Políticas públicas y desarrollo

Modelo de empoderamiento socioeconómico con enfoque de género: La experiencia de Corambiente con mujeres rurales en Santander

Socioeconomic Empowerment Model with a Gender Focus: Corambiente’s experience with rural women in Santander.

Ángela María Díaz Pérez
Universidad Autónoma de Bucaramanga, Colombia
Andrea Carolina Silva Niño
Universidad Autónoma de Bucaramanga, Colombia

Modelo de empoderamiento socioeconómico con enfoque de género: La experiencia de Corambiente con mujeres rurales en Santander

Reflexión Política, vol. 21, núm. 42, 2019

Universidad Autónoma de Bucaramanga

Recepción: 17 Marzo 2019

Aprobación: 28 Junio 2019

Resumen: El Modelo de Empoderamiento Socioeconómico con Enfoque de Género, evidencia cómo la participación con diversos colectivos en Santander (un departamento que tiene fuertemente arraigados valores patriarcales) logra, de forma progresiva, el fortalecimiento asociativo integral, en favor de la soberanía alimentaria de la población, a través de una práctica agroecológica, en donde es fundamental el rol de las mujeres rurales. Este modelo se fundamenta en las bases teóricas del enfoque territorial de desarrollo y perspectiva o enfoque de género a fin de sistematizar con proyección para replicar buenas prácticas de impacto en la comunidad, fortaleciendo el tejido social y aumentando su capacidad de incidencia territorial.

Palabras clave: Mujeres rurales, Enfoque de género, Empoderamiento, Modelo participativo, Buenas prácticas.

Abstract: The Model of Socioeconomic Empowerment with a Gender Focus, lets see as participation with diverse collectives in Santander, a department that has strongly ingrained in patriarchal values, achieved with a process, an associative strengthening, in favor of food guarantee for the community, through an agroecological practices, where the rural women´s role is essential and very important. This Model is based on the territorial development theory and the gender perspective, with the purpose to systematize for a projection to replicate as a good practices in the community, growth it social value and increas capacity for the territorial.

Keywords: Rural women, Gender focus, Empowerment, Participative model, Good practices.

Introducción

Después de más de quince años de trabajo de la Corporación Buen Ambiente (Corambiente), con diversos colectivos de mujeres rurales en Santander; esta organización ha identificado y desarrollado estrategias participativas que de forma efectiva han generado impactos transformadores para sus comunidades. El proyecto de investigación Modelo de Empoderamiento socioeconómico de las Mujeres Rurales para la Construcción de Paz, que da origen a este artículo, surge del trabajo realizado entre el Instituto de Estudios Políticos de la UNAB, Corambiente, las asociaciones Asocimucam1 y Asocimucof2 de la provincia de Soto Norte, Santander, y cuyo fin fue identificar, a partir del trabajo de acompañamiento de estas organizaciones, un modelo de empoderamiento socioeconómico enfocado en las necesidades y capacidades de las mujeres rurales.

El trabajo realizado entre la comunidad y Corambiente, permitió la disminución de problemáticas tan graves como la desnutrición infantil3, los bajos ingresos familiares, la contaminación medioambiental o la violencia intrafamiliar y de género4. A partir del empoderamiento tanto personal (autocuidado, participación y liderazgo) como económico (emprendimiento a partir de la creación de huertas orgánicas de autoconsumo), se ha consolidado una adecuada gestión colectiva de los excedentes de producción de las huertas, permitiendo finalmente la constitución de una red de comercialización de productos agroecológicos, logrando una mejora en la calidad de vida de las asociadas y sus familias. La investigación se centró en realizar un proceso de sistematización participativa de la experiencia de acompañamiento de Corambiente a estas organizaciones de mujeres y a sus estrategias de trabajo conjunto para generar, a partir de esa sistematización, un modelo de acompañamiento a grupos en condiciones de vulnerabilidad que pueda replicarse en otros contextos, logrando una mayor democratización del conocimiento surgido de la experiencia.

El proceso de sistematización de estas experiencias se ha realizado de forma participativa teniendo en cuenta los conocimientos y aportes de las mujeres que hacen parte de las asociaciones antes mencionadas y del personal técnico de Corambiente, para traducirlas en un modelo que pueda ser flexibilizado y replicado en otras intervenciones de trabajo comunitario, con un enfoque transversal de género y alejadas del asistencialismo, permitiendo su sostenibilidad a mediano plazo.

1. Aproximación metodológica

Reconocer la importancia que la generación de nuevo conocimiento tiene en la transformación social requiere un ejercicio crítico que distinga entre objetividad y neutralidad; las Ciencias Sociales deben producir, de la mano de las comunidades y los movimientos sociales, sin que esto implique una falta de rigurosidad científica:

Poseemos metodologías propias de las Ciencias Sociales para tener un conocimiento que queremos que sea riguroso y que nos defienda de dogmatismos; y al mismo tiempo vivimos en sociedades muy injustas en relación a las cuales no podemos ser neutrales. (De Soussa, 2006, p.18)

Por lo anterior, la metodología de investigación desarrollada tiene sus fundamentos en dos ejes: el primero, la Teoría Crítica Feminista, con los planteamientos de Donna Haraway (1995), quien rescata la importancia de dar valor a aquellos conocimientos situados, experienciales, muchas veces devaluados por la mirada homologadora de la ciencia. Los conocimientos situados, permiten la aproximación a realidades parcialmente construidas entre quienes establecen un intercambio comunicativo. Mediante esta interacción lo que se produce es un nuevo conocimiento, una idea de la realidad que refleja la visión parcial de quienes aportan sus formas de ver a fin de establecer conexiones. Estos conocimientos exigen una claridad en cuanto a la posición desde la que parten y al marco semiótico y epistemológico, desde el que construyen el discurso. El segundo, el enfoque metodológico de la Investigación Acción Participación (IAP), desarrollada por Orlando Fals Borda (1980), plantea una construcción colectiva del conocimiento con fines de trasformación social, a partir del empoderamiento de las poblaciones en situación de vulnerabilidad y desigualdad estructural. Esta elección de enfoques metodológicos tiene su justificación en la relevancia de rescatar los conocimientos experienciales y situados de las mujeres campesinas y su entorno, para la comprensión de las dinámicas internas del proceso vivido, facilitando la estructuración del modelo.

