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Recepción: 05 Marzo 2018
Aprobación: 17 Noviembre 2018
Resumen: Explicar el comportamiento de los partidos políticos, únicamente en base a factores externos o exclusivamente por sus dinámicas internas, resulta insuficiente para comprender las verdaderas causas de sus acciones. La presente propuesta supone considerar al partido como un microsistema dentro del sistema de partidos, que a su vez forma parte del conjunto del sistema político. Los tres sistemas se encuentran en continua alteración, fruto de la retroalimentación que se produce entre ellos y de las propias dinámicas internas que se experimentan en cada uno. Con este modelo de análisis integrador de las teorías preexistentes, podemos alcanzar una comprensión del comportamiento partidista más satisfactoria, en los diversos contextos competitivos propios de la política contemporánea. La propuesta incluye la identificación de los principales elementos sistémicos a considerar.
Palabras clave: Partidos políticos, teoría política, sistema político, sistema de partidos, competición partidista.
Abstract: To explain political parties behavior solely based on external factors, or exclusively on internal dynamics, isn't enough to understand the real causes of their actions. The current proposal considers the political party as a microsystem inside of the party system, which in turn is to be considered as a part of the political system as a whole. These three systems are constantly changing as a result of the feedback that happens between themselves and the internal dynamics that happen in each one of them Thanks to this analisis model integrating pre-existing theories, we can come to a more satisfying understanding of party behaviour in the multiple competitive contexts of contemporary politics. This proposal includes identifying the multiple systemic elements to be considered.
Key Words: Political parties, political theory, political system, party system, party competition.
Introducción
El estudio de los partidos políticos está estrechamente ligado al desarrollo de la Ciencia Política hasta tal punto que resultará natural asumir que, tal y como afirma Von Beyme (1986, p. 1), «los primeros libros genuinamente politológicos, desde Lowell, Bryce, Ostrogorski y Michels, se hayan escrito precisamente sobre los partidos políticos». Cada partido relevante dentro de un sistema político representa una pieza clave del mismo al permitir que se articulen demandas e intereses ciudadanos en organizaciones que van a ocupar, prácticamente en exclusiva, las instituciones de representación política y de gobierno. De este modo lo vislumbra Easton (1965), quien resalta la función de los partidos dentro del sistema como canales de transmisión de las demandas, así como de los apoyos, que los poderes públicos reciben de la población para tomar decisiones y reorientar su comportamiento.
La actividad de los partidos políticos se ha ido volviendo cada vez más compleja con el paso de las décadas. Actualmente, nos encontramos en un momento en el cual no es fácil alcanzar conclusiones generales sobre los partidos políticos, pero al contrario, observamos cómo se profundiza de forma específica en el conocimiento especializado de diversos fenómenos relativos al funcionamiento de los partidos, tales como sus procesos de selección de candidatos y de líderes, el comportamiento de sus élites y sus afiliados, su adaptación a las nuevas tecnologías de comunicación o su financiación, entre otros. También es una etapa en la que se enfatiza el avance metodológico y la creación de nuevos indicadores que permitan comparar de una forma más precisa las características de los partidos. Pero no olvidemos que hablar de partidos políticos es hablar de la democracia misma -o, como con frecuencia se la denomina desde un punto de vista crítico, partitocracia o democracia de partidos- y que la comparación de solo índices no conduce a una comprensión holística del fenómeno. Convendría, por tanto, no cejar en el empeño de seguir afinando las teorías de largo alcance, para profundizar sobre el papel de los partidos en las democracias porque tal y como sostiene Cotarelo (1981) «el proceso de afirmación de los partidos políticos es paralelo al de la democratización de los sistemas políticos occidentales» (p. 149).
Las teorías clásicas sobre el comportamiento de los partidos políticos han tendido a explicarlo únicamente en base a factores externos o exclusivamente por sus dinámicas internas, lo cual resulta insuficiente para comprender las verdaderas causas de sus acciones. Otras teorías más recientes son producto de un esfuerzo integrador, complementando aquellos elementos explicativos más compatibles de las anteriores. La presente propuesta supone ir un paso más allá a partir del enfoque utilizado por Barnea y Rahat (2007) en un ámbito concreto, consistente en considerar al partido como un microsistema político dentro de otros dos sistemas con los que interacciona incesablemente. Profundizando en esa idea, en cada uno de los sistemas se identifican ocho variables que serían consideradas de mayor influencia en el comportamiento del partido político con carácter general. Esta es una propuesta abierta a la discusión de la comunidad académica, con el fin de alcanzar puntos comunes para el análisis general de los partidos como actores políticos en acción.
