Desarrollo y conflictividad socio-territorial en Patagonia
Polos de desarrollo, acumulación originaria y expansión capitalista. Un estudio comparativo del estado argentino, brasileño y español
Polos de desarrollo, acumulación originaria y expansión capitalista. Un estudio comparativo del estado argentino, brasileño y español
Theomai, núm. 34, pp. 88-103, 2016
Red Internacional de Estudios sobre Sociedad, Naturaleza y Desarrollo
Número 34 (segundo semestre 2016) - number 34 (second semester 2016)

Desde la década de 1950 las ideas "desarrollistas" fijaron la agenda de las políticas, en el plano económico y social, para los estados considerados "subdesarrollados" o "atrasados". Dentro de ese marco general nos enfocaremos en las políticas de instalación de “polos de desarrollo” en diversas regiones de los estados argentino, brasileño y español.
La política de generar "polos de desarrollo" proponía la creación de industrias subsidiadas por el estado, las cuales debían ser instaladas en regiones consideradas “marginales”, por estar escasamente integradas al mercado nacional. El esfuerzo debía concentrarse en implantar, en regiones periféricas de cada estado, actividades dinamizadoras, las cuales, supuestamente, emitirían ondas concéntricas de crecimiento que generarían encadenamientos productivos y asegurarían la plena conformación de un mercado nacional integrado, que rompería con la situación de subdesarrollo (Perroux, 1955).
En Argentina la Patagonia fue el centro de aplicación de esta política. Sus impulsores destacaban la necesidad de proteger la región de los supuestos peligros de invasión de países vecinos o potencias externas; para ello era necesario poblarla. En este artículo trabajamos el polo de desarrollo impulsado en el noreste de Chubut, que recibió la mayor cantidad de inversiones.
El polo más relevante impulsado en Brasil, fue el de la Zona Franca de Manaos (capital de Amazonas). También allí se hacía referencia a la necesidad de proteger una región rica en recursos naturales. Se enfrentaba la “internacionalización” de Amazonia, o la ocupación de las potencias coloniales con intereses geopolíticos cercanos.
En el estado español se instalaron varios polos durante el franquismo. Aquí trabajamos centralmente el de Huelva (Andalucía) y Vitoria (Álava, País Vasco), y haremos referencias al caso de Asturias y a los polos instalados en Galicia. Todos fueron impuestos desde el estado central, a excepción de Vitoria, un modelo industrializador impulsado por el gobierno local.
Estos proyectos se impusieron durante gobiernos autoritarios, en el marco de una permanente represión a los reclamos sociales. Consideramos que investigar los polos de desarrollo en clave comparativa transnacional, es un análisis relevante para pensar las formas de industrialización y los paradigmas de desarrollo puestos en juego, en regiones que recibieron una importante inversión industrial y vieron transformados sus territorios de manera vertiginosa e irreversible. Los polos de desarrollo pueden funcionar como "laboratorios sociales y territoriales” para los investigadores, donde se hace posible estudiar, en forma concentrada en el tiempo y el territorio, procesos que en otras regiones se dieron a través de etapas mucho más largas.
Es casi una obviedad afirmar que los polos de desarrollo implicaron la transferencia de recursos estatales a privados. No lo es tanto proponer, como hipótesis y/o clave explicativa del proceso, que la intencionalidad de estos procesos fue expandir las relaciones sociales plenamente capitalistas a regiones donde tenían peso relaciones precapitalistas2, propias de economías campesinas de autosubsistencia.
La instalación de polos generó un acelerado proceso de expansión capitalista, consolidando dinámicas de proletarización, urbanización y pérdida de pequeñas propiedades. Las relaciones sociales precapitalistas, que con distinta intensidad existían en esas regiones, fueron arrasadas por la oleada desarrollista. La hipótesis es, entonces, que los polos de desarrollo fueron la estrategia específica del desarrollismo para las regiones que tenían un peso significativo de relaciones sociales precapitalistas.
Debe constituirse, como operador teórico de relevancia para hacer inteligible este proceso, la aplicación del concepto de "acumulación originaria" o "primitiva"3. La necesidad de utilizar dicho concepto surge de considerar que los polos fueron generadores de un salto cualitativo en las dinámicas expropiatorias sobre los territorios intervenidos.
Nuestra formulación se basa en la noción de que el capitalismo es una forma de organización de la sociedad que se sostiene a partir de su constante reproducción ampliada, su expansión permanente: “En ese desarrollo del capitalismo existen siempre dos direcciones de expansión, una de las cuales prima sobre la otra según los momentos: una expansión en extensión constituida por la difusión de la esfera de dominio de las relaciones sociales capitalistas a nuevos territorios sociales, en que las relaciones sociales preexistentes van siendo descompuestas mientras se van constituyendo las relaciones propias del capital, y otra dirección, en profundidad, constituida por un mayor crecimiento de la agricultura y la industria capitalistas en un territorio social dado, donde las relaciones capitalistas ya eran dominantes” (Iñigo Carrera y Podestá, 1997: 2).
