En Foco

Recepción: 20 Junio 2020
Aprobación: 13 Septiembre 2020
Resumen: El propósito del trabajo consiste en identificar las protestas sociales ocurridas en Brasil y Argentina durante los primeros 100 días de la pandemia denominada COVID 19 determinando la simbología, los sloganes y las demandas de quienes protagonizan la acción colectiva. La perspectiva identitaria de la acción colectiva y una recolección de la información cualitativa permitió reconstruir su trayectoria política y su dinámica. El argumento que se desarrolla consiste en comprender las protestas sociales a partir de la dinámica de la polarización social. En efecto, a pesar de las diferencias en la estrategia sanitaria y de los estilos de los liderazgos presidenciales; la dinámica de la polarización social característico del momento previo a la pandemia ha persistido en lo que respecta a las acciones colectivas.
Palabras clave: Protestas sociales, Derechas radicales, Pandemia, Polarización.
Abstract: The main aim of this paper is to identify social protests that took place in Brazil and Argentina during the first 100 days of the Pandemic known as COVID 19 determining the symbols, slogans, and demands of those who lead the collective action. The identity perspective of collective action and a collection of qualitative information allowed to reconstruct its political trajectory and its dynamics. The argument developed in this paper consists in understanding social protest from the dynamic of social polarization. In fact, despite differences in health strategy and presidential leadership styles, the dynamics of social polarization characteristic of the pre-pandemic era, have persisted in terms of collective actions.
Keywords: Social protests, Radical right-wing, Pandemic, Polarization.
Introducción
Durante 2019 se sucedieron en Sudamérica un sinnúmero de protestas sociales en Colombia, Chile, Ecuador, Bolivia, Perú y Paraguay. No fueron de la misma envergadura, no respondieron a las mismas causas ni fueron protagonizadas por los mismos actores. Sin embargo, en su conjunto asumieron relevancia regional. El COVID 19, que rápidamente ganó el estatus de pandemia, modificó el escenario político y alteró la vida cotidiana de la ciudadanía. Así, el 26 de febrero de 2020 se informó sobre el primer caso de contagio en Brasil mientras que el 19 de marzo se lo comunicó en Haití, último país que registró casos en su territorio. Desde ese momento el coronavirus se constituyó en una realidad consistente y en un campo de tensiones políticas en los países latinoamericanos. El propósito del trabajo consiste en identificar las protestas sociales ocurridas en Brasil y Argentina a los 100 días de la pandemia generada por el COVID 19 determinando los símbolos, los sloganes y las peticiones de quienes las protagonizaron. Estas protestas se producen en un contexto político particular, del que consideramos dos variables para la emergencia y desarrollo de la acción colectiva, por un lado, la estrategia sanitaria¹ implementada por los países², y, por otro lado, los programas de políticas de contención social³. Ambas variables son significativas porque anulada la esfera del mercado y la imposibilidad de comerciar por buena parte de la ciudadanía las iniciativas estatales cobran una relevancia mayor. Considerando esto, el argumento que se va a desarrollar consiste en comprender la dinámica de las protestas sociales a partir de una cultura política cuyo principal vector es el de la polarización.
Esta dinámica no es novedosa. Sin embargo, en el siglo XXI se sucedió en el marco del protagonismo político de las “derechas radicales”, escenario político que se instaló luego de la crisis financiera mundial de 2008 y que en Brasil comienza a estructurarse en la contienda electoral de 2014 y en Argentina luego del denominado “conflicto del campo” en 2008. Lo cierto es que esta dinámica de la acción colectiva ha persistido y ha sobrevivido al contexto excepcional signado por “confinamientos” de diversa naturaleza. La hipótesis que se sustenta entiende que la dinámica de la polarización observada en las protestas sociales se explica por la persistencia de una cultura política cuya representación política y social se encuentra en Argentina en Propuesta Republicana, partido fundado por Mauricio Macri, y que accede al gobierno nacional en 2015 bajo la coalición Cambiemos⁴ y en Brasil con el “bolsonarismo”.
1 Se toma como principal referencia la “primer decisión del poder ejecutivo” en torno a este tema porque en cierto modo incidió fuertemente en su desarrollo y evolución.
2 En América Latina es posible observar tres tipos de estrategias sanitarias: 1. La negacionista o voluntaria como la de Brasil, Cuba, Nicaragua o México; 2. La rigurosa o estricta como la de Argentina, El Salvador, República Domenicana, Colombia, Paraguay, Venezuela, Bolivia y Panamá; 3. La inteligente o progresiva como la de Chile, Costa Rica o Uruguay.
3 Ejecución de programas orientados a empresas grandes, pequeñas y micro empresas; trabajadores formales; trabajadores informales; trabajadores por cuenta propia; desempleados; jubilados; etc.
