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Formas de resistencia a la transición agroecológica en un contexto de modernización agroalimentaria en Jala, Nayarit
Resistances to the Agroecological Transition in a Context of Agri-food Modernization in Jala, Nayarit
Región y sociedad, vol. 36, e1867, 2024
El Colegio de Sonora

Artículos


Received: 10 January 2024

Accepted: 18 April 2024

DOI: https://doi.org/10.22198/rys2024/36/1867

Resumen: Objetivo: documentar las formas de resistencia de las familias campesinas en el proceso de transición agroecológica en un contexto dominado por la modernización agroalimentaria en la región de Jala, Nayarit. Metodología: se recurrió a la perspectiva orientada al actor y a una etnografía apoyada en diarios, reportes de campo, observación directa y participativa y entrevistas semiestructuradas. Resultados: las formas de resistencia identificadas se organizaron en un modelo y en una matriz de análisis multidimensional. Las más importantes son el desinterés y el escepticismo hacia la agroecología, la poca participación, la dependencia de los agrotóxicos, las lógicas productivistas y asistencialistas, las rivalidades, los conflictos y la desconfianza entre las familias participantes y hacia con otras al interior de la comunidad. Valor: la contribución empírica al estudio de las formas de resistencia mediante un proyecto de investigación en curso. Limitaciones: falta explicar cómo se han resuelto las resistencias a la transición agroecológica. Conclusiones: las resistencias encontradas constituyen una especie de ruptura metabólica considerada por el autor como intoxicación social y penalización de la naturaleza.

Palabras clave: Resistencias, agroecología, familias campesinas, agroindustrialización, Nayarit.

Abstract: Objective: To document the resistance to the agroecological transition process in a context of agri-food modernization in the region of Jala, Nayarit. Methodology: The actor-centered perspective and the ethnography supported by diaries and field reports are used, as well as direct and participatory observation, and semi-structured interviews. Results: The identified resistances were organized in a multidimensional analysis model and matrix. The most important are lack of interest and discredit towards agroecology, little participation, dependence on agro-toxic products, profitability-based and welfare logics, rivalries, conflicts and mistrust between families and within the community. Value: The empirical contribution to the study of resistance through an ongoing research project. Limitations: Lack of explanation on how resistance to the agroecological transition has been resolved in the field. Conclusions: The found resistances are kind of a metabolic breakdown considered a social intoxication and a penalization of nature.

Keywords: Resistances, agroecology, farm families, agro-industrialization, Nayarit.

Introducción

En México se viven tiempos de transiciones. La agroecológica es una de ellas. El gobierno autodeclarado de “izquierda” que asumió el poder en 2018 ha afirmado a través de diferentes agentes gubernamentales que:

Las políticas públicas y el trabajo en favor de la agrobiodiversidad y la producción agroecológica buscan el desmonte de un sistema de producción que prevaleció durante cinco décadas difundiendo los principios de la revolución verde, entre ellos el uso de agroquímicos, de esquemas industriales y comerciales que llevaron a la población hacia una mala alimentación. (Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural [SADER], 2021)

Para Heredia y Hernández (2022), en México y en el resto mundo, la agroecología no es un tema nuevo. Por su parte, Toledo (2022) señala que, como paradigma, es un campo científico de muy reciente aparición que lleva al menos cincuenta años estudiándose. De acuerdo con él, desde la década de 1970, el paradigma agroecológico inspiró el estudio de experiencias de las comunidades indígenas y campesinas, que a través de este querían elaborar un ejercicio de recuperación de la memoria histórica a modo de tener una alternativa para contender con la modernización industrial de la agricultura mexicana promovida desde 1945.

Aun así, el modelo agroindustrial se impuso y dominó en algunos casos diversidad de contextos agrícolas y rurales, gracias a la mano del Estado. Sin embargo, en 2018 la transición del poder presidencial y sus propuestas alternativas al desarrollo económico de corte neoliberal, abrieron la puerta a demandas que la sociedad civil organizada venía impulsando; por ejemplo, la prohibición de cultivos modificados de forma genética, la regulación en el uso de plaguicidas y herbicidas, como el glifosato, y el etiquetado frontal de los alimentos; también para reivindicar socialmente a los sujetos que habían sido marginados en el sector rural a lo largo de la historia, como los pequeños y los medianos productores campesinos, a quienes la política sectorial de la llamada Cuarta Transformación (4T) (2018-2024) ha pretendido colocar en el centro de sus programas y acciones gubernamentales, sobre todo con base en la soberanía alimentaria y la agroecología (Bazán y Torres-Mazuera, 2021).

Según Toledo (2022 y 2023), el despliegue de la agroecología en sus dimensiones académicas e institucionales está en sintonía con lo que ha venido sucediendo en otras latitudes de América Latina, Francia, España e India. Sin embargo, considera que, al menos para el caso mexicano, se ha entrado en una etapa superior a las anteriores en términos cualitativos, por lo cual propone hablar de una última fase (2018-2024) llamada de “escalamiento” (Toledo, 2023). Dicha etapa se representa como “un salto cualitativo” estimulado por la llegada del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien, para dar un vuelco total a las políticas públicas en el sector agroalimentario, construyó una estructura intersecretarial proagroecológica fundamentada en ocho ámbitos1 que procuran adoptar dicho paradigma: 1) Producción para el Bienestar; 2) Sembrando Vida; 3) Comunidades de Aprendizaje Campesino; 4) Escuelas de Campo; 5) Universidades Benito Juárez; 6) Universidades Interculturales; 7) Programas Nacionales Estratégicos y 8) Museo Nacional del Maíz (Cencalli) (Toledo, 2022 y 2023).

Aunque ha ocurrido esa coyuntura institucional y la reivindicación de los sujetos marginados a lo largo de la historia, de acuerdo con Bazán y Torres-Mazuera (2021), el modelo de desarrollo rural para México se encuentra en una disputa. De acuerdo con su postura, la batalla se libra, por un lado, teniendo el sistema de producción agroindustrial ligado a los mercados de exportación, al que algunos actores políticos y grandes corporaciones impulsan y defienden, y cuyos efectos son devastadores para la salud planetaria y humana. Mientras tanto, en el otro extremo, se halla la propuesta agroecológica con miras a promover y fortalecer el consumo interno (Bazán y Torres-Mazuera, 2021; Toledo, 2022). La confrontación entre ambos bandos, aunado al enraizamiento de la agroindustrialización en los contextos rurales, han originado que las iniciativas y las acciones en favor de la agroecología, sobre todo académicas, se enfrenten a resistencias en múltiples dimensiones y en escalas diversas.

