Foro universitario
La Reforma de Córdoba: a cien años de la paidea universitaria de América Latina
The Córdoba University Reform: 100 Years of the university paideia in Latin America
La Reforma de Córdoba: a cien años de la paidea universitaria de América Latina
Educere, vol. 23, núm. 74, pp. 129-143, 2019
Universidad de los Andes
Recepción: 25 Junio 2018
Aprobación: 15 Julio 2018
Resumen: La conmemoración de los cien años de la Reforma de Córdoba representa para la auténtica universidad venezolana el reconocimiento más excelso a la universidad argentina, dado que tal acontecimiento sacudió el devenir de la política y de la historia de la universidad latinoamericana. El Manifiesto Liminar se constituye en la declaración política de un estudiantado lúcido y disciplinado, crítico y propositivo que develó la presencia de una universidad sin vida y sin destino; que fue capaz de alzarse contra la acriticidad institucional, la intolerancia del profesorado y el marasmo de una dirección universitaria carente de liderazgo y futuro. La Reforma de Córdoba y su pensamiento debe ser entendida como la “paidea universitaria de Latinoamérica” porque sus discursos y acciones permiten comprender la esencia de la universidad del subcontinente americano, ella es la contribución política más esclarecedora del siglo XX. La Reforma de Córdoba se hace hoy más vigente frente a la avasalladora gula del mercado globalizador y su pensamiento único que todo fagocita.
Palabras clave: Cien años de la Reforma de Córdoba, Manifiesto Liminar, movimiento estudiantil estudioso, crítico y propositivo.
Abstract: The celebration of the 1918 Centennial of the Argentinian University Reform from the authentic Venezuelan university represents a great opportunity to vindicate the influence the Argentinian University reform has played on history and policies of Latin American universities. The Liminar Manifesto is a political declaration from students highly concerned with disciplin, critical thinking, and common proposals, and who, by the time, observed and denounced the conditions of no life and no destiny found in universities. ftis group of students could raise their voices against non-critical, intolerance, and no leadership found in universities with no plans for future. The 1918 Cordoba University Reform should be understood as the “university paideia in Latin America”, because its activities and discourses permit to understand the university essence in the Americas which, in turn, can be considered as the clearest political contribution in the 20th century. The Argentinian University Reform has gained a renewed popularity these days because of the overwhelming presence of global market and the pensée unique that gobble up everything in their path.
Keywords: Centennial of 1918 Argentinian university reform, Liminar Manifesto, student activism.

A la memoria del negro David Fermín, autonomista auténtico. Líder estudiantil sin tachas y al frente del gremio profesoral universitario, inmenso y honesto. Murió en paz sin riqueza mal habida. Démosle un fuerte aplauso.
Vernos cien años después en La Reforma de Córdoba
Este evento académico organizado por la Asociación de Profesores de la Universidad de Los Andes, Seccional de Jubilados, en conmemoración de los cien años de la Reforma de Córdoba, representa el reconocimiento más excelso que la universidad venezolana le puede rendir a la universidad argentina. Rememorar aquella gesta revolucionaria sin alterar la esencia del grito de rebeldía y radicalismo político que inspiró al movimiento estudiantil de 1918, expresaría de parte de la comunidad de estudiantes, docentes, empleados y obreros de la Universidad de Los Andes, una manifestación de devoción inmensa y profundo respeto por aquella hazaña que sacudió el devenir de la política y de la historia de la universidad latinoamericana.
Y para los profesores comprometidos con la auténtica universidad cordobesa de nuestro país, celebrar el centenario del Manifiesto Liminar se constituye en el mínimo gesto de admiración y adhesión por una empresa de valentía y compromiso apuntalada por un estudiantado lúcido y disciplinado, crítico y propositivo que develó la presencia de una universidad sin vida y sin gobierno; que fue capaz de alzarse contra la acriticidad institucional, la intolerancia del profesorado y el marasmo de una dirección universitaria carente de liderazgo y futuro.
En esencia, hoy celebramos en este recinto de los profesores de la Universidad de Los Andes, institución de todos, sin exclusión ni pertenecía exclusiva de sectores académicos, gremios, grupos de electores o de partidos políticos; un encuentro con la historia y su principal protagonista: la Universidad de Córdoba y las universidades argentinas que se levantaron contra la antihistoria hace 100 años.
Hoy conmemoramos un encuentro trascendental con el acontecimiento universitario más importante nacido de la universidad latinoamericana. Un hecho de esta naturaleza sólo se puede festejar a partir de una mirada múltiple, amplia de criterios, plenamente convencida de que la discusión y el debate deben dejar una enseñanza y un aprendizaje que nos haga crecer dignificados por la crítica y la proposición transformadora, de lo contario, estaremos propulsando una querella sin sentido y un debate de sordos cien años después que este movimiento estudiantil disidente todo lo veía claro.
Este acto profesoral organizado en un programa de dos días para que la diversidad del pensamiento político y académico de la Universidad de Los Andes se exprese desde la pluralidad y la libertad de expresión sin más limitaciones que las determinada por el respeto a disentir y a la necesaria búsqueda de los acuerdos mínimos para existir como expresión del homo politicus y del homo universitas que mora en la universitas de los estudiantes y de los maestros nacida en el siglo XI con la universitas de Bolonia y de París, reivindica al gremio de los docentes jubilados. Valga entonces un reconocimiento a esta iniciativa promovida por el profesor David Díaz Miranda y su equipo de trabajo en la APULA, Seccional de Jubilados.
La Reforma de Córdoba y su pensamiento expresado en el Manifiesto Liminar deben ser adjetivados como la Paidea Universitaria de Latinoamérica porque de sus discursos y acciones se puede comprender la esencia de la universidad de este subcontinente americano y su contribución más esclarecedora del siglo XX al desarrollo de la universidad en general
La universidad latinoamericana entre dos aguas históricas
Los acontecimientos de Córdoba y las demandas hechas por el movimiento estudiantil de1918 invitan a pensar a la institución universitaria a partir de una génesis y un crecimiento que le han configura una fisonomía muy compleja, nada fácil de entender si ella no se ausculta desde unas rutas que le han configurado una concepción y unos principios que hoy la definen, caracterizan y diferencian.
