Resumen: Este artículo emplea la Emif Norte para examinar el uso de coyotes en las principales regiones de cruce de la migración México-Estados Unidos durante 2015-2019: Baja California-California, Sonora-Arizona y Tamaulipas-Texas; y cómo varía éste por región según el capital social y humano y el género de los migrantes a través de modelos de regresión logística. Los resultados subrayan la importancia de la perspectiva regional en la comprensión del fenómeno del coyotaje: en Tamaulipas-Texas, la mujeres son más propensas a emplear coyote que los hombres, mientras que en Baja California-California sucede lo opuesto y en Sonora-Arizona no hay un efecto; en Baja California-California y Sonora-Arizona los migrantes sin experiencia migratoria tienen mayor probabilidad de usar coyotes que quienes si la poseen, a diferencia de Tamaulipas-Texas donde no hay un efecto.
Palabras clave: Tráfico ilícito de personas, coyotes, cruce de fronteras, México, Estados Unidos.
Abstract: This article utilizes data from Emif Norte to examine the use of coyotes in the main crossing regions of Mexico-United States migration during 2015-2019: Baja California-California, Sonora-Arizona and Tamaulipas-Texas; and how this varies in each region according to the social and human capital and gender of migrants by applying logistic regression models. The findings highlight the importance of the regional perspective in understanding the phenomenon of coyotaje: in Tamaulipas-Texas, women are more likely to use coyote than men, while in Baja California-California the opposite is true, and in Sonora-Arizona there is no effect; in Baja California-California and Sonora-Arizona, migrants without crossing experience are more likely to use coyotes than those with crossing experience, unlike Tamaulipas-Texas, where there is no effect.
Key words: Human smuggling, coyotes, border crossing, Mexico, United States.
Artículos
Uso de coyotes en la migración mexicana a Estados Unidos: una mirada a las regiones de cruce
Use of coyotes in Mexican migration to the United States: a look at the crossing regions
Received: 14 November 2022
Accepted: 29 February 2024
En las últimas décadas, el auge de las políticas migratorias de control a nivel mundial ha elevado la dependencia de los migrantes internacionales irregulares al uso de coyotes o traficantes de personas y ha resultado en una proliferación de rutas del tráfico ilícito de migrantes en todos los continentes, incluido el corredor migratorio México-Estados Unidos (Triandafyllidou y McAuliffe, 2018; Naciones Unidas, 2021), en donde esta práctica ilícita se ha convertido en un negocio multimillonario (Jordan, 2022). En respuesta los Estados han realizado acciones para combatir los grupos dedicados al coyotaje y difundir los graves riesgos que conllevan a los migrantes, especialmente en tiempos de pandemia del Covid-19 (OIM, 2020; Díaz et al., 2020; Naciones Unidas, 2021).
Por otra parte, numerosos estudios académicos cualitativos han analizado el funcionamiento del coyotaje en la frontera México-Estados Unidos y la experiencia de los migrantes en el cruce clandestino en diferentes momentos del tiempo y regiones fronterizas (véanse, por ejemplo, Zazueta, 1983; Slack y Campbell, 2016), poniendo de manifiesto que la frontera es una región compleja y dinámica. De igual manera, investigaciones cuantitativas han mostrado cómo el capital social y el capital humano se relacionan con el uso de coyotes para cruzar la frontera (véase, por ejemplo, Singer y Massey, 1998; Martínez, 2016). Sin embargo, no existen estudios cuantitativos que aporten una perspectiva regional reciente comparando las experiencias de cruce de migrantes y el papel del uso de coyotes en las tres principales regiones fronterizas, las cuales en la última década constituyeron los corredores migratorios más activos para la migración irregular en la frontera México-Estados Unidos: Baja California-California, Sonora-Arizona y Tamaulipas-Texas.
El reforzamiento de la frontera México-Estados Unidos así como la violencia e inseguridad por la delincuencia organizada en las ciudades fronterizas, han multiplicado los peligros y muertes de los migrantes, lo cual ha elevado la dependencia de los migrantes a la contratación de coyotes. De acuerdo con la Emif Norte, el porcentaje de migrantes mexicanos devueltos que estuvieron menos de un año en Estados Unidos que utilizaron coyotes era de 8.4 por ciento en 1995, ascendió a cerca de 20 por ciento en 1999 y a partir de 2005 ha oscilado entre 40 y 60 por ciento (Torre y Hernández, 2021). Ante este contexto, el objetivo de este trabajo es analizar el papel que juegan el capital social, el capital humano y el género de los migrantes en el uso de coyotes para cruzar la frontera en las regiones de cruce referidas a partir del flujo de migrantes mexicanos devueltos por autoridades de Estados Unidos de la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte de México (Emif Norte).