De acuerdo con Heredia y Hernández (2022), aunque se está viviendo “un boom de iniciativas en beneficio de la agroecología, los esfuerzos podrían terminar en el fracaso porque no se están considerando las resistencias a la transición agroecológica, presentes en la práctica cotidiana de una agricultura cuyos principios fundamentales se centran en el paradigma de la modernización agroalimentaria” (p. 2). Es decir, en una dimensión socioproductiva, el contexto agropecuario mexicano está influido por las ideas y las prácticas de la revolución verde que se originaron en nuestro país desde las décadas de 1940 y 1950 (Harwood, 2020). En lo que respecta la dimensión político-gubernamental, las ideologías y los grupos de interés crean gobiernos híbridos en los que “coexisten proyectos emancipadores con proyectos que continúan, e incluso acrecientan la modalidad neoliberal” (Bazán y Torres-Mazuera, 2021, p. 1), con lo cual se restringe el avance de la agenda sectorial. Mientras tanto, en la producción y difusión de conocimientos técnico-científicos, las agencias encargadas del extensionismo defienden y promueven procesos muy dependientes de las tecnologías agroindustriales y de carácter asistencialista (Heredia y Hernández, 2022). Por lo tanto, la instrumentación y la apropiación de un paradigma de base agroecológica se ve condicionado por la existencia de la estructura funcional del modelo de producción agroalimentaria que, en términos políticos, socioeconómicos y culturales, reproduce y mantiene vigente la hegemonía de las prácticas modernizantes (Heredia y Hernández, 2022). Heredia y Hernández (2022) señalan que las experiencias en favor de la agroecología que se han documentado alrededor del mundo, se relacionan con las luchas contrahegemónicas del campesinado para defender el agua, la tierra y su cultura alimentaria frente al modelo agroempresarial. Sin embargo, lo que ha recibido poca atención han sido “las resistencias [en etapas de adopción, implementación y/o avance] a las que se enfrentan las iniciativas de transición agroecológica, sobre todo en regiones donde prevalece la hegemonía del paradigma de la modernización agroalimentaria” (p. 8).

El Proyecto Transición. Una propuesta académica en favor de la agroecología

A contracorriente de lo anterior, algunas iniciativas agroecológicas están germinando de modo paulatino cual semillas y algunas otras han brotado cual retoños en medio de ese contexto adverso. Un ejemplo de ello es un proyecto en curso en el municipio de Jala, Nayarit. La presente investigación ha estado dinamizada y acompañada sobre todo por familias agricultoras de base campesina en colaboración con un grupo de investigadores e investigadoras de la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN).

En 2020, aprovechando la coyuntura institucional proagroecológica antes mencionada, el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (CONAHCYT) difundió una convocatoria para financiar los llamados Proyectos Nacionales Estratégicos (PRONACES). La UAN, en conjunto con la Universidad de Guadalajara (UdeG) y la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), presentaron la propuesta de investigación “Transición agroecológica de la agricultura de pequeña escala en tres regiones agrícolas de México” (en lo sucesivo, Proyecto Transición número 31960). A partir de su aceptación en 2021, dicho estudio se propuso como objetivo central:

Promover la transición hacia la agroecología a través de la instalación de unidades de investigación y experimentación en agroecología entre grupos de productores de pequeña escala, huertas de traspatio, huertos agroecológicos escolares, proyectos de economía solidaria, escuelas de saberes rurales y programas de difusión agroecológica, que permitan la producción de alimentos sustentables y saludables, la preservación de cultivos originarios, el fortalecimiento de los vínculos comunitarios y el aprovechamiento de los saberes locales, en un diálogo transdisciplinario con los conocimientos científicos. (Proyecto Transición número 31960)

Cabe subrayar que antes del diagnóstico inicial del Proyecto Transición, entre 2020 y 2021 no había registro de ninguna experiencia de acompañamiento agroecológica en el municipio de Jala. Tampoco había parcelas ni espacios socioproductivos basados en el manejo de esta pues, aunque se trata de una zona con dinámicas de agricultura campesina, los pensamientos productivistas y de monetarización, así como algunas prácticas agropecuarias estaban orientadas hacia la producción convencional.

No obstante esa realidad, a partir de la primera etapa, en 2022, y de la segunda, en 2023, el Proyecto Transición comenzó a promover algunas acciones a escala familiar y comunitaria, para poner en marcha y adoptar la agroecología en estas formas: a) tres parcelas experimentales; b) seis huertos familiares; c) dos huertos escolares agroecológicos; d) cuatro espacios para la producción de bioinsumos; e) una farmacia viviente; f) una red de comercio justo y solidario y g) cuatro eventos comunitarios, entre otras. Para ello fue necesario que el equipo de investigación e incidencia de la UAN visitara Jala al menos una vez a la semana. El equipo constaba de siete personas, quienes acompañaban y daban seguimiento al trabajo de las familias y otros actores. Hubo más de cien visitas en el lapso de dos años.

Otro aspecto que se promovió fue que más familias campesinas se integraran al proyecto, pues cuando comenzó (2022) se contaba solo con tres familias, pero en 2023 se sumaron cuatro más para un total de siete. Aunado a ello, se conformó un colectivo de investigación e incidencia que hoy registra 35 participantes. Entre ellos están algunos y algunas de los 27 integrantes de las siete familias que participan, miembros del equipo UAN, algunas autoridades civiles, ejidales y comunitarias, estudiantes y profesores de los planteles escolares en las zonas de trabajo.2 Algunas de estas actividades y el proceso de avance que han experimentado se “miden” a partir de la cantidad y el tiempo en que se han atendido o cumplido los compromisos de investigación e incidencia que el Proyecto Transición decidió asumir.

La apropiación, la implementación y el avance del paradigma agroecológico no ha sido fácil. Ciertas conductas y comportamientos que se han dado en diferentes espacios, dimensiones y niveles, han representado formas de resistencia y barreras que impiden un transitar fluido e inclusivo en cuestiones de tiempo y de actores, por lo que el camino de la transición se ha vuelto sinuoso en un contexto rural permeado, entre otras cosas, por las ideas productivistas y asistencialistas de la modernización agroalimentaria que están arraigadas en las prácticas y en la racionalidad de los campesinos, las campesinas y otros actores rurales. El individualismo, el desconocimiento, el desinterés y el descrédito que tiene la agroecología, así como las rivalidades, los conflictos y la desconfianza entre grupos familiares y dentro de las mismas comunidades, son algunas de las formas de resistencia objeto de este estudio.

Los cuestionamientos y las reflexiones de la presente comunicación pretenden responder las siguientes preguntas: ¿cuál es y cómo se ha conformado el contexto de modernización agroalimentaria en el estado de Nayarit, donde se suscitan formas de resistencia a la agroecología?; ¿cómo identificar y clasificar esas formas que han limitado el proceso de transición agroecológica en Jala, Nayarit?; ¿de qué manera las formas de resistencia detectadas han impedido la adopción, la apropiación y el avance del paradigma agroecológico en Coapan? Entonces, el objetivo del presente artículo es identificar y documentar las formas de resistencia en el proceso de transición agroecológica frente a un contexto dominado por la modernización agroalimentaria en el municipio de Jala, Nayarit.

El documento está organizado en seis apartados. Inicia la introducción y enseguida se ofrece una breve revisión bibliográfica que reconstruye la conformación del contexto de modernización agroalimentaria en Nayarit. El tercer y cuarto apartados contienen, respectivamente, la metodología etnográfica y la perspectiva orientada al actor (POA), que dan forma a la propuesta teórico-metodológica para identificar, organizar y analizar las formas de resistencia a la transición agroecológica. En el quinto apartado se presentan los resultados. El último está consagrado a las conclusiones.

El contexto de modernización agroalimentaria en Nayarit

El sistema agroalimentario industrializado ha producido varias rupturas metabólicas que atentan contra el funcionamiento y la coexistencia del ser humano con la naturaleza (Krausmann y Langthaler, 2019). Desde una perspectiva ecológico-marxista, Moore (2011) y Foster (2013) consideran que la ruptura metabólica (también llamada fractura o brecha) son las interrupciones naturales o alteraciones agrobiológicas que se producen debido a la destrucción ambiental, constitutiva del capitalismo, del modelo socioeconómico y socioecológico de producción alimentaria. Estas rupturas se tornan visibles cuando los daños causados por la producción capitalista comienzan a afectar el ecosistema, alterando el metabolismo de los ciclos de la naturaleza, desequilibrando las interacciones con la humanidad y ampliando la desconexión o división entre la ciudad y el campo (Foster, 2013).