La historia de Europa, antes y después del siglo XI, es la historia de la universidad que hoy conocemos, diversa y vigente, autosuficiente y orgullosa de su pasado, también contradictoria en sus esencialidades que la han hecho conservadora y, a la vez, transformadora, propositiva e innovadora.
La historia de la universidad es la historia de la universidad europea y por consiguiente es la historia de las ciudades donde nacieron las primeras universitas con la impronta educativa y religiosa feudal heredera del pensamiento judeocristiano con sus catedrales y monasterios. La universidades son por antonomasia la herencia del gremialismo de cultores y defensores del saber y del hacer, son la expresión del pensamiento grecolatino, del derecho romano y del derecho canónigo; son el fin del Medioevo mutando a Edad Moderna con el advenimiento del Renacimiento, la caída de Constantinopla, la expansión del islamismo instalado en España por 800 años y luego la historia de su expulsión por los Reyes Católicos de Castilla y Aragón. Así mismo son la creencia del imperio de España de haber encontrado Las Indias de las especias y luego descubrir que habían arribado al Nuevo Mundo para conquistarlo, saquearlo y colonizarlo a sangre y fuego en nombre de la defensa de la sagrada cristiandad. Empero a universidad son los tipos y las letras de la imprenta de Gutenberg y su biblia escrita de otra manera, es la ideología de la teoría de la economía y del pensamiento liberal atragantado en la Reforma Protestante de Lutero, Calvino y Anglicano junto al fanatismo y la persecución de la Contrarreforma, y a tenor, representan la Santa Inquisición y las guerras religiosas del cristianismo atestadas de fe, intolerancia, tortura y muerte. La universidad se expresa en la independencia de Norteamérica del imperio inglés y de la revolución francesa con el iluminismo, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y luego en el afán imperialista de Napoleón Bonaparte.
La universidades expresan el liberalismo y la creación de los estados europeos, la gesta independentista de Simón Bolívar y la expulsión del impero español; también se ubican en la historia de la Primera Gramática de la Lengua Española de Nebrija y en América Latina, están igualmente presentes en la Gramática de Andrés Bello; ellas se vinculan a la revolución industrial, al Manifiesto Comunista de Marx y Engels, al evolucionismo darwiniano, a la revolución rusa y a los acontecimientos de la llamada la Gran Guerra de 1917 y a las pobladas de Pancho Villa y Zapata.
En esencia, hoy celebramos en este recinto de los profesores de la Universidad de Los Andes, institución de todos, sin exclusión ni pertenecía exclusiva de sectores académicos, gremios, grupos de electores o de partidos políticos; un encuentro con la historia y su principal protagonista: la Universidad de Córdoba y las universidades argentinas que se levantaron contra la antihistoria hace 100 años.
Estos relatos de la historia del mundo occidental representan la impronta que dio esencia a la universidad europea, forjadora de la universidad colonial española que heredaron las nuevas repúblicas de la América hispana.
Las notas aludidas en este breviario, sin duda, dan contexto a la universidad latinoamericana de comienzo del siglo XX, en especial de la universidad argentina atrincherada a su conservatismo clerical, elitista e identificado con el poder político terrateniente, impermeables a los cambios sufridos en el mundo y, además, reactiva a pensarse diferente en un suelo que no era la Europa deseada de sus emigrantes y descendientes, valga decir, de los nuevos pobladores recién llegados y traídos por el ilustre Faustino Sarmiento para colonizar sus inmensas tierras expropiadas por el Presidente Roca a tiros y machetazos a los araucanos que vivían a lo largo y ancho del costado de la Cordillera de Los Andes, atravesando las pampas de la Patagonia, sin obviar el dominio que comenzaba en el norte subtropical acuífero hasta la oceánica Tierra del Fuego. Eso fue por allá finalizando el mil ochenta como suelen decir los amigos argentinos.
Los acontecimientos de 1918 en Córdoba denunciaban con lucidez histórica el freno que impedía su modernización institucional y su participación efectiva en los predios de una América recién independizada, conformada por unas naciones imberbes con instituciones republicanas muy débiles. Las guerras de independencia contra la corona española descubrió la realidad de unos países que gozaban de una independencia relativa de la metrópolis al heredar instituciones políticas muy frágiles, sujetos nacionales carentes de ciudadanía y de sentido republicano, portadores de diversos analfabetismos que impedían ensayar los aires de la democracia liberal.
Recordemos que la metrópolis imperial reflexiona y actúa de una manera muy distinta a como se piensa en pueblos subyugados por una impronta histórica colonial de cuatrocientos años para ese momento. En esencia, el pensamiento colonizador hegemónico es opuesto al pensamiento de los sujetos colonizados y con ello no estoy determinando como causal única la condición de pueblos condenados al atraso y a permanecer históricamente girando como naciones periféricas de los centros de poder mundial.
La Reforma de Córdoba, hoy conmemorada por el gremio de los profesores jubilados de la Universidad de Los Andes, subraya el hecho de que una universidad creada bajo los auspicios de la iglesia católica y luego legitimada y refundada por el Estado nacional, representa para todo universitario que se aprecie de tal, una obligada invitación a mirar con detenimiento la génesis y el parto de las universidades europeas, su crecimiento, expansión y desarrollo por el viejo continente para luego comprender el modo cómo fueron insertadas en el proceso de la conquista y la colonización española de la América.
Cien años del Manifiesto Laminar de Córdoba y su reforma representan el tiempo emanado por el grito de la rebeldía estudiantil universitaria y de un sorprendente y maravilloso ideario expresado en una declaración universitaria que se hizo público y notorio porque las gargantas acalladas y los lápices rotos y reprimidos del estudiantado cordobés, pudieron romper el cerco del silencio y el seto impuestos por la represión y la ignorancia, convertidos en la antiuniversidad admitida y promovida por el poder político conservador y el atraso clerical heredados de su historia colonial vigente.
