Resumen: El presente artículo es el resultado de una investigación realizada en el área metropolitana de Bucaramanga en el marco del convenio 2088 de 2015 entre la Gobernación de Santander y la Universidad Autónoma de Bucaramanga acerca de las percepciones de masculinidad que tienen hombres y mujeres. El objetivo es comprender cómo se percibe la masculinidad y los elementos culturales que la definen. La metodología fue de tipo cualitativo y se desarrolló a partir de la conformación de grupos focales. La interpretación y análisis de los resultados se basa en dos categorías: ámbito privado y ámbito público, ya que estos son escenarios donde se socializan los roles de género. Algunas de las características sobresalientes en las percepciones de la masculinidad son: poder, fuerza, responsabilidad, autoridad y dominio.
Palabras clave:MasculinidadMasculinidad,equidad de géneroequidad de género,percepcionespercepciones.
Abstract: This article is the result of research conducted in the metropolitan area of Bucaramanga under the 2088 agreement 2015 between the government of Santander and the Universidad Autonoma de Bucaramanga about perceptions of masculinity in which men and women. The objective was to understand and analyze how masculinity and cultural elements that define perceived. The methodology was qualitative and was developed from the formation of focus groups. The interpretation and analysis of the results is based on two categories: private and public sector. Some of the salient features in perceptions of masculinity are: power, strength, responsibility, authority and dominion.
Keywords: Masculinity, gender equality, perceptions.
Percepciones acerca de la masculinidad en un grupo de hombres y mujeres del Área Metropolitana de Bucaramanga, Santander, Colombia
Perceptions about of the masculinity in a group of men and women of Metropolitan Area Bucaramanga Santander, Colombia
Recepción: 29 Agosto 2016
Aprobación: 19 Septiembre 2016
La investigación, de la cual se desprende este artículo, pretendió acercarse a las percepciones que un grupo de hombres y mujeres del área metropolitana de Bucaramanga tiene acerca de la masculinidad. Para tal fin, se planteó como pregunta central de la investigación: ¿Cuáles son las percepciones que hombres y mujeres del área metropolitana de Bucaramanga tienen acerca de la masculinidad?
El trabajo se traza atendiendo a los siguientes componentes: descripción del problema de investigación, referente teórico, referente metodológico, resultados y conclusiones. Siguiendo estos puntos, se desarrollarán los elementos que caracterizan las percepciones encontradas y su relación con los estereotipos de masculinidad que se evidencian en los participantes.
Las características encontradas reflejan los aprendizajes cotidianos desde donde se naturalizan las relaciones de género que privilegia lo masculino; sin embargo, se encuentran expresiones concretas que asumen las relaciones interpersonales de género desde formas diferentes a la hegemonía masculina, basadas en el respeto, el cuidado y la solidaridad.
Los diferentes estudios de género que se han realizado desde finales del siglo XIX han encontrado que la construcción de género es un asunto con gran influencia cultural. Hombres y mujeres construimos nuestra identidad de género, por lo general, a partir de modelos heredados inmersos en los habitus1, que se naturalizan y se replican de generación a generación a partir de los estilos de crianza, condicionando desde la primera infancia el deber ser de los niños por ser varones y el deber ser de las niñas por ser mujeres:
Los ideales culturales acerca de la masculinidad y de la femineidad son reforzados en todos lados y continuamente; por eso los sentimos como universales y no como expresión de posibilidades humanas… Difícilmente registramos cómo construimos nuestros conceptos sobre los géneros y suponemos que el sistema de valores y creencias que empleamos para ver el mundo es el único lógico y normal, y lo consideramos “natural” en vez de aprendido de acuerdo a ciertos patrones (Álvarez, 1997, p. 2).
Entender el género como construcción cultural no ha sido solo resultado de investigaciones orientadas a estudiar el fenómeno, sino también consecuencia de profundas reflexiones de personas como la filósofa francesa Simone de Beauvoir (1949), quien al respecto escribió “no se nace mujer, se llega a serlo2…”. Las movilizaciones feministas se alimentaron de esta afirmación que influyó en lo que históricamente se conoce como la segunda ola del feminismo3. En la medida en que las movilizaciones estimulaban la creación de nuevos grupos feministas en diferentes partes del mundo, y que las mujeres también incursionaban en espacios que hasta ese momento eran exclusivos para hombres, la academia empezó interesarse por temas de género a partir del estudio de las mujeres y del feminismo.
Los estudios sobre los hombres y las masculinidades, son más recientes, y uno de sus aportes tiene que ver con el reforzamiento de lo hallado en las conclusiones de los estudios de mujeres, es decir, tanto la feminidad como la masculinidad son una construcción cultural naturalizada en las dinámicas domésticas y públicas a través de las formas de establecer relaciones interpersonales; a este respecto Franklin (1984) hace énfasis en la familia como un agente socializador de lo masculino sin desconocer algunos elementos como medios y pares.
El género parece tener la mayor importancia para los padres y otros miembros de la familia durante el periodo de la infancia. (p. 33)… Los hombres son especialmente sensibles a la influencia temprana de los grupos de pares (p38)… La televisión, radio, periódicos, revistas, letras de canciones, etc., contribuyen a la socialización del rol (p. 40).
