Pensar la reproducción y la defensa de la vida

Claves para pensar la interdependencia desde la ecología y los feminismos

Mina Lorena Navarro 1
icsyh-buap, México
Raquel Gutiérrez
icsyh-buap, México

Claves para pensar la interdependencia desde la ecología y los feminismos

Bajo el Volcán, vol. 18, núm. 28, pp. 45-57, 2018

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

Recepción: Febrero 24, 2018

Aprobación: Marzo 19, 2018

Resumen: En este texto se presenta una inicial sistematización y exposición de lo que en el Área de Entramados Comunitarios y Formas de lo Político hemos aprendido, a partir de nuestras búsquedas y hallazgos por entender las dinámicas de la vida en un sentido holístico, y cultivando una perspectiva relacional. En tal recorrido ha sido sumamente fértil el diálogo con diversos feminismos y con la Ecología Política para pensar en la clave de la interdependencia, entendida como el conjunto de actividades, trabajos y energías en común para garantizar la reproducción simbólica, afectiva y material de la vida. Las luchas por lo común, como es el caso de las luchas de las mujeres en México, en América Latina y en algunas regiones de Estados Unidos y Europa contra “todas las violencias machistas”, son precisamente esfuerzos por organizar la interdependencia y los términos de su gestión, colocando en el centro la reproducción de la vida humana y no humana.

Palabras clave: interdependencia, reproducción de la vida, producción de lo común, Ecología política y feminismos.

Abstract: In this text we present an initial systematization and exposition in the Research Area “Communitarian weavings and forms of the political”, of what we have learned, from our searches to understand the dynamics of life in a holistic sense and cultivating a perspective relational. With this purpose, the dialogue with different feminisms and with Political Ecology has been extremely fertile to think about the key of interdependence, understood as the set of activities, works and energies in common to guarantee the symbolic, affective and material reproduction of life. The struggles usually, as is the case of the struggles of women in Mexico, in Latin America and in some regions of the usa and Europe against “all sexist violence”, are precisely efforts to organize interdependence and the terms of its management, placing in the center the reproduction of human and non-human life.

Keywords: interdependence, reproduction of life, production of common, Political Ecology and feminisms.

I

Desde hace algunos años en el Área de Entramados Comunitarios y Formas de lo Político1 hemos buscado cultivar una mirada comprometida con las múltiples y heterogéneas luchas en defensa de la vida, centrando nuestra atención en sus contradicciones y antagonismos.

En particular, nos ha interesado rastrear y aprender de los esfuerzos colectivos y luchas por lo común, orientadas por garantizar la reproducción material y simbólica de la vida humana y no humana contra las distintas embestidas y separaciones que producen el capitalismo, el patriarcado y el colonialismo en sus múltiples configuraciones.En este texto nos proponemos hacer una suerte de inicial sistematización y exposición de lo que hemos aprendido en los últimos dos años, fundamentalmente a partir de nuestras búsquedas y hallazgos por entender las dinámicas de la vida en un sentido holístico, y cultivando una perspectiva relacional.

Esto ha comprendido el esfuerzo por habilitar una experiencia cognitiva en la que podamos hacernos cargo de nuestra singularidad como humanos y de nuestra interdependencia con otros para sostener la vida, y no para garantizar la acumulación del capital –o no únicamente.

En tal recorrido ha sido sumamente fértil el diálogo con diversos feminismos y con la Ecología política. El diálogo con el campo teórico-práctico de la Ecología política crítica nos ha convocado al desplazamiento epistemológico y existencial, contra y más allá de los paradigmas antropocéntricos y dualistas sociedad/naturaleza del pensamiento moderno, para situar la condición humana como parte de la naturaleza. Hemos aprendido que la naturaleza es una totalidad dinámica capaz de crear novedad y automantenerse, al mismo tiempo que se actualiza frente a los cambios.

Como lo plantea Jason Moore, se trata de un tejido de la vida del cual somos parte, es decir, la naturaleza también somos nosotros, está dentro de nosotros y alrededor de nosotros. Los humanos hacemos al medio ambiente y el medio ambiente nos hace a los humanos (Moore, 2016: 3). En ese sentido, el capitalismo no es una exterioridad del tejido de la vida, un sistema económico o un sistema social, sino una forma de organizar la naturaleza; y de organizarnos nosotros en ella y a través de ella, lo cual empuja a enlazar los rasgos patriarcales y colonialistas del capitalismo, convocándonos a hacernos cargo de la simultaneidad de tales registros siempre amalgamados.