La Declaración de Córdoba era la expresión representativa de lo que sucedía en todas las universidades latinoamericanas enclavadas en unas nacionalidades gestadas por la égida y la traza del vasallaje imperial colonial español y la presencia absoluta y omnipresente de la iglesia católica, cuyas auctoritas se impusieron con inaudita violencia en la idiosincrasia sudamericana y en los imaginarios colectivos como una forma de vida y de pensamiento.
Así fue como la letra de la lengua castellana y la fe cristiana, entraron al torrente idiosincrático de los pueblos originarios del Nuevo Mundo europeo. Esta introyección inoculó en nuestros pobladores originarios y herederos el yerro ajeno de una feligresía europea culposa. Allí está el principio de la herencia ontológica judeo- cristiana del pecado y la sumisión que llevamos como una cruz ideológica en nuestras entrañas e imaginarios colectivos.
La impronta social y cultural europea se hizo posible gracias a violencia de la espada real y al fuego de los cañones y arcabuces que se encargarían de enseñar a los oriundos el significado del vasallaje político y el sometimiento religioso. Una herencia que hoy llevamos en nuestro ADN sociocultural dificultando la redención de la condena que calificó a nuestros antepasados como seres sin alma, suerte de animales sin espíritu al que luego la acción evangelizadora se encargaría de proporcionarle la salvación y la unción del cristo redentor.
Analizar la Reforma de Córdoba y su Manifiesto Liminar cien años después sin subrayar mínimante las causas históricas que generaron las manifestaciones y las revueltas estudiantiles de la Universidad de Córdoba extendidas luego a las universidades de Buenos Aires, La Plata, Santa Fe, Mendoza, Tucumán y Litoral, sería un contrasentido presentista que omite interesadamente un pasado lleno de una paradójica brutalidad que decantó en nuestra actual idiosincrasia y, en particular, de una singular manera de ser.
Este acontecimiento ontológico no es una opción que se pueda borrar por la omisión o el olvido culposo, expresa los hechos y las consecuencia históricas que deben permanecer vivas para no olvidar de qué pasta estamos hechos, en especial, por el momento epocal de la globalización que ha estandarizado una rara condición de sujetos planetarios sin patria ni ciudadanía nacional, en tanto orbitamos por un mundo virtual sin identidad, nacionalidad ni referencias lugareñas.
Nuestra realidad histórica siempre estará marcada por la condición de pueblos originarios nacidos miles de años antes que la bota europea se posare sobre suelo americano, sin prescindir del hecho crucial que después de la empresa conquistadora y colonizadora ibérica, inglesa, francesa y holandesa, se nos crearon nuevos escenarios existenciales que marcaron el sentido del aquí y el ahora; también del allá y el después de un devenir al que le está prohibido ignorar su extraordinario mestizaje nacido de un cruce que los sujetos originarios tuvieron con el esclavo africano y el ibérico conquistador dominador.
Esta mezcla especial generó un cruce genotípico muy particular y unas fisonomías socio-culturales responsables de nuestra constitución identitaria e incluso de nuestra vergüenza étnica presente en el color de la piel, el cabello, el idioma y el lugar donde moramos, configurando una realidad sociocultural que muchos de nuestros paisanos llevan con pena o gloria.
Sin embargo, negar o desconocer el pasado europeo que llevamos en las venas, en nuestra mirada y en el álbum que contribuyó a conformar nuestra nacionalidad, equivaldría a negar la impronta europea de una universidad de quinientos años -para la época de la colonización- que se fue reproduciendo en el continente americano en las tintas de las pila bautismal y las bulas reales y pontificias del momento.
Alain Peyrefitte1 afirma con gran sabiduría que “no se puede mirar al fondo de la actualidad, sin mirar al fondo de la historia”, referencia por demás elocuente y comprometedora.
La insurgencia cordobesa fue un reclamo al olvido histórico que da singularidad a la universidad de nuestros días. El mayo francés de 1968, la reforma universitaria venezolana de 1969 y Tlatelolco de 1970, fueron insurrecciones estudiantiles que reclamaban que ningún olvido es voluntario. Tales levantamientos terminaron en detenciones y muertes a estudiantes, eran réplicas históricas que recordaban el verbo incendiario de un movimiento estudiantil preclaro políticamente y sin dobleces frente al poder, era el mismo grito y la misma tinta acusadora de las propuestas revolucionarias del movimiento estudiantil de la Universidad de Córdoba y de la Argentina lúcida que se expandió por todo el subcontinente americano.
Estos relatos de la historia del mundo occidental representan la impronta que dio esencia hizo a la universidad europea forjadora de la universidad colonial española que heredaron las nuevas repúblicas de la América hispana.
Estas notas que destaco dan contexto a la universidad latinoamericana de comienzo del siglo XX, en especial de la universidad argentina atrincherada a su conservatismo clerical, elitista e identificado al poder político terrateniente, todos impermeables a los cambios que el mundo sufría y, además, reactiva a pensarse diferente. Cualquier parecido con nuestra realidad actual no es pura casualidad.
La Reforma de Córdoba, 100 años después
La Reforma de Córdoba está considerada por los estudiosos de la educación como el hito trascendental más importante de la universidad latinoamericana desde sus orígenes coloniales. Su ideario es el más fértil reclamo por reivindicar la esencia y el ser histórico de la universidad europea heredada; a la vez, expresa el ideario académico sentido desde una perspectiva política aunado a una sensibilidad social única que muestra las huellas y las cicatrices vivas de un pasado colonial reciente y cargado de violencia, discriminación y sumisión. Sus planteamientos también se inspiran en los aires de unos tiempos esperanzadores impregnados por la novedosa revolución de octubre a la cabeza de los bolcheviques, los aires de justicia social de las montoneras de Zapata y Pancho Villa y su revolución mexicana y el estreno de una guerra en suelo europeo que auguraba la expansión del capitalismo imperial de aquellos tiempos y la presencia del nuevo hegemón estadounidense. Por ello estamos reunidos.
¿Cuáles fueron las razones que generaron aquel movimiento estudiantil, nada pacífico que conmovió los cimientos de la Universidad de Córdoba y a toda la Argentina?
