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HACER Y DECIR EN UNA EXPERIENCIA COOPERATIVA ENTRE PERSONAS PRIVADAS DE LIBERTAD Y UNIVERSITARIOS: REFLEXIONES URGENTES DE LA EXTENSIÓN UNIVERSITARIA

Flavia Romero
Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Argentina

HACER Y DECIR EN UNA EXPERIENCIA COOPERATIVA ENTRE PERSONAS PRIVADAS DE LIBERTAD Y UNIVERSITARIOS: REFLEXIONES URGENTES DE LA EXTENSIÓN UNIVERSITARIA

Revista Conexão UEPG, vol. 13, núm. 3, pp. 360-375, 2017

Universidade Estadual de Ponta Grossa

Recepción: 30 Julio 2016

Aprobación: 09 Diciembre 2016

Resumen: Muchas cosas hemos leído y escrito en estos últimos años acerca de las prácticas extensionistas como “diálogo de saberes”. Si bien estas producciones son valiosas por marcar un horizonte concreto, vale reflexionar sobre el “hacer” como proceso en el que se ponen en juego no sólo características de miembros de organizaciones territoriales, sino también modos de hacer instituidos en el mundo académico, que generalmente en los relatos de experiencias son invisibilizados. Estas reflexiones se anudan en una experiencia entre la Cooperativa de trabajo Entrelazando Nuestras Costuras, conformada por presos de la Colonia Penitenciaria Monte Cristo (Córdoba, Argentina) en régimen de semi-libertad, y sus acompañantes de la Facultad de Filosofía y Humanidades en la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina); dejando ver las particularidades de sus saberes y modos de hacer que se ponen en común en el trabajo cooperativo. A través de un análisis de corte socio-antropológico que dan cuenta de un proceso de participación activa, se destacarán las marcas institucionales que atraviesan a los cooperativistas y universitarios cuando ensayan una construcción común, considerando aquello que entra en juego a la hora de hacer un “diálogo de saberes”.

Resumo: Muitas coisas têm sido lidas e escritas nos últimos anos sobre as práticas de extensão como “diálogo de saberes”. Embora essas produções sejam valiosas para marcar um horizonte particular, vale a pena refletir sobre o “fazer” como um processo que entra em jogo não apenas características de membros de organizações territoriais, mas também modos de fazer instituídos no mundo acadêmico, que geralmente nos relatos de experiências são invisibilizados. Estas reflexões são amarrados numa experiência entre a cooperativa de trabalho “Intercalando Nossas Costuras”, formadas por detentos da colônia prisão Monte Cristo (Córdoba, Argentina) em semi-liberdade, e seus colegas da Faculdade de Filosofia e Ciências Humanas da Universidade Nacional de Córdoba (Argentina); revelando as peculiaridades de seus conhecimentos e modos de fazer as coisas que são agrupados no trabalho cooperativo. Através de uma análise de corte sócio-antropológico que dão conta de um processo de participação ativa, se destacarão as marcas institucionais, abrangendo colaboradores e universitários quando ensaiam uma construção comum, considerando o que entra em jogo no momento de se fazer um “diálogo de saberes”.

Palavras-chave: universitario, hacer, cooperativa, saberes.

Abstract: In recent years, it was read and written many things about outreach practices as a “dialogue of knowledge”.It is valuable for pointing out a particular horizon, but it is worth reflecting on the “doing” of it as a process in which not only the characteristics of the members of territorial organizations are involved, but also the ways of “doing” instituted by the academic world which are generally invisible in experience reports. These reflections are based on the experiences of the cooperative work “Interlacing Our Sewings”, carried out by semi-freedom prisoners of Monte Cristo Penal Colony (Córdoba, Argentina) and the ones encharched to provide assistance to them in Faculty of Philosophy and Humanities in the University National of Córdoba (Argentina). It demontrates peculiarities of their knowledge and the ways of “doing” which are agregated in the cooperative work. Through a socio-anthropological analysis which shows a process ofactive participation, it highlights institutional marks that involves collaborators and university students ina common task using “dialogue of knowledge”.

Keywords: universidade, fazer, cooperativa, conhecimento, academic, make, cooperative, knowledge.

Introducción

El desarrollo de estas páginas intenta esbozar una problemática que ciertamente ha sido poco analizada en la extensión universitaria, y esto probablemente sea fruto de una práctica habitual del modo de reflexionar sobre dicha función: el relato de experiencia.

Una comprensión banal de esta categoría lo ha resumido, en muchos casos, a comentarios anecdóticos que no incluyen dentro de sí un análisis con fuerte sustento teórico.

El modo de analizar las experiencias y reflexionar sobre ellas para poder nutrir el campo de conocimiento, que desde los últimos años viene creciendo con mayor solidez, es un paso fundamental en un proceso de jerarquización.

La extensión universitaria intenta salir de la asociación que se hace de ella sólo como modo de aplicación de saberes construidos en el marco de otras funciones, o simplemente como un “hacer” que recae en la vieja escisión entre teoría y práctica (la cual, a pesar de nuestros esfuerzos de de-construcción, aún es una deuda pendiente en el ámbito académico).

Paradójicamente, en estos relatos de experiencia generalmente hay un gran ausente: el sujeto universitario. La mirada especular suele ser la más complicada y requiere un esfuerzo metodológico a la hora de escribir sobre extensión.

Ciertamente, las discusiones sobre extensión se han centrado en cómo hacer extensión, cómo gestionar la función extensionista política y organizacionalmente, cómo decir sobre la extensión en el plano de un discurso que refleje el horizonte que intentamos que se vincule con el hacer extensionista. Quizás lo menos profundizado hasta el momento es cómo escribir sobre extensión.

