Artículos
Received: 03 November 2022
Accepted: 22 January 2024
DOI: https://doi.org/10.22185/24487147.2023.118.31
Resumen: El artículo analiza la inserción laboral de mujeres migrantes que retornan de Estados Unidos a México, utilizando datos del Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI. Se aplicó un modelo logístico binomial para determinar la probabilidad de ser persona trabajadora por cuenta propia en comparación con ser persona empleada, el modelo incluye controles asociados a las características sociodemográficas de las personas, rasgos particulares de los hogares y elementos contextuales. Destaca dentro de los principales resultados que: las mujeres retornadas tienen mayor inclinación al autoempleo, enfrentando desafíos financieros y de segregación ocupacional; las condiciones del hogar y la región de residencia influyen en la inserción laboral, reflejando desigualdades en la distribución del trabajo no remunerado; la educación emerge como un factor clave para mejorar las condiciones laborales de las retornadas en algunas regiones.
Palabras clave: Migración de retorno, Desigualdad de género, Incorporación laboral..
Abstract: The article examines the labor market integration of migrant women returning from the United States to Mexico, utilizing data from the 2020 Population and Housing Census by INEGI. A binomial logistic model was employed to determine the probability of being self-employed compared to being employed, with controls for sociodemographic characteristics, household traits, and contextual elements. Key findings include: returned women exhibit a greater inclination towards self-employment, facing financial and occupational segregation challenges; household conditions and region of residence influence labor insertion, reflecting inequalities in the distribution of unpaid work; education emerges as a crucial factor in improving labor conditions for returnees in certain regions.
Keywords: Return migration, Gender inequality, Labor incorporation.
Introducción
La incorporación de las mujeres al mercado laboral nacional e internacional ha surgido como respuesta a distintas transformaciones históricas, demográficas y socioeconómicas que han ido transformando las ofertas y demandas laborales. Para muchas mujeres salir de la vida doméstica e incorporarse a la vida productiva ha significado empoderamiento y autonomía, se ha documentado que las mujeres han elevado su participación en el mercado laboral mundial, aun así, el índice actual de su participación alcanza solo 47 por ciento, en cambio, el de los hombres es de 74 por ciento (ONU, 2020).
En México, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (INEGI, 2021), la tasa de participación de los hombres fue de 76.8 por ciento mientras que la de las mujeres apenas rebasó 45 por ciento, es decir, subsiste una brecha entre hombres y mujeres de más de 30 por ciento, que además refleja una dura realidad en sus condiciones. Su inserción laboral se ha caracterizado por:
Poca generación de empleo, desempleo recurrente y formas de trabajo “atípicas”, precarias e incluso informales, que hacen más difícil conseguir empleo “decente”, pero que no han impedido que aumente la participación femenina. También la reducción de los salarios reales influye en la necesidad de un ingreso más en la familia (Chávez, 2010: 13).
El PNUD (2020) advierte que es la informalidad laboral en México la que castiga a las mujeres en su intento por encontrar un empleo decente, donde más de 50 por ciento de ellas son protegidas por regulaciones mínimas, tienen pocos o ningún beneficio y no cuentan con seguridad social, además de ser vulnerables a salarios bajos y posible pérdida de empleo.
Aunque la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo ha ido aumentando en años recientes1, en general “se ha restringido a determinadas ramas de actividad, ocupaciones específicas y se ha concentrado en ciertas categorías ocupacionales” (Pedrero et al., 1997: 77). Los estudios de los contextos laborales que han vivido las mujeres desde una perspectiva crítica feminista han evidenciado que la segregación laboral a partir de la oferta y la demanda, han dificultado el acceso a las mujeres en ciertos puestos a pesar en su escolaridad y experiencia laboral (Pedrero et al., 1997; Szas, 1999; Hernández et al., 2019).