Los estudiosos de la Reforma de Córdoba señalan diversas causas y el Manifiesto Laminar lucidamente las muestra con claridad meridiana y sin duda [ideas obscurantistas coloniales, pensamiento religioso que rayaba en fanatismo, estructuras académicas y una autoridad con organización de la universidad napoleónica, entre otras muchas razones ya expuestas con profundidad en la mañana de hoy].
Las propuestas que el movimiento estudiantil presenta son contundentes. El escritor peruano y líder de aquel movimiento estudiantil, Luis Alberto Sánchez, las resume de la siguiente manera2:
Por su parte el nicaragüense Carlos Tünnermann Bernheim sintetiza el petitorio estudiantil en doce planteamientos fundamentales3, a saber:
Para el filósofo peruano Augusto Salazar Bondy, cuatro podrían ser los objetivos fundamentales que caracterizan el movimiento político-académico de Córdoba:
La Reforma Universitaria de Córdoba, un legado y un balance
¿En qué medida Reforma de Córdoba transformó nuestras realidades universitarias y políticas? ¿Qué conquistas se mantienen cien años después? ¿Qué reivindicaciones pudieron ser reabsorbidas por el sistema y cuáles resultan insurrectas al día de hoy?
1. Córdoba, un hito latinoamericano que rescata la esencia de la universidad oriunda
La Reforma Universitaria de Córdoba ha sido motivo de muchas reflexiones, discusiones y escritos. Lo importante es subrayar que todo proceso social de magnitud histórica no sólo marca una época sino que la trasciende, cobrando vida propia más allá de la voluntad de sus protagonistas primarios.
Los acontecimientos de Córdoba de 1918 fueron, sin duda alguna, una auténtica revolución universitaria que sacudió el concepto y la praxis de la universidad argentina y removió los cimientos de la polis universitaria del subcontinente americano. Y justamente en su registro y balance histórico se encuentra la maravillosa y lustrosa paidea que enseña con solo con su reencuentro
El colombiano Martín Ogando nos recuerda que la historia del movimiento estudiantil argentino es de las más ricas del mundo, compleja y surcada de mitos, mártires y miserias. Rastrear en ella claves para encarar nuestras actuales y futuras construcciones es algo imprescindible para entender la universidad de nuestros países. Germán Arciniegas, su paisano, afirmaría que la universidad latinoamericana después de Córdoba “no fue lo que ha de ser, pero dejó de ser lo que venía siendo” (Arciniegas, citado por Tünnermann). En tal sentido la educación universitaria ahora se asumiría más laica y menos clerical sin olvidar que 2000 años de vida del cristianismo no se debe a la gracia de un milagro ni a las limosnas de los pobres y menesterosos que llegan por correo al Vaticano.
Los cambios propuestos por la Reforma Universitaria de Córdoba consolidaron su papel defensor de una educación superior al servicio de la sociedad y de los sectores socialmente excluidos. El grito de Córdoba provenía de la rebeldía de una juventud estudiosa, disciplinada ideológicamente y comprometida políticamente con las transformaciones sociales y con cambios sustanciales de una universidad abierta, popular, laica y democrática.
El espíritu reformador se extendió por todo el continente americano configurándose en el hito más esclarecedor de la universidad de América Latina. ¿Qué razón evidencia tal afirmación? Sencillamente que Córdoba rescata y dignifica el legado ontohistórico del concepto y la praxis de la universitas latinoamericana social y académicamente venido de las pequeñas corporaciones y fraternidades formadas en el siglo XII.
El legado de Córdoba en esta dirección ontológica nos conmina a reaprender el sentido histórico que generó en la Edad Media la comunidad de pares y su capacidad de juntarse voluntariamente, de organizarse para aprender en profundidad y en rigor el significado contenido en un saber conocido a través de un arte, un oficio, una tecnología, una ciencia, y quienes la dominan pueden enseñar a quienes no la saben, con el agregado que desean y pueden aprenderlo.
Así nace el concepto de la autonomía que es sustancial a la universitas medioeval y de la cual la ciudad de Bolonia es la cuna de la primera universitas studentium por allá en el año 1088. Sesenta y dos años después en 1150 lo harían los maestros de Paris fundando la primera universitas magistrorum, llamada universitas magistrorum et. scholarium parisienses. Luego los edictos de las bulas reales y pontificias hablarían de las universitas de maestros y estudiantes auspiciadas por iniciativa o apoyo de los reyes, emperadores y pontífices para beneficio de sus intereses temporales
Tales eventos nos enseñan que la universidad nació en distintas cunas al calor de sus mentores y protectorados, tanto monacales como monacales. De esta forma, se habían creado los pininos de la esencialidad del paradigma de la universidad y, por consiguiente, de sus posteriores tipologías. La universidad originaria vendría acompañada del sentido gregario inherente a la comunidad formada por maestros y estudiantes, soportada por una autonomía para pensar y enseñar, para escoger a su comunidad, para elegir al rector y disponer de la protección del gobierno de la ciudad e igualmente del poder clerical o real.
La universitas de estudiante y/o profesores dispondría de unos predios y de unos recintos académicos discurridos como inviolables para defenderlos a su vez de los desmanes del poder mundano de los reyes y de los abusos de las autoridades catedralicias y monacales, según fueran las circunstancias de la época y de las rivalidades oscilantes del poder. Igual ocurrió con la libertad para ejercer la catedra en manos de sujetos no religiosos. La laicidad es un atributo innato de las universidades independientes de toda religión.
Es así como a mano alzada se ancló sobre piso firme el andamiaje y la arquitectura de una de las instituciones educativas más importantes del medioevo europeo. El siglo XV en adelante consolidaría el perfil de la universidad con los aportes académicos provenientes de Inglaterra, Francia, Alemania, Estados Unidos y finalmente, Córdoba.
