EL DUELO DE LA MUERTE EN LA ETAPA DE LA ADOLESCENCIA
THE PROCESS OF MOURNING IN THE ADOLESCENCE STAGE
EL DUELO DE LA MUERTE EN LA ETAPA DE LA ADOLESCENCIA
International Journal of Developmental and Educational Psychology, vol. 1, núm. 1, pp. 93-100, 2019
Asociación Nacional de Psicología Evolutiva y Educativa de la Infancia, Adolescencia y Mayores
Recepción: 08 Enero 2019
Aprobación: 30 Abril 2019
Resumen: En nuestra sociedad, la muerte no es un tema que se aborde desde el punto de vista educativo, formal o no formal. Incluso se puede afirmar que es uno de los asuntos más tabuizados en nuestra sociedad. Paradójicamente, es una realidad absolutamente irremisible y, por el contrario, se obvia y rechaza psicológica y socialmente. La negatividad y el miedo bloquean un enfoque normalizado y relegamos un abordaje sano y preparatorio hasta que es ineludible por haberse producido el deceso de una persona cercana. Y en ese momento, inevitable, enfrentamos y manejamos la realidad estresante y dolorosa de la muerte y el duelo como buenamente somos capaces. Esto es especialmente significativo en la etapa de la adolescencia, un periodo vital decisivo de continuos cambios físicos, psicológicos y conductuales. En esta línea, el presente trabajo aborda la cuestión del proceso de duelo y la necesidad de una educación para la muerte en esta etapa evolutiva. Concretamente, pretende analizar, desde una metodología cuantitativa de tipo descriptivo, el concepto, sentimientos y actitudes que tienen los adolescentes con respecto a la muerte de un familiar o amigo. Así, se diseñó un cuestionario ad hoc, conformado por 14 ítems que combinan preguntas cerradas y abiertas. Se aplicó a una muestra de n=70 adolescentes, de edades comprendidas entre 12 y 17 años. La mayoría de los sujetos de la muestra han vivido una experiencia relativamente cercana de duelo y muerte y tan solo un 4,29% no han sufrido la muerte de un familiar o amigo próximo. Los resultados revelan que los sentimientos experimentados son abrumadoramente negativos, expresándolo así a familiares y amigos, aunque no siempre de la misma forma a ambos grupos. Por su parte, mayoritariamente llevan a efecto distintas conductas de despedida que inician el duelo y, en general, manifiestan haber podido superar las distintas etapas de éste.
Palabras clave: adolescencia, educación para la muerte, duelo, familia, grupo de iguales.
Abstract: In our society, death is not an issue that is addressed from the educational point of view, either formal or non-formal. Even more, it can be affirmed that it is one of the tabooest subjects in our society. Paradoxically, it is an absolutely irremissible reality and, on the contrary, it is obviated and psychologically and socially rejected. Both the negativity and the fear block a normalized perspective and relegate a healthy and preparatory approach until it is unavoidable due to the death of a close person. And in that inevitable moment we face and handle the stressful and painful reality of the death and the grief as we are capable. This is especially significant in the adolescence stage, a decisive vital period of continuous physical, psychological and behavioral changes. In this line, the present work addresses the question of the grieving process and the need for an education for death in this evolutionary stage. Specifically, it aims to analyze, from a quantitative methodology of a descriptive type, the concept, feelings and attitudes that adolescents have regarding the death of a relative or a friend. Thus, an ad hoc questionnaire was designed, consisting of 14 items that combine both closed and open questions. It was applied to a sample of n=70 adolescents, aged between 12 and 17 years. Most of the subjects in the sample have lived a relatively close experience of grief and death and only a 4.29% having not suffered the death of a relative or a close friend. The results reveal that the feelings experienced are crushingly negative, expressing it to family and friends, although not always in the same way to both groups. On the other hand, they mainly carry out different farewell behaviors that start the grief and, in general, they express to have been able to overcome the different stages of that.
Keywords: adolescence, education for death, grief, family, peer group.