Es importante resaltar que la inserción laboral de las mujeres no es solamente un proceso económico, sino un proceso sociocultural mediado por ideologías de género y parentesco, instituciones y prácticas que son parte de marcos estructurales que van condicionando su inserción laboral. Por tanto, es indispensable discutir la inserción laboral de las mujeres desde una perspectiva de género.2
El papel de la mujer en la sociedad ha estado marcado por la división sexual del trabajo -que organiza la distribución del trabajo entre hombres y mujeres- según los roles de género establecidos y que se consideran apropiados para cada sexo, dividiéndose en trabajo productivo y reproductivo. De modo que, tradicionalmente, se ha asignado a los hombres el trabajo productivo (realizado en el espacio público y remunerado) y a las mujeres el reproductivo (espacio privado y no remunerado), naturalizándose así los roles, las jerarquías de poder y las desigualdades. El enfoque de género permite analizar los procesos de reproducción de desigualdades sociales en distintos contextos, pero es de especial atención en esta investigación centrarnos en los contextos de migración internacional, específicamente la migración de retorno y la inserción laboral de las mujeres.
Retornando a México
Durand y Massey (2003) consideran la migración entre México y Estados Unidos como “un movimiento pendular, de apertura de la frontera y reclutamiento de trabajadores, por una parte, y cierre parcial de la frontera, control fronterizo y deportación, por otra” (Durand y Massey, 2003: 48). Tomando como base la información del Mexican Migration Project, Durand y Massey proponen que entre México y Estados Unidos se presentan cinco tipos de retorno:
El retorno definitivo: referido al fin del ciclo migratorio que podría considerarse como un retorno exitoso, pues se ha logrado un objetivo con la migración y esta etapa ha terminado definitivamente.
El retorno de las personas migrantes temporales: quienes por temporadas suelen trabajar en Estados Unidos y regresan cuando cesa la oportunidad laboral.
El retorno transgeneracional: donde padres o abuelos impulsan un retorno a México, no solo de ellos, sino de su familia, en busca de estabilidad familiar.
El retorno forzado: del cual hacen parte todos aquellos migrantes que regresan a su país de origen por motivos legales migratorios.
El retorno voluntario: los autores consideran que, por situaciones adversas en Estados Unidos, el migrante regresa voluntariamente a México sin haber terminado su proyecto migratorio.
La heterogeneidad de estas migraciones de retorno se refleja en los distintos niveles de reintegración de estas poblaciones en el territorio nacional. Destacan algunas características y situaciones que los estudios recientes han mencionado:
Los volúmenes del retorno en los últimos años han variado considerablemente, para el año 2000 retornaron al país 267,150 personas, cifra que aumentó a 825,609 en 2010. El cálculo de las tasas de retorno migratorio sugiere mayor intensidad de estos movimientos poblacionales al pasar de 38.4 personas retornadas por cada mil mexicanos reportados en el censo de población del año 2000 y 73.9 personas por cada mil en 2010 (Gandini et al., 2015).
Ha tomado relevancia el retorno de tipo familiar, que incluye a los hijos de mexicanos nacidos en Estados Unidos y que han inmigrado al país de sus padres, un fenómeno que ha significado más de 30 por ciento de lo que es el stock de población retornada entre 1990-2015 (Terán, 2019).
Existe una subestimación en el registro de las mujeres que retornan (García y Zamora, 2014), pero también se ha demostrado que las mujeres prefieren permanecer en Estados Unidos a diferencia de los hombres, mostrando mayor estabilidad y resiliencia en sus experiencias migratorias (Woo, 2007).
Se observa una fuerte concentración de personas retornadas en edades de 29 a 44 años (COLMEX, 2018; Terán, 2019), por lo que se pone en evidencia la necesidad de crear empleos y proveer servicios para una inserción laboral exitosa.
Las cifras del Censo de Población de 2010 y la Encuesta Intercensal 2015 muestran una gran desventaja de la población retornada frente a la no retornada en su inserción laboral. Ello se expresa en los promedios de desocupación mayor, mayores tasas de desempleo abierto y subempleo, así como condiciones precarias de empleo. A nivel nacional sobresalen trabajos inestables, desaprovechamiento y subutilización de mano de obra, baja remuneración y con carencia de protección social para la población retornada (Ramírez y Lozano, 2015; COLMEX, 2018).
