas libertarias de Ecuador, Perú y Bolivia, lo que seguramente aumentó la desazón, no sólo por la ausencia del presidente, sino por el gran despliegue de recursos que suponía para Colombia sostener ejércitos libertadores más allá de sus fronteras, lo que produjo, finalmente, un desequilibrio enorme en las arcas de la emergente república, en la que aún gran parte de su territorio estaba en guerra contra los españoles, mientras la otra, liberada, disponía de los escasos recursos para sufragar los gastos que la empresa bélica requería.

Desde 1819 se levantaron voces contrarias a las acciones de Bolivar, en ese año se publicó en Caracas un folleto que denunciaba los desmanes del libertador, conocido como Vindicación y repulsa de las iniquas acusaciones de la maledicencia, escrito por Rafael Diego de Mérida (1772-¿?), abogado caraqueño, defensor de la causa americana “inquestionablemente justa”11, pero mancillada por el Supremo como irónicamente llamaba a Bolívar, quien en su concepto hacía odiosa la causa emancipadora entre los venezolanos con “sus delirios de despotismo, é incapacidad, tanto más torpe, quanto que la inquietud, y el temor de perder la autoridad que se ha usurpado, le embargan el poco discernimiento que la naturaleza le dispuso”12. Partidario de la causa libertaria, Rafael Diego de Mérida inculpaba a Bolívar por despóta y autoritario, al mismo tiempo que invocaba la “instalación de un gobierno representativo”13 que pusiera remedio a sus descalabros y pudiera, efectivamente, dar origen a lo que él llamaba entonces una nación. Estas quejas mantuvieron su vigencia durante toda la década de 1820; incluso podemos decir que arreciaron su relevancia a medida que se desmantelaba el país y que la crisis política, económica y militar hacía estragos en las recién creadas instituciones.

La actualidad de las quejas de Diego de Mérida pueden constatarse en la reimpresión que se hizo de su Vindicación en Lima en 182714, y que respondía a la metamorfosis que a lo largo de 7 años había sufrido la imagen de Bolívar: de genio de la guerra durante la primera etapa, seguida por la de Dictador y, al final (1826-1827), señalado como Tirano gracias a la promulgación de la Constitución Boliviana, que convertía al presidente en una figura vitalicia, con la potestad de designar sucesor, y inexplicable para los opositores, pues no entendían cómo después de tanta sangre derramada por la libertad, aquella se dilapidaba para alimentar las ínfulas personalistas del Libertador. La motivación de la reimpresión de la vindicación fue, según su anónimo editor, que se diera a conocer entre más lectores, ya que probablemente en la época en la que se publicó por primera vez no tuvo la circulación debida. La “justa gratitud” debida a Bolívar por sus sacrificios no debía cegar a la sociedad “hasta el punto que consintamos que destruya nuestra libertad”. Por eso, sin menoscabo de la gratitud y la admiración por las gestas realizadas, el texto pretendía que “todos los pueblos se convenzan de que no es nuevo en el general Bolívar el deseo de mandar como absoluto”15.

III

El texto que presentamos hacía parte de una corriente política que intentaba denunciar las avanzadas dictatoriales del libertador, el empeño por imponer su voluntad y el egocentrismo develado en su afán de poder, en la persecución a todos aquellos que intentaran oponérsele, incluyendo la prensa. Un granadino a sus compatriotas i a sus hermanos del Norte16 es una pieza de gran valor para entender las tensiones políticas que fustigaron a la República de Colombia, así como las rencillas en torno a la figura de Bolívar, a veces vista de manera poco crítica y parcial por parte de la historiografía patriótica, cuya función es sobre todo crear consensos a través de la composición de figuras estereotipadas y exaltadas antes que promover la crítica o una visión objetiva de los sucesos; de ahí que se presenten hombres y acciones bajo la forma de la virtud o del vicio, que a la vez se difunden como un modelo a seguir por parte de los potenciales patriotas.

El texto, entonces, tiene la función de recoger de primera mano las impresiones que los coetáneos no afectos a Bolívar tenían de él, así como evidenciar algunos puntos señalados como motivos de animadversión, desconfianza y prevención entre parte de las elites políticas de la República de Colombia

El autor, Lorenzo María Lleras (1811-1868), fue periodista, escritor y educador Neogranadino, reconocido también como poeta patriótico y cultor del teatro, afición que inculcó entre los jóvenes estudiantes del Colegio del Espíritu Santo, que fundó y dirigió entre 1846 y 1853 y al que asistió parte de la élite letrada de la segunda mitad del siglo XIX colombiano. Con el ánimo de fundar esta institución el señor Lleras renunció en 1845 a la rectoría del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, uno de los claustros más tradicionales de la educación neogranadina. Una vez al frente de su propia institución Lorenzo María se dio a la tarea de formar con amplitud intelectual a sus estudiantes, a fomentar en ellos el gusto por las letras a través de la edición de dos periódicos escolares, El Cachifo y la Crónica mensual, y de despertar el gusto por el teatro a través de la composición por parte de los estudiantes de piezas dramáticas que posteriormente representaban17. Al Colegio del Espíritu Santo asistieron jóvenes que se convertirían en personajes centrales de la segunda mitad del siglo XIX colombiano, entre ellos: los hermanos Santiago (1830-1900) y Felipe (1836-1891) Pérez, protagonistas del liberalismo radical colombiano, José María Quijano Otero (1836-1883), connotado historiador y político de la segunda mitad del siglo XIX, y el escritor Jorge Isaacs (1837-1895), autor de la novela María, una de más emblemáticas del romanticismo hispanoamericano.

En 1830 Lorenzo María Lleras estaba residenciado en Estados Unidos, seguramente intentando alejarse de las agrias disputas políticas bogotanas, redobladas después de la conspiración contra Bolívar de 1828 y de la que participó un núcleo importante de jóvenes granadinos y venezolanos. Santander fue acusado de ser el líder del complot, y con él todos sus allegados fueron señalados y mirados con recelo. Aunque Lorenzo María no participó en la conjura, la amistad que le unía a Santander pudo haberle granjeado la antipatía de los amigos de Bolívar; ciertamente partió hacia el país del Norte para distanciarse del clima enrarecido y de la animadversión que rodeaba a los círculos santanderistas. Su estadía en Estados Unidos le permitió escribir con mayor soltura y franqueza y convertirse en vocero “internacional” de la difícil situación en que ponían al país las acciones aparentemente grandes del libertador, pero que vistas en detalle, “solo retratan al General Bolívar como plagado de pensamientos comunes, puerilidades despreciables, i crímenes atroces” grandes”18.

Es por eso que el texto hace un recorrido por acontecimientos que develan el lado más oscuro de Bolívar: hipocresía, ambición, afán despótico, vanidad, crueldad, vicios con efectos palpables en la vida política, como la opresión, los ataques a la libertad de imprenta, la violación a las leyes de la seguridad ciudadana, la conculcación del derecho del país emergente a la instalación de un gobierno representativo a expensas de la creación de una presidencia constitucional con facultades extraordinarias, vitalicia y hereditaria.

Las denuncias hechas por Lorenzo María Lleras ya se encontraban en El Zurriago, un periódico contrario a Bolívar y en el que se le imputaban toda clase de inmoralidades. Probablemente, Lleras encontrara en la lectura de este periódico parte de los argumentos para denunciar a Bolívar, al menos eso puede inferirse en dos puntos: el primero tiene que ver con la afrenta sufrida por Vicente Azuero (1787-1844) (redactor de este periódico y uno de los primeros ideólogos del liberalismo colombiano) por parte de José Bolívar, coronel venezolano afecto a su homónimo, quien aseguraba que habría de quebrar los dedos a los redactores opuestos al Libertador, amenaza que cumplió a finales de 1827, cuando Azuero fue “ignominiosamente acometido y estropeado en la calle”19 por el coronel en cuestión, quien lo golpeó en repetidas ocasiones “causándome [en palabras de Azuero] diversas contusiones en la cara, en la cabeza, en los brazos y demás partes del cuero, también llevaba un foete con el que intentó herirme la cara”20. Esta reyerta, iniciada por el coronel, es sintomática del ambiente tenso y de las hostilidades entre los bandos afectos y contrarios al libertador, y del cual el mencionado periódico dejó constancia.

El otro asunto relevante fue la reiterativa semblanza del carácter dictatorial de Bolívar, asunto que acarreó la sanción e incluso la persecución contra este periódico en particular, que solo llegó a cuatro números. Por demás está decir que los redactores, conscientes de su lenguaje crítico y libertario con respecto a las pretensiones del libertador y de los odios que despertaban entre los partidarios del gobierno, recordaron a sus lectores que su función era el control político a través de la proclamación de “los derechos del pueblo i las leyes21” y que si “hubiéramos recomendado la constitución boliviana, el poder dictatorial o la monarquía, entonces sería nuestro papel la obra selecta de la política”22. En su defensa de las libertades políticas remarcaron la urgencia de disminuir el ejército, “que a la vez que amenaza la libertad causa aflicción del herarario”23.

Lorenzo María Lleras retomó en su denuncia alguno de los más acres puntos de la personalidad y las acciones de Bolívar destacadas en el periódico, para así dar una idea amplia y documentada de los descalabros y contradicciones de su mandato y de los peligros que entonces representaba para la recién conquistada libertad, y en nombre de la cual tantas vidas se habían perdido. Quede constancia de que siempre se partía de la gratitud que los sacrificios de Bolívar debían inspirar en todos los colombianos, pero que, sin embargo, no podía ser esta una venda que impidiera reconocer los descalabros políticos y militares los que, finalmente, podían llevar al ocaso el sueño libertario.

Queda en el anecdotario histórico que fue, precisamente a Lleras, a quien correspondió en 1834 la difícil tarea de expulsar de Bogotá a Manuela Sáenz (1797-1856), antigua amante de Bolívar y en torno a quien gravitaban sus nostálgicos partidarios, los que quedaron después de la disolución de Colombia y de la muerte del Libertador acaecida en Santa Marta el 17 de diciembre de 1831, con apenas 47 años y afectado por la enfermedad y la derrota.

Lorenzo María Lleras fue también un divulgador muy connotado de diversos saberes, gracias a las traducciones que hizo de distintos textos de uso popular. Mención especial merece la traducción que hizo del artículo que sobre Colombia publicó la Enciclopedia Británica en 1838, en el que todavía quedaban huellas de las tensiones sufridas en los años anteriores. El artículo describía a la República de Colombia, disuelta 7 años antes; no obstante, fue recibido con beneplácito, puesto que significaba el reconocimiento del país y su inclusión en el contexto de las naciones libres y civilizadas. Dicha traducción incluyó una carta de Francisco de Paula Santander, en la que negaba su influencia entre los redactores de la Enciclopedia; de haberlo hecho, decía, aquellos “no habrían dudado de la realidad del proyecto de monarquía[…]i se habría esplanado más en la historia de la dictadura i de la conjuración del 25 de setiembre de cuya época yo soi el único que tiene los más preciosos datos, i los menos favorables al general Bolívar”24

Lleras también se ocupó de tareas diplomáticas; nombrado secretario de relaciones exteriores en 1853, tuvo la misión de negociar con Brasil un tratado de amistad, comercio y límites, y en el que por falta de documentación y preparación cedió inmensos terrenos a dicho país. El tratado fue rechazado por el congreso, pero este hecho produjo burlas e impopularidad al secretario, que debió renunciar y justificar detalladamente su posición al presidente. Las últimas actividades políticas de Lorenzo María Lleras estuvieron centradas en la discusión, promulgación y firma de la constitución liberal de 1863, que fundaba los Estados Unidos de Colombia como un país federal y laico, momento culmen en el que el liberalismo, ahora sí organizado como partido y dirigido por varios de sus discípulos, daba vida a su ideario político y nacional, al margen de la imagen redentora de Bolívar y seguros de que, en ese momento, era un elemento disociador y el recuerdo de todo aquello que se quería olvidar: el despotismo, la tiranía, la sujeción religiosa y el poder de las armas.

Transcripción

Biblioteca Nacional de Colombia. Miscelánea 442.

Un granadino a sus compatriotas y a sus hermanos del Norte

…¡Oh míseros humanos!

Si vosotros no hacéis vuestra ventura,

¿La lograréis jamás de los tíranos?

Nueva York. Imprenta de Elliot y Palmer, Septiembre 25 de 1830

Un Granadino, &c.

