Migraciones femeninas: Mujeres latinoamericanas indocumentadas rumbo a EEUU
Migraciones femeninas: Mujeres latinoamericanas indocumentadas rumbo a EEUU
Revista Científica Guillermo de Ockham, vol. 14, núm. 2, 2016
Universidad de San Buenaventura
Resumen: En este trabajo se analiza la migración femenina de México y Centroamérica rumbo a EEUU: las características principales del fenómeno, las rutas empleadas por las mujeres en su proceso migratorio y, derivado de la situación de vulnerabilidad en el que se encuentran –en general– los migrantes en tránsito por México, los potenciales peligros a los que se enfrentan en su trayecto de viaje. Para ello, presentamos los resultados de una investigación exploratoria desarrollada en la frontera de México a EEUU, lugar de paso para muchas de ellas. Empleando un cuestionario semiestructurado, obtuvimos información valiosa sobre la experiencia migratoria de mujeres migrantes indocumentadas, que nos permite caracterizarlas y aproximarnos a conocer sus extrategias de viaje y riesgos a los que se enfrentan.
Palabras clave: Migración, mujer, vulnerabilidad.
Abstract: We present women migrants from mexico and central america towards the us: the main features of the phenomenon, the routes used by women in their migration process, and potential dangers they face on their journey. This at a time when the situation of vulnerability in which migrants cross Mexico is very serious. To do this, we present the results of an exploratory research developed at the mexico-us border, stopping place for many of them. We used a semi-structured questionnaire to obtain valuable information about their undocumented immigrant experience, which allows us to characterize them and know their strategies behind approach to travel, and risks they face.
Keywords: Migration, woman, vulnerability.
INTRODUCCIÓN
El propósito fundamental de este trabajo es ofrecer un panorama general de los movimientos migratorios México – EEUU, centrándonos en la feminización de la migración de los últimos años; y la identificación de las rutas que mujeres migrantes mexicanas y centroamericanas siguen todos los días hacia los Estados Unidos.
Son diversos los motivos que nos condujeron a llevar a cabo la investigación. Uno de los objetivos más relevantes es el carácter innovador del estudio ante el aumento cada vez más notorio de la mujer participando en los procesos migratorios, tanto de mujeres mexicanas intentando llegar a EEUU, como de mujeres centroamericanas que transitan por México con destino al mismo país. Pretendemos remarcar cómo se han feminizando los movimientos migratorios tanto en México como en Centroamérica a partir de la mayor presencia de mujeres que intentan cruzar la frontera sur de EEUU; queremos delinear también de manera general las rutas que utilizan las mujeres migrantes de y en tránsito por México para cruzar la frontera con EEUU; y los riesgo a los que están expuestas.
LOS MOVIMIENTOS MIGRATORIOS A y EN MÉXICO
En América Latina el problema de la migración indocumentada se ha hecho especialmente evidente en las últimas décadas como resultado de los procesos deficientes de crecimiento y desarrollo en los países de la región. La distribución desigual de los recursos económicos ha generado entre los latinoamericanos la necesidad de buscar nuevas oportunidades en otros países, sobre todo en Estados Unidos. Sin embargo, la política migratoria en los países de destino o receptores, expresada a través trámites y requisitos administrativos complejos y falta de información sobre el acceso autorizado de migrantes, ha motivamos que numerosos latinoamericanos salgan de su país y busquen llegar a Estados Unidos de forma irregular, de tal suerte que el fenómeno migratorio latinoamericano hacia ese país tiene un carácter eminentemente indocumentado.
El fenómeno migratorio en América Latina ha sido un fenómeno constante en la historia de la región ocasionado por la existencia de una económica dual muy marcada en estos países (Diez Canedo, 1984), donde existe un sector moderno de rápida extensión y un sector altamente atrasado; originando grandes desigualdades y falta de oportunidades para los sectores marginados. Según García, Gaxiola y Guajardo (2007: 102) “el bajo crecimiento económico, aunado a la iniquidad en la distribución del ingreso, los altos índices de desempleo y los bajos salarios, han ocasionado que gran cantidad de latinoamericanos busquen nuevas oportunidades para mejorar su nivel de vida, a través de la migración hacia Estados Unidos”. A su vez, numerosos especialistas describen a América Latina como una zona de inestabilidad política y ausencia de desarrollo, variables que constituyen las dos causas principales de la emigración de millones de latinoamericanos.