La población retornada a México ha desmejorado sus ingresos, confirmando que el retorno forzado, ligado a las deportaciones y la inestabilidad legal de las personas migrantes, afecta sus proyectos de vida y les deja sin preparación y ahorros para asegurar una reinserción exitosa. Esto se refleja en los bajos salarios y en la poca estabilidad laboral que padece la población retornada en sus regiones de origen, obligándolos en gran medida a moverse al interior del país en busca de mejores ofertas laborales (Denier y Masferrer, 2020). Aparecen entonces algunas entidades de la frontera Norte y la Ciudad de México como nuevos polos de atracción de la población retornada (Canales y Meza, 2018;Vela y Cabezas, 2015).
En este mismo sentido Meza (2017) observa que son las nuevas habilidades y las redes de contacto de las personas retornadas las que parecen promover mayor productividad, lo que repercute de manera positiva en los salarios y las horas trabajadas en México. Aunque es importante mencionar que mientras los migrantes de retorno varones tienen menos años de educación formal que los trabajadores locales, las mujeres, por el contrario, tienen más años de escolaridad, lo que les permite en algunas regiones del país insertarse en empleos más competitivos (Meza, 2017, Bedoya, 2022).
En el caso de las mujeres migrantes retornadas a México, algunos estudios han evidenciado que su participación laboral varia considerablemente en comparación con la de los hombres (Denier y Masferrer, 2020), y que estas diferencias pueden ser mayores dependiendo de normas culturales que son parte de marcos estructurales que van condicionando su inserción laboral.
Estudiar la inserción laboral de hombres y mujeres retornados en el mercado laboral mexicano es un tema relevante que repercute en la equidad del mercado laboral, que se verá reflejado en los salarios y las condiciones laborales y de vida de esta población. La perspectiva transnacional refiere que el retorno hace parte del proceso migratorio, sin que ello represente su fin (Cassarino, 2013; Hirai, 2013); además, la facilidad de retornar y reincorporarse a la sociedad de origen estará fuertemente vinculada con la decisión de las personas involucradas en este proceso (Denier y Masferrer, 2020).
Desde un enfoque transnacional, el retorno se refiere a las formas en que los personas logran adaptarse a su entorno de origen (en distintos niveles), teniendo en cuenta que pueden enfrentarse a presiones sociales o sentirse marginados por sus propias comunidades en este proceso (Cassarino, 2010). Koffman (1999) señala que tanto la reunificación familiar como la incorporación laboral en sí misma revelan las múltiples estrategias personales y familiares involucradas en la migración, sin dejar de ser además una situación de contexto tanto en el motivo del retorno como en el contexto local de acogida.
En contextos de migración internacional, las mujeres mexicanas han tenido un papel importante, no solo como acompañantes de viaje, sino también como personas migrantes laborales. En estos procesos migratorios, la heterogeneidad de las experiencias del retorno al país de origen de las mujeres son centrales en el análisis, así como las formas de reunificación familiar, los patrones de empleo y las estructuras sociales que tejen en torno a la migración (Kofman, 1999).
En este estudio se pretende abonar al conocimiento de la migración de retorno de Estados Unidos a México profundizando en las condiciones de inserción laboral de la población retornada en comparación con aquella que no retorna. La condición de inserción laboral es una variable que permite comprender si la persona que trabaja es empleada o está desempeñando una labor informal. La hipótesis de este trabajo es que la inserción laboral de la población es diferencial para las personas retornadas, además de que las mujeres retornadas encuentran mayores dificultades para obtener un empleo formal y de calidad.
Metodología
Este estudio utiliza los microdatos del Censo de Población y Vivienda de 2020 realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), que contiene información relevante sobre la condición migratoria reciente de la población residente en México. Aunque para cuestiones de análisis laborales el Censo presenta algunas limitaciones, es la fuente que incluye a las personas migrantes de retorno3 y que permite tener un panorama general de su situación socioeconómica y examinar ciertas categorías de análisis clave desde hace ya algunas décadas.

Se estimó un modelo logístico binomial para determinar la probabilidad de ser persona trabajadora por cuenta propia en comparación con ser persona empleada, el modelo incluye controles asociados a las características sociodemográficas de las personas, rasgos particulares de los hogares y elementos contextuales.