El trabajo se divide en cuatro partes. Primero se brinda el contexto general de la violencia, riesgos, uso de coyotes en la frontera México-Estados Unidos y las especificidades en las diferentes regiones de cruce analizadas. Segundo, se recupera la literatura sobre el uso de coyotes como modo de cruzar, y se da cuenta sobre la relevancia del capital social, capital humano y el género del migrante. Tercero, con base en datos Emif Norte se analiza el perfil sociodemográfico y capitales con los que cuentan los migrantes en cada región. Asimismo, por medio de modelos de regresión logística analizamos y comparamos cómo el uso de coyotes varía según las variables seleccionadas (sexo, capital social y humano) en las tres principales regiones de cruce fronterizo de la migración mexicana durante 2015-2019. Cuarto, se presentan las reflexiones finales y propuestas para futuras investigaciones.
En las últimas tres décadas el viaje clandestino a través de México hacia Estados Unidos se ha llegado a convertir en uno de los más peligrosos y mortales del mundo (Cornelius, 2001; Meneses, 2013). Por un lado, desde 2001 el reforzamiento del control migratorio de la frontera México-Estados Unidos y el redireccionamiento de la migración irregular de ciudades fronterizas tradicionales (por ejemplo, Tijuana y Ciudad Juárez) hacia rutas menos vigiladas y remotas, han elevado los peligros de naturaleza (hambre, sed, lesiones, entre otras), aprehensión, abandono y muerte de migrantes, especialmente cuando cruzan por el desierto de Sonora-Arizona y el Río Bravo en Tamaulipas- Texas (Donnelly y Hagan, 2014). De acuerdo con la Patrulla Fronteriza, durante el periodo de 1998 a 2018 fallecieron 7,505 personas en su intento por cruzar a Estados Unidos (Díaz et al., 2020).
Por el otro, la presencia de organizaciones del narcotráfico y la intensificación de la competencia entre estos grupos, los coyotes y los bajadores por el control y acceso a corredores de cruce menos vigilados, ha escalado la violencia criminal hacia los migrantes, quienes regularmente han sido víctimas de robos, asaltos, extorsiones, violaciones, secuestros y desapariciones (O’Leary, 2012; Torre y Hernández, 2023). En la medida en que las rutas de los migrantes han convergido con las rutas del tráfico de drogas, las organizaciones del narcotráfico han buscado el control territorial usando la violencia para sacar ventaja del tráfico humano a través del reclutamiento de coyotes, cobro de derechos de piso, el secuestro de migrantes y el uso de éstos como mulas/burreros para cruzar drogas (Izcara, 2014; Slack y Whiteford, 2010). En este contexto los migrantes irregulares tanto de México como extranjeros han dependido cada vez más de coyotes para guiar y tener éxito en el cruce clandestino y mitigar los riesgos de naturaleza y la violencia criminal durante el viaje (Stone-Cadena y Álvarez, 2018); así como para usar al coyote como intermediario en la negociación de cuotas y sobornos a organizaciones criminales, autoridades policiales y migratorias que permitan un cruce seguro (París-Pombo, 2016). En cualquier caso, la relación que se establece entre migrantes y coyotes es con base al lucro económico -dinero u otro beneficio material- de estos últimos y que la contratación de servicios de coyotaje no exime de riesgos durante el tránsito, especialmente en el contexto de criminalidad al que tanto migrantes como coyotes quedan expuestos (Willers, 2023).
En la última década dos de las regiones de cruce de mayor violencia y riesgos mortales para los migrantes fueron Sonora-Arizona y Tamaulipas-Texas. El cruce clandestino por el desierto de Sonora-Arizona cobró relevancia desde los primeros años del siglo XXI (Anguiano, 2015) tras el creciente aumento de las muertes de migrantes derivadas de los riesgos de naturaleza al cruzar el desierto (Martínez et al., 2014; Meneses, 2013), y las violencias durante el cruce perpetradas tanto por las bandas de delincuentes (bajadores) que en el camino roban, asaltan, secuestran o violan a migrantes, así como por las organizaciones del narcotráfico que cobran a estos derecho de piso a cambio del tránsito libre por la ruta, o bien les exigen transportar mochilas con droga (Slack y Whiteford, 2010).
Por su parte, la región de cruce Tamaulipas-Texas, punto final de la ruta del Golfo, tuvo niveles sin precedentes de violencia contra los migrantes desde 2010. El alto grado de criminalidad en Tamaulipas se debió en gran medida a la acción del crimen organizado y los cárteles de drogas (López y Zárate, 2017). Al atravesar el territorio tamaulipeco en su intento de llegar a Estados Unidos, migrantes extranjeros y nacionales han sido víctimas de toda clase de delitos. El caso más alarmante y mediático fue la matanza de 72 migrantes en San Fernando en 2010. A este contexto de violencia e inseguridad se suma el riesgo de ahogamiento al cruzar el Río Bravo que divide la frontera entre Tamaulipas y Texas (UPMRIP, 2022a).