La fase donde la expansión en extensión es predominante debe incluir en su análisis la noción de acumulación originaria, ya que al tratarse del avance de “la esfera de dominio de las relaciones sociales capitalistas a nuevos territorios sociales”, ello implica, necesariamente, que se están produciendo dinámicas expropiatorias, que transforman a una porción de los habitantes de esas regiones, en proletarios. La ocupación capitalista de un nuevo territorio siempre se basa en una separación radical del productor directo respecto a sus medios de producción.
Los territorios intervenidos por polos de desarrollo eran, hacia las décadas del ‘60 y ’70, regiones donde el capitalismo aún podía desarrollarse en extensión, mientras en las porciones centrales de cada estado nacional el capitalismo ya necesitaba desarrollarse en profundidad. En todos los casos se avanzó hacia una mayor homogeneización de esos territorios considerados “atrasados” con el resto del estado. Una vez conseguido ese proceso el “polo” dejaba de ser necesario. Por ello esta política en general sería abandonada al momento del avance neoliberal.
El polo de desarrollo en el noreste de Chubut
Hasta mediados del siglo XIX el territorio que hoy conforma la provincia de Chubut se encontraba únicamente habitado por sus pueblos originarios. Tras la ocupación militar de los territorios de Pampa y Patagonia, hacia 1879-1884, el estado argentino comenzó a instalarse sobre la región (Vezub, 2009). Se truncó una economía sustentada en la utilización sustentable de los bienes comunes y se pasó a una expoliación acelerada de los recursos para la acumulación individual de capitales (Barbería, 1995; Bandieri 2005).
Para 1940 la producción agrícola regional comenzaba a ser menos redituable ante la baja de los costos de transporte que aumentaba la competencia con los productos del norte. Otras actividades, como los molinos harineros o la producción tambera, tampoco consiguieron resistir el avance de las grandes empresas nacionales; así la ganadería ovina para lana será la actividad fundamental hasta la instalación del “polo de desarrollo” (Ibarra, 1997).
Estos proyectos tenían, para el caso argentino, una matriz ideológica proveniente de la doctrina de seguridad nacional (Pérez Álvarez, 2016). En esta perspectiva se inscribe la promulgación del decreto 10.991/56, que eximió de impuestos las importaciones al sur del paralelo 42 como forma de “propender al desarrollo de la Patagonia”4. La elección del noreste de Chubut5 como centro de inversión, muestra la lógica expectativa de los empresarios privados de conseguir ganancias a corto plazo, sin preocuparse por el "desarrollo" de la Patagonia.
El aporte estatal se hizo cada vez más importante, con inversiones en infraestructura (caminos, viviendas, redes de agua, teléfono, gas, energía eléctrica), créditos estatales para empresas privadas y subsidios oficiales a esas mismas empresas. En la década del ‘60 las franquicias de importación fueron reemplazadas por la exención de impuestos a las industrias que se instalasen. Se impulsó la instalación de fábricas procesadoras de fibras sintéticas, proyecto que impedía la articulación con la producción tradicional de Patagonia6. Durante el período 1955- 1960 se instalaron en Chubut 34 plantas textiles (Altimir, 1970); desde 1970 la llegada de empresas fue más dinámica, y entre 1970 y 1974 se pusieron en marcha 35 nuevas fábricas (Beccaria, 1983).
Con la puesta en marcha de estos proyectos la sociedad de Chubut fue transformada. Las políticas agrarias que impulsó el polo desarrollista estimularon el despoblamiento de los departamentos de la región central y suroeste de la provincia, y la concentración de población en unos pocos núcleos urbanos de la zona costera y el noroeste (ver Hermosilla Rivera, 2014).
Se promovieron políticas de concentración de la propiedad y eliminación de los minifundios considerados "improductivos", que llevaron al despoblamiento de las regiones donde las mismas consiguieron ser impuestas. Los informes que planificaban el modelo desarrollista sólo apoyaban la continuidad de algunos minifundios en los valles cercanos a las ciudades, a fin de proveer con alimentos frescos a la población en crecimiento de las ciudades a industrializar. Esto se lograría en base a la cooperativización de los pequeños productores que habitaban los valles cercanos a las regiones urbanas. Ninguna de estas políticas de apoyo a los pequeños productores se plantearon para los minifundios del resto de Chubut, en especial para los habitantes de la meseta.
Según el informe más influyente de los producidos para planificar el modelo industrialista en Chubut, esas pequeñas propiedades “sostienen un estrato de producción rural relativamente proletarizadas” (Altimir, 1970: 3-50); una vez que perdieron sus tierras esos nuevos proletarios alimentaron el crecimiento de las ciudades costeras. Migraron hacia Trelew y Puerto Madryn, insertándose como proletarios luego de haber sido expropiados por el avance de los latifundios, y/o asfixiados por los escasos recursos que generaban sus pequeñas propiedades.
Se explicita, en el marco de un análisis de prospectiva sobre las posibles mejoras técnicas y tecnológicas en la producción ovina de Chubut, que las pequeñas propiedades de la meseta “no debían ser tenidas en cuenta como factor de desarrollo” (Altimir, 1970: 3-59). El desarrollo proyectado necesitaba el aniquilamiento de las pequeñas propiedades: las propuestas subrayan la imprescindible tarea de promover economías de escala en este área de la actividad económica, impulsando la concentración de la propiedad. Con la expropiación de los minifundios se "completaría" el proceso de conquista desarrollado por el estado argentino.
