Editorial

El eterno problema de la falta de lectura y de lectores[1]

Eduardo Loría
Universidad Autónoma del Estado de México, México

El eterno problema de la falta de lectura y de lectores[1]

CIENCIA ergo-sum, Revista Científica Multidisciplinaria de Prospectiva, vol. 28, núm. 3, 2021

Universidad Autónoma del Estado de México

En los países con ingresos bajos y medios la falta de educación de calidad y la escasa cultura de la lectura siempre han sido graves problemas que sus gobiernos han querido enfrentar, para lo cual se han invertido (¿gastado?) ingentes recursos públicos.

Vicente Fox, el entonces presidente de México, en 2002 presentó el programa nacional “Hacia un país de lectores” cuyos objetivos básicos eran garantizar las condiciones de uso, distribución y producción editoriales para hacer posible la formación de lectores y escritores, conocer y valorar la diversidad étnica, lingüística y cultural de México, desarrollar los mecanismos para la identificación, producción y circulación de los acervos bibliográficos y consolidar espacios (bibliotecas públicas) para apoyar la formación y la interacción de los diversos mediadores del libro y la lectura.

Proponía que antes de que terminara ese año, la Secretaría de Educación Pública (SEP) establecería 100 000 bibliotecas escolares en educación básica, escuelas normales y en distintos niveles educativos. Se tenía planeado invertir 3 000 millones de pesos en la compra de 250 millones de libros.

En principio esta decisión era acertada y digna de mención toda vez que las estadísticas indican que el hábito por la lectura es casi nulo en nuestro país y la producción de obras académicas siempre ha sido escasa, y seguramente es decreciente con la actual pandemia.

Datos del Primer Informe de Gobierno de Vicente Fox (2001) indicaban que en México el índice de analfabetismo (total de la población analfabeta/total de la población mayor de 15 años y más) era de 9.1% y el promedio de escolaridad era de 7.7 años. Al respecto, “existe un potencial de sólo 15 millones de lectores, mientras que el resto de la gente no lee y probablemente nunca lo hará” (Paul y Vargas, 2001). Para ese periodo, el promedio de lectura por habitante era de 2.8 libros anuales y en una lista de 108 naciones, elaborada por la UNESCO, nuestro país ocupaba el penúltimo lugar, mientras que Noruega la encabezaba con 47 títulos per cápita (Paul y Vargas, 2001).

De acuerdo con un reporte de indy100 (2020), publicación periódica hermana de The Independent, India es actualmente la nación que más lee y después Tailandia y China; lo anterior en función al tiempo promedio que dedican sus habitantes a esta actividad. Otro dato relevante es que Finlandia es la nación más alfabetizada del mundo, y si se evaluara a las naciones por sus resultados en lectura, Singapur encabezaría la lista y le seguirían Corea del Sur, Japón y China.

De acuerdo con el INEGI (2020a), el analfabetismo cayó a 4.7% para 2020, esto es, 4 456 431 individuos que no pueden leer ni escribir, por lo que su comunicación con el mundo es extremadamente limitada, y el promedio de escolaridad ascendió a 9.7 años, lo que representa un poco más de la secundaria concluida (INEGI, 2020b). De acuerdo con INEGI (2021), el promedio de libros que lee la población adulta continúa creciendo, aunque muy al margen, ya que para 2021 fue de 3.7 libros. Es decir, en veinte años sólo se ha logrado mejorar la lectura en menos de un libro, a pesar de todos los esfuerzos de gasto público y del que hacen las familias para poder enviar a sus hijos a escuelas particulares. ¿Cómo puede empatar el aumento de los años de escolaridad y la disminución del analfabetismo sin incrementar el promedio de lectura? Difícil de responder, a menos de que pensemos que la proporción de esa diferencia es la medida en que ha crecido el analfabetismo funcional, entendido como la condición en la que sabiendo leer y escribir no se utilizan estas habilidades para mejorar considerablemente su situación de vida.