But thou-from thy reluctant hand

The Thunderbolt is wrung-

Too late thou leav´s the high command

To which thy weakness clung;

All evil spirit as thou art,

It is enough to grieve the heart,

To see thine own unstrung;

To think thant God`s fair world hath been

The foot-stool of a thing so mean

Lord Byron

Bajo tu cetro de hierro

La quisiste ver ahotada.

Tiembla! tu estrella eclipsada

Palidecer miro yo.

La fuerza no tiene apoyo

Adiós! Tu reinado espira,

I ya tu gloria paso

Heredia

__________________

No es mi ánimo al entrar en la discusión de los asuntos de mi patria el dejarme arrebatar de la corriente de las pasiones, que desgraciadamente han agitado los diversos partidos, que hemos visto levantarse i perecer casi al mismo tiempo. Tampoco quiero presentar al General Simón Bolívar sino con los colores que le son propios, pues para ofrecer lo tal cual es a los ojos del mundo, basta rodearlo de los hechos a circunstancias de su vida, que nosotros, y solo nosotros hemos podido suficientemente apreciar. Sin embargo, aun permanecería yo tranquilo sin intentar correr el velo, bajo el cual puede que se oculte todavía en los pueblos de Europa su criminosa conducta, si no me impeliese a ello el sagrado deber de sincerar a Colombia y a sus dignos hijos, injusta y vergonzosamente calumniados de ingratos, por los mismos hombres, que ellos destinaron a restablecer su reputación exterior. Así, pues, no dirige mi pluma ni el resentimiento contra la persona de General Bolivar, ni el deseo de hacerme notable en el número de sus enemigos. Separándome en otro tiempo mil circunstancias de toda intervención política, nada tuve que esperar ni temer de sus manos, y al presente, sin esperar sus favores tampoco temo sus iras. Hablaré por tanto con el candor e ingenuidad que me es propia, describiré las cosas tales como se presentan a mis ojos, y daré mis opiniones, que, si se encuentran en oposición con las de algunos ilusos, serán justificadas por el juicio de la posteridad

Nadie duda ya, ni en Colombia ni en los países extranjeros, que el General Simón Bolívar es criminal: el orbe todo sabe los medios por los cuales se elevó al poder, i el abuso que ha hecho de un pueblo inocente e inexperimentado. La patria, esta patria cuyo nombre solo hace palpitar nuestros corazones, y los prepara a los más arduos sacrificios, no ha sido jamás el móvil de las grandes empresas, que por más de veinte años han tenido suspensa la Europa, encantada la América, y en las bocas de los liberales de ambos mundos el nombre un nuevo hipócrita, al lado de los epítetos lisonjeros de Libertador, Padre y Fundador de tres naciones.

Si recorremos la historia de este segundo monstro político, y le analizamos detenidamente, hallaremos en él una mezcla confusa de acciones al parecer de grandes, miradas al través del prisma de la distancia; pero que desnudas de todos sus adornos, solo retratan al General Bolivar como plagado de pensamientos comunes, puerilidades despreciables, y crímenes atroces.

Concebir el designio de libertar un mundo de abyecta servidumbre en que le tenía sumido y el yugo ominoso de la España; sacrificar su fortuna y bien estar al alivio de las miserias de sus hermanos; sufrir con heroica constancia los reveses y conflictos que por todas partes le perseguían, durante sus primeras campañas en Venezuela; apartarse vencido de la lucha para volver a lidiar de nuevo; ser el terror de los enemigos de la independencia Americana; y saber granjearse un lugar distinguido en la serie de los grandes hombres, ciertamente, son rasgos que lo debieran colocar en la clase de aquellos seres privilegiados, que viven indelebles en la memoria de los siglos, que conservan en esplendor primitivo al través de cien generaciones, y cuyos nombres pueden pronunciar los humanos sin aquel respeto mudo que la divinidad inspira.

El que solo se considerase al General Bolívar bajo el halagüeño punto de vista, apenas podría contener su entusiasmo en favor de un hombre, que así se había entregado a ser el regenerador de la especia humana del otro lado del Atlántico. Pero al recorrer los sucesos, de que infelizmente hemos sido testigos estos últimos años, no podemos menos que exclamar en la amargura de nuestro dolor, Ah! ¿Por qué se ha corrido la venda que nos cegaba? ¿Por qué este sueño no duró más largo tiempo? Hemos perdido toda nuestra gloria, todo nuestro orgullo, y nos vemos forzados a juzgar severamente y a condenar al hombre mismo, a quien, se hubiera muerto en el tiempo de su prosperidad y de nuestro engaño, o hubiera sido capaz de encubrir sus miras ambiciosas hasta el presente, le habríamos, sin duda alguna erigido un templo en el fondo de cada (uno) de nuestros corazones. Pero ese, a quien ciegos apellidamos padre, se ha convertido en padrastro cruel y bárbaro; ese esclarecido Libertador, no es más que un soldado afortunado, asesino alevoso de nuestras libertades, y ese fundador de tres naciones, ha sido el semillero de donde han brotado los gérmenes venenosos de la discordia, de la destrucción y de la muerte. Estas verdades son tan claras y tan sencillas, que basta una simple narración de los hechos para que el General Bolivar quede despojado de los laureles, que ha usurpado y que con más razón pueden reclamar otros héroes colombianos de talentos, valor y virtudes cívicas, que a él le son enteramente extrañas.

Que el General Bolívar ha abrigado desde el principio de la revolución las ideas de su propio engrandecimiento; que su decantado desinterés no han sido más que una red tendida a los incautos25; que ha atacado las leyes en sus fundamentos; que ha violado los sagrados derechos del ciudadano; y que ha cebado su crueldad carnicera en mil víctimas inocentes, son cuestiones demasiado ventiladas para que yo me detenga en probarlas con largos comentarios. Sus últimos esfuerzos para ceñir sus cienes con una corona, que por ningún título pudiera pertenecerle, en caso de que el pueblo colombiano tuviese la execrable debilidad de vendes sus destinos a un hombre levantado del polvo, y a ser el juguete de sus pasiones y caprichos, prueban suficientemente, que Bolívar, solo tenía por objeto a Bolívar cuando peleaba al frente de sus bravos camaradas, que su ambición y no el bien de la patria era el origen de sus ponderados sacrificios, y que el risible deseo de reinar se alimentaba en su alma desde muchos años atrás. Las frecuentes muestras de despotismo, que aun allá en el tiempo de su gloria se dejaron de percibir a través de su refinada hipocresía, despertaron el celo de algunos patriotas ilustrados, que nos predijeron, desde el congreso de Angostura, lo que debía aguardarse de un hombre, que había manchado los primeros pasos de su carrera política con acciones tan arbitrarias y degradantes.26

Nos importan mui poco los nombres, con que sus partidarios han querido disfrazar el más ominoso absolutismo. Dictador, Rey, Presidente vitalicio o Presidente constitucional, con facultades extraordinarias o sin ellas, son palabras que significan las mismas ideas, cuando hacer referencia al General Bolívar. Un hombre acostumbrado a mandar con cetro de hierro en el campo de batalla, a ver satisfecha su voluntad en el momento mismo de nacer el deseo, a oír las lisonjas de comprados aventureros, de blasfemos que al tributarle elogios insultaban a la divinidad, y que obraban como ciegos instrumentos de sus caprichos y ambición: dotado por naturaleza de pasiones fogosas, que nunca pudo templar la prudencia, pero que la hipocresía supo disimular para engañarnos mejor, he aquí el hombre, que mil y mil veces juró en aras de la patria sostener las leyes, defender a Colombia, y a quienes nosotros, en medio del calor del entusiasmo, osamos colocar a la derecha del héroe Norte Americano. El General Bolívar no es un Washington; solo es, como el mismo ha dicho, uno de aquellos azotes, que la Providencia envía de cuando en cuando para el castigo de los pueblos. Servil imitador de las debilidades y ambiciosos proyectos de coloso europeo, y de ninguna manera en aquellos rasgos sublimes que más de una vez distinguieron al héroe de Córcega, e hicieron su tiranía llevadera27.

Bonaparte nunca tuvo la puerilidad ridícula de regalar su busto a persona alguna. El General Bolívar lo ha hecho más de mil veces, y ha tenido bastante impudencia para enviarla al Presidente de la tierra clásica de la Libertad, en conmemoración de la triste y funesta fecha del 25 de septiembre. Esta especie de locura, pues que no puedo llamarla de otro modo, lejos de ser honorifica a una fama, será un borrón, que aun cuando no hubiese otras causas, empañará su gloria, y le hará despreciable a los ojos de las generaciones presentes y futuras. Nosotros hemos visto hacer al General Bolívar, en una nación llamada República, lo que hubiera llenado de vergüenza a los mismos reyes apóstoles y victimas del derecho divino. Dase, sino, una ojeada sobre la Francia al tiempo del restablecimiento de la legión de honor, y se verá, que, en vez de sellarse el busto del monarca vivo, buscaron entre los muertos uno que otro que reemplazase su lugar con más decoro. El retrato de Enrique IV ocupaba el pecho de los franceses con esta inscripción “Honor y Patria”, mientras que la inscripción del retrato de Bolívar solo nos trae a la memoria sucesos lúgubres, que quisiéramos borrar de la historia de Colombia con lágrimas de sangre. Los que conocen personalmente al General Bolívar, los que han sido testigos de sus infinitas flaquezas de este género, no podrán menos de convenir conmigo en que, la celebridad con que en un tiempo resonaba su nombre, no era producido de su valor intrínseco, sino el resultado de las alabanzas que nosotros mismos le hemos tributado. Hemos querido tener un Washington, nos le hemos figurado en nuestra fantasía, y hemos formado un ídolo, a quien adorábamos a pesar de sus defectos y sus crímenes, porque temíamos el juicio de las naciones extranjeras, que podrían deducir de nuestra ignorancia e incapacidad las razones por que el General Bolívar se había sobrepuesto a sus ciudadanos. Adoradores fanáticos de la gloria nacional, embriagados con nuestros triunfos recientes, corríamos (tal vez por un antiguo sentimiento de lealtad, que en las monarquías adorna a un solo nombre con los laureles de sus súbditos) a despojarnos con un desinterés sin ejemplo de los nuestros, para ofrecerlos al jefe, que al parecer nos había conducido a la victoria. Así engañándonos a nosotros miso, sea por exceso de gratitud sea por vanidad, nosotros no pensábamos que el indigno objeto de esta apoteosis nos convertiría en armas contra nuestras libertades; y cuando por el abuso escandaloso de facultades usurpadas, el pueblo de Colombia se vio forzado a vindicar sus imprescriptibles derechos, nuestro opresor nos degradaba a los ojos de las otras naciones para ponernos a su nivel no pudiéndose elevar al nuestro.

Generosos nosotros con la conciencia de una buena causa le dejaríamos, sin embargo, gozar en su desgracia de lo que estuviese a su alcance, en tanto que no dañase a la reputación de Colombia, ni perturbase su reposo interior; pero, infelizmente para él, nos vemos en la necesidad de sincerarnos, y de exponer lo motivos que tenemos para aborrecer y aniquilar, al que, después de haber teñido la espada libertador en la sangre de los enemigos de nuestra independencia, se ha hecho el carcelero y el verdugo de sus conciudadanos, y ha profanado el santuario de las leyes con un despotismo militar, tanto más cruel, cuanto que era ejercido por los mismos, que en el campo de batalla se habían hecho acreedores de nuestra gratitud. ¿Qué digo? Los bravos que conquistaron con su sangre la independencia de Colombia no han sido, no, nuestros opresores: ellos son ciudadanos como nosotros; pero el engaño y la intriga de un puñado de ambiciosos aventureros valiéndose de la virtud misma de la obediencia militar, los han alejado de los lugares en donde hubieran podido oír los clamores de sus hermanos oprimidos. Ahora, que ha aclarado la bella aurora de nuestra verdadera libertad, ellos son los primeros en alistarse en las filas de los libres. Ojalá que los que aún permanecen engañados conozcan su error, sacudan el yugo que los envilece, y vuelvan otra vez a los brazos de sus compatriotas: estos los recibirán con los sentimientos que inspira la halagüeña idea de un arrepentimiento sincero. Sí, veteranos ilustres, a vosotros, no a un tirano, somos deudores del libre ejercicio de nuestros derechos: por vosotros hemos llegado al rango de las naciones independientes; pero vosotros no debéis exigir más de lo que racionalmente se os debe. El Gobierno premiará vuestro patriotismo al mejorar las circunstancias, á jamás nosotros podremos olvidar vuestras heridas. ¿Creéis que la patria es madrastra, que no os ha pagado vuestros servicios, y por eso aspirarais a ser nuestros señores?

