25 años de la Sociología de la Vejez

25 years in the Sociology of old age

Lourdes Pérez Ortiz
Universidad Autónoma de Madrid, España

25 años de la Sociología de la Vejez

Espacio Abierto, vol. 25, núm. 3, pp. 207-216, 2016

Universidad del Zulia

Recepción: 03/06/16

Aprobación: 25/06/16

Resumen: El artículo revisa la evolución de la sociología de la vejez en el último cuarto de siglo y ofrece algunas posibilidades de desarrollo futuro. En primer lugar se analiza la relevancia del envejecimiento y la vejez como objeto de estudio, destacando la globalidad del fenómeno y algunas transformaciones recientes en la experiencia de envejecer. A continuación se revisa el estado de las teorías sociológicas sobre el envejecimiento y de las investigaciones publicadas en los últimos años. En ambos casos el panorama es de una gran diversidad de temas y enfoques. A pesar de esta diversidad en el ámbito teórico se apunta el predominio creciente del enfoque del curso vital y, en el de las líneas de investigación, se sugieren áreas temáticas que no han sido suficientemente tratadas hasta el momento. El aumento y la consolidación de nuevas fuentes de información también ofrecen importantes posibilidades para trabajar en sociología de la vejez. A este respecto destacan las fuentes longitudinales y las series de encuestas sucesivas que se realizan en varios países con metodología común. Sin embargo, las posibilidades son bastante menores en países no occidentales donde la nota fundamental es precisamente la falta de información. Por último se revisan los aspectos organizativos de la disciplina destacando su escasa institucionalización como oferta docente y se sugieren algunos riesgos para el futuro.

Palabras clave: Sociología de la Vejez, Envejecimiento, Vejez.

Abstract: The article reviews the evolution of sociology of aging in the last 25 years and offers some possibilities for future development. First the importance of aging and old age, highlighting the global nature of the phenomenon and some recent changes. The status of sociological theories on aging and research published in recent years is reviewed. In both cases the picture is a wide range of topics and approaches. Despite this diversity in the theoretical field the increasing prevalence of life-course approach is stressed. The text also highlights some issues that have been insufficiently addressed by researchers. The rise and consolidation of new sources of information also provides important opportunities to work in sociology of aging. In this regard include the longitudinal sources and successive series of surveys conducted in several countries with common methodology. However, the chances are much lower in non-Western countries where the root note is the lack of information. Finally the lack of educational programs in sociology of aging and other future risks are discussed.

Keywords: Sociology of Aging, Aging, Old age.

Introducción

Analizar la evolución de la Sociología de la Vejez en los últimos 25 años es una tarea fascinante, pero también algo exigente puesto que la disciplina se caracteriza por una gran diversidad de contenidos y métodos de aproximación a su objeto de estudio. Parte de esta diversidad se debe a la falta de acuerdo sobre los aspectos teóricos de la disciplina, pero también es fruto de su propia evolución que marca un aumento de la complejidad temática y metodológica y de la especialización. A continuación se presenta un esbozo de esta evolución, se inicia con una reflexión sobre la importancia del envejecimiento de la población y las nuevas facetas que presenta o puede presentar en el inmediato futuro. Después, se revisan los avances teóricos que se han producido durante estos años, los contenidos que han dominado la investigación y los métodos. El artículo culmina con una pequeña revisión de la organización social de la disciplina y unas pequeñas notas sobre la agenda futura. Este trabajo se basa en una revisión de la producción científica de estos años, en particular, de los artículos publicados en las revistas académicas más especializadas en aspectos sociales del envejecimiento y en la revisión de algunos de los manuales básicos y enciclopedias publicados recientemente sobre los estudios de la Vejez y el Envejecimiento. En particular esta revisión debe mucho a una publicación reciente sobre la evolución de la Sociología de la Vejez, elaborada con ocasión del trigésimo aniversario de la sección específica de Sociología de la Vejez y el Curso Vital de la Sociedad Norteamericana de Sociología (Settersten & Angel, 2011).

La importancia del envejecimiento de la población y sus nuevas facetas.