1. Las teorías sobre el comportamiento de los partidos
Cada interpretación sobre el comportamiento de los partidos ha dado lugar a explicaciones intelectualmente muy sugerentes, que a su vez han dado pie a vivas polémicas sobre la verdadera esencia de los partidos políticos, sus fines y su forma de proceder para alcanzarlos. De un modo u otro, el análisis del comportamiento de los partidos desde cualquier perspectiva teórica acaba derivando en el estudio del cambio en los partidos, ya sea dentro de categorías en una misma tipología, o bien sea por la identificación de nuevos patrones de comportamiento partidista, que dan lugar a la identificación de nuevos tipos de partido. Estas teorías también se derivan de algunas de las principales definiciones de los partidos políticos existentes.
Comenzando con Duverger (1954), quien explica el comportamiento inicial de los partidos en función de un factor institucional: según la organización se haya originado dentro o fuera del parlamento. Así pues, el partido de cuadros, tejido en la comodidad del interior del parlamento y sin la necesidad de afrontar grandes retos electorales -debido al funcionamiento clientelar de los comicios-tendrá una actividad muy discreta, débil y ocasional; mientras que el partido de masas, surgido entre la desesperación de una muchedumbre obrera ansiosa por conquistar derechos sociales y laborales, funcionará de manera profesionalizada, intensa y permanente. La modernización de los partidos de cuadros se produce cuando se altera un elemento estructural como el electorado; su languidez organizativa resulta ineficiente con la introducción del sufragio universal por lo que se produce lo que se denomina el «contagio desde la izquierda», según el cual los partidos conservadores adoptan el modelo organizativo de los partidos obreros de masas para poder competir en igualdad de condiciones. En esta explicación, el factor determinante para entender el comportamiento de los partidos es el sistema institucional, que provocará que los partidos opten por el modelo organizativo más ajustado a las condiciones de competición. Sin embargo, Duverger también comprende que se produce una interacción en la que unos partidos imitan a otros con el interés de copiar aquellos elementos que les aportarían beneficios organizativos en una situación en la que sus bases sociales y los programas políticos son antagónicos y por eso no hay competencia suficiente por el electorado; sino que esta se da por la movilización electoral, para lo cual se necesitan las mejores maquinarias electorales.
Otra teoría notablemente distinta es la de Downs (1957), quien describe a los partidos como actores políticos racionales que tienen como único objetivo la maximización de votos. De este modo, los partidos modificarán cualquier aspecto de sí mismos -organizativo, ideológico, programático, discursivo, etcétera- y reorientarán sus estrategias en pro de obtener los mejores resultados posibles. La ponderación de costes y beneficios electorales que realice el partido en cada contexto, en busca de un óptimo racional, será el factor determinante que explique cada decisión tomada por el partido y, en consecuencia, cada cambio. Dos aspectos se han destacado de esta visión: en primer lugar, su excesiva sencillez, que reduce al mínimo los objetivos partidistas, cuando en el mundo real estos son múltiples; en segundo lugar, la posibilidad de aplicar el análisis universalmente, a cualquier tipo de partido en cualquier contexto, siendo esto último algo bastante positivo pues resulta útil para realizar comparaciones.