Dentro de los métodos de trabajo contenidos por la IAP se opta por realizar una sistematización participativa con enfoque de género, entendiéndola en palabras de Bickel (2006) como:

Un proceso de educación popular, que en su esencia se basa en un enfoque constructivista del proceso del conocimiento, diferenciándose sustancialmente de los enfoques conductivistas. Con esta dimensión la sistematización no se limita a simples descripciones y relatos de acciones y resultados de la experiencia, sino que debe permitir la construcción de nuevos conocimientos, de manera interactiva entre los y las participantes, desde sus vivencias subjetivas de las experiencias, desde sus prácticas sentí pensadas en un contexto condicionado. (p.2)

En cuanto a las técnicas de recolección de la información, se llevó a cabo el análisis documental de toda la información facilitada por las organizaciones. Se realizaron tres encuentros/ talleres de sistematización con enfoque de género; se hicieron extensas entrevistas con lideresas de las asociaciones, personal de Corambiente y personas clave de la zona, como la presidenta de la Junta de Acción Comunal.

2. Enfoque de género y empoderamiento de las mujeres rurales

Para el desarrollo del modelo de empoderamiento socioeconómico ha sido necesario tener en cuenta cómo los enfoques y modelos de desarrollo, en constante transformación, impactan especialmente en la vida de aquellas poblaciones empobrecidas estructuralmente y por tanto en situación de vulnerabilidad, no a falta de capacidades sino a causa de limitaciones en el acceso a los recursos y las oportunidades adecuadas para desarrollarlas.

Como ha sido planteado desde el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD 2011), la igualdad de género supone que las diferentes, aspiraciones y necesidades de las mujeres y los hombres sean valoradas y promovidas por igual y que tengan equidad en el acceso a los derechos, las responsabilidades y las oportunidades, proporcionándoles la libertad para desarrollar sus capacidades y para tomar decisiones. ONU Mujeres (2015) ha manifestado que el medio para lograr dicha igualdad es la equidad de género, entendida desde el trato justo a mujeres y hombres, de acuerdo con sus necesidades particulares.

En la búsqueda de equidad se desarrolló el enfoque de Género en el Desarrollo (GED). Su principal aporte está en realizar intervenciones con las comunidades, cuyo punto de partida no sea únicamente la situación específica de la mujer en la comunidad. Al contrario, el enfoque está en observar el modo en que las mujeres y los hombres operan desde sus relaciones de poder, y a partir de ellas identificar las necesidades prácticas5 y los intereses estratégicos6 para la eliminación de dichas desigualdades.

Por tanto, es necesario comprender el concepto de pobreza desde una visión no monetizada de la cotidianidad, ya que es la calidad de vida y no el ingreso económico lo que determina la sostenibilidad de la vida. En palabras de Sen (2000): “la pobreza debe concebirse como la privación de capacidades básicas y no meramente como la falta de ingresos, que es el criterio habitual con el que se identifica la pobreza” (p.114). Desde este enfoque pueden comprenderse mejor los impactos de garantizar unas condiciones mínimas que permitan la satisfacción de todas las necesidades básicas para el normal desarrollo de las personas.

No todas las comunidades presentan las mismas carencias, pero tienen en común que éstas obstaculizan un buen desarrollo de sus capacidades. En el caso específico de las mujeres campesinas de Matanza, garantizar su soberanía alimentaria, dotarles de herramientas para su empoderamiento y liderazgo y un acompañamiento continuo durante el proceso de consolidación de su autonomía, han sido acciones clave a través de las cuales se han propiciado el desarrollo de sus capacidades y la sostenibilidad de sus iniciativas, posibilitando que al día de hoy se beneficien aproximadamente 130 mujeres y sus familias.

La renta económica generada por la comercialización de los excedentes de producción de las huertas orgánicas ha permitido a las mujeres producir y gestionar parte de los ingresos familiares, así como garantizar una alimentación balanceada. Esta nueva situación ha proporcionado a las mujeres una mayor capacidad para la negociación y la toma de decisiones familiares, modificando las relaciones de poder al interior de sus hogares. Como lo han manifestado las mujeres que participan del proceso, la violencia al interior de los hogares ha disminuido porque ahora sus ideas son más tenidas en cuenta por parte de sus compañeros. En palabras de una de ellas: “Antes teníamos que pedir permiso a los esposos para todo. Ahora no pedimos permiso, solo informamos que vamos a hacer algo” (L. Pinto, comunicación personal, 26 de mayo de 2017) También han manifestado una redistribución en los roles de género, teniendo como consecuencia directa la disminución de la violencia en las relaciones de pareja e intrafamiliares y la redistribución de los roles tradicionales de género en algunos casos, evidenciándose una mayor corresponsabilidad por parte de hijas e hijos, así como de sus parejas. En palabra de Mercedes Flórez, representante legal de Asocimucam:

[…] Las cosas han cambiado mucho, Antes de empezar con el proyecto de la asociación a las mujeres nos discriminaban mucho, no podíamos trabajar en política, éramos el sexo débil, siempre cocinando y en la casa, ahora no, ahora las mujeres tienen su propia autonomía, podemos salir, podemos tomar decisiones […]. (M. Flórez, comunicación personal, 25 de mayo de 2017)

Cada vez es más frecuente identificar comunidades en las que la mejora de su calidad de vida está ligada a procesos de empoderamiento de las mujeres. Al respecto, encontramos coincidencias en diversas investigaciones7 realizadas por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), ONU mujeres y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), entre otras, en relación con la importancia de las mujeres en el desarrollo local, especialmente en el ámbito rural.

En América Latina, el Enfoque Territorial de Desarrollo, empieza a ser impulsado e implementado con la entrada del nuevo milenio. Los primeros pasos en esta dirección fueron dirigidos desde la FAO y el BID. El fin de estas iniciativas era el de contribuir a la articulación de los diferentes territorios para facilitar los vínculos y el fortalecimiento de las capacidades necesarias que contribuyesen a un desarrollo de las regiones respetuoso con las características de los diversos contextos.

Uno de los principales aportes de este enfoque está en el reconocimiento de la necesidad de identificar y analizar los procesos locales y sus propias estrategias de desarrollo previamente a la realización de cualquier tipo de intervención externa. Como se establece en el Informe Enfoque territorial para el empoderamiento de las mujeres en América Latina (ETEM), realizado por ONU Mujeres, la FAO, la CEPAL8 y RIMISP9 (2013), el enfoque territorial de desarrollo tiene tres elementos fundamentales que lo hacen una herramienta de gran utilidad y que permiten sentar las bases teóricas del modelo, conectando práctica y teoría. Estos elementos son: (i) las potencialidades del empoderamiento en el dinamismo de los territorios. (ii) Tener en cuenta las capacidades de competitividad del territorio, sin olvidar las situaciones específicas de exclusión y desigualdad en ellos, y (iii) el papel protagónico de los procesos participativos, especialmente en el trabajo con las mujeres.

El empoderamiento de las mujeres implica necesariamente un cambio en las estructuras sociales y los imaginarios tanto individuales como colectivos, ya que supone una transformación del modelo androcentrista dentro del cual establecemos nuestras relaciones sociales. Cuando hablamos de procesos de desarrollo, Magdalena León nos explica la importancia de centrarse en el enfoque del empoderamiento de las mujeres:

Este enfoque reconoce la necesidad de metas multifacéticas en los proyectos, que además de prestar servicios y/o generar ingresos, sirvan para dar poder, y consolidar las organizaciones de las mujeres. Es fundamental estimular, consolidar y proteger la capacidad de negociación en las mujeres, con miras a asegurar la institucionalización de su presencia en los procesos de decisión y hacer que las políticas con perspectiva de género entren a formar parte explícita de los planes macroeconómicos. (León, 1993, p.43)

Algunas de las bondades de este enfoque están en tener en cuenta la heterogeneidad en las zonas rurales, incorporar un enfoque de Derechos Humanos y tomar en consideración las brechas existentes entre lo urbano y lo rural. Estas características facilitan la posibilidad de trabajar de forma conexa con el enfoque GED y pensar en un desarrollo donde lo humano prime sobre lo estrictamente económico (Max-Neef, 2000). Por tanto, integra modelos económicos alternativos fundamentados en la solidaridad y la corresponsabilidad entre sociedad y Estado, para la búsqueda de un bienestar social, económico y ambiental, permitiendo una mejor utilización de los recursos.

La estrategia de acompañamiento desarrollada por Corambiente permitió identificar cómo, en las zonas rurales del nororiente colombiano, en donde hay una escasa presencia estatal (o la institucionalidad está al servicio de modelos de desarrollo socioeconómico que llevan a la degradación social y medio ambiental), se requiere apartarse de modelos de intervención asistencialistas fundamentados en las ayudas económicas externas de forma exclusiva.

Este modelo parte, entre otros aspectos, del papel central que la comunidad tiene en la consolidación de soluciones sostenibles a problemáticas como los bajos ingresos o la desnutrición. Por esta razón, se integran elementos que dan coherencia interna y funcionalidad al modelo para su aplicación en terreno: participación comunitaria a través de prácticas como el liderazgo y la agencia y fortalecimiento de las capacidades necesarias para el ejercicio de la soberanía alimentaria, que es base para el mejoramiento de la calidad de vida de las poblaciones.

3. Modelos de gestión participativa

Un modelo es una abstracción de la realidad susceptible de réplica o imitación, sin que necesariamente sea único o definitivo. La construcción de un modelo es una aproximación inicial a la búsqueda de aquello considerado ideal, de un modo de vida a seguir, independientemente de que logre alcanzarse o no. Etimológicamente, el término hace referencia a la medida, cantidad o proporción correcta de algo a fin de garantizar su funcionamiento. Desde lo abstracto, habla de lo ejemplar, un prototipo, un intento de representación muy cercano a la realidad. Como lo abordamos en esta investigación, desde la epistemología, el modelo es una descripción de hechos, fenómenos, procesos, estructuras y, de cierta manera, es una idealización que está en función de una teoría. Por su parte, dicha teoría es una abstracción que intenta representar o reconstruir la realidad, social, natural o artística, en algunas ocasiones susceptible de réplica.