Los avances en Sociología de la Vejez durante los últimos 25 años han coincido con una verdadera explosión del interés por el envejecimiento dentro y fuera del ámbito científico. No es necesario insistir demasiado en la justificación de la relevancia del envejecimiento de la población para el funcionamiento de nuestras sociedades y para la vida personal de cada uno de nosotros. Merced al envejecimiento de la población tendremos nosotros mismos la posibilidad de desarrollar vidas más largas y de coexistir con personas de otras generaciones durante más tiempo (nuestros padres o abuelos, nuestros maestros o nuestros ídolos musicales). La mera aritmética de la prolongación de la vida supone un escenario nuevo en el que las personas están más liberadas de la muerte y la enfermedad, tienen más posibilidades de planificar su futuro y de construirlo más a su propia medida que en otros momentos históricos.

Pensando en nuestras instituciones sociales, el envejecimiento de la población dejará intactas muy pocas de ellas. Una de las transformaciones más evidentes es el “encanecimiento” de los censos electorales sobre los que planea el problema de la financiación de las pensiones y de las necesidades de salud y cuidados. Sin embargo, cuando ampliamos el foco de atención a las consecuencias sobre el mercado de trabajo y la economía en general, queda de manifiesto que la verdadera clave de la cuestión es cómo mantener o mejor el grado de bienestar alcanzado por nuestras sociedades con la actividad productiva de una proporción cada vez menor de personas. De alguna forma, responder a esta pregunta es seguir en la carrera de siempre, en lo que los seres humanos venimos haciendo desde hace siglos que es hacer que el trabajo humano sea cada vez más productivo. Las transformaciones también alcanzan a las familias, que se estrechan y alargan o a la esfera de la cultura, donde los nuevos valores asociados al individualismo y la autorrealización no encajan bien con los lazos de obligación filial que legitiman el cuidado de los mayores dentro de la familia.

Además, en estos 25 años el envejecimiento ha dejado de ser un problema exclusivo de la parte occidental del planeta y ya es, o se espera que lo sea en un breve plazo, un problema de la gran mayoría de los países, algunos de los cuales no tendrán la ventaja de las sociedades occidentales que se hicieron ricas antes de envejecer (Uhlenberg 2009). Como fenómeno global, el envejecimiento es, además, radicalmente nuevo: no existen precedentes históricos de sociedades en las que el término medio de sus miembros hayan sido tan longevos.

Dentro de la sociología de la vejez, estos 25 años han supuesto un avance en el proceso de institucionalización y legitimación, de tal manera que en estos momentos se diferencia poco o nada de cualquier otro quehacer científico. Cuando se inicia este período ya se han puesto las bases de su desarrollo intelectual, metodológico e institucional. Ya se habían publicado las obras de los grandes pioneros del área, se habían enunciado las teorías generales sobre la vejez y el envejecimiento y existían publicaciones científicas en las que volcar los resultados de nuestro trabajo y de las que aprender nuevas teorías, métodos y hallazgos científicos. Un extraordinario desarrollo si se tiene en cuenta que los orígenes de la disciplina, como del mismo fenómeno del envejecimiento, son muy recientes. También este cuarto de siglo ha supuesto toda una explosión de fuentes de información, en particular las bases de datos longitudinales o de encuestas sucesivas, y las técnicas de análisis que nos permiten procesarlos. Desde el punto de vista de la trayectoria intelectual han sido también los años de la consolidación de la relación de la sociología de la vejez con un instrumento analítico de primer orden como es el curso vital.

Todavía en estos 25 años, sin embargo, la Sociología de la Vejez no ha conseguido liberarse por completo del paradigma negativo del envejecimiento que, por un lado destaca su lado positivo como resultado de los avances en el proceso de civilización y, por otro, enfatiza mucho más la negatividad de sus consecuencias. Cierto es que los escenarios más negativos son más propios de los medios de comunicación de masas o de algunos ensayistas y que la mayoría de los investigadores permanecen ajenos a esta cuestión y, sencillamente, realizan su trabajo intentando avanzar en el conocimiento del proceso de envejecimiento, de la vejez como etapa de la vida, de sus causas y consecuencias. En parte para contrarrestar este paradigma negativo surgen periódicamente enfoques que tratan de ofrecer una visión positiva de la vejez como el envejecimiento con éxito o el envejecimiento activo, algunos de los cuales tienen también su propio desarrollo teórico; en otras ocasiones no pasan de ser sugerencias voluntariosas cargadas de buenos sentimientos.