Aspectos teórico-metodológicos
Las dinámicas de polarización política no son novedosas, ni en la teoría política (Bakes, 2010) ni la historia política de los países (Veiga, González-Villa, Forti, Sasso, Prokopljevic, & Moles, 2019). Sin embargo, es preciso subrayar que ha retomado vigor en el siglo XXI en el marco de lo que las ciencias sociales denominaron las “derechas radicales” (Akkerman, 2017) o “populismos de derecha” (Mudde y Rovira Kaltwasser, 2017). Efectivamente, lo que existía de forma desperdigada y se localizaba en los márgenes de la política, desde 2008 en adelante, cobraron un protagonismo político inusitado en los sistemas políticos europeos ya sea porque estas formaciones políticas obtuvieron victorias electorales que las llevaron al gobierno o porque se perfilaron como principales oposiciones (Casullo, 2019). En este marco es posible señalar que la dinámica polarizadora a la que se encuentra sometida la movilización social se produce en un ciclo político particular, el de las “derechas radicales”. En el marco de la problemática de la acción colectiva no se ha producido, hasta el momento, un andamiaje teórico consistente y sistemático para interpretarlas semejante al surgido a comienzos de los setenta del siglo XX⁵. Y, en América Latina las acciones colectivas y de protestas, a diferencia de la experiencia europea, se sucedieron como una reacción o como respuestas políticas⁶ hacia lo que se conoció como gobiernos de “post-neliberales” o “progresistas”.
Para el análisis de la movilización social se opta por la perspectiva identitaria⁷, cuyos máximos referentes son Touraine (1995), Melucci (1999),Castells (2009),Offe (1992), etc. Sintéticamente, en Brasil y Argentina encontramos importantes reflexiones que siguen esta línea de investigación: Boves (2002), Druck (2006), Falero (2007), Gohn (2009), Mirza (2006), Zibechi (2006),Svampa (2017),Svampa y Pereyra (2003), Scribano (2005),Giarraca y Grass (2001), por mencionar algunos. De conjunto, estas reflexiones priorizan los procesos de identificación política de quienes protagonizan la acción colectiva, los que se construyen en un marco conflictual. Así se constituyen actores colectivos y también se elaboran “mensajes” hacia la sociedad política y hacia las decisiones socialmente significativas que sus representantes imparten. De acuerdo con esto, la perspectiva identitaria brinda herramientas para analizar el conjunto de interacciones que se suscitan entre el sistema político y los actores que se movilizan. En esa medida, las estrategias sanitarias diferenciales –negacionismo y confinamiento estricto– constituyeron el marco político –las posibilidades y límites de la acción política– donde se emplazaron las protestas. En Brasil se sucedieron en apoyo a Bolsonaro y en Argentina se los denominó los “anti-cuarentena”. Estas singularidades pudieron observarse a partir de la simbología desplegada, los carteles, las consignas y los apoyos políticos que recibieron los protagonistas de las acciones colectivas.
Para el abordaje de las protestas sociales se acudió a una recolección de la información cualitativa cuyas principales herramientas fueron la entrevista en profundidad realizada a informantes clave, la revisión de noticias periodísticas y el análisis documental. Estas tres herramientas fueron aplicadas hasta 2018, mientras que en 2019 se recurrió a la información periodística, a cuyas noticias se les formuló las mismas preguntas que orientaron la recolección de la información previa. Con respecto a la entrevista en profundidad hay que destacar que tuvo un carácter semi estructurado con el objeto de capturar información sobre quiénes eran los que protestaban, las razones por las cuales lo hacían y los símbolos que desplegaban en su accionar.
El guión de entrevista, en su diseño, contempló temas y subtemas relativos a las especificidades que asumieron los ciclos de protesta y sus modalidades, a las relaciones entre los actores políticos involucrados entre sí y sus interacciones con las distintas instancias del gobierno y del Estado. Y, la información ofrecida por los informantes clave permitió caracterizar el accionar de la movilización social, sea ésta protagonizada por movimientos sociales, actores sindicales o acciones colectivas cuya organización fuese autónoma de las tradicionales instancias de mediación política. La selección de los informantes clave siguió los siguientes criterios: ser referentes políticos de máxima responsabilidad en los movimientos sociales, organizaciones sindicales y partidarias; que conozcan su historia; que formen parte del proceso de toma de decisiones políticas; que brinden conocimientos específicos de los criterios que motivan las acciones colectivas de los actores así como de las relaciones que establecieron. Los encuentros con los informantes clave en San Pablo, Brasil, tuvieron lugar durante el mes de julio de 2013, julio de 2015 y en noviembre de 2018 y en Buenos Aires, Argentina, en 2008, 2013, 2015 y 2018.