Por desgracia, el problema de la escasez de lectura –aunque con diferencias importantes– también se presenta en la comunidad académica (incluso la universitaria), el cual se refleja sobre todo en a) la muy difundida “cultura de la fotocopia”, que es fomentada por profesores y alumnos, y b) la revisión académica de un mínimo de contenidos y libros de texto (fotocopiados por supuesto), por lo que la lectura de otros materiales más amplios y también especializados –si acaso– queda relegada a un segundo término.

Todo lo anterior, y sin añadir más elementos estructurales de suyo preocupantes que con seguridad se complicaron aún más con los estragos sociales, económicos y educativos de la coronacrisis, tiene un efecto siniestro sobre la producción, publicación y distribución de materiales de ciencia y cultura en el país para los próximos años. De hecho, debo admitir y confesar que escribir este texto para muy pocos lectores es un verdadero desafío personal, lo cual me hace pensar en la relevancia y pertinencia de hacerlo.

La ciencia y el conocimiento modernos se hacen y se difunden –no única, pero sí principal y crecientemente– a través de publicaciones periódicas como lo son las revistas académicas en todo el mundo. Hasta hace varias décadas era gracias a los libros de papel. Este cambio ha sido vertiginoso más que nada por las publicaciones digitales disponibles de manera gratuita o a bajos costos o gracias a las membresías institucionales. Este fenómeno se aceleró exponencialmente con la coronacrisis que ha azotado al mundo desde marzo de 2020; por lo tanto, la publicación y la lectura en papel se han reducido bastante.

Esta crisis mundial no sólo ha afectado las actividades presenciales, sino que también ha lastimado (casi de muerte) a la de por sí raquítica actividad editorial mexicana. Basta con indicar que los libros y las revistas académicos producidos en el país han caído hasta tirajes mínimos: cien o doscientos ejemplares para los primeros y las segundas por poco desaparecen, además de que son muy pocos los títulos que logran agotarse por venta directa y las suscripciones a revistas (no digamos impresas, sino también digitales) prácticamente son inexistentes.

En México los editores de revistas académicas siempre hemos sido cazadores de lectores y de colaboradores, en tanto que en otros países los lectores son quienes van en busca de las novedades editoriales.

Las circunstancias actuales han afectado mucho más el panorama descrito. Ante esto, los esfuerzos por seguir publicando artículos en buenas revistas (aquellas que siguen los criterios de las revistas acreditadas en el ámbito internacional) y por preservar los espacios editoriales todavía existentes se han multiplicado a pesar de que se haya reducido el número de lectores.

¿Será posible que dentro de veinte años nuevamente el gobierno en turno se planteé como objetivo central educativo aumentar los espacios y las oportunidades de lectura para la población?

Un país sin lectores está condenado a la ignorancia y a la pobreza, limitantes del crecimiento y el desarrollo. La experiencia histórica de los países avanzados demuestra con contundencia que la formación de capital humano (aumento de conocimientos y ampliación de la cultura para la vida y el trabajo) es escenciales para seguir mejorando las condiciones de vida.

Referencias

Fox, V. (2001). Informes presidenciales. Disponibles en http://www.diputados.gob.mx/sedia/sia/re/RE-ISS-09-06-19.pdf

indy100. (2020, August 30). The countries that read the most books, mapped. indy100. Retrieved from https://www.indy100.com/discover/the-countries-that-read-the-most-books-7348401

INEGI. (2020a). Analfabetismo. Población. Cuéntame de México. INEGI. Disponible en http://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/analfabeta.aspx?tema=P

INEGI. (2020b). Escolaridad. Población. Cuéntame de México. INEGI. Disponible en http://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/escolaridad.aspx?tema=P

INEGI. (2021, 22 de abril). Módulo sobre Lectura (MOLEC). INEGI. Disponible en https://www.inegi.org.mx/programas/molec/#Tabulados

Loría, E. (2002). Editorial. CIENCIAergo-sum, 9 (2). Disponible en https://cienciaergosum.uaemex.mx/article/view/7564.

Paul, C. y Vargas, A. (2001, 15 de enero). México, inmerso en el analfabetismo funcional, una «catástrofe silenciosa». La Jornada. Disponible en https://www.jornada.com.mx/2001/01/15/03an1cul.html

Notas

[1] El presente Editorial se deriva de Loría (2002).

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