La región de Baja California-California es el trayecto final de la ruta del Pacífico, especialmente las ciudades de Tijuana y Mexicali (UPMRIP, 2022b). En la década de los ochenta y noventa estas ciudades eran los principales corredores migratorios de cruce clandestino y se fueron desplazando en la primera década del siglo XXI hacia las otras regiones (Anguiano, 2015). En 1995, 52.1 por ciento del flujo de migrantes mexicanos devueltos por Estados Unidos residentes en México cruzaban por estas ciudades, para 2013 la cifra había descendido a 14.4 por ciento para subir a 28.6 por ciento en 2019 (El Colef et al., 2022).
Durante 2015-2019 las regiones de cruce Baja California-California, Sonora-Arizona y Tamaulipas-Texas, fueron espacios fronterizos centrales en la frontera México-Estados Unidos: en estas regiones ocurrieron 84.6 por ciento de las aprehensiones de migrantes mexicanos por autoridades de Estados Unidos a lo largo de la frontera, 91.1 por ciento de las incautaciones de marihuana y cocaína, así como 86.7 por ciento de las muertes reportadas de migrantes (Tabla 1). Por su alta peligrosidad sobresale la región Tamaulipas-Texas, ya que concentró en ese periodo 36.4 por ciento de las aprehensiones de migrantes mexicanos, 40 por ciento de las incautaciones de marihuana y cocaína, así como 56.4 por ciento de las muertes de migrantes registradas; seguida de la región de Sonora-Arizona con 49.5 por ciento de las incautaciones de droga y 25 por ciento de las muertes reportadas de migrantes.

El flujo de devueltos a México por autoridades estadounidenses permite tener una medición de los diferentes riesgos sociales y de la naturaleza que los migrantes mexicanos enfrentaron. Durante 2015-2019 sobresalió la región Tamaulipas-Texas con los niveles más altos de riesgos enfrentados en todos los rubros, excepto el frío o calor extremo, los más notables fueron los asaltos o robos experimentados (7.4 por ciento de los migrantes) y el abandono del coyote (17.9 por ciento). Por su parte, la región Baja California-California registró los niveles más altos de riesgo por frío o calor extremo con 45.2 por ciento (ver Figura 1).

Los migrantes mexicanos que cruzan la frontera de manera irregular viajan solos, acompañados de familiares, amigos o contratan coyotes. En la literatura académica se ha dado especial atención a la influencia del capital social, capital humano y otras características sociodemográficas para explicar el modo de cruce clandestino escogido. A continuación, hacemos un repaso a las investigaciones que analizan los factores asociados al uso de coyotes.
La literatura ha subrayado la importancia del capital social en iniciar, facilitar y perpetuar la migración internacional (Massey et al., 1993; Arango, 2003). El capital social es la habilidad que tienen los migrantes para acceder a recursos gracias a las relaciones sociales interpersonales y sociales de su comunidad; se trata de un recurso que a nivel de comunidades e individuos es intercambiado, acumulado y movilizado por otros tipos de capital (físico, financiero, cultural, simbólico) (Bourdieu, 1986).
En el contexto de migración internacional, el capital social ha sido frecuentemente operacionalizado como tener familiares o amigos en Estados Unidos, especialmente con aquellas personas con las que se tienen lazos estrechos (hijos o pareja) (Singer y Massey, 1998). El capital social no solo influye positivamente en la decisión inicial de emigrar, la facilitación de los cruces irregulares y en dirigir a los migrantes recientes a oportunidades de alojamiento y empleo en el destino (Massey y Espinosa, 1998; Aguilera y Massey, 2003), sino también influye en los modos de cruce, particularmente el uso de coyotes (Martínez, 2016; Campana y Gelsthorpe, 2021). Estudios cuantitativos han encontrado que tener familiares (padres, hermanos o esposa) en Estados Unidos eleva la probabilidad de cruce con coyotes frente a viajar solos (Singer y Massey 1998; Donato et al., 2008), puesto que estos familiares facilitarían que se produzcan la contratación de coyotes.
Spener (2009) sostiene que el uso de coyotes se expandió en la era del reforzamiento de la frontera debido a que es un proceso social que regularmente era parte de las relaciones sociales de los migrantes (los coyotes son amigos, parientes, paisanos de la misma comunidad). Por lo que el acceso a redes sociales con migrantes con experiencia en Estados Unidos daba acceso a estos facilitadores del cruce de fronteras. Así, los coyotes necesitaban acumular buena reputación para ganarse la confianza de los migrantes para que estos les recomendasen a familiares y amigos, ya que el negocio de coyotaje se sustentaba en las recomendaciones de los clientes.