No: os injuria el que creyese mercenario vuestro el noble desprendimiento en defensa de vuestros hogares, y que no estabais suficientemente recompensados con el placer que os debe resultar, como buenos patriotas, del desempeño de una obligación, que la sola idea de vuestra conversación propia os impuso. Cuando pedimos que se reduzca el ejército no os aborrecemos: al contrario, deseamos que volváis al seno de vuestras familias, que atendáis a la educación de vuestros hijos, que promováis con vuestros brazos el adelantamiento de las artes y la agricultura de vuestro país, y que gocéis de una vida independiente, sin sufrir las fatigas y privaciones anexas al soldad, particularmente en nuestra situación actual, cuando las rentas del estado apenas suministran lo preciso para satisfacer sus primeras necesidades. Ya no hay enemigos que combatir, y vuestro número es inútil para mantener el orden interno, o hacernos respetar exteriormente. Como soldados vosotros sois gravosos, mientras que como ciudadanos la patria os necesita. La última revolución de Francia pone a la España en la impotencia de amenazarnos. Y que harto hará con tener cuidado de si misma. Quizá no dista mucho el reconocimiento de nuestra independencia: y ya diviso el día en que unidos por los vínculos del comercio, de las mismas costumbres y del mismo idioma, nos entreguemos a la práctica de las virtudes, que nos son peculiares, en medio de la abundancia que nos brindarán, el trabajo asiduo y el cultivo de las artes de la paz. Así, pues, ahora que el Gobierno haga la reducción del ejército, no debéis ofenderos, sino dar gracias al omnipotente por retiraros a vuestros hogares. Después de haber llenado con honor los deberes de los guerreros, aprended a sobrellevar los del ciudadano, y recibir en pago de vuestros sacrificios las bendiciones del cielo y los aplausos de vuestros compatriotas.

Me ha sido imposible dejar de extraviarme del objeto primitivo de mis observaciones, al tocar un punto de tanta gravedad, como el precedente: pues que su mala inteligencia nos ha causado los males cuyas consecuencias deploramos. El General Bolívar y sus secuaces han hecho de la fuerza armada el abuso más escandaloso. Los ataques que la libertad de imprenta ha sufrido, y las violaciones de las leyes protectoras de la seguridad del ciudadano, han sido en Colombia mucho más frecuentes y más crueles que lo que fueron en Francia, bajo el detestado ministerio de Polignac. Los actos opresivos de la libertad francesa no son sino un débil bosquejo de los que han visto nuestros ojos, durante el tremendo ejercicio del poder sanguinario que Bolívar ejercía. Lo que Polignac intentó, Bolívar hizo por el espacio de cuatro años; y la libertad de imprenta yacía oprimida bajo el peso de las bayonetas, de las confiscaciones, de las proscripciones y de los asesinatos (judiciales en apariencia) mientras se blasonaba, que los colombianos eran libres para publica su sentir. Recuérdese, sino, el indigno proceder del Coronel Bolivar hacia el honrado ciudadano Dr. Vicente Azuero, atentado, que quedó impune y aun se celebró entre los favoritos del Presidente Libertador en su presencia misma. Tráigase a la memoria la destrucción de una imprenta en Bogotá por los Coroneles Ferguson y Luque, el barato tratamiento que se dio a los operarios; y finalmente el auto de fe en que se quemaron los números del Zurriago en la plaza pública, y a la vista de un batallón preparado a sostener aquel acto de la más descarada insolencia. Todos estos y otros muchos hechos que pudiera citar para confirmar mi aserción, demuestran, que ese Polignac juzgado criminal, no obstante hallarse apoyada en un artículo de la carta y defendiendo la teoría despótica del derecho divino; que ese Polignac tan aborrecido del pueblo francés sería un ángel si lo cotejásemos con el General Bolívar, y examinásemos detenidamente las circunstancias diversas, bajo las cuales el uno y el otro obraban. Quizá Polignac no fue peor, porque el heroico pueblo parisiense no le dejó consumar su obra: y entre nosotros ha sido necesaria toda la opresión que sufríamos, para que nos desengañásemos, y recordásemos que éramos un pueblo libre, y acaso con más derecho que otro alguno y echar por tierra un tirano advenedizo.

Volvamos ahora a la época, en que la convención de Ocaña iba a sanar las heridas, que las desgraciadas ocurrencias del año 26, en los departamentos del Norte hicieron a la Patria: y las hubiera sanado sin duda, si el General Bolívar no hubiese envenenado el remedio. Él puso sitio a la convención, mientras sus sátrapas la desacreditaban en Cartagena con burlas groseras é indecentes, hizo sentir a los diputados toda clase de privaciones, sedujo a 21 de sus miembros, que huyeron como delincuentes perseguidos de la justicia, los cuales causaron la disolución de este cuerpo; porque una mayoría respetable y racional se oponía con firmeza a las miras ambiciosas del sitiador. Este, entre el desorden y la confusión que tal acontecimiento debió producir, se hace proclamar por medio de actas tumultuarias, firmadas a la boda del fusil, como el hombre necesario; se reviste del terrible poder, que ha presentado a nuestros ojos tantas escenas de sangre y horrores. Los diputados, que se sostuvieron con el honor y la entereza digna de los antiguos griegos, fueron expatriados o encerrados en inmundos calabozos, y millones de víctimas cayeron bajo la cimitarra de este nuevo Sultán, de sus Bajaes, y aun de sus favoritos. Horrendos días que no puedo recordar sin estremecerme, y sin pedir que se juzgue al General Bolívar como reo de lesa patria

Sí, ya no es tiempo de tolerarle sus caprichos ni de temerle porque es impotente – Pero nuestra reputación, la reputación de Colombia exige que se le forme un juicio, que se presenten las pruebas numeroso que contra él existe, y se le castigue conforme a las leyes. El bien de la patria nos lo manda; ella nos dice. “Si hacéis por esta vez un escarmiento, estad seguros que ninguno será bastante osado para usurpar vuestra soberanía, os haréis respetar y probareis que no se ultraja impunemente a los pueblos”.

Ya no tienen Borbones en Francia que apoyen sus delirios de Monarquía – Carlos X, destronado por la libre voluntad del pueblo Francés, mendiga un asilo en país extranjero, y la Europa toda llena de combustible para hacer una grande explosión, estallará al fin, y obligará a los monarcas, o a dejar de existir o a someterse a las voluntades de los pueblos. Es inútil la fuerza cuando los hombres quieren ser libres; y el año de treinta, rico en acontecimientos notables, nos ofrece dos reyes errantes, confundiéndose el conquistador con el vencido, un ex –Libertador patricida cargado de baldones, sin gloria y sin amigos, y el principio de la regeneración del globo.

Convocado el congreso admirable bajo la dictadura del general Bolívar, siendo la mayor parte de sus miembros partidarios o hechuras suyas, electos por medio de la intriga y el terror, se hallaban dispuestos a poner sobre la cabeza de aquel, el signo de dignidad real a que aspiraba28. Además de esto, el autor de las meditaciones soñando delirios y necedades, y desacreditando un suelo al que casi no pertenece29, y hombres a los cuales el no es capaz de conocer, publicaba en letras grandes, con la mayor imprudencia y altanería, que nosotros éramos todavía barbaros, que una Monarquía se adaptaba mejor al estado de abyección y brutalidad en que nos hallábamos sumergidos; y para complemento añadía, que el cielo había destinado al Arcángel Bolivar para ser el fundador de la dinastía Colombiana. Insensato! Nosotros abrigábamos corazones más nobles, inaccesibles a los bajos y viles sentimientos de la venalidad y la esclavitud.

Tal era el estado de las cosas cuando una carta escrita desde Bogotá, proponiendo la aquiescencia de los departamentos del Norte a los planes de Monarquía, al aclarar el misterio hasta entonces oscurecido, sembró las primeras semillas de la heroica rebelión de Venezuela, las cuales han fructificado después tan rápida y ventajosamente en toda la Nueva Granada. En efecto, una proposición tan absurda fue la desechada con indignación; y los pueblos usando del precioso e imprescindible derecho de reacción, único recurso de las naciones oprimidas, se declararon independientes del congreso de Bogotá, protestaron contra su legitimidad, y convocaron una asamblea de su seno para constituirse por separado. El admirable bajo los auspicios del Dictador, que aun todavía conservaba el terrible poder que hubiera debido resignar, temblaba a la sola idea de provocar la cólera de aquel, cuyos rayos podían reducirlo al no ser. Habíase reunido los miembros para sancionar una constitución, y no obstante que se hallaban en aquella asamblea hombres honrados y de un ilustrado patriotismo su oposición a los planes arbitrarios habría sido de ninguna utilidad y lo que era peor, los hubiera conducido al suplicio –El Reverendo obispo de Santa Marta fue el primero que osó proponer la discusión de un proyecto de constitución, mientras que los demás dormían aletargados en el silencio forzoso que la opresión produce. La multitud de artículos que se sancionaron en solo tres días y su absurdidad manifiesta, hacia esperar al General Bolívar, que el congreso, sin libertad en el debate sancionaría en su favor el resto; es decir, la parte más difícil, y la que nos hubiera por siempre sumergido en la más estúpida y vergonzosa esclavitud.

Empero, afortunadamente, la separación de las provincias que constituían la antigua Venezuela hizo tomar al congreso un giro mui diferente del objeto para que había sido convocado, y la actual constitución de la República vino a ser esencialmente considerada como la obra de las circunstancias. Si en ella se ve alguna cosa que haga relación a proteger los sagrados derechos del ciudadano, somos deudores de esta mejora al enunciado pronunciamiento, Sin embargo, aún se miran allí marcadas las huellas del despotismo próximo a entronizarse, y lo poco que podemos percibir nos hará una idea, aunque débil, de lo que hubiéramos debido esperar del congreso, si la indignación publica tan generalmente pronunciada no lo hubiera impedido. La causa de la fermentación general y el objeto del odio de los pueblos era Bolívar, y por tanto el congreso no pudo colocarlo racionalmente otra vez al frente de nuestros destinos; quiso, pues, acallar los ánimos y remediar lo pasado, eligiendo para Presidente y Vicepresidente de la República a los ilustres patriotas y Ciudadanos Joaquín Mosquera y Domingo Caicedo. Esta elección felizmente fue el antídoto de la constitución y ha hecho palpitar de placer los corazones de todo el hombre virtuoso y prudente que han visto en ella el bálsamo benéfico que curará las heridas que el absolutismo nos hiciera. Aunque el congreso había sido ilegalmente convocado, aunque la nueva constitución se hallaba plagada de defectos, los pueblos se han sometido a ella, y la obedecerán como provisoria, pues deben hacerlo, hasta que una Convención Granadina tenga lugar conforme y lo previsto por el mismo congreso, en caso de resistirse los departamentos del Norte a su adopción. El único deseo que los desgraciados habitantes de Colombia abrigaban, era verse libres de la aborrecible espada que amenazaba sus cabezas, y que les impedía toda clase de adelantamientos de cualesquiera género que fuesen. Es de esperarse que los ciudadanos que ahora ocupan las primeras magistraturas del estado hagan con sus virtudes y honradez renacer la patria de la abyecta servidumbre en que hacía, que destruyan el sistema prohibitivo, base de la antigua administración. Y que haciéndose temer y respetar de los enemigos de la paz de Colombia, hagan uso con mano firme de las medidas severas, que son necesarias en las grandes crisis. Pero tenemos dentro de nosotros mismos el principio desorganizador, existiendo el cual, apenas podemos prometernos un día de reposo. Si los individuos colocados a la cabeza de la administración, no obstante hallarse despojados de los trofeos militares, encuentra trabas que les impidan marchar con regularidad y orden para hacer el bien, no de ellos podemos quejarnos, no a ellos debemos acusar como culpables. Es preciso tener presente que el partido espirante del General Bolívar hará todo lo posible para efectuar una restauración en su favor, y que multiplicando los descontentos, las intrigas, y las calumnias, darán pábulo á las guerras civiles, para llamarlo la segunda vez como hombre necesario, como el ángel tutelar de la patria.

Removamos pues estos obstáculos; en vez de pedir la expatriación del General Bolívar, hagamos que le forme una causa, que se la llame a Bogotá a dar cuenta de su criminosa conducta, y en caso de resistirse o rebelarse contra el Gobierno que se le declare facciosos, y se le trate como tal.