ANTECEDENTES
“Cesación o término de la vida”, así es como contempla la Real Academia Española el término “muerte”. Ello nos acerca a un concepto entendido como la finalización de la vida en un determinado espacio y tiempo, desde una perspectiva biológica. Pero, de acuerdo con Fernández (2016), el morir es un proceso individual que depende de las circunstancias personales, emocionales, familiares, sociales, interrelacionales, económicas y culturales.Ahora bien, la concepción de la muerte en la adolescencia es muy compleja debido a que, como mencionan Aberastury y Knobel (1970), dicha etapa está plagada de continuos cambios físicos, psicológicos y conductuales. Por su parte, Algarra (2012) defiende que hay dos tipos de concepciones de la muerte en el pubescente: los continuistas –que creen en la vida después de la muerte– y los extintivistas- aquéllos que creen en la finitud del ser, es decir, el fin de cualquier tipo de proceso–. Para que los adolescentes creen un buen concepto de muerte es importante, menciona Gabarró (2016), el dialogo sincero acerca de dicho tema, ya que esto les ayuda a construir su propia idea y comprender que es una cuestión de la cual se puede hablar con total normalidad.Siguiendo a Méndez y Barra (2008), citados por Orcasita y Uribe (2010), el adolescente transita por situaciones estresantes para las cuales no se siente preparado; por ello, como afirman Orcasita y Uribe (2010), es imprescindible el apoyo social en esta coyuntura. De acuerdo con estos autores, el pubescente cuenta con dos entornos cercanos con los cuales va creciendo, aprendiendo e identificándose: la familia y el grupo de iguales. La familia es el primer medio de socialización, donde el adolescente encuentra su modelo a seguir a través de la educación, observación continua del comportamiento de los padres y las formas de relacionarse dentro del núcleo familiar; justo aquí es cuando desarrollan sus habilidades y superan las diferentes coyunturas que se plantean a lo lardo de la vida. Cierto es que cuando este primer contexto no satisface las necesidades básicas, el adolescente busca el apoyo en otros entornos, bien en desconocidos (debido a que éstos al no conocerlo no mostrarán juicios de valor hacia ellos), o bien en su grupo de iguales donde ellos se sienten muy identificados debido a que están en su misma posición y, de acuerdo con Ungar (2000), citado por Orcasita y Uribe (2010), el grupo de iguales les brinda confianza, comprensión e identificación.
En definitiva, aunque la familia siempre desempeñará un papel esencial en la vida del adolescente, como menciona Vargas y Barrera (2002), citado por Orcasita y Uribe (2010), éste también necesita del apoyo de sus iguales, donde buscará otros elementos que no encuentre en la familia.
Por otra parte, y ante un fallecimiento, la despedida del difunto se considera un acto crucial en la etapa adolescente ya que la muerte provoca sentimientos negativos –como tristeza y culpa–, que pueden venir dados por tener una mala relación con el finado o porque, aun teniendo buena relación, no le dio tiempo a realizar la despedida que a él le hubiera gustado (Gabarró, 2016).
Cuando el pubescente sufre una pérdida tiende en muchas ocasiones a evitar todas aquellas personas, objetos y lugares que le recuerdan al difunto, ya que le causa malestar psicológico, acompañado no solo de emociones negativas (culpa, enfado, terror, miedo) sino también de sensación de desapego e ineptitud para experimentar sentimientos positivos como la felicidad (Gil Marín, 2017). No obstante, en contraposición a esto, Martínez y Velázquez (2018) afirman que la añoranza o el anhelo les llevarían a continuar teniendo contacto con objetos, lugares o personas que recuerden al difunto.