En este sentido, la distinción entre crecimiento económico y desarrollo económico esta en la representación de los aspectos cualitativos del crecimiento del producto nacional per cápita Según Villareal (2000: 29), traducido en factores como el nivel de empleo o la redistribución del ingreso entre la población. Hablar de desarrollo económico hace referencia a la calidad de vida que tiene la población, es decir, se enfatiza los aspectos sociales que giran alrededor del bienestar y la inexistencia de la pobreza, carencias o marcadas desigualdades entre la población. Por ello, la falta de desarrollo económico en distintas regiones de América Latina se identifica como una de las causas principales del fenómeno migratorio; la búsqueda de esa mejora en la calidad de vida de las personas es la motivación principal para millones de mujeres y hombres (Arambula y Santos, 2007).
De manera particular, los movimientos migratorios en México, con destino a EEUU, han pasado por diferentes fases a lo largo de su historia económica. Es difícil comprender este fenómeno sin conocer su contexto a lo largo de los años. Por ello, vamos a resaltar algunos de los acontecimientos más importantes para comprender la situación actual de estos movimientos migratorios.
En un primer momento, en la fase conocida como de enganche (1840 – 1918), a EEUU le interesaba tener mano de obra en los momentos requeridos. Sin embargo, en esta etapa de la revolución mexicana, Estados Unidos no consiguió que los trabajadores mexicanos regresaran a sus comunidades de origen cuando no eran requeridos; por lo que comienza una fase de deportaciones (1923 – 1933) a partir de la creación en 1924 de la Patrulla Fronteriza (Border Patrol), y debido también a la falta de oportunidades laborales por la Gran Depresión en aquel país.
Durante la 2ª Guerra Mundial dan inicio los Programa Braceros (1942 – 1964), convenios bilaterales de trabajadores temporales, a partir del cual Estados Unidos da ingreso a mano de obra requerida en las regiones agrícolas. En 1964 se terminar el programa, dificultando el libre tránsito de personas por la frontera y realizando deportaciones sistemáticas de trabajadores mexicanos indocumentados. Posteriormente, comienza la fase de migración indocumentada (1965 – 1986), hasta 1986 cuando se aprueba la reforma migratoria o Ley IRCA. En ese año EEUU endurece el acceso en su frontera sur y comienzan a observarse cambos en las formas y estrategias migratorias. Los migrantes indocumentados utilizan alternativas diversas para intentar entrar a ese país. Este hecho marca una diferencia no solo en el perfil de los migrantes, sino también en las rutas de ingreso empleadas para llegar a EEUU (Casillas, 2008). La regularización de estatus migratorio para millones de indocumentados permitió a los inmigrantes con documentación o regularizaron seguir utilizando las rutas tradicionales de mayor acceso fronterizo; en tanto los migrantes indocumentados buscan zonas alternativas, y cada vez más peligrosas, y poco vigiladas para entrar en Estados Unidos.
En 1993 con el programa conocido como Operación Guardián se inicia una serie de operativos de control y vigilancia estadounidense en puntos seleccionados de su frontera con México. Esos puntos eran las rutas tradicionales utilizadas por los migrante, comienza entonces la etapa de mayor control fronterizo (1987 – 2001). Ello derivó en cambios en las rutas de acceso hasta entonces utilizadas hacia zonas menos vigiladas pero con condiciones geográficas y ambientales adversas (Casillas, 2008). Cornelius (2001) menciona que a partir de esta fase, los migrantes cruzan por áreas periféricas en donde exponen sus vidas a condiciones ambientales extremas, siendo el factor geográfico un aliado en el control fronterizo.
