Resumen: Es común la evaluación de proyectos productivos con un enfoque marcado por la factibilidad técnica-financiera. El presente artículo hace una propuesta alternativa que da sustento a una valoración más incluyente y desarrolladora de estados de bienestar para las comunidades integra una evaluación equilibrada de aspectos socioculturales, ecológicos y económicos para un real desarrollo integral sostenible. La metodología propuesta focaliza sus consideraciones a problemas y necesidades reales de la zona de evaluación que mediante el potencial de desarrollo de la misma puede generar una cartera flexible, adaptable y equilibrada de proyectos productivos.
Palabras clave: evaluación de proyectosevaluación de proyectos,desarrollo socialdesarrollo social,administración públicaadministración pública,desarrollo endógenodesarrollo endógeno.
Abstract: It is common to evaluate productive projects by governmental or financial entities with a focus marked by the technical and financial feasibility of the project. This article makes an alternative proposal that supports a more inclusive and developmental assessment of welfare states for the communities by integrating a balanced assessment of sociocultural, ecological, and economic issues that truly guarantee sustainable integral development. The proposed methodology focuses its considerations on real problems and needs of the evaluation area and, through its development potential, it can generate a flexible, adaptable, and balanced portfolio of productive projects.
Keywords: project assessment, social development, public management, endogenous development.
Artículos
Metodología incluyente para la valoración equilibrada de proyectos productivos regionales
An inclusive methodology for the balanced assessment of regional productive projects
Recepción: 03 Septiembre 2018
Recibido del documento revisado: 15 Enero 2019
Aprobación: 23 Abril 2019
DOI: 10.22136/est20191336
México consta básicamente de dos dimensiones territoriales, por un lado, un país agrario compuesto por pequeñas localidades rurales que ocupa más de la mitad del territorio y concentra una gran riqueza, como lo reporta la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano en el Programa Sectorial Sedatu 2013-2018 (Sedatu, 2015: 66) y, por otra parte, uno con alta concentración de población en zonas urbanas, mayor acceso a los servicios, infraestructura y comunicaciones.
Así como en México, en la mayoría de los países latinoamericanos y los países en vías de desarrollo la configuración territorial es similar; no se ha logrado un desarrollo equilibrado entre el campo y el sector urbano, ya que, a pesar de los esfuerzos realizados por los gobiernos en sus diferentes niveles en cada país, generalmente la situación de pobreza registrada en el sector rural es mayor en términos de proporción poblacional en comparación con el sector urbano. Para el caso concreto de México, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval, 2016), 58.2% de la población asentada en zonas rurales se encontraba en situación de pobreza, mientras que para zonas urbanas fue de 39.2 por ciento.
La situación que generalmente presentan las comunidades rurales y sobre todo los pueblos indígenas en México y el mundo es un desarrollo económico atrasado y lento que se traduce en insuficiencia de infraestructuras básicas y poca capacidad o solvencia para atender de manera adecuada las necesidades básicas y las expectativas de la población. Ante la problemática presentada es necesario diseñar instrumentos que sirvan como guía a estas comunidades para integrarse en el marco del desarrollo rural integral, respaldadas en el aprovechamiento sostenible de la gran riqueza natural y el patrimonio cultural que se concentra en estas zonas, y contribuir con la reducción rápida y responsable de la brecha de desarrollo presentada entre el sector rural y el urbano.
Los planes de desarrollo y los criterios para evaluar proyectos que comenzaron a integrar en su columna vertebral los tres pilares de la sostenibilidad (desarrollo económico, ecológico y social) se popularizaron después de la concepción de desarrollo sostenible que fue presentada por la Comisión Brundtland en 1987 y consagrada políticamente en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro 1992 (Rodríguez-Becerra, y García-Portilla, 2013).
El problema no es el que los planes de desarrollo hayan omitido o no las dimensiones de desarrollo sostenible e integral en su estructura, sino que ninguno de ellos ha sido capaz de ofrecer los medios y herramientas necesarias para facilitar a las comunidades rurales con iniciativa propia alcanzar un desarrollo realmente sostenible. Dada la situación anterior surge la necesidad de diseñar una metodología en un nuevo marco de desarrollo, que sea de utilidad a las localidades rurales con iniciativa propia para encontrar las vías y los medios necesarios que les permitan alcanzar un desarrollo integral, endógeno y sostenible