En 1971 se creó formalmente el Parque Industrial de Trelew; ese mismo año se adjudicó a ALUAR (Aluminio Argentino S.A.) el proyecto de una fábrica de aluminio primario, que se instalaría en Puerto Madryn. Siempre la inversión clave fue aportada por el estado: el sector público aportó más del 84% del capital de las inversiones netas (Caprano, López y Palacios, 2004; Rougier, 2011).
Una consecuencia de la implantación de estas industrias fue el rápido crecimiento demográfico. El departamento Rawson duplicó su población entre 1960 y 1970 y volvió a duplicarla entre 1970 y 1980. Trelew pasó de 11.852 habitantes en 1960 a 38.664 en 1974. La población en el departamento Biedma, que se mantuvo casi sin cambios entre 1945 y 1970, se triplicó entre 1970 y 1980, y volvió a duplicarse hacia 1991.
Este crecimiento estuvo directamente relacionado con la oferta laboral que generó la industrialización subsidiada: una porción relevante de los aportes migratorios eran los antiguos propietarios de pequeñas explotaciones agropecuarias, que fueron expropiados por el avance de la gran propiedad. Como vimos esto fue parte del proyecto planificador del desarrollismo para la región: esos nuevos proletarios nutrieron, con la fuerza de trabajo contenida en sus cuerpos, el impulso industrialista. En ese sentido el polo fue exitoso, abonando la "superación" de los rasgos precapitalistas, que hasta la década del ’60 tenían un peso relevante en la meseta chubutense.
La Amazonia brasilera
La Zona Franca de Manaus (ZFM) tuvo su origen en la Ley N° 3.173 de 1957 (Araujo Filho, 2005): tenía como objetivo fomentar el almacenamiento, depósito, conservación, recepción y exportación de mercaderías y productos de cualquier naturaleza, provenientes del extranjero o destinados al consumo interno de Amazonia (Puga Ferreira e Botelho, 2014).
Este proyecto inicial no tuvo el impacto esperado, generando únicamente un puerto libre de impuestos. Por eso la ZFM fue reestructurada por el decreto-ley N°288/67 (durante el gobierno dictatorial), impulsando la implantación de industrias en la Amazonia Occidental a través de la concesión de exenciones impositivas.
En 1970 se conformó el distrito industrial de Manaos, a seis kilómetros de la ciudad. Las tierras fueron vendidas a precios irrisorios a las grandes empresas (Salazar, 1985: 24), siendo la mayoría empresas multinacionales que hicieron uso del bajo precio de la mano de obra regional, de los subsidios estatales y del disfrute de un vasto mercado interno cautivo.
Como se habrá notado son claras las similitudes del proceso histórico con la industrialización de Patagonia, tanto en los años de instalación como en la dinámica: la sanción de un área libre de impuestos hacia fines del '50, que no logró los objetivos buscados, y que fue reemplazada por proyectos de exención impositiva para garantizar la instalación de industrias, hacia fines de los '60 e inicios de los '70. La llegada de industrias sería la clave que iniciaría el proceso de poblamiento, afianzamiento de la soberanía nacional, crecimiento, desarrollo e integración plena al mercado nacional.
El objetivo declamado era la integración de esta región "olvidada" al resto del país. Sin embargo una motivación de igual peso ("ou principal, para alguns", según Araujo Filho, 2005: 3) era la dimensión geopolítica, a partir de la preocupación por el interés en controlar la Amazonia y garantizar la soberanía plena sobre el territorio. Para ello era imprescindible poblarla.
La clave sería generar las condiciones para hacer posible el traslado del "excedente" poblacional de las zonas rurales (tanto de los estados amazónicos como del nordeste brasilero), para poblar la ciudad de Manaos y el estado de Amazonas, en un proceso que se presentaba como una conquista heroica de un enorme territorio desconocido (Wiedemann, 1977: 133). La ocupación de Amazonia era asemejada, como en Patagonia, a una aventura, a la ocupación definitiva del territorio brasileño por parte de su pueblo (Wiedemann, 1977: 489).
El modelo concedía incentivos a partir de la exención de impuestos de importación (federales), circulación de productos y servicios (estaduales), y sobre servicios de cualquier naturaleza (municipales). Los tres niveles de gobierno aseguraban este programa, subsidiando a las empresas que se instalaban a su amparo. Así, "instala-se em Manaus um parque industrial moderno, de montagem de aparelhos eletrônicos, sem qualquer absorção de matérias primas locais, regionais e nem mesmo nacionais..." (Salazar, 1985: 11).
Al igual que en Patagonia, pero con mayor aumento poblacional, la instalación de industrias transformó (podríamos afirmar que refundó) a Manaos. Los problemas de vivienda para los migrantes llegados por la oferta laboral, no tardaron en hacerse presentes (De Souza, 2003). Para 2010 esta ciudad contaba con una población cercana a los dos millones de habitantes, multiplicándose por diez la existente antes de la ZFM (Puga Ferreira e Botelho, 2014).