Entre las consecuencias de la aplicación de los operativos y de la intensificación de los controles fronterizos los migrantes permanecen dentro del territorio estadounidense por más tiempo o definitivamente, lo que cambia el patrón tradicional de migración temporal (Cornelious, 2001). Se sofisticaron los métodos y estrategias utilizados por los coyotes (persona que facilita el cruce dela frontera internacional a cambio de un pago) para el cruce; se redefinieron las rutas de ingreso que tradicionalmente eran utilizadas por los migrantes indocumentados, por lo que se dan cambio en las rutas de ingreso y retorno; y los migrantes son empujados a cruzan por áreas periféricas exponiendo sus vidas a condiciones ambientales y geográficas extremas. Ante esta situación, se observa cómo estos cambios en la dinámica migratoria traen consigo un aumento de la vulnerabilidad de las personas migrantes y un mayor riesgo en el proceso migratorio (Ruiz, 2001).
Por otra parte, en el nuevo siglo ha quedado claro que México es un país no solo de origen migratorio, sino también receptor y de tránsito para migrantes (Casillas, 1991 y 2008) centroamericanos.[5] Lo que coloca a este grupo de población en circunstancias similares a los migrantes mexicanos durante el trayecto de transito y cruce de la frontera con EEUU; lo que por otra parte tampoco los deja fuera del proceso de construcción de nuevas rutas y etrategisa de viaje.
MIGRACIONES FEMENINAS ENTRE MÉXICO – ESTADOS UNIDOS
A pesar de que la tendencia histórica indica que los hombres emigran más que las mujeres, en los últimos años se ha notado un aumento constante en el número de mujeres latinoamericanas que emigran hacia Estados Unidos. Numerosos autores (Woo, 1997; Alonso, 2005; Monzon, 2006) constatan a través de investigaciones lo que han denominado “feminización de las migraciones”, recalcando la importancia de la creciente participación de mujeres en la migración internacional y enfatizando que el papel de la mujer redimensiona el análisis a partir de considerar aspectos como la familia y el fenómeno migratorio como estrategia familiar.
A partir de los años ochenta las mujeres comienzan a ser sujeto de estudio y están presentes en diversos análisis realizados sobre la migración (Angeles y Rojas, 2000). Sin embargo, los primeros análisis les observaba como acompañantes de su familia: como hijas, hermanas o como esposas. Actualmente, debido a la feminización de la pobreza, el análisis de problemáticas sociales considera también a las mujeres como sujetos de estudio en los flujos migratorios; a partir de lo cual esta condición imprime rasgos particulares a los fenómenos analizados (Monzon, 2006; Castañeda, 2012).
Frente a la pobreza, a la exclusión, a la falta de opciones y numerosas veces frente a la violencia, la mujer debe sortear una serie de dificultades para tomar la opción de emigrar. Debe vencer las fronteras visibles e invisibles de los controles familiares, la tradición y las costumbres. Pero a pesar de los inconvenientes y riesgos, las mujeres que emigran lo hacen con la convicción de insertarse en un mercado laboral con mayores oportunidades y obtener un trabajo mejor remunerado que les permita apoyar a su familia, a sus hijos —si los tienen—, a sus padres y hermanos.
El cruce de fronteras marca el inicio de un nuevo proyecto de vida para ellas: un nuevo proyecto de sí mismas. Para dejar su comunidad las mujeres necesitan de una red solidaria que las apoye en el cuidado de su familia. En líneas generales, esta solidaridad es asumida por la madre, la abuela, hermana o hijas mayores. También necesitan redes solidarias en el norte, que las ayuden tanto en el cruce como en la inserción laboral.
Generalmente, los flujos migratorios familiares de un mismo lugar de origen se dirigen a una misma zona, ciudad o región en Estados Unidos, tras cruzar la frontera. Su seguridad depende en gran medida de la fortaleza y solidaridad de sus redes.
Por lo anterior, se habla de un nuevo patrón femenino migratorio en la región, dado que cada día son más numerosas las mujeres que asumen los riesgos y peligros que deben sortear para acceder a un mercado laboral que les permita un porvenir para ellas y sus familias. Las pocas mujeres que cruzaron la frontera entre los años 1940 y 1970, emplearon la ruta, los medios y el destino de sus familias, de sus esposos, quienes tradicionalmente eran trabajadores agrícolas (Monzon, 2006). En fechas actuales esto ha cambiado considerablemente.