En estos años, también se ha hecho evidente que la vejez dura mucho y que no toda la experiencia es igual y, aunque la idea de dividir la vejez en dos (quizá más) etapas de la vida es antigua (Neugarten, 1974), se ha recuperado con fuerza y ya parece que dentro de la vejez hay unos años que se parecen más a otras fases de la vida adulta y otra que viene marcada por su proximidad al final de la vida, la fragilidad y los problemas de salud. También han cambiado las características de las personas que atraviesan la vejez, en realidad siempre están cambiando como consecuencia del metabolismo generacional en los términos de Norman Ryder. Pero en occidente, los mayores del siglo XXI tienen mayor nivel educativo, más posibilidades de residir en ciudades o en países distintos a aquellos en los que nacieron; tienen intereses diferentes y también hacen cosas distintas, de tal forma que la vejez ya no se parece mucho a lo que solía ser.

El análisis teórico en sociología de la vejez

La sociología de la vejez es para Settersten & Angel (2011), el estudio de las fuerzas sociales y los factores que determinan las formas y el proceso de envejecer y sus consecuencias sociales. Para otros como por ejemplo, Caradec (2012), también debería incluir la descripción de las formas de vida de las personas mayores en un determinado contexto (que Settersten & Angel reservan para la Gerontología) o el análisis microsociológico del envejecimiento individual. En la visión de Settersten y Angel estos análisis solo serían un instrumento para llegar a conocer qué es envejecer y qué relación guarda con el entorno social en el que tiene lugar este proceso. Esto no significa que no debamos estudiar cómo viven o qué hacen las personas mayores en un momento del tiempo, pero el objetivo final sería siempre conocer en qué consiste llegar a viejo, qué elementos del entorno social producen o modifican ese proceso y qué consecuencias tiene el envejecer sobre el entorno macrosocial.

Como cualquier otro ámbito científico, la misión de la sociología de la vejez no es solo describir el proceso de envejecimiento o la vejez, la función primordial es la explicación que solo puede alcanzarse mediante la existencia de teorías. En el desarrollo teórico, la década de 1990 marca un punto de inflexión importante. El punto de partida de las teorías sociológicas de la vejez no se encuentra en las teorías sociológicas clásicas, poco interesadas en la edad a la que consideraban más un atributo individual que una característica social (Caradec, 2012). La sociología solo abraza con entusiasmo la consideración de la vejez o el proceso de envejecimiento cuando se abre paso la idea de que las edades de la vida y las experiencias que tienen lugar dentro de ellas tienen un componente social importante, un proceso que fue madurando de una forma relativamente indirecta cuando conceptos muy próximos como los de generación (Manheim), cohorte (Ryder) o curso vital (Linton) adquieren carta de naturaleza social. Ese problema ya estaba resuelto cuando se inician los 25 años de nuestro recorrido.

producido aportaciones teóricas que modifican sustancialmente la idea inicial en varios sentidos. La idea de la importancia de las decisiones individuales en el recorrido ha llevado a pensar en un ciclo vital menos parecido a una obra de teatro en la que los actores sociales interpretan un guion escrito con pocas posibilidades de modificarlo, a otro más similar a una obra improvisada en la que los individuos actúan juntos escribiendo el guion (las normas) al mismo tiempo que desempeñan sus papeles (Dannefer, Settersten & Gannon, Marshall). Las transiciones de unas etapas a otras no se perciben ya necesariamente como crisis vitales con consecuencias negativas para el bienestar de las personas que las atravies an por las sugerencias de los modelos de estrés social, además, el curso vital incluye acontecimientos inesperados y se ha sugerido que junto con los factores sociales, económicos y características individuales, la suerte también interviene en las posibilidades de éxito en el recorrido (Pearlin); se discute la existencia de un curso vital estandarizado y las consecuencias de separarse de él, vinculado a la idea de la sociedad del riesgo que desplaza las responsabilidades cada vez más a las personas, debilitando las posibilidades de afrontarlos de aquellos con menos recursos socioeconómicos y se discute la medida en que el recorrido del curso vital supone, una acumulación de ventajas y desventajas. (Dannefer, O’Rand, Henretta; Ferraro).