El seguimiento periodístico se concentró en Folha de São Paulo y Agencia de Noticia EFE en Brasil, medios periodísticos de mayor relevancia en el Estado de San Pablo, y Clarín, Página 12 e Infobae para Argentina. La revisión periodística brindó elementos que caracterizan el contexto político y permitió contrastar y mensurar la información brindada por los informantes claves. Finalmente, el análisis documental se realizó sobre los documentos que produjeron los actores involucrados, consultándose documentos institucionales de los sindicatos, partidos y movimientos sociales, publicaciones oficiales (boletines), revistas, declaraciones en congresos, publicaciones de fundaciones, etc.
Los actores políticos seleccionados respondieron a los siguientes criterios: representación política, inserción territorial y relevancia cultural. Así, por Brasil se seleccionó al Partidos de los Trabajadores (PT), el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), la Central Única de los Trabajadores (CUT), el Partido Comunista de Brasil (PCdoB), Fuerza Sindical (FS), Movimiento sin Tierra (MST), Unión de Estudiantes Secundarios (UNE) y pastorales sociales. Y, en Argentina el Frente para la Victoria/Unidad Ciudadana, Confederación General del Trabajo, Central de los Trabajadores de la Argentina (CTA de los Trabajadores y CTA Autónoma) y organizaciones piqueteras.
La recolección de la información permitió caracterizar los rasgos distintivos de las dinámicas de la acción colectiva en Brasil y Argentina en un momento excepcional signado por la pandemia del COVID 19. A continuación se desarrollan estas especificidades.
7 Se conocen las investigaciones realizadas que escogen el enfoque de la movilización de recursos para la movilización social, incluso lo producido por el equipo dirigido por Federico Schuster y co-dirigido por Germán Perez denominado Grupo de Estudios de Protesta Social y Acción Colectiva. Para una revisión del esquema analítico desarrollado se puede consultar Iglesias, 2015.
Brasil, polarización y después: del anti-petismo al Bolsonarismo
En la base de la dinámica política de la polarización se encuentran los cambios en las orientaciones políticas de la sociedad. Esto pudo observarse en las “jornadas de junio” de 2013, la que constituyó un punto de inflexión en la sociedad brasileña y que fue el punto de inicio de la crisis política del PT en el gobierno (Iglesias, 2019). En efecto, desde esa coyuntura política se instaló una dinámica polarizadora que se expresó bajo la forma de “anti-petismo” y que culminó con la constitución del bolsonarismo. Estos movimientos que calaron de forma profunda en la sociedad fueron capitalizados por el PSDB en 2014 y, posteriormente, por Bolsonaro en 2018.
Con respecto a las jornadas de junio, cabe destacar que el protagonismo inicial del movimiento estudiantil –secundarios y universitarios– y de Passe Livre fue relevado y reemplazado por organizaciones ubicadas en las antípodas del espectro político, es decir, por los movimientos “Brasil Libre”, “Vem pra Rua” y Anonymus, que usaban máscaras negras de Guy Fawkes. No sólo se trataba de un giro a la derecha⁸ de las orientaciones políticas sino también de signos de intolerancia política que se expresaban en la protesta social (Bringel, 2017).
En cuanto a la contienda electoral de 2014 también reveló un escenario cuya dinámica estuvo signada por la polarización. A diferencia de las anteriores contiendas electorales, en esta ocasión la distancia entre el primero y el segundo fue sumamente escueta, 52% para el Partido de los Trabajadores (PT) y 48% para el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB). En efecto, el anti-lulismo se había convertido en una fuerza política consistente, representada por Aécio Neves. Esta situación política en el plano judicial recibía un importante empuje con el inicio de la operación Lava Jato⁹ y su difusión en los medios de comunicación más influyentes de Brasil en plena campaña electoral como la revista Veja o la red Globo, etc. Lo cierto es que la polarización estaba instalada en la sociedad, y el PSDB fue la fuerza que más escaños aumentó en el poder Legislativo y, además, Aécio Neves hizo declaraciones relativas a que no reconocía la derrota, incluso denunciaba fraude electoral.
8 El giro a la derecha también implicó nuevas consignas, las que se dieron en el marco de la Copa de Confederaciones: “Queremos hospitais padrão da fifa”, “Fora Dilma”, “Fora Alckimin”, “Basta de corrupção”, etc.
9 Se trató de una investigación llevada iniciada por la Policía Federal de Brasil por el delito de “lavado de dinero”. La misma se hizo pública el 17 de marzo de 2014 y constituyó la mayor investigación sobre la corrupción de la historia de ese país que involucró a políticos de los principales partidos políticos y empresarios.