Según el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM), actualmente la emigración femenina está más diversificada: obedece a nuevos impulsos y tiene escenarios y contextos diferentes. Hay un porcentaje mayor de mujeres solteras y jefas de familia que emigran. Ellas cruzan solas o acompañadas, van con proyectos laborales propios y tienden a prolongar su estancia en la Unión Americana. Las mujeres representan 45% de la población mexicana que vive y trabaja en Estados Unidos (UNIFEM, 2006).
Las mujeres mexicanas que emigran a Estados Unidos como trabajadoras temporales son en su mayoría, según estadísticas del Consejo Nacional de Población (Conapo, 2009), jóvenes solteras con edades entre 12 y 24 años, cuya escolaridad es mayor respecto a la de los hombres. Casi la mitad provienen de la región norte del país, y predomina el carácter urbano en sus localidades de origen. Ellas encuentran menos dificultades que los varones para conseguir trabajo en Estados Unidos.
Existe un número importante de inmigrantes mexicanas indocumentadas que viven y trabajan en condiciones de mayor vulnerabilidad que los hombres frente a la sociedad, al empleador, a la policía y a la autoridad en general. Por su condición migratoria se emplean muchas veces como trabajadoras domésticas, contribuyendo así a que numerosas mujeres se inserten con relativa facilidad en el mercado laboral regional. Se estima, por ejemplo, que 25% de las trabajadoras domésticas, sirvientas y niñeras, carecen de documentos de residencia autorizada.
En el complejo fenómeno de la migración las mujeres son un grupo cada vez más numeroso e importante que requiere de atención especial. Para ellas emigrar significa también enfrentar problemas específicos en relación a sus responsabilidades familiares y a la violación de sus derechos durante su trayecto migratorio y en el lugar de destino.
MÉTODO
Los resultados que presentamos en este artículo surgen de un proyecto de investigación realizado por la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla, España), en colaboración con el Colegio de la Frontera Norte de México (México). El estudio se desarrolló en la provincia de Tamaulipas, México, en tres ciudades fronterizas (Matamoros, Reynosa y Nuevo Laredo) con EEUU. Esos lugares son los puntos de cruce fronterizo de un corredor terrestre frecuentado por migrantes mexicanos y centroamericanos. La investigación se centró en el estudio de casos de 26 mujeres migrantes indocumentadas localizadas en las tres ciudades
Los datos se obtuvieron a través de entrevistas en profundidad, por lo que este estudio es un análisis exploratorio que emplea metodología cualitativa. Para la recogida de información se diseñó una entrevista semi-estructurada integrada por 96 preguntas, organizadas en cinco ámbitos de la experiencia migratoria de mujeres, a saber: introducción/cédula; motivaciones para la migración y expectativas; estrategias; significados y transformación; y tópicos socioeducativos. Dicho instrumento ha sido validado por tres expertos de diversas disciplinas: sociología, pedagogía y psicología. Los objetivos fueron: conocer cómo se definen a partir de su función en la institución a la que representa; cómo describen el grado de vulnerabilidad de los/as migrantes en general y de las mujeres migrantes en particular; y qué apoyos les están dando a los/as migrantes. Todas las entrevistas realizadas durante el trabajo de campo han sido grabadas con permiso de los/as participantes y transcritas para facilitar el análisis e interpretación posterior de la información, siguiendo las normas de protección de datos.
RUTAS DE LAS MUJERES MIGRANTES EN LOS MOVIMIENTOS MIGRATORIOS MEXICANOS
Las diversas rutas migratorias que llegan hasta la frontera norte de México son usadas por miles de mujeres y hombres, niños y adultos, durante el día y la noche, procedentes de diferentes países y continentes, para alcanzar su destino en Estados Unidos (Anguiano y Trejo, 2007; Casillas, 2008). La motivación principal de las mujeres migrantes es mejorar la calidad de vida tanto para si mismas como para sus familias, a través de lograr mejores condiciones laborales y económicas (Monzon, 2006). Sin embargo, ellos conllevan riesgos.