Sin embargo, algunos autores han señalado que los coyotes del lugar de origen sustentados en redes sociales de los migrantes han perdido relevancia debido al control de las rutas migratorias por parte del crimen organizado, el aumento de los derechos de piso y las limitadas conexiones que estos coyotes tienen con los grupos criminales, mientras que los coyotes de la frontera han ganado terreno en los últimos años (Slack y Campbell, 2016; Izcara, 2014). Desde la década de los ochenta y noventa se ha documentado que algunos migrantes -especialmente aquellos sin redes sociales en Estados Unidos- buscaban coyotes al llegar a las ciudades fronterizas en espacios públicos (por ejemplo, estaciones de autobús, albergues, plazas, etcétera) (Zazueta, 1983; López, 1998), y recientemente el fenómeno de las caravanas de migrantes ha incrementado el negocio de los coyotes que operan en la frontera norte de México al incrementar el número de migrantes buscando sus servicios en los estados fronterizos (Izcara, 2024). Actualmente los propios coyotes se anuncian en las redes sociales en Internet (EFE, 2021; Redacción El Financiero, 2022), y para 2007-2009 se estimaba que 45 por ciento de los migrantes deportados que cruzaron por Sonora-Arizona utilizaron coyotes de la frontera de los que no tenían ninguna referencia (Martínez, 2016).
La utilización de capital social no sólo es un elemento clave para explicar el uso de coyotes, sino que además está asociado con la contratación de coyotes más confiables o competentes, por ende, queda vinculado con los diferentes riesgos que se asumen durante el tránsito, como el abandono del migrante por parte del coyote, el dar con coyotes con menos experiencia, ser estafados por falsos coyotes o los robos y asaltos que estos padecen (Hernández y Torre, 2022). La evidencia disponible sugiere que contratar a coyotes que anteriormente han llevado a diversos familiares y amistades a Estados Unidos implica menores riesgos que contratarlos sin tener ninguna referencia sobre sus servicios.
La literatura ha documentado sobre la importancia del capital humano personal en las distintas etapas de la migración. El capital humano consiste en las capacidades individuales (conocimientos, habilidades, experiencias) que elevan el desempeño de un resultado (Becker, 1975), en este caso cruzar la frontera exitosamente. En el contexto de la migración internacional se han considerado como capital humano general factores como la edad, la educación, experiencia laboral, el dominio del inglés, entre otros (Singer y Massey, 1998). A mayor edad se elevan los conocimientos y habilidades y se reducen las conductas de riesgo. Por su parte, la educación es propicia para que los viajes estén más preparados (Terrón et al., 2018), lo que podría implicar una mayor contratación de coyotes.
Se ha encontrado que es más probable que las personas jóvenes casadas emigren que personas casadas de edades mayores (Cerrutti y Massey, 2001). No obstante, se ha señalado la importancia del capital humano específico del proceso migratorio, el cual se ha operacionalizado como contar con experiencia migratoria. Así, se ha encontrado que mayor acumulación de experiencia migratoria (esto es, capital humano y capital social específicos de la migración) incrementa la probabilidad de que los migrantes crucen solos comparado con cruzar con familiares/amigos o con coyotes (Singer y Massey, 1998; Donato y Patterson, 2004; Donato et al., 2008).
La migración es un proceso atravesado por la desigualdad de género que, estando presente en origen, tránsito y destino, afecta la experiencia de la migración internacional: desde los motivos de la migración, quién migra y hacia dónde, cómo migran las personas y qué redes usan, los riesgos y vulnerabilidades durante el viaje, entre otros (ONU, 2006; Willers, 2024). En la etapa inicial de la migración mexicana se ha encontrado que las mujeres tienden a seguir en la migración a otros miembros de la familia (pareja o padre) y tienden a emigran por motivos familiares (casarse o reunificación familiar), mientras que los hombres tienden a emigrar de manera independiente (antes que los padres o la pareja) (Cerrutti y Massey, 2001).
En relación con el proceso migratorio, se han encontrado diferencias importantes sobre cómo las mujeres y los hombres usan las redes para intentar cruzar la frontera. Las mujeres son más propensas a viajar acompañadas que solas, tienden a depender más de familiares en Estados Unidos para facilitar su cruce fronterizo (Cerrutti y Massey, 2001), y en las comunidades rurales usan redes solo de familiares cercanos, a diferencia de los hombres que usan redes sociales que incluyen amigos y parientes lejanos (Lindstrom, 1997). Las mujeres preparan más sus viajes que los hombres y se apoyan en mayor grado en las redes sociales (Fleury, 2016). Además, se ha encontrado que, a comparación de los varones, las mujeres son más adversas al riesgo de la migración clandestina y es menos probable que éstas emprendan la migración internacional sin documentos (Donato y Patterson, 2004).