El contexto de la agricultura industrial en Nayarit es un factor que ha propiciado diversas rupturas metabólicas (véase Figura 1). Se debe a que el Estado ha promovido la participación capitalista en la agroindustrialización como motor de desarrollo económico, y es dicho modelo el causante de procesos depredatorios cuyos efectos son la desaparición de semillas criollas, la reducción de mantos freáticos, el aumento de plagas y alteraciones en los microclimas (Madera, Vázquez y De Dios, 2022). Sin embargo, estos autores señalan que, en algunos casos, fenómenos naturales agravados por el cambio climático se han combinado con fuertes lluvias e inundaciones, lo cual ha causado el desbordamiento de ríos y arroyos que arrastran consigo la evidencia palpable de un deterioro ambiental en ciernes suscitado por la deforestación de superficie arbórea y de vegetación nativa, así como por el agotamiento de los suelos y la incapacidad de retención de agua y nutrientes debido a la erosión, entre otras cosas. Además, han provocado muertes humanas y de animales, más las pérdidas materiales.


Figura 1
El contexto de modernización agroalimentaria como factor de resistencia a la transición agroecológica en Nayarit
Fuente: elaboración propia a partir de Heredia y Hernández (2022).

La agricultura capitalista, por lo menos entre 2000 y 2020, ha sido el eje principal del desarrollo rural en Nayarit, sobre todo porque las políticas y las acciones gubernamentales se han dirigido al sector agroalimentario para crear un tipo de “desarrollo a la carta” (Madera y De Dios, 2021). Así, los gobiernos en turno han promovido y favorecido la conformación de un contexto de modernización agroalimentaria mediante:

El establecimiento de nuevas empresas que aprovechen las condiciones agroclimáticas, hídricas, geográficas y otros recursos con potencial agropecuario, puesto que así la economía agrícola estatal -sobre todo el subsector de producción hortofrutícola- podría llegar a tener gran importancia, lo cual incidiría en la generación de empleo rural, modernización agrícola y la contribución de divisas, para colocar a[sic] la agricultura nayarita como una de las más relevantes. (Madera y De Dios, 2021, p. 128)

El aparato gubernamental nayarita ha intervenido y apoyado, de manera más decidida, los proyectos de agricultura empresarial relacionados con los mercados de exportación. Para tal fin, se ha construido, en la retórica y en la práctica, una estructura institucional que favorece las inversiones, sean nacionales o extranjeras, y los apoyos económicos, las mega obras, los servicios tecnológicos y el capital humano, entre otras cosas, se han dirigido hacia los sectores estratégicos de producción agroempresarial, la exportación y la generación de divisas (Madera y De Dios, 2021), lo cual provoca algunas de las rupturas que se muestran en la Figura 1.

De alguna manera, los planes estatales de desarrollo (PED) han sido el instrumento recurrente para privilegiar las actividades agrícolas de carácter empresarial que tengan como fin la producción de hortalizas de exportación o maíces mejorados, y se han otorgado a los municipios que tengan potencial agrícola, como el de Jala, que se ubica al sur de la entidad. Ahí, megaproyectos vinculados a lo que indistintamente se ha denominado corredores agroindustriales (PED 2005-2011), ciudades industriales y cadenas agroalimentarias (PED 2011-2017) o agro parques (PED 2017-2021) (Madera y De Dios, 2021), dan cuenta de que las acciones favorecen las inversiones y los intereses propios del ámbito agroempresarial.

Por ejemplo, Madera y De Dios (2021) documentaron un caso emblemático: en 2010, el Estado facilitó a Monsanto las condiciones necesarias para que estableciera su Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Sorgo, el que ahora se ubica en una de las regiones agrícolas más importantes de la entidad, pues esta cuenta con un microclima favorable para el cultivo de maíz, terrenos nivelados e infraestructura de canalización para irrigación. Articulado con la llegada de Monsanto, el gobierno pretendía construir en esa zona la presa Las Cruces y el canal Centenario (PED 2011-2017) en lo que es a todas luces una estructura productiva que auspicia el desarrollo agroindustrial. Sin embargo, Monsanto no fue la única empresa trasnacional que se situó ahí: su llegada abrió la puerta de la región para que años después se instalaran Down y otras semilleras mundiales.

Las inversiones gubernamentales en favor del desarrollo agroindustrial comenzaron en 2010 en el municipio de Jala cuando se instalaron las primeras 25 hectáreas de invernaderos de un total de 900 que comprendían el Clúster Agroindustrial del Sur. El objetivo inicial era producir jitomate de exportación, aunque tiempo después se sustituyó la producción por la de pimientos, también para el mercado internacional (Madera y De Dios, 2021). De algún modo, el panorama anterior es el corolario de lo que sucede también en otras regiones del país y en algunas esferas de la vida rural.

Por ejemplo, en lo político-económico, a lo largo del tiempo se les ha permitido extenderse hacia los ámbitos rurales y beneficiarse de los recursos naturales gracias a las inversiones y apoyos gubernamentales. En cuanto a lo socioproductivo, algunas ideas productivistas y el interés en las ganancias económicas se han instaurado y enraizado en los modos de vida, en sus prácticas campesinas y en el imaginario de las comunidades rurales como el modelo idílico a ser alcanzado. Mientras que en lo técnico-científico, aún se utilizan insumos externos, como los agrotóxicos, porque prevalece la idea de que es necesario su uso para que la agricultura sea rentable, lo que hace creer al campesinado que las ganancias y los dividendos económicos serán mayores si se vinculan con las agroindustrias. Incluso la asistencia técnica, institucional o empresarial asegura que los cultivos y las actividades agroindustriales son más lucrativas y por esa razón los productores, para ser modernos y exitosos, deben invertir y diversificar los cultivos asociados con el sistema de la milpa.

Algunas familias campesinas de Jala, Nayarit, que han creído en las propuestas institucionales y productivistas, viven un fenómeno complejo. Por un lado, la estructura institucional que se ha establecido desde las últimas dos décadas para operar y apoyar la agricultura capitalista, presenta esta como si fuera el modelo único, productivo, moderno y rentable, mientras que, por otro lado, las actividades extractivistas y las ideas empresariales propias del contexto de la modernización agroalimentaria provocan rupturas metabólicas o desequilibrios en la relación entre la sociedad y la naturaleza.

Por lo tanto, las propuestas alternativas, sobre todo las que tienen una base agroecológica y que pugnan por la diversificación y la preservación de los agroecosistemas, que se interesan en las prácticas y los saberes campesinos, así como en el manejo integral de los recursos locales, entre otros aspectos, han encontrado conductas en un contexto que es adverso cuando se condiciona y se limita la apropiación, la implementación y el avance de la agroecología. Antes de pasar a analizar las formas de resistencia objeto de esta investigación, primero es necesario describir la propuesta metodológica que se empleó para construir este texto y la operacionalización de las resistencias a la transición. El siguiente apartado dará cuenta de ello.

Metodología

La zona de estudio en Nayarit es la comunidad de Coapan, perteneciente al municipio de Jala. Este se encuentra ubicado al sur de la entidad, a una distancia de 72 kilómetros (km) de la ciudad de Tepic, Nayarit, y a 137 km de Guadalajara, Jalisco. La importancia y la trascendencia, en términos de investigación e incidencia de dicha zona, radican, por un lado, en que, a pesar del contexto agroindustrial, la agricultura campesina y la tradicional de temporal aún perviven entre las familias. Sobresale la continuidad del cultivo del maíz de húmedo, también llamado raza Jala, que se caracteriza por la producción de los “elotes y mazorcas más grandes del mundo”, que, en décadas anteriores, llegaron a medir 60 centímetros de longitud.