En diversas investigaciones se ha evidenciado que en los movimientos migratorios a través de México muchos migrantes irregulares se convierten en víctimas de extorsión, abusos de todo tipo, violaciones, asaltos, etc. (Montane, 2006). A pesar de ello, la frontera sur de México es el principal puerto de enlace para la migración procedente de Centro y Sudamérica, algo característico también en las redes de tráfico de personas, constituidas como estructuras dinámicas e imperceptibles y que operan en rutas intermitente y alternativas (Artola, 2007).
Hablar de rutas intermitentes implica que los grupos de migrantes son previamente escondidos para trasladarlos a otros lugares cercanos a los cruces fronterizos. Se dice que son rutas intermitentes porque el traslado puede hacerse por el aire, tierra o combinados. Su utilización pretende no seguir una ruta preestablecida para evitar ser detectados tanto por las autoridades como por otras redes de traficantes. Generalmente las rutas utilizadas para el tráfico de personas son las mismas empleadas en el tráfico de otros bienes y servicios, lícitos o no (Artola, 2007). Sin embargo, emplear rutas intermitentes expone a las personas a convierten en víctimas de secuestros, extorsiones, violaciones y malos tratos; particularmente las mujeres migrantes son víctimas potenciales abuso sexual y vejación.
Por los datos recogidos en nuestro estudio, aquellas mujeres migrantes que cruzan las fronteras en condiciones indocumentadas, lo cual significa que entran de manera no autorizada y furtiva, generalmente lo hacen de noche, caminando o escondidas en vehículos. En su largo andar, ellas viven con el temor permanente de ser detenidas, maltratadas y deportadas.
En diversos estudios realizados en la frontera sur de México se confirma que las mujeres no acompañadas y las jefas de hogar se enfrentan a mayores riesgos. Específicamente, un 70% de las mujeres sufren violencia y un 60% presentan algún tipo de abuso sexual. Muchas de ellas permanecen en la zona fronteriza ejerciendo comercio sexual eventual, con la finalidad de conseguir dinero suficiente para el viaje. Además, según investigaciones, se ha calculado que pueden permanecer alrededor de tres meses en estos lugares fronterizos, trabajando en bares y centros nocturnos, lo que las exponen a mayor riesgo de contraer el VIH-SIDA (Montane, 2006).
Un estudio de la organización civil Sin Fronteras (2004), sobre empoderamiento de mujeres, niños y niñas migrantes susceptibles de violencia, mostró que las formas de violencia en contra de la mujer cuando se encuentran en tránsito por México pueden ser físicas, sexuales y psicológicas. En su estudio se entrevistó a mujeres migrantes en trayectoria de viaje, y se encontró que de ellas el 46% manifestó de manera explícita haber padecido alguna forma de violencia en el camino. De este universo de mujeres migrantes 63% fueron objeto de violencia procedente de una sola fuente, ya sean policías o personas, y 31% sufrieron abusos por parte de autoridades y compañeros de tránsito y/o viaje.
Según la base de datos EMIF-Norte y Sur[6], en relación a las mujeres mexicanas, su elección de ruta hacia la frontera norte, y por tanto su trayecto de viaje, está basado en la facilidad de cruce y la cercanía a su lugar de destino final dentro de EEUU. De ahí que desde el lugar de origen de las mujeres se puede acceder vía terrestres hasta la ciudad fronteriza por donde deciden cruzar a Estados Unidos. Sin embargo, ser mexicanas con derecho libre de transito no las exime de sufrir abusos y maltrato. Su condición de mujer por si misma las vuelve vulnerables y sujeto de mayor riesgo.
Los datos recogidos en nuestro trabajo muestran que las mujeres mexicanas y extranjeras proceden de Centroamérica, centro y sur de México. La región centro han sido tradicionalmente el área de mayor expulsión de migrantes mexicanos que cruzan por la frontera noreste rumbo a Estados Unidos: Guanajuato, S.L.P y Puebla; por su parte la región sur y sur-este, Oaxaca, Guerrero y Veracruz, se han identificado los últimos años como zonas de emigración emergente, en el referente histórico, de la migración de mexicanos a Estados Unidos. En ese sentido es que varias de nuestras entrevistadas mexicanas proceden de estas regiones emergentes para la migración. Respecto a las mujeres migrantes extranjeras en tránsito por México, ellas siguen la ruta de ingreso por el estado de Chiapas, Veracruz, centro del país y posteriormente región noreste, hasta alcanzar la frontera de Tamaulipas. Al relacionar los lugares de origen y los de cruce en la frontera, efectivamente se evidencia que las rutas elegidas por las migrantes corresponden a las menores distancias entre su origen y destino final.

