Resumen: Este trabajo se enfoca en ver algunas determinaciones concretas más importantes de lo que se podría definir como el proceso de desindustrialización más profundo y sorprendente de América, con el agravante de que el protagonista de la desindustrialización es un gobierno que según la ideología que profesa (socialismo nacionalista del siglo XXI) debería haber hecho todo lo contrario. Aunque tal labor requeriría de varios volúmenes y el artículo tiene serios compromisos con la brevedad, se hará el intento de plasmar algunos indicadores claves del atraso productivo de la actualidad y de las políticas macroeconómicas que hundieron el aparato industrial. Por todo lo anterior se hará un esfuerzo de síntesis importante, lo cual dejará aspectos muy sugestivos fuera de este artículo. Por razones de espacio, se hará un enfoque en lo que no ha debido hacerse, en vez de lo que se podría (o debería) haber hecho.
Palabras clave: Producción, productividad, importaciones, sobrevaluación, desindustrialización.
LA INDUSTRIA EN EL MARCO DE LA PEOR CRISIS ECONÓMICA DE LA HISTORIA
Es un hecho público y notorio que la situación económica actual del país se muestra como el ciclo recesivo más violento que ha sufrido en su historia. En la actualidad y por cuarto año consecutivo, Venezuela posee la inflación más alta del mundo (2015: 181 %), un déficit fiscal de dos dígitos (por quinto año consecutivo), una caída del 75 % de los precios del petróleo (que representa cerca del 95 % de sus exportaciones -2013-), el riesgo país a la inversión internacional más alto del globo (2016: JP EMBI+ 4145 puntos), la estrepitosa caída del PIB (-7,1% al tercer trimestre de 2015), la cantidad de reservas internacionales más baja del decenio y una tremebunda escasez de toda clase de bienes y servicios. A ello se le suma la fuga de capitales más elevada del mundo que se realiza bajo la mirada impertérrita de un rígido control de cambio.
A enero de 2017 aún no se tiene ninguna cifra concreta del año 2016, ni siquiera de los primeros meses. Aunque todas las estimaciones concluyen que el año 2016 fue más negativo que el peor año en materia económica de nuestra historia (2015), aún no se sabe cuánto más podría disminuir la economía. Como boom noticioso se ha propagado una supuesta filtración de las cifras preliminares que el Banco Central de Venezuela estaría estudiando publicar. Los guarismos (filtrados) para el año 2016 son realmente escalofriantes: el PIB tuvo una caída acumulada de 23,0 %, la baja en actividades sensibles como petróleo y manufactura sobrepasaron el 20 % y la inflación anual fue 830 % (Patilla, 2017). Aunque las cifras están lejos de ser oficiales, parecen reflejar el definitivo estallido de la crisis más importante de nuestra historia (Sutherland, 2016). En otros trabajos se ha analizado la crisis como entorno macroeconómico en general (Sutherland, 2016). Hay varios ensayos interesantes en ese sentido.
Las dificultades para conseguir data actualizada han sido extremas. Desde hace varios años el gobierno bolivariano ha decidido dejar de publicar informaciones vitales, o hacerlas con extremo retraso. Dicha política oscurantista se ha “legalizado” en el año 2016, con los “decretos de emergencia económica”, que aprobados por el Tribunal Supremo de Justicia, explican que los datos macroeconómicos le pertenecen al poder Ejecutivo y que éste tiene el derecho de impedir su publicación, ya que muchos investigadores podrían usarlos para atacar la reputación del gobierno. Sin comentarios.
LA ENTRADA DEL GOBIERNO BOLIVARIANO Y LAS PROMESAS DE INDUSTRIALIZACIÓN
“Nosotros tenemos un proyecto, que es el proyecto de transición, apenas te hablé de una de sus líneas estratégicas, que es la línea macro política constituyente, tenemos también una línea macro económica, una línea de una economía diversificada…” Hugo Chávez, 1998 (Rondón, 1998)
En 1998 el Chavismo surge como alternativa política con base a un discurso nacionalista que retrotrae al imaginario de la “Gran Venezuela”. Con una retórica popular y patriótica el proyecto bolivariano se vendía como una esperanza de regreso a los años de esplendor de la economía. Parecía que el único problema era la distribución corrupta y clientelar del provento petrolero. Lo único que había que hacer era “adecentar” a la clase política, estimular a los empresarios nacionalistas y poner en cintura a las rapaces transnacionales. Con medidas político-administrativas de rigor disciplinario se volvería al país potencia que alguna vez (se pensó) fuimos. Sin prácticamente mencionar a la clase obrera y a las necesidades de desarrollo de las fuerzas productivas, el proyecto bolivariano expresó el descontento general que estaba harto de los paquetes de ajuste macroeconómicos del FMI, la austeridad, las devaluaciones y la merma del poder adquisitivo.
Aunque en toda campaña política las promesas electorales son tan fastuosas y resistentes como pompas de jabón, en todos los candidatos a la elección presidencial de 1998 la frase: diversificación de la economía y desarrollo productivo, estuvo de moda. Sin embargo, en el proyecto ganador no hubo atisbos serios que apuntasen a una propuesta firme de desarrollo industrial.
Años después, en diversos planes de gobierno y en algunos discursos, el Presidente Chávez trató de alguna manera de tocar el tema de la industrialización, aunque sea de soslayo. El énfasis parecía más bien orientado hacia el rescate de la renta petrolera, es decir, arrebatarle a la “tecnocracia meritocrática” de PDVSA y a las “maliciosas transnacionales” el ingreso rentístico que le pertenecía al pueblo y que debía ser administrado y distribuido por un gobierno popular.
