Resumen: El presente escrito procura desentrañar las características estructurales del imaginario articulado por la centroderecha argentina con el objeto de legitimar sus gobiernos y dotar de significado a la realidad política. Para responder a este objetivo nos concentraremos en la lectura de los discursos de los presidentes Menem y Macri, quienes han liderado gobiernos que expresan este color político. En este registro profundizaremos dos grandes dimensiones que conforman los cimientos del imaginario sobre los que trabaja la centroderecha en nuestro país. En primer lugar, procuraremos dar cuenta de la similar mitopoiesis que presentan ambos gobiernos. En segundo lugar, nos detendremos en la relación de afinidad electiva entre un léxico de la interioridad, una forma de comprender y trabajar sobre el yo inscripta en la literatura de autoayuda y la noción de Estado, mercado e individuo que se presenta en los discursos presidenciales.
Palabras Claves: Imaginario SocialImaginario Social,centroderechacentroderecha,Mito PolíticoMito Político,AutoayudaAutoayuda.
Abstract: The present work tries to unravel the structural characteristics of the imaginary articulated by the Argentine center right in order to legitimize their governments and give meaning to the political reality. To respond to this objective, we will concentrate on reading the speeches of Presidents Menem and Macri, who have led governments that express this political color. We will research into two great dimensions that make up the foundations of the imaginary on which the center right works in our country. In the first place, we will try to account for the similar mythopoesis that both governments present. Secondly, we will dwell on the relation of elective affinity between a lexicon of interiority, a way of understanding and working on the self inscribed in the literature of self-help and the notion of state, market and individual presented in presidential speeches.
Keywords: Social Imaginaries, Center Right, Political Myth, Self Help.
Democracia
Los imaginarios de la centroderecha argentina. Entre el primer mundo y la autoayuda
The imaginaries of the Argentine center right. Between the first world and the self help
Recepción: 01 Agosto 2018
Aprobación: 20 Junio 2019
Allende la reticencia que desde su nacimiento gran parte de las ciencias sociales presenta en torno al concepto de imaginario social, el reconocimiento de la importancia de este para comprender la realidad política se ha incrementado durante las últimas décadas. Desde esta clave se han articulado las respuestas más originales para los problemas que los padres de la sociología nos han legado, el problema durkheimiano de la cohesión social, el criterio por el cual una sociedad se reconoce a sí misma y se constituye como una unidad diferenciada marcando los límites hacia fuera, y el problema weberiano de la legitimidad, el criterio por el cual una sociedad fundamenta la arbitrariedad de la asimetría de la relación de poder. Por imaginarios sociales entendemos construcciones mentales socialmente compartidas que dan significancia práctica al mundo, constituyendo un sustrato de significación común en una sociedad (Baeza, 2011). Aquellas concepciones colectivas que operan en el trasfondo de una sociedad dotando a los individuos de criterios desde dónde interpretar y dar sentido a su existencia social, su relación con los otros y sus instituciones. Concepciones de fondo que, si bien carecen de una extensión definida y nunca se hallan totalmente explicitadas, permiten hacer posibles las prácticas que la encarnan (Taylor, 1996: 2006). Los imaginarios se hallan condicionados temporal y espacialmente (Baeza, 2011) y conforman un sedimento inscripto en la sociedad que es recuperado, resignificado y retrabajado por los distintos gobiernos políticos para legitimar sus decisiones y dotar de inteligibilidad a la experiencia social; en consecuencia, desde el poder político no pueden crearse ex nihilo imaginarios que luego se impongan a una sociedad en cuestión, sino que se modulan, se articulan ciertos elementos imaginarios presentes en la sociedad, a la vez que se sotierran otros. En este registro, tampoco pueden pensarse como meras construcciones instrumentales con las cuales una clase política autoconsciente engaña a la sociedad. El amplio rango de diferencia entre los imaginarios articulados por los distintos gobiernos obedece a que cada uno prioriza la recuperación de ciertos elementos y tradiciones imaginarias en detrimento de otra, silencia algunas capas geológicas imaginarias y reaviva otras a las que procura inscribir con una significación específica que permita trabajar sobre el presente.
Lo esgrimido anteriormente nos induciría a concluir que el carácter situado de este trabajo de resignificación por parte del poder político oblitera la posibilidad de que una misma forma de recuperación del imaginario se reproduzca en escenarios tan disímiles como los que aquí procuramos comparar; aún en un mismo territorio, los imaginarios articulados por un gobierno anclado en la tradición peronista como el menemismo, parecería que difícilmente pudieran tener puntos en común con los de la nueva formación política que significó PRO (Propuesta Republicana)1. Sin embargo, a lo largo de este escrito confiamos en poder demostrar que los gobiernos de la nueva derecha en Argentina, la experiencia menemista y la macrista, se caracterizaron por recuperar y resignificar ciertas construcciones imaginarias comunes.
En el presente trabajo nos concentraremos en una lectura de los discursos presidenciales de Carlos Menem y Mauricio Macri2, para encontrar en éstos las inscripciones y los símbolos que permitan reconstruir la forma en que ambos gobiernos han articulado parte de estos imaginarios, la coincidencia nos brindará un atisbo de las características estructurales del imaginario de centroderecha. Para ello abordaremos dos construcciones imaginarias que conforman los cimientos de los imaginarios que resignifica la centroderecha en Argentina. En primer lugar, procuraremos dar cuenta de la similar mitopoiesis (Doty, 2000), es decir, la forma en que se trabaja y se interpreta el mito político más significativo de la sociedad argentina que ha acompañado al país a lo largo de su historia. En segundo lugar, nos detendremos en la relación de afinidad electiva entre un léxico de la interioridad, una forma de comprender y trabajar sobre el yo, inscripta en la literatura de autoayuda y la relación entre Estado, mercado e individuo que se presenta en los discursos presidenciales. Como se puede observar, ninguna de estas dos dimensiones pueden comprenderse como episódicas, ni originadas por consultores y publicistas del gobierno de turno, ambas se encuentran enraizadas en el sedimento imaginario de la sociedad. La primera atraviesa gran parte de su historia; la segunda, tal como señala Illouz (2010: 201) es un esquema cultural internalizado que organiza la percepción del yo. Esto puede explicar en parte el éxito de la articulación del imaginario de la centroderecha argentina.