2. La pedagogía cordobesaña
Posterior a la Reforma y a las corrientes de pensamiento que influyeron en ella, se han escrito millares de páginas sobre las repercusiones de Córdoba. Intelectuales dentro y fuera de América Latina fueron influenciados o se refirieron a este acontecimiento. Nos referimos a los pensamientos diversos de José Ingenieros, Alejandro Kom, José Vasconcelos, Alfredo Palacios, Víctor Raúl Haya de la Torre, José Carlos Mariátegui, Julio Antonio Mella, Aníbal Ponce, Henríquez Ureña, Gabriela Mistral, Miguel Ángel Asturias, Germán Arciniegas, Carlos Quijano, Ricaurte Soler, Miguel de Unamuno y Waldo Frank, entre otros
La Reforma de Córdoba no solo es portadora de los principios originarios de la universidad y de los acontecimientos que sacudían el mundo de ese momento, sino por la profunda concepción humanística que la precedía y el sentido pedagógico con que fue escrito el Manifiesto Liminar.
Fieles a esta verdad, los estudiantes pedían que la universidad fuese un foro de ciudadanos libres, poseedores de razón e inteligencia. Pedían que las clases no fueran la monotonía de los monólogos del profesor, que no admite preguntas, ni dudas, ni discusiones. Criticaban el dogmatismo que impide al alumno, el vuelo de la mente y hasta las aventuras de la imaginación. Estos principios pertenecen al legado de la mayéutica de Sócrates, para quien el conocimiento brota, si lo asiste la libertad. Referíerese al conocimiento que no nace clandestino, ni a escondidas de los inquisidores (Pastrana Rodríguez, 2008).
El Manifiesto Liminar deja sentir con profunda claridad el pensamiento pedagógico de sus autores encabezado por su redactor, Deodoro Roca:
(…) Si no existe una vinculación espiritual entre el que enseña y el que aprende, toda enseñanza es hostil y por consiguiente infecunda. Toda la educación es una larga obra de amor a los que aprenden. Fundar la garantía de una paz fecunda en el artículo conminatorio de un reglamento o de un estatuto es, en todo caso, amparar un régimen cuartelario, pero no una labor de ciencia.
(…) El concepto de autoridad que corresponde y acompaña a un director o a un maestro en un hogar de estudiantes universitarios no puede apoyarse en la fuerza de disciplinas extrañas a la sustancia misma de los estudios. La autoridad, en un hogar de estudiantes, no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando: enseñando.
(…) Los métodos docentes estaban viciados de un estrecho dogmatismo, contribuyendo a mantener a la universidad apartada de la ciencia y de las disciplinas modernas. Las elecciones, encerradas en la repetición interminable de viejos textos, amparaban el espíritu de rutina y de sumisión. Los cuerpos universitarios, celosos guardianes de los dogmas, trataban de mantener en clausura a la juventud, creyendo que la conspiración del silencio puede ser ejercitada en contra de la ciencia.
(…) La única relación legítima y fecunda (...) es la de un discípulo que pregunta y la de un tribunal que responde. ¡Son ustedes los que deben rendir (exámenes), señores profesores!” [Agregado mío en negritas]
Deodoro Roca, Palabras sobre los exámenes
Este movimiento universitario estaba henchido de una inusual sabiduría impregnada de utopías posibles y sueños despiertos, cuyos reclamos justos y propuestas reivindicadoras interpretaban la auténtica universidad. Su doctrina, si me lo permiten, fue escrita y pronunciada con un verbo encendido, y el texto fue proclamado con una sapiencia política y académica única, sin parangón en la historia universitaria y con tal hecho se reivindicaba el sentido fundacional de la universidad y sus creadores, los scholarium de la universitas de Bolonia.
Acá se aprecia el rescate del ser de la universidad y el sentido latinoamericano de la Paidea Universitaria de Córdoba que hoy reconocemos en este acto y del que me permito leer estas ideas escritas con mucha devoción en remembranza y reconocimiento histórico de aquellos valerosos y rebeldes estudiantes que encabezaron uno de los movimientos universitarios políticamente más críticos, inteligentes y propositivos del mundo.
3. Cincuenta años Córdoba se replica en París, México y Caracas
La gesta de estos estudiantes no fue un movimiento de universitarios románticos enfrentados inocentemente a los poderes de la milenaria iglesia católica convertida en la tiranía de una secta religiosa” que convivía con el atraso de los intereses de los terratenientes y comerciantes que gobernaban al país. La historia de aquellos acontecimientos quedó registrada en la expresión antiuniversitaria impensable pronunciada por un rector de provincia enfrentado por los estudiantes: “Prefiero antes de renunciar que quede el tendal de cadáveres de los estudiantes”. Con estas palabras el rector de la Universidad de San Carlos respondía ante una exigencia hecha por los estudiantes alzados.
Cincuenta años después de la insubordinación revolucionaria de Córdoba tendría su émulo en las agitadas manifestaciones estudiantiles del mayo francés del 68 que zarandeó al gobierno del general Charles de Gaulle, y de las que se llegó a temer por una insurrección de carácter revolucionario en toda Francia y por la Europa occidental alineada a la OTAN y a los EE.UU. Este acto de protesta, como era obvio, fue reprimido y brutalmente liquidado por el gobierno presidencialista de Gaulle. Sus repercusiones se sentirían luego al otro lado del Atlántico.
Ese mismo año, el 2 de octubre, la Plaza “Las Tres Culturas” de la ciudad de México se convertiría en el teatro de operaciones del ejército del gobierno autoritario del Presidente de México, Díaz Ordaz, integrante del Partido Revolucionario Independiente /Integración (PRI). Allí en Tlatelolco caerían asesinados a traición cuatrocientos estudiantes y gente del pueblo que defendía a la universidad mexicana y rechazaba el allanamiento que días anteriores se había producido contra la UNAM. La Córdoba reprimida del 1918 se mostraba Tlatelolco ensangrentada y en las calles de París oliendo a subversión y libertad.
Dos años después, Córdoba y el mayo francés se replicarían en Venezuela Ningún universitario puede olvidar los pedimentos y requerimientos reformistas que hacían los estudiantiles de la Universidad Central de Venezuela, menos comprensibles fue el acto político y militar más bochornoso e indigno cometido contra una universidad pública y democrática. De esta manera se intervenía mortalmente la autonomía universitaria nacida en 1958 al destituirse al rector junto a las autoridades universitarias democráticamente elegidas y allanarse militarmente el recinto universitario de la UCV y el aledaño Jardín Botánico. La paradoja de tal acontecimiento descansaba en que el Presidente de la República responsable de la decisión interventora formaba parte del claustro universitario y del profesorado de esa primera casa de estudios de Venezuela.
