II. Categorías y conflictividad para el debate

Hacia un nuevo horizonte emancipatorio: contribuciones del zapatismo a la teoría y práctica revolucionarias

Raúl Delgado Wise
Universidad Autónoma de Zacatecas, México , México
Aída Martínez Olivares
Universidad Autónoma de Zacatecas, México, México

Hacia un nuevo horizonte emancipatorio: contribuciones del zapatismo a la teoría y práctica revolucionarias

Theomai, núm. 35, pp. 142-156, 2017

Red Internacional de Estudios sobre Sociedad, Naturaleza y Desarrollo

Número 35 (primer semestre 2017) - number 35 (first semester 2017)

Revista THEOMAI / THEOMAI Journal
Estudios críticos sobre Sociedad y Desarrollo / Critical Studies about Society and
Development
Revista THEOMAI / THEOMAI Journal Estudios críticos sobre Sociedad y Desarrollo / Critical Studies about Society and Development
Theomai

No se puede destruir a la hidra si nuestro accionar político y ético cuenta con los mismos principios que la hidra ha impuesto desde que la dominación es dominación… Para acabar con su fuerza es necesario crear un mundo en el que no pueda reproducirse. Sergio Rodríguez Lascano

Desde múltiples aristas, a través de su teoría y práctica, el movimiento zapatista se ha convertido en un faro de inspiración para el pensamiento crítico a nivel planetario. Frente a la feroz embestida en contra de la humanidad que representa la profunda crisis por la que atraviesa el sistema mundo en la actualidad, resulta esencial comprender las características fundamentales del capitalismo contemporáneo y vislumbrar los caminos para avanzar hacia un horizonte emancipatorio. Esta necesidad se vuelve particularmente imperiosa ante la profundidad y severidad de la crisis actual ―de dimensiones civilizatorias y concebida como terminal por algunos analistas― y el rotundo fracaso del llamado socialismo real para trascender las vicisitudes de una sociedad dividida en clases.

Como se desaprende del análisis de Marx sobre la Comuna de Paris (Marx, 1968 [1871]), las transformaciones revolucionares no son algo que se pueda derivar exclusivamente de la reflexión teórica: se nutren fundamentalmente de las experiencias de los movimientos populares y de la sistematización de las mismas en un proceso dialéctico de aprendizaje. En este sentido, lo que este trabajo se propone es reflexionar acerca de dos aportes fundamentes del zapatismo al pensamiento crítico y la lucha revolucionaria: por un lado, su visión del poder, encarnada en una concepción nueva y radical de la resistencia y la rebeldía frente al capitalismo y, por otro lado, su mirada en torno a la necesidad de reencauzar el desarrollo de las fuerzas productivas hacia lo que podríamos concebir, siguiendo a Bolívar Echeverría (2011), como una modernidad alternativa. Ambos aportes representan una bocanada de aire fresco para el avance de los movimientos antisistémicos3 tanto en América Latina como en otras latitudes, en la brega por construir un poder popular, enfrentar al Estado burgués y construir un orden social alternativo, i.e. un mundo en el que quepan muchos mundos.

Para nuestros fines analíticos el trabajo se organiza en cinco apartados. En el primero se aportan algunos elementos esenciales para desentrañar la naturaleza del contexto en el que se despliega el capitalismo contemporáneo. En el segundo se ofrece una visión histórica y una caracterización de los nuevos movimientos sociales antisistémicos en América Latina, con particular énfasis en la génesis y rasgos fundamentales del movimiento zapatista. El tercer apartado aborda aspectos clave de la visión zapatista del poder, enfatizando sus aportes respecto de concepciones previas de la lucha revolucionaria. El cuarto hace referencia a la tentativa zapatista de avanzar hacia un otro desarrollo de las fuerzas productivas. Finalmente, a manera de conclusión, se hace una breve reflexión acerca de las contribuciones y los desafíos que el legado zapatista plantea para el avance hacia un horizonte emancipatorio.

El contexto capitalista contemporáneo

Partiendo de la doble metáfora zapatista de la hidra ―bestia de múltiples cabezas de la mitología griega a la que no se le puede combatir simplemente con cortar sus cabezas, pues las regenera― para referir a la naturaleza compleja y destructiva, aunque no inmortal, del capitalismo, y de la tormenta para aludir a la crisis contemporánea, este apartado se propone desentrañar cinco cabezas de la hidra capitalista que están en la base del capitalismo neoliberal y la crisis de dimensiones civilizatorias que le es inherente.

Un primer rasgo omnipresente en el capitalismo contemporáneo es el hecho de que, como en ninguna otra época de su larga historia, el capital monopolista se ha convertido en el factor dominante de la economía política internacional, a grado tal de que Samir Amin se refiere a la época actual como la de los monopolios generalizados (Amin, 2013). Mediante mega-fusiones y alianzas estratégicas, esta fracción del capital ha alcanzado niveles de concentración y centralización sin precedentes. En efecto, “Las mayores compañías del mundo (aquellas con más de $1000 millones [de dólares estadounidenses] en ventas anuales) … dan cuenta de aproximadamente el 60 por ciento del ingreso, 65 por ciento de la capitalización de mercado, y 75 por ciento de las ganancias [mundiales]” (McKinsey Global Institute, 2015: 21). No se trata, empero, de un simple cambio cuantitativo, sino de una profunda transformación cualitativa en las formas de organización y dominio del capital monopolista basadas en la financiarización, el saqueo de recursos naturales de los países periféricos y las ventajas comparativas derivadas del arbitraje laboral global, es decir, la persistencia de significativos diferenciales salariales entre países y regiones.