En 2015, más allá de la capacidad que tuvo Dilma para manejar una coyuntura política crítica, fue posible observar que las orientaciones políticas que llevaron a Bolsonaro al gobierno nacional se encontraban presentes. En efecto, la politóloga Esther Solano señaló que el bolsonarismo hunde sus raíces en orientaciones relativas al descrédito a la clase política en su conjunto, el problema de la corrupción y lo antipartidario, elementos que se convirtieron en los puntales de la agenda electoral. Así, en la coyuntura de 2018 el reclamo era más profundo, posibilitando que Bolsonaro vire hacia una “política de los antagonismos” (Solano, 2019) asociado al protagonismo político que cobraron líderes de las derechas radicales en Europa luego del crack financiero mundial en 2008 y en Estados Unidos con la victoria electoral de Donald Trump. Las diferencias con el “lulismo” no podían ser mayores, caracterizado este como un tipo de arreglo político que promovió la “colaboración de clases” (Singer, 2018), y, que, además, colocó al Estado como el principal coordinador de las relaciones sociales ejecutando medidas orientadas a la redistribución del ingreso, el consumo de las clases trabajadoras y de los programas de transferencia condicionada (Svampa, 2017: 146).
La trayectoria del giro a la derecha en Brasil se observó en la campaña electoral de 2014 del PT, en la orientación política del segundo gobierno de Dilma Rousseff, en el provisorio gobierno de Michel Temer y, ya de forma contundente, con la asunción de Bolsonaro al gobierno nacional. En efecto, este ha combinado un liderazgo que puede considerarse “extremo” con una política macroeconómica de inspiración neoliberal. Así, desde entonces la tarea del Estado ha sido asegurar el principio de la competencia del mercado desde la ley de terciarización laboral en 2015, la Reforma del Trabajo en 2017 (Krein, Maracci Gimenez y Dos Santos, 2019), límites por 20 años sobre gasto público, la reforma del régimen de jubilaciones, etc. La orientación de estas políticas indica que existe una continuidad en el propósito político de retirar al estado de la vida social y colocarlo en función de las prioridades del mercado.
La dinámica política organizada en torno a la polarización se encuentra afincada en diversos planos de la sociedad, particularmente, en la clase política y en las acciones colectivas que protagonizan diversos grupos sociales. Este fenómeno político se agudizó con el protagonismo político y posterior asunción de Bolsonaro al gobierno nacional.
La estrategia negacionista: la pandemia no existe
En el contexto de pandemia Bolsonaro no sólo ha restado importancia a la pandemia que se extendió por todo el planeta sosteniendo públicamente que era una “gripecita” sino que ha tenido una actitud que podríamos denominar “negacionista”. Mantuvo una actitud militante orientada a convocar a la población a desconocer las medidas de confinamiento dictaminadas por la Organización Mundial de la Salud y, también, por los principales gobernadores brasileños. En este campo de tensiones se libraron disputas políticas entre el presidente y los gobernadores, el presidente y sus ministros de salud (Luiz Henrique Mandetta y Nelson Teich), el presidente y el Supremo Tribunal Federal, el presidente y el congreso –particularmente contra quien preside la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia–, los simpatizantes que se movilizan para apoyar la figura presidencial contra los que protestan en su contra, etc. (Avritzer, 2020: 7)
En el caso brasileño podría pensarse la existencia de una afinidad entre la decisión política de carácter negacionista de la pandemia y los elementos ideológicos que distinguen a la coalición de gobierno que asumió el gobierno el 1 de enero de 2019. En otros países este elemento aparece mucho más desdibujado o de manera marginal a este proceso de toma de decisión. Sin embargo, pareciera que no es así. Lo cierto es que los apoyos políticos de Bolsonaro así como la distribución de cargos en los distintos ministerios10 dan cuenta de la relevancia de cinco sectores: el ala política, el ala militar, los liberales ortodoxos, los evangélicos de raíz pentecostal y el ala cultural liderada por Olavo de Carvalho. Lo cierto es que la combinación política de los apoyos evangélicos pentecostales y el ala cultural –que descree del cambio climático, habla contra el “marxismo cultural”, adhiere al movimiento antivacunas y es terraplanista– es por definición anti-cientificista, lo que contribuyó a promover un tipo de liderazgo que en la pandemia del COVID 19 asumió la forma de “negacionismo”. El estilo de Bolsonaro constituye una forma de ejercicio del gobierno más que un modo de reafirmación de la autoridad. Hay muchos ejemplos de ello. En este sentido, se destaca que hacia fines de abril, en una de sus habituales recorridas públicas ha vociferado hacia sus simpatizantes “La Constitución soy yo” y sus seguidores le responden “Mito!, Mito!” (Agencia EFE de San Pablo, 16/3/2020).
Los gobernadores de los principales Estados de Brasil, a diferencia de Bolsonaro, tuvieron otro comportamiento político frente a la pandemia. En efecto, el gobernador del Estado de Río de Janeiro fue el primero en dictaminar la “situación de emergencia” el 17 de marzo, mientras que el de San Pablo –la región más rica y poblada del país–, gobernado por Joao Doria, decretó “calamidad pública” el 24 de marzo. En ambos casos no fueron confinamientos totales, como lo fue en Argentina y sus provincias, sino que se trató de una estrategia sanitaria parcial. De todas maneras, entre estos gobernadores y el presidente de la Nación se ha constituido un fuerte campo de disputas y tensiones políticas.