La ciudad, que hasta la implantación de la ZFM era dependiente del comercio con el interior de Amazonas7, adquirió una dimensión tal que el interior pasó a depender de ella; para el 2010 concentraba más del 90% de la economía amazonense (Puga Ferreira e Botelho, 2014). La población llegada a la ciudad era proveniente del interior del mismo Amazonas y otros estados cercanos; se generó un proceso similar al patagónico: despoblamiento del interior amazónico y concentración en el centro urbano (Farias de Moura; Schor y Aldemir, 2011). Como en Patagonia, también se observa un fuerte proceso de privatización y concentración de las tierras, que obligó a los pequeños propietarios a migrar hacia las ciudades, donde pasarían a ser fuerza de trabajo disponible para los proyectos de industrialización.
En contraste con la caída de la promoción industrial en Chubut desde los '90, la ZFM mantuvo su continuidad hasta la actualidad, marcando una diferencia con Patagonia. Una razón de esa continuidad fue la permanencia de subsidios para las empresas allí instaladas, a diferencia de Argentina donde los mismos fueron casi totalmente eliminados. En Patagonia, además, los costos laborales siempre fueron un poco más elevados que en la región central de Argentina; esto llevó a la rápida cancelación de los proyectos cuando no existían incentivos estatales de relevancia.
En Amazonia se sostuvo la provisión de una fuerza de trabajo abundante, con buenos niveles de capacitación y sin mayores costes que en otras regiones, provocando que, en muchos casos, las empresas optaran por sostener métodos productivos más antiguos, de mano de obra intensiva (Puga Ferreira e Botelho, 2014). Esa continuidad expresa la posibilidad que aún tiene el capitalismo de desarrollarse en extensión en la Amazonia, quedando aún territorios sociales que pueden ser conquistados: en Patagonia la expansión ya debe realizarse predominantemente en profundidad.
Breve coda comparativa
Amazonia y Patagonia se configuraron como particularidades específicas. Eran regiones donde la conquista militar de antaño debía ser completada con la conquista industrializadora: así se aseguraría la plena soberanía nacional, completando la ocupación militar con la conquista económica e industrial.
Según los postulados industrialistas, la implantación de los polos generaría crecimiento económico y éste garantizaría, a su vez, el desarrollo integral de la región y su conexión plena con el mercado nacional. El proceso no dió los frutos prometidos. Únicamente se hizo realidad el crecimiento demográfico de los centros urbanos receptores de la industrialización. Pero el mismo se produjo al costo del virtual despoblamiento del interior rural, tanto del centro y cordillera de la Patagonia, como del área rural amazonense.
Un contexto general del caso español
A fines de los '50 la sintonía entre una difícil situación económica y el renacimiento de conflictos sociales, llevó al régimen franquista a dar un fuerte giro, impulsando en 1959 el plan que sería denominado de "estabilización" (Domènech, 2012). Se ponía en marcha un nuevo modelo, que fomentaba la industrialización a partir de la presión sobre el gran ejército de mano de obra disponible y el mantenimiento de bajos salarios (Ortega, 2003; Molinero e Ysàs, 1998).
Se intensificaron los ritmos productivos de la fuerza de trabajo, como clave para promover el crecimiento ante la incapacidad para generarlo vía inversión. Aún existía una importante reserva de trabajadores disponibles en el campo español: había que encontrar la manera de extraer esa mercancía fuerza de trabajo, contenida en cuerpos humanos, y hacerla utilizable para el proceso de industrialización; ese será uno de los objetivos claves del modelo de polos de desarrollo.
Se generó el desplazamiento cuasi forzoso de entre 5 y 6 millones de personas, buscando mejorar sus condiciones de vida, que en muchos casos significaba escapar del hambre8. Fue un enorme trasvasamiento de población que hasta allí permanecía ligada a economías campesinas de auto subsistencia, y por lo tanto con rasgos precapitalistas, a una economía asalariada y urbanizada.
Así se logró la "deseada movilidad sectorial de lo que se denominaba "población activa agraria de baja productividad", que “facilitaría la racionalización de las explotaciones”, permitiendo "aumentar la población activa y transferir mano de obra de la agricultura a la industria y a los servicios" (Sanz Lafuente, 2009: 154).
En 1963 comenzó el impulso más decidido a los polos de desarrollo. El decreto 153/1964 designó “…los siete primeros polos de desarrollo industrial" (Fourneau, 1978: 46), instituyendo como tales a La Coruña, Sevilla, Valladolid, Vigo y Zaragoza. Se otorgó un rango especial, de "polos de promoción industrial", a Huelva y Burgos, por considerarlas regiones especialmente deprimidas.