En las últimas décadas la reflexión en torno a la categoría de derecha política estuvo íntimamente vinculada a las coyunturas en que fuerzas políticas de esta expresión accedieron al poder en Europa y Estados Unidos. Este resurgimiento presenta dos grandes momentos: el primero en la década de los ochentas con la metamorfosis del núcleo ideológico de dos de los partidos conservadores más importantes, el Republicano en Estados Unidos y el Conservador en Gran Bretaña, dando nacimiento a lo que fue conocido como New Right, en donde las políticas aplicadas por Ronald Reagan y Margaret Thatcher se caracterizaron por la combinación entre conservadurismo y neoliberalismo (Ignazi, 2003; Thompson, 2007). El segundo, en los primeros lustros del siglo XXI, cuando se comenzó a percibir en Europa un incremento en la importancia electoral de partidos caracterizados como de derecha radical (Norris, 2005) e incluso posfascista (Griffin, Loh, Unland, 2014; Traverso, 2018). Experiencias cuyo núcleo común, amén sus especificidades, sería su nativismo (Mudde, 2007: 22), ideología que sostiene que el territorio nacional debe estar habitado exclusivamente por miembros de la nación y que las ideas y personas no nativas son una amenaza. A nivel regional también podemos advertir dos momentos claves: el primero en la década de los 90 en donde los gobiernos reformistas ponen en práctica las transformaciones estructurales inspiradas en el Consenso de Washington (Carlos Menem en Argentina, Fernando Collor de Melo en Brasil, Alberto Fujimori en Perú y Carlos Pérez en Venezuela), refutando, de esta manera, las teorizaciones anteriores que afirmaban que esta dirección política no podía seguirse en América Latina bajo un régimen democrático. La segunda década del siglo XXI marca un nuevo momento, después de un período signado por administraciones de la denominada “nueva izquierda”, en muchos países de América Latina el péndulo ideológico gira hacia el otro extremo, a partir de la llegada al gobierno por vías democráticas de fuerzas políticas de derecha, dando vida a múltiples estudios que procuraron reflexionar en torno a este fenómeno (Middlebrook, 2000; Luna y Rovira Kaltwasser, 2011; Giordano, Soler y Saferstein, 2018; Vommaro y Morresi, 2015)
En Argentina, el accidentado devenir político con sus sucesivos quiebres al régimen democrático permitió que las fuerzas de derecha se encumbraran en el poder durante gran parte del siglo XX sin la necesidad de recurrir a la validación del sufragio (Borón, 2000). Sin embargo, el retorno de las reglas de juego democrático en 1983 obligó a estas expresiones a incorporarse a la dinámica de la nueva gramática, proceso en el cual se observan tres tipos de modalidades: a) Con el retorno de la democracia en 1983 somos testigos de los primeros intentos por articular un partido doctrinario, la Unión de Centro Democrático (UCeDe) de Alsogaray; no obstante, nunca lograría poner en peligro el sistema bipartidista que hegemonizaban la Unión Cívica Radical (U.C.R.) y el Peronismo. b) La puesta en marcha durante los años noventa de una estrategia estilo Caballo de Troya, es decir, la implementación del programa político económico de centroderecha por un partido asociado históricamente a la defensa de los intereses de los trabajadores, más allá de que, posteriormente, los sucesivos triunfos electorales del menemismo no pueden explicarse a partir de esta jugada. Recordemos que Carlos Menem accedió al poder ejecutivo en 1989, cuando encabezó al peronismo luego de una campaña electoral cuyas banderas principales eran: “revolución productiva” y “salariazo”. Premisas que, una vez ungido con la presidencia, fueron dejadas de lado por un plan de reforma estructural que incluía privatizaciones y racionalización del Estado. C) En parte, como consecuencia de la grave crisis argentina del 2001, vemos aparecer el primer partido de centroderecha, Propuesta Republicana (PRO), que se erige como un aparato en pos del éxito electoral (Vommaro, 2017), fuerza política que accede al gobierno de la ciudad de Buenos Aires en el 2007, y que en el 2015 lidera la alianza Cambiemos que permitirá la llegada al gobierno nacional de la centroderecha. Es decir, que si entendemos a la centroderecha como una expresión caracterizada por apelar a sectores de clase media, e incluso baja, además de las elites, y subrayar valores como el orden público, la cooperación con el sector privado, el crecimiento y el gobierno transparente (Coppedge, 1997), en la historia argentina nos encontramos solo con dos experiencias de gobierno de este color político ungidas por el voto democrático: la presidencia de Menem y la de Macri.