Por su parte, el duelo es un conflicto profundo que, en el momento en que se instala en el doliente, genera mucho dolor y altera el propio proceso de elaboración. En algunos casos este ciclo se complica o incluso puede llegar a producir una patología (Bermejo, Magaña y Villacieros, 2016). Así, según Kübler-Ross (1969), citada por De la Rubia y Ávila (2015), las personas que se encuentran cerca de una pérdida pasan por cinco fases a lo largo del duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación
Negación: según Cuadrado (2010), el sujeto se niega a aceptar lo que va a suceder. Esta fase conlleva estados de insensibilidad y autocuestionamiento, pues la persona se preguntará a sí misma si se cree capaz de vivir con esta nueva situación.
Ira: de acuerdo con García (2017), la persona comienza a tener sentimientos de rabia y resentimiento, no siendo capaz de crear un control sobre dichas emociones. Según De la Rubia y Ávila (2015), el descontrol de las mismas lleva al doliente a cometer conductas autodestructivas.
Negociación: en esta fase las personas antes de que suceda algo comienzan a negociar cualquier cosa, pero en el caso que la situación sea irremediable, se suele aludir al pasado y negociar con éste. En esta etapa el sentimiento que más aparece es el de volver una y otra vez al pasado (Cuadrado, 2010).
Depresión: la persona tiene sensación de vacío y tristeza al comprobar que la situación desencadenante es irremediable. Estos sentimientos se suelen trasladar a las relaciones personales llegando incluso a salir perjudicadas (Cuadrado, 2010).
Aceptación: es la etapa final, la de resolución. Ya no hay más alternativas, es decir, o aceptamos la pérdida del ser querido o la rechazamos (Cuadrado, 2010).
No obstante, Gamo y Pazos (2009) defienden que en la adolescencia no se transita por todas estas etapas del duelo, ya que se hace muy embrollado al ser una fase de continuos y complejos cambios. Estos autores afirman que los adolescentes suelen pasar solo por tres de las etapas del duelo, a saber: la negación, la depresión y la aceptación.
Debido a la afectación del sujeto por la pérdida, Martínez y Velázquez (2018) argumentan que los pubescentes adquieren una serie de cambios en sus hábitos cotidianos después de la muerte del ser querido porque no se sienten capaces de llevar a cabo esas tareas, mayormente cuando el difunto simboliza el rol de dar vida, el de hermano, amigo u otro rol parental. Estos cambios de hábitos suelen perdurar un año, en el que abunda generalmente una rigurosa nostalgia y tristeza, careciendo de la capacidad de aceptar la realidad de la pérdida de la persona querida.
OBJETIVOS
El objetivo general que se pretende conseguir con el siguiente trabajo es identificar cual es el significado que tiene la muerte para los adolescentes.
En base a este objetivo general, se procuran los siguientes objetivos específicos: conocer el concepto de muerte que tiene el adolescente; visibilizar los sentimientos que le provoca la muerte de un familiar o amigo; entender las actitudes que tienen ante la muerte de un familiar o amigo.
Por su parte, las principales hipótesis formuladas para el presente estudio son:
H0: tras una muerte de un ser querido, los adolescentes no tienen sentimientos negativos producidos por la perdida.
H1: tras una muerte de un ser querido, los adolescentes tienen sentimientos negativos producidos por la pérdida.
H0: los adolescentes no tienen un concepto preciso sobre la muerte.
H1: los adolescentes sí tienen un concepto preciso sobre la muerte.
H0: tras la muerte de un familiar o amigo, los adolescentes no cambian sus actitudes en su día a día.
H1: tras la muerte de un familiar o amigo, los adolescentes cambian sus actitudes en su día adía.
METODOLOGÍA
La investigación se ajusta a un diseño ex post facto cuantitativo. La población diana son estudiantes de cinco cursos (1º, 2º, 3º, 4º de ESO y 1º de Bachillerato) de un instituto de la comarca de la Serena (Badajoz), quienes respondieron a un cuestionario, diseñado ad hoc, conformado tanto por variables sociodemográficas como por ítems específicos respecto a los sentimientos que les transmite la pérdida, concepto sobre la muerte y actitudes ante la pérdida.