La zona representa una realidad de investigación muy interesante, puesto que las amenazas contextuales, en forma de rupturas metabólicas in situ, se deben a la presencia de agentes y actividades propias de la agroindustrialización, como, por ejemplo, la llegada de las empresas semilleras y la introducción de variedades híbridas. En otras palabras, la producción de maíz de húmedo o raza Jala ha ido perdiendo, en el transcurrir de los últimos años, sus características únicas, como 1) el tamaño de los elotes, que han registrado un máximo de 49 centímetros de longitud en 2022, cuando en décadas pasadas se documentaron ejemplares de mayor tamaño; 2) la reducción en el número de familias productoras; y 3) el hectareaje total de parcelas y espacios donde estas familias lo cultivan (Madera, Vázquez y De Dios, 2022).

Aun cuando podría pensarse que el anterior panorama, debido al riesgo de perder un maíz nativo, favorecería la transición agroecológica de manera fluida, rápida y quizás con un interés y aceptación generalizados por la comunidad y las familias, la realidad demostró lo contrario. Durante las visitas de campo, los talleres, las reuniones y las actividades celebradas entre 2021 y 2023, la baja asistencia, la escasa participación, el desinterés generalizado y la desconfianza entre familias se mantuvieron constantes. Tras conocer esa realidad, se plantearon algunas interrogantes ¿Por qué las familias no participan o no se interesan en la agroecología? ¿Qué impide el involucramiento en la transición o en el avance de esta? ¿Cómo desentrañar las prácticas y las ideas económico-productivistas que en un contexto de modernización agrícola representan ciertas formas de resistencia y limitaciones a la adopción, a la implementación o al avance de la agroecología?

La opción fue recurrir a la metodología etnográfica. De acuerdo con Fals (1999), su utilidad es que se puede llegar a comprender un proceso en el que es necesaria la inclusión de investigadores e investigadoras en la comunidad, para que, junto con sus miembros, analicen sus condiciones estructurales y desarrollen niveles de conciencia de sí mismos, para organizar grupos de acción que se dediquen a solucionar problemas y que se comprometan con la comunidad.

Entre las técnicas y las herramientas etnográficas que se emplearon, al menos hubo dos diarios de campo escritos entre 2022 y 2023, gracias a diversos ejercicios de observación directa y participativa en el momento de la celebración de los talleres agrobiotecnológicos. También están las visitas de intercambio campesino y las faenas agroecológicas en parcelas y huertos. En estos, uno de los propósitos etnográficos fue documentar la forma en que se daba la interacción, la colaboración y la participación entre las campesinas y los campesinos, las familias y los actores comunitarios.

Otra técnica fueron las seis entrevistas semiestructuradas que se aplicaron por elección directa a algún miembro de las familias campesinas: tres mujeres de 20, 36 y 39 años y tres hombres de 36, 42 y 80 años. Se les preguntó ¿por qué motivo o razón algunas actividades no han tenido éxito o no han sido aceptadas por ustedes, otras familias o sus integrantes?, ¿existen situaciones que no permiten la colaboración y la participación junto a otras familias?, ¿cuáles son las razones por las cuales no se han interesado más familias en participar en el proyecto? Para términos de poder citar fragmentos de las entrevistas se utilizará una clave para cada una. Esto se realiza con el propósito de conservar el anonimato de los informantes y la confidencialidad para con las familias y sus integrantes, omitiendo con ello datos personales, lugares y fechas.

Así mismo, en algunos reportes mensuales y bitácoras de campo producidos por el equipo de investigación e incidencia UAN, se indagó, entre otras cosas, en ¿cuáles comportamientos o conductas se presentaban dentro de una familia y entre las familias en el momento de las visitas de acompañamiento (agrobiotecnológico, sociológico y pedagógico) que impedían o limitaban el avance de las actividades del proyecto?

Por lo tanto, en términos metodológicos, las formas de resistencia se entendieron como el conjunto de ideas, pensamientos, actitudes y prácticas que, en distintos niveles (individual, familiar, comunitario) y dimensiones (política, socioproductiva, técnico-científica), daban forma a creencias y a percepciones sobre la agroecología, a conductas y a acciones individuales, familiares y comunitarias que impiden o limitan el avance o el desarrollo de la transición agroecológica en las dimensiones antes mencionadas. Las ideas, los pensamientos las actitudes y las prácticas arriba especificadas, se observaron y registraron en los espacios y en las actividades que se realizaron en las parcelas, en los huertos familiares, en los talleres y los eventos comunitarios. También hubo algunos hallazgos a partir de las entrevistas en los domicilios de las familias.

De acuerdo con la Figura 2, la operacionalización empírica de las formas de resistencia se sustentó con evidencia generada mediante el trabajo de campo identificando las subcategorías por nivel y dimensión agroecológica. Por ejemplo, en la subcategoría “participación e involucramiento”, las personas manifestaban que “la gente aquí no siempre quiere participar, porque tiene problemas con otras familias, y por eso mejor no van a los talleres”; “la gente espera recibir algo a cambio por participar”. Mientras que en la subcategoría “percepción y creencias asociadas con la revolución verde”, algunas decían “nos enseñaron que utilizar agrotóxicos era mejor porque ahorraba trabajo y tiempo” (Diario de campo, 2022).

Figura 2
Operacionalización de las resistencias a la transición agroecológica

La triangulación metodológica se garantizó mediante la complementariedad, la congruencia y la sincronía del método con las herramientas y las técnicas, así como con las categorías observables y medibles. Por un lado, la etnografía permitió entrar en los modos y dinámicas de vida de las familias gracias a las visitas constantes (dos veces por semana). También ayudaron la diversidad de espacios para encontrarse y trabajar, así como los distintos niveles de interacción. Por otro lado, las técnicas y las herramientas que se aplicaron en y para cada espacio, nivel y componente, produjeron información diferente y complementaria. Por último, las evidencias y los hallazgos empíricos fueron reformulando o reajustando la aplicación del método etnográfico para propiciar otros encuentros, otros diálogos y otras actividades que no habían podido develarse anteriormente.

Propuesta teórica. Una perspectiva orientada al actor (POA) para entender las resistencias a la transición

Las formas de resistencia que enfrentan las iniciativas de transición agroecológica y de soberanía alimentaria en contextos dominados por la modernización agroalimentaria requieren identificarse (Heredia y Hernández, 2022) y analizarse para poder clasificarlas y organizarlas. No es tarea sencilla, pues se trata de conductas y comportamientos interiorizados y, para comprenderlos, es necesario tener encuentros constantes, espacios de interacción diversos y actividades participativas recurrentes.

Aunado a una metodología para la identificación, se requiere un enfoque teórico-analítico que permita entender las formas de resistencia. Para esta investigación se consideró que el enfoque idóneo es la perspectiva orientada al actor (POA), de Norman Long (2007). Pero ¿por qué develar y comprender las formas de resistencias a la transición agroecológica desde la POA? Sobre todo, porque esta perspectiva ofrece un análisis diferente que, al sumergirse en los mundos de vida de la gente, profundiza en el entendimiento de cómo ciertas prácticas culturales, lógicas productivas y relaciones económicas se han instaurado en su cotidianeidad y han favorecido (o han impedido) procesos de cambio social.