Son diversos los estudios cuantitativos existentes que examinan el papel del género en el uso de coyotes. Donato et al. (2008) encontraron que durante 1987-2004 en el cruce clandestino, comparado con los hombres, es más probable que las mujeres fueran detenidas por las autoridades migratorias y usaran coyotes. Para 2007-2009, Martínez (2016) encontró que en los cruces indocumentados en la frontera Sonora-Arizona las mujeres respecto a los hombres tuvieron mayor probabilidad de viajar con coyotes comparado a viajar con familiares o amigos.
Las mujeres tienden a viajar acompañadas y cuando contratan coyotes son más cuidadosas por los riesgos que incurren (Torre, 2021). Estudios cualitativos han encontrado que la relación de las mujeres migrantes con los coyotes es ambivalente: aunque acuden al coyote en búsqueda de protección de la delincuencia, y tienen mayoritariamente una opinión positiva de los coyotes, se ha encontrado que las mujeres mexicanas son más vulnerables que los hombres a abusos por parte de los coyotes, particularmente al abandono en el camino, engaños, secuestros, extorsiones y acoso sexual (Cueva y Terrón Caro, 2014), y que enfrentan mayores riesgos de violación y trata con fines de explotación sexual (OIM México, 2012; Freedman, 2016). Ante esta situación, las mujeres tienden a contratar y fiarse solo de los coyotes que les recomiendan familiares o amigos (Izcara, 2017).
A partir de la revisión de literatura planteamos las siguientes hipótesis de investigación:
Se espera que las personas de mayor edad tengan una menor probabilidad de usar coyotes comparado a las personas jóvenes.
Las mujeres migrantes emplean coyotes con mayor probabilidad que los varones.
A mayor nivel educativo, mayor probabilidad de usar coyotes.
Las personas con experiencia migratoria tienen mayor probabilidad de usar coyote comparadas con quienes no la tienen.
Disponer de redes sociales en territorio estadounidense eleva la probabilidad de usar coyotes en comparación con quienes no cuentan con esas redes.
La Emif Norte es una encuesta de corte transversal basada en muestreo probabilístico para poblaciones móviles, la cual desde 1993 ha captado de manera continua diversos flujos migratorios de población mexicana que se desplazan desde el interior de México hacia la frontera norte y Estados Unidos, así como desde Estados Unidos hacia México. En particular utilizamos el flujo de migrantes devueltos por las autoridades estadounidenses que se basa en una muestra representativa de las personas deportadas mayores de 18 años y más. Estas personas son encuestadas justo después de que las autoridades de Estados Unidos las entregan a las autoridades mexicanas en los puntos de repatriación oficial establecidos en la frontera norte de México o al interior del país. La encuesta incluye tanto los migrantes mexicanos que intentan cruzar al norte y son aprehendidas, así como aquellos que son detenidas desde el interior de Estados Unidos tras estancias largas en ese país.
Esta encuesta tiene ciertas fortalezas para el presente estudio. Primero, el muestreo probabilístico de la encuesta permite obtener una representatividad estadística del fenómeno estudiado. Esto debido a que parte de una selección aleatoria de los puntos de espacio y tiempo de los principales puntos formales de repatriación, lo cual brinda una cobertura geográfica y representatividad nacional sobre el cruce indocumentado a lo largo de la frontera. Segundo, es una encuesta especializada que profundiza en las características sociodemográficas de los migrantes y sus experiencias migratorias recientes, particularmente, el uso de coyotes, lugares de cruce, entre otras. Tercero, el levantamiento continuo de la encuesta permite reunir un tamaño de muestra adecuado para analizar las regiones fronterizas del último cruce.
Para este estudio se utilizó a la población devuelta de 18 años o más nacida y residente en México que, en su último cruce en Estados Unidos, estuvo menos de un año en ese país, no usó documentos migratorios para cruzar, no cruzó por avión, y que además cruzó por Baja California, Sonora y Tamaulipas. Se estableció este criterio temporal para reducir el sesgo de memoria por parte de los informantes y tener una comparación de casos similares en términos de tiempo y espacio; prácticamente todos los migrantes estuvieron menos de tres meses en Estados Unidos. Limitamos el análisis al periodo más reciente 2015-2019 para evitar los efectos de la pandemia de la Covid-19 en el uso de coyotes, así como para tener un tamaño de muestra adecuado que permita estratificar por los principales estados del último cruce. Además, es importante tener presente al interpretar los datos que la encuesta mide eventos de deportación, lo que no necesariamente coincide con el número de personas que conforman el flujo, puesto que, si algunas personas fueron deportadas más de una vez durante el periodo analizado, el número de eventos de deportación será mayor que el número de personas deportadas.