En palabras de Carvajal (2002), los acontecimientos, hechos y situaciones en que los seres humanos documentan el aprendizaje para luego intentar describir, explicar y predecir la realidad, se conocen como modelos. Se obtienen luego de un proceso de investigación que puede llegar a constituirse en un fundamento filosófico para la ciencia.

Al ser construcciones racionales, no son únicas ni exactas. Por tanto, son cambiantes y entre teoría y realidad siempre habrá una brecha que los modelos pretenden reducir. Es allí donde estos dos enfoques se encuentran y tienen puntos en común. El planteamiento y posterior desarrollo de modelos en la práctica puede generar conflictos necesarios para identificar, valorar y replicar las mejores prácticas, teniendo en cuenta las restricciones que la realidad impone a toda implementación teórica. Podemos concluir entonces que un modelo permite o facilita la comprensión de la realidad mediante la representación que simplifica interrelaciones; es un esquema que articula sistemas complejos no estáticos. El modelo es de carácter instrumental, dado que se utiliza como un medio explicativo de la realidad, para comprender y verificar teorías según el contexto.

Como toda realidad es un conjunto de elementos relacionados entre sí, y esta puede ser representada como un sistema. Por tanto, ya que un modelo es una forma de representar una realidad, también lo integran elementos o subsistemas que se encuentran relacionados entre sí y que dependen unos de otros para funcionar. Carvajal (2002) establece que los modelos pueden ser de varios tipos: lingüísticos, matemáticos o simbólicos, entre otros. Desde la perspectiva epistemológica, se clasifican dependiendo de su grado de formalización y pueden ser de cinco tipologías: icónicos, analógicos, tipológicos, simbólicos y gráficos.

Los modelos se asumen como una forma innovadora de contar una experiencia; una descripción de cómo se articulan diferentes elementos provenientes de la realidad. Es decir, a partir de prueba y error, permiten complementar teorías previas declaradas sobre un tema o ámbito (Magretta, 2002).

La teoría es el punto de partida y el modelo es el propósito de un riguroso proceso de investigación, dado que ambos intentan dar un planteamiento a fin de resolver situaciones de interés común, y, por tanto, aunque son diferentes, se complementan generando un modelo teórico-práctico.

Modelo de Empoderamiento Socioeconómico con Enfoque de Género.
Figura 1
Modelo de Empoderamiento Socioeconómico con Enfoque de Género.
Fuente: elaboración propia.

4.Modelo de Empoderamiento Socioeconómico con Enfoque de Género

El Modelo de Empoderamiento Socioeconómico con Enfoque de Género en mención es una representación gráfica de la identificación de una lógica interna en el proceso de acompañamiento realizado por Corambiente con las asociaciones de mujeres campesinas de Matanza, Asocimucam y Asocimucof. La identificación y documentación de las fases del modelo y los objetivos de cada una de estas, se realizó mediante el proceso de sistematización participativa, como se mencionó anteriormente en este artículo. La finalidad de crear un modelo está en generar una herramienta de acompañamiento comunitario efectiva para los diferentes actores públicos y privados que interactúan con las organizaciones de mujeres campesinas.

Este modelo está estructurado en dos ejes transversales: el primero, el Enfoque GED, que involucra tres dimensiones: la forma de observar y pensar los procesos sociales, las necesidades y las demandas; las desigualdades de género, y el principio de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres (Likadi, 2004). El segundo eje es un enfoque de transformación desde lo cotidiano, partiendo de la premisa de que el dominio del contexto se constituye en el acervo experiencial de la comunidad, derivado de su apropiación de la realidad.

Estos ejes transversales se conjugan en cuatro fases:

Ese conocimiento situado experiencial, se consolidó a través de los años gracias a la relación simbiótica entre Corambiente y las comunidades, no únicamente a partir de los saberes técnicos, sino que alimentada por los saberes y habilidades de las personas que participan en los acompañamientos a través de cada una de las fases mencionadas anteriormente y que se describen a continuación.

4.1. Fase 1: Diagnósticos Comunitarios

Esta es la fase de aproximación a la comunidad. En ella se identifican aquellas problemáticas que se presentan en el contexto particular a partir de las reuniones comunitarias, grupos focales, aplicación de líneas base, talleres de diagnóstico y entrevistas semiestructuradas con personas clave en la comunidad, entre otras actividades, siendo la comunidad la que expresa cuáles son las dificultades, carencias, miedos, retos, expectativas, metas, saberes y experiencias previas que contribuyan, no únicamente a la identificación de las necesidades, sino a la priorización de las mismas, previamente al proceso de acompañamiento10.

Igualmente, durante esta fase se realizan talleres tanto con grupos mixtos, como con grupos de mujeres y hombres de forma independiente, a fin de determinar cómo funcionan las relaciones de poder al interior de la comunidad y cuáles son los roles que cada uno de los géneros desempeña en el grupo. En esta fase es fundamental la identificación de aliadas/os clave entre quienes integran la comunidad, con potencial para la movilización y cohesión de otras voluntades, y necesarios para la fase de acompañamiento y fortalecimiento de los procesos.

Asimismo, permite establecer el tipo de acompañamiento más adecuado y los pasos para una planeación estratégica encaminada a garantizar el éxito de la intervención. Un buen diagnóstico evita la utilización inadecuada de los recursos y permite anticipar soluciones a posibles obstáculos que se presenten durante el desarrollo del proyecto. Es en esta primera fase, donde el modelo refleja la aplicación de los criterios de análisis de género y la evaluación de las necesidades e implicación de la comunidad. En síntesis, los Diagnósticos Comunitarios, son el eslabón que permite un acompañamiento comunitario exitoso.