Estas páginas son un esfuerzo de análisis de la práctica y un aporte teórico ese sentido. ¿Cómo reflexionar sobre lo que ocurre en una experiencia extensionista, sin pensar en el lugar desde el cual los sujetos que forman parte de él intentan co-construir? ¿Cómo obviar una necesaria genealogía institucional que pone en juego las marcas forjadas en tantos años de habitar una institución, por parte de quienes hacen esa experiencia? En ese sentido, reflexionar sobre las marcas institucionales nos permite analizarnos en un relato de experiencia desde otro lugar, y tal vez sea un modo diferente de contar y construir, ya que la manera de narrar no sólo refleja el cómo se cuenta, sino el qué se cuenta.

Este escrito no intenta desarrollarse desde una perspectiva externa. Es la mirada de un sujeto de la práctica que desea reconstruir los orígenes institucionales de los otros sujetos con los que trabaja y de su propio espacio de inscripción institucional, con el fin de advertir cómo esos modos atraviesan el trabajo conjunto.

Las páginas que siguen son un esfuerzo de relato de experiencia desde otro registro, que pueden ser leídas con dos intencionalidades yuxtapuestas y por ello tienen un doble objetivo: por una lado, relatar la experiencia de una práctica extensionista desarrollada en el marco de una cooperativa de trabajo conformada por personas privadas de libertad y acompañada por universitarios; y por el otro lado, puede ser leída con un interés metodológico en el registro de escritura, ya que los aspectos que se abordan ponen en tensión y en discusión matrices académicas que centran su mirada en una externalidad que no responde a las intencionalidades de la extensión universitaria.

Para hacer más visibles estas decisiones metodológicas que hablan de una concepción de extensión dialógica, las mismas serán destacadas en pies de página a lo largo del trabajo.Así, las reflexiones se anudan en una experiencia entre la Cooperativa de trabajo

Entrelazando Nuestras Costuras, conformada por presos en régimen de semi-libertad, y sus acompañantes universitarios; dejando ver las particularidades de los saberes y modos de hacer que se ponen en común en el trabajo cooperativo. Se destacarán las marcas institucionales que atraviesan a los cooperativistas y universitarios cuando ensayan una construcción común, considerando aquello que entra en juego a la hora de hacer un “diálogo de saberes”.

Introduciendo a la historia de uno que es la historia de muchos.

En 2011 inicié mi labor docente1 en el Penal de San Martín desde la Escuela de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Humanidades (en adelante FFyH) de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), sin pensar cómo continuaría mi vínculo con ese contexto. Allí tomé contacto por primera vez formalmente con el Programa Universitario en la Cárcel2 (en adelante PUC), en cuyo marco desarrollé (y aún en la actualidad) actividades de docencia y extensión universitaria.

Así fue que conocí a Fernando, preso en la cárcel de San Martín. Él se acercaba sólo tangencialmente a los espacios de formación que desarrollábamos, a tal punto que nunca podía decir si él participaba o no de los encuentros, aunque esto no era del todo inusual en el aula universitaria del penal.

Mi vínculo con él fue tan lábil como su participación, hasta que unos meses después reconocí con sorpresa su cara en uno de los pabellones de la facultad, en la Ciudad Universitaria. Estaba parado en el hall de entrada y tenía una expresión desconcertada, llevaba una bolsita transparente en la mano que dejaba ver una libreta universitaria y algunos papeles sueltos. Me reconoció.

Cuando empezamos a hablar me contó que acababa de salir de la cárcel. Mi expresión de alegría por la noticia sólo le iluminó el rostro unos segundos, después desapareció. Me contó que estaba solo, que no tenía dónde dormir esa noche, ni dinero, ni trabajo, ni familia a la cual recurrir.

Buscaba a alguien del PUC que pudiera acompañarlo ese día. Juntos encontramos a quien pudiera ayudarlo momentáneamente. Esa fue la última vez que vi a Fernando, pero en su cara de incertidumbre reconocí miles de sujetos anónimos que atravesaban situaciones similares al salir de la cárcel3.

Por esto recibí con gran alegría los primeros rumores de “la cooperativa de los presos” que empezaron a correr a inicios del 2013.

El PUC, la Secretaría de Extensión de la Facultad y un grupo de 6 hombres transitando sus últimos años de condena penal en régimen de semi-libertad4, residentes en el establecimiento penitenciario N°4 Penal Abierto Colonia de Monte Cristo, estaban dando comienzo a un trabajo conjunto para crear lo que más tarde se constituiría en la Cooperativa de trabajo Fuerza y Futuro, orientada a tareas de imprenta y encuadernación (en cuyo oficio uno de los cooperativistas poseía experiencia).

Los acompañantes universitarios de esa experiencia se multiplicaron, vinculándose otros proyectos financiados por la universidad en apoyo y fortalecimiento a la cooperativa (Becas SEU y Voluntariado Universitario financiado por la Secretaría de Políticas Universitarias).

En 2015 inició sus primeros encuentros una nueva cooperativa, también conformada por presos en condición de semi-libertad, esta vez en el rubro textil: la Cooperativa de Trabajo Entrelazando Nuestras Costuras (de aquí en más ENC).5

La relación de la Cooperativa ENC y la Fuerza y Futuro es muy estrecha y realizan varias actividades en común, además de los contactos personales de los cooperativistas de ambas experiencias, por encontrarse casi todos alojados en la Colonia de Monte Cristo.

La cooperativa no se encuentra formalmente inscripta en el INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social) pero viene sosteniendo el trabajo productivo en encuentros semanales desde inicios de 2016 y encuentros semanales de discusión y formación con la Cooperativa Fuerza y Futuro en el predio de la FFyH.

Actualmente la ENC se encuentra conformada por tres personas en régimen de semi- libertad que representan el núcleo permanente en la cooperativa, más tres cooperativistas fluctuantes. Acompañando el trabajo de los cooperativistas se encuentran economista, una estudiante de Artes con experiencia en trabajo textil una psicóloga y mi aporte desde las Ciencias de la Educación.