En este artículo se presenta el desarrollo de las dimensiones requeridas para proponer y evaluar proyectos de desarrollo económico regional que sean realmente pertinentes a las necesidades de desarrollo sostenible, coincidentes con lo socialmente necesario por las regiones y también económicamente eficientes para lograr el bienestar. Se presenta el desarrollo de estas tres dimensiones inherentes a lo que es el desarrollo integral sostenible (DIS) y se elabora cada uno de los ejes desde su significado.
En lo referente a la clasificación de indicadores y sus respectivas métricas para la evaluación de proyectos, Jiménez Herrero (2002) aporta conjuntos de valores y los diferentes sistemas de ponderaciones para definir los distintos espacios de sostenibilidad. Arias (2006) presenta una clasificación sólida de los indicadores a considerar en cada dimensión de la sostenibilidad, aunque dicho aporte carece de una descripción detallada de la construcción de los indicadores y la manera de evaluarlos; por su parte, Durán Romero (2015) analiza concretamente los indicadores para cada dimensión de la sostenibilidad, aunque no se explica con detalle todos los criterios o procedimientos para evaluar los indicadores. Derivado de las carencias de las aportaciones anteriores es que se revisó y analizó adicionalmente el Programa 21 de la División de Desarrollo Sostenible (DDS, 2018) de las Naciones Unidas, para poder establecer los paquetes de indicadores que se proponen en este trabajo.
El programa de la DDS (2017; 2018) permite dimensionar y establecer los criterios e indicadores básicos de esta metodología, tales como las dimensiones sociales y económicas, la conservación y gestión de los recursos para el desarrollo, el fortalecimiento del papel de los grupos principales: equidad de género, infancia y juventud, reconocimiento y fortalecimiento de pueblos indígenas.
La construcción de las métricas establecidas para cada paquete de indicadores y criterios propuestos en este trabajo descansan en las metodologías de evaluación y medición de las políticas de desarrollo y programas (Coneval, 2011) y lo referente a las metodologías para indicadores sociales (Coneval, 2013a), así como en el manual para el diseño y construcción de indicadores (Coneval, 2013b) en México. En el ámbito latinoamericano se tomaron como referencia los criterios y modelos de educación para lograr una educación de calidad e incluyente, tanto para el sector urbano como el rural (Ministerio de Educación Nacional de la República de Colombia, 2011) y se retomaron los aportes de Cohen y Franco (1988) sobre la elaboración de metodologías de sistemas de indicadores sociales, específicamente en la evaluación de las políticas y programas sociales en Argentina.
Las contribuciones de Sapag Chain y Sapag Chain (2007) sobre la preparación y evaluación de proyectos son significativas, así como también las de Coss Bu (2011) e Hinojosa y Alfaro (2000), quienes a diferencia de Sapag Chain y Sapag Chain (2007) sólo se centran en la evaluación económica y financiera de un proyecto, ellos abordan temas importantes en este ámbito como el valor del dinero en el tiempo, el retorno de la inversión y las fuentes de financiamiento, así como los aspectos macroeconómicos internos y externos que afectan el rendimiento de las inversiones.
El ILPES (2006) analiza los temas de aprobación final y fuentes de financiamiento de los proyectos; Ross et al. (2005) contribuyen con los fundamentos modernos de la teoría de las finanzas corporativas y sus aplicaciones en la vida cotidiana. Nacional Financiera (1995) propone una guía para la formulación y evaluación de proyectos de inversión, así como Sapag Chain (2007) en proyectos de inversión, específicamente en el proceso de formulación y evaluación final de los proyectos para determinar la factibilidad y viabilidad de estos.
En la siguiente sección se define cómo los conceptos previos referentes a evaluación de proyectos y la incorporación de la dimensión ambiental fueron incluidos en el desarrollo de un constructo tridimensional y sus niveles en las escalas que definen la metodología de evaluación propuesta.
El marco teórico-conceptual de la metodología propuesta descansa en términos y enfoques empleados para definir y conceptualizar el desarrollo rural y conceptos laterales a éste (Tabla 1). Se parte de la identificación de la variedad de conceptos y se procede a unificar y clasificar dichos conceptos, de acuerdo con el alcance y el sentido estricto de cada palabra y término empleado.