En 1969 se sumaron otros cuatro polos, “localizados en Granada, Córdoba, Oviedo y Logroño” (González Corujedo, 1970: 151). Luego se habilitaron proyectos en Asturias y Villagarcía de Arousa (González de Langarica, 2009: 46). Ya existían iniciativas generadas por ayuntamientos o provincias, siendo el caso ejemplar Vitoria, en Álava. Siempre se trabajaba desde la idea de implantar, en regiones periféricas del estado, actividades dinamizadoras (Perroux, 1955). Afirma Fernández que “Se trata, por consiguiente, de la aplicación del efecto multiplicador keynesiano” (1972: 22) a la planificación económica. Ello generaría, en el modelo ideal, un ciclo de desarrollo "virtuoso", que se realimentaría sin necesidad de nuevos aportes.
Existía una disputa, entre fracciones burguesas regionales y entre los planificadores, por quien se apropiaría la mercancía fuerza de trabajo que aportaban los nuevos proletarios generados merced al avance en extensión del capitalismo y el consiguiente desplazamiento de los campesinos hacia el trabajo asalariado. Al igual que sucede en el caso patagónico (Pérez Álvarez, 2015a), la cuestión del minifundio y de cómo "resolverlo" es una preocupación clave de los informes técnicos realizados para la instalación de estos programas en cada región (ver Altimir, 1970).
Así lo expresa un trabajo realizado para el caso asturiano en 1970: "Es el minifundio el problema más difícil de resolver, viniendo a ser como un resumen de los condicionantes estructurales del agro provincial" (González Corujedo, 1970: 29). La forma de "resolución de este "problema" solía ser la eliminación de la pequeña propiedad, el desplazamiento del antiguo campesino hacia las ciudades como asalariado, y la concentración de la tierra en el ámbito rural.
El caso de Huelva
Para el análisis del polo de desarrollo en Huelva hacemos eje en los tres estudios que realizó el economista Francis Fourneau. Destaca que con la desamortización del siglo XIX se terminaron de arrasar las tierras comunales de la región. Las luchas entre los sectores dominantes locales, los pequeños campesinos y la mesta, atravesaron siglos, en una región poco integrada al desarrollo capitalista que protagonizaban otros territorios de la península.
La defensa de las tierras comunales tenía relación directa con los niveles de vida del pueblo: "…la explotación colectiva de los bienes comunales, al facilitar la ayuda mutua o gratuita entre todos los habitantes, aseguraba de esta forma un nivel de vida aceptable a una población rural importante" (Fourneau, 1983: 49). El proceso de "reforma de las estructuras agrarias con el fin de modernizar la agricultura nacional" (Fourneau, 1983: 49), empeoró la vida del campesinado.
Sin embargo este proceso no fue "exitoso", en términos capitalistas, para Huelva. Los datos del censo agrario de 1962 (dos años antes del inicio del polo), destacaban que permanecían características propias de "antiguas estructuras agrarias" (Fourneau, 1983: 61). Huelva era una región conformada por grandes latifundios poco productivos y minifundios inviables en condiciones de mercado. Fourneau sostenía que se consolidaba una dinámica donde "La concentración de la tierra se acentúa cada vez más a expensas de los minifundistas" (1983: 61). Esto produce una clave del proceso desarrollista en España: la creación de nuevos proletarios, que se incorporarían al mercado laboral como asalariados con sueldos muy baratos.
Huelva fue incorporada al mercado mundial como proveedora de minerales, específicamente pirita. La instalación de la minera "Río Tinto", de capitales extranjeros, impuso un modelo con rasgos de enclave, propio de características coloniales. Se trataba del saqueo de un bien común en función de la acumulación privada. En los años previos al polo de desarrollo, la crisis crónica de la economía de Huelva se había agravado, debido a la baja que atravesaba el mercado mundial de la pirita.
En el marco de esa compleja situación aparecía una luz de esperanza; la representaba un recurso que Huelva en particular, y Andalucía en general, ofrecía al desarrollismo español: "…una mano de obra muy barata" (Fourneau, 1978: 27). A ella se le debía sumar una masa de población que estaba en condiciones de ser proletarizada en las zonas rurales, merced a unas "Estructuras agrarias y sistemas de cultivo de tipo preindustrial (…) El ultraminifundismo, es decir, unidades con superficie inferior a una hectárea, suponen más de la cuarta parte del número total de las explotaciones" (Fourneau, 1978: 31).
La fuerza de trabajo podía seguir alimentando los centros tradicionales, con el riesgo que una mayor concentración obrera podía generar, o ser el insumo de un desarrollo industrial subsidiado en la misma provincia. Fue la fase de construcción de las empresas y la infraestructura del polo, durante los años 1966-68, la que retuvo el máximo de trabajadores. La migración recibida por la capital provincial provino de su hinterland rural y de otras provincias andaluzas. Eran pequeños propietarios desplazados, o jornaleros agrícolas transformados en obreros eventuales de la construcción (Fourneau, 1980: 211).
La transferencia de población a las ciudades, se realizó generando un nuevo proceso de concentración de la propiedad en el campo vía la expropiación de miles de minifundistas. Así se pudo "…constatar primeramente una disminución del número de explotaciones atestiguando, pues, un real abandono de la tierra. Pero en realidad son las pequeñas explotaciones (menos de cincuenta hectáreas y sobre todo menos de cinco) las que disminuyen mientras que las grandes aumentan" (Fourneau, 1980: 172-173)
Al rol que ya tenía la disponibilidad de población rural considerada excedentaria, que pasan a ser asalariados con escasos sueldos, se le adicionaba que la "reserva de población existente" no hacía necesario fomentar la migración desde otras provincias. Los informes que estudian el proceso de instalación del polo subrayan: "la existencia de población ociosa que puede fácilmente incorporarse a las actividades productivas" (Fernández, 1972: 420).