Cuando Kirchheimer (1966) formula su teoría del partido catch-all también compone un marco de análisis para explicar la adaptación de los partidos políticos a los cambios sociales que se producen. Dicho marco está compuesto por la expansión de los medios de comunicación masiva, imprescindibles hoy en día en la vida cotidiana de los ciudadanos, junto con los efectos homogeneizadores de las políticas del Estado del Bienestar, que convierten la arena de competición partidista en un tablero de ajedrez con las casillas desdibujadas. También nos encontramos con una teoría que contempla al partido como un actor maximizador de votos y que, aún así, nos ofrece un mayor número de detalles y explicaciones sobre las transformaciones que los partidos experimentan y sobre las conductas que adoptan para competir a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Igualmente, Strøm (1990) entiende que los partidos buscan de modo semejante el máximo rendimiento respecto a un objetivo principal, pero no reduce las opciones únicamente a la obtención de votos, sino que el comportamiento del partido también podrá estar orientado prioritariamente a cargos o a políticas públicas. La posición espacial de cada partido podría calcularse según el peso que un partido confiere a cada objetivo de acuerdo con la siguiente fórmula: B = w1 V + w2 0 + w3 P. La lógica sigue siendo racional, pero en un escenario tridimensional en el que los partidos, además de buscar el máximo cumplimiento de su objetivo principal, tienen en consideración los otros dos objetivos con el fin de no empeñarse más allá de lo estrictamente necesario.
Para Panebianco (1990), en cambio, los partidos políticos y sus actividades sólo resultan comprensibles si se procede a desvelar su núcleo organizativo, considerando su fisionomía y dinámica interna: cuál es la estructura de poder y cómo se modifican las relaciones y las conductas de los miembros en torno al poder. La estructura organizativa de los partidos es importante, además, porque es resultado de la combinación del proyecto político, la ideología y las luchas de poder del partido. La estructuración de los partidos responde, al menos, a la intención de cumplir con las funciones de jerarquización, división del trabajo, coordinación, consecución eficaz de objetivos y organización territorial. Pero para este autor también resulta indispensable identificar la coalición dominante, los grupos reducidos de personas que controlan los principales recursos organizativos del partido tales como la financiación, el reclutamiento o las relaciones con los medios y otras organizaciones.
El concepto de coalición dominante permite analizar mejor la estructura efectiva de poder de los partidos, ya que permite considerar alianzas transversales en el interior de los partidos, así como la alianza entre líderes del partido y líderes de organizaciones externas. El control de las zonas de incertidumbre más vitales para el partido convierte a la coalición dominante en el actor que distribuye los principales incentivos organizativos del partido. Estos incentivos se convierten en objetos de intercambio en los juegos de poder tanto horizontales (entre miembros de la coalición dominante) como verticales (entre la coalición dominante y otras élites). Esta visión, por tanto, pone el énfasis en la vida interna del partido para explicar su comportamiento y los cambios que se producen en él.
Cuando Katz y Mair (1995, 1996) formulan la teoría del partido cartel, que podría considerarse la evolución natural del partido catch-all, lo conciben como un partido pragmático que ante todo busca mantener sus privilegios a largo plazo, cooperando con sus rivales electorales más importantes a fin de impedir la entrada de nuevos partidos que amenacen la estabilidad del sistema y pongan en riesgo su control de las instituciones. De este modo, asegurar la conservación de un sistema beneficioso para los partidos que ya participan en él sería el principal objetivo de todos aquellos que conforman el cartel.
En consecuencia, los partidos que experimentan estas condiciones están dispuestos a sacrificar éxitos electorales y medidas políticas si estas ponen en juego el establishment que les asegura un trozo del pastel de forma duradera en el transcurrir de las legislaturas. Este comportamiento produce un cambio drástico en la organización de los partidos, pues minimizan el papel de los afiliados, incluso los votantes, y se dedican a exprimir al máximo los recursos del Estado. Para Hopkin (2004) el partido de masas es un modelo más racional para partidos de ideales democráticos radicales y populistas mientras que para partidos liberales será el de partido cartel. Posteriormente, Katz y Mair (2007) renuncian a definir el partido cartel como un tipo de partido y pasan a considerarlo más bien un modus operandi del partido catch-all cuando este se acomoda en las instituciones.