Además, dicha perspectiva tiene elementos convergentes con la agroecología, como el interés en lo agrario, lo que ofrece una mirada que desmenuza la agricultura campesina y la entiende como un proceso de interacciones complejas, localizadas y diferenciadas, en el que se relacionan lo social y lo ambiental. También la capacidad de acción individual y la colectiva están vinculadas a la estructura institucional existente (Bulhões y Soglio, 2009). Por lo tanto, la POA es un referente teórico-analítico capaz de ayudar a entender que algunas resistencias, conscientes o inconscientes, forman parte de los modos de vida de los individuos, de las familias campesinas y de las propias comunidades, sobre todo a partir de la presencia de proyectos gubernamentales y empresariales de desarrollo agroindustrial.

No es objeto de este trabajo ni de esta propuesta teórica evidenciar la manera en que las familias campesinas de Coapan, municipio de Jala, Nayarit, han enfrentado y resuelto las formas de resistencia a la transición agroecológica. El propósito es describir la forma en que, a través de ciertos acontecimientos históricos, prácticas gubernamentales y empresariales, se ha instaurado la modernización agrícola como referente único y válido en los modos de vida de dichas familias, lo cual ha condicionado o pretendido limitar su capacidad de agencia. Pero más allá de dichas limitaciones, las actrices y los actores campesinos siguen conservando y practicando actividades propias de la agricultura de sus ancestros. También conocen las resistencias contextuales a las que se enfrentan en el momento de incorporarse a las propuestas de desarrollo, cuya base se halla en el paradigma agroecológico y de soberanía alimentaria.

Entre 1960 y 2000, las intervenciones gubernamentales externas fomentaron el desarrollo rural en América Latina. La participación decidida y ampliada del Estado lo promovió en sectores estratégicos. No obstante, la emergencia de la crisis económica de la década de 1980 obligó a que se adoptara un modelo en el que, a diferencia del anterior, la presencia estatal era mínima: el Estado se limitó a usar sus instituciones para crear oferta y demanda a la carta en favor de procesos de obtención de ganancia garantizada (Merchand, 2013). En el sector rural y en el ámbito agroalimentario, se desmantelaron áreas y sectores estratégicos que eran importantes para fomentar e incentivar la producción agrícola y la soberanía alimentaria, actividades en las que el campesinado había tenido una participación importante y requería de ellas.

Las sociedades campesinas pasaron de ser actores activos de la construcción de desarrollo en el país, a sujetos de intervención y asistencialismo institucional y empresarial. Comenzaron a ser influidos e intervenidos mediante los métodos de la modernización agroalimentaria, caracterizados sobre todo por servicios de asistencia técnica y paquetes tecnológicos que contenían semillas mejoradas o transgénicas promotoras de monocultivos, del uso de maquinaria pesada, de tecnología para irrigación, de plaguicidas y de fertilizantes químicos. Las instituciones de asistencia y extensionismo del Estado mexicano, responsables de producir y difundir el conocimiento, tuvieron un papel importante, pues fueron ellas las que propagaron y fomentaron que se adoptaran los métodos de producción agrícola, de comercialización y de alimentación propios del modelo en cuestión.

Además, las acciones empresariales y las intervenciones gubernamentales basadas en esos modelos de desarrollo no tenían en cuenta las especificidades locales, lo que a veces redujo y canceló la autonomía de los agricultores (Gazolla, 2012), a quienes consideraban sujetos pasivos o víctimas de intervención (Long, 2007).

A contracorriente de dichas acciones e intervenciones, la POA ha posibilitado comprender que, más allá de las intervenciones externas, a lo largo de la historia las actrices y los actores sociales han sabido reaccionar y responder ante situaciones que condicionaban su autonomía. Por eso han construido con paciencia un margen de maniobra y unos espacios de acción, individuales y colectivos, en los que la capacidad de agencia3 les permite, por un lado, reconocer, a través del filtro de sus experiencias, ciertas prácticas e influencias de las cuales son objeto, mientras que, por otro lado, son conscientes de que han aceptado algunas de ellas y, en circunstancias diferentes, han alterado o reformulado otras que son funcionales para la construcción y la continuidad de sus propias trayectorias de vida.

Oliveira y Araújo (2014) señalan que en las familias campesinas ha existido siempre la necesidad de reaccionar a las limitaciones económicas y a las barreras productivas instauradas por la llegada del padrón de modernización agrícola. Sin embargo, aunque han construido diferentes respuestas que consisten en innovaciones socio-técnicas y de manejo ambiental, por un lado, siguen padeciendo el desprecio y la desvalorización gubernamental porque a menudo las consideran obstáculos para introducir la tecnología moderna y las lógicas productivas propias del modelo agroindustrial. Por otro lado, cuando hay relaciones de cooperación por parte del campesinado con otros actores sociales y agentes económicos, han sido cooptadas o desfavorecidas debido a que se piensa que están fuera del padrón productivo hegemónico.

Aun con estos contextos limitantes, las actrices y los actores campesinos de forma permanente construyen estrategias para tener acceso a los recursos naturales, producir significados, apropiarse de conocimientos y controlar o legitimar sus prácticas (Bulhões y Soglio, 2009; Gazolla, 2012). Para lograrlo, frente o junto a otros actores y agentes sociales internos o externos, libran batallas o disputas entrelazadas gracias a su capacidad de agencia (Long, 2007). Sin embargo, esas alianzas y articulaciones requieren un proceso que confiera, entre otras cosas, confianza para reconstruir de forma paulatina el tejido socio-organizativo, cultural y participativo.

Por lo tanto, identificar y analizar las formas de resistencia a la transición agroecológica en un contexto de modernización agroalimentaria como el de Nayarit pueden hacerse con la POA. Primero, porque ante la necesidad de tener sistemas agroalimentarios que promuevan la sustentabilidad integral, la capacidad de agencia ha permitido gestar de forma gradual, junto o frente a otros actores, interfaces socio-organizativas y políticas indispensables para comprender y enfrentar la resistencia y otras limitaciones que condicionan los procesos agroecológicos y de soberanía alimentaria (Oliveira y Araújo, 2014).

En segundo lugar, porque la convergencia entre la POA y la agroecología fortalece a esta y la transforma en el paradigma del continuo proceso campesino de innovación, creación y búsqueda de nuevos y diferentes modos de hacer y de resolver problemas cotidianos, que van desde el manejo de sus parcelas y el procesamiento de productos hasta el acceso a los mercados (Schneider y Menezes, 2014). Sin embargo, el proceso campesino no está exento de barreras y obstáculos que deben sortearse en las disputas o en la interfaz con otros actores.

Por último, también es necesario examinar las formas de resistencia porque las experiencias participativas, duraderas y enraizadas en lo social en el ámbito de la transición agroecológica, como las que se impulsan ahora en Nayarit, necesitan una organización que se base en la democratización, la gobernanza y la distribución de los cargos de poder (Schneider y Menezes, 2014), o sea, algo totalmente diferente de la polarización, la institucionalización y la gobernanza vertical del modelo agroalimentario dominante.