Se analizaron los estados de Baja California, Sonora y Tamaulipas debido a que concentraron 87.6 por ciento de los cruces en el periodo analizado, con 28.5, 27.8 y 31.3 por ciento, respectivamente de la población objeto de estudio. La muestra original para el análisis fue de 11,360 casos (62 por ciento de la muestra total, una vez aplicado el factor de ponderación). Sin embargo, debido a los valores perdidos en las variables analizadas, al final la muestra fue de 11,051 casos, lo que representó 97.3 por ciento de la muestral original.
Es importante tener presente que este estudio se centra en la población migrante devuelta, la cual es solo una parte de la población que cruza de manera clandestina a Estados Unidos. Esto resulta en un sesgo de selección al excluir a quienes mueren en el viaje, desistieron en el viaje y regresaron a México, lograron cruzar exitosamente a los Estados Unidos o estuvieron en ese país más de un año y fueron devueltos. Por consiguiente, las características analizadas en la población objeto de estudio no necesariamente son las mismas a la población migrante que cruza clandestinamente. Es posible que en la población analizada exista una sobrerrepresentación de ciertos grupos, tales como quienes no usan coyote, tienen mayor edad y cruzan por primera vez, pues estos grupos podrían tener mayor probabilidad de ser detenidos y devueltos. También se debe señalar que el sesgo de selección puede ser diferente para las regiones que son objeto de análisis. No obstante, consideramos que estas limitaciones de los datos no son tan relevantes dado nuestro interés en analizar las relaciones entre capital social, capital humano y género en relación con el uso de coyote.
La Tabla 2 recoge la variable dependiente, así como las variables independientes de interés y de control. En la sección de resultados se muestra la estadística descriptiva de estas variables para brindar un contexto sociodemográfico y de las condiciones de cruce en las regiones.

Se utilizaron tres modelos de regresión logística binaria para evaluar las asociaciones entre la variable dependiente (uso de coyotes para cruzar Estados Unidos) y las variables independientes (el capital social y capital humano específico de la migración, así como el género) en cada una de las regiones. Al observar que estas asociaciones tuvieron un efecto diferente según los estados de cruce, los modelos se estratificaron por en cada uno de estos. Se evaluó el ajuste global de los modelos y la especificación mediante la prueba de Archer-Lemeshow y la prueba link, respectivamente. Todos los análisis consideran el diseño muestral para el cálculo de los estimadores y errores estándar, además, fueron realizados con el módulo de Svy del programa Stata / MP 16.0. Los resultados se presentan con cifras considerando los ponderadores a menos que se indique lo contrario.
Esta sección se divide en dos apartados. En el primero se hace una caracterización de las diferencias en cuanto a capital humano y social de los migrantes devueltos que cruzan por cada una de las tres regiones. En el segundo, se analizan los resultados de tres modelos multivariados que dan cuenta de la asociación entre el uso de coyotes y el capital social, capital humano específico de la migración y el género en cada una de las regiones.
La Tabla 3 muestra las principales características sociodemográficas, de capital social y humano de las personas migrantes, así como las principales características del viaje en cada una de las regiones de cruce analizadas. Estas regiones concentraron 87.6 por ciento del total de migrantes devueltos recientes que cruzaron la frontera México-Estados Unidos. El uso de coyotes para cruzar la frontera varía por las regiones de cruce, resaltando entre las regiones con mayor porcentaje de uso de coyotes Sonora-Arizona (con 59.45 por ciento) y Baja California-California (52.9 por ciento), y con menor porcentaje Tamaulipas-Texas (43.6 por ciento).

En cuanto a las características sociodemográficas, se observan ciertas similitudes en sexo, edad y escolaridad en los migrantes en las tres regiones. En general, más de 85 por ciento de los migrantes son varones (entre 28 y 30 años de edad) y poseen una escolaridad promedio de ocho años. No obstante, entre regiones se observan diferencias: respecto a la edad, Tamaulipas-Texas sobresale en el grupo etario de migrantes jóvenes de 18-29 años (67.9 por ciento) y Baja California-California en el de migrantes de 40 años o más (16.8 por ciento); y respecto a nivel educativo, Tamaulipas-Texas destaca por la mayor presencia de migrantes con algún grado de secundaria (67.5 por ciento), y Sonora-Arizona y Baja California-California con los mayores porcentajes de migrantes con algún grado de bachillerato o más (28.1 y 22.8 por ciento, respectivamente). Además, Baja California-California muestra un mayor porcentaje de migrantes con algún grado de primaria (30.5 por ciento).
El capital humano y social específicos de la migración que poseen los migrantes que atravesaron esas regiones muestra diferencias regionales importantes. Así, Tamaulipas-Texas y Sonora-Arizona muestran los mayores porcentajes de migrantes que cruzaron por primera vez al territorio estadounidense con 72.6 y 64.4 por ciento, respectivamente, mientras que Baja California-California presenta el menor porcentaje con 50.2 por ciento. Por otro lado, Baja California-California y Tamaulipas-Texas muestran los mayores porcentajes de migrantes que cuentan con redes de familiares o amigos en los Estados Unidos con 72.3 y 61.7 por ciento, respectivamente, mientras que en Sonora-Arizona la cifra es de 48.8 por ciento.