Podemos ver entonces cómo el acondicionamiento condicionado4 según el sexo biológico es ya una práctica absolutamente naturalizada, tanto que desde el momento en que se sabe de la existencia de un embarazo, la madre, el padre y cuantas personas cercanas rodeen a la persona que está por nacer, harán todo lo habitual para darle un lugar y un trato acorde a su sexo.
Con referencia a la socialización de la masculinidad, la forma en que los hombres aprenden lo referente a su rol, históricamente se daba sin mayores análisis; era algo supuesto que la agresividad, la fuerza, la dureza, la competitividad y el poder eran ingénitos a su condición de hombres; sin embargo, este panorama del hombre predestinado a “ser así” está cambiando.
Fueron los movimientos de mujeres quienes inicialmente problematizaron la relación masculinidad y feminidad con aprendizajes más allá de lo biológico; al reflexionar acerca de su papel en la sociedad, pudieron evidenciar aspectos que más adelante les permitieron plantear toda una transformación social que hoy ubica a las mujeres como sujetos de derechos, dejando atrás aquella construcción de mujer como persona de segunda clase e inferior por naturaleza a los hombres.
Lo que provocó una reflexión en las mujeres ha convocado también a que se den reflexiones similares en los hombres y, por tanto, el inicio de una transformación de la masculinidad tradicional, por ahora, en manos de algunos pocos que, como alude Thomson (2005) al mencionar una tendencia a superar el modelo de masculinidad tradicional hegemónica. “Esos hombres han elegido aprender y cultivarse a partir de las experiencias de las mujeres y junto con ellas están creando nuevas formas de relación” (p. 36).
Estos cambios tienen mucho que ver con hombres que se sienten y se comportan más cercanos con sus afectos y con las necesidades e intereses de las mujeres, pero no sólo de las mujeres, también de otros grupos poblacionales que en otros momentos fueron invisibles, excluidos y violentados por el orden patriarcal y que según Matías (2010) produjeron la caída de este modelo socialmente nocivo “Este es una de las principales razones que causaron el inicio de la crisis de la masculinidad” (p. 21).
Los estudios de hombres aparecen en Norteamérica en los años 80 del siglo pasado, influenciados en gran medida por los estudios de mujeres. Casi paralelamente se iniciaron en Europa, aportando a la transformación de la forma en que se entiende la masculinidad a partir de estudios que problematizaron y replantearon la masculinidad hegemónica y concibiendo alternativas del ejercicio de la masculinidad frente a los estereotipos de hombre que tradicionalmente han sido socialmente aceptados.
Para el caso de Latinoamérica, como lo confirma Hernández (2008) citando a Viveros (2003), fue a finales de la década de los 80 cuando se iniciaron los estudios sobre hombres desde una perspectiva de género (p, 68). De esta manera, se realizaron trabajos que apuntaron a diferentes temas relacionados con la masculinidad, “los ejes temáticos abordados han sido la construcción de la identidad masculina, la paternidad, los ámbitos de homosocialidad5 masculina y salud reproductiva versus la sexualidad masculina” (Ibíd.) Uno de esos aportes latinoamericanos ha sido el de enriquecer la noción de masculinidad, tal como mencionan Ramírez (1993) y Shepard (2001) en Hernández (2008) “los estudiosos de los hombres en América Latina han propuesto superar la noción de masculinidad y suplirla por masculinidades, reconociendo la diversidad de experiencias e identidades de los hombres y los riesgos de una perspectiva esencialista que encierre a todos los hombres en una sola identidad” (p. 68).
De estos y otros estudios, se han venido construyendo diferentes definiciones de masculinidad que intentan explicarla, tal es el caso de Martín (2007) quien considera que la masculinidad se da a partir de prácticas que al ser realizadas por hombres suelen ser aceptadas pero que si se realizan por mujeres pueden ser consideradas poco femeninas. Por lo anterior, el autor en mención expone la siguiente definición:
Conductas públicas y privadas generalmente asociadas a las personas de sexo biológico masculino. L a masculinidad no es un patrón único sino la suma total de los distintos modos en que se ejerce en la práctica, sea por parte de individuos que desean activamente ser considerados masculinos o por parte de individuos que son considerados como tales por su entorno social. La masculinidad se considera preceptiva para los individuos de sexo biológico masculino pero se estigmatiza socialmente en los de sexo biológico femenino (Matín, 2007, p. 89-90).
Es importante resaltar aquí, que la construcción de la masculinidad no es exclusivamente fundada a partir de la socialización ya que existen aspectos naturales que se mezclan con los culturales, según Matías (2010) “Algunos autores destacan aspectos biológicos que pueden afectar a la construcción de la identidad masculina: la testosterona, aunque muy a menudo se relaciona con la agresividad. La masculinidad viene definida, a menudo, por la virilidad, que se encuentra en constante cambio en función del contexto histórico, cultural, social y económico” (p. 13).