Entre los enfoques alternativos destaca la Gerontología Crítica y su versión feminista, ambas herederas de la economía política de la vejez, que se basan en el uso de técnicas narrativas, y el enfoque de la globalización que intenta explicar en qué medida las instituciones sociales y el movimiento de personas, productos e ideas entre naciones influyen sobre el curso vital y el envejecimiento (Marshall; Phillipson; Vincent; Walker), con conceptos como el de familias globales y redes de cuidados que discurren entre países ricos y países en vías de desarrollo (Estes 2011).

Visto este desarrollo, probablemente la queja continua de algunos sobre la falta de pensamiento teórico no es del todo justa (una queja que, por otra parte, se ha formulado en otras disciplinas como la demografía). Probablemente la queja refleja más bien la falta de acuerdo sobre las perspectivas y los conceptos que guían la investigación social. El acuerdo, al menos en un cierto grado, es necesario para el avance de una disciplina científica, en otro caso, los investigadores tienen dificultades de comunicación que no permiten el intercambio y la acumulación de conocimientos. Transcurridos estos 25 años, el panorama de las teorías sociológicas de la vejez aparece bastante más ordenado que apenas unos años antes cuando Bengtson, Putney & Johnson (2005: 13-16) identificaban hasta diez enfoques distintos. Otro problema importante con respecto al desarrollo teórico podría derivar del predominio del enfoque del curso vital. La propia sección de la asociación americana de sociología ha cambiado su nombre en 1997 para llamarse sociología de la vejez y el curso vital. Este predominio puede ser problemático porque no todo lo que ocurre en el curso vital es realmente envejecimiento y, probablemente tampoco todo lo que ocurre en la vejez puede entenderse a través de esta herramienta. El curso vital es un buen enfoque sociológico: habla de posiciones sociales, de transiciones de unas a otras, de relaciones sociales entre quienes ocupan unas y otras posiciones, relativiza la importancia de la edad cronológica y destaca la de la actuación de los factores sociales que se va acumulando a lo largo de la vida. El enfoque también destaca la diversidad de los mayores y del proceso de envejecimiento. Sin embargo, a juicio de Settersten & Angel, también puede añadir confusión a los contornos de la disciplina y comprometer su claridad y, sobre todo, puede distraer la atención de temas importantes. Además, la perspectiva del curso vital también tiene sus propios problemas como la falta de datos e instrumentos analíticos que combinen adecuadamente los distintos niveles de análisis (personal, institucional o macrosocial) (Crosnoe & Elder, 2002: 309) y algunos problemas metodológicos como la difícil y quizá imposible distinción entre los efectos de la edad, la generación y el momento histórico.

La investigación: los contenidos y las fuentes de información

En parte por la falta de acuerdo sobre las perspectivas teóricas y en parte por un proceso de especialización que comparte con otras disciplinas científicas, lo cierto es que la sociología de la vejez (y el curso vital) se caracteriza por su amplia variedad de temas y metodologías de análisis (Settersten & Angel (2011: xvi) por lo que no resulta sencillo trazar los límites de la disciplina y sus contenidos temáticos. Settersten & Angel sugieren siete áreas temáticas que incluyen aspectos clásicos como el análisis de las relaciones personales, las instituciones sociales relacionadas con la vejez, las vulnerabilidades y problemas sociales vinculados al envejecimiento, la salud, los cuidados, los comportamientos económicos de los mayores y su relación con el Estado de bienestar y la diversidad y desigualdad.