Creemos que por distintos caminos y formulaciones, tanto la Ecología política como diversos feminismos han venido alumbrando e insistiendo en la necesidad de pensar las conexiones, el tipo de relaciones y calidad de los vínculos que se establecen entre las personas y entre ellas y todo cuanto las engloba, nutre y sostiene y cómo, tales redes de relaciones son siempre condición para garantizar la reproducción de la vida. De igual manera, ambos conjuntos de miradas y argumentos han insistido en que la vida no la podemos reproducir a nivel de una sola especie ni en términos individuales. En particular, la economía feminista ha develado los mecanismos e implicaciones de la ficción del individualismo y en particular del homo economicus, como aquel individuo moderno que es autosuficiente, racional y egoísta, que toma las decisiones con la información disponible sobre oportunidades y restricciones mediante un proceso individual y racional de maximización de las utilidades. Desde tal perspectiva, la sociedad aparenta funcionar – imaginaria y fetichizadamente– como una sumatoria de individuosciudadanos, libres, autosuficientes e independientes de los lazos sociales, de la naturaleza, es decir, con la pretensión de situarse fuera del tejido de la vida.

El despliegue del capital y su lógica de despojo múltiple sobre el tejido de la vida, ha ido subsumiendo, negando y oscureciendo tanto las relaciones de interdependencia y las capacidades políticas y colectivas de cuidado y regeneración de los ámbitos que se comparten como, en general, la inmensa gama de trabajos y haceres que sostienen la reproducción de la vida.

Así, la clave de la interdependencia2 nos ha resultado fértil para acercarnos a la reflexión que gira en torno a la garantía de reproducción de la vida. Interdependemos para poder sacar la vida adelante: múltiples tramas colectivas en cada momento se organizan para hacer en común la vida. En suma, la interdependencia se urde en el conjunto de actividades, trabajos y energías interconectadas en común para garantizar la reproducción simbólica, afectiva y material de la vida.

II

Ahora bien, el capital, como relación social pero más aún, como forma de organizar la naturaleza en su conjunto (Moore, 2016: 2), rompe ciertos vínculos, fuerza e impone un cambio de forma en las relaciones de interdependencia que sostienen –o que no sostienen, o que sostienen a medias– la vida en cuanto tal, lo que simultáneamente niega, agrede y a veces destruye otras formas y posibilidades.

El capital en su vocación de extraer y exprimir el mayor valor posible de la naturaleza, gestiona la interdependencia en términos de explotación (Pérez, 2012: 53), es decir, pone en el centro la acumulación de valor abstracto y no la reproducción de la vida.

Es a través de las separaciones que el capital interviene el tejido de la vida, negando, ocultando y deformando la red de relaciones de interconexión e interdependencia entre todas las formas de vida que, en conjunto, habitamos el planeta. La separación no sólo fractura e impone una distancia, sino que cambia –de manera radical o paulatina–, la forma de los metabolismos de la naturaleza para satisfacer los designios de la acumulación del capital. Esto lo logra fundamentalmente a través de la fijación de mediaciones ad hoc que re-conectan y reorganizan lo inicialmente separado, a fin de sujetarlo a la valorización del valor como eje primordial.

Históricamente, esto ha ocurrido convirtiendo en jerarquía la diferencia entre mujeres y varones a través del patriarcado del salario (Federici, 2013), así como desconociendo y negando las muy diversas y heterogéneas formas de lo político generadas y estabilizadas históricamente por tramas de interdependencia múltiples no asentadas en Europa nor-occidental.

Así, a lo largo del tiempo se ha ido produciendo tanto un continuo proceso de cambio metabólico3 (Moore, 2015) que incluye la fractura del anterior equilibrio alcanzado (Foster, 2000) y la fijación de separaciones y distancias múltiples en las tramas de interdependencia (Navarro, 2018; De Angelis, 2012), como la simultánea generación e imposición de un patrón de reconexión sostenido en la generalización violenta de específicas mediaciones y conexiones funcionales a la valorización del valor. Tal proceso de separación y fijación de mediaciones representa el mecanismo central para garantizar la intervención y el flujo del capital a través del tejido de la vida. Un mecanismo que impone fuertes dosis de violencia sobre los cuerpos y territorios, erosionando, expropiando y aniquilando las capacidades de reproducción y autodeterminación.