No obstante, la familiaridad entre los objetivos económicos de ambas administraciones (racionalizar el Estado, bajar el déficit fiscal, apertura de las fronteras económicas) pareciera que fuesen las diferencias más que las similitudes las claves de lectura que priman en un análisis comparado. La primera gran diferencia es el escenario en que Menem y Macri acceden al poder. En tanto que el primero arriba a la presidencia en medio de una de las crisis económicas más graves de Argentina3, escenario que dota al menemismo de una gran autonomía en su accionar (Palermo y Novaro, 1996), permitiéndole llevar a cabo la publicitada cirugía mayor sin anestesia, con un escaso nivel de conflicto social al menos hasta 1996, y con el apoyo de los dos partidos políticos más importantes, consecuencia del pacto tras la renuncia de Raúl Alfonsín. Macri, en cambio, asume la presidencia en un contexto político económico más estable, por lo que su campo de autonomía decisoria quizás se encuentre más limitado. A su vez, otro límite que encuentra el macrismo para imponer sus condiciones es que el kirchnerismo dejó una sociedad altamente politizada y conocedora de las prácticas democráticas tras treinta años de ella.
La segunda diferencia significativa es que el menemismo es un eslabón histórico de una de las identidades políticas más arraigadas en el seno de la sociedad argentina. El peronismo, identidad política que, allende los intentos en los primeros años de gobierno de Menem por silenciarla (Souroujon, 2014), limitó las posibilidades de resignificación identitaria, lo que explica el retorno a partir de 1993 de la artillería litúrgica peronista4, y brindó un piso electoral y una estructura política en todo el territorio nacional. Evidentemente, los años de gobierno de la Capital Federal no fueron suficientes para que PRO articulara una identidad de esta solidez, lo que se traduce en un arraigo mucho más volátil en el seno de la sociedad, pero paralelamente en una mayor plasticidad al momento de incorporar símbolos, discursos y tradiciones5
La profundización en los ejes comparativos explicitados es, sin lugar a duda, una empresa de gran trascendencia para comprender la trayectoria de ambos gobiernos y sus particularidades. Sin embargo, consideramos que hay una dimensión en el seno de las semejanzas que no ha sido profundizada, y que puede constituirse en un Hilo de Ariadna explicativo del apoyo por parte de importantes y heterogéneos sectores sociales a un programa político - económico que décadas atrás solo podía implementarse mediante la coacción. Nos referimos, como hemos comentado en la introducción, a la dimensión del imaginario apelado y articulado en ambos gobiernos para legitimar sus políticas, es decir, más allá de las diferentes tradiciones políticas y coyunturas, creemos encontrar en el seno de estas administraciones una similitud en dos construcciones imaginarias.
A pesar de que gran parte de la ciencia política contemporánea se erige como una heredera irreprochable de la tradición ilustrada al negar el rol que los mitos políticos desempeñan en el espacio público moderno (Cuthbertson, 1975:15), la aparición de fenómenos políticos que no son susceptibles de ser aprehendidos por la lógica de la razón instrumental ha llevado a un creciente número de intelectuales en los últimos decenios a reflexionar en torno a esta categoría, las dimensiones teóricas que ella entraña y las experiencias históricas que suscribe (Tudor, 1972; Girardet, 1996; Bottici; 2007; Sironneau, 2009). La lectura de estos autores nos posibilita articular una definición de mito político estructurada sobre un núcleo duro compartido y pasible de ser operacionalizada para análisis de casos específicos. Entendemos por mito político una:
narrativa articulada dramáticamente que cuenta un relato sobre el pasado o el futuro, con el fin de dotar significancia a la experiencia política presente, legitimidad e identidad a una comunidad política determinada, e insta a los individuos que viven bajo su égida a actuar, al hallarse comprometidos existencialmente con ella. Narrativa cuyos contenidos van a ir transformándose a través del tiempo, no obstante, mantenga un núcleo común que permita identificarla como tal, mediante el proceso de producción y recepción. Modulaciones que impiden inscribir al mito político necesariamente dentro de un único color político, el mismo relato puede convertirse en soporte de los regímenes más opresivos como de los más libertarios (Souroujon, 2014: 127).
De las distintas dimensiones que operan en esta definición en el presente análisis nos interesa recuperar dos: la narratividad y la mitopoiesis. La primera nos permite pensar el mito como un relato que presenta una secuencia de eventos conectados que concierne a los orígenes, a las causas y a los fines. Narrativa cuyo objetivo principal no es la veracidad de la reconstrucción del pasado, como la disciplina histórica, sino la construcción de un argumento coherente que dé sentido al presente, reconfigurando los eventos de tal manera que la narrativa adquiera un carácter teleológico, necesario
La segunda es la mitopoiesis, la facultad de reconversión, de mutación que presentan los mitos políticos a lo largo del tiempo con el fin de seguir ostentado la vigencia significativa. Como sugiere Blumenberg (2003) en el mito es posible identificar un núcleo narrativo permanente que nos habilita a identificarlo como el mismo, pero que, paralelamente, ostenta amplios márgenes de variación. Lo que posibilita que un mismo mito contenga durante su recorrido histórico múltiples variantes, muchas veces contrarias entre sí. Mitopoiesis que explica la extensa funcionalidad del mito en el interior del arco iris político (Girardet, 1996), ya que una misma estructura narrativa puede a lo largo del tiempo ser soporte de la conservación como de la revolución.