En la Tabla 1 se corrobora multiplicidad de definiciones para cada tipo de desarrollo. Esta variedad se debe en gran parte a que cada autor tiene su estilo personal y la perspectiva o área desde la cual quiere ver el tipo de desarrollo. La principal causa de esta aparente diversidad o variedad de conceptos sólo es cuestión de etiquetado, tal y como lo menciona Hudson (1979), quien resaltaba que las diferencias que existían en las tradiciones o corrientes de la planificación eran minúsculas y que a menudo estas se exageraban para lograr la diferenciación del producto, misma situación que se presenta al analizar las definiciones expuestas en la Tabla 1.
Se infiere que los autores modifican algunas palabras por sus sinónimos o términos similares, pero que contextual y hasta gramáticamente tienen otro entendimiento o ámbito, por lo que es necesario establecer un sistema de clasificación que permita distiguir aquellos términos con significado similar de aquéllas que tengan otro alcance o campo de acción, para ello, primeramente, habrá que destacar las particularidades propias de cada tipo de desarrollo para entender la coherencia interna de cada definición o concepto y poder clasificarlos.
Es posible deducir de la Tabla 1 que, para el desarrollo rural, el territorio es la base para alcanzar bienestar en la población mediante el uso y aprovechamiento de los recursos existentes en ella. Para el desarrollo endógeno, lo más importante son las características propias del lugar, la inclusión y la participación de la población local para determinar la dirección del desarrollo, mientras que para el desarrollo integral lo fundamental es incluir todos los sectores y disciplinas que contribuyan directa e indirectamente al bienestar y desarrollo adecuado del ser humano.
Por su parte, el desarrollo sostenible favorece la conservación y perdurabilidad de los recursos vivos y naturales a largo plazo para no comprometer el aprovechamiento de éstos en futuras generaciones y, finalmente, el término eco-desarrollo va ligado directamente al desarrollo sostenible, fue la expresión empleada antes de que oficialmente la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN, 1980) expusiera por primera vez la expresión de desarrollo duradero o sostenible. Antes de ello, de acuerdo con Naciones Unidas (1973: 3), el término ecodesarrollo se utilizaba para referirse a un desarrollo que procuraba la defensa y el mejoramiento del medio ambiente y humano para las generaciones presentes y futuras.
Derivado de las aportaciones de Sapag Chain y Sapag Chain (2007), Coss Bu (2011), ILPES (2006), Ross et al. (2005), Nacional Financiera (1995), Sapag Chain (2007), Hinojosa y Alfaro (2000), OCDE (1972), Kerzner (2013), PMI (2013), Harvard Business Essentials (2004), Shenhar y Dvir (2007), Cohen y Franco (1988) y Tanaka-Murakami (2010) se han localizado tres términos muy importantes que se emplean en la gestión, administración y evaluación de proyectos, los cuales servirán para sentar las bases del sistema de clasificación. Estas palabras o términos son: factibilidad, viabilidad y rentabilidad del proyecto, mismas que se sintetizan en la Figura 1.