La idea de la diversidad de las formas de envejecer está comúnmente aceptada en sociología de la vejez. Desde las perspectivas de género se ha llamado la atención sobre las formas de envejecer de las mujeres, aunque se han dejado en cierta penumbra los retos que afrontan los hombres mayores a pesar de los llamamientos de la gerontología feminista al respecto (Calasanti, 2004); también se reconocen las diferencias étnicas y raciales, algunas de ellas vinculadas a los movimientos migratorios. En el futuro inmediato, el envejecimiento de los países no occidentales seguirá alimentando la idea de diversidad. De hecho en las investigaciones recientes, se ha prestado bastante atención al envejecimiento en países no occidentales, como China, la India o Corea. Menor atención ha recibido en estos años la distinción más clásica entre vejez urbana y rural, sin embargo, el proceso de urbanización está en marcha en muchos países todavía produciendo los efectos que antes dejó en el envejecimiento de las sociedades occidentales. En el ámbito de las relaciones sociales, los desarrollos más importantes se han producido en las familias, donde destacan las aportaciones de Bengtson con su modelo de la solidaridad familiar y la idea de la apuesta generacional, la importancia de la familia en los cuidados y la diversidad creciente de las formas familiares de los mayores, en especial, a las parejas no casadas que pueden o no compartir el hogar y a la evolución de la viudedad. Poco a poco se va prestando mayor atención a otras relaciones personales con amigos o grupos de pares y, en general, ha ganado fuerza la idea de la ambivalencia de las relaciones. En las tareas pendientes habría que incluir explorar la posibilidad de utilizar los análisis de redes para comprender las relaciones personales de los mayores.

Con respecto a las instituciones sociales se ha trabajado intensamente sobre las trasformaciones de la jubilación (Kohli, Hardy, Quadagno) que en los países occidentales ha dejado de ser sinónimo de vejez y en los menos desarrollados, aunque exista formalmente, suele alcanzar a una proporción de mayores bastante pequeña. También en el ámbito institucional son cada vez más frecuentes los análisis sobre la educación y el desarrollo de comunidades amigables. Faltaría quizá una consideración de las transformaciones del final de la vida, que es cada vez más un asunto de personas mayores y donde existen nuevas fuentes de datos que pueden permitir muchas posibilidades de trabajo, como las denominadas encuestas del final de la vida realizadas en varios países europeos.

Entre las vulnerabilidades asociadas al proceso de envejecer ha ocupado un lugar destacado el análisis de los malos tratos, en el que todavía quedan pendientes cuestiones de definición. La investigación sobre el edadismo ha perdido algo de su fuerza inicial en los últimos años al tiempo que se inicia la discusión desde una perspectiva más amplia de los derechos de las personas mayores. Desde luego, una buena parte de la investigación se ha dedicado a los cuidados. Cualquier revisión de los últimos títulos publicados en las principales revistas especializadas revela que la mayoría de ellos se refieren a esta cuestión con la ayuda de algunos esquemas conceptuales notables como los que destacan las preferencias de los mayores por ser cuidados por unos u otros familiares, los convoyes de cuidadores, la especialización de los cuidadores o la acumulación de “créditos” que garanticen los cuidados en caso de necesidad. También las perspectivas que destacan las dificultades de los cuidadores familiares para combinar familia y trabajo, la sobrecarga de cuidados y el espectro de la crisis de los cuidados. Quizá una perspectiva poco explorada es el contenido de las relaciones que se establecen con los cuidadores no familiares que suelen incluir flujos de afectos positivos y negativos y que en ocasiones pueden convertirse en relaciones cuasifamiliares.

A veces la Sociología de la Vejez también se ha ocupado de los problemas de salud de los mayores que, sin embargo, parecen más propios de análisis epidemiológicos o de otras áreas científicas. Settersten y Angel no incluyen, sin embargo, el análisis de las opiniones, actitudes o valores de las personas mayores (tan solo incluyen un capítulo dedicado a los efectos de la religiosidad sobre la salud) o de las sociedades longevas y, de hecho, en las publicaciones analizadas el tema prácticamente permanece ausente. La prolongación de la vida supone un desafío notable para la importancia que solemos atribuir a la socialización temprana. El consumo, que Settersten & Angel contemplan más bien como una conducta económica, es también una actividad que produce y refleja identidades (Gilleard & Higgs, 2013). Los análisis en este ámbito reflejan también que los mayores abrazan con cierto entusiasmo nuevos comportamientos y valores lo que nos remite al problema de la relación del cambio cultural con el envejecimiento, un tema relativamente ausente de la investigación en estos años. La religiosidad de los mayores sigue siendo elevada, para muchos es un vehículo de sociabilidad imprescindible y marca su pertenencia a la comunidad. La salud, desde luego, guarda relación con la vejez y el envejecimiento, como sociólogos quizá deberíamos prestar mayor atención a la manera en la que la cultura de una sociedad o comunidad propende hacia conductas relacionadas con la promoción de la salud y, desde luego, a la consideración de las personas mayores.