Con el pasar de los años y habiendo superado el llamado “paro petrolero” y el “golpe petrolero” (2002-2003), el chavismo fue creciendo en ambiciones ideológicas y del llano nacionalismo patriótico, muta hacia el socialismo nacionalista del siglo XXI. Dicho momento quedó inmortalizado en el discurso del Presidente Chávez en el foro Mundial de Porto Alegre de aquel lejano 30 de enero de 2005 (Garrido, 2005).
Con una renta petrolera completamente en manos del poder Ejecutivo y con un apoyo masivo que le permitió al chavismo triunfar con un margen histórico en las elecciones presidenciales del año 2006, se empieza a consolidar un incremento sideral en los ingresos por exportaciones y comienza la etapa en la cual muchos pensaban, iba a desarrollarse al fin el proyecto de industrialización nacionalista que “sembraría” el petróleo en una serie de máquinas e instalaciones que podrían servir para sustituir importaciones manufactureras en el mediano plazo.
Los constantes llamados de Chávez a estudiar marxismo levantaron un gran entusiasmo por la oportunidad histórica que tenía el país de emprender un proceso “socialista” de industrialización nacional, que tuviera tras de sí una enorme renta petrolera de respaldo. Como el proceso bolivariano se llamaba a sí mismo revolucionario y socialista, era de esperar que siguiera las incansables palabras de Marx en relación a la necesidad de desarrollar con la mayor ciencia, tecnología y planificación, los procesos industriales. Más aún, con las experiencias de desarrollo industrial en la URSS, China y la RDA, se creía que la clase obrera podría llegar a ser el verdadero sujeto histórico del cambio social. La propuesta industrializadora era indetenible, ya que aparte de manejar el estado por completo, se poseía una renta del suelo minera tan munificente que haría un camino de rosas, los dificilísimos pasos que dieron otros países intitulados “revolucionarios”. Pero parece que esto no fue así.
EL CICLO ECONÓMICO ATRAVESADO POR EL BOOM DE LAS MATERIAS PRIMAS
Una de las formas más sencillas de ver el avance de un proceso nacional de acumulación de capital, es estudiar las variaciones del PIB per cápita. De manera simple se puede observar la evolución del ingreso en una economía, sin reparar en la distribución del mismo, tema que sería adecuado para otro artículo.
Aunque el PIB en su comportamiento muestre la normal ciclicidad de toda economía capitalista, el PIB per cápita muestra más bien las tendencias de la acumulación puestas en relación con el crecimiento poblacional, que en Venezuela ha sido bastante alto. En el gráfico 1 se muestra, desde 1951 hasta nuestro tiempo, la evolución del PIB per cápita que inmediatamente al llegar el gobierno bolivariano, detenta un ligero repunte, para luego desplomarse en 2003 en el medio de huelgas patronales, “golpes de estado” y sabotajes a la producción petrolera. El posterior control de la situación política se entroncó con un inusitado y virulento auge de la renta a mediados del año 2004. Los precios se elevaron exponencialmente, y pasaron de un tímido $ 10 por barril a estabilizarse en torno a los $ 100. Ahí es cuando empieza la última época “dorada” del esplendor de la renta. De un PIB per cápita cercano a Bs. 1.400.000 (poder adquisitivo de 1997), se salta a un PIB que casi roza los bs. 2.100.000. El crecimiento fue tan fuerte que casi alcanza al pico histórico alcanzado en 1977.

CÓMO SE LICUÓ LA RENTA PETROLERA EN IMPORTACIONES
Si en Venezuela las importaciones totales crecieron más de cinco (5) veces en el periodo 2003-2012, y la producción interna se había incrementado en ese período, lo que debió haber pasado es que el mercado rebose en productos importados, haya un exceso en la oferta de los mismos y sus precios disminuyan. Sin embargo, en Venezuela empezaba a suceder todo lo contrario. Las mercaderías empezaron a escasear, sus precios se elevaron, su calidad disminuyó y la variedad de las mismas se redujo de forma drástica. Un resultado completamente contrario al observado en los indicadores macroeconómicos más generales.
Unas de las causas de la situación anteriormente expuesta fue la exportación vigorosa de capitales que restó capacidad de inversión productiva a lo interno del país, gracias a una enorme sobrevaluación de la moneda que facilitó (y facilita) y abarató las importaciones, en detrimento de la producción nacional. Dicha sobrevaluación del bolívar no es más que una poderosa transferencia de renta petrolera desde el estado “socialista” hacia los importadores, quienes reciben mucho más dólares de los que deberían absorber por los bolívares que desembolsan.

En el gráfico 3, veremos con más detalles que el enorme auge exportador de Venezuela, gracias a la decuplicación del precio del petróleo (puntualmente, de 1999 a 2008) se ha visto acompañada con un voraz auge importador. Las importaciones CIF que en 2003 apenas rozaban los 14 mil millones de dólares, en 2012 alcanzaron los 80 mil millones de dólares (INE Comercio exterior, 2014), importación que siendo “supuestamente” orientada en 70 % a la inversión productiva (Kornblihtt J., 2015), no se vio reflejada en un aumento de la producción. El aumento de las importaciones CIF de 457% para el período (2003- 2012) refleja que el ritmo en la importación es a todas luces exagerada y sin ninguna vocación de ahorro ante una posible declinación del ciclo económico, ante una eventual caída en los precios del petróleo. De hecho el aumento de las exportaciones, para ese mismo período fue de 257 %, mucho menor al aumento de las importaciones.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Enlace alternativo
http://saber.ucv.ve/ojs/index.php/rev_ac/article/view/12963/12647 (html)