La mayor parte de esos obreros provenían de tareas por las que apenas recibían lo necesario para cubrir su subsistencia, cuando no vivían bajo regímenes de hambre. La falta de trabajo había profundizado la situación, que los obligaba a abandonar sus pequeñas propiedades, para dirigirse a las ciudades. De esos obreros que pusieron en pie el polo de desarrollo, fueron seleccionándose los planteles de las industrias. Todas pretendían "Formar y seleccionar, según las necesidades de su empresa, una mano de obra sacrificada, manejable y dócil" (Fourneau, 1978: 114). Esa tarea parecía viable, en un contexto donde el arribar a Huelva solía corresponderse, para jornaleros y minifundistas, con una mayor estabilidad y seguridad que lo vivido previamente.
El polo de Huelva explotaba recursos locales, especialmente madera y piritas. Esto podría haber devenido en encadenamientos productivos locales, al modo de la formulación ideal de Perroux. Sin embargo el hecho de que las industrias, y las actividades de explotación, fuesen propiedad de empresas extranjeras sin articulaciones locales, llevó a reforzar la condición de enclave.
Este proyecto fue exitoso en dos aspectos: evitar la inmigración masiva fuera de la provincia y fomentar la industrialización de la capital. Pero registró un evidente fracaso en sus objetivos claves, al menos los así declamados: generar un desarrollo integral y autosostenido de la región, e igualar las condiciones de vida con los polos tradicionales de España. Lejos de promover el desarrollo integral, el polo se transformó en un concentrador de población en la capital, vaciando el interior rural y sometiéndolo a una situación peor a la existente antes de su instalación.
En términos demográficos "los resultados de estas políticas son evidentes hasta en los paisajes: polarización excesiva de las actividades en Huelva y vacío industrial en el resto de la provincia" (Fourneau, 1978: 84). Esto, que también se hace observable en los otros casos, es quizás más evidente en una región donde rápidamente desaparecieron poblaciones con cientos de años de historia. Lanaya (660 habitantes en 1960), Atalaya (994 habitantes) y la estación de Riotinto (268 habitantes), estaban desiertos ya en 1978. El Perrunal había pasado de 1076 habitantes en 1960 a 364 en 1974; Sotiel Coronada de 999 habitantes a 186.
Uno de los efectos más nocivos del polo de Huelva fue su alto efecto contaminante, provocado por las industrias químicas. Huelva se transformó en un sitio privilegiado para las industrias pero peligroso para las personas; la contaminación con residuos de ácido sulfúrico y fosfórico, y amoníaco, entre otros contaminantes, ha generado un "gran peligro para la fauna y flora", afectando la vida de la sociedad (Fourneau, 1978: 62).
Vitoria: un episodio atípico
Vitoria siempre había construido una imagen de "…ciudad pulcra, silente, morigerada, creyente, orgullosa de su tradición, que hacía bandera de su moderación" (De la Fuente, 2009: 88). Aún la guerra civil pasó sin provocar las grandes rupturas que generó en el resto del estado; si bien se produjeron enfrentamientos, estos no tuvieron la magnitud de otras regiones.
Una razón fue el rápido alineamiento de las autoridades locales con los golpistas. Esa "lealtad" fue reconocida por el franquismo "…conviene destacar la importancia del reconocimiento por el Estado a Álava del Concierto económico confirmado por Franco en junio de 1937" (Cantabrana, 2009: 130). Este rasgo es clave para entender las posibilidades que tuvo Vitoria para promover un desarrollo industrial propio. La capacidad de concentrar los impuestos recogidos en la región por el gobierno local (González de Langarica, 2009: 78), le permitió una autonomía que no tuvieron otras regiones del estado español o los casos analizados en otros países.
Se debe adicionar la fuerte tradición de auto gobierno local, que se remonta siglos atrás en la historia de la provincia (Cantabrana, 2009: 153). La industrialización se originó en iniciativas concretas y planificadas desde el gobierno local: fue esa dinámica la que provocó que "Vitoria se convirtiese durante el franquismo en la ciudad española con mayor índice de crecimiento poblacional" (González de Langarica, 2009: 23).
El proyecto se enmarcaba en un contexto nacional de impulso al desarrollismo, y en un ciclo de auge a nivel internacional. Registramos el impulso a la instalación de industrias desde mediados de los '50, cuando: "En 1957 fue aprobado por el pleno del ayuntamiento de la ciudad el primer polígono industrial" (Zárate Martín, 1981: 118). A cuatro años ya se notaba la modificación de la estructura económica: "El crecimiento industrial mantiene su ritmo hasta convertir a Álava en una de las provincias más industrializadas de España" (Carnicero, 2009a: 26).