Los imaginarios que tradicionalmente se han establecido en torno al poder, a la agresividad y la virilidad, entre otros, marcan los comportamientos asignados y aceptados para los hombres y considerados como masculinos. Karla Hernández (2001) menciona tres características que denominan la masculinidad tradicional; la autoridad, el dominio y el control6. Evidentemente, estos elementos están muy relacionados con la forma en que los hombres actúan en la sociedad y también con la forma como se establecen las relaciones hombres-mujeres, donde las mujeres históricamente son tratadas como objetos que se mandan, se controlan y se dominan.
La masculinidad tradicional, marcada por los estereotipos7 que asignan al hombre un “deber hacer, tener, poder” que continuamente lo pone en riesgo a él y a su entorno, aún se encuentra muy presente en diferentes ámbitos sociales, aunque tiende a diferir entre grupos poblacionales, se continúa reproduciendo, tal como los estudios empezaron a mostrar. Asturias Laura (1997) citado por Matías (2010) menciona 3 fuentes de reproducción de los estereotipos de masculinidad, los medios de comunicación que actúan como agentes educativos, el grupo de amigos con la influencia que los pares suelen tener y el modelo por reacción que parte de una interpretación “accidental” de lo masculino y lo femenino (p. 14).
Nos encontramos entonces ante una histórica lucha entre la tradición “hegemónica” del ser hombre y una concepción emergente de “equidad” que según el lugar y otros aspectos se da de manera más o menos evidente. Hernández (2008), quien recoge a varios autores para concluir que estos estudios:
Denotan claramente cómo las identidades masculinas en sus respectivos países de origen (Colombia, Perú y Chile respectivamente) varían culturalmente: hombres de zonas rurales pauperizadas y pertenecientes a grupos étnicos o raciales conciben a ser hombre de una forma más allegada al machismo, mientras que hombres de zonas urbanas-desarrolladas y mestizos replantean sus identidades masculinas y abogan más por relaciones de género igualitarias. Visto así, tal parecería que la producción de masculinidades oscila entre dos tipos ideales de ser hombre y que las identidades masculinas varían según polos de subdesarrollo/costumbres rurales versus desarrollo/mentalidad urbana. Sin embargo, estos autores también han planteado que las diferencias de clase en zonas urbanas inciden en las concepciones de ser hombre (yo agregaría, la inmigración del campo a la ciudad produce un desfase cultural entre los hombres y las mujeres) (Hernández, 2008, p. 68).
La búsqueda de entender para transformar la masculinidad nos está conduciendo por caminos donde encontramos masculinidades que dependen de factores, aunque similares en conceptualización teórica, diferentes en su práctica, interpretación y reproducción cotidiana.
Si bien la definición de masculinidad es un asunto ciertamente impreciso, es evidente que este fenómeno es una amalgama que depende de diversos factores, como menciona Matías (2010).
Este es un concepto de compleja definición ya que hay que tener en cuenta numerosas variables influyentes; la educación, la cultura, las leyes, las normas sociales, la personalidad, etc. En forma de resumen podemos afirmar que es un constructo cultural que varía en función de la época y el lugar (p. 151).
Los trabajos de investigación acerca de las masculinidades, luego de más de dos décadas de haberse iniciado, apenas están empezando a profundizar en aspectos diferentes a la violencia de género y a la masculinidad hegemónica. Algunos autores, como Hernández (2012), refiere que “las masculinidades son construidas tanto por hombres como por mujeres en diferentes momentos” (p. 215). Esta afirmación va un poco más allá de la ya conocida masculinidad como construcción cultural y busca acercarse a elementos más concretos como quiénes la construyen e incluyen a las mujeres en esta operación.
Hernández (2012) resalta la importancia de los procesos históricos regionales, más allá de Identidades nacionales, como elementos para entender la construcción de las masculinidades en una región y tiempo específicos, de allí que realizó un análisis de cuatro conceptos “relaciones de clase, relaciones de género, relaciones de poder y experiencia generacional” (pp. 215-216). Uno de los hallazgos de la investigación realizada por Hernández, tiene que ver con cómo las opiniones de mujeres difieren a las de los hombres respecto de la masculinidad, elemento que según el autor, poco se ha tenido en cuenta (ibíd.). Al respecto refiere Viveros (2002) “en el campo académico, muchos de los nuevos trabajos sobre masculinidad ignoran el punto de vista de las mujeres sobre los hombres, pues no lo consideran relevante para entender la masculinidad” (Viveros, 2002, p. 103).
Si bien es cierto que las movilizaciones feministas han influido en la promoción de masculinidades que rompan con lo tradicional y en las relaciones de poder hegemónicas, en este momento, el tema de las relaciones equitativas hace parte de agendas y políticas de estado; esta situación cambia la perspectiva de hombres empoderados de sus privilegios tradicionalmente asignados por ser varones, inevitablemente está emergiendo una construcción de masculinidad soportada en aspectos más institucionales que vienen a romper con los históricamente replicados. Al respecto, el Instituto Vasco de la mujer evidencia que
Existen razones políticas, ideológicas y éticas que llevan a la sociedad a esperar, demandar y apoyar que muchos hombres opten por actitudes, posicionamientos y prácticas más igualitarias. Estas razones tienen que ver con el hecho de que la igualdad es un valor de convivencia y un derecho humano. (Instituto Vasco de la Mujer, [EMAKUNDE], 2008, p. 17).