Muestra
Dado por hecho que no es factible acceder a todos a los elementos de la población empleando métodos adecuados, “se seleccionarán determinados elementos que son los que van a representar a todo el colectivo” y éstos “serán los que conformen la muestra” (Tejedor y Etxeberría, 2005, p. 33).
Para lograr que la muestra sea representativa “la solución estadística es que las muestras sean seleccionadas al azar” (Tejedor y Etxeberría, 2005, p. 251) y así, se optó por un muestreo no probabilístico incidental, ya que se estableció el criterio de inclusión de que el estudiante estuviera matriculado en algunos de los cinco cursos descritos. En este sentido, el primer paso fue seleccionar el centro educativo y contactar con su equipo directivo para explicarles la investigación y solicitar su colaboración. Una vez aceptada la petición se celebró una reunión presencial con el equipo directivo donde se solicitó el envío de una carta a los padres para que otorgaran el consentimiento informado y así sus hijos pudieran colaborar en la investigación. Además, se concretó que la mejor forma de que el alumno respondiera a las preguntas era que lo hiciesen en presencia de su padre/madre o tutor para que, de esta manera, pudieran ayudarles, ya que se trata de un tema delicado. Para recoger los datos, el centro concretó una fecha para que los alumnos entregaran sus cuestionarios respondidos. Por último, para conseguir los resultados, fue fijada otra cita presencial para recoger los cuestionarios que habían sido replicados.
De este modo, la muestra quedó conformada por 70 adolescentes, de edades comprendidas entre 12 y 17 años, con una edad media de 15,07 años, de los cuales el 61,43% eran chicas y el 38,57% restante chicos.Por otro lado, respecto a la experiencia de una muerte de una persona cercana, se puede afirmar que el 85,71% de los participantes han sufrido la muerte de un familiar, el 10% perdieron un amigo y solo un 4,29% no han sufrido ninguna pérdida cercana. A este respecto, la edad media de las personas fallecidas cercanas a los sujetos de la muestra se encuentra en 68,76 años, con edades comprendidas entre los 18 y los 90 años. Por lo que respecta al vínculo con la persona, el 81,36% han perdido a un abuelo, siendo el vínculo familiar más afectado. Con una elevada desemejanza, se encuentran aquéllos que han perdido a un primo (8,47%) o a un amigo (6,78%). Por su lado, únicamente un 1,69% representa a la madre y otro tanto al padre. Ninguno de ellos ha perdido a un hermano. En lo que concierne al tipo de relación con el finado, el 80% de los adolescentes tenía una relación muy buena con la persona fallecida, siendo este tipo de relación la que más predomina con respecto a las demás. Con una copiosa diferencia, se encuentran las personas que tenían una relación buena con el difunto (12%), a continuación se encuentran aquellas que tuvieron una relación normal (7%) y, por último, encontramos que solo el 2% de los adolescentes refiere que tenía una mala relación con su familiar o amigo.
Variables e instrumento utilizado
Con la finalidad cumplir los objetivos planteados en el estudio, los sujetos contestaron a una serie de preguntas recogidas en un cuestionario –diseñado ad hoc tras un análisis minucioso de la literatura sobre la educación para la muerte en la etapa de la adolescencia–, conformado por 14 ítems que, además de registrar variables sociodemográficas, indagan en tres variables: concepto, sentimientos y actitudes que tienen los adolescentes ante la muerte de un familiar o amigo, a través de preguntas cerradas dicotómicas y de respuesta múltiple, así como una pregunta abierta.
ANÁLISIS DE RESULTADOS Y DISCUSIÓN
En cuanto a los resultados, presentamos un análisis descriptivo de las variables seleccionadasa priori.
Con respecto a la variable relativa a los “sentimientos experimentados” (ver Figura 1), el 31% de los participantes afirman que la muerte de un ser querido les provocó tristeza. Seguidamente, el 19% representa a aquéllos que exponen que les provocó frustración. Con un 16% encontramos aquéllos que manifiestan miedo ante la muerte y, con una copiosa diferencia, hallamos que un 1% sintieron culpa al sufrir una pérdida. De este modo, se afirma la hipótesis alternativa (H1) referida a los sentimientos, es decir, tras la muerte de un ser querido, los adolescentes tienen sentimientos negativos producidos por la pérdida.