Resultados

Las formas de resistencia a la transición agroecológica en un contexto de disputa entre dos paradigmas agroalimentarios en Nayarit

Las formas de resistencia a la agroecología que se detectaron en el municipio de Jala, Nayarit, donde se desenvuelven algunas actividades del Proyecto Transición, se analizaron y se integraron a una matriz las formas locales de resistencia y al modelo de análisis multidimensional que proponen Heredia y Hernández (2022, p. 10). Tales herramientas son útiles para estudiar las formas de resistencia en contextos donde hay disputas entre los paradigmas de la modernización agroalimentaria y la agroecología y soberanía alimentaria. Su aportación fundamental radica en su carácter empírico al estar vinculado a una realidad concreta donde se suscita un proyecto de investigación e incidencia. De acuerdo con Heredia y Hernández (2022), un ejercicio como el presente puede ayudar a llenar el vacío teórico y epistemológico sobre las resistencias a la transición agroecológica. Así mismo, en sintonía con estas autoras, la aportación de este trabajo puede verse como una sustentación empírica, toda vez que da respuesta a la falta en la literatura académica de investigaciones que documenten las resistencias a las que se enfrentan las iniciativas de transición agroecológica en contextos dominados por el modelo hegemónico de la agroindustrialización en México.

La matriz con las formas locales de resistencia (véase Figura 3) permitió agruparlas de manera detallada, organizándolas de acuerdo con el nivel de estudio y del componente agroecológico en el transitar empírico del Proyecto Transición. No se dejaron a un nivel de generalización o de abstracción, sino que se especificaron en concreto las ideas, los pensamientos, las actitudes, las acciones y las prácticas en las que se manifestaron los efectos que la modernización agroalimentaria ha dejado en el municipio de Jala. Así mismo, el análisis de las formas de resistencia se apoyó, metodológicamente hablando, en algunos fragmentos de entrevistas a familias campesinas en las cuales las declaraciones y sentires referían algunas de las prácticas y creencias que se resisten a la implementación o avance de la agroecología.

Figura 3
Matriz de las resistencias locales a la transición agroecológica en el municipio de Jala, Nayarit

El nivel individual se concentra en las campesinas y los campesinos, puesto que las resistencias en el ámbito político son aquellas concernientes a la toma de decisiones. Son sobre todo los productores varones quienes no consensuan ni democratizan las resoluciones con el resto de la familia, lo cual origina prácticas que tienden hacia el individualismo en la toma de decisiones sobre las acciones a emprender. Una autoridad local daba cuenta de lo que se ha reseñado:

Aquí, quienes van a las reuniones, cuando se trata de un programa o apoyo, principalmente son los hombres. Cuando son reuniones de otro tipo, como en la escuela o la iglesia, ahí sí van las mujeres. Pero muchas de las cosas de la agricultura y ganadería, que es de lo que vive este pueblo, son los hombres quienes deciden. (Entrevista FF2023)

En cuanto a lo socioproductivo, el proceder de los productores se compagina con la búsqueda de resultados rápidos y conforme a la productividad agrícola, para garantizar la maximización de las ganancias, las cuales implican de alguna manera alcanzar o seguir el referente de un productor exitoso. Mientras tanto, en lo técnico-científico, ese individualismo refuerza la credibilidad de las personas en las prácticas agroempresariales, que defienden y legitiman el conocimiento técnico-agronómico y sus paquetes tecnológicos como los únicos exitosos. Así, los campesinos y las campesinas niegan, olvidan, rechazan y dejan de reconocer sus saberes locales.

Cuando se dio a conocer la bomba aspersora, era rociar químicos y líquidos de todo tipo, porque entre más quemada quedara la tierra, nos decían que era mejor. Nos enseñaron eso, pues, porque, como quedaba todo limpio, era menos trabajo, y así uno pensaba que entre más limpio, se estaba ahorrando mucho trabajo. En cambio, con el azadón, con el machete o el gancho, no era lo mismo porque había que trabajar más. Y así fue que, poco a poco, empezamos a trabajar y se fueron perdiendo las costumbres de antes, cuando usábamos el arado y el machete. (Entrevista JE2023)

El mayor inconveniente es el tiempo para poder producir, por eso mucha gente de aquí utiliza demasiados químicos. Porque con la agroecología es bonito todo este camino que necesitas para producir tus alimentos sin necesidad de tener que utilizar tantos químicos. Pero la gente cree que es más tardío y para ellas ese sería el mayor inconveniente. La gente quiere producir rápido y no que tarde tanto tiempo. (Entrevista LG2022)

El principal reto para nosotros ha sido dejar de utilizar agroquímicos. Lo que pasa es que yo me desesperaba cuando veía el zacate grande y luego quería echarle glifosato. Pero ahora que ya hemos ido viendo lo que ocasiona en la tierra y en nosotros usar químicos, no queremos ya utilizarlos. Preferimos mejor machetear y utilizar otras técnicas, como las curvas de nivel, la materia orgánica, los acolchados y así se retiene mejor el agua. (Entrevista JF2022)

En el nivel familiar se agrupan las formas de resistencia al interior de las propias familias. En lo político, algunas familias se encuentran renuentes a participar junto a otras, debido a creencias y prácticas asistencialistas interiorizadas a lo largo de la historia que provocan desconfianza. Tampoco hay una conciencia sobre la repolitización de la alimentación, pues la memoria sociocultural se ha ido perdiendo y no se cuestiona cómo o por qué se perdió y por qué se adoptaron las prácticas agrícolas y alimentarias del modelo agroindustrial. La falta de reflexión ha separado los espacios productivos según los roles de género, y quedan restringidas las parcelas al campesino varón, y el huerto o traspatio a las mujeres. Una madre de familia y dueña de un huerto expresó lo siguiente:

Él [esposo] se encarga de todo lo que hay que hacer en la parcela, y yo me encargo de lo que hay aquí en el huerto. Él no se involucra en nada de lo mío, y yo casi no voy a la parcela. Pero yo sí le ayudo con cosas, como, por ejemplo, haciendo almácigos o teniendo planta lista para que después él lleve. (Entrevista MF2023)

Así, lo que se decide cultivar y comer queda en función de cada uno, aunque muchas veces depende también del mercado. Además, la falta de espacios alternativos y solidarios de distribución y comercialización impiden que las familias se apropien del paradigma agroecológico, pues no saber a quién vender y no tener garantía de precios justos propician que dirijan la producción a los mercados convencionales. El desconocimiento y la falta de credibilidad en las prácticas y en las técnicas agroecológicas también influyen en los campesinos y las campesinas.

Es que, de la otra forma [convencional], tú sabes que alguien va a venir a comprarte aquí, a tu casa, o que tú se lo puedes llevar. Y a veces te van a pagar barato, pero es seguro. Pero con estos productos orgánicos [agroecológicos], la gente piensa que son más caros y luego no quiere pagar lo que cuesta producirlos. (Entrevista JF2022)

En el nivel comunitario, las formas de resistencia ponen en evidencia la falta o el escaso involucramiento en participar de reuniones y talleres debido a la monetarización o mercantilización de la participación, la cual se ha condicionado a través de la historia con los apoyos en especie o con recursos económicos de parte del Estado. En algunos casos, estas situaciones han desembocado en disputas y rivalidades, o han acentuado problemas añejos, cuya consecuencia es un acercamiento limitado y una escasa participación de las familias de una misma comunidad. Por otro lado, las envidias y las prácticas delictivas han originado el robo de equipos, herramientas e insumos y a veces la destrucción de camas de cultivos en parcelas y huertos.