Me es sensible tener que hablar ahora de la determinación tomada por el congreso de Venezuela de “No entrar en negociaciones con la Nueva Granada mientras el General Bolivar permanezca en el territorio de la Republica”. Tal determinación es, a mi parecer, mui poco generosa, sin dejar de ser algún tanto impolítica. Bolívar no debe salir de Colombia, pues es fuerza de castigarlo como criminal, tampoco importa el obligarle a una expatriación voluntaria; esta, en los países extranjeros, le haría parecer inocente, y nosotros cargaríamos con la nota de ingratos. Ya no se considera el destierro como el castigo de un crimen, sino como la consecuencia necesaria del triunfo del fuerte sobre el débil, y se ha hecho durante el reinado del terrorismo Boliviano, demasiado común y honorifico. El destierro sin que haya habido un juicio anterior supone la falta de pruebas, y nosotros tenemos desgraciadamente muchas para confundirle, y para mostrar a las naciones extrañas la justicia con que procedemos, y que si alguna vez fue acreedor a nuestra gratitud, si alguna vez presó servicios interesante a la causa de la América, Colombia se los ha suficientemente recompensado, y podrá premiarlos en adelante en su familia y sus descendientes; pero él debe satisfacer a la vindicta publica, y que su caída haga respetar a los ambiciosos las constituciones y los pueblos. Ya no más serán estos esclavos, ni aquellos libros que se pueden hollar impunemente,

Venezolanos, vuestros hermanos del centro y del sur anhelan unirse a vosotros, para atacar y derribar en masa el único enemigo de nuestro sosiego. Sea cual fuere el lugar en donde el nombre de la libertad ha resonado por la primera vez; sean cuales fueren los celos y diferencias de las dos secciones; sean cuales fueron sus destinos futuros, ahora todo nos pertenece en común; uno es nuestro enemigo, unos nuestros intereses, unos son nuestros votos ardientes por la libertad y la consolidación de la patria, unos solos deben ser nuestros conatos para extirpar el maléfico germen de la discordia, que fermenta donde quiera que el General Bolívar respira. Volved los ojos hacia Cartagena; allí le veréis proclamando hipócrita por un lado la obediencia al gobierno y por otro sembrando la desafección; allí su permanencia no es más que una cadena de intrigas que han llenado ya la medida de sus delitos; allí sus sicofantes proclaman la legitimidad por la primera vez en América, y se prosternan ante un niño como en la corte de Cherbourgh30; de allí se lanzan manifiestos incendiarios contra el orden, contra cualquier gobierno que no sea el suyo propio; allí reside la escuela jesuítica de donde salen los Ravaillacs de las libertades Colombianas; y allí finalmente permanece el mejor ciudadano de Colombia [hacía referencia a Francisco de Paula Santander, condenado por la conspiración septembrina] rodeado de una guardia numerosa, despojando de los arsenales para atizar la guerra civil en Venezuela, no obstante haber el congreso declaro que de ninguna manera se la debería atacar por fuerza de armas31. Sus sátrapas, a quienes los latidos de una conciencia culpable, les dicen, que no pueden vivir seguros sino a su sombra, hacen todos sus esfuerzos para que no cumpla lo que tan engañosamente ofreciera, esperando verlos segunda vez a la caber de la administración, bien por la voluntad de los pueblos en las próximas elecciones o bien por la por la punta de la espada. Lo primero será imposible, al menos que los colombianos se olviden de sus antiguos males, o anide corazones de esclavos; y lo segundo aun es más difícil: todos, todos somos soldados para derramar la última gota de nuestra sangre cuando se trate de defender nuestros derechos. Si carlos X rodeado de treinta mil bayonetas, no pudo resistir a la fuerza de la opinión y la heroicidad francesa ¿quién podrá sostener al General Bolívar contra el torrente de la indignación popular? Sus tropas conocerán bien pronto que ellas también son pueblo y volverán sus tiros contra sus opresores. Sí, su resistencia será nula, su poder viento, y el triunfo de los libres indudable.

Compatriotas, acordaos de que el General Bolívar es incapaz de arrepentimiento. Si lo dejamos impune, Colombia será siempre la presa de la disensión y de la guerra civil. Ningún gobierno repito, puede marchar con regularidad donde quiera que él esparce sus halitos ponzoñosos- Aunque a Colombia conduzca un Presidente sabio y virtuoso; aunque se constituya en las próximas asambleas legislativas bajo el sistema de las tres grandes secciones; aunque se esfuercen los nuevos gobiernos en consolidarse y mejorar sus leyes, restablecer un crédito, y presentarse a los ojos del mundo como nuevas naciones dignas de ser libres; Bolívar y sus partidarios siempre, siempre trataran de desorganizarlos, y de sumirlos en la amargura y la desolación, ya que no pueden elevarse sobre sus ruinas. Entonces, entonces lloraremos en vano nuestra debilidad y conmiseración.

Juventud Bogotana! Heroicos defensores de la patria, vosotros haréis que los días de luto y llanto no se miren segunda vez un nuestro hermoso suelo; a vosotros se halla confiado el noble empleo de vigilar la observancia de las leyes. Ya que precedisteis a los gallardos jóvenes parisienses en el valeroso esfuerzo de destronar al tirano, sabed imitarlos en la obediencia al gobierno establecido. Conservad esta patria, cuyos destinos algún día veréis en vuestras manos. Aprended a obedecer para poder regirla mejo.

Colombianos, mi corazón se llena de complacencia al veros libres del peso que os oprimía mas este amaga aun vuestros altivos cuellos: sabed sacudirlo del todo, que no ya que no puedo ayudaros en la lucha elevaré al Eterno mis votos más ardientes por vuestra felicidad y por Colombia

Nueva York-Septiembre 25 de 1830

Lorenzo Lleras.

Grabado del taller de Alberto Urdaneta para el Papel Periódico Ilustrado, 1887

Ensayo sobre la situación actual de los Estados colombianos-1.

Por Florentino González (1805-1874)

Desde que la revolución francesa, despertando á los pueblos del adormecimiento de que yacían bajo el despotismo de los monarcas, los puso en la vía de su regeneración, el mundo entero ha experimentado una ajitación saludable, en medio de la cual se han discutido i sancionado los sanos principios de gobierno; i la libertad, la civilización i las mejoras de todo jénero han hecho progresos asombrosos. Los tronos de los monarcas han sido rodeados sucesivamente de la representación popular; i los Reyes, gobernando con los consejos de la democracia, al mismo tiempo que han consultado los intereses de la sociedad, han robustecido su poder, fundándolo sobre la única base sólida que puede reposar: la soberanía del pueblo.

Allá en Europa, la transicion de la monarquía á la democracia se efectúa conservando á las tradiciones su prestijio y las apariencias de su poder; i sin embargo esta transición no se hace sin oscilaciones peligrosas, sin que la jeneracion que funda el porvenir para la que la ha de suceder tenga mucho que sufrir.

Acá en América, la transición aparentemente se ha efectuado de una manera repentina. A la monarquía sucedió la democracia en el nombre, i empezamos á hacer ensayos e las prácticas democráticas, quitando su prestigio a los nombres que representaban las tradiciones, pero dejando á estas su funesta influencia sobre la sociedad. Cambiaron los nombres de los gobernantes, pero el Estado que se llamó República fue gobernado realmente con las instituciones monárquicas de sus antiguos dominadores. Se han hallado en contradicción, por consiguiente, los nombres con las cosas, las ficciones con la realidad; i la sociedad desconcertada ha buscado en vano la mejora que el cambio efectuado prometia.

En Europa, pues, el pueblo ilustrado ha introducido en el Gobierno las prácticas democráticas bajo el nombre de la monarquía, i en América han continuado las prácticas monárquicas bajo el nombre de la democracia.

Esta ha sido una decepción, en Europa para los Reyes, en América para los pueblos.

Mas una decepcion no puede durar largo tiempo. Los Reyes i los pueblos se ha apercibido de ella, i ha empezado una lucha, que no terminará hasta que no desaparezcan las ficciones, i los gobiernos representen la verdad.

Vamos a llegar á la mitad del siglo 19, del siglo de las reformas, del siglo en que empiezan a desaparecer las rutinas consagradas por el tiempo, i el entendimiento humano se eleva sobre lo que existe para buscar con sus inmensos recurso una mejor existencia futura. El mundo entero está en movimiento, el clamor por las reformas es general; ha llegado el dia en que se ha reconocido que las cosas no deben continuar como están solo porque así han existido. Se acerca la época en que de establecerse el reinado de los principios de la verdad, mas temprano para los mas cuerdos, mas tarde para los que pretendan fundarlo con la violencia.

Contemplemos, pues, la situacion de las Repúblicas colombianas, i veamos con la calma reflexiva de la imparcialidad i la prudencia lo que nos conviene hacer, para llegar mas pronto al fin que se proponen estas sociedades.

La Nueva Granada, Venezuela i el Ecuador componian la gloriosa Colombia. La Nueva Granada, con una poblacion homojénea, digna de tener una participación activa en todos los actos del gobierno democrático, porque los intereses de sus habitantes son iguales, se dio una Constitucion democrática que, por medio del sufragio, proporcionó á todos los granadinos aquella participación. Venezuela, con una poblacion heterójenea, cuyos miembros no pueden tener intereses iguales, se dio tambien una Constitucion democrática, i concedió con ella una participacion igual en el gobierno á las diferentes clases de que se compone aquella poblacion. El Ecuador avasallado por un extranjero, se dio, bajo la influencia de esta, instituciones que consagraron el ilotismo de la clase indígena; i dando parte en las elecciones á los antiguos señores de ella, estableció una verdadera oligarquía.

He aquí el punto de partida de las tres naciones colombianas. ¿Cuál es la influencia que lo hecho entonces ha tenido n su carrera política i en el estado en que se encuentra, i que convendría que hicieran para mejorar su condicion?

En los gobiernos democráticos, la mayor ó menor estension (sic) del voto en las elecciones es de una influencia inmensa en la suerte de la sociedad. El sufragio es todo en la democracia moderna; porque el sufragio es el que encarga á ciertos hombres del cuidado de gobernar á los demás. Así es, pues, que una constitucion será mas ó menos democrática según que amplie ó restrinja el derecho a votar.

En Venezuela la Constitucion concede el derecho de sufragio con una mui grande extension. Venezuela tiene una poblacion compuesta de dos razas enemigas, de las cuales la una oprimió á la otra por largo tiempo. La raza que fué oprimida está en mayoría en aquél país, i goza del derecho de sufrajio por la constitución. Es, pues, evidente que con el tiempo había de triunfar en las elecciones, i llamar al poder hombres que representasen sus opiniones é intereses. Mas como esta opiniones i estos intereses están en contradiccion con los de la raza que se halla en minoría, esta ha concebido temores de que, si no se hace un cambio en las instituciones, la minoría venga á ser oprimida, tal vez degollada por la mayoría. Quieren, por consiguiente, los unos que se restrinja el derecho de sufrajio, i resisten los otros tal innovación.

He aquí la cuestion de principios que divide a Venezuela, he aquí el origen de la calificación de Oligarcas o Demócratas entres sus habitantes.

¿Quién tiene la razón? En un país en que se han planteado instituciones democráticas, que conceden una participacion mui extensa en los negocios públicos á todos los habitantes, no hai duda que la mayoría tiene razón en oponerse á que se le limite esta participacion. Su oposicion es evidentemente justa, i no hai razones para disputarle el derecho de mantenerse en el uso de lo que posee. Si, pues, esta participacion es perjudicial, culpa es de los que fundaron las instituciones, que la dan á individuos que no pueden tenerla con ventaja de toda la sociedad.

En efecto, creo que al sancionar la Constitucion venezolana, los ilustres republicanos que la formaron, seducidos por su amor á la libertad, no consideraron con atencion que las instituciones que fundaban, buenas para un pueblo homojéneo, podían prepara funestas catástrofes en una nacion de poblacion heterojénea. Apercibiéronse de ello dentro de poco, i usando de la habilidad inherente a la ilustracion de la clase que fundó aquel Gobierno, han procurad neutralizar la influencia que las disposiciones consagradas en la Constitucion podían tener contra aquella clase. De aquí la proteccion decidida que se ha dado a la inmigracion, de aquí las ventajas que se han concedido a los extranjeros de raza caucasa que se establecieran en el pais.

Como entre los hombres de la minoría se hallaban los militares de mas nombre, las capacidades científicas i políticas, i la jente de fortuna, á pesar de que otra raza se hallaba en mayoría, el poder público siempre recayó en las notabilidades de la minoría. Estos hombres han usado de él indudablemente de una manera ventajosísima para aquella tierra. Débese á su ilustracion i patriotismo e que Venezuela haya llegado al grado de prosperidad que habia alcanzado en 1845; i seria una injusticia vituperar su conducta.