El ejercicio de la masculinidad se transforma por diversos factores que bien pueden ser construidos a propósito o bien pueden ser accidentales, al respecto, la experiencia del desplazamiento en Colombia estudiado por Tovar y Pavajeau (2010) quienes afirman que
Por su carácter de emergencia y crisis, el desplazamiento propicia la reestructuración, así sea transitoria, de elementos culturales ligados al género, tales como las costumbres, las normas, la toma de decisiones, la administración de los recursos, la paternidad, la conyugalidad, el ejercicio de la autoridad, entre otros. ( p. 100).
Esta reestructuración no necesariamente es positiva y aunque no existen elementos que nos permitan ver el grado de afectación que estos fenómenos sociales tienen en hombres y mujeres respecto a sus roles de género, se presumen efectos que pueden acentuar aspectos de la masculinidad tradicionalmente violenta y nociva.
Entendiendo la masculinidad como un fenómeno que permanentemente se está transformando ya por accidentes históricos, ya por propósitos conscientes-colectivos, el momento actual permite observar una transformación evidente hacia construcciones de género más orientadas a la equidad, reconociendo, sin embargo, que aún hay mucho por avanzar, sobre todo en el tema de la superación de la violencia por causa de género que es tal vez el más molesto.
La masculinidad que en otrora se suponía por el hecho de ser varón, es un fenómeno de análisis, incluso de transformación y hasta de reconstrucción en ámbitos públicos y privados. Para llegar a plantear una transformación, es necesario primero entender los imaginarios territoriales de la masculinidad y en la práctica, como influye el rol en la forma que tienen los hombres de relacionarse con el entorno.
Experiencias regionales como la realizada en Bolivia, muestran cómo, a pesar de que aún en las culturas ancestrales la hegemonía de los hombres está presente, las masculinidades occidentales hegemónicas incidieron en una reconfiguración de las identidades masculinas producto de los procesos de colonización y colonialidad8transformando los sistemas de relaciones inter e intragenéricos (Centro de investigación social, tecnología apropiada y capacitación [CISTAC], 2015, p. 88). En ese sentido, se evidencia que “en América Latina las masculinidades que se han construido a lo largo de los años se corresponden con los procesos históricos del mestizaje, la colonización y la vida republicana” (Aguayo, Ibarra, & Patricia, 2015, p. 31).
La cuestión es entonces acercarnos a saber cómo se percibe la masculinidad en el Área Metropolitana de Bucaramanga, cuáles son los aspectos hegemónicos que persisten y cuáles son los aspectos emergentes que se evidencian. Conocer esta percepción puede ser el punto de partida para ver cómo se reproducen, se interpretan y se aprehenden los modelos de masculinidad hegemónica y no hegemónica, tanto en hombres como en mujeres.
Planteamiento del problema de investigación. ¿Cuáles son las percepciones de un grupo de hombres y mujeres del área metropolitana de Bucaramanga sobre la masculinidad?
Los estudios de género desde hace varios años han venido mostrando que lo femenino y lo masculino, son construcciones culturales. Ser hombre o ser mujer va más allá de lo biológico; aparecen entonces, una amalgama de accesorios culturales que primero separan a los hombres de las mujeres, por causa del género, de allí la utilizada frase “el otro equipo” que condena, sobre todo a los hombres que manifiesten algún comportamiento diferente al que tradicionalmente se les ha asignado a los varones. Además del distanciamiento, está la reducción de lo femenino respecto de lo masculino y este es conocido tema de debate, lucha y estudio permanente.
Pues bien, el concepto de masculinidad distante y dominante se ha venido transformando y ha venido cambiando la forma de comprenderlo, por ahora desde los escenarios públicos donde espacios y discursos excluyentes y exclusivos para hombres se transforman lentamente en escenarios abiertos a la participación de las mujeres y a la valoración de lo femenino también.
Todas estas transformaciones han sido el resultado, por una parte, de movilizaciones de las mujeres y la aparición de nuevas formas de organización política y económica que rompe con la tradicional figura masculina que disponía del orden en las diferentes instituciones que componen la sociedad; por otra parte, la globalización de los mercados y demás, también supone un cambio del papel que juegan hombres y mujeres, cambios que de alguna manera las mujeres han generado y otros que han sufrido pero que en definitiva, los hombres apenas nos enteramos, es por ello que algunos autores afirman que la masculinidad está en crisis.
Desde los años noventa del siglo pasado, los estudios sobre masculinidades surgieron en Latinoamérica, orientados hacia la identidad masculina, violencia y paternidad. A partir de este momento, varios países latinoamericanos han venido desarrollando cada vez en mayor profundidad, estudios que lleven el término de masculinidad de lo universal a lo regional, entendiendo que la masculinidad, además de ser una construcción cultural, tiene en su composición elementos étnicos, históricos, socioeconómicos, etc., lo que nos lleva a hablar de masculinidades.