Desde el inicio, en aquellos rumores sobre la posibilidad de crear la primera cooperativa, parecía que el proyecto ponía en tensión muchos aspectos: discutía los límites institucionales (de la facultad y de la cárcel), ponía en problemas a los/as apresurados/as por encasillar la experiencia, obligaba a los/as involucrados/as a repensar su modo de estar en el proyecto y cómo las lógicas institucionales hechas cuerpo atravesaban el proceso. La práctica se edificaba en una especie de frontera.

La frontera se presenta como una metáfora en la que se inscriben los sujetos involucrados en el proceso de la Cooperativa Entrelazando Nuestras Costuras, constituyéndola en un lugar de encuentro entre sujetos con diversas trayectorias y entre instituciones6.

Los participantes de esta experiencia, ya sean cooperativistas o acompañantes7, deben mediar entre sus propios modos de “hacer y ser” hechos cuerpo en la socialización institucional (de la cárcel o la universidad). Al mismo tiempo, cada uno debe mediar también entre los modos de “hacer y ser” definidos hegemónicamente por la institución de referencia, y las deconstrucciones que intentan hacer de eso.

Estas tensiones se enmarcan en las particularidades de iniciar un trabajo autogestionado de tipo cooperativo en la ENC (particularidades que son desconocidas para la mayoría de los cooperativistas y acompañantes) y atravesadas por las complejas relaciones con el Servicio Penitenciario de la Provincia y la justicia penal, ya que los cooperativistas deben solicitar permisos para salir de la Colonia Penitenciaria Monte Cristo, los cuales siempre han sido motivo de disputa.

En un escenario de frontera con estas características se vuelve significativo pensar las maneras en que construyen conjuntamente los actores, intentando advertir la complejidad que reviste el escenario en el que se desarrolla la experiencia extensionista.

De la aproximación metodológica

Para el análisis de esta experiencia extensionista me he valido de elementos del enfoque etnográfico, entendiendo que dicho enfoque busca la trascripción de lo mayúsculo en lo doméstico, indagando en las actividades cotidianas y encontrando en éstas un conjunto de significaciones que pueden ser leídas como representaciones del entramado social y cultural de sus participantes, que se traducen no sólo en una metodología de trabajo y un tipo de texto, sino también en un modo de relatar (GEERTZ, 2003)

Si comprendemos que esto “requiere desempeñar ciertos roles locales” (GUBER, 2009:181), ese rol local es vivido a través de la participación en el espacio-tiempo de trabajo productivo de la cooperativa textil ENC y en los momentos de debate, discusión y esparcimiento que comparten cooperativistas y acompañantes.

Breve contextualización del vínculo entre trabajo cooperativo, cárcel y universidad (O, de cómo llegamos a esta experiencia).

Si bien la cárcel, como institución moderna, se vincula con el mercado de trabajo y en ese sentido, con la necesidad de un disciplinamiento de los cuerpos para permitir su incorporación a la industria fabril (MELOSSI Y PAVARINI, 1980), el cambio de contexto social y económico

Si bien la cárcel, como institución moderna, se vincula con el mercado de trabajo y en ese sentido, con la necesidad de un disciplinamiento de los cuerpos para permitir su incorporación a la industria fabril (MELOSSI Y PAVARINI, 1980), el cambio de contexto social y económico deriva en una transformación de los sentidos de la pena. Así, el vínculo de sistema punitivo y cárcel pensado en los términos antes mencionados, supone la existencia de un mercado que requiere de una determinada mano de obra pero, ante un viraje de sus necesidades, la finalidad de la pena se ve modificada y ya no se centra en el disciplinamiento para el trabajo, sino en la gobernabilidad de grandes grupos considerados como peligrosos o de riesgo (DE GIORGI, 2006).

Sin intenciones de adentrarme en los fines de la pena, que no son el objetivo de estas páginas, sí vale la pena retomarlo para comprender que los discursos punitivos, frente a este nuevo contexto social y económico, convergieron en una lógica de “tratamiento” que llevaría a una “mejoría” de los sujetos que se vieran sometidos al sistema carcelario.

“El condenado era un ‘desviado’ en el que había fracasado el proceso de ‘socialización primaria’ y se requería que entrasen en juego los mecanismos de ‘control social’ o ‘resocializadores’. Al desbiologizarse (o sociologizarse) el discurso del tratamiento prisional, se multiplicaron las ideologías ‘re’ en una serie de variables en cuyo detalle no entraremos (resocialización, readaptación, reinserción, repersonalización, reeducación, etcétera). (ZAFFARONI, 1996:118)

La Ley de Ejecución Penal N° 24660, sancionada en 1996, plantea como finalidad y primer principio básico de la ejecución de la pena privativa de libertad “lograr que el condenado adquiera la capacidad de comprender y respetar la ley procurando su adecuada reinserción social, promoviendo la comprensión y el apoyo de la sociedad.” Dentro de esta ley, en el Art. N° 106, plantea al trabajo como una de las bases del tratamiento con positiva incidencia en su formación.

En consonancia con esto, en el año 2004 por Resolución N° 505/2004 del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, se crea el Programa Nacional de Trabajo en Cárceles, dependiente de la Secretaría de Justicia y Asuntos Penitenciarios, con “el objeto de generar oportunidades de trabajo y formación para los internos del Servicio Penitenciario Federal, y en la expansión de oportunidades de reinserción laboral y social de los internos penitenciarios”.