Las principales medidas gubernamentales de contención social remitieron para el arco empresarial a la asistencia financiera para la compra de maquinaria (crédito PROGER/FAT) orientada a la micro y pequeña empresa y otorgado por el Banco Nancional de Desarrollo; 50% de reducción en las contribuciones debidas a terceros (Sistema S); aplazamiento del plazo de pago de Fondo de Garantía de Tiempo de Servicio (FGTS) por tres meses; línea de crédito para micro y pequeñas empresas cuyo límite es el 30% de las ganancias que obtuvieron en 2019, etc. Y, para los trabajadores consistieron en la Prestación de Emergencia para la Preservación del Empleo y los Ingresos orientado a trabajadores que tengan horarios laborales reducidos o contrato suspendido; Plan de auxilio universal de ingresos básicos para trabajadores informales (31 de marzo), lo que permitiría a las empresas reducir salarios o suspenderlos por tres meses, que serían costeados por el Estado; fondo de indemnización para trabajadores (7 de abril); refuerzo monetario del programa Bolsa Familia, etc. Finalmente, también ha sido importante la ayuda económica del gobierno nacional a Estados y municipios así como la suspensión de deudas de los gobiernos locales al federal.
Cabe destacar que el gobierno brasileño también promovió iniciativas de restricción económica, las que consistieron en el congelamiento de salarios de los trabajadores públicos, lo que implicó evitar aumentos salariales hasta diciembre de 2021. Además, Bolsonaro vetó una ampliación a madres adolescentes y padres solteros en el Plan de Auxilio Universal de ingresos básicos de emergencia para trabajadores informales anunciado por el Ministro de Economía Paulo Guedes y aprobado por el Congreso.
Protestas sociales y negacionismo, los apoyos políticos
El estilo político de Bolsonaro inscripto en liderazgos “extremos” y orientado a la promoción de desconocer la pandemia generó movilizaciones de adherentes en apoyo a los cursos de acción política del presidente así como también protestas en su contra.
A fines de marzo y comienzos de abril, en la ciudad de San Pablo, se comenzaron a registrar movilizaciones sociales en apoyo a Bolsonaro, lo que implicaba por parte de los manifestantes un rompimiento del confinamiento dictaminado por Joao Doria, gobernador del Estado. El motivo del apoyo presidencial era que el gobierno estadual retroceda con la medida sanitaria y así poder resguardar su trabajo y la actividad económica. Mientras tanto Bolsonaro hacía declaraciones denigrantes contra el gobernador. En una entrevista a la agencia internacional de noticias EFE declaraba que el mandatario era un “lunático” y que no tenía “las facultades mentales en plenitud para poder liderar el país”11.
Las protestas contra Bolsonaro no tardaron en llegar. También en abril tras la salida del gobierno de su Ministro de Salud, Luiz Mandetta, y luego de la renuncia de su Ministro de Justicia, Sergio Moro, se produjeron “cacerolazos” en distintas ciudades12. El primero defendía el confinamiento mientras que el segundo la división de poderes. Lo cierto es que esas semanas también se produjeron movilizaciones sociales contra la figura de Bolsonaro. Así, se escuchaban gritos que consistían en “Fuera Bolsonaro”, “Fuera fascista”, “Basta Bolsonaro”, “Asesino”, entre los más importantes. Sin embargo, la protesta de mayor envergadura de ese mes fue la realizada por estudiantes y profesores secundarios y universitarios y con apoyo de sindicatos. Esta manifestación se realizó en las 27 capitales estaduales y se peticionaba la baja de la decisión presidencial de congelar en 30% el gasto en las universidades. Por su parte, Bolsonaro calificó a los estudiantes que protestaron como unos “idiotas útiles” que “ni saben la fórmula (química) del agua”13.
El 31 de mayo Bolsonaro protagonizó un alarmante acto público. Abandonó el Palacio Presidencial y se puso al frente de una manifestación en la que se reclamaba la intervención militar en el Congreso y en el Supremo Tribunal Federal, los máximos poderes de la república. En su publicación en la cuenta de Facebook se podía leer la siguiente declaración: “Es mejor vivir un día como un león que cien años como borrego”, en referencia a las palabras de Benito Mussolini (Universo On Line de San Pablo, 1/6/2020). Luego de ello, Bolsonaro pidió la renuncia a dos ministros de Salud y al Ministro de Justicia, el juez Sergio Moro, uno de los arquitectos de la operación Lava Jato. ¿Cómo puede ser comprendido esto? Básicamente que el presidente de desliga de un actor relevante de su elenco gubernamental. Así, la deriva autoritaria está encabezada por la autoridad presidencial y es apoyada por el ala militar del gobierno nacional (Singer, 2020).