En Argentina es el régimen conservador de finales del siglo XIX el que articula por primera vez el mito de Argentina potencia, de un país destinado a un futuro de grandeza (Gerchunoff, 2010; Romero, 2007). Período en el cual la resolución de los conflictos internos y el progreso material anclado en el modelo agroexportador, suscitaban un optimismo, en algunas ocasiones teñido de euforia, sobre el futuro del país (Souroujon, 2014). Mito que cruzó con escasas modulaciones el régimen conservador y el radical (Svampa, 1996: 180). Durante el gobierno de Perón, este mito se articula con un proyecto de autarquía económica, Argentina iba a convertirse en una gran potencia gracias a su autosuficiencia económica (Mora y Araujo, 1995: 55), y recuperaría su protagonismo internacional erigiéndose como un actor principal dentro de los no alineados al sistema bipolar. Destino de protagonismo que también puede ser rastreado con diferentes modulaciones en los gobiernos de Frondizi, Isabel Perón y el régimen militar inaugurado en 1976 que caracterizaría a Argentina como una potencia moral que persigue la paz y la democracia en las relaciones internacionales (Russell, 2010: 293). Mito que nace como una variante del sueño americano que se extiende a distintos países de América Latina, aquellas naciones “nuevas” recibidoras de afluentes migratorios que se pensaban a sí mismas como tierra de libertad y prosperidad (Armony y Armony, 2005). Pero se arraiga más sólidamente en Argentina a partir de ciertas características particulares, geográficas y demográficas. Lo que engendró que en la cultura política de este país prime un sobredimensionamiento de su relevancia en el mundo, así como una idea de destino manifiesto (Armony, 2002)
Al centrar nuestra mirada en los discursos de Menem y Macri podemos hallar una modulación similar del mito de Argentina potencia, de una Argentina protagonista principal de la comunidad internacional, que se diferencia de sendas administraciones anteriores: la de Raúl Alfonsín que a través de su canciller Dante Caputo subrayaba la pertenencia de Argentina al tercer mundo, y la de los años kirchneristas en que Argentina cerró relativamente su mercado y centró sus relaciones internacionales con países de la región. Tres son los principales registros en donde hallamos coincidencias entre la “Argentina país del primer mundo menemista”6 y la “Argentina supermercado del mundo de Macri”7. 1) El carácter milenarista de la secuencia narrativa, es decir el futuro visto como el regreso a un pasado por fuera de la cronología histórica, 2) las causas de esta potencialidad y del fracaso, los obstáculos identificados como los responsables de la no realización del mito en el pasado reciente, 3) la mirada positiva de las naciones desarrolladas hacia nuestro país como símbolo legitimador, la mirada externa como ratificación del mito.
En los dos casos analizados podemos observar que el mito de la Argentina potencia relata un futuro de próxima realización caracterizado por dos elementos, la inserción de nuestro país como protagonista de la comunidad internacional y el desarrollo económico que terminaría con las periódicas crisis y posicionaría a la Argentina entre los países más ricos. Dimensiones que se visualizan con claridad durante el gobierno de Menem en donde la participación activa en los distintos conflictos militares internacionales8, la paridad de nuestra moneda con el dólar, la modernización del Estado y las privatizaciones eran los símbolos más representativos de éstas:
La reforma del Estado nos va a ubicar entre los países más desarrollados y prósperos de la tierra […] La Argentina nació para estar en el primer mundo. Si es que vamos a hablar de mundo yo quiero insertar a la Argentina en ese mundo de desarrollo de crecimiento. No quiero ser un país subdesarrollado o periférico. Quiero que la Argentina se convierta en un país central (Discurso del presidente Menem: 16/4/90)
“La actual crisis del Golfo nos ha permitido probar que ya no eludiremos las responsabilidades que una presencia protagónica en el mundo impone” (Discurso del presidente Menem: 1/12/1990)
“Con Estados Unidos estamos en un pie de igualdad, aunque ellos pasan por un proceso recesivo muy fuerte cosa que en Argentina no ocurre” (Discurso del presidente Menem: 11/11/1991)
En la administración PRO, el protagonismo argentino se plasmaría en el rol central que debería ostentar en los debates más apremiantes del nuevo sistema internacional, y el desarrollo en el inicio de una etapa de crecimiento económico inédita en la historia:
(…) también salimos al mundo a decir que la Argentina quiere ser parte, ayudar a la solución global de los problemas como cambio climático, seguridad alimentaria o energías renovables, y el mundo ve y acompaña este camino. Por eso el año que viene se organizará en la Argentina el próximo Foro Económico Mundial Latinoamericano, y en el 2018 recibiremos el G 20. En el mundo se ve y se vuelve a hablar de la Argentina, y este Foro es también una invitación a todos los interesados a unirse a esta conversación. (Discurso del presidente Macri: 13/9/16)
La similitud más interesante en el relato del mito de ambos líderes se relaciona con la descripción del futuro a partir de una serie de significantes que hacen referencia al pasado: recuperación, volver, otras épocas, particularidad de los mitos milenaristas en donde el futuro se funda sobre la lógica del retorno a arquetipos mitologizados (Souroujon, 2014). Como observa Sironneau (2009:83) estos mitos postulan un estado de pureza y perfección original, seguido de una caída, de un estado de decadencia marcada por luchas y conflictos, caída que será detenida por la llegada de un Salvador que impondrá en la tierra el reino de Dios. En esta clase de mito los límites entre añoranza y esperanza se vuelven más difusos (Girardet, 1996: 98), el futuro se construye como un regreso a un estadio de la historia de la comunidad en donde todas las dificultades del presente estaban lejanas. Obviamente los arquetipos hacia dónde retornar varían de una experiencia a otra. No obstante, en ambos casos estudiados observamos una equivalencia en la estructura narrativa, precisamente esto los define como mitos milenaristas. Dentro de esta estructura mítica los vocablos volver, reinsertar, el llamado de la historia con que el presidente Macri plaga sus discursos, juegan la misma función que los vocablos devolver, otras épocas, reubicación que observamos en los discursos de Menem:
Para una Argentina que ineludiblemente tiene que volver a sus épocas de brillo, de gloria. Para una Argentina que tiene la obligación a través de todos ustedes, de reubicarse entre los primeros lugares en el concierto de las naciones del mundo. (Discurso del presidente Menem: 11/9/91) (Resaltado del autor)
“(…) había que cambiar la historia, había que dar un giro de ciento ochenta grados para devolverle a Argentina el prestigio y la trascendencia que supo tener en otras épocas”. (Discurso del presidente Menem: 23/3/93) (Resaltado del autor)
“(…) este residente está viajando por el mundo diciendo que la Argentina volvió, que va a tener un rol activo y no para echarle la culpa a los demás por las cosas que nos pasan”. (Discurso del presidente Macri: 9/5/16) (Resaltado del autor)
(…) queríamos volver a ser parte del mundo; queríamos terminar con el aislamiento; pasamos por elecciones muy complejas, pero nos fue bien y ahí uno siente eso (…) una comprensión de lo que tenemos que pasar para volver a ser, nuevamente, un país competitivo y desarrollado. (Discurso del presidente Macri: 19/9/16) (Resaltado del autor)
“Hemos aprendido mucho de la experiencia, como mencionaba usted, Argentina fue en su tiempo un país sumamente rico y tiene el potencial de volver a hacerlo (…)” (Discurso del presidente Macri: 25/1/2018) (Resaltado del autor)
Lo más interesante del mito relatado por la centroderecha argentina es que el pasado a regresar, más allá de ciertos anclajes en un punto histórico preciso, es un pasado que no se encuentra inserto en la cronología histórica, sino que es una promesa de un destino de grandeza que acompaña a la Argentina desde su nacimiento. El futuro es un retorno a una Argentina siempre latente pero nunca realizada. Como lo expresa claramente el presidente Macri, el ADN de nuestro país, que se halla en los orígenes del mismo, lo condiciona a liderar el mundo.9
Ambos presidentes coinciden en señalar a los recursos como el sustento sobre el que se inscribe el destino de éxito que acompaña a la Argentina desde su origen. Por un lado, los recursos de índole natural, que es una construcción imaginaria que tal como lo demuestra Romero (2007) se extiende a lo largo del siglo XX en el país.10 Por otro lado, y subordinado al anterior, los recursos humanos, la promesa de grandeza argentina se asienta en las características excepcionales de su población, donde salen a relucir cualidades como la inteligencia, el talento y la creatividad, como sellos propios del gen argentino. En este orden, el discurso de Mauricio Macri parece ser una repetición del pronunciado por Carlos Menem décadas atrás.11
Ahora bien, ante estos recursos ¿cuál es la justificación de la no realización del mito de la Argentina potencia a lo largo de las décadas? En primer lugar, en el mito desplegado por ambas experiencias de centroderecha, se procura censurar aquellos argumentos que depositaban los obstáculos para la realización del mito en el orden externo: Argentina no es una víctima de la estructura internacional.12 Los obstáculos obedecen a cuestiones internas y, en consecuencia, es la propia nación la única responsable de su historia y de su futuro. Allende los contextos e interlocutores disímiles que permiten comprender el discurso de estos presidentes, la lectura de los mismos, nos presentan una analogía en el fundamento que explica el fracaso, el obstáculo principal que reprimió el desarrollo del devenir mítico es la desunión entre los argentinos. Armony (2002), lucidamente subraya que históricamente en Argentina se ha establecido un vínculo causal entre el problema de la desunión nacional y el del fracaso en el proyecto de construir en el país la promesa mítica. En el caso del presidente justicialista, la tensión militar era el conflicto principal que se erigía como símbolo que condensaba las distintas luchas fratricidas que habían atentado contra el desarrollo del país13, el olvido y el silenciamiento del pasado, materializado en el indulto eran las claves para sortear el obstáculo14 (Souroujon, 2014). El contradestinatario de las intervenciones de Macri en este registro es el gobierno anterior, y su forma de comprender la política como antagonismo, como conflicto. Frente a un kirchnerismo a quien responsabiliza de las brechas político - sociales, el PRO pretende erigir una nueva política de diálogo y consenso en donde las diferencias son respetadas e integradas.15 Sin embargo, el kirchnerismo no es considerado una excepción en la historia argentina, tal como antes lo hizo el menemismo, el PRO concibe el pasado como una larga lucha entre ciudadanos que su gobierno pondría fin, aunque en este caso no sea tanto el olvido como el diálogo el remedio elegido.16
Ambos presidentes procuraron presentar ante la sociedad la validez del mito mediante la utilización de múltiples símbolos, en el caso del gobierno de Menem, la estabilidad monetaria, el crecimiento del consumo y las privatizaciones fueron resignificados como indicadores de la entrada de Argentina al primer mundo. Por su parte, la desaparición del cepo cambiario y la apertura a nuevas compañías aéreas low cost, eran banderas que levantaba la gestión macrista para graficar el nuevo posicionamiento del país en la escena internacional. Sin embargo, en ambos casos hallamos una sugestiva similitud que nos permite pensar en un elemento estructural del mito del país potencia de la centroderecha argentina. Tanto en el gobierno de Menem como en el de Macri el símbolo recurrente para demostrar su realización es la percepción que los países desarrollados tienen sobre el proceso nacional. Ambas administraciones, reconociendo la importancia que posee la mirada y aprobación del otro para la autopercepción como sociedad, realizan una puesta en escena de la consideración que los países más desarrollados tienen hacia Argentina, países que en el imaginario sedimentado de la sociedad eran modelos a seguir.