Siguiendo con lo anterior, ubicamos que, a lo largo de los últimos siglos, al menos tres separaciones han sido decisivas en el despliegue del complejo capitalista, patriarcal y colonial: i) la separación sociedad/naturaleza y la consecuente explotación de la tierra y sus bienes, que se funda en la mediación de un tipo de conocimiento escindido, objetivante, tendencialmente privatizado y disciplinario, llamado ciencia; ii) la separación de lxs desposeídxs de sus medios de existencia (De Angelis, 2012) y su consecuente explotación como trabajadores formalmente libres, soporte de la mediación del salario y, en general, del dinero; lo cual, por lo demás, desgarra e inhibe la capacidad de forma4 (Echeverría, 2011) y la politicidad de otras formas de vida social; iii) la separación de las mujeres del conjunto de los varones y la consecuente apropiación –invisibilizada, casi automática– de una parte relevante de su trabajo para la reproducción del capital, que impone la mediación patriarcal como trasfondo y cimiento de otras relaciones sociales y del edificio institucional que las estabiliza y hace perdurables (Gutiérrez, 2018).En este punto del argumento, para situarnos en el presente, recuperamos claves que están siendo alumbradas por las renovadas luchas de las mujeres en México, en América Latina y en algunas regiones de Estados Unidos y Europa contra “todas las violencias machistas”, que a modo de un expandido y sostenido levantamiento van hilando tales violencias –públicas y privadas– con las otras violencias que a la sociedad en su conjunto impone el capitalismo contemporáneo y sus diversos regímenes políticos extractivistas. Son tres elementos los que nosotras consideramos fundamentales de estos conocimientos regenerados.

En primer lugar, el creciente ánimo por colocar la garantía de la reproducción de la vida como asunto central del debate político contemporáneo, impugnando y desplazando el siniestro marco argumental y normativo que coloca la productividad –¡del capital!– como fundamento de las preocupaciones políticas y de las decisiones económicas de los gobiernos y las corporaciones.

En segundo lugar, al producir acciones de lucha y argumentos contra todas las violencias machistas –y capitalistas y coloniales– colocando como eje la garantía de la reproducción de la vida, las luchas de las mujeres hacen visible la negada trama de interdependencia que nos conecta entre nosotras y con el mundo “natural” todo; recordándonos que es en esa trama de interdependencia capaz de regenerar lo común –que se extiende más allá de lo humano– cómo la vida se sostiene y garantiza sus reiterados ciclos reproductivos. En tercer lugar, el torrente de luchas de heterogéneos grupos de mujeres contra todas las violencias machistas –capitalistas y coloniales– ha relanzado el entre mujeres como fértil camino de enlace, lucha y creatividad (Gutiérrez, 2018).

Poniendo en el centro entonces las luchas cotidianas y extraordinarias por garantizar la sostenibilidad de la vida, y reconociendo poco a poco la trama de interdependencia que la sostiene, el “modo de producción” contemporáneo se nos presenta como una amalgama triangular que trenza patriarcado, capitalismo y colonialismo, cada vértice sosteniendo a los otros; amalgama violenta que se levanta sobre la cada vez más drástica separación sociedad/naturaleza. Este complejo de expropiación, explotación y dominación se funda en cadenas de separaciones y en la fijación de mediaciones para asegurar la gestión del flujo del capital. En relación a la dominación patriarcal, en diálogo con diversas apuestas feministas, la entendemos como el radical e insistente proceso de separación de las mujeres entre sí y de ellas con sus creaciones y, en particular, con su prole. Tal dominación supone una imposibilidad de asumir las diferencias –las sexuales, en primera instancia pero no sólo–; estableciendo una jerarquía de los varones y una desvalorización de lo femenino –o lo feminizado– que se fija mediante un orden de cosas que se impone a las mujeres como constricción práctica –material y psíquica– para cumplir con conjuntos de deseos ajenos.

El patriarcado para nosotras, en tal sentido, no es algo que aconteció en la prehistoria marcando una “derrota” del género femenino, tal como en algún momento pensó Engels; pese a que es muy claro cómo la fijación histórica de la determinación patriarcal del linaje ligado a las religiones monoteístas –con un potente dios padre en el centro– habilitó una forma de organizar el mundo social imponiendo la separación de las mujeres entre sí y de cada una con su progenie y sus creaciones, ahora pertenecientes a la familia del padre o del marido. El patriarcado, pues, si bien tiene una historia originaria, para nosotras es más que eso: es la manera cotidiana y reiterada de producir y fomentar separaciones entre las mujeres instalando una y otra vez algún tipo de mediación masculina entre una mujer y otra y, por tanto, entre cada mujer y el mundo. Llamamos mediación patriarcal a esta polimorfa y omnipresente práctica social que puede ser llevada a cabo tanto por seres humanos con cuerpo de varón como por aquellas que habitan cuerpo de mujer. Pese a que, en los tiempos que corren, muchísimas mujeres estamos dando una dura pelea contra la mediación patriarcal con el arma del entre mujeres.