La variable dependiente en este análisis es la situación en el trabajo, una variable dicotómica que identifica si las personas son empleadas/asalariadas o si laboran por cuenta propia. El trabajo asalariado suele ser más intensivo y rígido en la utilización de la fuerza de trabajo que el resto de las posiciones de ocupación que permiten compatibilizar la vida familiar con el trabajo extradoméstico. La persona que trabaja por cuenta propia encuentra mayor flexibilidad laboral en sus horarios o en su lugar de trabajo, lo cual permite adaptar el horario extra doméstico al doméstico. La desventaja para estos trabajadores y trabajadoras informales es que se pierden beneficios legales de contratación y se puede ver afectado su salario en muchos casos (Orozco, 2015).
Como el objetivo de este trabajo es conocer las desigualdades de género en la incorporación laboral de la población retornada, algunas variables son indispensables y no solo las individuales sino otras que involucran el hogar y el contexto donde vive la persona migrante, ya que permitirán conocer cómo estas pueden afectar o no la inserción laboral.
Resultados
Estudios recientes han destacado cómo la mujer toma un lugar en las dinámicas laborales de la migración internacional, mostrando las características individuales de su inserción laboral y las condiciones de su incorporación en México, ofreciendo además una importante visibilidad a la mujer como persona migrante, como sujeto capaz de decidir su partida, su llegada y su retorno (Woo, 2007; Ariza, 2010; García y Zamora, 2014: Denier y Masferrer, 2020, Bedoya, 2022).
La población objetivo de este artículo sobre desigualdades de género en la incorporación de población migrante retornada de Estados Unidos en el mercado laboral mexicano son los hombres y las mujeres retornadas, definidas como las personas nacidas en México, residentes en México y que manifestaron vivir en Estados Unidos cinco años antes del levantamiento del censo de 2020, lo que indica una condición de retorno internacional.
La información del censo revela que en 2020 la población que retornó a México ascendió a 381,464 personas. Esta última cifra constituye la población expandida de una muestra analítica de 26,858 casos, que proviene de los microdatos del censo.4 La Tabla 2 presenta cifras comparativas entre población retornada de Estados Unidos y población sin experiencia migratoria de retorno reciente.

Los resultados del Censo 2020 indican que la población total en México ascendió a 126,014,024 habitantes (INEGI, 2020), de los cuales 66 por ciento están entre las edades de 15 y 64 años. Esta población en edad de trabajar es mayoritariamente masculina tanto en la población retornada como en la no retornada, al tiempo que se observa una mayor presencia de población retornada entre 30-44 años, tendencia que ha sido evidenciada en algunos estudios previos con datos censales 2010 (Masferrer y Robert, 2012; Woo y Flores, 2015).
La población migrante internacional y retornada de México reportada en el censo 2020 se compone de adultos jóvenes con una mayor escolaridad que la población sin experiencia migratoria internacional; además de mujeres como una población mejor preparada profesionalmente en comparación con los hombres (Tabla 2).
Otra característica sociodemográfica que puede influir en el comportamiento del mercado de trabajo es la situación conyugal: ser persona unida, ex unida o soltera genera ciertas situaciones en la vida que condiciona la necesidad de tener un empleo sin importar sus condiciones laborales. Al respecto se observa en la Tabla 2 que siete de cada diez hombres estuvieron unidos sin presentar diferencias significativas entre retornados y no retornados. En cuanto a las mujeres, cinco de cada diez estaban unidas y tres de cada diez estuvieron solteras. Estos comportamientos diferenciales en las relaciones de pareja han sido estudiados desde el enfoque de género, vinculando la independencia de la mujer con las oportunidades laborales y su capacidad de agencia (Jagganatrth. 2010; Wang y Huang, 2020).