Durante la presidencia de Menem la validación extranjera cobró visos hiperbólicos, Argentina era presentada como el ejemplo económico del cual el mundo aprendía17, las relaciones personales de Menem con los líderes del mundo y las visitas de estos a nuestro país eran interpretadas como reflejo de la nueva situación internacional18 (Souroujon, 2014). Una nueva consideración mundial hacia nuestro país que era presentada como un renacido orgullo patriótico después de décadas de vergüenza.19 Si durante el menemismo la mirada extranjera hacía de Argentina el milagro económico a emular por la estabilidad monetaria que exhibía, a partir de la presidencia de Macri, Argentina se convierte en el paraíso confiable que los inversores de los países más relevantes estaban esperando, al ser el país con mayor potencial de crecimiento.20 A diferencia de Menem, Macri nunca pudo ostentar una transformación económica milagrosa, al no poder mejorar radicalmente ninguno de los indicadores económicos, por lo que su discurso se centró en la potencialidad argentina y en los beneficios que la seguridad jurídica y la previsibilidad de su administración brindaba a los capitales foráneos. Por otra parte, ambas administraciones usufructúan las visitas de los líderes mundiales como signos de la situación de Argentina, visitas que son catalogadas como inéditas y efecto de la realización del mito.21
La literatura de autoayuda es un género propio de la cultura de masa definido principalmente por el ofrecimiento de soluciones a problemas personales o de la vida cotidiana (Papalini, 2015), principalmente en el espacio económico - laboral y las relaciones interpersonales. Género que se estructura sobre dos tradiciones fundamentales22: la terapéutica y la espiritualidad oriental o New Age. Expresión que florece en la década de los sesentas a raíz de la aparición de los libros de bolsillo, pero que presentó un crecimiento exponencial en occidente en los últimos lustros del siglo XX (Illouz, 2010: 209), lo que se manifestó también en Argentina.23
Distintas lecturas han marcado la relación entre este nuevo lenguaje que modela la subjetividad contemporánea y la gramática política-económica neoliberal (Rose, 1999; Papalini, 2015). Incluso los recientes trabajos de Vommaro referidos a la experiencia del PRO han marcado su relación con este nuevo lenguaje del yo que se trasluce en lo que denomina nuevas espiritualidades (Vommaro, 2014). Es en estos mismos trabajos donde se sugiere que existe una relación de afinidad electiva entre esta nueva espiritualidad y el sistema de creencia del PRO (Vommaro, Morresi, Bellotti, 2015: 426).
En este trabajo también abonaremos a la idea de afinidad electiva, como relación dialéctica que se genera entre dos configuraciones sociales o culturales, que no es reducible a la determinación causal directa en sentido tradicional, sino que se trata de una analogía estructural, de un movimiento de convergencia de atracción recíproca, de confluencia activa entre dos estructuras significativas previamente disímiles. Tal como lo entendía Weber (1994) es una atracción recíproca entre dos configuraciones a priori provenientes de universos inconmensurables, como ser el protestantismo y el capitalismo, o la literatura de autoayuda y las políticas de centroderecha; que terminan estimulándose, apoyándose mutuamente, sin resultar en una fusión en donde se desdibuja la identidad de cada una. Es decir que, si bien la literatura de autoayuda no nace para dar respuesta a los problemas que generan las políticas neoliberales, ya que su origen es anterior a la aparición del prefijo neo en la tradición liberal (Illouz, 2010; Papalini, 2015), configura una concepción del yo que impulsa a la gente a actuar y a percibir de una determinada manera concebida como legítima que se retroalimenta con el discurso de centroderecha
El fenómeno de la autoayuda, como nueva espiritualidad, puede ser rastreado al interior de la administración macrista, tanto en sus años al frente de la ciudad de Buenos Aires como luego de su asunción al ejecutivo: la organización de Fe Vida en 2012 con el Ravi Shankar como actor protagónico, los retiros espirituales anuales del gabinete en su conjunto, el paso de muchos de los empresarios que forman parte del equipo de gestión por experiencias de coaching espiritual y la autocomprensión de su entrada en política para saciar un vacío existencial que la vida privada no satisfacía (Vommaro, 2017). Sin embargo, nuestro objetivo es recuperar el imaginario inscripto en la sociedad del cual la literatura de autoayuda es sintomática y constitutiva, y presentar su afinidad electiva con la cosmovisión de la centroderecha argentina expresada en los discursos presidenciales, que se fortalece y retroalimenta de este imaginario. Objetivo que nos guía hacia un análisis comparativo de los dos corpus (libros de autoayuda y discursos presidenciales) para encontrar allí las similitudes entre las distintas dimensiones.