No entraremos en detalle, por ahora, en el análisis del conjunto de separaciones y violentas reconexiones forzadas que el capitalismo- patriarcal y colonial impone a la sociedad en su conjunto una y otra vez, a fin de volver a constreñir lo que se le escapa, lo que se regenera como lucha y como paulatina conservación y reapropiación de aquello que garantiza y sostiene la vida en su conjunto.5 Nos interesa, por ahora, volver a la discusión sobre la reproducción de la vida y la producción de lo común.

III

La clave que junto a muchas más venimos ensayando para comprender los términos de la interdependencia y los procesos metabólicos del tejido de la vida tendencialmente antagónicos al capital, es la reproducción de la vida.6 Cuando hablamos de reproducción de la vida nos referimos al conjunto de actividades y haceres materiales, afectivos y simbólicos que generalmente han quedado invisibilizados, negados, devaluados, feminizados, naturalizados en el capitalismo-patriarcado-colonialismo y que, son al mismo tiempo, la base de extracción y generación de valor. Este conjunto de haceres son predominantemente sostenidos por las mujeres y otras especies del tejido de la vida y simultáneamente expropiados, abstractalizados y acumulados principalmente por humanos varones –por supuesto, con sus excepciones. Sacar a la luz y nombrar esto es fundamental para reconocer nuestras propias creaciones pero también para comprender la dependencia del capital hacia nosotros y nosotras mismas. Tal como plantea la ecofeminista María Mies, “si el trabajo reproductivo, se reconociera como trabajo y se remunerara plenamente, el modelo de acumulación colapsaría” (Mies, 2004). Contrariamente a esto, en estos tiempos de crisis en los que se agota la Naturaleza Barata7 y se busca extraer compulsivamente más valor de todxs nosotrxs, se externalizan cada vez más los efectos destructivos que las separaciones del capital dejan a su paso sobre el tejido de la vida.La producción de lo común sería, situando la mirada en esta perspectiva mucho más amplia, una forma de lo político que organiza la interdependencia y los términos de su gestión, colocando en el centro la reproducción de la vida humana y no humana. Producir lo común implica entonces, también, cuidar, construir, recomponer o reparar vínculos donde se han impuesto separaciones y fijado todo tipo de mediaciones.

Las luchas por garantizar la reproducción de la vida –que tienen muy diversas expresiones– son pues, luchas inmediatamente anticapitalistas que exhiben rasgos anticolonialistas y antipatriarcales; o luchas antipatriarcales que se empeñan en enfatizar su fuerza anticapitalista y anticolonialista; o luchas anticoloniales que impugnan dificultosamente el orden patriarcal del capital; aunque muchas veces todo esto no alcance a ser expresado con nitidez. Con esto no queremos decir que tales relaciones de interdependencia sean una fuga o ruptura plena con respecto al capitalismo- patriarcado y colonialismo, pero son procesos colectivos que no se conforman con lo pautado por la lógica de dominación y afirman su capacidad política de darse forma y determinar su actividad para sacar adelante la vida.

La producción de lo común –igualmente en sus múltiples expresiones– como actividad colectiva, cotidiana y extraordinaria de regeneración y estabilización de vínculos fértiles para desactivar, impugnar y desafiar las mediaciones y separaciones impuestas por el complejo capitalista-colonial y patriarcal, se organiza a través de códigos distintos y contrapuestos a los prescritos por tal complejo. Códigos y haceres de lo común que se despliegan en estrategias de resistencia y lucha que colocan la reproducción de la vida en el centro de su actividad interdependiente.

Si el capitalismo colonial y patriarcal, entendido como proceso histórico, es la reiterada fractura violenta de las tramas de interdependencia estabilizadas en algún momento previo, simultáneo a la imposición de rígidas mediaciones que vuelven abstractos los vínculos –dinero, ley y mediación patriarcal–; la producción de lo común es, asimismo, el cotidiano y reiterado cultivo de otro tipo de vínculos generativos, fértiles y concretos, entre las mujeres, entre ellas y la riqueza material y simbólica disponible; y también entre las mujeres y los varones y entre ellos e, igualmente, las riquezas contenidas en el tejido de la vida.

En este contexto mucho más amplio es donde consideramos fértil situar las luchas sociales para comprender las múltiples aristas del antagonismo social que se develan con claridad en los momentos álgidos de las confrontaciones.