Paris, Ciudad de México y Caracas habían detonado tal como Córdoba lo había hecho medio siglo atrás, haciéndose realidad los contenidos del Manifiesto Liminar que florecía con la frescura de una juventud apasionada por encontrar la esencia y la pertinencia de la universidad con su medio y en la búsqueda de una sociedad más libre y justa, democrática e inclusiva.
La lección política que Córdoba enseña hoy y mañana se reafirma en el principio de que toda revolución es posible, si ella primero nos transforma haciéndose conciencia revolucionaria; hacerlo de otra manera, es una invitación a la retórica vacía de contenido, y nada más que discurso demagógico desprovisto de obra.
La experiencia venezolana de los últimos años de gobierno es una evidencia clara y palpable de que si no hay conciencia revolucionaria en el pueblo y en su magisterio, así como en el liderazgo de sus gobernantes, la práctica social y económica está condenada al suicidio político, al caos y a la consecuencia inmediata de la historia conocida y prevista en los manuales del Banco Mundial y en los recetarios fondo monetaristas.
Un país no sólo se conduce certeramente desde la dirección del gobierno que lo preside sino también con quienes sabiamente se le oponen con autenticidad política, capacidad propositiva, mirada fiscal y consentimiento nacional. Quizás los hechos del presente venezolano nos remiten a una dura y triste realidad de contradicciones por demás aleccionadoras.
En este sentido, defender la universidad y achacar sus males y fracasos al Estado y a sus desgobiernos, es asumirse en detentores de la verdad y del buen juicio y anteponer la excusa de que gracias al otro que me adversa no se pudo hacerlo correctamente una gestión administrativa. La ausencia de autocrítica es la expresión más palpable de no saber en qué consiste la autonomía universitaria y usarla para todo, suerte de antídoto y escudo que oculta el fracaso de no hacerlo bien ni poder apreciar el ser de la universidad para gobernarla desde allí.
4. Visión y voz emancipadora e imperialista
El programa reformista tiene un fuerte componente antiimperialista que surge del seno mismo del movimiento estudiantil reformista conformada un ala abiertamente marxista, una de corte socialdemócrata y otra de inspiración anarquista. A partir de 1925 el discurso universitario se hace político en todo el continente. Esta tendencia expresaba la convicción de que los objetivos de la revolución universitaria debían entrelazarse inmediatamente con la lucha revolucionaria de los trabajadores por su emancipación.
Para ellos el programa de reformas universitarias debía ser parte de un programa de revolución social que apuntara a resolver el problema de la tierra, los derechos laborales, la independencia nacional respecto al imperialismo, que sólo era viable mediante el derrocamiento del capital y la lucha por el socialismo.
Lo que queda claro es que, más allá de los matices y recorridos, nacionalistas y democrática y encabezada por los “trabajadores intelectuales y manuales”, con los socialistas y dirigida por el proletariado, la reforma había superado para mediados de la década del 20 el campo universitario.
La Reforma Universitaria iniciada con la “revolución” cordobesa de 1918 fue un proceso democrático, notablemente radicalizado y con orientaciones antiimperialistas e internacionalistas. No obstante esta significación de identidad en el terreno de la política extra-universitaria, su programa fue fragmentario y contradictorio, su ideología difusa y fuertemente influenciada por ideas románticas.
Por su carácter de clase y sus heterogeneidad política no pudo, mayoritariamente, articular un cuestionamiento a la estructura económica capitalista en la que se basaba el atraso y la dependencia colonial, que tanto irritaba a aquella juventud, y proyectar así un programa superador.
Este movimiento estudiantil heterogéneo y discordante también fue rico, generoso y valiente, constituyéndose en el legado de una generación de nuestro continente, única y, por tanto, irrepetible. Anduvo a tientas entre la esperanza de la revolución rusa, la revolución mexicana, la tragedia de la guerra imperialista de Europa y la emergencia de un nuevo mundo. Despertó intuiciones geniales y lanzó a la vida política a algunos de los más destacados dirigentes.
Dio surgimiento a distintas vertientes que influyeron durante décadas la política latinoamericana con partidos tales como el APRA del Perú, el PRI de México, AD de Venezuela, entre otros. La Reforma, finalmente, es una experiencia fundante de nuestro movimiento estudiantil que aún hoy es necesario reapropiar y criticar, y que nos puede aportar valiosas conclusiones pero sobre todo también el entusiasmo militante imprescindible para cambiar la realidad.
La Reforma Universitaria iniciada con la “revolución” cordobesa de 1918 fue un proceso democrático, notablemente radicalizado y con orientaciones antiimperialistas e internacionalistas.
Este movimiento estudiantil fue heterogéneo, confuso, contradictorio pero también rico, generoso, valiente, es el legado de aquella generación en nuestro continente. Anduvo a tientas entre la esperanza de la revolución rusa, la revolución mexicana, la tragedia de la guerra imperialista de Europa y la emergencia de un nuevo mundo. Despertó intuiciones geniales y lanzó a la vida política a algunos de los más destacados dirigentes.
El movimiento estudiantil de 1918 fue la respuesta al contexto particular de las cambiantes condiciones políticas y socioeconómicas de la nación Argentina y del orbe en aquel momento, pero también fue la expresión de una raíz muy auténtica reafirmada en la épica libertadora de América hispana y en el ideal bolivariano de unidad de las repúblicas latinoamericanas contra el peligro que se hacía sentir desde los Estados Unidos de Norteamérica: el imperialismo en su fase superior, a decir del Lenin.
Hoy más que una advertencia, el tema del imperialismo no es un escenario fantaseada por los revolucionarios, no es un invento, ni una realidad traído por los cabellos para que la dirigencia institucionalista del status quo universitario le saca el cuerpo tal como si ello fuese una trivialidad que no tuviese implicaciones para las sociedad de nuestro país, la región y el mundo.