En Colombia los estudios de género principalmente se han concentrado en mujeres y en estudiar la violencia basada en género asumiendo la regla mujer-víctima y hombre-victimario; de otro lado, los estudios sobre hombres han venido integrándose a través de colectivos que se movilizan permanentemente en torno a la prevención de la violencia de género y por aportes de programas internacionales que apoyan el trabajo de algunos de estos colectivos; sin embargo, los esfuerzos están estrechamente relacionados con las movilizaciones en torno a la prevención de la violencia basada en género contra las mujeres.
Los estudios de hombres que se han desarrollado recientemente en el país han complementado el activismo con elementos de estudio de carácter más científico9 orientados hacia la búsqueda de factores de identidad masculina. Poco se ha logrado entender acerca de las cualidades determinantes de la masculinidad en Colombia, en parte porque los puntos de partida han sido preconcebidos. Temas como la masculinidad hegemónica o el machismo que vienen de otros estudios se utilizan para señalar los comportamientos evidentes de algunos hombres pero definitivamente no muestran en su totalidad la construcción y la identidad masculina de los hombres colombianos.
En el departamento de Santander, los estudios sobre masculinidad han sido escasos, aunque existe documentación de trabajo con hombres, la construcción de conocimiento en torno al tema tiene mucho por explorar, es así que el trabajo realizado, continúa con la línea de prevención de violencias y transformación de relaciones entre hombres y mujeres. En la ciudad de Bucaramanga, según el DANE10, los hombres representan el 46.8% de la población y conforman a la vez, un número importante de la población del área metropolitana de Bucaramanga con un 47.9% según datos del IMEBU11, Sin embargo, no se conocen mayores detalles acerca de cómo construyen la masculinidad.
El no tener claridad sobre los factores socioculturales que influyen en la construcción de masculinidad impide acercarse a entender más allá de los hechos, entre otras cosas, el porqué de aspectos como las violencias ejercidas por hombres hacia las mujeres y hacia otras expresiones de orientación sexual. Se hace necesario entonces colocar un punto de partida que permita analizar la identidad masculina y este punto lo pueden dar las percepciones que hombres y mujeres tienen de la masculinidad.
Por ahora, en el área metropolitana de Bucaramanga, se tiene un inventario de creencias populares, frente a los comportamientos y asuntos que “son de hombres”, así como de los otros elementos, “que los hacen hombres”. Aunque se sabe (porque en otros lados se ha determinado así) que son heredados y replicados por la familia, la escuela y el estado; es una generalización mientras no se hagan los estudios que confirmen que aquí, las cosas también son así.
Nos interesa entonces, conocer cuáles son las percepciones que algunos hombres y mujeres tienen de la masculinidad, ir más allá de los mitos o las creencias populares que rotulan a los hombres de una u otra manera y buscar nuevos elementos que se relacionen con la masculinidad, ir un poco más allá y averiguar cómo las mujeres entienden la masculinidad.
El objetivo general fue conocer y analizar las percepciones de un grupo de hombres y de mujeres del área metropolitana de Bucaramanga, departamento de Santander en Colombia, buscando un acercamiento a los estereotipos de masculinidad de esta región del país.
Conocer las percepciones que las mujeres tienen respecto a la masculinidad.
Conocer las percepciones que los hombres tienen respecto a la masculinidad.
Aportar datos que contribuyan al análisis sobre los estereotipos de masculinidad en esta región del país.
Teniendo en cuenta que la población del área metropolitana de Bucaramanga es heterogénea, se realizó una selección del universo de participantes del convenio interinstitucional Gobernación de Santander y la Universidad Autónoma de Bucaramanga.
Las edades de los hombres participantes estuvieron entre los 18 y los 55 años. La mayoría trabajan en sectores de la construcción, su nivel educativo está en media vocacional y su nivel socioeconómico es de estratos 1 y 2 a excepción de dos participantes que tienen formación como profesionales y su nivel socioeconómico es de estrato 3.
Las edades de las mujeres participantes estuvieron entre los 18 y los 82 años. A excepción de dos mujeres con formación profesional, su nivel educativo oscila entre básica primaria y media vocacional. Algunas de ellas trabajan fuera de casa en pequeñas empresas o ventas informales y otras se dedican al cuidado de sus hijas e hijos y al trabajo doméstico. Los estratos socioeconómicos de las entrevistadas están entre el 2 y el 3.
Respecto de la temática (percepciones sobre la masculinidad), tiene que ver con las opiniones, las creencias, los aprendizajes y las experiencias de las personas participantes; esto requirió que la metodología permitiera una conversación desde sus construcciones y una técnica que recogiera efectivamente los datos desde la diversidad de miradas que se pueden encontrar respecto de la pregunta de investigación.
Para el desarrollo de esta investigación, se realizaron 8 grupos focales, 4 grupos con hombres y 4 grupos con mujeres; teniendo en cuenta que según Beck et al., 2004; Rigler, 1987 en Escobar & Francy (2009) “los grupos focales son útiles en situaciones donde se busca averiguar la percepción de las personas respecto a lo que genera o impide un comportamiento, así como su reacción ante diferentes ideas, conductas, productos o servicios” (p. 53).