Así, el trabajo ya no se presenta discursivamente como una posibilidad de mano de obra estatal, industrial, o como castigo, sino como una herramienta que, al tiempo que terapéutica por su incidencia “positiva en la formación”, es también una posibilidad de inserción laboral (al menos informal, ya que los antecedentes penales dificultan la incorporación a trabajos formales). Esta dificultad se encuentra en el centro de la búsqueda de la cooperativa como salida laboral y es también uno de los argumentos bajo los cuales el Servicio Penitenciario habilita a los presos, otorgándoles permisos para participar de estas experiencias.

Desde 2009 a la actualidad, con el apoyo del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y de las universidades públicas del país –a través del trabajo que éstas realizan dentro de las penitenciarías- se consolidaron múltiples experiencias de este tipo.

Una inserción en el mercado laboral post-condena es el motor de estos emprendimientos de/para los ex presos, personas en régimen de semilibertad o que aspiran a salir en libertad en el mediano plazo.

Al igual que aquella situación de Fernando llegando a Ciudad Universitaria sin un contacto ni una idea de cómo armar su vida a partir de ese momento, más de 6000 personas en Córdoba se encuentran en la misma encrucijada propiciada por el sistema penal al momento de recobrar su libertad (PERANO, 2009; ZAFFARONI, ALAGIA Y SLOKAR, 2002), enfrentándose al mercado laboral con un certificado de antecedentes que no les permite acceder a trabajos formales8 biografías escolares que no favorecen dicha inserción9, y que en muchos casos no posee ni oficio ni profesión que pueda ejercer luego de recuperar su libertad10.

Es posible destacar como particularidad de las cooperativas de la provincia de Córdoba (Argentina) Fuerza y Futuro y Entrelazando Nuestras Costuras, el fuerte vínculo (desde el momento de sus constituciones y en la actualidad) con la universidad.

Las cooperativas conformadas por presos y ex presos se han constituido en una alternativa de inserción al mercado laboral post pena privativa de libertad y se han consolidado como temática de militancia y estudio en el ámbito académico.

Las cooperativas de presos con vínculos universitarios presentan un desafío que podríamos considerar como un tema frontera, ya que en él se entrecruzan conocimientos propios de los estudios cooperativos pero también de la temática carcelaria, y un análisis sobre las prácticas de los universitarios11, lo cual le otorga una particularidad: puede ser visto como un tema de la frontera (por la temática de intersección), desde la frontera (porque reivindica la visión de sujetos en ese contexto liminar) y de frontera (porque se introduce en campos-límite de la capacidad explicativa) (PORRAS CARRILLO, 2007:49). Sin dudas, y en vínculo con la idea de frontera, es necesario siempre frente a tanta complejidad de actores con diversas características, un proceso de traducción, que desarrollaremos más adelante.

En relación a los sujetos que se encuentran en semi-libertad, las condiciones de socialización en una institución total y las marcas que esto define en su subjetividad, condicionan también sus posibilidades una vez cumplida la privación de libertad (DAROQUI et al, 2009; DAROQUI et al, 2006, VALDERRAMA BARES, 2010; OJEDA, 2013; CRISAFULLI, 2011; CASTAGNO et al, 2011; RUIZ, 2012, entre otros), si entendemos la cárcel como una institución que a través del encierro físico determina la clausura y “delimita un espacio adecuado para una empresa de moralización al mismo tiempo que satisface una triple exigencia de segregación, de punición y de terapéutica” (DONZELOT, 1991:45), cuya estrategia en la prisión “en sus dispositivos más explícitos ha procurado siempre cierta medida de sufrimiento corporal” (FOUCAULT, 2004:23).

De este modo, la lógica carcelaria “comienza por el aislamiento de lo conocido, con la des- posesión de sí, con la exigencia de acomodarse a un entorno amenazante. Se delimita geográficamente la movilidad y el tiempo transcurre como inmodificable” (ACIN Y CORREA, 2011:69).

Dentro de la cárcel el status y la perspectiva acerca de la finalidad del trabajo se entrecruza con las lógicas del “tratamiento penitenciario”, la progresividad y posibilidad de movilidad entre fases.

“En suma, el lugar del trabajo en la cárcel se inscribe como propuesta socializadora que refuerza la lógica del provecho y la subordinación a la fuerza de mando, pero no se presenta, en la práctica, ningún vestigio del trabajo liberador creativo, productor social. La instrumentalización del beneficio otorga la progresividad de la pena y apuntala las tecnologías del Tratamiento.[...] Es complementario a esta idea de trabajo como posibilidad de progreso, la ideología del orden y seguridad que se despliega desde la religión. Orden internalizado, establecido como régimen de verdad en la conciencia de los sujetos que favorece dicho progreso instituido y viceversa.” (CORREA, 2013: 190)

Son interesantes para estas páginas los aportes de las preguntas sobre marcas de des-subjetivación que la sociabilidad impuesta durante trayectos de prisionización dejan en los sujetos que han vivido en estos contextos (VIEGAS BARRIGA, 2011) y la revisión de supuestos sobre la institución carcelaria como espacio que determina absolutamente a estos sujetos e imposibilita una concepción de sí mismos en términos colectivos, como sujetos organizados, lo cual es un aspecto central para comenzar a pensar a los cooperativistas presos en un régimen de semi- libertad, contradiciendo el individualismo reforzado por la lógica punitiva de la cárcel.

La recuperación de acciones organizadas protagonizadas por quienes vivieron o viven el estigma del encierro (GOFFMAN, 2001) contribuye a romper con la lógica de “trabajos que abordan situaciones de opresión o represión [y] tienden a presentar a los dominadores como hiper-actores y a los subordinados como no-actores, reproduciendo de este modo la dicotomía que dicen querer cuestionar” (MERENSON, 2014:47). Marcas que son resignificadas en el trabajo cooperativo.