La producción de lo común como código fuente de una forma de existencia individual y colectiva en lucha contra el capitalismo patriarcal y colonial, se presenta como una forma política y una estrategia específica de lo político en tanto relanza la capacidad humana de forma (Echeverría, 1998) que se afana, siempre, a veces tensa y contradictoriamente, por garantizar la reproducción de la vida concreta, humana y no humana, en contra y más allá de las separaciones y mediaciones que el complejo capitalista patriarcal y colonial una y otra vez reitera contra y sobre el bucle sin fin del tejido de la vida. Sin duda, ante los contextos violentos cada vez más recrudecidos que estamos enfrentando, es urgente detener la lógica destructiva del complejo capitalista-patriarcal y colonial, pero también recuperar-nos en el tejido de la vida, des-alienando, re-habilitando y sanando parcialmente los cuerpos y territorios desgarrados por los efectos que el despojo múltiple –con las separaciones y mediaciones que supone– ya ha dejado a su paso. La emergencia y proliferación de luchas por lo común y en defensa de la vida son centrales; para rechazar y bloquear los dictados del capital, y al mismo tiempo, afirmar múltiples formas orientadas a re-tejer cotidianamente la vida sobre el principio de la interdependencia entre la diversidad de los mundos y especies que habitamos la Tierra.


Bibliografía

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Pérez Orozco, Amaia, Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida, Madrid, Traficantes de Sueños, 2014.

Varias, Constelación feminista 8M ¿Cuál es tu huelga? ¿Cuál es tu lucha?, Buenos Aires, Tinta Limón, 2018.

Notas

1 El Área de Entramados Comunitarios y Formas de lo Político del Posgrado en Sociología en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la buap, creada desde 2011, es una comunidad de trabajo para producir un conocimiento crítico y un sentido disidente sobre la vida social, sostenida por Raquel Gutiérrez, Mina Lorena Navarro y Lucia Linsalata, así como para habilitar un espacio de formación para los estudiantes del Posgrado.
2 Recuperamos y aprendemos de los trabajos de Amaia Pérez (2014) y Silvia L. Gil (2011), así como del argumento de Almudena Hernando (2012) para pensar la cuestión de la interdependencia.
3 En el texto original aparece como: Metabolic shift.
4 Recuperamos de Bolívar Echeverría la noción de lo político, entendido como la capacidad de los seres humanos de imprimir y darse una figura singular, más o menos estable, a su socialidad; de moldear su organización social, dando forma, contenido y sentido al conjunto de las relaciones de interdependencia (de trabajo y disfrute) que interconectan y definen a los seres humanos en tanto sujetos sociales, posibilitando la reproducción de su existencia (Echeverría, 1998, tomado de Gutiérrez, Linsalata y Navarro, 2017: 381).
5 Un debate general y plural sobre esto se encuentra en un reciente dossier alentado por Verónica Gago publicado como, Varias, Constelación feminista 8M ¿Cuál es tu huelga? ¿Cuál es tu lucha?
6 Nuestro diálogo con Silvia Federici sobre esta cuestión ha sido central.
7 Jason Moore plantea que, la acumulación del capital es la apropiación del trabajo/energía no pagada. “La relación del capital despliega poco a poco la producción de riqueza como un valor, y la apropiación del trabajo no remunerado (la re/producción de la vida) como la condición de dicho valor”. El sistema de la Naturaleza Barata es todo el trabajo/ energía no remunerado que el capital requiere para acumular. Actualmente, “el capital es cada vez más dependiente de la mercantilización de la reproducción de la vida.” El indicador más obvio de la caída de la tendencia del excedente ecológico es el alza de los precios de los Cuatro Grandes insumos: Trabajo, comida, energía y materias. “Los Four Cheaps han dejado de ser baratos [...] y su encarecimiento es una “señal de crisis de una fase del capitalismo: dichas crisis “señalan” el agotamiento de un régimen de acumulación” (Moore, 2017: 215-216, 219).

Notas de autor

1 Socióloga, profesora-investigadora del icsyh-buap. Es parte del área de investigación Entramados Comunitarios y Formas de lo Político. Forma parte de los grupos “Ecología feminista” y “Ecología Política en América Latina” de clacso. Ganadora del premio a mejor tesis de ciencias sociales por parte de la cátedra Jorge Alonso del ciesas y de la Universidad de Guadalajara; sus línea actuales de trabajo se refieren a la producción de comunes en contextos urbanos y a los procesos de las mujeres en las luchas contra los despojos múltiples.
Matemática, filósofa y socióloga mexicana. Profesora-investigadora en el Posgrado en Socióloga del icsyh-buap. Es parte del área de investigación Entramados Comunitarios y Formas de lo Político; sus líneas actuales de trabajo se refieren a la relación entre renovados feminismos populares y prácticas de producción de lo común, en un proyecto que incluye investigación y docencia en la región del Río de la Plata, Bolivia y Mesoamérica.
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