Desde allí el impulso industrializador fue significativo: "En diez años, de 1961 a 1970, se instalaron en Vitoria 932 nuevas empresas" (Zárate Martín, 1981: 119). La fase de auge del proyecto se extiende hasta 1975, cuando empiezan a aparecer algunos nubarrones en su futuro: "Durante los setenta continuaron asentándose en la ciudad nuevos establecimientos industriales, especialmente hasta 1975" (Carnicero, 2009a).
Se trata, para nosotros, de un caso atípico dentro de los polos de desarrollo analizados. Existe una clara contraposición entre el modelo "alavés" y el formato clásico de imposición de los polos, donde el estado central implantaba, en territorios considerados marginales y/o subdesarrollados, industrias subsidiadas sin articulaciones con la región intervenida. Aquí registramos unas élites locales que planificaron y promovieron un modelo propio, vertebrado con su historia, con las regiones cercanas y con sus propias características.
Una porción significativa del polo se construyó en base al traslado de empresas provenientes de las otras provincias vascas (González de Langarica, 2009: 29), generando procesos de articulación interregional que los polos impuestos desde el estado central no consiguieron promover, ni en España (Fernández, 1972), ni en otros países (Pérez Álvarez, 2016).
Los inmigrantes que nutrieron este crecimiento provinieron, en su mayoría, del ámbito rural: "…migraciones de aluvión procedentes del ámbito rural, de la propia Álava, de las provincias más cercanas y de regiones más alejadas9"(Carnicero, 2009a: 27). Si bien el crecimiento se registra en las tres provincias vascas, el caso alavés fue el más espectacular: "Entre 1960 y 1975 las provincias vascas tuvieron un crecimiento poblacional del 44,38%, siendo Vitoria la de mayor incremento, 70,39%" (Pérez, 2001: 58).
Los problemas de vivienda e infraestructura urbana, típicos de las veloces expansiones de las ciudades donde se instalaron polos de desarrollo, no fueron tan significativos en Vitoria. Sin dudas esto se debió a una planificación local que supo pensar el ordenamiento de la ciudad con unos métodos que las planificaciones "desde arriba" nunca consiguieron.
Aún así no se dejó de expresar el proceso de concentración de la población provincial en el centro urbano industrializado. El polo funcionó como una aspiradora de la masa rural disponible, especialmente campesinos, pequeños propietarios y habitantes de pueblos pequeños. Ni siquiera en este caso atípico se materializó el prometido efecto de irradiación: "Las zonas industrializadas, muy reducidas espacialmente, absorben todo el crecimiento, las demás continúan su proceso de despoblamiento" (Galdos Urrutia, 1990: 49). La creación del polo de Vitoria "…aumentará la tendencia histórica hacia la concentración poblacional en la capital" (Carnicero, 2009a: 28).
Esa situación se extiende hasta el presente, con una Vitoria dinámica e industrial y un hinterland rural casi despoblado: "Vitoria aglutina la mayor parte de la población de Álava. Su centralidad, así como su concentración de servicios ha propiciado esta situación. El resto del territorio alavés está salpicado de pequeños pueblos (exceptuando Nanclares de la Oca, Llodio, Amurrio, Aguarain, Laguardia y Oyón) dispersos entre sí con vías de comunicación, muchas de ellas problemáticas, en donde vive poca población, en muchos casos población envejecida, con dificultades en la movilidad y en la comunicación" (Angulo, 2007).
La capacidad que tuvo este proyecto para planificar su crecimiento industrial y urbano de manera exitosa, indica que el proceso de concentración en la ciudad y vaciamiento de los ámbitos rurales, vía pérdida de pequeñas propiedades y conversión en proletarios de sus antiguos propietarios, no fue un "error" en la aplicación del recetario desarrollista, sino una porción integral, y específicamente buscada, por los polos de desarrollo.
Apuntes sobre el caso de Asturias y Galicia
El caso de Asturias es interesante para seguir elaborando nuestra hipótesis, y brindar elementos para avanzar en su contrastación empírica. Para la puesta en marcha del polo de desarrollo que allí se instalaría se elaboró un completo informe dirigido por Rosa González Corujedo (1970).
La economía asturiana tenía una importante tradición basada en la minería y la siderurgia; para fines de los años '60 ambas actividades atravesaban una profunda crisis y una incierta reestructuración (Erice, 2002). En ese marco se discutió la necesidad de un polo de desarrollo que volviese a impulsar el crecimiento capitalista en la región. Como ya lo marcamos ese informe sostenía que el minifundio era el problema clave a resolver (1970: 29).
Desde un inicio la eliminación de las pequeñas propiedades aparecía como el objetivo central del polo. Esos minifundios se presentaban como la clave del problema productivo, inmovilizando población bajo relaciones sociales con características precapitalistas y una economía campesina más volcada al autoconsumo que al mercado.
Ese importante reservorio de minifundistas es lo que hace explicable la necesidad de un polo de desarrollo en Asturias, que estaba lejos de ser una región atrasada o no industrializada: “el sector industrial acapara el 40,8% de la población activa y el 50,7% de la producción neta provincial, ambos porcentajes se sitúan, a nivel provincial, entre los más elevados del país, y superan ampliamente las medias nacionales” (González Corujedo, 1970: 56).