En México más de 50 por ciento de la población reside en localidades de más de 100 mil habitantes. Al comparar la población retornada y no retornada se observan diferencias por sexo importantes, ya que son principalmente las mujeres retornadas quienes residen en localidades de más de 100 mil habitantes: 65 por ciento mujeres, 39 por ciento hombres. Este dato es relevante dado que se ha evidenciado en otras investigaciones cómo las mujeres retornadas tienden a moverse al interior del país en busca de mejores oportunidades laborales, intentando integrarse en mercados laborales más estables que se caracterizan por estar en las grandes zonas metropolitanas, además, este fenómeno está ligado al debilitamiento en el vínculo entre los patrones geográficos de la emigración y el retorno (Terán, 2019; Lozano y Martínez, 2015; Canales y Meza, 2018).
En lo que respecta a la región de residencia, los datos revelan que las personas sin experiencia de retorno viven principalmente en la región central, mientras que las mujeres retornadas residen principalmente en la región fronteriza y central, regiones que se caracterizan por contener ciudades que son polos de atracción económicos para la población migrante. También es importante mencionar que los migrantes retornados deciden vivir en ciudades fronterizas para facilitar la comunicación y la convivencia con la familia que reside en Estados Unidos.
La variable jefatura del hogar se incluye en este análisis con el propósito de identificar si influye en la inserción laboral y sus condiciones diferenciadas por sexo. Al comparar la población retornada y no retornada, encontramos que son las mujeres retornadas quienes tienen mayor presencia como jefas de hogar en comparación con aquellas que no han tenido una experiencia migratoria.
En el caso de la migración de retorno, es importante señalar que se presentan mayores limitaciones en los empleos para la población retornada. Algunas investigaciones previas han hecho alusión a esta realidad y es que el carácter involuntario de las migraciones de retorno como las repatriaciones y deportaciones se ven reflejados en proyecto de vida inestables; Masferrer (2020) muestra en un estudio en México que los ingresos de las personas retornadas en el periodo 2000-2015 desmejoraron, periodo que se vio afectado por procesos de retorno involuntario. Comprueba, además, que el retorno involuntario por deportación afectó el proyecto de vida de las personas que carecen de preparación y ahorros para asegurar un retorno exitoso. “Los resultados presentan una historia de integración más complicada de lo que establecían los modelos anteriores: los retornados se dirigen a nuevas regiones, trabajan en nuevos sectores y compiten con una mano de obra mexicana muy cambiada” (Denier y Masferrer, 2020: 635).
En este sentido, en este análisis cobra importancia conocer cuál ha sido la situación en el trabajo de las personas migrantes de retorno, enfocándonos en la posición en el trabajo como empleado o cuentrapropista. Las cifras censales más recientes evidencian que estas personas tienen una representación menor como empleados en comparación a la población no retornada, con una diferencia tanto para hombres como para mujeres en casi diez puntos porcentuales.
Un elemento importante para tener en cuenta dentro del escenario de inclusión laboral de las personas retornadas es la situación en el empleo; por ello, la Tabla 3 muestra una estimación del modelo logístico para establecer la probabilidad de encontrarse como trabajador por cuenta propia. Para hombres y mujeres se observa que quienes son retornados tienen una mayor propensión de ser trabajadores por cuenta propia en comparación con aquellas personas que no han tenido experiencia migratoria internacional. Asimismo, esta propensión aumenta con la edad y son las personas de entre 45 a 64 años quienes tienen una mayor propensión con relación a quienes tienen entre 15 y 29 años.

El nivel de escolaridad parece ser un elemento que asegura la entrada como empleado en el mercado laboral, ya que a medida que este indicador aumenta, se observa que disminuye la propensión de ser persona trabajadora por cuenta propia, situación que impacta de manera más profunda a las mujeres (Tabla 3). Podría además tratarse de una de las estrategias que tienen las mujeres para emplearse solo cuando el trabajo cumple con la expectativa de obtener mejores condiciones laborales, estabilidad y prestaciones sociales.
Respecto al contexto del hogar se encontró que una mayor presencia de personas menores de 15 y mayores de 65 años, lo que se traduce en un mayor riesgo de ser persona trabajadora por cuenta propia; pero en el caso de las mujeres el riesgo es mayor. Sin embargo, esta propensión disminuye en hogares ampliados y compuestos en comparación con los nucleares. Al observar la jefatura de hogar se tiene que los hombres que residen en hogares con jefatura femenina tienen una propensión más baja de ser trabajador por cuenta propia con relación a aquellas unidades donde la jefatura es masculina. Para las mujeres este indicador no muestra diferencias estadísticamente significativas. Por lo que respecta a la variable de región de residencia, en general, las regiones: tradicional, fronteriza y sur-sureste, presentan propensiones menores de acceso laboral a través de la posición de cuenta propia en comparación con la región central.