A los hombres que han tenido el poder en sus manos, desde 1830 hasta 1846, se debe la abolición del diezmo, del monopolio del tabaco, i de los derechos diferenciales; la libertad de cultos, la fundacion de un régimen municipal, el arreglo de la administracion de justicia, el sistema monetario, la libertad de exportacion, la inmigracion i tantas otras medidas que han dado reputacion, honor i gloria a Venezuela entre las naciones civilizadas.

Decir que los hombres de la raza de la minoría, que han tenido el Gobierno en sus manos no han procurado el bien de aquella sociedad, i no han hecho todo lo que era posible para sus adelantos, seria desconocer las verdades mas evidentes, seria no querer ver con la luz del día. Ellos llenaron su mision con honor i patriotismo; i bajo la influencia de las buenas medidas que dictaron es que la clase proletaria, la clase que habia vivido oprimida, se ha ilustrado, ha empezado á enriquecerse, i con los medios que le dan esta ilustracion i esta riqueza sostiene hoy sus pretensiones. Debe al buen gobierno de aquellos hombres el hallarse en situacion de hacerse vale, i no deberia desconocerlo para recompensarlos con una ingratitud.

No pretendo que los hombres que gobernaron hasta 1846, no hayan cometido faltas. Han incurrido en algunas mui graves, que introdujeron una escision entre ellos mismos.

En la contienda de 1835 á 1836, aunque los vencedores, con pocas escepciones, tuvieron la moderacion de no derramar la sangre de los vencidos, no hubo en las transacciones que terminaron la lucha, toda la buena fé que debe garantizar á un Gobierno. A causa de esto, quedaron resentidos los caudillos de aquella reaccion militar; i aunque por lo pronto este resentidos los caudillos de aquella reacción militar; i aunque por lo pronto este resentimiento no tuvo ningun efecto, por el ostracismo á que fueron condenados los vencidos, mas tarde ha venido á producir sus resultados, porque siempre los hechos de esta naturaleza tienen consecuencias.

Restablecida la paz pública, los hombres de la raza que está en minoría continuaron por algún tiempo unidos, i el porvenir empezó a presentarse de nuevo con colores halagüeños. Mas el resentimiento causado por una destitucion volvió de nuevo á introducir la división. La víctima de esta destitución se proveyó de una imprenta, i empezó una compañía tipográfica contra la Administracion.

Para hacer con suceso la guerra, el caudillo de la oposicion llamó en su apoyo las pretensiones de la clase que está en mayoría, las proclamó con calor, i las adornó con los atavíos de la libertad y la democracia. Así empezó á prepararse la crisis presenta, cuyo término es mui difícil prever; así un ciudadano de la clase de la minoría preparó su ostracismo decretado por esta, i creo que ha preparado para mas tarde su suplicio, que decretará la mayoría á quien se adhirió.

Las pasiones enjendraron oposicion, i con pasiones talionaron los gobernantes. Estos, para reforzarse en el poder, favorecieron extraordinariamente a los hombres mas ricos i notables de la raza de la minoría, i escluyeron de sus favores á la otra clase. El dinero de los bancos, los empleos de lucro i de confianza fueron acordados á ciertas personas; i la sociedad venezolana se encontró perfectamente deslindada en dos clases que la componen, que todavía no se habían presentado luchando ostensiblemente. Un mal paso trae a otros, i el Gobierno i la oposición dieron muchos i mui falsos, hasta llegar a la época en que debiera decidirse la cuestión por medio de la elección del Presidente.

La oposicion i el gobierno redoblaron sus esfuerzos para obtener el triunfo, con el designio de que vinieran al poder hombres que reformase las instituciones de acuerdo con sus exigencias. Mas los partidos no se limitaron á luchar dentro del campo de la legalidad. La oposicion tomó las armas, i trató de hacer valer por medio de ellas sus pretensiones.

El peligro reunió temporalmente á todos los individuos de la clase de la minoría; i como la inteligencia, la fortuna i el valor estaban de su parte, triunfaron en pocos meses de sus adversarios, i la eleccion se hizo en el candidato que aquellos designaron. Se hizo esta eleccion pro la influencia de todo lo mas notable é ilustrado de Venezuela; i el candidato de la oposicion fué juzgado i condenado á muerte.

Este juicio es una mengua para la llamada clase oligarca, i este juicio es el principio de los desaciertos que han traido la crisis actual. Se condenó a muerte al caudillo de la oposicion fundando el fallo en los artículos que habia publicado en el periódico, i calificándolo como reo de rebelion por escritos que no fueron acusados como sediciosos cuando se publicaron, agregando únicamente ciertas circunstancias que no pueden calificarse como criminales.

El error de tal juicio fué reparado por el presidente, i el que esto escribe no dejó de tener alguna parte en esta reparacion, porque oportunamente escribió á Caracas acerca del disparate cometido por el juez, i sabe que sus reflexiones no dejaron de tenerse en cuenta.

La conmutacion de la pena de muerte fulminada contra el caudillo de la oposicion, irritó á la clase aristócrata, i desde luego empezó una oposicion violenta contra el Presidente.

Este, que se habia rodeado de ministros que eran aceptables á la aristocracia, se deshizo de ellos, i buscó los ajentes de la Administracion entre los resentidos por los sucesos de 1835 i 1836, i entre los que se habian adherido manifiestamente o con sus simpatías privadas á la última rebelion.

Creció el furor de la oposicion, i creció con el favor que el Presidente condecia á sus partidarios; i vino á suceder, que los que lo habian elevado formaron una banderia, i él formó otra con los rebeldes perdonados. Entónces, los resentidos de 1835 i 1836 se unieron al Presidente para vengarse de los que los habian proscrito; i ha venido a suceder que la raza que se halla en minoría en Venezuela, está acaudillando á la raza que está en mayoría, que, si triunfa, es probable que degüelle a sus caudillos, igualmente que a sus adversarios.

Los dos bandos pelean hoy sin razón, en mi concepto, i parece que no hai que esperar término á la lucha sino es por la fuerza.

Miéntras la mayoría, por la imprenta i por las elecciones, promovia que se le mantuviese en el derecho de tener participacion en el gobierno, la razón estaba de su parte, i podia haberla hecho valer. Mas desde que los que acaudillan esa mayoría han degollado a los Representantes del pueblo, porque usaban de un derecho que les da la Constitucion que pretenden defender, han perdido la razón i no pueden ya fundarse en otra cosa que la violencia. El atentado del 24 de Enero rompió los títulos de los que se llaman demócratas, i creó en la clase de la minoría el derecho de defenderse, i de buscar el establecimiento de instituciones que garanticen á todos los individuos de una Nación el goce de las ventajas sociales; pues si es cierto que una mayoría tiene el derecho de no dejarse oprimir por una minoría, también lo es que la minoría tiene el derecho de no dejarse degollar por la mayoría.

Esta es, en mi concepto, la cuestion actual. La mayoría se queja de que la minoría la ha oprimido; i para restablecerse en la posicion la que se cree con derecho por las instituciones democráticas, empieza por degollar á los miembros del Cuerpo lejislativo, que pertenecen á la clase que está en minoría.

La mayoría dice que se la quiere esclavizar, i que para ello se trama el cambio de las instituciones republicanas; i la minoría ha cometido la indisculpable falta de dar lugar á estas sospechas, con la acojida favorable que le dio al Jeneral Florez. Esta ha sido una debilidad imperdonable; pero comun á los partidos, que por consultar á los apuros del momento, se entregan en manos de quien mas tarde los ha de conducir á la perdicion. Siento que tal debilidad haya tenido lugar entre los hombre de distinguido talento i grande valer, porque es una mengua que Florez haya sido acogido con favor por jente en quien late un corazon americano. Verdad es que contrarios incurrieron en la misma falta, pues el Presiente i los de su séquito también fueron á rendir homenaje al héroe que viaja buscando quien le ayude á ser traidor.

Se verá, pues, que de una i otra parte ha habido errores i faltas, que los errores i las faltas han traido al fin la guerra civil, en que las dos clases en que se divide la poblacion de Venezuela luchan por el poder, i lucharán con un furor de que ha habido ejemplo en las contiendas anteriores.

¿Quiénes son los combatientes? De un lado la raza caucasa, ménos fuerte en número; pero mas poderosa en luces i riqueza. Del otro la raza africana acaudillada por algunos individuos de la otra raza, que serán degollados por los que los siguen el dia que les hayan proporcionado el triunfo. Estos son los hechos, velados hasta hoy en otras apariencias, pero patentes ya para los que examinan la cuestion con conocimiento de aquel pais.

Ahora bien, los hombres que han removido en la raza africana las pasiones democráticas, no pueden permanecer como caudillos de aquella raza. Su color desmiente las pretensiones que sostienen, su color predispone contra ellos á los individuos que les obedecen, su color es una prueba en el proceso de muerte que se sigue en esta contienda, como no tardara en decirlo el tiempo en la secuela de la desastrosa historia.

El hombre que ha dominado en aquel pais tantas situaciones dificiles ¿podrá dominar la presente? Creo que sí; mas para ello es necesario que ponga al abrigo de toda clase de sujestiones perjudiciales, i principal mente contra la que tenga por objeto cambiar las instituciones republicanas. En América no hai más Gobierno posible que la República, ni debe haberlo; porque la República bien establecida es el Gobierno con mas economía i mayores garantías consulta el bienestar de las sociedades, i si algunas monarquías prosperan, es porque han amalgado al trono las instituciones republicanas.

Verdad es que la situacijn presente es mas difícil que toda las que hasta ahora se han presentado. Pero mientras mas difícil sea ella, mayores razones tendrán los que la sufren para buscar los medios de ponerle término. Por consiguiente, si á los que se hallan divididos, si á los que buscan la proscripción de unos i la elevacion de otros, como medio para terminar la contienda, se les presenta algo que pueda reunirlos, es probable que depongan el furor que tan encarnizado se manifiesta, i se reunan en torno de los que los ha de salvar. Los principios son la única áncora de salud; ellos solos no son susceptibles de los diferentes matices que las pasiones dan á los bandos. Manténgase fiel á los principios el caudillo que ha emprendido reparar el ultraje hecho á la representacion nacional con el crimen del 24 de Enero, i el triunfo aunque tardío, será seguro. Las instituciones democráticas pueden conservarse en Venezuela, a pesar de la heterogeneidad de la poblacion.

Los principios están del lado de los que han desconocido los actos de un congreso diezmado por el asesinato, i que delibera bajo la cuchilla de los asesinos. Los principios no reconocen esta especie de legislatura, no admiten la tiranía velada con las formas de la libertad. No puede, pues, reconocerse el derecho de ser obedecido en el bando que acaudilla el Gobierno, i la insurreccion está lejitimada en los que lo han desconocido.

Más los que así se ha puesto en armas, guárdense de dañar su causa con la adopcion de medios reprobados para triunfar, guárdense de aceptar en sus filas á los que, prevaliéndose de lo extravíos de la democracia, los toman como pretesto para proscribir la República. Esto no haría mas que agravar los males, i justificar las violencias iniciadas el 24 de Enero.

Sigamos ahora con Ecuador en sus revueltas infructuosas, desde que un extranjero, engañándolo con las formas constitucionales, estableció en realidad una aristocracia militar, al frente de la cual gobernó á su arbitrio la Nacion.

En aquel país los beneficios del Gobierno republicano no han sido nunca gustados por el pueblo. La masa de la poblacion, de raza indígena, ha continuado en la misma condicion en que se hallaba bajo el Gobierno peninsular, i ninguna participacion ha tenido en los actos del Gobierno democrático, que solo existió en el nombre hasta 1845.

El jefe del Gobierno, rodeado por militares extranjeros, dispuso siempre á su agrado de las elecciones, i dictó las disposiciones legislativas á los representantes en cuya elección habia influido. No se hizo otra cosa que bastardear el Gobierno representativo, i tratar de mantener, bajo la apariencias de la libertad, la realidad de la tiranía.

Algunos ciudadanos jenerosos concibieron desde luego el designio de libertar á su patria de la opresión que sufria, i proporicionarle los beneficios del Gobierno republicano; mas sus esfuerzos terminaron en las catástrofes sangrientas de Quito, en que murió Hall, i de Miñarica, en que fué destruido el ejército popular.