En junio, cada domingo, hubo movilizaciones en apoyo y de protesta a la figura de Bolsonaro. Las principales se sucedieron en Brasilia, donde están radicados los poderes públicos nacionales, y sus seguidores concurren a las movilizaciones con la bandera de Brasil y con pancartas que rezan “comprometidos con Bolsonaro” y sus peticiones iban desde el cierre del Congreso, contra la Corte Suprema y contra el Poder Judicial en su conjunto hasta la aclamación de una intervención militar. También se le ha escuchado decir a Bolsonaro “La Constitución soy yo!” mientras que los seguidores le responden “Mito!, Mito!”. Los que protestan contra Bolsonaro exhiben pancartas que lo tildan de “Fascista!”, “racista!”, “Fuera, Bolsonaro, tu gripecita ya mató 50 mil”, “genocida”14, etc. Cabe destacar que movilizaciones de apoyo y de protesta se realizan al mismo tiempo y concurren al Congreso, con lo cual la policía establece un cordón para evitar hechos de violencia.
Finalmente, cabe destacar una protesta que se produjo en las playas de Copacabana, Río de Janeiro, uno de los principales puntos turísticos del país, en la que activistas sociales de la ONG Río de Paz cavaron alrededor de un centenar fosas comunes en la arena con el propósito de simular un eventual cementerio. En efecto, en junio Brasil se acercó aceleradamente al millón de infectados y a las 50000 muertes a causa de coronavirus. Este evento de protesta forma parte de un conjunto de intervenciones que se dieron en diferentes ciudades brasileras cuyo objetivo era el “efectismo” y la “viralización” más que a su masividad. Para ello, se difundió la publicación de un video en la cuenta de Twitter de esta organización (Telam, 11/6/2020).
Argentina, del anti-kirchnerismo a Propuesta Republicana (PRO)
En Argentina la dinámica de la polarización política durante el siglo XXI, en términos generales, asumió la forma de kirchnerismo y anti-kirchnerismo. El hito fundacional de esta dinámica fue lo que se conoció como el “conflicto con el campo”, en 2008. Originado en el inicio del primer gobierno de Cristina Fernández a raíz de su decisión de aumentar los aranceles de exportación de cereales, particularmente, la soja. Este conflicto político se prolongó durante
129 días y, durante el mismo, se produjeron movilizaciones políticas a favor y en contra del gobierno. La entonces presidenta de la Nación, Cristina Fernández, calificó a esta protesta como “piquetes de la abundancia” (Clarín, 26/3/2008). Para Mangonnet y Murillo (2017) puede ser calificado de “paro fiscal”. Sin embargo, tuvo amplias y decisivas consecuencias políticas: 1. implicó un reordenamiento del esquema de apoyos políticos del kirchnerismo, el mundo sindical se dividió, la máxima expresión de ello fue la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE), posteriormente se dividió el espacio político de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA); 2. la fracción de la Unión Cívica Radical (UCR) que formaba parte de la coalición gobernante se vio dañada, el voto NO positivo del entonces vicepresidente, Julio Cobos, fue decisivo para que el gobierno nacional fuese derrotado en este conflicto; 3. dio lugar a que se estructure una oposición política que hasta ese momento se encontraba desperdigada, de hecho, en las elecciones legislativas nacionales de 2009 el kirchnerismo perdió contundentemente.
La coyuntura política de 2013 también fue significativa, en el plano de la acción colectiva como en el plano electoral. En efecto, lo que dejó en claro el “paro fiscal” de 2008 es que los “ricos también protestan” visibilizando sus peticiones en el espacio público. Así, previo a las elecciones de 2013 fue posible observar un ciclo de movilización, entre mayo de 2012 y agosto de 2013, cuya modalidad predominante fue la del “cacerolazo”. Las expresiones de protestas fueron protagonizadas por sectores medios de la ciudadanía, descontentos por el estilo de gobierno de Cristina Fernández, y, cuyo tono predominante era anti-gubernamental (Annunziata y Gold, 2018), calificando al gobierno de “dictadura”. Y, en el plano electoral lo más relevante fue la división del peronismo, esta vez, en manos de Sergio Massa, ex Jefe de Gabinete del gobierno de Cristina Fernández, que formó el Frente Renovador (Torre, 2018) y que se presentó a elecciones.
Propuesta Republicana, fuerza política fundada por Mauricio Macri, cuyo epicentro político en ese entonces era la Ciudad de Buenos Aires, capitalizó este conjunto de tendencias políticas. Beneficiaria de la dinámica de la polarización, PRO no replica estrictamente la lógica derecha/ izquierda y sí re-actualiza el eje peronismo/antiperonismo (Ostiguy, 1997) en el presente siglo bajo el formato del antikirchnerismo. En efecto, PRO es una fuerza que se nutre de políticos tradicionales –peronistas y radicales– descontentos con sus fuerzas políticas y los nuclea bajo un liderazgo que de acuerdo con Vommaro (2019) puede ser calificado de un tono “post-ideológico” y “post-material” cuyo propósito era “nueva forma de hacer las cosas”15.