Si bien las “disposiciones a actuar, percibir, valorar, sentir y pensar de cierta manera más que de otra, disposiciones que han sido interiorizadas por el individuo en el curso de su historia” (Gutiérrez, 2012:76) han sido formadas en el contexto de encierro carcelario y perduran en el tiempo, el intento de evitar caer en el “juego de suma cero” propuesto por la lógica oprimido / opresor (SEMAN, 2006; MERENSON, 2014) invita a poner el foco en las posibilidades de producción y no sólo de reproducción (ROCKWELL, 1985) que habilita la historia hecha cuerpo (BOURDIEU, 2013), lo cual se hace visible en instancias cooperativas como la experiencia de Entrelazando Nuestras Costuras.

Esta misma reflexión es válida para los universitarios que acompañan la cooperativa, quienes bajo una concepción sobre el vínculo que la universidad debe mantener con el resto de la sociedad y sobre la construcción de “el universitario” en relación a otros, producen (y no sólo reproducen) nuevos modos de hacer y resignifican sus saberes en el encuentro con otros. De este modo se reedita y resignifica la historia hecha cuerpo de la cual se apropiaron en sus trayectorias universitarias (BOURDIEU, 2008).

Vale aclarar que no sólo lo institucional tiene un peso significativo en el encuentro. Tal como se planteó anteriormente en un análisis de los sujetos que son apresados por el sistema penal, la selectividad opera mayoritariamente sobre hombres jóvenes de sectores populares, con una trayectoria educativa que no llega a completar la educación de nivel medio (con un 50% de la población carcelaria en Córdoba, que no llega a completar el nivel primario).

En el caso de los universitarios, a pesar de los procesos de masificación de la educación superior que se han dado en los últimos años, la población universitaria de estudiantes (considerando que los acompañantes de la cooperativa son en su mayoría alumnos universitarios o egresados recientes) sigue compuesta fundamentalmente por sujetos que poseen un capital cultural que responde a las expectativas de “alumno esperado” en un esquema institucional de expectativas tácito, y a conocimientos y habilidades supuestos, los cuales son estructurantes de las demandas académicas dominantes (EZCURRA, 2011).

Es posible anticipar entonces, que estas marcas sociales también jugarán un papel en los vínculos y en las posibles construcciones que se realicen entre los involucrados en la Cooperativa ENC.

De las marcas institucionales del universitario en su vínculo con el trabajo extensionista

Así, se pueden advertir ciertas nociones construidas sobre el universitario y los modos de vinculación de éste con otros actores por fuera del ámbito académico y, por ende, de lo que puede comprenderse como la finalidad de la universidad, la cual se relaciona con las tres funciones que sostiene actualmente: la enseñanza, la investigación y la extensión.

Estas tres funciones nacieron temporalmente en distintos momentos. Si bien la enseñanza fue la primera de las finalidades universitarias desde sus orígenes medievales, no sería hasta la primera década del siglo XIX, con la creación de la Universidad de Berlín (y la llamada revolución académica) que la investigación, como segunda función, fuera incorporada de modo integral al trabajo con la enseñanza, no sólo como yuxtaposición sino con la intencionalidad de nutrir la enseñanza con los conocimientos adquiridos a través de la investigación (SUTZ, 2011).

En el caso de la función extensionista, la misma es mencionada por primera vez en la Universidad de Cambridge, a inicios del siglo XX, aunque fueron las universidades norteamericanas las que incorporaron la dimensión de “difusión” de sus conocimientos, sobre todo en lo referente al espacio agrícola (SUTZ, 2011).

La incorporación de funciones dio un giro a las finalidades institucionales y propició un nuevo vínculo de la universidad con el resto de la sociedad, resignificando también el rol social del universitario.

Específicamente en Argentina, y en particular en la Universidad Nacional de Córdoba, desde 1914 se puso el foco en la necesidad de enseñar al pueblo con lenguaje sencillo aquellos conocimientos que incrementaran “su rendimiento moral y material” (PERALTA Y CONTRERAS, 2010), convocando, fundamentalmente después de la Reforma del ’18, a todos los egresados y alumnos de la universidad a la organización de cursos con ese fin (LA GACETA UNIVERSITARIA, 2008).

Durante la segunda mitad del siglo XX, la universidad pasó de una fuerte vinculación de la universidad pública con el estado (fundamentalmente entre los ‘40 y los ‘50) en la que se amplió el espectro de actividades y destinatarios “…ya no solamente bajo el formato de conferencias y charlas sino como cursos sistemáticos.” (PERALTA, 2011); para aislarse luego en el tiempo que duró la última dictadura militar, y reconstruirse con un breve fervor luego del retorno de la democracia

La década del ’90 trajo un nuevo sentido a la vinculación de la sociedad y la universidad, con la influencia del modelo neoliberal que trajo aparejada, entre otras problemáticas, la falta de presupuesto: predominó el modelo de venta o transferencia de servicios. Este modo transferencista fue una manera de recaudar recursos propios, centrado en la relación con empresas y organizaciones que pudieran financiar sus servicios (PACHECO, 2012).

Tal como plantea CORAGGIO (2012:72), “El compromiso social de las universidades ha estado históricamente asociado a la ‘extensión’, lo que implica que la universidad tiene su objetivo específico y que, además, extiende su brazo para hacer algo adicional, hacia un ‘afuera’”. Sentido que ya había sido discutido por Paulo Freire (2005) en la década del ’70 y continúa tensionándose hasta hoy (CECHI 2009 et al, MAIDANA 2014, TOMMASINO Y RODRÍGUEZ, 2011, entre otros)12.

En la actualidad, todos estos sentidos conviven y se superponen a la hora de formar a los sujetos que por ella transitan, aunque la perspectiva que se sostiene discursivamente es la de“diálogo de saberes” 13.

Este vínculo construido entre universidad y sociedad requiere reflexionar sobre los modos en los que la universidad construye saberes, si es que se quiere dar cuenta de cómo se vinculan no sólo los saberes sino los modos de organización en un diálogo tendiente a la traducción (DE SOUSA SANTOS, 2009).