Aunque cada una de las teorías existentes es plausible por sí misma, se ha comprobado que su aplicación a la realidad presenta limitaciones cuando se apuesta decididamente por una sola de ellas. Dado que dichas teorías, a pesar de mantener diferencias esenciales también comparten lógicas que pueden complementarse mutuamente, resulta razonable integrarlas en nuevas teorías que ofrezcan explicaciones más comprehensivas del comportamiento de los partidos. Esto hicieron Harmel y Janda (1994), combinando las teorías sobre el cambio en los partidos con las teorías sobre los objetivos de los partidos, con la intención no sólo de explicar la aparición del cambio en los partidos sino también la magnitud de dicho cambio, ofreciendo asimismo cierto potencial de predicción del tipo de cambio que se puede producir en cada caso. La premisa central de esta teoría es que los partidos cambian dramáticamente cuando se ven sometidos a un importante shock externo que afecta la capacidad del partido para conseguir su objetivo principal: aunque los cambios en los equilibrios de poder interno puedan producir cambios significativos, los grandes cambios quedarán reservados para cuando se produzcan los citados shocks desde afuera y estos tengan que ver con lo que el partido busca ante todo, sean votos, cargos, participación de la militancia o coherencia ideológica. Las variables independientes que identifican son, en primer lugar, el cambio en el liderazgo del partido, seguido del cambio de la coalición dominante y, en tercer lugar, todo aquello que se pueda considerar un estímulo externo, lo cual contempla un abanico amplio de posibilidades. Esta teoría abarca un buen número de supuestos teóricos, entre estos que los partidos son organizaciones conservadoras que se resisten al cambio. Con un total de diecisiete hipótesis se conforma una teoría completa, aunque a veces compleja de manejar y esencialmente enfocada hacia las grandes transformaciones de los partidos, pero no en su funcionamiento ordinario.
Finalmente, Barnea y Rahat (2007) plantean un marco de análisis que desde el punto de vista de esta investigación resulta más útil y que inspira el modelo que se presentará a continuación. En su caso, idean un método de aproximación teórica en tres niveles para explicar la reforma de los métodos de selección de candidatos de los partidos. Esta visión se desarrolla a partir del entendimiento de los partidos como unidades abiertas, es decir, que actúan como una unidad para tomar decisiones pero, a su vez, dentro de ellos cohabitan actores políticos (individuos, grupos) que gozan de autonomía y que al interactuar entre sí pueden provocar cambios significativos o incluso reformas en el modelo organizativo del partido. Identifican que, en el caso de los dos principales partidos de Israel, estos han reformado sus procesos de selección de candidatos cuando, tanto fuera y dentro del partido, han existido mayores condiciones de competitividad. Sin embargo, el número de variables que consideran es limitado y están enfocadas a explicar únicamente el fenómeno de la reforma de los métodos de selección de candidatos. Tomando su idea y añadiendo más variables podemos proponer una teoría general y explicativa del comportamiento de los partidos, que sirva para explicar todo tipo de actuaciones, en lugar de tan sólo determinado tipo de reformas.
2. El partido en el sistema y como sistema
Considerar pues, al partido como un microsistema político dentro del sistema de partidos, que a su vez forma parte del conjunto del sistema político resulta una idea plausible, al reproducir en tres niveles la visión de sistema político de Easton (1965). Los tres sistemas se encuentran en continua alteración, fruto de la retroalimentación que se produce entre ellos y de las propias dinámicas internas que se experimentan en cada uno. Con este modelo de análisis integrador de las teorías preexistentes podemos alcanzar una comprensión general del comportamiento partidista más satisfactoria, en los diversos contextos competitivos propios de la política contemporánea, mediante la aplicación de un esquema sintético de análisis.
Partiendo de que los partidos existen, aparecen y desaparecen por diversos motivos, se asumen y se defenderán en el presente trabajo dos premisas iniciales sobre el funcionamiento de los partidos políticos:
Los partidos tienen interés por sobrevivir en el tiempo y su comportamiento se adapta a este fin superior. Votos, cargos, políticas públicas y, en general, el poder, serán objetivos supeditados al mayor de los fines.
Dentro de cada partido, hay grupos que luchan por parcelas de poder y el control del mismo, desde sus propios intereses, que pueden ser diferentes o contrarios a los intereses generales del partido.
La primera premisa nos presenta al partido político como un actor racional, que tomará decisiones ponderando los valores en juego y que, por supuesto, en la búsqueda de garantizar su supervivencia intentará obtener los máximos votos y cargos posibles, y promoverá aquellas políticas públicas que lo beneficien electoralmente o directamente (como incrementar las subvenciones que reciben los partidos con representación). Esta lógica se aproxima a la del partido cartel, y resulta útil en el caso de los partidos que tienen un papel relevante en el sistema y también para aquellos que tienen un papel menor e igualmente desean no desaparecer, pese a las piedras que se encuentren en el camino.