En definitiva, la dinámica de la polarización estaba instalada, desde hace tiempo en Argentina, y no iba a desaparecer fácilmente ya que las fuerzas políticas que la impulsan tienen un importante anclaje en la sociedad y ejercen un significativo proceso de representación política. A diferencia de Brasil, en Argentina, el presidente Alberto Fernández no promueve esta dinámica en su gobierno ni constituye un estilo político. Sin embargo, ese rasgo sí puede observarse en PRO, la principal fuerza de la oposición política.
De la “cuarentena total” a las protestas “anti-cuarentena”
El 19 de marzo el presidente de la nación, Alberto Fernández, anunció por cadena nacional que el país ingresaba en un momento de cuarentena rigurosa y total en la que sólo serían habilitadas “actividades esenciales”, en referencia a los sectores de salud, telecomunicaciones, energía y alimentación. Así se inició el “aislamiento social, preventivo y obligatorio” en todo el territorio nacional, decisión que fue acatada por las autoridades provinciales.
El principal interrogante que se abrió fue acerca del grado de obediencia que despertaría la decisión presidencial. ¿Cuáles serían las razones por las que una decisión política drástica y cuya envergadura no se correspondía con la situación sanitaria –97 infecciones y 2 muertos en ese momento– pudo ser obedecida por la ciudadanía? Cabe destacar que Argentina no cuenta con los recursos tecnológicos ni monetarios de China, ni de Corea. En este contexto hay que destacar que el miedo y la incertidumbre a un “enemigo invisible”, en referencia al coronavirus, jugó un importante papel. Sin embargo, el estilo político desplegado por el presidente y los acuerdos políticos alcanzados fueron relevantes. El componente político ha sido ciertamente importante. Munido y asesorado por un comité de infectólogos –expertos– y rodeados de las principales figuras del oficialismo y de la oposición política, el presidente Alberto Fernández desplegó con mucha eficacia una estrategia sanitaria que tuvo un carácter anticipatorio de la pandemia y, al mismo tiempo, de alta rigurosidad. La ciudadanía acompañó inicialmente esta decisión política, la que se expresó en obedecer este tipo de confinamiento.
Esto fue acompañado por políticas de contención social que colaboraron a tolerar la imposibilidad de comerciar y de producir de todas las clases sociales. Las de mayor relevancia fueron: Ingreso Familiar de Emergencia destinado a trabajadores monotributistas categorías A y B y trabajadores informales (8 millones de personas); Bono extraordinario para jubilados de menores ingresos (3 millones de personas) y para quienes perciben la Asignación Universal por Hijo y por Embarazo (4 millones de personas); Programa de Asistencia de Emergencia para el Trabajo y la Producción (ATP), que consistió en el otorgamiento por parte del Estado de un salario complementario a los trabajadores, reducción de contribuciones patronales, créditos a tasa 0, etc. ; ayuda alimentaria a los sectores populares mediante la implementación de “tarjetas alimentarias” y, además, asistencia alimentaria a las “barriadas”, la que fue ejecutada por las fuerzas de seguridad en colaboración con organizaciones políticas y sociales; Programa para la Emergencia Financiera Provincial, que consistió en partidas presupuestarias por parte del Estado nacional a aquellas provincias que no puedan afrontar la situación sanitaria, etc. La Oficina de Presupuesto del Congreso Nacional, un organismo técnico, calculó que este conjunto de políticas alcanzaría el 4,84% del Producto Bruto Interno calculado para 2020 y entre abril y mayo se han ejecutado 1,19 % (Diario InfoBae, “Coronavirus: cuánto se presupuestó y se gastó en la pandemia”, 14/6/2020).
La estrategia sanitaria decidida por el presidente Alberto Fernández tuvo gran aceptación ciudadana, incluso la comunicación presidencial en las cadenas nacionales, que se sucedían cada quince días, alcanzaba niveles de rating inesperados y altos. El confinamiento ciudadano impulsado por la presidencia fue obedecido, no teniéndose que acudir a una política coercitiva por parte del Estado.
Los “anti-cuarentena” y la “infectadura”, las orientaciones de las protestas
Las acciones colectivas en Argentina se organizaron predominantemente en torno a la estrategia sanitaria ejecutada por el gobierno nacional. En efecto, luego de una aparente cordialidad entre las fuerzas políticas oficialistas y opositoras, entre medios de comunicación afines y opositores, comenzó a estructurarse un eje de protesta social que fue denominado los “anti-cuarentena”, cuyo principal vector fue el valor de la “libertad” en sus acepciones civiles –de tránsito, de expresión, etc.– y económica –libertad de comerciar.