En una institución como la universidad, con una estructura organizada jerárquicamente (por ejemplo en cátedras y relaciones verticales al interior) (FOLLARI, 2008) construida sobre un poder simbólico del saber académico frente a otros saberes, que observa la realidad -a pesar de las críticas que se vienen realizando en este sentido- desde las divisiones disciplinarias más que desde el problema complejo (MORIN, 1995; DAGNINO, 2008); se plantea el desafío de construir conjuntamente con sujetos que no reconocen sus códigos institucionales y en cuyos cuerpos es otra la historia marcada14.

Por otro lado, pensar las marcas institucionales no sólo nos invita a revisar la internalización de modos de construcción de conocimiento, sino también aspectos que en el trabajo cotidiano del universitario marcan modos de hacer que constituyen (al tiempo que son constituidos) y forman parte de ese conocimiento, y que pueden derivar en un punto de choque a la hora de trabajar con otros que no han sido socializados en este espacio.

Al igual que hicimos referencia a que las lógicas punitivas definen ciertas marcas de subjetividad que luego se ponen a jugar en el vínculo con los universitarios, esto puede verse en el caso inverso. Por ejemplo, el uso del tiempo y el modo de estructuración del trabajo son clavesen este sentido.

“El timing del académico nada tiene que ver con el de quienes son dirigentes en ramas diversas de la actividad social. Todo –en el espacio universitario- es más pausado y previsible. Incluso, el uso del tiempo propio es altamente dependiente de la voluntad del académico: no suelen existir horarios estipulados en las universidades, el intelectual tiene ciertas obligaciones que cumplir y puede hacerlo en horarios diversos (excepto los limitados lapsos de dictado de clases y de atención de alumnos)”. (FOLLARI, 2008: 81)

Estas marcas, al igual que sucede con los presos, son resignificadas en el trabajo cooperativo.

Es posible entonces advertir hasta ahora que las marcas sociales y las marcas institucionales que portan los sujetos que forman parte de esta experiencia son diversas y contrastantes, y esto tiene un plus de complejidad bajo la tarea y modalidad en la que se encuentran, que posee una lógica particular: la cooperativa.

La cooperativa como síntesis del trabajo de personas privadas de libertad y los universitarios del proyecto de extensión.

El trabajo cooperativo inicia su expansión en la década de 1980 con un impulso a mediados de los 90’ debido a la apertura del mercado interno a las importaciones (CULTI, 2002) y comienza a ser trabajado fuertemente como campo de estudio en áreas de Economía Social de diversas universidades.

Particularmente en Brasil, la creación de la UNITRABALHO, Red interuniversitaria de Estudios e Investigaciones sobre el trabajo que reúne a seis Estados (São Paulo, Minas Gerais, Distrito Federal, Rio Grande do Sul, Ceará y Pará), vincula “actualmente 86 universidades e instituciones de enseñanza superior, que se agrupan en siete secciones y sus respectivos Núcleos locales multidisciplinares” (CULTI, 2002:9). Esta relación creada entre cooperativas y universidad ha sido un antecedente importante en los estudios y reflexiones en el área de economía solidaria, planteando los desafíos de este enfoque y sus posibilidades en el marco de sus horizontes de expansión y de sus vínculos con las políticas públicas (CUNCA BOCAYUVA, 2008; CULTI, 2002; FERREIRA GONÇALVES, 2012).

Cuando hablamos de trabajo cooperativo no sólo es necesario reconocer la necesidad deuna viabilidad económica del emprendimiento, sino también una viabilidad social, basada en el esfuerzo continuo para que quienes participan se vean comprometidos con los objetivos y decisiones colectivamente construidos (CRUZ, 2011)

El trabajo autogestionado, como proceso complejo que cuestiona los modos naturalizados en torno a las relaciones de un emprendimiento laboral, se basa en la organización de los miembros pero también en la recuperación de sus saberes para incorporarlos al proceso productivo.

“Entendemos que discutir autogestión tiene un doble sentido: el primero, es potencializar y maximizar la racionalidad de los actores sociales y, en segundo, lograr articular dos tipos de saberes: el conocimiento técnico-científico (de la administración) con los saberes que las personas tienen (o los saberes de la comunidad).” (PEIXOTO DE ALBUQUERQUE, 2008:19)

Esta incorporación y articulación no sólo implica el saber en sí, ya que también es preciso considerar que las características de ese saber se vinculan con las lógicas de su espacio de producción (como se mencionó anteriormente en relación al trabajo cotidiano de los universitarios), motivo por el cual a la hora de poner a dialogar “conocimiento técnico-científico” con “saberes que las personas traen” en una experiencia de trabajo autogestionado debe darse necesariamente un proceso de traducción (DE SOUSA SANTOS, 2009).

El planteo de Boaventura de Sousa Santos recupera esa complejidad cuando dice que “al incidir sobre las prácticas, el trabajo de traducción intenta crear inteligibilidad recíproca entre formas de organización15 y entre objetivos de acción.” (2009:140). Así, los modos de relación entre saberes y lógicas de producción de estos son centrales en el vínculo entre los involucrados en un proceso, y esto se hace visible en la cooperativa ENC.

En definitiva, esta práctica extensionista se centra en el espacio de frontera (de intersección si se quiere) entre los modos de construcción de subjetividad que se producen en la cárcel particularmente en los espacios vinculados al trabajo y las marcas que inscribe la institución universitaria sobre los acompañantes, todo esto en el marco de una cooperativa (sobre la cual están aprendiendo juntos) en la que se encuentran poniendo en juego sus saberes y sus modos de hacer hechos cuerpo (incorporando además las marcas sociales que se referencian a los espacios institucionales de la cárcel y la universidad). Intento en este marco además, advertir las traducciones que allí realizan cuando tratan la construcción de un hacer y un saber común, que excede las individualidades de cada institución de referencia.