5. La Autonomía Universitaria
Autonomía significa según el DRAE “capacidad para gobernarse”. No significa simplemente “gobernarse”, sino la capacidad para gobernarse correctamente según sus intenciones. Capacidad es la “cualidad que dispone alguien para el buen ejercicio de algo”. Así, lo opuesto de la autonomía no es un simple no-gobernarse, sino la incapacidad para hacerlo bien (heteronomía).
Obviamente, la negación de la posibilidad del auto-gobierno implica la negación de la posibilidad de la autonomía, pero un ser puede gobernarse y sin embargo no ser autónomo. En efecto, la posibilidad del autogobierno es una condición necesaria, pero no es suficiente para el ejercicio de la autonomía, se requiere hacerlo bien. No es un deseo “preñado de buenas intenciones”, es un ejercicio correcto y, por tanto, un acto con resultados favorablemente esperados. No es entonces la declaración teleológica, es su correlato evidenciado en la práctica real cargada de auctoritas.
La autonomía es consustancial al concepto de la universitas de los estudiantes y de maestros del siglo XII, y nace desde una práctica ya existente en otras corporaciones, en consecuencia esta condición es inherente a la universidad y por tanto es un principio fundacional de su ethos. El rescate del principio de la autonomía universitaria es uno de los reclamos fundamentales del movimiento estudiantil que lideró la Reforma de Córdoba y que consideramos sigue vigente y es un motivo fundamental de este encuentro de universitarios.
La Autonomía Universitaria, tal y como la conocemos en Venezuela y en otros países de Latinoamérica, no existe en el resto del mundo. En los países sajones, incluyendo por supuesto a Estados Unidos, las autoridades universitarias son designadas, no existe el cogobierno estudiantil, la estabilidad profesoral está restringida al máximo nivel jerárquico y las líneas de producción de conocimientos se deciden por la vía de lo que financian las grandes empresas y los fondos gubernamentales.
Parecería entonces que, si bien la autonomía es un atributo esencial de nuestras instituciones universitarias, la universidad existe mundialmente sin la presencia de ese atributo, por lo menos en la forma y con las expresiones que en Latinoamérica se le conoce.
El drama de la universidad venezolana, según Luís Fuenmayor Toro, Luís ex rector de la Universidad Central de Venezuela, es que las universidades declarativamente han estado más preocupadas en ser autónomas que en ser universidades. Es el drama de haber perdido completamente la noción de qué es lo substantivo y cuáles son sus atributos ideales o las cualidades necesarias para su existencia plena. La confusión está entre lo sustantivo: la universidad y una de sus cualidades: la autonomía. Ésta, por más importante que sea, es sólo una de las cualidades de la universidad, mientras que lo fundamental lo constituye la institución universitaria. Para tener una universidad democrática hay que tener primero una universidad; si se la destruye o si no se la construye no tendremos ni universidad ni democracia.
Existen muchas instituciones autónomas que no son universidades. La autonomía es una cualidad que se otorga o se adquiere, por lo que no tiene existencia por sí misma, sino a través de la institución que la posee, la ejerce y la disfruta desde el hacer que trasciende, lo demás es discurso.
Lombardi, otro rector venezolano, señala que “la universidad pasa de estar en lo político, lo cual es parte de su deber ser, a estar en la política, lo que constituye una práctica equivocada e inadecuada”. Quizás esta razón sea una de las causas de nuestra tragedia actual y una excelente razón para debatirla en este escenario gremial: la paradoja de la política.
6. El Consenso de Washington y la Reforma de Córdoba enfrentados
La década de los ochenta cambia el rostro de la geopolítica internacional con la caída del muro de Berlín y la desaparición del Pacto de Varsovia, lo cual desestabiliza los referentes de la izquierda en el mundo y sus imaginarios revolucionarios desprovistos de las coordenadas que conducían su actuación. Europa se constituye en un eje de integración con el nuevo orden y la OTAN desestabiliza el antiguo mundo bipolar cercando militarmente a Rusia. Se impone el Consenso de Washington y el neoliberalismo desarrolla su máxima capacidad expandiendo el capitalismo financiero por todo el orbe en desafío al derecho internacional y a la soberanía de las naciones.
Por su parte, Rusia y China desaparecen como opciones políticas frente al liberalismo e inician un proceso de transformación ideológica que los convierte en los nuevos socios y competidores por los mercados internacionales. La globalización del capital se hace cada vez más evidente gracias a las tecnologías de la información, la comunicación y la automatización de los servicios. América Latina y el Caribe entran al juego de los acomodos y reacomodos geoestratégicos del gran capital en el papel asignado de suministrador seguro y confiable de materias primas, petróleo, minerales estratégicos y agua, así como de facilitar que en sus predios se creen bases militares y disponer de las existentes con la excusa de combatir el terrorismo, la producción de drogas y el narcotráfico, la defensa de los DD.HH., además de exigir para su beneficio la apertura sin restricciones de sus mercados nacionales.
Esta realidad mundial plantea a la universidad democrática y pública una posición y exige de su comunidad una mirada crítica frente a la arremetida neoliberal que solo acrecienta los lazos de subordinación a un tipo de capitalismo definido como salvaje y vorazmente depredador, que no genera riqueza mediante la producción de bienes y servicios, sino que procura continuar haciendo de nuestros países las vitrinas consumidores de sus mercancías. Nadie pide que la dirigencia universidad se haga revolucionaria sino que permita que la institución universitaria de la nación salte a la palestra, asuma un liderazgo y debata más allá de los intereses personalísimos de sus dirigentes. La universidad no debe ni puede ser un reducto de quienes la dirigen, independientes de sus convicciones políticas y partidistas.
La democracia se expresa desde la discusión y el acuerdo, ese es la política en su justa dimensión educativa.
8. Hoy, después de cien años después de la Reforma de Córdoba
La educación y la universidad latinoamericana vistas a partir del actual contexto económico y social mundial con el neoliberalismo frente a nuestra cotidianidad, emplazan a los universitarios y, en especial, a su movimiento estudiantil y al gremio de los profesores a realizar nuevas lecturas e interpretaciones sobre el deber ser de la universidad y su vinculación efectiva con el país, y luego con el mundo.