Respecto a la etnicidad y los lugares de origen de los migrantes, sobresalen Baja California-California y Sonora-Arizona con el mayor porcentaje de migrantes hablantes de lengua indígena (17.1 y 16 por ciento, respectivamente). Al comparar regiones, sobresale que los migrantes de Baja California-California y Sonora-Arizona provienen de la región sur-sureste con 39 y 36.8 por ciento, respectivamente (principalmente Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Veracruz) y de la norte con 19 y 25.3 por ciento (especialmente de Baja California, Sonora y Sinaloa) respectivamente, a diferencia de Tamaulipas-Texas que proceden de la región occidente con 51.6 por ciento (principalmente de Guanajuato, Aguascalientes, Michoacán, San Luis Potosí y Durango). Cerca de uno de cada diez migrantes que cruzaron por las regiones analizadas viven en esa entidad federativa. En cuanto al acompañamiento, alrededor de uno de cada tres migrantes mexicanos fue acompañado de un familiar o amigo. Respecto a los corredores migratorios en cada una de las regiones, en Baja California-California sobresale Tijuana (47.5 por ciento) y Mexicali (35.7 por ciento); en Sonora-Arizona Nogales (30.7 por ciento), Agua Prieta (23.4 por ciento), Sonoyta (13.5 por ciento) y Altar (12.8 por ciento); y en Tamaulipas-Texas Nuevo Laredo (49.3 por ciento), Reynosa (31.4 por ciento) y Matamoros (8.4 por ciento).
La Tabla 4 presenta los resultados del modelo de regresión logística binaria que examina la relación entre el uso de coyotes y el capital social, capital humano y el género en las diferentes regiones de cruce de la frontera México-Estados Unidos durante el periodo 2015-2019. El cuadro muestra las razones de momios, niveles de significancia y los errores estándar de cada variable. En lo referente al género los resultados son dispares entre las regiones. Después de controlar por los demás factores, en la región Baja California-California las mujeres tienen 23.3 por ciento menores momios que los hombres de usar coyote (p < 0.10), mientras que en la región Tamaulipas-Texas las mujeres tienen 1.9 veces mayores momios de usar coyotes comparado a los hombres, y en la región Sonora-Arizona el género no tiene efecto estadísticamente significativo. Estos hallazgos contrastan con los encontrados en la literatura en la que las mujeres, por diversas razones, entre ellas la protección, acuden en mayor medida a la contratación de coyotes (Donato et al., 2008; Martínez, 2016) y apuntan a que la forma en que se emplean coyotes para las mujeres depende de la región de cruce. Así en Tamaulipas, región que se considera más violenta y peligrosa, las mujeres serían más propensas a contratar coyotes en contraste con el caso de Baja California, región de cruce que no está en ningún caso exenta de riesgos, las mujeres estarían encontrando alguna otra estrategia de cruce que les permitiría reducir los riegos del cruce fronterizo, quizás cruzando con familiares varones que les puedan ofrecer algún tipo de protección.

Respecto al efecto de la edad y nivel educativo en el uso de coyotes encontramos resultados diferenciados por región. Por un lado, en Baja California la edad tiene un efecto negativo en el uso de coyote: los grupos de edades de 30-39 años y de 40 años o más tienen 19.7 por ciento (p < 0.1) y 24.7 por ciento (p < 0.05) respectivamente, hay menores momios de usar coyotes respecto a quienes tienen 18-29 años de edad, a diferencia de las regiones de Sonora-Arizona y Tamaulipas-Texas donde el efecto es positivo en algunos grupos de edad: en la primera los migrantes con 40 años y más tienen 1.5 veces más momios (p < 0.01) de usar coyotes respecto al grupo de 18-29 años, mientras que en la segunda el grupo de 30-39 años de edad tiene 1.5 veces más momios (p < 0.05). Por otro lado, encontramos que el nivel educativo tiene un efecto en el uso de coyotes solo en las regiones Sonora-Arizona y Tamaulipas-Texas, y únicamente en algunos niveles educativos: los migrantes con algún grado de bachillerato o más en ambas regiones, tienen 1.6 (p < 0.1) y 2.8 veces (p < 0.1) respectivamente más momios de usar coyotes respecto a quienes no tienen escolaridad, y en el caso de Tamaulipas-Texas, quienes tienen algún grado de primaria tienen 3.6 (p < 0.05) veces mayores momios de usar coyotes respecto a quienes no tienen escolaridad. Aunque en las tres regiones se produce una coincidencia con los estudios cualitativos que destacan la educación como un elemento clave para que los migrantes sean más estratégicos y opten por contratar coyotes, los resultados de Sonora-Arizona y Tamaulipas-Texas pueden significar que en estas regiones los migrantes con el nivel educativo más alto tienen mayores recursos económicos con los que sufragar el servicio del coyote comparado con quienes no tienen escolaridad; lo que puede reflejar que en estas regiones la tarifa del coyote es mayor dados los altos riesgos de naturaleza y violencia criminal.