Si relacionamos los sentimientos experimentados y el concepto que tienen de la muerte, encontramos que todas las personas que refieren haber experimentado alivio (4%) tienen una concepción continuista, es más, estas personas insistieron en sentimientos positivos como paz y tranquilidad. Seguidamente, continuando con la variable “significado de la muerte”, podemos afirmar que un 55% cree en la finitud del ser, mientras que el 45% restante expone que para ellos la muerte es una etapa más de la vida. De este modo se confirma la hipótesis (H1) planteada para el concepto que tiene el adolescente acerca de la muerte, pudiendo asegurar que los pubescentes sí tienen un significado claro sobre el occiso, existiendo una disparidad entre estas dos concepciones –extintivistasy continuistas, en términos de Algarra (2012)–.
A continuación, se procederá a realizar el análisis de las variables conductuales tras vivir el fallecimiento de una persona cercana.
En cuanto a los “cambios de hábitos tras sufrir una pérdida”, el 70,69% de los adolescentes de la muestra no cambiaron sus hábitos de vida, mientras que un 29,31% sí lo hicieron. Estos datos están en desacuerdo con lo sostenido por Martínez y Velázquez (2018), quienes defienden que el adolescente sí lleva a cabo cambios de hábitos en su vida, ya que tras el fallecimiento, sienten soledad y añoranza. En la muestra, menos de un tercio se manifiesta en este sentido, parecería que tras la muerte aún no se sentían preparados para llevar el mismo estilo y ritmo de vida que antes.
En lo que atañe a la “expresión de sentimientos tras la muerte de un ser cercano”, el 51,16% refiere haber expresado sus sentimientos a la familia, mientras que el 48,84% se los manifestaron a sus amigos. Esto concuerda con las tesis de Orcasita y Uribe (2010), quienes defienden que su entorno más cercano es la familia y es allí donde ellos se sienten más cómodos a la hora de exponer sus sentimientos, aunque a veces acaecen sucesos que cambian este hecho y el adolescente busca otros ámbitos donde expresar sus sentimientos, como el grupo de iguales, debido a que se sienten identificados y, curiosamente, para algunos adolescentes su grupo de amigos les brinda mayor confiabilidad que su familia. Sin embargo, es de reseñar que ningún adolescente de la muestra admitió haber expresado sus sentimientos a desconocidos. Este último dato no concuerda con lo referido por los antedichos autores, quienes sugieren que, en algunos casos, los adolescentes expresan sus emociones a personas ajenas ya que sienten que no les harán ningún tipo de juicio de valor dado que no les conocen. En la muestra analizada no hemos encontrado esa casuística.
Respecto a la variable “expresión generalizada”, un 61,40% de los sujetos de la muestra sí expresan sus sentimientos ante la muerte de un ser querido de la misma forma que su familia, mientras que el 38,60% refiere que no lo realiza de igual modo que sus progenitores. Se puede afirmar que, en relación con la variable anterior, todos aquellos adolescentes que dicen expresar sus sentimientos a la familia también aseguran que expresan sus sentimientos ante la pérdida igual que ella. En cuanto a la “superación de las etapas del duelo”, una amplia mayoría de los sujetos (el 87,72%) afirman haber superado las etapas del duelo, siendo el 12,28% restante aquéllos que no las han vencido aún. Este hecho, tal vez, pudiera estar ligado al lapso de tiempo transcurrido desde el fallecimiento. En este sentido, los adolescentes suelen sentirse anquilosados en las fases de negación y depresión antes de llegar a la superación, y de esta forma lo manifiestan la mayoría de losencuestados
Por lo que respecta a la variable “evitación de situaciones”, el 61,40% aseveran no haber evitado lugares, personas o situaciones que le recordaran al difunto. Estos datos están en consonancia con lo afirmado por Martínez y Velázquez, en el sentido de que los adolescentes no evitan situaciones que les recuerden al fallecido, ya que se sienten cómodos al frecuentar esos lugares, indicando que les hacen sentir cerca del finado. Por contra, el 38,60% de los sujetos de la muestra refiere que sí ha realizado este tipo de comportamientos de evitación. En este sentido, Gil Marín (2017) defiende que se evitan determinados lugares y situaciones cuando les infunden sentimientos negativos.