Las protestas se encuentran protagonizadas por un sector de la población cuya representación política es canalizada por el ala conservadora y autoritaria de Juntos por el Cambio, cuyo jefe político es Mauricio Macri. Sin embargo, es necesario precisar el derrotero político de lo que se denominó “los anti-cuarentena”. De acuerdo con ello, es posible observar que las alarmas se encendieron, primero, con el otorgamiento de “superpoderes” por parte del presidente Alberto Fernández a su Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero; segundo, con la tentativa de presentar un proyecto de ley acerca de un tributo extraordinario a las grandes fortunas; y, tercero, con la iniciativa de liberación de presos bajo el argumento gubernamental de las negativas condiciones sanitarias en las cárceles. El 30 de abril se organizó un cacerolazo masivo, de alcance nacional, bajo la consigna #NoalaLiberacióndePresos. A comienzos de mayo en Argentina, luego de 40 días de cuarentena, las protestas tenían un perfil definido: realizado por sectores sociales medios y medios altos cuyas consignas encuentran una fidedigna expresión en el ala autoritaria de la formación de Juntos por el Cambio.
El 25 de mayo, fecha patria, constituyó una buena estructura de oportunidades para lanzarse a la protesta, con la posibilidad de capitalizar el descontento inicial y sumar el cansancio ciudadano acumulado por los días de cuarentena. Esa fecha fue propicia para la organización de “marchas anti-cuarentena”, cuyo epicentro fue el Obelisco, pero, también, se sucedieron en diferentes barrios de la ciudad de Buenos Aires. Las consignas enarboladas eran: “contra la cuarentena más larga del mundo”, “el virus fue creado por el gobierno corrupto!”, etc.
Con posterioridad, se produjeron manifestaciones -a pie y en automóvilessignificativas el 30 de mayo y el 4 de junio, antes y luego de que Alberto Fernández anunciara una nueva prolongación de la cuarentena por 21 días. Su punto de concentración fue la Quinta de Olivos, lugar de residencia del presidente de la Nación, y en el Obelisco. Asimismo, también se produjeron en diversos barrios de la ciudad y la provincia de Buenos Aires como así en otros centros urbanos. Organizada por las redes sociales con los hashtags “Caravanadel30M” y “Caravana de la libertad”, las consignas, ahora, tenían un carácter más duro, recordándose al militar Jorge
Rafael Videla, quien había encabezado la cruenta y última dictadura militar en Argentina, bajo la consigna era “Mi general, se lo necesita”; además, también se observaban consignas del tenor de “el virus existe, la pandemia no!”, “no queremos ser Venezuela”; “Libertad para trabajar”, “No al Estado totalitario”, etc.
Finalmente, cabe destacar la publicación de un documento titulado “La Democracia está en peligro”, el que fue firmado por intelectuales, investigadores del Conicet, personalidades, etc. y que plantea el polémico término “infectadura”, aludiendo a cómo la pandemia convierte a la democracia argentina en una dictadura. Lo cierto es que este documento colaboró con el clima de movilización social cuyas peticiones pueden inscribirse en el marco político organizado en torno a un “individualismo autoritario” (Adamowsky, 2020 y 2017). En efecto, se trata de una ciudadanía opositora a la fuerza política que gobierna cuya representación en términos de formación política se encuentra expresada en Juntos por Cambio, la coalición electoral que gobernó desde 2015 a 2019. En Argentina un elemento destacable fue el modo en que esta fuerza ha expresado y reactivado las fibras individualistas, meritocráticas y de esfuerzo de parte de la sociedad (Canelo, 2019). Si bien es cierto que Juntos por el Cambio perdió las elecciones ocurridas en 2019, existen sobradas razones para pensar su persistencia política. En este contexto político signado por la pandemia PRO y Juntos por el Cambio muestran su cara autoritaria y conservadora, en detrimento de su ala liberal.
Conclusiones
En momentos excepcionales resulta recurrente pensar más en cursos de acción política novedosos que en la persistencia de los mismos. En este trabajo no se desconocen las decisiones y acciones políticas con rasgos nuevos, sin embargo, se intenta llamar la atención sobre la persistencia de determinadas culturas políticas en el marco de la problemática de la acción colectiva. En este sentido, se destaca, en primer lugar, que la proliferación de protestas sociales se produjo al compás y, simultáneamente, de procesos de concentración de poder en las esferas e instancias de decisión política. Así la concentración de poder en procesos decisionales y el contexto signado por el COVID 19 no inhibieron la realización de protestas ni su protagonismo como formas de manifestación política. En segundo lugar, se observa la persistencia de culturas políticas en momentos excepcionales. Y, finalmente, que la modalidad que asumió esta cultura política se relaciona con la dinámica de la polarización propia del momento previo a la experiencia de pandemia. En efecto, a pesar de las diferencias en las estrategias sanitarias entre Argentina y Brasil y de los estilos de liderazgos se observa que la dinámica de la polarización en el marco de la acción colectiva muestra su persistencia.
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Notas