El artero jefe de aquel Gobierno logró seducir al caudillo de la oposicion, i se vió al mismo hombre que había emprendido la defensa de los fueros populares al frente del gobierno, sosteniendo los atentados que habia combatido, i afianzando el poder del guerrero que habia escojido su nombre para matar la decepcion de los celos republicanos.

Gobernó un ecuatoriano por cuatro años; i entretanto que el nombre de este Ecuatoriano llamaba la atención pública i la adormecia en la confianza á los incautos, el astuto extranjero preparaba su vuelta al Gobierno y afianzaba su poder sobre un ejército que le era enteramente devoto.

Pasó el período de mando del Ecuatoriano, i el extranjero volvió a empuñar las riendas del Gobierno, dispuesto á efectuar un cambio absoluto en las instituciones que le asegurase una dominación permanente en el país.

Por sí i ante sí declaró caduca la Constitución que rejia, i anulado el Cuerpo lejislativo, i convocó una Convencion para que sancionase una nueva, cuyo proyecto tenia preparado.

Diéronle gusto sus criaturas por última vez, i se sancionó para el Pueblo ecuatoriano una Constitucion semimonarquica. Quedó por supuesto el extranjero á la cabeza del Gobierno creado, i creyó para siempre asegurada su dominación.

Más, á la sombrea de la escasa libertad que se habia disfrutado en el pais, habian cundido las ideas republicanas, entre algunos habitantes de aquella tierra, i estos emprendieron dar libertad á su patria, i lanzar de ella al extranjero que los oprimia y á los que segundaban. El Jeneral Florez se condujo entonces con moderaciin, i dejando el poder, en virtud de un arreglo hecho con los revolucionarios, salió del pais con condición de no volver á él dentro de dos años. Los que los sostenian dispusieron de las armas, i un nuevo Gobierno puedo entonces constituirse sin grandes dificultades. La Constitución actual asegura á aquel pais el goce de una libertad racional i la práctica de principios del Gobierno democrático representativo.

Desgraciadamente el Gobierno que se estableció no supo usar de su poder con la moderacion debida; i anulado el pacto solemne, en virtud del cual el Jeneral Florez se habia separado del mando, i retirándose del pais, le cerró para siempre las puertas de su patria adoptiva, i le negó la pension que se le habia prometido. Este acto vituperable irritó al guerrero proscrito, quien fue a solicitar los medios de vengarse entre los mismos españoles á quines habia vencido en la guerra de la Independencia.

El Jeneral Florez, que con tanto acierto habia obrado evitando á su patria adoptiva los horrores de la guerra civil, no tuvo buen juicio de sufrir con resignacion patriótica el golpe que le daba el Gobierno del Ecuador, i se perdió para siempre yendo á buscar entre los europeos compañeros i recursos para una venganza que prentendia consumará costa de la independencia u libertad de todas las Repúblicas hispano-americanas. Su loca empresa tuvo el resultado que debía tener; pues no era posible que los intereses del comercio europeo, i los principios del derecho internacional, se sacrificasen por darle gusto á un general ambicioso i á una reina poco cuerda.

Mas el Ecuador ha tenido mucho que sufrir en consecuencia de la empresa de Florez. Ella mantenia vivas las esperanzas de sus partidarios, i en alarma constante al Gobierno contra las conspiraciones a que estas esperanzas debían dar orijen. A esto se agrega la falta de confianza en el Gobierno granadino que, sin fundamentos, ha manifestado el del Ecuador, i que ha contribuido mui poderosamente á mantener aquel pais en una situación insegura.

Así es, pues, el nuevo Gobierno del Ecuador se ha encontrado abrumado por inmensas dificultades, sin los medios suficientes para superarlas. No había estos medios, porque el hombre que durante 16 años tuvo la habilidad de conservarse en el mando, no tuvo ninguna para arreglar la administración civil i de hacienda. El nuevo Gobierno encontró un caos fiscal, en que el despilfarro, el robo i las dilapidaciones eran el sistema; i sin recursos pecuniarios tuvo que levantar ejércitos i prepararse para la defensa exterior, al mismo tiempo que desbaratar las tramas del interior.

En medio de tantas dificultades, se reunió, sin embargo, el Cuerpo lejislativo, i ha sancionado algunas leyes que establecen cierto órden en la administracion civil i fiscal. No son ellas modelos de combinaciones económicas admirables, ni arreglan con la perfeccion debida la administración; pero sí son ensayos benéficos que irán formando en aquel pais los hábitos de la administración legal. Esto es mucho en una tierra en que jamás hubo sombra de administracion, i en que los hábitos de desorden del Jefe de Gobierno eran imitados por sus agentes.

El Ecuador ha podido mantenerse tranquilo hasta ahora, i marchar con el órden constitucional establecido, i esto prueba alguna habilidad en los hombres que lo gobiernan, i disposición en el pueblo para sostener los principios constitucionales.

Si el Ecuador arreglase sus diferencias con Florez i este Jeneral, aceptando una pension honrosa, se retirase a vivir tranquilo en cualquiera pais extranjero, ó en su tierra natal, aquella República podria marchar en paz consolidando las instituciones republicanas, i mejorando con buenas leyes la condición de sus habitantes. Mas, ni el Gobierno del Ecuador da ningun paso para contentar al Jeneral Florez, ni este desiste de su designio de volver á dominar aquel pais procurando alcanzar este resultado por medio de las conspiraciones que fomenta desde el lugar en que reside. De esta manera, el Ecuador se mantiene en una situacion insegura, i su antiguo gobernante continúa dando el escándalo de querer volver á llamarse Jefe de un pueblo que lo rechaza, i que lo rechaza con toda la América; porque ningún pueblo americano veria con indiferencia, gobernando en cualquiera parte del continente, al hombre que viaja en busca de compañeros para traicionar las instituciones republicanas.

Creo que nuestra lejislacion tributaria i administrativa puede adoptarse allá, como acá, con las mismas ventajas, i que con su Gobierno puede hacer un gran bien al país, transplantando á él muchas de las mejores introducidas en la Nueva Granada, á favor de los conocimientos que nos ha proporcionado la práctica del Gobierno constitucional. El Gobierno granadino participa de esta creencia, i su apoyo moral estará siempre en favor de todo lo que pueda contribuir á mejorar la condición del pueblo ecuatoriano, i asegurar su integridad é independencia, ¡Quiera el Cielo que el Gobierno ecuatoriano se penetre de la sinceridad de estos sentimientos, i que saque de ellos el fruto que pueden producir cultivándolos!

No sé si en la reseña rápida que acabo de hacer de los principales sucesos que han señalado de los principales sucesos que han señalado la carrera política de Venezuela y el Ecuador, he juzgado con acierto los hombres i las cosas. Naturalmente debo haber cometido errores; no puede ser de otra manera cuando son ellos el patrimonio aun del discernimiento mas claro, i de la mas penetrante inteligencia. Sea lo que fuere, creo que las reflexiones consignadas en este escrito puede ser de alguna utilidad a los Colombianos, i por eso las publico. Por la misma razón doi a luz las que siguen, que se refieren principalmente a mi país.

Bogotá, esta capital enclavada en el corazon de los Andes, presenció los últimos esfuerzos del Gobierno de Colombia para mantener la integridad de la gran República, á cuyo nombre están asociadas las glorias de los mas notables guerreros que ha visto el continente americano. Aquí, al disolverse la famosa i anómala República, una catástrofe sangrienta entronizó por algunos meses la dictadura de un extranjero, que rodeado, como Florez, de valientes militares, pretendió, como él en el Ecuador, establecer su dominacion en la Nueva Granada. La sumision siguió á la catástrofe; mas en pocos meses la reaccion excitada por aquel escándalo, dio en tierra con los usurpadores, los lanzó del pais, i trajo consigo el establecimiento del Gobierno constitucional de 1832.

Proscrito viajaba en pais extranjero el granadino que habia gobernado á Colombia como Vicepresidente; i su patria lo llamó, para que viniese á ponerse al frente del Gobierno que acababa de crear. Yo hago una reseña de los sucesos políticos sin tocar con las personas; i aunque la memoria de mi amistad por el hombre ilustre que ya no existe, me induciría á consagrar pájinas en su elojio, nada diré de este personaje, ni tampoco de los otros hombres beneméritos, que en la época colombiana trabajaron por asegurar la libertad de su patria.

La primera administracion constitucional de la Nueva Granada se dedicó con patriótico tezon a plantear las instituciones que acababa de dar la Convención.

La Constitucion, bastante democrática, concedió al pueblo, por medio del sufragio, una gran participación en el Gobierno; mas arregló las relaciones entre los poderes públicos de una manera errónea; i no concediendo a Ministerio la facultad de proponer las leyes, privaba al Poder Ejecutivo de una intervención fructuosa en la confeccion de ellas, i al país de sistema i órden que naturalmente debe haber en una legislación preparada por los Ministros. La habilidad del Ministerio pudo solamente manifestarse por esta razón en las tareas administrativas; i en efecto, injusto seria el que negase á sus miembros una inteligente laboriosidad, i un espíritu de economía, que á veces llegó a rayar en mezquindad.

La administracion de hacienda se arregló, sino con la perfeccion que brilla en nuestro sistema actual, al menos de una manera menos mala que la antes conocida. Los conocimientos no habían hecho los adelantes á que debemos las mejoras actuales, i apenas pudo combinarse por nuestras capacidades fiscales una cosa parecida á la instruccion que dio el Gobierno español para el arreglo de la contabilidad en 1784, que jamás habia podido plantearse en la Nueva Granada. Esta instruccion era mejor que todo lo que aquí se habia conocido; i la Administracion logró plantearla en poco tiempo, gracias á la perseverante constancia que distinguia al Jefe que estaba á la cabeza de la Hacienda.

En la Administracion i en las Camaras legislativas figuraron en aquel tiempo los hombres mas liberales de Colombia; i es de estrañars que no se emprendiera entonces ninguna reforma vital que pusiese al pais en el camino para alcanzar la prosperidad que le prometen los principios. Solamente logró en aquel tiempo la abolición de la alcábala interna; i esto después de una lucha obstinada i de sérios disgustos con el Jefe de la Nacion.

Los hombres del Gobierno, que hacian profesion de los principios republicanos, querían que la Republica fuese en realidad con las instituciones monárquicas; i por una rara contradicción con las ideas de progreso que proclamaban, se esforzaban por conservar las rutinas coloniales. En la época la decision i e las resoluciones atrevidas, cuando el recuerdo de los males pasados inspira el valor para emprender buscar el bien en nuevas medidas, la Nueva Granada tuvo un Gobierno estacionario, que supo sacar todo el provecho posible de lo que existía, pero no le proporcionó algo mejor para el porvenir.

Fresca la memoria de los disturbios colombianos, humeando todavía la sangre de las víctimas inmoladas por la discordia, las animosidades nos dividian; i desgraciadamente los gobernantes, que habian sido hombres de partido, no supieron sobreponerse a las exigencias del que los había elevado.

La imprenta reveló desde luego el estado de los ánimos, i se empeño por medio de ella una lucha que escandeció las pasiones hasta la fiebre de la exaltación. Conspiraron algunos granadinos, acaudillados por un antiguo Jeneral colombiano, para destruir el Gobierno constitucional: la conspiracion fue descubierta i juzgados sus autores: i la plaza de Bogotá se manchó con la sangre de 17 individuos, que espiraron en el patíbulo de un crímen político. Mas tarde murió el caudillo de una manera que es mejor pasar en silencio.

Despues de la cruenta espiacion de aquel atentado, la contienda tipográfica continuó con mayor empeño, i á las dificultades que ella debía traer consigo, se agregaron también las desaveniencias internacionales, que produjeron el bloqueo de algunos de nuestros puertos, interrumpieron nuestro comercio, i tuvieron los ánimos en inquietud.

En medio de estos embarazos, aquella administracion tiene el mérito de haber observado estrictamente las leyes, de haber fomentado mui eficazmente la instruccion primaria, i de haber conservado la paz pública.

Este último fue causa de los demás de que gozo el país durante aquella Administracion, i a él se deben los progresos que entonces hizo, que no podian ser grandes bajo la influencia de las leyes que existian.

Durante el período de aquella Adminsitracion, caducó el tratado hecho con los Estados Unidos; i estableciendo nuestras leyes de aduana derechos diferenciales sobre lo que se importase en buque no estuviesen asimilados á los nacionales, quedó la Nacion inglesa en posésion del monopolio de nuestro comercio. Propúsose que se derogase la disposicion que establecia el derecho diferencial para evitar los males que a este error de nuestra lejislacion ha causado, i la Administracion se opuso á esta medida; falta que han cometido también las siguientes, hasta que la presenta la ha borrado consagrando en la tarifa los principios del comercio libre.