Con base en lo anterior se puede establecer el siguiente sistema para clasificar los términos empleados en la metodología propuesta y poder generar las dimensiones y los criterios a considerar en el nuevo marco de desarrollo, tal y como se muestra en la Figura 2.

Derivado del análisis anterior es posible ofrecer una definición que unifica la gran variedad de términos presentados en la Tabla 1, ofreciendo así un enfoque sistémico y a su vez flexible a manera que se avanza en el proceso de desarrollo. Así emerge el marco referencial para el Desarrollo Integral Sostenible, que se considera un proceso continuo y dinámico adaptable a las condiciones presentadas en una localidad, región o país para atender sus necesidades y expectativas conforme estas van surgiendo y cambiando, tomando en cuenta el aprovechamiento sostenido en el tiempo de los recursos con las que dispone, las capacidades y las características propias de la zona para lograr los siguientes grados, intensidades o alcances de desarrollo, según el potencial de la región (Figuras 3, 4 y 5).



A partir de los resultados presentados en las Figuras 1, 2, 3, 4 y 5 se puede deducir que cada término tiene su propia coherencia interna, alcance y campo de acción, y que al trasladar y aplicar dichos conocimientos a la variedad de términos y definiciones recopiladas de los diferentes tipos de desarrollo es posible generar, acotar y escalar las dimensiones para este nuevo enfoque de desarrollo, tal como se establece en la Tabla 2.

Las escalas de intensidad o grados de desarrollo propuestos en la Figura 3, 4 y 5 se analizan detalladamente en el apartado 4 (construcción del indicador, criterios o rubros), donde se especifica la forma de cómo medirlos y evaluarlos. Cabe mencionar que se debe procurar un equilibrio constante entre estas dimensiones conforme se avanza en sus respectivas escalas, hasta aproximarse al estado ideal, en el que se alcanza un equilibrio total u óptimo entre las dimensiones del DIS, como se muestra en la Figura 6.

De la Figura 6 se puede destacar que lograr un equilibrio total u óptimo entre estas tres dimensiones representa un estado ideal que resulta muy difícil alcanzar. Primero, porque cada individuo, ciencia o disciplina involucrada en el desarrollo del plan tendrá diferentes enfoques y por lo tanto otorgará más peso o importancia a una dimensión que a las otras.
Segundo, porque se sabe que el entorno está en constante cambio y movimiento, y tratar de equilibrar óptimamente las dimensiones en estas condiciones resulta una tarea aún más difícil de lograr, por ello se vuelve un estado ideal.
El desarrollo integral sostenible (DIS), entonces, habrá de configurarse de acuerdo con las necesidades, prioridades y características propias de cada localidad, zona o lugar en cuestión a través de mecanismos de interacción mutuas entre las dimensiones, por lo que se tendrán diferentes niveles o grados en el desarrollo integral sostenible, tal como lo representan los diversos planos o espacios que se forman al unir las diferentes escalas de las dimensiones consideradas en la Figura 6.
Algunos autores hacen referencia a una cuarta dimensión: la cultura. Hawkes (2001), Cardinal y Adin (2005), MCH (2006), Corporation of the Town of Halton Hills (2017) y CGLU (2010) afirman que la cultura deberá considerarse como una dimensión más con igual importancia y peso. Con objeto de este estudio consideramos que la dimensión cultural está implícita en la social, ilustrada en la Figura 6 como una sola denominada sociocultural.
Con el fin de estandarizar términos se considerará un equilibrio bajo o débil entre las tres dimensiones si se logra cubrir al menos 90% en las primeras escalas, esto es: factible en lo económico, responsable en lo sociocultural y racional en lo ecológico. Se tiene un equilibrio medio o moderado si se logra al menos 80% en la evaluación de las segundas escalas que son viables: equitativa y adecuada. Consecuentemente un equilibrio alto o fuerte se tendría si se logra una aproximación de 70% en las escalas de las tres dimensiones (eficiente, óptimo y sustentable), dado que 100% en cada escala es un equilibrio óptimo y alcanzarlo representa un estado ideal.
Todo lo anterior en el entendido de que conforme se avanza en las respectivas escalas de las dimensiones del DIS, éstas van acumulando y considerando nuevos y cada vez más exigentes criterios o rubros, por lo que el nivel de evaluación va en aumento y, en consecuencia, los resultados tendrán una menor puntuación en las terceras escalas con respecto a las segundas y primeras; por esta razón es que el porcentaje mínimo para la evaluación del equilibrio disminuye conforme avanzan las escalas. Ahora bien, si a homologar se refiere, obtener 90% en las primeras escalas correspondería a obtener 80% en las segundas y 70% en las terceras; en este contexto es que se establecieron los porcentajes mínimos a cubrir en cada escala del DIS para delimitar los grados de desarrollo.
Complementariamente, es recomendable cumplir, atender o lograr un equilibrio débil en un periodo a corto plazo, un equilibrio moderado a mediano plazo y un equilibrio fuerte a largo plazo, esto es un desarrollo por etapas. Quedan por establecer los años correspondientes para cada plazo en función de las capacidades, recursos y características propias de la zona bajo intervención, así como sus necesidades prioritarias.
En este apartado se abordan las etapas propias de metodología DIS para la evaluación y propuesta de proyectos productivos planteadas con el fin de reactivar el desarrollo local de una determinada región. Lo general o especifica que puede ser esta metodología de evaluación dependerá de la unidad de análisis donde se aplique y que será a juicio de la entidad que lo implemente. Esto puede ser a nivel geográfico (estatal, regional, municipal, ejidal) o nivel sectorial (agrícola, minería, turística). La decisión de la definición o delimitación de la unidad de análisis escapa al alcance de la propuesta contenida en este artículo.
Etapa 1: a través de un estudio de campo, levantar un censo general de los proyectos existentes y de los que se han ejecutado en los últimos cinco años con respecto al año de referencia.
Etapa 2: levantar el censo correspondiente para otras gestiones, fuentes o actividades que han contribuido al desarrollo de la región en las tres dimensiones del DIS.
Etapa 3: levantar otro censo para las infraestructuras, instituciones, servicios, maquinarias y equipos existentes en la región.
Etapa 4: analizar los datos anteriores; el resultado se medirá en términos de vivienda, familias o población total registrada a nivel regional que han cubierto o cumplido con los indicadores, criterios y rubros establecidos en cada dimensión del DIS, ver apartado 4: Construcción del indicador.
Etapa 5: del análisis anterior se elaborará el diagnóstico de la región en las tres dimensiones del DIS, éste se presenta ante las autoridades correspondientes (a nivel comunidad o regional) y a la población en general para retroalimentar y corregir datos incongruentes que pudieran surgir o que no se hayan tomado en cuenta en las etapas anteriores. En caso de haber observaciones y correcciones por parte de las autoridades o la población en general, verificar que estén bien fundamentadas para proceder a corregir el análisis y presentar nuevamente el diagnóstico. Si la información requerida en algunos criterios no se logra obtener directamente en la región o toma mucho tiempo obtenerlos, basarse en los resultados y datos proporcionados por organismos e instituciones reconocidas en el ámbito en cuestión, tanto privadas como públicas. En el caso de México, organismos de renombre como el Inegi, Coneval, entre otras.
Etapa 6: estudiar las características propias de la región considerando los siguientes aspectos: antecedentes de la comunidad, forma de organización y gobierno, cultura, densidad de población, principales actividades económicas, ubicación, rango de altitud, territorio y sistema de tenencia de tierras, tipos de climas, suelos, etc. En cuanto a recursos: los recursos naturales, económicos y financieros, materiales, humanos, tecnológicos, políticos y sociales, etc.
Etapa 7: definir la etapa de desarrollo a alcanzar, teniendo en cuenta que este deberá ser alcanzable, realizable y coherente, es decir; de acuerdo con los recursos, las capacidades y las características y necesidades propias de la zona para el tiempo establecido.
Etapa 8: proponer proyectos potenciales para lograr el desarrollo establecido en la etapa 7:
Generar la cartera de proyectos, programas, actividades y gestiones requeridas.
• Análisis y propuesta de la cartera de proyectos por dimensión (en función de los recursos, las capacidades, las características y las necesidades propias de la región bajo intervención).
Proyectos potenciales (los cuales surgen directamente de la etapa 4 y 5).
Ficha técnica de los proyectos potenciales (evaluarlos conforme Figura 1).
Otras alternativas para reactivar la economía de la región.