4.2. Fase 2: Planificación participativa

A partir de los Diagnósticos Comunitarios, donde se logra la identificación previa de las valías, capacidades, necesidades y carencias, se trabaja de la mano con la comunidad para estructurar un plan que permita dar respuesta a dichas necesidades, encontrando soluciones a partir de sus propias habilidades y saberes, con el acompañamiento de un grupo de facilitación que tiene la conceptualización del modelo a implementar. La Planificación Participativa, se trabaja fundamentalmente desde la metodología del “aprender haciendo”.

Teniendo en cuenta las limitaciones específicas del contexto en materia de usos del tiempo y desplazamiento, con base en una agenda concertada, se da inicio con un periodo de formación que va avanzando sobre dos ejes de paralelos: el personal y el comunitario, a fin de que se avance en los dos en el proceso hasta que finalmente converjan. Se entiende desde este modelo que, sin el fortalecimiento de las capacidades individuales, se limita el éxito y la sostenibilidad del trabajo colectivo.

En la planificación participativa se visualizan y estructuran los proyectos específicos que se espera desarrollar en la siguiente fase del proceso. Pueden identificarse teniendo en cuenta dos factores: coherencia con el tipo de formación técnica impartida, y coherencia con el grado de compromiso de las personas de la comunidad. Esto permite identificar sus principales focos de interés. Igualmente, se establecen los mecanismos de monitoreo y de evaluación del proceso, que proporcionarán los insumos necesarios para la fase cuarta del modelo.

Un elemento para destacar en esta segunda fase está en la necesidad de generar transformaciones en las relaciones de poder al interior de las familias. La asistencia de las mujeres a las reuniones y formaciones que hacen parte tanto de su proceso de empoderamiento individual como del fortalecimiento de sus organizaciones, en ocasiones, generan malestar especialmente por parte de sus parejas, quienes argumentan el posible incumplimiento de las tareas domésticas que recaen de forma casi exclusiva sobre ellas y la pérdida de control sobre el uso de su tiempo, al salir de su vivienda a espacios públicos. Por tanto, para evitar el escalamiento de la violencia al interior de las familias es necesario promover el reconocimiento de los derechos de las mujeres, la redistribución de los roles tradicionales de género y el incremento de la corresponsabilidad familiar.

En esta fase es muy importante favorecer la generación de lazos de apoyo entre las mujeres, configurando así la identidad grupal que soporte los proyectos al mediano y largo plazo. No obstante, la fase de planificación participativa se caracteriza por la presencia más elevada de conflictos relacionados con los roles tradicionales de género y las críticas por parte de otras personas de la comunidad. Por esta razón, se hace necesario un acompañamiento y asesoramiento constante que favorezca la gestión constructiva de este tipo de conflictos mediante la mejora de la autoestima y el reconocimiento de la capacidad para aportar al mejoramiento de su calidad de vida y la de sus familias. Igualmente, importante es el proceso de aprendizaje de sus derechos y las herramientas para la exigibilidad de los mismos.

En esta fase podemos encontrar reflejada la aplicación de los criterios de cuestionamientos de género, acciones de género, intercambio de conocimientos, innovación, e implicación de la comunidad que se conjugan en la creación de la estrategia de acompañamiento y el fortalecimiento hacia el interior, tanto a nivel personal como organizacional. Se da en esta fase la adquisición de las habilidades y capacidades necesarias para sostener la fase siguiente.

4.3. Fase 3: Acompañamiento y fortalecimiento

La fase previa da cuenta de un proceso de crecimiento personal y de proyección para la acción como asociación con fines de trascender con el trabajo realizado e impactar en el entorno mediante el fortalecimiento de las redes de apoyo comunitarias. Igualmente, aquí se da el fortalecimiento de la parte productiva del proyecto a través de la comercialización, las redes de intercambio y la creación de fondos solidarios, permitiendo complementar el crecimiento personal y organizacional con la adquisición de la autonomía económica, que es, como se ha identificado, una de las claves fundamentales para la viabilidad y sostenibilidad del proceso.

Hay dos elementos que marcan la diferencia en esta fase:

Ese trabajo hacia la comunidad permite igualmente la contribución a procesos más amplios, como el cuidado del medio ambiente, las fuentes hídricas o la cobertura de necesidades que afectan a toda la población. Esa resolución de necesidades prácticas, tiene un impacto más allá de la mejora específica de las condiciones de vida; a su vez contribuyen al fortalecimiento de los intereses estratégicos.

Es necesario monitorear las percepciones de la comunidad y establecer estrategias que permitan la transformación de imaginarios locales acerca del trabajo realizado por las mujeres que hacen parte de las asociaciones; que se reconozca la importancia de sus aportes y que se revaloricen las actividades que una mujer es capaz de liderar. Si esto se consigue, con el tiempo se lograrán modificar las relaciones intrafamiliares, abriendo espacios de diálogo y corresponsabilidad, y facilitando la incorporación de más mujeres al proceso.

4.4. Fase 4: Evaluación de procesos e identificación de buenas prácticas

En la fase final se revisa la información obtenida con el monitoreo del proceso y se aplican los instrumentos de evaluación establecidos desde la fase de planificación estratégica. A partir de las transformaciones e impactos durante el acompañamiento, se identifican las Buenas Prácticas, a partir de criterios como acciones de género, intercambio de conocimientos, implicación de la comunidad, impacto positivo, innovación y transferibilidad. De esas Buenas Prácticas identificadas se extraen los aprendizajes y lecciones necesarias para incorporar al propio modelo, el cual se trasforma a fin, no solo de mejorar, sino de conservar la característica de adaptabilidad a posibles nuevos contextos de aplicación.