La segunda premisa, en cambio, facilita que en el comportamiento racional de los partidos, los intereses de los grupos que interactúan dentro de este no sean un obstáculo para que el partido se comporte según su propio interés general. Esto se acercaría más al ideal de Michels (1996), para quien los partidos son instrumentos en manos de una oligarquía. Si para los políticos el partido deja de ser útil o si les funciona mejor como moneda de cambio para un beneficio personal mayor, no durarán en asegurarse de que el partido fracase, sean cuales sean las consecuencias para el mismo.
No cabe duda de que ambos planteamientos son suficientemente atractivos como para dedicar un gran esfuerzo explicativo a cada uno de ellos. Podemos atrevernos a afirmar que todo aquello que realiza un partido no está justificado exclusivamente por sus objetivos corporativos ni lo podrá estar únicamente por las dinámicas que se producen en su interior.
Entonces, para explicar los cambios que experimentan los partidos políticos, primero, debemos comprender cómo se comportan, pues el cambio no es más que uno de los posibles comportamientos que puede adoptar un partido cuando se encuentra sometido a numerosos estímulos.
En nuestro modelo, al igual que en el de Barnea y Rahat (2007), existen tres sistemas que interactúan permanentemente entre sí: el sistema político, el sistema de partidos y el propio sistema interno del partido político. Es cierto que el partido actúa tanto en el sistema político como en el sistema de partidos como unidad, pero no es menos cierto que hay muchos elementos dentro de un partido que se relacionan entre ellos y con el exterior. Por ejemplo, cuando una facción dentro de un partido se encuentra en discordia con la élite dirigente de este y comienza, por su cuenta, a relacionarse con otro partido con la intención de abandonar al primero para incorporarse al segundo. También hay grupos dentro de los partidos políticos que disfrutan de relaciones más fructíferas con los medios de comunicación o con las organizaciones afines, mientras que grupos diferentes resultan desastrosos en estos cometidos pero son eficientes en otras tareas. Asimismo, otros elementos internos como la coherencia de actitudes dentro del partido pueden verse alterados según el momento que se esté viviendo en el conjunto del sistema político, si surge alguna polémica, un escándalo o, incluso, una nueva fractura política.
Una teoría integrada para analizar el comportamiento de los partidos políticos contemporáneos debe considerar las relaciones recíprocas entre los tres niveles para obtener respuestas satisfactorias sobre los factores que influyen en las acciones de los partidos. Conformarse con una relación causal sencilla entre dos variables sería un error. De modo que, tal y como se muestra en la figura 1, los tres sistemas establecen relaciones bidireccionales entre sí y estas afectan al comportamiento final de cada partido. Algunas de las interacciones pueden ser tan decisivas que producen transformaciones importantes en los partidos mientras que otras servirán para reforzar sus posiciones. Obviamente, los partidos no son los únicos que experimentan cambios, sino que la actividad de los partidos también modifica o hace permanecer estable tanto el sistema de partidos como el sistema político.
Cada nivel tiene múltiples elementos de importancia. Sin embargo, en lo que respecta al comportamiento de los partidos políticos, son algunos de estos los que más afectan al comportamiento de los partidos políticos, como lo veremos a continuación.
3. Factores del comportamiento
3.1 Factores del sistema político
El sistema político nacional al que pertenece el partido político está conformado por numerosos elementos que condicionan el comportamiento partidista: el conjunto de instituciones, el ordenamiento jurídico, el sistema mediático, la demografía, la economía, características culturales, etc. A efectos de nuestro modelo, podemos considerarlo como el contexto del partido. Un contexto que, a su vez, es permeable por lo que sucede a su alrededor: política de países vecinos, iniciativas de organizaciones internacionales y otras cuestiones globales del sistema político nacional. Entiéndaseque si el análisis se va a aplicar a un nivel inferior del nacional (regional o local), el modelo sería el mismo, solamente que a menor escala.