Para enriquecer las propuestas que se anexarán en la cartera de proyectos se recomienda establecer una mesa de diálogo con las autoridades locales, así como talleres participativos con la población en general para determinar las necesidades reales de la zona. Dichas actividades también contribuirán a definir los proyectos prioritarios y potenciales a desarrollar. Específicamente en las etapas 8a y 8b, se sugiere establecer quién o quiénes serán los encargados de gestionar, ejecutar y buscar fuentes de financiamiento para los diferentes proyectos.
Dimensión económica: esta dimensión se mide en términos de resultados obtenidos por el desarrollo económico en la región de estudio y no en criterios o parámetros propios de economía local.
Un desarrollo económico factible será posible siempre y cuando los resultados derivados del desarrollo económico puedan satisfacer las necesidades y expectativas básicas de la población, las cuales se resumen en seis indicadores sociales establecidos por el Coneval (2017a) para medir la pobreza. Al adaptar los términos de dichos indicadores para esta investigación se tienen los siguientes criterios a considerar (Tabla 3):

El desarrollo económico viable deberá propiciar las condiciones y medios necesarios para facilitar, cubrir y atender las necesidades básicas y las expectativas de la población, permitiendo de esta manera el desarrollo de infraestructuras básicas como transporte, centros recreativos, entretenimiento, centros de comercialización de productos y servicios, etc., favoreciendo y coadyuvando la generación de empleos dignos y bien remunerados (Tabla 4).