Antes éramos más revoltosos, o sea, más organizados y participábamos más. Necesitamos unir lo que se desbarató. Somos un pueblo chiquito, pero hay gente que no se lleva bien con otras y, entonces, al ver que llegas con ciertas personas, las otras personas ya no quieren acercarse. Si te ven que vienes con alguien dicen “Como viene con ella, conmigo ya no”. (Entrevista LG2022)

Aquí la gente se acostumbró a que, si participaban en los programas, era porque les iban a dar algo. Si anunciábamos que iba a haber una reunión, luego luego nos preguntan que de qué se trataba o que si iban a entregar apoyos. (Entrevista FF2023)

Por lo tanto, las prácticas, las ideas, los pensamientos y las actitudes son parte de las formas de resistencia locales que hasta el momento han influido en el proceso de transición agroecológica en el municipio de Jala, Nayarit. Continuar con algunas de ellas, como, por ejemplo, la desconfianza, las ideas sobre las ganancias económicas y la productividad agrícola, podrían contribuir al enraizamiento, permanencia y vigencia del modelo de producción agroalimentaria, responsable de afectar de forma negativa los aspectos socioculturales, político-organizativos y medioambientales. El resultado es que las rupturas metabólicas serán cada vez más grandes en la relación del ser humano con la naturaleza. Si se resuelven las resistencias, se vislumbra la posibilidad de transitar hacia procesos agroecológicos y de soberanía alimentaria más respetuosos, empáticos y solidarios entre los individuos, las familias y las comunidades en lo que respecta a las distintas dimensiones de la vida social.

Por otra parte, el modelo de análisis multidimensional (véase Figura 4) es un esquema gráfico que contiene los componentes, las dinámicas, las posibilidades y los efectos que pueden desembocar, por un lado, en la continuidad de la modernización agroalimentaria como paradigma y, por otro lado, en el viraje paradigmático hacia la transición agroalimentaria, que se basa en el manejo agroecológico para alcanzar la soberanía alimentaria.


Figura 4
Modelo de análisis multidimensional de las resistencias a la transición agroecológica en Jala, Nayarit
Fuente: elaboración propia a partir de Heredia y Hernández (2022, p. 10).

De acuerdo con la Figura 4, las resistencias a la transición agroecológica en el municipio de Jala pueden estudiarse en dos ejes de análisis. El primero de ellos es en el sentido horizontal (color naranja), donde se indican los componentes teórico-conceptuales que fundamentan la agroecología: 1) político, 2) socioproductivo y 3) técnico-científico. Los tres están articulados mediante el eje interno de construcción epistemológica.

El segundo eje es el vertical. En él se agrupan los dos paradigmas que se disputan la cuestión agroalimentaria en la zona de estudio: a) la modernización agroalimentaria (en azul) y b) el paradigma agroecológico (en verde). Cada uno de ellos se integra a sendos procesos internos: rupturas metabólicas y soberanía alimentaria, respectivamente. Por un lado, las rupturas se acrecientan como consecuencia de la depredación que propicia el modelo agroindustrial, mientras que la soberanía se fortalece como resultado del avance que produce la agroecología. El modelo gráfico se completa mediante el eje transversal que agrupa las acciones que, de continuar, por un lado, o de modificarse, por el otro (según la flecha), son, respectivamente, el punto de inflexión ya sea hacia la continuidad de rupturas metabólicas o hacia el cambio civilizatorio rumbo a la adopción de la agroecología y la consolidación de la soberanía alimentaria.

El modelo se explica a partir de los tres componentes que, cada uno a su modo, contienen los indicadores para categorizar y explicar la dinámica empírica de cada paradigma en el municipio de Jala. Por ejemplo, las acciones y las prácticas que sean la respuesta a la modernización agroalimentaria se entienden en el aspecto político concibiendo un Estado híbrido (duplo) que, si bien promueve iniciativas de la agricultura sustentable en Nayarit, también facilita la estructura institucional que propicia tener las condiciones favorables, en términos de recursos económicos de apoyo, infraestructura, obras y normatividades, para el sector agroempresarial.

En cuanto a lo socioproductivo, el modelo dominante reproduce el carácter depredador de la naturaleza, al tiempo que vende un idílico productor moderno y exitoso, lo cual provoca en quienes son expulsados o no pueden formar parte de ese selecto grupo, desarraigo, emigración y pérdida de identidad. El aspecto técnico-científico da continuidad al discurso y a las prácticas extensionistas de trasmisión de conocimientos vertical, cuyos paquetes tecnológicos ofrecen soluciones inmediatas a los requerimientos agrobiotecnológicos del campesinado, lo cual causa el epistemicidio intergeneracional.

Cuando pusieron los invernaderos, lo que sí afectó es que alteraron el cauce natural de los arroyos. Ahora, en temporal de lluvias, lo que nos llega nada más son las piedras, pero no el agua. Y, además, en esas tierras donde están, antes se sembraba maíz y jamaica, aunque también había arboles de guamúchiles. La gente vendió sus tierras y se fue a Tepic o a Estados Unidos. (Entrevista JF2022)

Mi papá tenía su caballo y usaba el tiro, pues así se sembraba. Ahorita ya para todo se usa el carro, los tractores, los químicos. Los químicos se comenzaron a usar de un tiempo para acá. Ya muy pocas usan personas, usan el arado y tienen su propia semilla. La gente ya no se acuerda a veces ni de cómo se sembraba antes. Hay mucha diferencia ahorita de lo que yo recuerdo de mi infancia a la fecha. (Entrevista JE2022)

En lo que al paradigma agroecológico se refiere, el componente político se puede explicar y entender en lo empírico, por ejemplo, a partir de la formación de colectivos de investigación e incidencia que tengan entre sus propósitos democratizar la toma de decisiones y la realización conjunta de las acciones que se planeen. Otro asunto importante es el fomento de la repolitización de la alimentación mediante la decisión colectiva de qué se cultivará y de qué manera se comercializará. Si bien la agroecología aún no está institucionalizada en las políticas públicas de Nayarit, algunos actores campesinos, integrantes de la sociedad civil y académicos han exigido acciones y mecanismos gubernamentales en favor de programas pro agroecológicos.

Cuando fuimos a Ciudad Guzmán, a mí se me hizo muy interesante y aprendí mucho de lo que están haciendo ellos, y también allá en Chiapas. A mí se me hizo importante ir, porque, cuando platicas con las personas, aprendes de cómo lo están haciendo, y eso nos motivó a seguir trabajando. (Entrevista JF2022)

Antes de iniciar el proyecto, yo estaba más gordito y, cuando conocí todo lo que nos decían en los talleres, yo dije que no quería seguir así, que le tenía que bajar, y cuando después yo vi que sí estaba habiendo cambios, fue cuando mi hija chiquita me dijo que ella mejor quería comer sano. (Entrevista JE2022)

Los parlamentos que se han transcrito complementan el componente socio-productivo. Se observa en ellos que la promoción y el acompañamiento agrobiotecnológicos que ha realizado el Proyecto Transición en algunos de los espacios familiares, como huertos y parcelas, se han dado gracias al conocimiento y al manejo agroecológico. También se ha incentivado el cambio sociocultural en los temas de cooperación y reciprocidad en las actividades, como las faenas agroecológicas, el intercambio de insumos y semillas y la organización de actividades y festividades. Lo importante es que, estos dos componentes se han fortalecido como resultado de distintas acciones, entre ellas, el reconocimiento y la revalorización de los conocimientos locales, el acercamiento y el diálogo entre las familias participantes del proyecto y la comunidad, así como también por los conocimientos técnico-científicos que el equipo de investigación UAN difunde a través de las visitas semanales.