Las épocas de elecciones son siempre tempestuosas en los paises rejidos por un Gobierno representativo. La del fin del período de la primera Administracion le fue en sumo grado; porque el Presidente señaló el individuo en quien deseaba recayesen los votos para que le sucediera, i esto dio motivo a que la oposición hiciera esfuerzos de toda clase para triunfar.

Triunfó en efecto, i el pais vino á ser rejido por el hombre á quien ella habia proporcionado los votos. Yo no quiero estenderme en juzgar la Administracion del segundo período en todos sus actos, porque soi siempre mas severo con mis amigos que participan de la indulgencia de mis principios, y desconfío del juicio que formo de los que me han hecho mal.

Echemos, pues, un velo sobre los hechos de la segunda i tercera Administracion; dejaremos á la historia que los juzgue, i solo mencionaremos lo que se necesita para enlazar con lo pasado las ideas del tiempo presente.

Desde luego es preciso advertir que el statu quo fue el sistema en los dos períodos á que aludimos, i que solo en la educacion se hicieron algunas reformas de importancia

Mas sí hai dos hechos sumamente notables de que aquellas Administraciones deben responder, i que como ahora están produciendo todavía malos efectos, debemos tomarlos en cuenta con imparcialidad i en la calma de la razon, para ver como arreglamos las cosas, de manera que cese el mal, o sea el menor posible. La cuestion Obando i la cuestión Jesuitas, he aquí las dos cosa graves en que me voi a ocupar. No es mi ánimo acriminar á los que exhumaron los huesos del Mariscal Sucre, en medio de una contienda para indagar el crímen que los sepultó en Berruecos, ni interpretar las intenciones de los que, contra el tenor de las disposiciones legales, trajeron á este pais la funesta Compañía de Jesús. Error hubo en entablar un juicio por un delito político olvidado por una amnistía, i error hubo en traer para moralizar el país, una sociedad que con su sistema de educacion, con sus máximas perniciosas, quebranta las facultades nobles del individuo, sofoca las afecciones jenerosas, i erije en sistema el espionaje i el chisme, i en deber la obediencia pasiva, convirtiendo al hombre en cadáver.

Perdonemos el error a los hombres que lo cometieron, que mucho tenemos que perdonarnos mutuamente todos los que alternativamente hemos tenido el poder en las manos en medio de nuestras deplorables contiendas. Lo que importa es que los hechos, fruto de aquellos errores, no tengan consecuencias funestas para el porvenir. Los hombres mismos que los cometieron deben cooperar a remediarlos.

Hoi se halla desterrado en pais extranjero el granadino á quien se ha perseguido por el delito cometido en la persona del Jeneral Sucre. Sus acusadores han publicado libros, que se han circulado por todas partes, con las pruebas que apoyan su acusacion. El acusado ha respondido en otros libros; i la prensa periódica de todas las Repúblicas hispano-americanas ha examinado el pro i el contra de la cuestion durante diez i nueva años. ¿Quién no ha formado ya su juicio sobre esta causa debatida con tanto interés por una i otra parte ¿A quién hace variar de opinion la sentencia favorable o adversa que pronuncie el tribunal? A nadie.

Seria, pues, este un juicio sin resultado moral sobre la opinion, sin provecho ninguno para la justicia; porque ¿cuál ventaja, en caso de una condenacion, de que al cabo de diez i nueve años de haberse cometido un homicidio, después de una espiacion dolorosa en la tierra propia i en la estraña, no solo en los culpables sino en los inocentes, de aplique á un hombre la pena homicidas? Yo no lo veo, i veo sí la ventaja de olvidar un crímen que se cometió por fanatismo político porque se creía que el hombre que fue la víctima seria un obstáculo para una transformación política que se estaba efectuando, i en que ninguna parte han tenido las animosidades privadas, ni el deseo de robarle, ni ninguna otra cosa que dé á este atentado el carácter de un delito comun.

Si se desea realizar la pretension de traer á juicio ante los tribunales granadinos este hecho ¿cuál es el resultado que él puede tener? Para los acusadores, la satisfaccion del deseo de calificar como criminal al acusado; para este i sus defensores, el deseo de desmentir á aquellos.

Sencillo seria esto, si se tratase de un reo comun i de un delinto sin trascendencia. Allá pasarían las escenas de la acusación i de la defensa en el recinto oscuro de un tribunal, i pasarían desapercibidas i sin ajitar á nadie. Pero no es este el caso. Se trata de la causa más célebre de América, se trata de la causa de un hombre en que tomará parte la Nacion entera divida en dos bandos. ¿Para qué? Para causarnos males, i nada mas. Es, pues, preciso no tratar de satisfacer ní a los que creen inocente al acusado, ni á los que lo creen culpable; i que, inaccesible á los deseos de los unos i de los otros, i consultando el bien de la patria únicamente, destruyamos de un solo golpe estas esperanzas, que no pueden realizarse de acuerdo con los interese del pais.

Sé yo que esta opinion no puede contentar ni al acusado del a muerte del Jeneral Sucre, ni tal vez á los que lo creen autor de ella. Pero yo no veo sino el bien de mi patria, i este bien lo encuentro en un olvido jeneroso de aquel crimen por medio de una amnistía que comprenda todos los delitos comunes i políticos cometidos hasta 31 de diciembre de 1830. Esta amnistía echará un velo sobre aquel atentado, i cesarán los huesos del mariscal Sucre de servir de bandera para las discordias intestinas.

Esta medida seguida del restablecimiento en su grado con la pension correspondiente al Jeneral acusado, terminaria los males que la cuestion está causando, i el acusado deberia permanecer como desterrarlo político mientras las circunstancias hiciesen peligrosa su presencia en el pais.

Así me parece que puede resolverse con ventaja esta cuestion. ¡Pluguise al Cielo que la de los Jesuitas tuviera una solucion tan fácil!

Que considero de suma i trascendente importancia este negocio, lo prueba mas suficientemente el haberme separado de la Administracion por haber esta contrariado abiertamente en las Cámaras lejislativa á la Compañía de Jesus. He sentido tener que obrar de este modo; porque prestaba con el mayor gusto mi cooperacion al Presidente de la Republica en la realizacion de importantes i liberales mejoras que ha concebido i promovido con empeño. Lamento que haya dado aquel paso, i aunque me veo obligado a censurarlo, no por eso me enrolo en las filas de la oposición sistemática.

No se crea tampoco que yo voi a pedir que se lancen los rayos con la proscripcion contra los padres Jesuitas; pues aunque condeno si perjudicial instituto, la proscripcion de los individuos no está de acuerdo con mis principios de tolerancia. Creo que deben tolerarse estos individuos; mas creo tambien que su instituto debe suprimirse, porque los principios de tolerancia no pueden estender á conceder el favor del Gobierno i de las leyes para que obre como corporacion publica una sociedad que por sus estatutos está destinada a crear en las naciones malos ciudadanos, i destruir en los individuos los sentimientos buenos i jenerosos.

Perentoriamente se ha demostrado por un Representante en una de las Cámaras legislativas, que es ilegal la existencia de la Compañía de Jesus en la Nueva Granada; porque, si es cierto que los Jesuitas como individuos pueden venir á este pais, es tambien cierto que el restablecimiento de una órden relijiosa no puede hacerse en la Nueva Granada sin una lei espresa del Congreso. ¿En donde está la lei? I si ella no existe, ¿con qué derecho se han fundado conventos, i se reciben en ellos novicios, i se dan lecciones de jesuitismo, que todo el mundo sabe lo que significan?

Creo que están infringiendo las leyes con este hecho, que esta infraccion debe cesar declarando suprimidos esos conventos, que se han planteado subrepticiamente bajo el nombre de colejios de misiones, i que los padres de la Compañía pueden quedarse viviendo en la Nueva Granada sin formar comunidad.

He dicho que la influencia de los Jesuitas es perjudicial en la sociedad, porque su sistema de educación es vicioso i absurdo. El niño en quien se revela una inteligencia precoz, en quien se descubre una enerjia moral que promete mucho, es un mártir en sus manos. En lugar de cultivar en él esas cualidades nobles, i de formarle el carácter de acuerdo con ellas, emplean toda la especie de recursos para quebrantar su alma, para limitar sus ideas al círculo estrecho que indican sus estatutos, i para reducir a un cadáver el ser independiente, que en vano lucha con noble altivez contra aquellos seres frios, que por haber abjurado de todos los vínculos que los ligaban á la sociedad jamás podrán formar miembros útiles de esa misma sociedad. Aquellas caras impasibles, aquellos ojos amaestrados á un mirar apagado ¿revelan por ventura otra cosa que el egoismo, la hipocresía i el hábito de ocultar toda especie de sentimientos? Con estos maestros es que se forma el hombre que recibe su educación de los Jesuitas. De sus labios oye constantemente que el hombre debe abstraerse de todo en este mundo, i si se consagra a su instituto, renuncia a su padre, a sus hermanos, i no conserva ninguna relación sino con los que se visten del mismo traje que él. Yo no hall que estos sean los hombres que pueden nutrir i cultivar las virtudes sociales, ni que tales maestros puedan crear ciudadanos útiles a la Nacion.

Me parece, pues, que el Gobierno, lejos de conceder ningún favor a la Compañía de Jesus, i limitándose a tolerar sus individuos, debiera hacer cesar sus establecimientos ilegales, i zanjar de ésta manera una cuestión que nos trae divididos, i causa ajitaciones i disgustos,

No creo que en nuestro actual estado haya otra cosa que nos embarace para seguir ocupándonos unidos en adelantar las mejoras empezadas.

De buena fé hemos emprendido destruir las instituciones monárquicas que heredamos de los Españoles i sostituirlas con leyes en armonía con la democracia; i desde que e

Esto se ha hecho, el pueblo contento i lleno de esperanzas, piensa solo en trabajar para gozar, i es inaccesible a las sugestiones de la rebelión.

El estado del pais es lisonjero, i promete un porvenir dichos para la Nueva Granada, si lo gobernantes siguen modelando su conducta con los principios de justicia, imparcialidad i tolerancia que generalmente han presidido en los actos de la presente administración.

Hoy tal vez no se aprecia la magnitud de los bienes que el pais ha recibido durante el actual periodo. Mas los resultados publicarán bien pronto la importancia de la estension dada al cultivo i exportacion del tabaco, del establecimiento de la navegación por vapor, de la apertura del canal de Cartajena, del arreglo del sistema monetario, de la reforma de la tarifa de la disminución del impuesto sobre los metales preciosos i su libre comercios, de la secularizacion del diezmo, de la libertad de cultos, de la franquicia del Istmo, i del orden introducido en la administracion de la hacienda i en la confeccion del Presupuesto nacional. Basta enumerar este conjunto de medidas, para honrar debidamente a los hombres que las concibieron i tuvieron valor en dictarlas.

La Nueva Granada se presenta en America como un modelo digno de imitarse, debido a la conducta fiel á los principios que ha seguido su Gobierno. Sigan por el mismo camino los que empuñen después el baston del mando, i la administracion será fácil para ellos, al mismo tiempo que será provechosa para la Nueva Granada.

Repasémos la historia de los años anteriores, i busquemos en ella la causa de las desgracias que hemos sufrido. La hallaremos en haber cometido la falta de no guiarnos por los principios, en las condescendencias con el espíritu de partido, Esto ha hecho que en este país, en lugar de un Gobierno alternativo, haya habido una proscricion alternativa de los partidos, i una lucha constante de los vencidos contra vencedores. No es esto lo que conviene, ni es de esta manera que se puede andar por el camino de la prosperidad.

Discutamos con calma las cuestiones que nos interesan, sin acriminaciones ni recriminaciones, sin calumniar las intenciones imputándoles designios siniestros. Un partido calumniado hace muchas veces por venganza lo que no ha pensado hacer por inclinacion. El que imputa conspiraciones da el primer paso para tramarlas. Estas calumnias, etas imputaciones prueban falta de razon para defenderse; son sugestiones del miedo, i el miedo es mui mal consejero. Debiera el Gobierno influir en que los que lo defienden no echaran mano de estar razones, si es que merecen tal nombre.

Confio en que estas reflexiones serán atendidas por el patriotismo, i examinadas con imparcialidad por mis conciudadanos. Su publicacion debe ser de alguna utilidad en estas circunstancias.