Finalmente, un desarrollo económico eficiente hace referencia a una economía dirigida a la rentabilidad, donde se genera valor agregado en la zona permitiendo el crecimiento de la riqueza y maximización de utilidades, así como el logro de una asignación y distribución óptima de los recursos económicos entre los sectores productivos en la sociedad (indicadores en la Tabla 5).

Dimensión sociocultural: en la dimensión sociocultural, un desarrollo responsable/aceptable va encaminado a integrar conocimientos, ideologías y valores de una población para lograr una mejora en el entorno social, teniendo como base la identidad local para el desarrollo (indicadores en Tabla 6).

Un desarrollo sociocultural equitativo y justo busca una sociedad con igualdad de oportunidades, es decir, con justicia e inclusión social, en la que todos los integrantes de la sociedad tienen igualdad de participación en la toma de decisiones y temas de interés público, así como en el aprovechamiento y distribución de los bienes existentes y generados en la sociedad. Se considerarán los siguientes criterios básicos establecidos en el Programa 21 de Naciones Unidas para esta escala: medidas en favor de la mujer para lograr un desarrollo sostenible y equitativo, reconocimiento y fortalecimiento del papel de las poblaciones indígenas y sus comunidades, fortalecimiento del papel de los trabajadores y sus sindicatos, fortalecimiento del papel de los agricultores, Programa 21 (DDS, 2018), más detalle en la Tabla 7.

Un desarrollo sociocultural óptimo hace referencia a un estado en el cual se ha cumplido con los niveles anteriores, logrando una sociedad unida con convivencia armónica plena entre los distintos grupos que lo integran, propiciando el rescate, el fomento, el fortalecimiento, la preservación y en su caso, la restauración de la identidad local y el patrimonio cultural, así como una ética pública y transparente en la administración de los recursos o bienes económicos y ecológicos (ver Tabla 8).

Dimensión ecológica: para la dimensión ecológica, un desarrollo racional es aquel en el cual el aprovechamiento y explotación de los recursos renovables y no renovables se hace de una manera razonable y responsable, sin comprometer la calidad y la capacidad del ecosistema para regenerarse o recuperarse en un periodo de tiempo corto. Los criterios a considerar en esta escala son la gestión ecológicamente racional de los productos químicos tóxicos y la gestión ecológicamente racional de los desechos, Programa 21 (DDS, 2018) (indicadores en Tabla 9).

En términos generales, un desarrollo ecológico adecuado hace referencia a la conservación, cuidado y preservación de los recursos naturales y la biosfera. Se consideran los siguientes criterios o indicadores en esta escala: protección de la atmósfera, enfoque integrado de la planificación y la ordenación de los recursos de tierras son un ejemplo la lucha contra la deforestación, ordenación de los ecosistemas frágiles; contra la desertificación y la sequía, de conservación de la diversidad biológica, protección de la calidad y el suministro de los recursos de agua dulce; así como aplicación de criterios integrados para el aprovechamiento, ordenación y uso de los recursos de agua dulce, Programa 21, (DDS, 2018), ver indicadores en la Tabla 10.

Finalmente, un desarrollo ecológicamente sustentable considera procesos diversificados, amigables, sanos y eficientes para la utilización y extracción de los componentes del ecosistema (Ostrom, 2011), así como para la restauración de la biodiversidad y sus entornos; teniendo como base de desarrollo el patrimonio natural para generar valor agregado, logrando un equilibrio entre desarrollo económico y la conservación y preservación de los recursos naturales. Además de los criterios mencionados, se consideran los siguientes para lograr dicho desarrollo: ordenación de los ecosistemas frágiles: desarrollo sostenible de las zonas de montaña, fomento de la agricultura y del desarrollo rural sostenible, Programa 21 (DDS, 2018), ver Tabla 11.