Es necesario informar y concientizar a las demás personas, y el interés va a llegar. Lo que pasa es que nos hicimos flojos, y la gente ya no quería trabajar, ya no quería saber de otras formas de producir que no fueran rápidas y fáciles. Decían: “Mejor voy a meter el tractor para arar, y ya no voy a usar la mula”. Pero con los talleres que se han venido haciendo, se ha despertado el interés en las otras personas y entonces saben que lo que aprenden pueden llevarlo a sus huertas. (Entrevista LG2022)

El elemento medular del modelo lo constituye el eje transversal de las formas de resistencia. Representa lo que se denomina aquí el punto de inflexión hacia la transición agroecológica. Es decir, el modelo de modernización agroalimentaria pretende la sustentabilidad de sus prácticas agrícolas, pero no modifica el patrón de uso y consumo de los recursos naturales, sino que, al contrario, busca la maximización de sus ganancias. Para tener mayores rendimientos económicos, el modelo agroempresarial seguirá manteniendo acciones como la agroindustrialización, la sectorización, la mercantilización y la hegemonía del saber científico, y aun cuando estas se fundamenten en una filosofía de un lavado verde, seguirán contribuyendo a mantener o profundizar las rupturas metabólicas.

Sin embargo, el desafío reside en combatir el modelo agroindustrial, puesto que sus actividades se constituyen como parte de las formas de resistencia que la agroecología debe enfrentar para alcanzar una verdadera transición. El paradigma agroecológico en Nayarit pone el énfasis en propiciar que las comunidades se apropien de la agroecología, sobre todo de su componente político, que demanda la despenalización de la naturaleza, la desintoxicación de lo social y la recuperación de la memoria biocultural de las comunidades campesinas para que construyan el conocimiento agroecológico y la soberanía alimentaria.

Las formas de resistencia a la transición agroecológica han comenzado a entenderse. La desconfianza, el desconocimiento, el descrédito y hasta la falta de articulación están pasando por un proceso que comienza a dar los primeros resultados, visibles y palpables, para dar el viraje hacia el paradigma que propone la agroecología y la soberanía alimentaria.

Cuando hicieron los primeros talleres, él [el esposo] llegó emocionado y me dijo que quería cambiarle [de la producción convencional a la agroecológica]; y yo le decía que no, que estaba loco, que cómo iba a dejar de fumigar [aplicar agrotóxicos]. Pero yo me convencí cuando hicieron el primer festival del maíz y ahí empecé a ver cosas y me convencí, porque me fue quedando un poco más claro a lo que se refería la agroecología. Ahora produzco mucho jitomate sin químicos, que hasta me sobran y no sé qué hacer. (Entrevista JF2023)

Conclusiones

Las formas de resistencia a la transición agroecológica en Jala, Nayarit, están presentes y se desenvuelven en un contexto de modernización agroalimentaria que, durante por lo menos veinte años, el Estado ha venido construyendo y favoreciendo (2000-2020). En ese transitar, y en contubernio, el Estado y los agentes empresariales construyeron y operaron estructuras de intervención y operación política, sociocultural, económico-productiva y técnico-científica. Mediante ellas canalizaron recursos económicos para infraestructura y para difundir conocimientos técnico-agronómicos e ideologías agroempresariales entre las familias campesinas. Fue precisamente en este contexto que las iniciativas y las acciones en favor de la agroecología y la soberanía alimentaria, emanadas del Proyecto Transición, han enfrentado obstáculos para avanzar.

Así mismo, en el seno de dicho contexto se encontraban las familias y comunidades campesinas, para quienes el paradigma agroecológico se había convertido en la posibilidad de dar continuidad a sus proyectos de vida y de permanencia en lo rural, relacionándose de otra manera con la naturaleza, la agricultura y la alimentación. Sin embargo, aun cuando eran conscientes y favorables a dicho proceso de adopción de la agroecología, se encontraron frente a una encrucijada. Esta se debía a que la cultura política y las diferencias culturales de sus significados y prácticas ―muchas de ellas emanadas por coacción del modelo agroindustrial y aceptadas socialmente como únicas, efectivas y válidas a lo largo del tiempo― entraban en conflicto al tener que modificarse y reconstruirse frente a otras relaciones, racionalidades y prácticas propias de la agroecología.

Aquí se entiende que las resistencias a la transición en Jala podrían ser parte de una quinta ruptura metabólica, la cual se denominaría intoxicación social y penalización de la naturaleza. En otras palabras, no solo se ha intoxicado el suelo y contaminado el ambiente, sino también las relaciones socioafectivas familiares y comunitarias. Además, a quienes promovieron formas más sanas, respetuosas y armónicas de producir alimentos, de distribuirlos y de consumirlos, se les sancionó y se les estigmatizó socialmente. A veces se pedía a esas personas cumplir con requerimientos y normativas burocráticas en grado sumo para comprobar que lo que se había producido era ancestral, local, justo y saludable. La quinta ruptura metabólica es una línea de investigación sobre la cual se pretende seguir trabajando.

Por lo tanto, se pretende que la transición agroecológica en Nayarit -promovida en la actualidad por el proyecto en cuestión- sea sustancial. No se persigue la adaptación ni la domesticación, sino la transformación verdadera de los componentes y engranes del sistema agroalimentario local. El proceso debe ser gradual y respetuoso de los tiempos de la naturaleza, de las familias y de las comunidades que se involucren. Y, sobre todo, debe tener acompañamientos campesinos y el diálogo de saberes. Una transición agroecológica integral fomenta la participación activa y la revalorización de lo campesino entre las familias, y las coloca como actores centrales, no marginales ni intercambiables, en el cultivo de alimentos de verdad y en la producción de salud y nutrición.

Un aliado clave son las universidades, que deben superar su indiferencia institucional creando y fomentando programas curriculares o cursos con contenido agroecológico o de soberanía alimentaria. Por otra parte, no deben restringirse solo al papel que las avala como respaldo académico en proyectos de investigación e incidencia. Es indispensable ir más allá del discurso, de un documento o de la firma de convenios. Se deben poner a disposición otros recursos, ya sean vehículos, personal de apoyo, materiales o equipos. Facilitar también a sus investigadoras e investigadores condiciones flexibles tanto en la docencia como en la gestión de los recursos económicos necesarios para que puedan participar en congresos o con el fin de que puedan llevarse a cabo los trabajos de campo.

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Notes

1 El mismo Toledo (2021) sostiene que la llegada de la agroecología a la 4T, así como su avance, articulación y consolidación, se ha dado en cinco campos: 1. agricultura (Programa Agricultura para el Bienestar, SADER); 2. alimentación (Sembrando Vida, BIENESTAR); 3. educación (Universidades Benito Juárez e Interculturales, SEP); 4. ciencia y tecnología (Programas Nacionales Estratégicos, Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (CONAHCYT) y 5. cultura (Cencalli, Secretaría de Cultura).
2 También han participado, aunque de forma eventual, otros profesores y profesoras de la misma UAN, investigadoras e investigadores externos asociados, estudiantes de licenciatura y de posgrado, funcionarios gubernamentales y miembros de organizaciones y colectivos civiles, entre otros.
3 Es “la capacidad de procesar la experiencia social vivida y de diseñar maneras de luchar aun sobre las formas más extremas de coerción. Dentro de los límites de información, de incertidumbre y otras restricciones, los actores tienen capacidad de saber y capacidad de actuar” (Long, 2007, p. 48).

Cómo citar:

De Dios Hernández, D. (2024). Resistencias a la transición agroecológica en un contexto de modernización agroalimentaria en Jala, Nayarit. región y sociedad, 36, e1867. https://doi.org/10.22198/rys2024/36/1867


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