Las variables que se tuvieron en cuenta en la muestra fueron:
Las preguntas que orientaron las conversaciones con los grupos focales, estuvieron relacionadas con tres ámbitos12 (privado, público y personal) en los cuáles se establecen diferentes tipos de relaciones entre hombres, mujeres y el entorno. Se hicieron tres preguntas por cada ámbito que efectivamente buscaron identificar las percepciones de la masculinidad por parte de las y los participantes.
Las preguntas que se realizaron fueron:
1- ¿Cuáles son las ventajas de ser “el hombre” en la casa (los espacios domésticos)?
2- ¿Cuáles son las ventajas de ser “el hombre” en las relaciones de pareja?
3- ¿Cuáles son las ventajas de ser “el hombre” en la crianza de las hijas e hijos?
4- ¿Cuáles son las ventajas de un hombre en los negocios?
5- ¿Cuáles son las ventajas de un hombre en la política?
6- ¿Cuáles son las ventajas de un hombre en el trabajo?
7- ¿Cuáles son las ventajas de ser un hombre en la resolución de un conflicto?
8- ¿Cuáles son las ventajas de ser un hombre en la toma de decisiones?
9- ¿Cuáles son las ventajas de ser un hombre en el manejo del dinero?
Las percepciones de masculinidad de los hombres y mujeres que participaron de los grupos focales en el área metropolitana de Bucaramanga, según la investigación realizada son: Poder, fuerza, responsabilidad, autoridad y dominio; lo que demuestra que el hombre está en una posición de dominio en relación con su entorno.
En cuanto a la figura del hombre en la casa, se encontró que existe la percepción de que al hombre se le atiende, se recuerda con claridad las enseñanzas que relacionan al hombre de la casa como el responsable de la provisión y como el dueño ad hoc de la porción más grande, del puesto más cómodo y otros privilegios de los hombres por ser “los hombres de la casa”.
Según los hombres, “uno pone el mando en la casa”, “… hay que colocarse de acuerdo pero siempre en el diálogo entre la mujer y el hombre siempre el hombre supera un poco más que la mujer… porque tampoco vamos a tener a la mujer por bajo”, aparecen otras ventajas como la fuerza y otras como los privilegios asociados a la no realización de actividades domésticas, “uno por lo regular, uno es la cabeza principal y en el hogar pone todo, entonces por ese motivo, tiene como una ventaja de descanso…”. En este punto, existen algunos participantes que hablan de trabajo repartido y “la ayuda a la mujer” en actividades domésticas.
Las mujeres expresaron frente a los hombres en las casas, “ellos llegan a la casa es a descansar”, “ellos no tienen la obligación y la responsabilidad de cocinar porque eso es un rol de la mujer… que no lavan, ni hacen aseo”, “cuando están en la casa, se sientan a ver televisión todo el día”, “ellos son más libres para salir y no los amarran los niños”.
Estas características asociadas al poder y al control se encuentran aún naturalizadas y por ende aceptadas tanto por hombres como por mujeres y se evidencian en el ejercicio de representar la autoridad en el ámbito familiar, tanto con la pareja como con los hijos e hijas, el hombre que representa la figura de “papá” o el “hombre de la casa”, el que manda y a quien se le obedece, es decir, en última instancia quien pone las reglas y las hace cumplir, lo anterior expresado por los hombres, “uno le habla al hijo y el hijo le coge como más respeto al papá que a la mamá…porque el papá es más rígido con él”, “los hijos le tienen más miedo a uno (hombre) que a la mamá” y las mujeres refuerzan estas creencias, “ellos (los hombres) tienen más autoridad… con una palabra los dejan quieticos ( a los hijos e hijas)…”, “… el respeto que por ser el hombre de la casa tienen sobre los hijos, el papá cuando habla, no necesita ni gritar, ni mirar feo, sino que cuando hay esa autoridad (el hombre), él simplemente habla y los hijos caminan por donde él dice…”, “ellos son los que cuidan por ser la figura varonil paterna… que si hay alguien por ahí rodeándole las hijas, pues ahí sí, uno lo manda…”
En las relaciones con la pareja, este factor de dominar, se mantiene en el sentido en que se percibe que los hombres tienen “la última palabra”, como lo expresaron algunas mujeres “ellos tienen el mando” y las cosas que suceden en su entorno están en función de no molestar al hombre “cuando se ponen de mal genio se ponen cansones”.
En cuanto al tema afectivo, las mujeres expresaron que perciben a los hombres como insensibles, son duros y fuertes, “ellos son más duros… en una pelea ellos no lloran…cogen la calle y se van y se distraen”. Dentro de las percepciones que se tienen, está el hecho de que los hombres pueden tener varias parejas sexuales pues según lo expresaron algunos hombres, “un hijo (hombre) no va a salir embarazado, tiene una novia o dos o tres y no va salir embarazado”. De otro lado, se percibe como un deber ser del hombre, responder, por la mujer, es decir, cuidar, proteger y proveer a su pareja, “cuando un hombre consigue mujer debe ser responsable, que no le falte nada a la mujer”, “si usted consigue mujer es porque es capaz de darle de comer…”, “usted ve… la mayoría de las veces la mujer busca a alguien que la proteja, que se sienta protegida por ese hombre, por esa autoridad, que se sienta respaldada”.