Lejos de la mirada retrospectiva en la que se recaería al enunciar o identificar lo “ya hecho”, trato de dar cuenta de dimensiones que la reflexión sobre un “producto” no posibilita. Tal como plantea Sara Ahmed (2015), el cambio de pregunta permite un cambio de perspectiva.

Desnaturalizar las implicancias de los modos en los que se construye un hacer y un saber común, y las tensiones que en ello es posible encontrar en un espacio como la cooperativa Entrelazando Nuestras Costuras, implica comprender las acciones e intereses puestos en juego a la hora de construir un espacio que le da sentido a lo que en él se produce, entendiendo ese espacio como “el efecto producido por las operaciones que lo orientan, lo circunstancian, lo temporalizan y lo llevan a funcionar como una unidad polivalente de programas conflictuales o de proximidades contractuales” (DE CERTEAU, 2010:129).

En este sentido, interesa adentrarse en esas operaciones que, determinando un tiempo y un espacio, y definiendo las circunstancias en las que los sujetos participan, dan lugar a singularidades que permiten dar cuenta de las negociaciones entre los involucrados. En otras palabras, interesa mirar cómo intentan y ensayan (o no) un hacer y un saber común.

Si bien es posible pensar que muchas cosas les son comunes a los miembros de la experiencia cooperativa (lenguajes, ciertos conocimientos, relaciones, afectos, símbolos, etc) podemos anticipar que algunos aspectos les resultarán impropios (maneras y sentidos asignados al comunicarse, ciertos conocimientos considerados relevantes o ignorados, modos de relacionarse, el lugar que le dan a los afectos, símbolos compartidos o no compartidos, etc.) pudiendo advertirse “experiencias propias” o “experiencias distantes” (GEERTZ, 1994); entendiendo que aquello que es preciso preguntar sobre la acción es su sentido y su valor para los sujetos.

Al decir de Cornú, “esas diferentes maneras de realizar lo común son, al mismo tiempo, diferentes maneras de dar espacio o hacer que se realicen las individualidades: son individuaciones” (CORNÚ, 2012:137) que por tanto, se contraponen a la confusión del “todos como uno”.

Así, es posible hablar de traducciones que, dando cuenta de la necesidad de intentar la construcción de algo común (lo cual se encuentra en el centro del deseo de una traducción), dejan ver las singularidades y los modismos propios de cada ámbito de referencia institucional (cárcel y universidad).

Las diferencias que atraviesan la relación entre los actores, son al mismo tiempo las que desvinculan y las que vinculan. Es un punto de contacto que necesariamente debe ser trabajado por ambas partes, en una intencionalidad de hacer que involucra a universitarios y presos por igual.

Estas individualidades requieren un espacio de encuentro, en el que los sentidos asignados a las cosas por los involucrados en el proceso se pongan a jugar en un ir y venir de estrategias que se encuentran y desencuentran en donde se constituye lo común o lo impropio. Se traduce, se dialogan saberes y modos de organización, pero también se diferencia, se individualiza en el mismo acto, se hace no como fabricación, sino como hacer acontecer mediante formas de acción (CORNÚ, 2012).

Aproximaciones a una conclusión

La experiencia extensionista con la Cooperativa de Trabajo Entrelazando Nuestras Costuras es sin dudas un espacio en el que se visibilizan las prácticas, los sujetos, las complejidades, las potencialidades, los desafíos y los interrogantes que nos siguen moviendo a través del tiempo, y nos hacen querer pensar la extensión como un modo alternativo (al modelo clásico) de reflexionar (y reflexionarnos), de aprender a hacer conocimiento de una manera distinta, mirando (y mirándonos) de un modo diferente. Con un ojo en el territorio y otro en la academia.

A través de las páginas anteriores se intentó dar cuenta de las marcas que la institución deja en el cuerpo y que se traducen en un saber hacer práctico que se pone en juego en el trabajo conjunto.

Algunas dimensiones recuperadas, como el sentido adscripto al tiempo, las nociones de trabajo, las formas de organización conocidas y los vínculos que esto genera; dan cuenta de modos distintos de percibir el cotidiano que atraviesan la construcción específica de conocimientos. Dimensiones y aspectos que deben ser considerados y que tienen que ver con los sujetos que hacen en conjunto.

Como parte de una construcción metodológica, la manera en la que se piensa el proceso, y se piensa el lugar de los sujetos en éste, es fundamental para concebirlo de modo dialógico. Si entendemos ese diálogo como un proceso comunicacional para la comprensión genuina de sentidos, que derive en una construcción conjunta a través de un proceso de traducción (en el sentido dado por Boaventura de Sousa Santos), no podemos pensar ni uno ni el otro (ni el diálogo ni la traducción) sin comprender desde dónde nos interpelan las voces y los sentidos de los sujetos que forman parte de ese acto comunicativo.

Pensar las marcas institucionales que preceden al sujeto (aunque no por esto lo determinan de una vez y para siempre) y que atraviesan los sentidos en el diálogo de saberes, es uno de los aspectos que debemos comenzar a recuperar a la hora de escribir sobre extensión.

Quizás reconocer estas huellas antes de inscribir relatos de experiencias en terrenos que parecen vírgenes, con sujetos que parecen no provenir de ninguna socialización, o lo que puede ser peor, sólo pensar que la proveniencia del extra- universitario es la que debe ser reflexionada porque es la única que define el vínculo; es el primer paso para pensar un modo específico de narrar y escribir la extensión.

No comprender el lugar del universitario como un observador participante externo que no se analiza ni se recupera. Pensar en nuestras propias marcas institucionales es fundamental para re-pensar cómo inciden éstas (a veces sin intención de hacerlo) en el diálogo de saberes.