Con respecto a las mujeres migrantes de origen centroamericano, EMIF-Sur muestra los siguientes datos: los principales puntos de ingreso a México empleados por las mujeres migrantes son Tecun Uman, La Mesilla y el Naranjo en la frontera con Guatemala. Las mujeres en su gran mayoría dicen haber contratado a un coyote para hacer su viaje a través de México y cruzar a Estados Unidos. Hay que especificar que las mujeres de origen hondureño son quienes recurren en menor medida al uso de este recurso, quizás por su extracto socioeconómico de origen que no les permite costear el viaje; quizás también por el conocimiento, o socialización de ese conocimiento entre acompañantes, sobre experiencias de viaje previas.
En contraste, las mujeres migrantes de origen salvadoreño y guatemalteco emplean con mayor frecuencia los servicios de traficantes de personas de frontera a frontera. Los datos recogidos en el estudio que presentamos muestran que estas mujeres transitan empleando el transportarse terrestre (autobús, camiones de carga, vehículos particulares, y ferroviario) en tramos cortos, donde existen vías de conexión, particularmente desde la frontera sur hasta el centro de México. Esta situación deriva en trayectos largos y estancias temporales – de corto tiempo – en lugares intermedios, condición que las expone a sufrir en mayor medida abusos y vejaciones.
Durante su travesía por México es posible trazar el viaje de estas mujeres en la medida que ellas recuerdan ciertos puntos del trayecto, que las vinculan a una mala o buena experiencia (abuso, apoyo o muestras de solidaridad, infraestructura de asistencia para migrantes, etc.). Es decir, se trata de lugares que probablemente les fueron significativos durante su viaje.
Por otro lado, según datos recogidos, las mujeres de origen centroamericano cruzan el estado de Chiapas en dos direcciones: hacia el oeste (vía Tapachula y Tuxtla Gutiérrez) y hacia el norte (vía Palenque y Villa Hermosa). Las mujeres centroamericanas dijeron recordar Tabasco (Villa Hermosa) y Veracruz en esta ruta. Otras dicen, haber cruzado por Puebla y la ciudad de México (DF). De lo anterior, podemos inferir la existencia de dos rutas desde la frontera sur hasta el centro de México y de ahí a la frontera noreste. Primera ruta: Chiapas–Veracruz-Puebla-D.F., segunda: Chiapas-Tabasco-Veracruz. El último tramo del viaje está enfilado hacia el norte.
En la frontera noreste los destinos y puntos de cruce elegidos por las mujeres migrantes centroamericanas son: Nuevo Laredo (vía Monterrey) empleando la ruta que cruza el centro y capital del país rumbo a Tamaulipas; Reynosa y Matamoros, que reciben a las mujeres provenientes de D.F.- Nuevo León-Tamaulipas, y de Veracruz a Tamaulipas.

Derivado del estudio se pudo establecer que las rutas migratorias de las mujeres mexicanas y extranjeras no difieren sustancialmente unas de otras. En ambos casos es posible ubicar puntos plataforma de reagrupación y reorganización del flujo migratorio, tal como lo define Artola (2007). Sin duda en la trayectoria de mujeres mexicanas la capital de país, el Distrito Federal, es el punto central de concentración de migrantes procedentes del sur y sureste de México, es decir se trata del tramo principal que los migrantes en general recorren para acceder a la frontera norte. De la misma manera lugares como Veracruz, Puebla o San Luis Potosí (S.L.P.) tienen características de puertos de enlace para los migrantes, ya que estos lugares ofrecen rutas alternas para llegar a un punto más al norte en su proyecto migratorio (ver gráfica 2).