En líneas generales, el género de autoayuda propone una transformación del yo que le permite hacerse de los recursos y fortalezas internas para que éste sea capaz de afrontar las distintas vicisitudes que se originan, para que se ayude a sí mismo. Ante un escenario volátil en constante movimiento en donde los cambios sobrevienen inexorablemente (Papalini, 2015: 244) la única posibilidad de ayuda de sí es una transformación interna paralela. Como se relata en ¿Quién se ha llevado mi queso? libro paradigmático de esta literatura:
Bueno -contestó Michael- en lugar de quejarse por los cambios cuando se producen la gente se limita a decir ahora Ya han vuelto a llevarse mi queso. Busquemos el queso nuevo (…) la gente que hasta entonces se había resistido no tardó en comprender las ventajas de cambiar y hasta ayudaron a cambiar. (Johnson, 2000:103)
En ambos gobiernos analizados se presenta el cambio interior a nivel individual como el factor principal sobre el que se sustenta el cambio en la dirección sociopolítica. Los dos presidentes subrayan que la novedad de sus gobiernos no se inscribe tanto en el cambio de dirección económica, sino en un cambio en la forma en que los individuos de la sociedad conciben su yo. Más allá de que Menem lo presente como un cambio a nivel moral que genere una nueva mentalidad, y Macri lo denomine como un cambio cultural; en ambos casos se hace referencia a una transformación en el seno de la subjetividad en donde se puede registrar esta afinidad electiva entre la nueva derecha y la autoayuda:
El cambio será moral o no será (…) La década del `90, sin lugar a dudas, será la década de esta nueva clase y de este nuevo espíritu de dirigentes (…) Un cambio que tiene que ser primero individual en el interior de cada uno de nosotros, para después trasladarse a las estructuras sociales, y llegar a una culminación de tipo cultural. (Discurso del presidente Menem: 9/11/1989)
(…) queda claro que lo que comenzó hace quince meses en nuestro país es mucho más profundo que un cambio económico. Es un cambio cultural, es un cambio basado en un aprendizaje de años en los cuales nos llevaron por caminos equivocados. (Discurso del presidente Macri: 6/4/17)
Una de las manifestaciones más tangible de la afinidad electiva es la aparición en ambos corpus de la idea de flexibilidad como componente vital del cambio. La literatura de autoayuda legitima una transformación interna de constante adaptación a los cambios externos.24 Los enemigos de esta f l exibilización que entorpece este comportamiento darwiniano, son las rigideces internas que funcionan como trabas para la constante adaptación, las estacas que nos quitan la libertad (Bucay, 2003, 19). Dentro de esta lógica son atacadas: las dependencias personales25, la razón crítica que aletarga la capacidad de adaptación26 y el pasado. Este último es un blanco constante en este género, la realización del yo se comprende como un equilibrio entre oportunidades y riesgos. Desprenderse del pasado mediante las diversas técnicas de liberación de los hábitos emocionales opresivos es algo que genera una multiplicidad de oportunidades para el desarrollo propio (Giddens, 1995:101).27
El menemismo intentó, con mediano éxito, injertar desde fuera la flexibilidad necesaria en el mundo del trabajo a través de la reforma laboral, la cual pudo ser implementada luego de arduas negociaciones en 1995; reforma que, además de buscar la reducción del costo laboral, pretendía flexibilizar la distribución del tiempo del trabajo. A pesar de que en el discurso de Menem es posible hallar la figura del hombre adaptándose a los cambios del mundo28, es en el discurso de Macri donde florece, de igual forma que en la literatura de autoayuda, la premisa de que los cambios vertiginosos solo pueden ser enfrentados a través de una gran flexibilidad personal y un trabajo de adaptación. La idea subrayada constantemente por el macrismo de preparar a los jóvenes para trabajos que aún no existen, se inscribe bajo esta misma lógica de cambios permanentes e inciertos y capacidades adaptativas:
Por eso quiero rescatar un valor que es la flexibilidad, la capacidad de adaptarnos a las necesidades del mundo y de nuestros vecinos en cada momento. Estamos en un tiempo de cambios cada vez más rápidos y cada vez más profundos. Esos cambios continuos nos llaman a encarar este proyecto con ingenio, con compromiso, y especialmente con diálogo permanente entre nosotros” (Discurso del presidente Macri: 21/12/15).29
Hemos señalado en el apartado anterior cómo el pasado como instancia a superar y a olvidar, había sido trabajada por el menemismo, al ser fuente de conflictos y antagonismos. El pasado, a su vez, cobra una nueva cualidadmaléfica en consonancia con lo comentado recientemente, ambas administraciones lo constituyen como la raíz de la cual emergen actores, prácticas y comportamientos entumecidos que no comprenden el escenario presente y en consecuencia entran en contradicción con los nuevos tiempos, actores que se resisten al cambio.30
Otro universo de significaciones que abre esta concepción de cambio es la interiorización tanto de las causas como de las soluciones de los distintos obstáculos presentados, los problemas sociales son resignificados, principalmente, como problemas del individuo mismo, en particular de su incapacidad para cambiar. Se despliega, como apunta Ampudia de Haro (2006), el escenario para que sean los mismos individuos los encargados de garantizar su existencia material y psíquica, convirtiéndose las condiciones externas en mero epifenómeno de las internas, por lo que los cambios deben operarse en este registro. Tal como asevera Papalini citando a Beck y Beck Gersheim (2015: 40), se ofrecen soluciones biográficas a contradicciones sistémicas. Quizás la frase que mejor ilustra este universo de significaciones sean las palabras del presidente Menem abogando por una privatización de las mentalidades, en línea con el traspaso de las distintas empresas estatales a manos privadas. El Estado debe delegar la responsabilidad por las condiciones, obstáculos, y proyectos de vidas personales, a los mismos individuos: “Todo aquello que puedan hacer por sí solos los particulares, no lo hará el Estado Nacional (…)” (Discurso del presidente Menem: 8/7/89).