En lo que respecta al capital humano específico de la migración, encontramos resultados diferenciados por región, mientras que en Baja California-California y Sonora-Arizona, quienes cruzaban por primera vez a Estados Unidos tuvieron 55.5 por ciento (p < 0.01) y 23.1 por ciento (p < 0.05), respectivamente, tenían mayores momios de usar coyotes respecto a quienes tenían experiencia previa, en Tamaulipas-Texas la experiencia de cruce no tuvo un efecto estadísticamente significativo. Esto sugiere que, tanto en Baja California-California como en Sonora-Arizona, la experiencia migratoria previa conduce al migrante a nuevas maneras de cruzar la frontera sin el apoyo de coyote. Por su parte, el resultado en Tamaulipas puede significar que en dicha región, con independencia de la acumulación de experiencia migratoria que tengan los migrantes, el control de las rutas y uso de violencia criminal por parte de los grupos de la delincuencia organizada torna relevante el uso del coyote al cruzar por esta región.
Respecto al capital social, coincidiendo con la literatura sobre coyotaje más reciente (Martínez, 2016), encontramos que, en cada una de las tres regiones migratorias, contar con familiares o amigos en Estados Unidos está asociado positivamente con mayores momios de usar coyotes para cruzar (p < 0.01), especialmente la región Baja California-California en la cual los migrantes que cuentan con estas redes sociales tienen 2.6 veces mayores momios de usar coyote respecto a aquellos que no las tienen. Esto no sorprende pues las redes sociales de los migrantes no solo ayudan a estos en referir coyotes confiables, sino también en sufragar el pago de los elevados precios de los coyotes en la actualidad. En el contexto actual de violencia e inseguridad en la frontera por los grupos criminales, en donde estos controlan las rutas del cruce de migrantes, en futuras investigaciones es relevante que identifiquen qué tipo de coyotes favorece el capital social de los migrantes (por ejemplo, fomentan más el uso de coyotes de la frontera en vez de coyotes del lugar de origen).
El incremento en el control migratorio de la frontera México-Estados Unidos, así como el escalamiento de los riesgos físicos y violencia criminal, ha elevado la dependencia de los migrantes al uso de coyotes y han convertido en la última década a las regiones Baja-California-California, Sonora-Arizona y Tamaulipas-Texas en los corredores migratorios más activos en cruces irregulares. Este trabajo analiza y compara en cada una de esas regiones la relevancia del capital social, capital humano específico de la migración y el género en el uso de coyote para cruzar la frontera. Los hallazgos de este trabajo dan cuenta de la importancia de las especificidades regionales, como se podía atisbar al comparar los resultados dispares de los trabajos cualitativos, e invitan a seguir investigando sobre las mismas. Destacamos algunas diferencias y similitudes según región de cruce:
Adicionalmente, es importante profundizar sobre el repunte de la región Baja California-California como espacio de migración clandestina en los últimos años, pues fue la región por la cual cruzaron mayores porcentajes de migrantes de 40 años o más (16.8 por ciento), con experiencia migratoria de cruce (49.8 por ciento), y con niveles educativos mayores (22.8 por ciento contaba con bachillerato y más) y menores (30.5 por ciento con algún grado de primaria), grupos hablantes de lengua indígena (17.1 por ciento). Por la amplia tradición migratoria, no sorprende que sea la región donde cruzan migrantes con los mayores porcentajes de redes sociales en Estados Unidos (72.3 por ciento), que se apoye ampliamente los servicios de coyotaje para el cruce y los coyotes usen nuevas estrategias de cruce indocumentado.
En suma, el coyotaje es un proceso social complejo y dinámico que varía en tiempo y espacio, en el cual migrantes y coyotes se adaptan continuamente a las cambiantes condiciones del cruce, económicas, políticas (sobre todo en materia de migración en Estados Unidos) y tecnológicas. Es importante seguir profundizando sobre el mercado de coyotaje mexicano para replantear y actualizar las tipologías de coyotes creadas en la década de los noventa (López, 1998; Spener, 2008) a la realidad social y migratoria contemporánea. Adicionalmente, en la nueva etapa de la pandemia del Covid-19, es importante investigar cómo el Título 42, implementado al inicio de la pandemia, afectó el mercado del coyotaje y los riesgos de los migrantes.