En esta última fase, se consolidan aquellos elementos que garantizan la sostenibilidad del proyecto, para que, una vez finalizado el acompañamiento por parte de la entidad facilitadora, la comunidad sea quien posibilite su continuidad. A partir del intercambio de conocimientos con otras asociaciones y comunidades se van identificando potenciales espacios de participación en donde replicar el modelo.

Buenas Prácticas en el acompañamiento a organizaciones de mujeres rurales

Según lo establecido por el Observatorio Internacional de Democracia Participativa (OIDP, 2006) la complejidad de los procesos sociales requiere apuestas innovadoras que logren dar soluciones prácticas. Aunque muchas de estas iniciativas resultan ser exitosas, los conocimientos producidos a partir de ellas no siempre son visibilizados o están disponibles para ser utilizados en otros contextos similares. Por esta razón, parte de la responsabilidad como academia está en sistematizar adecuadamente estos conocimientos y facilitar su difusión.

Teniendo en cuenta la enorme brecha en las condiciones de vida entre zonas urbanas y rurales en Colombia, que, en el caso específico de Santander, según datos proporcionados en el Plan de Desarrollo departamental vigente “Santander nos une”, teniendo en cuenta el índice de pobreza multidimensional, encontramos tasas de hasta un 77,2% de pobreza en las zonas rurales del departamento, frente al 45% identificado en los cascos urbanos. De esa desigualdad surge la necesidad de identificar estrategias capaces de aportar herramientas claras de transformación social y empoderamiento para las mujeres rurales del departamento, a fin de ampliar el impacto de las intervenciones realizadas. En el caso específico de Corambiente, dichas estrategias presentan las características de una Buena Práctica.

Como lo define la APC-Colombia11 (2014), una Buena Práctica es “un conjunto coherente de acciones que han presentado excelentes resultados para el desarrollo en un determinado contexto, esperando que en similares contextos se presenten resultados parecidos” (p.1). La identificación de un proceso participativo como una Buena Práctica requiere de la definición de criterios específicos a analizar dentro de la experiencia. No existe un solo camino para identificar dichos criterios; diversos manuales referentes al tema aportan una variedad de alternativas observables en las Buenas Prácticas. Para el caso concreto de la experiencia con Corambiente se seleccionaron criterios que permitiesen realizar el análisis desde un enfoque transversal de género. A partir de las propuestas de organizaciones como la OIT (2007), UNIFEM (2005) o la Diputación de Barcelona (2006).

Los criterios observados son: análisis de género, evaluación de las necesidades, planificación con enfoque de género, acciones de género, innovación, implicación de la ciudadanía, intercambio de conocimientos, impacto positivo y transferibilidad. Cada uno de los criterios analizados responde a una serie de cuestionamientos que para el caso de Corambiente y su acompañamiento a las asociaciones Asocimucam y Asocimucof, arrojaron la información sintetizada en la siguiente tabla, en la que se identifica cada criterio, en cuál de las fases del modelo fue desarrollado, su definición y los elementos identificados en relación a cada uno:

Tabla 1
Buenas prácticas de Corambiente en el acompañamiento a organizaciones de mujeres rurales
CRITERIOQUÉ IMPLICAELEMENTOS IDENTIFICADOS
Análisis deAnálisis previo de losIdentificación de las Mujeres como actores clave en el proceso de
Géneroalcances del sistema sexo/mejora y apropiación de la soberanía alimentaria.
FASE 1género en las relacionesDetección de la falta de habilidades sociales de las mujeres para
de poder al interior de laexpresar sus ideas y plantear alternativas para mejorar su calidad
comunidad. Identificaciónde vida.
de roles de género a nivelSe fortaleció la autonomía emocional y económica.
individual, familiar ySe identificaron mujeres con potencial de liderazgo transformador
comunitario.e integrador
Variables tenidas enSe visibilizó la violencia intrafamiliar y de género, que frenaban
cuenta: división sexualel proceso participativo de las mujeres. Se enfrenta trabajando el
del trabajo, diferencias enempoderamiento personal y las relaciones intrafamiliares.
el acceso y control de losSe realizó fortalecimiento colectivo, especialmente a nivel de
recursos, oportunidades yliderazgo y manejo de proyectos productivos.
limitaciones del entorno,
herramientas para la
promoción de la equidad
y la viabilidad de las
acciones.
Evaluación de lasEstudio de las necesidadesNecesidades prácticas: Se abordaron desde un enfoque de
necesidadesprácticas y de lossoberanía alimentaria, a causa de los graves problemas de
intereses estratégicos en ladesnutrición que presentaba la población infantil de la zona. Se
FASES 1 Y 2comunidad.requirió trabajar en el aumento de ingresos económicos, el acceso
a agua potable y el aprovechamiento del potencial productivo de
las fincas. Se continuó el trabajo con relación a la autonomía
personal y económica.
Intereses estratégicos: Empoderamiento de las mujeres a través
de formación en liderazgo, en economía solidaria, conocimientos
técnicos en agroecología, acompañamiento para el fortalecimiento
de sus organizaciones e incidencia política.
PlanificaciónPlanificación de estrategiasSe formó a las mujeres en autoestima, autonomía, habilidades
cuestionamientoscon la comunidad en lacomunicativas y de liderazgo. Se trabaja la prevención de la
de géneropromoción de la igualdad yviolencia intrafamiliar y de género. Se dotan de herramientas para
equidad de género.que conozcan sus derechos.
FASES 1 Y 2Se capacita a las mujeres en un proceso de fortalecimiento
institucional, trabajo solidario y en red, así como en herramientas
para la incidencia política.
Los intercambios de saberes, semillas, productos y recetas sirven
en el proceso de fortalecimiento individual y colectivo, ampliación
de la red de apoyo.
Acciones deAcciones tendientes a laTodas las formaciones realizadas han incorporado el enfoque de
génerodisminución de la inequidadgénero.
y las discriminacionesEl componente productivo del proceso se encaminó a fortalecer
FASES 2, 3 Y 4a causa del género. Porla autonomía económica de las mujeres y a trasformar la división
ejemplo, promover lasexual del trabajo en su comunidad.
revalorización del trabajoCorambiente concreta la necesidad de fortalecer su política
productivo y reproductivoinstitucional de género y transversalizarla en todas las acciones
de las mujeres y promociónde la entidad.
de la corresponsabilidad enSe visibilizaron las asociaciones de mujeres a través de
los hombres.intervenciones comunitarias de impacto (organización acueductos
comunitarios y Juntas de Agua, participación en Juntas de
Acción Comunal e interacción con entidades territoriales).
InnovaciónPosibilita la incorporaciónEl Modelo de Empoderamiento socioeconómico con Enfoque
FASES 2, 3 Y 4de elementos que permitande Género es una innovación en procesos de acompañamiento
mejorar el funcionamientointegral con perspectiva transversal de género y acompañamiento
de un sistema.continuado en el tiempo. Ha sido identificado como un elemento
central del éxito del modelo.
La creación de la red de mercados solidarios agroecológicos donde
se comercializan los productos de las asociadas, la incorporación
del intercambio entre consumidores de zonas urbanas y
productores de las zonas rurales.
Trabajar en el modelo una fase de fortalecimiento de las
capacidades personales y colectivas, y una fase posterior de
fortalecimientos hacia el exterior con comunidad y entidades
público-privadas.
Implicación de laParticipación de las/osTodos los procesos realizados contaron con la participación
ciudadaníaactores en las diversasdirecta de la comunidad. Se fortalece la capacidad de agencia de
FASES 1, 2, 3 Y 4fases del proyecto. Dichalas personas implicadas en sus procesos de empoderamiento y
participación debe promovercambio.
la integración de personas
en situación de exclusión
en la comunidad.
Intercambio deSistematizar y compartirIntercambio con otras asociaciones y procesos organizativos,
conocimientoslos conocimientos quecon otras ONGD, intercambios con la academia para generar
FASES 3 Y 4surgen de la experiencia,procesos investigativos con las entidades territoriales aportando
y las lecciones aprendidasconocimientos y experiencias, incidencia política.
a disposición de otrasFortalecimiento de los conocimientos de género del personal de
organizaciones yCorambiente.
comunidades.
Impacto positivoConsecución de losMejora de las condiciones de vida (nutrición, ingresos, agua
FASES 2, 3 Y 4objetivos. Cambiopotable, fortalecimiento comunitario, cuidado del medio ambiente,
observable y positivamentedefensa del territorio, etc.).
valorado en el ámbito sobreEmpoderamiento individual y comunitario.
el cual se ha centrado laTransformación de las relaciones de poder y flexibilización de los
actuación llevada a cabo.roles tradicionales de género en mujeres y hombres.
Reducción de la violencia intrafamiliar y de la violencia de género
Participación de Asocimucam y Asocimucof, en el proceso de
formulación y participación el proceso de implementación de
la Política pública de Seguridad Alimentaria del Municipio de
Matanza, Santander.
TransferibilidadCapacidad de unaEl modelo metodológico desarrollado identifica unas líneas
FASE 4experiencia para sertrasversales (género y soberanía alimentaria) unas fases
replicada en contextos(diagnóstico, fortalecimiento hacia el interior, fortalecimiento
similares a partir de lahacia el exterior, evaluación e irradiación), por tanto, es flexible y
repetición de sus ejespermite su adaptación a las necesidades de diversos contextos.
fundamentales.Se ha iniciado el proceso de diagnóstico para la aplicación del
proceso en municipios cercanos
Fuente: elaboración propia.

5. Reflexiones y transformaciones

A manera de reflexión se presentan los logros que, a nivel individual, comunitario y asociativo, se constituyen en insumos para replicar las buenas prácticas de este ejercicio participativo, mantener el proceso en el tiempo, y apuntarle a transformaciones estructurales, que solo si se integran a la cultura, pueden ser sostenibles.

El ejercicio participativo que dio como resultado el Modelo de Empoderamiento Socioeconómico con Enfoque de Género ha conseguido que en la actualidad las mujeres de la zona tengan una mayor capacidad para la negociación al interior de la familia, dado que producen y gestionan parte de los ingresos. Esta autonomía impacta positivamente, por cuanto se evidencia el empoderamiento y liderazgo, fundamentales en la toma de decisiones; por ejemplo, hacia una alimentación balanceada de los integrantes de la familia y una reducción de la compra y consumo de productos procesados, que a su vez impactan en una disminución de un 30% del gasto familiar. Estas trasformaciones en las relaciones de poder a nivel individual y familiar, modifican aquellos mandatos de género que imposibilitaban el desarrollo de las capacidades humanas de las asociadas.