En el ámbito público, como en el ejercicio político, se percibe que los hombres representan la seguridad en el manejo del poder “la gente confía más en los hombres que en las mujeres… creen que por el hecho de ser mujeres son más débiles y que no tienen capacidad”, este fenómeno muestra cómo lo masculino se valora y sobrepone a lo femenino en este ámbito “el poder es sobre los hombres como si ellos pensaran más que las mujeres… el país y el mundo están liderados más por hombres”; expresiones como esta, naturalizan y aceptan una vez más que el peso de la tradición está sobre las expresiones alternativas emergentes “la gente se inclina más por los hombres por tradición, “los hombres tienen más ayuda de otros hombres para escalar en la política”.
Un elemento a destacar en este punto es cómo hay una conciencia por parte de los hombres que participaron de los grupos focales en la medida en que reconocen que históricamente las mujeres han venido en desventaja frente a los hombres: “las mujeres hasta ahora están empezando a dárseles los derechos que les corresponden”, “las mujeres hasta hace muy poco no tenían derechos y no podían tener propiedades, entonces ellas apenas comienzan”.
En otros escenarios públicos como los negocios y el trabajo también se percibe a los hombres como superiores porque representan aquí una vez más el respeto, según expresaron las mujeres “a un hombre le tienen más respeto en los negocios, a las mujeres se las pasan por la galleta”, esto se suma a la percepción de que son los hombres los que tienen el poder adquisitivo “los hombres son los que ponen el capital” y que fluyen de manera natural en esta área “el hombre es arriesgado…una mujer se limita”, “en los negocios la palabra de un hombre vale más que la de una mujer”.
Aunque se acepta que la formación influye en que los hombres tengan ventajas frente a las mujeres en este ámbito, permanece la creencia del valor de la palabra; algunos hombres dicen, por ejemplo: “es la formación que hemos tenido en nuestro país… porque siempre se tiene la idea de que nosotros los hombres tenemos más capacidad que las mujeres”, “la palabra de un hombre es una sola palabra y las mujeres tienen varias palabras (es decir, cambian de opinión)”.
En cuanto al área laboral, prima la percepción de que el trabajo se relaciona con la fuerza y la fuerza con la masculinidad, lo que idealiza al hombre como naturalmente dotado para trabajar; según las mujeres, “ellos pueden tener cualquier tipo de trabajo por la fuerza”, “los hombres siempre ganan más que la mujer”, “los hombres pueden hacer cosas de fuerza”. Las mujeres también perciben como una ventaja el que los hombres son menos violentados en el sector laboral, validando la exclusión, la explotación y el abuso en el sector laboral, como si fuera una consecuencia natural (el acoso sexual) de un acto (tener un empleo) “a los hombres no los acosan sexualmente en el trabajo”. Una vez más los hombres son conscientes de que las ventajas en lo laboral tienen mucho que ver con la preparación: “a los hombres desde pequeñitos nos acostumbran a trabajar, mientras que las mujeres trabajan por necesidad”.
Un elemento a destacar es cómo persiste la percepción de que hay trabajos para hombres que las mujeres no pueden hacer lo mismo. Uno de los participantes expresa “si yo tengo que llevar a arreglar un carro y veo un hombre y una mujer yo voy seguro al hombre, porque qué tal que a la mujer se le olvide algo”, curiosamente, esta posición recibe un reproche por parte de otro participante quien expresa “usted es machista”, pero lo que lo hace realmente llamativo es como se evidencia la cosificación de la mujer cuando el que reprocha termina diciendo: “yo se lo llevo a la mujer para mirarla y echarle un piropo bonito”.
Investigaciones como esta, plantean la necesidad de continuar trabajando en la comprensión de imaginarios y representaciones sociales en torno a la masculinidad; sería interesante saber cómo perciben los niños, adolescentes y jóvenes su masculinidad y descubrir allí si ya existe una carga de roles asociados a modelos hegemónicos.
En cuanto al aspecto biológico, permanece la percepción de que el hombre es por naturaleza más fuerte y capaz de dominar, por lo tanto, también naturalmente dominante. A pesar de que se maneja un discurso donde se acepta que hombres y mujeres están en igualdad de condiciones para ejercer cualquier papel tanto en los ámbitos públicos como en los ámbitos privados, sigue pesando lo biológico, es decir, la condición sexual (si se nace hombre o mujer) a la hora de recibir educación y ejercer diferentes roles sociales como la crianza y cuidado (asignados a las mujeres) o la producción económica y participación política (asignadas a los hombres).
En cuanto a la relaciones de pareja y afectivas en general, se percibe que el hombre tiene el dominio en el establecimiento de estas relaciones, además, se da por sentado que el dominio es inherente a lo masculino, así también se percibe de otros elementos como la autoridad, pero también la protección y la responsabilidad.