La diferenciación por sexo en la inserción ocupacional permite evidenciar que las mujeres no solo tienen una menor participación en las actividades productivas de la sociedad, sino que también la mayoría de las veces están en desventaja de condiciones en comparación con los hombres. Por tanto, analizar estas diferencias ya normalizadas en nuestra sociedad, permiten ahondar en las condiciones que las mujeres migrantes de retorno viven al insertarse en empleos en México.
La Figura 1 muestra las probabilidades de trabajar por cuenta propia cuando se contempla la interacción entre la condición migratoria y el sexo. Es posible observar que existen mecanismos que provocarían que las personas retornadas tengan probabilidades más altas de ingresar al mercado laboral a través del autoempleo, a la vez que es una situación que experimentan en mayor medida las mujeres.

Las mujeres retornadas han tenido que flexibilizar y equilibrar las cargas del trabajo reproductivo y productivo, teniendo que sacrificar su trabajo y adaptando muchas veces sus capacidades al autoempleo (Orozco, 2013). Es importante mencionar que las migrantes retornadas regresan a un mercado laboral con desventajas; las cifras recientes de la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) revelan que a pesar de que las mujeres trabajan jornadas completas en el mercado laboral, no experimentan una reducción significativa en las horas dedicadas al trabajo no remunerado. En promedio, ellas destinan 25.7 horas semanales a labores domésticas en su propio hogar, en comparación con las 11.00 horas que dedican los hombres, a pesar de que ambos grupos trabajan 40 horas o más (INEGI, 2019); además, en México los servicios públicos destinados a atender las necesidades de personas dependientes como niños, ancianos o personas discapacitadas son insuficientes para permitir que las mujeres equilibren esa doble jornada.
En este mismo sentido, la Figura 2 muestra que la probabilidad de insertarse en el autoempleo aumenta con la edad, pero es mayor la probabilidad para las migrantes retornadas, especialmente para las mujeres de 45-64 años. Y es que la edad es una variable que influye en las transformaciones del ciclo vital de las personas y que va moldeando el papel de la mujer tanto en la vida reproductiva como productiva. Que sean las mujeres adultas las que tienen mayor probabilidad de estar autoempleadas se puede deber a lo que estudios recientes han mencionado sobre el menor empoderamiento de este grupo de mujeres (Salazar, Casique y Constant, 2022), y sobre la carga reproductiva que pesa sobre ellas al insertarse en contextos culturales tradicionales luego de su retorno a México (Franco, 2021).

Con en el fin de mostrar la heterogeneidad del retorno al interior de México, el análisis de los procesos migratorios en el territorio nacional ha exigido de un análisis diferenciado dependiendo del lugar del que se migra y al que se retorna: Masferrer (2020) enfatiza sobre la necesidad de un enfoque geográfico en el estudio de las migraciones de retorno porque los cambios en el fenómeno migratorio no han ocurrido de manera uniforme en el país. Y en este intento han surgido diversos criterios para definir las regiones migratorias (Pimenta Lastra, 2002). Dentro de los más aceptados está el de Durand y Massey (2009) que ha sido utilizado en diversos estudios que dan cuenta de la realidad de estos procesos en México y de sus cambios y continuidades (López y Ariel, 2013, Dennier y Masferrer, 2020). En su propuesta, Durand y Massey (2009) articulan criterios geográficos y migratorios y subdividen el territorio mexicano en cuatro grandes regiones: Norte, Tradicional, Centro y Sur-sureste.
Región Tradicional: Está formada por los estados que geográficamente se identifican como parte del occidente y el altiplano central: Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Zacatecas, Durango, San Luis Potosí y tres entidades menores en tamaño y en aporte migratorio, pero comprendidas geográficamente en la región: Aguascalientes, Nayarit y Colima.