Asimismo, para las asociadas, el proceso permite generar comunidad con otras mujeres a partir de un ejercicio de apropiación de los derechos humanos de las mujeres, de los derechos constitucionales, de la importancia de la participación ciudadana, y de una paulatina erradicación de diversas formas de discriminación y violencia al interior de la comunidad. Esto ha permitido una revalorización del oficio de cultivar la tierra y de mantener la soberanía alimentaria como un derecho.

El empoderamiento y posicionamiento de las mujeres como lideresas en su territorio, y el impacto de las acciones realizadas por ellas, han permitido ir transformando la visión que la comunidad y sus familias tenían del trabajo que realizaban. Se ha entendido la relevancia del mismo y reconocido su incidencia a nivel regional, lo que ha generado cambios profundos en la redistribución de tareas al interior del hogar y la corresponsabilidad asumida por toda la familia. Se refleja, por ejemplo, en que otros miembros de la familia se hayan involucrado en el trabajo de las huertas, apoyando proyectos derivados como la organización de la red de mercados agroecológicos.

Desde una visión comunitaria, todo el proceso ha permitido el empoderamiento de las mujeres en la zona, generando un interés especial por parte de las nuevas generaciones a continuar con el proceso iniciado, la comunidad reconoce el impacto del trabajo realizado por las asociaciones de mujeres. También ha permitido la recuperación de saberes tradicionales a través del trabajo en las huertas de producción orgánica y la generación de alternativas para la soberanía alimentaria, disminuyendo notablemente el déficit nutricional de las familias implicadas. Igualmente, se ha generado una mayor consciencia en la protección de la biodiversidad mediante la conservación, recuperación e intercambio de semillas autóctonas, el escalonamiento de la producción de autoconsumo y el respeto al medio ambiente, como consecuencia de la reducción del uso de agroquímicos, y la preparación de fertilizantes y productos para el control de plagas a partir de plantas autóctonas, reflejándose en la recuperación de suelo y protección de los recursos hídricos.

Más de diez años han pasado desde que Corambiente llegó al territorio con el fin de mejorar la calidad de vida de las poblaciones mediante un proceso de fortalecimiento asociativo integral en favor de la soberanía alimentaria de la población a través de la práctica agroecológica, y de ayudar a superar otras dificultades como el transporte y comercialización de los productos. Es así como la creación de mercados solidarios, la incorporación del intercambio entre consumidores de zonas urbanas y productores de las zonas rurales y la tienda agroecológica de Corambiente, que se abastece de los productos de las asociadas, se constituyen en una transformación a nivel asociativo derivado del proyecto.

Facilitar el acceso a recursos técnicos y económicos a las mujeres y desarrollar emprendimientos adecuados al contexto son las apuestas que garantizan el éxito de los procesos de desarrollo territorial, ya que las mujeres hacen un uso más responsable y una distribución más equitativa de los recursos para cubrir las necesidades de su grupo familiar y de su comunidad cuando están involucradas en el trabajo cooperativo o asociativo.

Finalmente hay que señalar que la importancia de la tenencia de la tierra es un tema especialmente sensible en el caso de las mujeres, ya que la posibilidad de tener la titularidad sobre un terreno les garantiza la realización de actividades que posibiliten la generación de ingresos para ellas y sus familias y permite la participación en proyectos asociativos. Es el empoderamiento social y económico de la mujer lo que favorece a la mejora de la calidad de vida y la de su entorno, permitiendo transformaciones sostenibles en el largo plazo.

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Notas

1 Asociación de Mujeres Campesinas de Matanza.
2 Asociación de Mujeres Unidas Construyendo Futuro.
3 Según la información proporcionada por Corambiente, en 2003, cuando inició su intervención en estas comunidades, al menos un 30% de la población infantil presentaba síntomas de desnutrición.
4 Según datos del Instituto Nacional de Salud de Colombia en 2016, Santander fue la segunda región del país con más casos de violencia de género, más de un 10% de las agresiones a nivel nacional provenían de Santander.
5 Las necesidades prácticas hacen referencia a las condiciones mínimas para cubrir las necesidades básicas de subsistencia (acceso a alimentación, vivienda y salud).
6 Los intereses estratégicos recogen todas aquellas acciones encaminadas a empoderar a las mujeres, permitiendo una mejora de su posición dentro de sus comunidades; se relaciona con la posibilidad acceder y controlar aquellos recursos que permitan impulsar cambios sociales que transformen relaciones de desigualdad.
7 Publicaciones como: Enfoque Territorial para el Empoderamiento de las mujeres Rurales en América Latina y el Caribe, realizada en 2013 conjuntamente por ONU mujeres, CEPAL, FAO y el Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural RIMISP, o la Guía para la incorporación de la Perspectiva de Género en las estrategias de desarrollo económico local, desarrollada en 2010 por la OIT; son unas de las publicaciones donde puede profundizarse al respecto.
8 Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
9 Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural.
10 Este modelo funciona en términos de acompañamiento y no de intervención, ya que se acompaña a través de la formación y fortalecimiento de las capacidades individuales y colectivas, pero el proceso lo realiza la comunidad, no el personal técnico, solo la apropiación del proceso por parte de la comunidad puede garantizar la sostenibilidad del mismo.
11 Agencia Presidencial de Cooperación Internacional de Colombia.
Cómo citar este artículo: Díaz-Pérez, A.; Silva Niño, AC. (2019). Modelo de empoderamiento socioeconómico con enfoque de género: La experiencia de Corambiente con mujeres rurales en Santander. Reflexión Política 21 (42), pp. 163-175 doi: 10.29375/01240781.3567.
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