Se acepta y a la vez se les exige a los hombres mantenerse planos y poco afectivos, es decir, permanece la idea de que el hombre es insensible por naturaleza, acercando esta idea a que la única emoción válida para un hombre es la ira y sigue siendo una tendencia castigar socialmente, sobre todo en los grupos de pares, las manifestaciones afectivas de un hombre, por considerarse que la expresión de afecto es algo “femenino”.
En cuanto al ámbito público, se percibe al hombre como perteneciente a lo público y por ende más privilegiado y con notables ventajas como acceso a trabajo mejor remunerado, facilidad en la realización de negocios o mayores posibilidades del ejercicio político.
Aunque existe una conciencia de que las capacidades de hombres y mujeres son iguales, se da por sentado de que a hombres y mujeres les toca estar donde están, es decir, es el deber ser de los hombres ser como son y hacer lo que hacen (dominar, forzar, negociar, proteger, castigar).
Tanto los hombres como las mujeres entrevistadas, asumen la masculinidad desde las ventajas que se tienen sobre las mujeres, representadas en privilegios y poderes en lo público y en lo privado, poderes y privilegios que se aceptan como “su derecho”.
Producto del presente estudio, se evidenció una percepción de dominio de los hombres y de su masculinidad frente a las mujeres y a lo femenino, esta forma de percibir la masculinidad se presenta tanto en los hombres como en las mujeres que participaron de los grupos focales. Aunque es una pequeña muestra, representa varios niveles socioeconómicos lo que plantea la posibilidad de que esta percepción de dominio ocurra en los diferentes estratos económicos y niveles de formación.
Entonces, la percepción de masculinidad que tienen los hombres y mujeres participantes, está vinculada con la fuerza, la responsabilidad de y sobre la pareja y las hijas e hijos. Se percibe al hombre como proveedor, cuidador, pero también castigador y dueño de la fuerza física y de las decisiones finales.
Es notorio que hombres que son padres de mujeres tienen una mirada más incluyente y por tanto reconocen que las ventajas asignadas a los hombres no les son propias; sin embargo, la carga cultural les implica asumirse como autoridad, fuerza, sostén y protección de su familia.
Los escenarios públicos aún son asignados a los hombres quienes reconocen que las mujeres también pueden realizar cualquier labor pero una vez más el peso de la tradición lleva a querer mantener “las cosas como están” sin mayor reflexión al respecto.
Se evidencia que, para las mujeres y para los hombres entrevistados, pareciera que se sigue aceptando el imaginario de que el territorio público está ligado a los hombres mientras que el territorio doméstico está ligado a las mujeres y se destacan los casos excepcionales con expresiones como “no todos” o “no todas”, que se entiende como quienes se salen de la regla que aún se asume como una norma válida y establecida según el género.
Un aspecto a resaltar es cómo, tanto los hombres como las mujeres entrevistadas, son conscientes de que la formación en nuestro país privilegia a los hombres a quienes prepara para escenarios públicos mientras que las mujeres continúan con la carga de lo doméstico, una asignación histórica que se mantiene, se acepta y se apropia tanto por hombres como por mujeres.
Sigue siendo la familia, el principal escenario (no el único) desde donde se representa, se refuerza y se enseña el deber ser de hombres y mujeres, todavía con altas dosis de sexismo donde las mujeres y lo femenino se asocia a capacidades y labores infravaloradas frente a los hombres y lo masculino.
El posicionamiento actual de la equidad de género en los medios y en las agendas públicas nacionales y territoriales traducidas en normatividad a favor de la protección de los derechos humanos de las mujeres, sumado a las movilizaciones y a las construcciones académicas en torno al tema pueden dar la sensación de que los imaginarios tradicionales de los roles de género que sostienen una masculinidad única y hegemónica se han transformado satisfactoriamente; sin embargo, del otro lado del discurso público que aplaude la equidad de género, en el imaginario social aún se percibe con mucha fuerza a los hombres como aventajados frente a las mujeres y se acepta sin mayor reparo; característica que dificulta derrumbar los estereotipos nocivos construidos respecto de hombres y de mujeres ya que mientras persista la ventaja hombres sobre mujeres o mujeres sobre hombres por razón del género, no podemos hablar de construcción de equidad sostenible.
Según lo anterior, aunque se perciben leves cambios en la manera como se representan y se construyen culturalmente las masculinidades, es necesario continuar con el ejercicio de buscar la igualdad y la equidad entre los géneros. Para ello, la educación tanto institucional como popular, serán elementos principales. Se requieren procesos de formación para hombres y mujeres, que recorran no solo la educación infantil sino también la formación de la adolescencia y del joven adulto, que permitan derrumbar mitos y creencias que han sido incardinados culturalmente y que han permitido situaciones como la subordinación de la mujer con todos sus matices hasta la violencia de género. Solo así se podrán generar cambios notables que procurarán una sociedad mucho más justa y democrática.
Investigaciones como esta, plantean la necesidad de continuar trabajando en la comprensión de imaginarios y representaciones sociales en torno a la masculinidad; sería interesante saber cómo perciben los niños, adolescentes y jóvenes su masculinidad y descubrir allí si ya existe una carga de roles asociados a modelos hegemónicos.