3.2 Factores del sistema de partidos
El sistema de partidos puede ser definido como el «conjunto de partidos en un determinado Estado y los elementos que caracterizan su estructura: cantidad de partidos, las relaciones entre sí, respecto a la magnitud de ellos como a sus fuerzas relacionales y, en tercer lugar, las ubicaciones mutuas, ideológicas y estratégicas, como elementos para determinar las formas de interacción; las relaciones con el medio circundante, con la base social y el sistema político» (Nohlen, 1989, p. 631). Por lo tanto, es el primer sistema al que pertenece un partido y, en consecuencia, su principal escenario de competición: si el partido consigue dominar el sistema de partidos, el resto de factores serán secundarios pues podrá gobernar, dirigir la economía e incluso, cambiar la constitución y las reglas de juego a favor de sus intereses. Otro fenómeno importante que se produce en este nivel son los «contagios» entre partidos. Identifiquemos a continuación los principales elementos del sistema de partidos que afectarán su comportamiento.
3.3 Factores del sistema interno partidista
Si bien hemos aludido anteriormente a que los partidos ocupan un lugar y ejercen un determinado papel dentro del sistema político y en el sistema de partidos también, ahora hemos de considerar que cada partido es también un sistema político en sí mismo, con interacciones en su interior. En última instancia, el modo en que el partido digiere lo que pasa afuera y en su propio interior es lo que impulsará un cierto comportamiento u otro alternativo. El cómo el partido interpreta la realidad que le rodea y toma las decisiones oportunas para cumplir con su objetivo de supervivencia estará condicionado, a su vez, por los factores que vamos a detallar a continuación.
3.4 Resumen y control de los factores
En la Tabla 1 se resume y se visualiza de forma sencilla el conjunto de factores tenidos en consideración para nuestro modelo de análisis, con las veinticuatro variables consideradas.
Resulta difícil tener bajo control todos los factores, en todo momento, para cada partido político que se desee estudiar: algunos de estos, como la coherencia, son costosos de medir y otros, como la cultura política, tienen un carácter intangible que los hace más difíciles de operacionalizar. No obstante, el modelo de análisis puede ser de gran utilidad si examinamos este conjunto de elementos cada vez que un partido realiza un comportamiento clave: cuando se constituye, cuando introduce cambios significativos en su modelo de organización, cuando cambia de líder, cuando alcanza una coalición electoral o un pacto de gobierno, o cuando decide permanecer inmóvil a pesar de que en su entorno se producen grandes transformaciones. Detectar las alteraciones producidas, en los elementos considerados de los tres sistemas, debe ayudar a establecer relaciones causales entre estos factores y los actos que realizan los partidos.
Conclusiones
Un modelo teórico universal y actualizado, para explicar el comportamiento de los partidos políticos, es una propuesta ambiciosa pero necesaria, en un momento como el presente en el que se priman las investigaciones metodológicas de alcance limitado frente al desarrollo de teorías amplias, a pesar de la demostrada utilidad de los enfoques de sistemas para explicar realidades complejas en diversos campos científicos (Von Bertalanñy, 1976; García, 2006). Diferenciar entre los dos sistemas en los que participan los partidos y reconocer a los propios partidos como microsistemas en sí mismos, nos proporciona un esquema multinivel gracias al cual podemos tener en cuenta dinámicas externas e internas que afectan su acción, sin olvidar en ningún momento que el nivel principal será el propio partido, porque lo que sucede en su interior es, en última instancia, lo que determinará su comportamiento. En cada uno de esos niveles se han identificado los que se podrían considerar como factores más importantes del comportamiento de los partidos, aunque es posible plantear combinaciones alternativas. Dar uso al modelo con casos reales servirá para demostrar sus ventajas y aquellos aspectos que todavía se puedan mejorar, especialmente en el ámbito de la Ciencia política comparada. La propuesta, aun siendo firme, queda abierta a observaciones, críticas y contribuciones que sirvan a su mejora y para la creación de espacios en común dentro de la disciplina. No cabe duda de que su aplicación a casos concretos de comportamientos partidistas servirá para contrastar su poder explicativo y sus ventajas frente a otros modelos más simples u otros tan pormenorizados que resultan menos manejables.
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Notas