Métodos y fuentes.

Las investigaciones pioneras eran básicamente descriptivas, con métodos cualitativos sencillos. Ahora predominan los estudios que buscan el establecimiento de relaciones causales con métodos cuantitativos más sofisticados y, en ocasiones, utilizando varios métodos y técnicas al mismo tiempo (combinando, por ejemplo, elementos cuantitativos y cualitativos). Los datos transversales han sido sustituidos por un mayor énfasis en los longitudinales, a medida que nuevas fuentes de información y herramientas de análisis estaban disponibles.

Al iniciarse los 25 años, los estudios longitudinales y las bases de datos de encuestas sucesivas ya eran comunes en EEUU, pero en Europa hubo que esperar a finales de la década de 1990 y, sobre todo, a los inicios de la siguiente para que aparecieran grandes estudios longitudinales que se realizan con la misma metodología en varios países como la encuesta sobre edades y generaciones o el estudio SHARE financiado por la Unión Europea. Junto con este énfasis en los datos cuantitativos, este periodo marca también el aumento de la consideración y el respeto a las técnicas de análisis cualitativo como los grupos de discusión y las entrevistas e historias de vida que, cada vez son más usuales en la investigación sobre la vejez y, desde los análisis de la familia se reclaman la recolección de datos “familiares”. Sin embargo, nuestra carencia principal se refiere a los países no occidentales, donde tan solo contamos con censos, encuestas demográficas y algunas encuestas de salud. Otra de las tendencias más persistentes es el reclamo de la interdisciplinariedad o al menos el trabajo conjunto con áreas afines como la demografía o, más alejadas, con la biología (Waite, 2012), aunque no todo el mundo está de acuerdo en que sea un camino prometedor.

El futuro: la organización social del área y la formación.

Sobre la organización social de la disciplina, en estos momentos los investigadores constituyen una tercera generación, una vez que la generación de los discípulos de los pioneros ya está prácticamente inactiva. Existen secciones especializadas en las grandes asociaciones de Sociología y en muchas nacionales y existe un buen número de revistas académicas que no son exclusivas de la Sociología de la Vejez pero que tienen espacio para los resultados de nuestro trabajo. Sin embargo, la oferta formativa es bastante limitada, hay varias asignaturas de grado con la denominación de sociología de la vejez en universidades de EEUU y Canadá, sobre todo, y en algún postgrado de gerontología o gerontología social, impartido por importantes maestros de la disciplina. En posgrado, también como asignatura, suele incluirse en la formación especializada en Gerontología que suele tener, además, un carácter profesionalizante más que investigador, como los de la Swansea University de Gales, los de la Universidad de South California o de la Western University de Ontario. En Europa, la Unión Europea promovió una formación compartida por varios países también en Gerontología en la que el curso de Sociología de la Vejez se asignó al Reino Unido (Rijsselt, Parkatti & Troisi, 2007)

Parte de los retos del futuro consisten precisamente en reforzar esta oferta formativa en Sociología de la Vejez. Pero, sobre todo, la agenda del futuro viene marcada por la necesidad de no perder la especificidad a medida que el curso vital se vuelve el enfoque dominante y la necesidad de no perder el objeto de estudio o que el énfasis en la diversidad no nos haga perder de vista lo que las mayores tienen en común o lo que el proceso de envejecimiento tiene de común de unas personas a otras. Como en otras ocasiones en la historia de los estudios sobre el envejecimiento, tenemos ante nosotros otro failure of success: la sociología ha puesto en duda la importancia de las edades al destacar su significado socialmente construido pero, con ello, afrontamos el riesgo de quedarnos sin objeto de estudio (Caradec, 2012).

Referencias

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