Por último, en consonancia con la variable “despedida”, a la mayoría de los sujetos de la muestra (77,97%) les hubiese gustado poder despedirse del difunto de otro modo a como lo hicieron. En este sentido, a un 33,90% de los adolescentes le hubiese gustado despedirse asistiendo al entierro; seguidamente, un 28,81% hubiera deseado hacerlo mediante una o varias visitas al hospital y un 15,25% hubiera querido ir al velatorio para despedirse de su familiar o amigo. Por su parte, un 22,03% aseguran no querer despedirse de un modo diferente al que lo hicieron. Es reseñable que aquéllos que expresan que les hubiese gustado hacer la despedida en persona, admiten su pesar porque no pudieron exponer en los últimos momentos a su ser querido el grado de amor que sentían por él.
Para terminar, en la pregunta abierta, se analizó la variable “superación del fallecimiento”. Varios adolescentes lo superaron gracias al apoyo familiar y amigos; esto puede deberse a que ha existido una educación informal para la muerte. Otros adolescentes exponen que no lo han superado. Algunos aluden a que “el tiempo lo cura todo”. Por último, un dato curioso, tan solo tres de los adolescentes encuestados dijeron que la lectura y la música les hizo superar la muerte del fallecido debido a que al difunto le gustaba leer y escuchar música. Curiosamente, esos sujetos, de acuerdo con la variable anterior, no evitaban situaciones que les recordasen a su ser querido, puesto que estar cerca de esos lugares u objetos les transmitían tranquilidad.
De este modo, y para concluir, podemos confirmar la hipótesis planteada para la variable que concierne a la conducta (H1). Se puede argumentar que los adolescentes sí padecen variaciones en sus conductas cuando sufren la pérdida de un familiar o amigo.
CONCLUSIONES
Con la realización de la investigación se ha reflexionado sobre los conocimientos acerca de la muerte y el duelo en la etapa de la adolescencia y se ha indagado sobre el concepto de óbito que tienen los adolescentes de la muestra, qué sentimientos le transmite y qué conductas llevan a cabo tras la pérdida.
Fue fundamentalmente en la Edad media cuando se empezó a dar nombre a lo que las personas sentían tras sufrir la muerte de un ser querido y pocos fueron los autores que profundizaron con rigor en dicho tema. El hecho de que la doctora Kübler-Ross explicase de manera melodiosa la muerte a los más pequeños nos suscitó ahondar en esta materia a través del periodo de la adolescencia, ya que se trata de una etapa muy compleja con continuos cambios.
Cuando el pubescente sufre una pérdida necesita del apoyo social, tanto desde el ámbito familiar como desde el grupo de iguales, necesita comprender el porqué dicha persona ha fallecido y requiere ser comprendido y respetado por todo su entorno más cercano
En cuanto a los resultados obtenidos en la investigación, se puede deducir que muchos de los sujetos encuestados no han recibido una Educación para la Muerte y el Morir, ya que; unos alegan que no han superado la muerte, otros afirman que expresan sus sentimientos de la misma forma que su familia y varios de ellos exponen que les hubiese gustado haber realizado otro tipo de despedida.
Para conseguir que el adolescente lleve a cabo un proceso de duelo sano debe haber una educación y comprensión por parte de sus agentes de socialización más cercanos: desde la familia, el grupo de iguales y desde la educación (formal y no formal) a través materias transversales.
Referencias
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