Hagamos por decencia un alto al debate ideológico entre socialismo y capitalismo e intentemos vernos desde los postulados de gran contenido humanista y profunda sensibilidad social que brotaron de las gargantas y de los lápices de un estudiantado que se hacía protagonista, en tanto se transformaba desde la crítica y la proposición constructiva, radical y soñadora.
Qué nos dejó Córdoba cuando exigía una universidad con autonomía plena para pensarse libremente sin las ataduras del pensamiento clerical y conservador del siglo XIX. En qué quedó el cogobierno tripartito de Córdoba y las exigencias señaladas por ejemplo en la Ley Orgánica de Educación (LOE). Una discusión que desapareció porque la universidad nacional y su dirigencia le tuvieron miedo a ser lo que ella debió haber sido y por no ser capaz de presentarse ante el gobierno nacional con una propuesta auténticamente debatida en comunidad votada democráticamente. Simplemente se mimetizó al juego de la bipolaridad política que se traga al país y con ella a la universidad que se subordinó a una facción del partidismo opositor tal como si fuese un partido político en manos de las corporaciones gremiales y grupos de poder estudiantil del gobierno universitario.
La universidad nuestra corre peligro mortal de perder su sitial de casa de la luces, si no ya lo hizo, por ausencia de contenidos para pensarse en el marco de una institución educativa moderna, ágil, fresca, de nuevo tipo para un país distinto y que hoy desafortunadamente desfallece por inanición y desesperanza. Si se trata de buscar responsables únicos la tarea es sencilla y sabe dónde están, pero si se trata de averiguar sus causas fundamentales, las encontraremos y con ellas a todos quienes tenemos alguna cuota de responsabilidad histórica frente al desgobierno que no supo conducir estratégicamente su agenda política y a una oposición que al carecer de un plan alternativo creíble presentaba como salida a la crisis del país una réplica del Pacto de Punto Fijo hecho en New York y Washington en 1958
Hoy la universidad igualmente pierde el liderazgo frente a sí y a su comunidad sin darse cuenta. Su anemia, letargo y falta de capacidad para auto-transformarse, le ha impedido pensarse en comunidad y en el debate con el pensamiento diverso porque perdió su capacidad natural para la gestión cotidiana de su autonomía universitaria y el necesario reconocimiento al otro. De casa de la luces pasó a ser una institución quejosa, achacosa de todos los males propios del rentismo petrolero, defendiéndose en el ritornelo histórico de que le atropellaban su autonomía universitaria como si allí estuviera su única razón de ser que le anima su existencia.
Mientras el tiempo pasa, la universidad, o sea nosotros, sin discutir ni redefinir su devenir institucional “se defiende” del enemigo histórico que le suministra todo y le delega atribuciones educacionales: el Estado nacional. En paralelo aplaude las bondades neoliberales sin darse cuenta que existe un mercado mundial deprimido de profesiones que no requiere de titulaciones; no obstante ello, sigue aferrado al modelo napoleónico como si fuera su tabla de salvación, sin que haya una política acompañada de una práctica permanente destinada a hacer cotidiana la revisión y la evaluación curricular para conocer el estado de sus planes de estudio y re-diseñar sus currículos de pregrado y postgrado.
Lo más paradójico de ello es que la Reforma de Córdoba denunciaba a la universidad convertida en una fábrica de profesionales para el mercado. Deodoro Roca con gran elocuencia afirmaba: “Mientras.(…) la escuela actual no cambie totalmente sus bases (...) las universidades seguirán siendo lo que son, fábricas de títulos”.
Conclusión
Concluyo esta larga reflexión señalando que vivir plenamente la universidad solo es posible hacerlo en el marco de los valores que promuevan la tolerancia, la divergencia, la libertad de conciencia y de expresión, el reconocimiento del otro y el respeto por el pensamiento ajeno, de lo contrario nos replicamos en las causas que provocaron la insurgencia estudiantil de la Universidad de Córdoba, extendida como pólvora a las universidades de Buenos Aires, La Plata, Mendoza y Santa Fe.
En Venezuela hemos vivido la universidad autónoma, publica y democrática el fragor de la implantación de su filosofía y sus propuestas, de la utopía de sus ideales y el rigor de sus fines y valores, la trascendencia de su espíritu y el mandato de su letra con la convicción de su defensa a ultranza, pero también hemos sido leoninos frente a la inobservancia de los derechos y los deberes de la dirigencia universitaria y de la comunidades de profesores, estudiantes, empleados y obreros. Es necesario un mea culpa responsable y un acto de contricción cristiana para reivindicarse desde la obra y no continuar como si fuésemos una carmelitas descalzas inocente caminando como si todo el tiempo se estuvo orando y en sus manos sosteniendo un rosario sin cuentas por pagar.
Asimismo hemos hecho frente común contra los eternos enemigos de la universidad pública y democrática ubicados por igual en los estamentos del gobierno del Estado nacional, en el gobierno oculto de la economía, en los gobiernos de la universidad, en la dirigencia gremial estudiantil o profesoral, en los sindicatos de obreros y empleados y en los partidos políticos de izquierda o de derecha. Allí se encuentran también los enemigos ocultos que dicen defender la universidad. O sea, los enemigos endógenos de la universidad venezolana.
Finalmente concluyo diciendo que la universidad no tiene una sola expresión, una exclusiva mirada o vocería, no podría ser así, ella es múltiple y diversa, suerte de crisol donde se encuentran todas las expresiones del pensamiento, la disidencia, la discrepancia y la pluralidad. La verdad única es la más pura expresión de antiuniversidad, venga de donde venga, dígala quien la diga.
Ella es una en su diversidad, en tanto, casa de la luces y de los sujetos que la viven y la construyen diariamente con sus reflexiones y aportes. Refiérome en nuestro caso a un profesorado que no vive de la universidad, vive para ella, sin apurar su jubilación temprana en la fecha indicada, toda vez que son sujetos con un ideario que se desvela sin renunciar a seguir acompañándole, aun en el disfrute de la tranquilidad que le brinda su jubilación de guerrero del conocimiento y del saber.
Muchas gracias.
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Notas
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