Es evidente que en Asturias no existía un problema de escaso “desarrollo”, sino un relevante caudal de población que ejecutaba sus actividades y vivía bajo relaciones sociales con características precapitalistas. La transformación de esta realidad se produciría a través de los polos, que provocaron un efecto de concentración de los recursos de las regiones cercanas: “El régimen de polos puede crear una situación de subdesarrollo en las áreas adyacentes al ejercer una atracción excesiva sobre sus recursos humanos” (González Corujedo, 1970: 143).
La misma característica de la presencia de una importante de mano de obra de origen rural es destacada por distintos autores que trabajan los polos de desarrollo en Galicia10. Así lo plantean Redondo y Mirás Araujo, sosteniendo que su mayor recurso era “…la existencia de una mano de obra excedentaria”, que “comienza a ser un activo industrial importante, respecto a otras zonas con un alto grado de industrialización, donde la disponibilidad de personal es ya un problema grave en ciertos sectores" (2009: 222). O sea, ante la mayor dificultad para encontrar fuerza de trabajo barata en las regiones donde el capitalismo ya había completado, en términos generales, su desarrollo en extensión, se impulsaban los polos para incorporar a relaciones plenamente asalariadas a ese “excedente” localizado en el ámbito rural.
Reflexiones finales
Un resultado evidente de la puesta en práctica de los polos de desarrollo en el estado español fue la concentración de población en los centros urbanos industrializados. Junto a los casos analizados de Patagonia y Amazonas parece confirmarse la hipótesis de que estos proyectos, en lugar de funcionar como efectores de "irradiación" del "desarrollo", hicieron las veces de polos de atracción, incapaces de generar articulaciones e interrelaciones con su entorno.
Los polos funcionaron como aspiradoras de la población sobrante o latente que habitaba en regiones rurales, con pequeñas propiedades o trabajo precario, que se convirtieron en obreros industriales asalariados y urbanizados. Este fue el alimento imprescindible para la industrialización, aportando la mercancía sin la cual nada funciona porque es la única capaz de crear valor: la fuerza de trabajo.
En el caso español el vaciamiento de los entornos rurales, que se registra también en los otros procesos analizados, se observó aún más drásticamente porque, como hemos visto, han llegado a desaparecer pueblos enteros que tenían cientos de años de historia. Un economista que ha analizado la dinámica del polo de Huelva a través de los años concluye, en su último trabajo, que: “Estamos, pues, en presencia del clásico fenómeno del paso de una economía preindustrial a una economía de tipo industrial y capitalista, centralizada en un medio urbano que se caracteriza por un importante éxodo rural y la transformación de esta fuerza de trabajo preindustrial en mano de obra industrial” (Fourneau, 1983: 303)
Los proyectos tuvieron matrices comunes en los tres estados, por su origen en gobiernos autoritarios y su búsqueda de control social, pero difirieron en sus discursos legitimadores. En Patagonia y Amazonia seguía siendo clave la imagen de la conquista militar y la civilización avanzando sobre el "desierto" y la "barbarie". En España se planteaba promover el desarrollo de las regiones que habrían quedado "rezagadas".
Los polos de desarrollo consiguieron extender las relaciones sociales plenamente capitalistas a la gran mayoría de los territorios intervenidos. Las pequeñas propiedades se hacían inviables ante la presión de los productos traídos por el mercado en expansión. La oferta de puestos de trabajo industriales-urbanos funcionó como estímulo para el abandono de los minifundios, donde la supervivencia familiar era prácticamente imposible. En otros casos la expropiación no se produjo por coacción económica, operando a través de procesos violentos. Se produjo un crecimiento de las grandes propiedades, con significativos procesos de concentración y privatización de las tierras: esto se hace observable en todos los casos analizados. Además de la concentración de tierras en el ámbito rural, se produjo una sangría de las pequeñas y medianas empresas en función del crecimiento de las grandes, quienes recibieron la mayoría de los subsidios estatales.
Cerramos el artículo con una serie de conclusiones generales, que a la vez son, o pueden funcionar, a modo de hipótesis exploratorias para investigaciones más específicas:
- Los polos de desarrollo implicaron la transferencia de recursos estatales a privados, con la intencionalidad de expandir relaciones sociales plenamente capitalistas a regiones donde tenían peso economías campesinas de autoconsumo y otras estructuras de rasgos precapitalistas.
- La instalación de polos consolidó dinámicas de proletarización, urbanización y pérdida de pequeñas propiedades rurales y urbanas. Se avanzó en la conformación de sociedades “modernas”, donde los rasgos precapitalistas fueron arrasados por la oleada desarrollista.
- Los polos fueron la estrategia específica del desarrollismo para transformar estas regiones, y expandir en ellas las relaciones sociales plenamente capitalistas.
Considero evidente que el estudio de estos proyectos brinda elementos de relevancia, no sólo para la evaluación de los proyectos desarrollistas (en función de "balance"), sino para reflexionar sobre los modelos de desarrollo y/o crecimiento que hoy se ponen en debate, desde diversos contextos y escalas (en clave de "proyección" hacia nuevos futuros).
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Notas