En otras palabras, si deseamos construir una práctica extensionista que construya conotros debemos pensarnos también como parte de las problemáticas que se suceden en las experiencias, para que no sea nuestra irreflexividad otro problema que se suma a la complejidad de la praxis.

De-construir modos de comprender y hacer el conocimiento, es un paso fundamental para construir otros nuevos, y reconstruirnos en el proceso.

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Notas

1 Hablar en primera persona acerca de cómo se inició la inquietud que le da inicio a un vínculo extensionista nos permite recuperar dos aspectos que regularmente se escinden: las emociones y la intelectualidad. Si comprendemos a la extensión como un proceso pedagógico (TOMMASINO, 2017) no podemos dejar de pensar en la relación entre emoción y cognición (ROMERO, 2017). Recuperar cuál es nuestro atravesamiento con la problemática que se pone en cuestión en la práctica extensionista es central, por ejemplo, en la atención sobre procesos de implicación o sobre-implicación.
2 El Programa Universitario en la Cárcel (PUC) pertenece a la FFyH, y desarrolla sus actividades desde 1999 con un trabajo sostenido en diversos establecimientos penitenciarios de la provincia de Córdoba (Argentina), promoviendo y gestionando las tareas necesarias para el dictado de carreras de grado, investigación o extensión. En 2016 el PUC tuvo por primera vez el egreso de un estudiante privado de su libertad, Diego Neo, del profesorado universitario de Filosofía.
3 Todo trabajo con otros, la elección de un área temática de trabajo por sobre otras posibles, todo acercamiento a un campo de conocimiento y su elección explícita, tiene un vínculo estrecho con la historia personal de los sujetos que la viven. Quizás esta es una especificidad de la tarea extensionista, el hacerse cargo de un vínculo emocional que nos conecta con los sujetos con los que trabajamos, y con el conocimiento que en ese proceso se hace.

La construcción de conocimiento en la práctica extensionista es quizás el ámbito más palpable en el que es posible advertir cómo el plano emocional se vuelve crucial y determina el proceso de esa construcción. El reconocer e incluir las emociones de los diversos actores en la práctica implica una subjetivación de esa construcción, haciendo de ésta una instancia ineludiblemente situada en un contexto histórico, social y geográfico que no redunda en una teoría general sino en un conocimiento con características únicas que podrán ser utilizadas socialmente, aunque no replicadas.

Así, ninguna emoción individual queda en ese plano de aislamiento, ya que la emoción es “la resonancia propia de un acontecimiento pasado, presente o futuro, real o imaginario, en la relación del individuo con el mundo” (LE BRETON, 2009:105) y por tanto debe ser concebida socialmente.

“Como emanaciones sociales asociadas a circunstancias morales y a la sensibilidad particular del individuo; no sonespontáneas, están ritualmente organizadas, se reconocen en uno mismo y se dan a señalar a los otros, movilizan un vocabulario, discursos. Competen a la comunicación social.” (LE BRETON, 2009:111).

4 Como determina la Ley N° 24660 de Ejecución de la pena privativa de la libertad, el régimen penitenciario consta de cuatro períodos (observación, tratamiento, prueba y libertad condicional). Quienes acceden al período de prueba pueden solicitar su traslado a un establecimiento abierto, como es el caso del penal de Monte Cristo, en el cual se puede obtener salidas transitorias del establecimiento para estudio o trabajo y la incorporación a un régimen de semilibertad, progresivamente. Los cooperativistas que se encuentran en este establecimiento, obtienen salidas en días laborables para trabajar en la FFyH.
5 Recuperar una historización de los sujetos o comunidades con las que trabajamos, permite reconocer huellas previas, acciones que otros llevaron adelante, y permite desconstruir un posicionamiento académico muy definido: la actitud inaugural, recayendo en concebir sus intervenciones como las primeras en su tipo.
6 Tomaré como referencia institucional, y como espacio de socialización significativo, las procedencias desde las cuales se convoca a sus miembros a formar parte del trabajo en torno a la cooperativa: la cárcel y la universidad.
7 Inscribir al acompañante universitario, junto con los sujetos extra-universitarios, como objeto de análisis para indagar sobre las marcas institucionales que inciden en el vínculo, es una decisión metodológica y por tanto política.
8 La Universidad Nacional de Córdoba es una de las entidades que, hasta la fecha, solicita certificado de antecedentes para incorporarse como personal docente o no docente.
9 De un total de 6.347, el 3% no posee ningún estudio, el 51% no posee estudios primarios completos y el 18% no posee estudios secundarios completos. Además un 18% no posee ni oficio ni profesión.
10 Datos obtenidos del Informe Anual Córdoba 2014, del Sistema Nacional de Estadísticas sobre la Ejecución de la Pena, del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. http://www.jus.gob.ar/areas-tematicas/estadisticas-de- politica-criminal/mapa.aspx
11 Levinson plantea en torno a los estudios etnográficos que implican a los universitarios, la marcada predilección por estudiar a “otros” y la poca disposición a observar una institución en la que los propios etnógrafos participan íntimamente (1991:60).
12 Tal como dice Coraggio, la finalidad de la universidad no se encuentra sólo en la función extensionista, a pesar de centrarme aquí en ella por ser la función en la cual la universidad deposita sus vínculos con la comunidad. Lo que esto deja ver es una ausencia de integralidad de funciones y de la complejidad de la universidad como institución.
13 Nótese que es parte de un objetivo compartido con el trabajo cooperativo (PEIXOTO DE ALBUQUERQUE, 2008).
14 Paráfrasis de la expresión la historia hecha cuerpo (BOURDIEU, 2013).
15 El resaltado me pertenece, e intenta destacar de la cita no sólo los saberes, sino los modos de organización que estructuran las maneras de hacer de los sujetos que intentan realizar esa traducción.
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