Región Norte: comprende los seis estados del norte que tienen frontera con Estados Unidos, que de oriente a poniente son: Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua, Sonora y Baja California.
Región centro: gira en torno al magnetismo de la capital del país, y está integrada por la Ciudad de México y los estados vecinos de Guerrero, Hidalgo, México, Morelos, Oaxaca, Puebla, Querétaro y Tlaxcala.
Región Sureste: está compuesta por los estados del sur y sureste de la República y Chiapas, por el Océano Pacífico (Durand y Massey, 2003).
Al considerar en este análisis que la región de residencia es clave para entender los procesos de inserción laboral, en la Figura 3 se presenta la razón de probabilidad de encontrarse trabajando por cuenta propia según el lugar de residencia. Los datos revelan que el hecho de residir en la región Sur-sureste y en la región centro aumenta la probabilidad de encontrarse trabajando por cuenta propia. Es aquí donde se puede visibilizar que la inserción laboral de las mujeres no es solamente un proceso económico, sino un proceso sociocultural mediado por ideologías de género y parentesco, instituciones y prácticas que son parte de marcos estructurales que van condicionando su inserción laboral.

El autoempleo para las mujeres retornadas, aunque pueda significar una oportunidad para adquirir ingresos, desempeñando labores que se ajusten a dinamizar la jornada productiva reproductiva de trabajo, les merma la posibilidad de estabilizar sus ingresos y su experiencia laboral, y de adquirir una estabilidad para su futuro.
A manera de conclusión
Los resultados comparativos entre población retornada y sin experiencia de retorno presentados en este artículo demuestran que es la población retornada quien se integra a empleos por cuenta propia en mayor medida, y que son las mujeres quienes tienen una mayor participación en este tipo de empleos.
Destacan algunas características individuales de la población retornada en comparación con aquellos no migrantes. La propensión para insertarse en un empleo por cuenta propia aumenta conforme a la edad de la población retornada, afectando mayormente a mujeres de entre 45 y 64 años.
Es importante mencionar que, dentro del análisis de las características individuales de la población retornada, la educación ha significado para las mujeres una herramienta para encontrar empleos que pueden significar mejores condiciones para su desarrollo en los lugares de retorno. El empoderamiento que significa la mayor escolaridad de las mujeres, especialmente de las retornadas, les permite continuar participando en la economía familiar a pesar de que su proyecto migratorio pudiese haber concluido con en el retorno.
Los resultados de este análisis demuestran que las probabilidades de tener un empleo por cuenta propia están fuertemente asociadas no solo a las características individuales sino también a las variables contextuales como el tipo de hogar, la dependencia poblacional en el hogar del retornado y su región de residencia.
En el índice de dependencia poblacional se expresan las diferencias sexo/genéricas presentes en las dinámicas del hogar y se reflejan en la inserción laboral desigual para las mujeres retornadas. Y es que, la presencia de niños y ancianos en el hogar demanda un cuidado que en la mayoría casos estará a cargo de mujeres, quienes sacrifican ingresar a un empleo en contextos formales por tener un balance entre hogar y trabajo. Estas diferencias son más evidentes cuando las retornadas residen en las regiones Sur-sureste y Tradicional, donde los contextos culturales tradicionales y las desigualdades propias de estas regiones crean mayores barreras para que puedan insertarse a mejores empleos.
Para futuras investigaciones sobre el tema será fundamental realizar un análisis más exhaustivo de las condiciones laborales de las mujeres, centrándose en la relación entre la edad y la educación, que son variables de gran influencia en las características subjetivas de las migrantes retornadas. Además, es crucial que las encuestas laborales realizadas en México incorporen de manera regular la migración reciente, a fin de tener mayores elementos de análisis laborales de estas poblaciones tan heterogéneas.
Agradecimientos
La doctora Yuliet Bedoya Rangel desea agradecer las facilidadades prestadas por el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la Universidad Nacional Autónoma de México (CRIM-UNAM), para llevar a cabo su estancia posdoctoral como Becaria del programa de Becas Posdoctorales en la UNAM, asesorada por el Dr. Fernando Lozano Ascencio.
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