La metodología DIS presentada en este trabajo es una alternativa para evaluar, proponer y seleccionar una serie de proyectos productivos que permitan reactivar el desarrollo local desde el corto, mediano y largo plazo, adaptándose a las necesidades y condiciones de las comunidades bajo intervención; hace una valoración de las características, recursos y capacidades, fomentando la inclusión, la participación de las autoridades y habitantes locales durante el proceso.
La aplicación adecuada de esta metodología generará un plan de desarrollo regional, en el que se establezcan los proyectos prioritarios a ejecutar, los tiempos y las posibles fuentes de financiamiento, así como los responsables de llevar a cabo dichas tareas; DIS también incluye un enfoque sistémico al considerar varias corrientes de desarrollo como el integral, el desarrollo o ecodesarrollo y el endógeno, todos integrados como un todo en la evaluación de proyectos. Además, fomenta la interacción permitiendo generar no sólo una cartera de proyectos productivos sino también de programas, actividades y gestiones necesarias a realizar en la región de estudio para mejorar la calidad de vida de los habitantes.
Con lo anterior se ofrece a la región la alternativa de avanzar en el proceso de desarrollo por méritos propios, es decir, mediante los esfuerzos y actividades que pudieran realizar o estén a su alcance para el beneficio común, ya que una actitud local positiva por el avance comunitario será directamente proporcional al grado de desarrollo y resultados que podrán alcanzarse. Esto a través de facilitar un diagnóstico detallado de los problemas y necesidades de una zona determinada para lograr tomar las decisiones correctas y canalizar los recursos necesarios para reactivar el desarrollo local. La metodología DIS podrá ser considerada como un medio auxiliar para los gobiernos en sus distintos niveles que deseen atender eficazmente las zonas con rezago y carencias de bienestar social.
Se pueden declarar como fortalezas de la metodología aquí expuesta el ser incluyente, al considerar las principales dimensiones de la sostenibilidad y sus interrelaciones: economía, medio ambiente, sociedad y cultura.
La metodología DIS aquí expuesta tiene fundamento en prácticas internacionales, latinoamericanas y nacionales. En el ámbito internacional atesora estrategias, medidas y acciones establecidas por Naciones Unidas (ONU) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) para el combate a la pobreza y la destrucción ambiental global. En el plano latinoamericano se fundamenta en prácticas como las establecidas por el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES) y en el plano nacional toma elementos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), así como el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
Entre sus fortalezas, la metodología ofrece a la zona bajo estudio la alternativa de avanzar en el proceso de desarrollo por méritos propios, es decir, mediante los esfuerzos y actividades que pudieran realizar o estén a su alcance para el beneficio común, y no necesariamente depender únicamente de los subsidios de los gobiernos locales, regionales, nacionales o internacionales para la ejecución de proyectos y programas que requieran de inversión.
Algunas debilidades que se podrían prever en esta metodología es el no ser del todo adaptable de manera general a las condiciones y características propias de una determinada zona, lo que conlleva a la segregación y omisión de información valiosa, por ejemplo, si se quiere aplicar esta metodología en zonas costeras habrá que adaptar y agregar otros indicadores que traduzcan realmente la situación actual de la zona bajo intervención para poder obtener un diagnóstico confiable sobre la cual trabajar. Así también, esta metodología va encaminada a comunidades rurales en los países en vías de desarrollo, por lo que no podrá aplicarse en países desarrollados, a menos que se haga un ajuste radical en los indicadores de desarrollo y sus respectivas métricas.
Como trabajo futuro resulta necesaria la evaluación empírica a través de múltiples casos de estudio donde se aplique la metodología propuesta para poder evaluarla en su desempeño contrastado. La evaluación deberá tener un análisis de las particularidades del caso de aplicación como podría ser: segmento social, condiciones de desarrollo municipal sectorial o geográfico. La aplicación en múltiples casos sería de utilidad pues permitiría concluir sobre la robustez de la metodología.
Los autores reconocen la aportación constructiva de dos revisores anónimos que colaboraron en la evaluación de este manuscrito, también se reconoce la valía del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México (Conacyt) que brindó apoyo económico para la realización de este trabajo de investigación.

