Sin embargo, como se mencionó anteriormente, el uso de ciertas rutas puede implicar sortear serios riesgos asociados a la presencia de grupos criminales vinculados también el tráfico de personas. Por ejemplo, Reynosa, Tamaulipas, no sólo es la ciudad fronteriza más importante para el cruce de migrantes centroamericanos, también se ha convertido en la ciudad con el mayor número de rescates de migrantes secuestrados realizados por autoridades militares mexicanas. Entre las situaciones documentadas se encuentran rescate de mujeres migrantes que invariablemente declaran haber sido víctimas de hostigamiento sexual, en el menor de los casos, hasta abuso sexual reiterado por parte de sus secuestradores. De 2009 a 2015, el ejército mexicano ha rescatado más de 1,300 victimas –migrantes centroamericanos y potenciales migrantes mexicanos– de casas de “seguridad” de grupos delictivos en Tamaulipas, la mitad de ellos en la ciudad de Reynosa, donde por lo menos se han econtrado a 238 mujeres retenidas[7].
Así las cosas, las reflexiones y evidencia mostrada en este apartado dejan ver el nivel “sofisticado” de la organización de tráfico y traslado de personas a través de México. Una situación que no puede ser entendida sin la complicidad de autoridades y profundos niveles de corrupción. Las rutas del movimiento migratorio de mujeres muestra que la conjunción estos elementos (organización y estructura de traficantes, complicidad u omisión y corrupción) ha permitido su diversidad, construcción y cambios de dirección, según se requiera -sus distintas formas- a decisión del movimiento y tráfico de personas a través de México.
Reflexiones finales
Sin duda, uno de los motivos fundamentales que impulsan a las personas a migrar son sus condiciones económicas, en general, y cierto grado de selectividad asociado a su perfil social. Sin embargo, aunque exista una razón de mayor peso, son varias las motivaciones que apoyan y fundamentan la decisión de migrar, especialmente en aquellos casos en los que las condiciones de partida con las que cuenta el o la migrante no son las más mejores, ya sea por carecer de recursos materiales, por no disponer de documentos que la o lo autoricen a migrar de forma legal, etc.
En nuestro estudio, las mujeres tienen un proyecto migratorio basado en la búsqueda de mejoras de las condiciones tanto vitales como familiares, el interés por la educación para sus hijos (una nueva oportunidad en la vida) y el alcance de una mejora laboral, y por lo que también, económica y material.
En el fenómeno migratorio de México a Estados Unidos, de acuerdo con diferentes autores, ha aumentado las mujeres migrantes con un determinado perfil. Es decir, cada vez más son las jóvenes con relativa alta escolaridad, con respecto a los hombres, quienes tienen un proyecto migratorio en su plan de vida. El papel protagonista de las mujeres migrantes es cada vez más evidente, sobre todo durante los últimos años, disminuyendo su rol de acompañante del hombre y llamando la atención por su determinación y proyecto migratorio. Además, muchas de ellas son acompañadas por sus hijos e hijas, en la mayoría de los casos, menores de edad.
Además, debemos tener presente que todo proceso migratorio genera implicaciones para la familia como son la reorganización de tareas; el cuidado de sus integrantes; el envío de las remesas; el cambio de roles familiares; la mayor responsabilidad hacia los menores, etc. Sin embargo, pese a todos estos aspectos las mujeres migrantes están dispuestas a lograr su objetivo, alcanzar su meta y asumir los riesgos.
En relación a las rutas (terrestres, aéreas, marítimas) empleadas por las personas que migran, ellas están hasta cierto punto condicionadas por su lugar de origen o de residencia, así como de sus intereses y necesidades (familiares, económicas, laborales, etc.). Durante el proceso migratorio, según las rutas elegidas, las personas que realizan una travesía (documentado o indocumentado) se exhiben a numerosos riesgos, así como a una alta situación de vulnerabilidad. Siendo las mujeres las que están sometidas a mayores riesgos de maltratos y abusos sexuales (violaciones, secuestros, trata, etc.).
En definitiva, las condiciones económicas, sociales, educativas, familiares, administrativas de las mujeres ante la migración influyen directamente tanto en las estrategias de viaje como en los riesgos asumidos que puede suponer la migración para ellas. Especialmente si las rutas migratorias son internacionales. Argumentos más que suficientes para plantear la necesidad de repensar las migraciones atendiendo a la variable género.
Referencias
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Notas