La evaporación de los distintos factores exógenos como condicionamiento de la existencia permite que se subjetivizen todas las vicisitudes de la biografía, convirtiendo a aquellos que padecen los efectos de los males sociales en sus propios victimarios, en culpables personalmente de su situación producto de su irresponsabilidad31 y de sus exiguos recursos emocionales.32
La responsabilidad de cada uno ante su destino se encuentra graficada en el polémico discurso que Macri ofreció en el bicentenario de la independencia, en el cual resignificó el vocablo independencia. Dicho término, en este contexto no se refiere tanto a la liberación del yugo español y la constitución de una nueva nación, sino a la independencia del individuo de cualquier otro ente externo para asumir su propio futuro y sobrellevar los obstáculos. Independencia significa, en este discurso, que no existe otro culpable que el mismo individuo ante sus problemas, y en un plano más abarcador, como hemos desarrollado anteriormente, que Argentina no puede culpar a ningún país extranjero de su devenir.33
La ausencia de entes externos al cual se recurre para solucionar o explicar los avatares biográficos es presentada como un valor moral; en el caso de Menem, las distintas cualidades que deben asumir los nuevos actores económicos: la inversión, el riesgo, la asunción de la lógica de la competencia, la innovación, no son presentadas como cualidades económicas sino morales: “(…) una nueva mentalidad a nuestros empresarios. Para entender a la inversión como una opción moral, antes que como una opción exclusivamente económica”. (Discurso del presidente Menem: 20/7/1992)
Macri prefiere explotar la figura del self made man en donde se celebra la dignidad del esfuerzo personal que permite la superación y la autoestima, y la noción de la puesta en práctica de las ideas propias como ejemplo de innovación y emprendedorismo: “Ese es el camino del progreso, el esfuerzo personal, que no es sacrificio, el esfuerzo personal que lleva a la superación, que lleva a la autoestima y que lleva a la convicción de que juntos podemos progresar y ser mejores” (Discurso del presidente Macri: 10/11716). Imagen del self made man cuya contracara es la inscripción del egoísmo como valor moral, ya que se debe permitir que el otro también se realice por su esfuerzo personal.34 No es azaroso que la introducción de este valor, del modelo del self made man, sea presentado en el seno del discurso macrista mediante el recurso a testimonios de ciudadanos comunes que son ejemplos de superación y de esfuerzo personal.35 Aquí vemos una línea de afinidad electiva a nivel de las formas, los testimonios macristas se desarrollan de manera similar a las sesiones de los grupos de autoayuda. Aún la literatura de este género se apoya sobre esta estructura compositiva en donde los temas se exponen a partir de ejemplos y testimonios, en el cual el caso individual deja de ser único para representar un conjunto de situaciones similares y alcanzar mayor nivel de generalidad (Papalini, 2015: 94). No obstante, lo dicho se debe reconocer que los últimos lustros el recurso de los testimonios de ciudadanos comunes trasciende las fronteras ideológicas, lo que se emparenta con la relevancia que han cobrado los liderazgos de proximidad (Rosanvallon, 2009)La desaparición de cualquier ente externo responsable del devenir biográfico y la transformación del yo, el esfuerzo y las aptitudes individuales como causa explicativa del mismo, generan otra consecuencia velada en los discursos políticos, pero que en la literatura de autoayuda cobra luz: la legitimación de la estructura social por los sectores subalternos, “Hoy aceptaré a las personas, las situaciones(…) y los hechos tal como se presentan(…) este momento es como debe ser porque todo el universo es como debe ser” (Chopra, 1999: 57). Negada la percepción sobre los condicionamientos políticos - sociales, estos se transforman en hechos cuya validez no puede ser puesta en cuestión, como leemos en la cita el deber ser y el ser se confunden, utilizando el mismo ropaje. De esta manera se fomenta la visión de que aquellos que disfrutan de las posiciones más acomodadas merecen estar allí, siendo su situación producto de su esfuerzo personal, de la tan aplaudida meritocracia. Al partir de individuos abstractos con iguales potencialidades y una libertad total, cada uno asume la responsabilidad sobre su destino:
No importa que le echen la culpa a las leyes, al medio, al entorno, al condicionamiento o a los mandatos. Ustedes están eligiendo en cada momento su accionar. Y si no quieren aceptar esto es porque no quieren aceptar la responsabilidad que significa ser libres. (Bucay, 2003: 131)
Las similitudes en las políticas económicas componen un signo fundamental para pensar las semejanzas entre distintas administraciones. Evidentemente, este dato constituye un primer indicador a partir del cual académicos y periodistas se arriesgan a bautizar con el título de centroderecha a un gobierno en particular. No obstante, en este trabajo hemos partido de la sospecha de que es factible encontrar ciertas especificidades de la centroderecha en Argentina a partir de indicios más profundos y menos perceptibles ligados, ya no a la dirección de las políticas públicas, sino a las características estructurales del imaginario sobre lo que estos gobiernos trabajan. Imaginarios que son trascendentes para pensar el espacio político, pues son los que permiten derramar legitimidad y significancia a los gobiernos de turno y sus medidas. En este orden, se ha tratado de demostrar cómo las dos únicas experiencias de gobierno democrático de centroderecha de Argentina apelan y resemantizan de manera similar los mismos sedimentos imaginarios inscriptos en la sociedad.
Al momento de comparar ambos sedimentos imaginarios debemos marcar una diferencia, en tanto el mito político tiene una mayor profundidad histórica que nos permite rastrear sus orígenes desde la conformación del Estado Nación argentino a finales del siglo XIX, pero tiene límites espaciales que impiden extenderlo a otras sociedades; la concepción del yo que despliega la literatura de autoayuda, posee un alcance territorial más vasto, constituyéndose en una característica de la subjetividad en las sociedades occidentales contemporáneas, por lo que no es una singularidad de nuestro país, pero posee un trayecto histórico más reducido, ya que su transformación como fenómeno de masas comienza, como hemos señalado, en la década del noventa. Más allá de esta diferencia, como hemos establecido a partir de los aportes de Taylor (2006), ambas son concepciones colectivas que operan en el trasfondo de una sociedad, la recuperación de estas concepciones y su articulación con el objeto de legitimar un proyecto político es quizás una de las claves desde donde comenzar a pensar las particularidades de una centroderecha argentina.