La guerra diezma la poblacion i destruye la riqueza en Venezuela; el Ecuador inseguro teme á cada momento oscilaciones peligrosas; la Nueva Granada se ocupa de elegir el hombre que nos haya de gobernar. Esta consideracion basta para que comprendamos lo delicado de nuestra situacion. Neutralidad absoluta con Venezuela, buenos consejos al Ecuador, i cordura en el manejo de los negocios internos, son las tres cosas que deben marcar nuestra política en las circunstancias presentes.

Bogotá 1º de mayo de 1848. Imprenta de J. A. Cualla.

Notas

1 (azuluaga@eafit.edu.co) Patricia Cardona Z. Historiadora, Mg. en Historia, Doctora en Historia (Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia). Profesora titular Departamento de Humanidades, Universidad Eafit (Medellín, Colombia). Miembro del grupo de investigación Filosofía, hermenéutica y Narrativas de la misma institución y clasificado como A1 en Colciencias. Este documento se deriva de la investigación: Por los caminos de la patria: Un estudio sobre las relaciones entre viajes, expediciones y geografía patria: Colombia 1825-1850, con el apoyo de la Universidad Eafit.
2 Para una mejor comprensión del libertador y su época, véase Lynch, John. Simón Bolívar, Barcelona, Cátedra, 2009. Bushnell, David, Simón Bolívar. Hombre de Caracas, proyecto de América. Una biografía, Biblos, Buenos Aires, 2002.
3 Bolívar, Simón, Carta de Jamaica, 6 de septiembre de 1815 (edición a cargo de Juan Guillermo Gómez García, Bernardita Pérez Restrepo y Rafael Rubiano Muñoz), Medellín, Universidad de Antioquia, 2015. En el 2015 se celebró el bicentenario de la Carta, con número importante de reediciones entre las que está la aquí citada que incluye un glosario y una cronología política de la Independencia entre 1807 y 1815.
4 La República de Colombia se conformó en el congreso de Angostura en 1819 mediante la Ley fundamental que se ratificó en el Congreso de Cúcuta en 1821, y fusionaba en un solo país al Virreinato de la Nueva Granada y la capitanía General de Venezuela, en 1821 se sumó Panamá y en 1822 Ecuador. Al momento de plantearse la organización administrativa de este inmenso territorio, las tropas lideradas por Bolívar continuaron con la guerra en el Perú. La República de Colombia se disolvió definitivamente el 17 de noviembre de 1831. Sobre la Independencia en América Latina y la República de Colombia véase Lynch, John, Las revoluciones hispanoamericanas1808-1826, Barcelona, Ariel 2008, 11ª Ed. A lo largo del siglo XIX la disolución de Colombia fue una herida abierta para la Nueva Granada (luego llamada Colombia), que no logró zanjarse el sentimiento de fracaso y pérdida que esa separación produjo.
5 Bushnell, David, El régimen de Santander en la Gran Colombia, Bogotá, El Ancora editores, 1985.
6 Colmenares, Germán, Partidos políticos y clases sociales, Bogotá, Tercer Mundo Editores, Universidad del Valle Banco de la República, Colciencias, 1997.
7 La Constitución Boliviana redactada por Bolívar y promulgada en el Alto Perú (hoy Bolivia) fue un punto crítico y tal vez la evidencia de la debacle política del Libertador y de la unión de Colombia. Sancionada el 19 de noviembre de 1826, e influenciada por la Constitución Haitiana de 1809, implantaba una concepción teocrática de la libertad, defendía la religión católica y establecía la diferencia entre ciudadanos y bolivianos, (todos los ciudadanos eran bolivianos, pero no todos los bolivianos eran ciudadanos); tal vez, el punto más contradictorio fue el establecimiento de un supremo poder presidencial con carácter vitalicio y hereditario (pero no monárquico). Esta Constitución imperó durante algunos días en el Perú; aun con el profundo rechazo de sus opositores, el proyecto de Bolívar era que ella rigiera en los territorios por él emancipados. En Colombia, la constitución fue vista como una alucinación tiránica, repudiada por el Congreso de Ocaña de 1828, y uno de los principales móviles del atentado contra Bolívar por parte de un grupo de opositores (Conspiración septembrina); y fue, también, un punto de inflexión de la autoridad, la legitimidad y el prestigio del Libertador (cf. Valencia Villa, Hernando, Cartas de Batalla. Una crítica del constitucionalismo colombiano, Bogotá, Universidad Nacional, 1987).
8 Constancio Franco fue uno de los que más impulsó en Colombia el culto patriótico, escribió varios textos dedicados a la historia patria, pintó un número significativo de retratos de los grandes próceres de la Independencia que reposan hoy en el Museo Nacional de Colombia. Compuso varias piezas de teatro Patrio como Sámano o la Independencia de la Nueva Granada, Boves (Drama histórico en cuatro actos) y Los próceres o el 20 de julio de 1810.
9 El texto seminal de la historiografía Colombia, Historia de la república de Colombia, escrito por José Manuel Restrepo, dedicado al libertador, destaca sus hazañas, sacrificios y triunfos, este libro publicado en 1827 fue más una visión contemporánea de los hechos que un libro propiamente histórico. Sin embargo, es el punto de partida de la escritura y la representación histórica en Colombia, aunque paulatinamente la personalidad de Bolívar fuera perdiendo su vigor en los textos históricos colombianos hasta finales del siglo XIX (a propósito de la escritura histórica y sus representaciones léase: Colmenares, Colmenares, Germán, Convenciones contra la Cultura. Ensayos sobre historiografía de Hispanoamérica en el siglo XIX, Bogotá, Tercer Mundo Editores, Universidad del Valle Banco de la Republica, Colciencias, 1997).
10 El culto bolivariano es un caso paradigmático en Venezuela, donde ha adquirido dimensiones apoteósicas, incluso al servicio de la revolución “bolivariana” de Hugo Chávez y sus sucesores. Sobre este asunto, consúltese: Carrera Damas, Germán, El culto a Bolívar: esbozo para un estudio de las historia de las ideas en Venezuela, Caracas, Alfa, 2003.
11 Rafael Diego de Mérida, Vindicación y repulsa a las iniquias acusaciones de la maledicencia, inventados en odio y venganza, de lo que el autor ha escrito sobre la frenética conducta del sedicente Gefe Supremo de Venezuela Don Simón Bolívar. Imprenta de la Verdad, 1819, p. 10 http://bibliotecadigital.rah.es/dgbrah/es/consulta/registro.cmd?id=835 acceso: 12/9/ 2015.
12 Ibid.
13 Ibid., p. 2.
14 Biblioteca Nacional de Colombia (BNC) Fondo Pineda 50 Pieza 10 Vindicacion y repulsa a las inicuas acusaciones de la maledicencia, que publicó en 1819 Don Rafael Diego de Merida, Secretario de Gracia y Justicia que fue en esa época del Jeneral Bolívar, Lima, Imprenta de la Instrucción primaria, por Juan Ross, 1827.
15 Ibíd., p. 1
16 BNC, Miscelánea 442. Un granadino a sus compatriotas i a sus hermanos del Norte. New York, Imprenta de Elliot y Palmer, 25 de setiembre de 1830.
17 Davis H., Robert, “Education in New Granada: Lorenzo María Lleras and the Colegio del Espíritu Santo, 1846-1853”, The americas, Vol 3, No. 3 January, 1977, Catholic University of America Press on behalf Academy of American Franciscan History, pp. 490-503.
18 BNC, Misc. 442, Un granadino a sus compatriotas, op cit., p. 4.
19 “Escandaloso suceso contra la libertad de Imprenta”, en El Zurriago No. 3, Bogotá, jueves 7 de enero de 1828, Impreso por Valentín Martínez, (sin paginación) http://www.banrepcultural.org/sites/default/files/revista/blabr346788_n_003.pdf acceso12/15/ de 2015.
20 Ibid.
21 “Cartajena”, en El Zurriago No 4, Bogotá, 6 de marzo de 1878, Impreso por J. A. Cualla, p.15 http://www.banrepcultural.org/sites/default/files/revista/blabr346788_n_004.pdf acceso: 12/ 17 / 2015
22 Ibid.
23 Ibid.
24 BNC, fondo Pineda 126, pieza 7. República de Colombia. Noticia sobre sus límites, estensión, montañas, ríos, producción, comercio, población, habitantes, educación, leyes, religión e historia, publicada en la sétima edición de la Encyclopaedia Britannica, i traducida al castellano con varias notas, por el Doctor Lorenzo Maria Lleras, Oficial mayor de la secretaria del interior y relaciones exteriores del gobierno de la Nueva Granada, Bogotá, Enero de 1837, Imprenta de Nicomedes Lora., p. V-VI.
25 Como un ejemplo de los muchos que pueden presentarse citaremos el referido en el No 6 del Demócrata de Bogotá de 1º de julio. Al pasar el General Bolivar por la Villa de Honda, el Señor P. A. Herrans ha levantado un empréstito (sin orden alguna del gobierno) para subvenir a los gastos del desinteresado. El Gobierno ahora se exime justamente del pago del dicho empréstito, y los prestamistas tendrán o que perderlo o requerir al Señor Errans(sic), y este al traidor que fue el que gastó el dinero. El General Bolívar donde quiera que ha estado ha tenido el tesoro público í las propiedades de todos los colombianos a su disposición, ¿a qué fin puede blasonar de desinteresado? Para alucinar a los que lo miran de lejos, y leen tan solo sus pomposos discursos; pero no a nosotros, que lo conocemos ya demasiado bien. Treinta mil pesos anuales se ha hecho decretar durante su vida
26 Véase la Representación hecha al congreso por el ciudadano Rafael Diego Mérida en la que se contiene una no mui corta lista de los crímenes del General Bolívar, hasta aquella época.
27 Cuando se erigió el arco triunfal en la plaza de Carousel, los aduladores del Emperador Napoleón intentaron colocarlo bajo la figura de Marte, en el carro tirado por los caballos de Venecia; pero Napoleón mandó que lo quitase diciendo ¿Soy yo mismo, acaso, el que debo levantarme estatuas?
28 El mero hecho de haber este General declarado al tiempo de la convocatoria del congreso, que se reservaba la Dictadura durante el tiempo de sus sesiones, prueba la poca o ninguna libertad con el admirable podía obrar. Debieron, pues haber cesado entonces las facultades dictatoriales, por ser una monstruosidad en política la existencia en un estado de dos soberanías, una que va a constituir la nación sometida a otra discrecional.
29 El Señor Garcia del Rio no fuñe legítimamente electo miembro del congreso admirable, como tampoco los Señores Sucre y Sardá. -El primero por faltarle la residencia y la propiedad requeridas y haber obtenido destinos en país extranjero sin permiso del congreso. El segundo, por haber perdido con igual causa sus derecho de Ciudadano Colombianos, como también por falta de residencia en el territorio de Colombia y el tercero por no haber obtenido su carta de naturaleza, ni haber hecho las tres campañas que se le pudieran suponer; pues, sino me engaño, vino a Colombia el año de 21- cuando ya no había enemigos que combatir.
30 Dicen que Carlos X, el Delfín, el Duque de Ragusa y toda la comitiva real dan tratamiento de majestad al Duque de Burdeos, en cuyo favor Carlos X abdicó la corona
31 Los señores Gual, Pedro Briceño Méndez y algunos otros de los satélites del Ex – Libertador salieron de Cartagena llevando consigo mil pesos con el objeto de promover las insurrecciones de Rio-Chico. Gracias cielo que sus tentativas han sido tardías e infructuosas
-1 Biblioteca Nacional de Colombia (Bogotá), Fondo Pineda 30, pieza 11. Florentino González, Ensayo sobre la situación actual de los Estados colombianos, Bogotá, Imprenta de J. A. Cualla, 1848, P. 33. Se conserva la ortografía por una razón fundamental, en Colombia la división ideológica también se expresó en el uso ortográfico, la adscripción partidista (liberal o conservador) se envidencia en el uso, por ejemplo, de J o G, I o Y, los liberales escribía jeografía y la conjunción y con i latina, estos usos hunden sus raíces en los debates sobre la hispanidad y la influencia francés e inglesa en el pensamiento colombiano, veáse: Iván Padilla Chassing. El debate de la hispanidad en Colombia en el siglo XIX, Lectura de la historia de la literatura por José María Vergara y Vergara, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2008. Sobre las relaciones entre poder y gramática veáse: Malcom Deas, Del poder y la gramática y otros ensayos sobre historia, política y literatura colombianas, Bogotá, Taurus, 2006
HTML generado a partir de XML-JATS4R por