Se trata, en esencia, de una reestructuración del capital monopolista a escala planetaria, la cual ha dotado al imperialismo contemporáneo de un nuevo rostro (Suwandi y Foster, 2016) que se caracteriza, entre otras cosas, por la regeneración en algunos casos y el brote, en otros, de cinco cabezas de la hidra capitalista:

Primera cabeza: La financiarización referida al ascenso y predominio del capital financiero sobre otras fracciones del capital (Bello, 2005). Ante la falta de inversiones redituables en la esfera productiva por la crisis de sobreproducción detonada a fines de la década de 1970, el capital comienza a trasladarse hacia la especulación financiera (Brenner, 2002). Asimismo, con la presión a la baja que se ejerce sobre los salarios reales mediante el arbitraje laboral global, se desencadena una explosión de deudas encabezada por el sector financiero, lo cual posibilita que la producción encuentre canales, aun sean endebles e insustentables, de realización. Se produce así la financiarización de la clase capitalista, del capital industrial y de las ganancias corporativas, la cual da lugar a una explosión de capital ficticio, es decir, de títulos financiero sin contraparte en la producción material (Foster, 2010). Esto significa una mutación del ciclo del capital D-M-D’ por D-D’, cuyo “…significado profundo… tiene que ver con lo que se conoce como fetichización del dinero, lo que permite que D-D’ sea la base de un nuevo tipo de acumulación D’-A’ (donde A’ significa acumulación incrementada no productiva” (Rodríguez Lascano, 2016: 39).

Segunda cabeza: La configuración de redes globales de capital monopolista generadas a partir de una estrategia de reestructuración encabezada por las grandes corporaciones multinacionales que, mediante operaciones de outsourcing y cadenas de subcontratación, extienden partes de sus procesos productivos, comerciales, financieros y de servicios a los países periféricos en busca de mano de obra barata (Delgado Wise y Martin, 2015). Un claro ejemplo de esa estrategia son las plataformas de exportación que operan como economías de enclave en los países periféricos.

Este giro hacia cadenas globales de valor ha sido espectacular: “Las 100 mayores corporaciones globales han desplazado su producción hacia sus filiales extranjeras [principalmente en el Sur], donde ahora se localizan cerca del 60% del total de sus bienes y empleados y más de 60% de sus ventas a nivel global” (UNCTAD, 2010). Se trata, en el fondo, de un “nuevo ‘nomadismo’ surgido al interior del sistema de producción global, en el que la selección de localidades se determina en buena parte a partir de dónde es más barata la mano de obra” (Foster et. al., 2011a: 18). En esta perspectiva, cabe destacar que: i) al menos 40% del comercio mundial se asocia a operaciones de outsourcing, incluyendo subcontrataciones y comercio intra-firma entre filiales de una misma compañía (Andreff, 2009) y ii) se estima que en la periferia capitalista hay 85 millones de trabajadores directamente empleados en más de 3,500 zonas de procesamiento para la exportación ubicadas en 130 países (McKinsey Global Institute, 2012).

La estrategia de reestructuración en cuestión ha modificado la geografía global de la producción a grado tal de que actualmente poco más del 70% del empleo industrial se localiza en países periféricos o emergentes (Foster et. al., 2011b).

Tercera cabeza. La reestructuración de los sistemas de innovación a través de la cual las grandes corporaciones con epicentro en Silicon Valley logran poner a su servicio las capacidades humanas para producir conocimiento ―o general intellect utilizando el concepto acuñado por Marx― tanto del centro como de la periferia, reduciendo costos laborales, transfiriendo riesgos y responsabilidades y capitalizando los beneficios mediante la apropiación y concentración de patentes (Delgado Wise, 2015; Delgado Wise y Chávez, 2016; Míguez, 2013).

Lo anterior ha dado lugar a la configuración de lo que podría concebirse como un sistema imperial de innovación caracterizado por: a) una creciente internacionalización y fragmentación de las actividades de innovación (Chesbrough, 2002); b) la creación de ciudades científicas, como Silicon Valley en los Estados Unidos y sus satélites en países periféricos o emergentes, que operan como una suerte de maquiladoras científicas (Saxenian, 2002 y 2006); c) el desarrollo de nuevos métodos para controlar agendas de investigación por las grandes corporaciones multinacionales a partir de capital de riesgo, asociaciones empresariales y subcontrataciones en el ámbito de empresas emergentes o start-ups; d) la creciente participación de fuerza laboral altamente calificada proveniente de países periféricos o emergentes en las dinámicas de innovación (Battelle, 2012) y, lo más importante, e) la creación de un marco institucional ad hoc para la concentración y apropiación de los productos generados por el trabajo científico a través de patentes, conformado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual y la Organización Mundial de Comercio (Delgado Wise y Chávez, 2016). Todo esto ha dado lugar a una apropiación sin precedentes del conocimiento, en tanto bien común intangible, dando lugar a una desbordante expansión, concentración y apropiación privada de los productos del general intellect, que lejos de favorecer una ruta progresista de desarrollo de las fuerzas productivas, inaugura una fase regresiva y oscurantista en el avance y aplicación del conocimiento.

Cuarta cabeza: El extractivismo y el nuevo extractivismo (Gudynas, 2009) en alusión a la creciente apropiación y exportación de minerales, petróleo y gas de los países periféricos por las grandes corporaciones extractivas nacionales y multinacionales, a través de la sobreexplotación de recursos naturales y la consecuente expropiación de bienes comunes, exacer-bando los conflictos sobre territorios y aguas (Veltmeyer, 2013). Ello ha traído consigo severas consecuencias para el medio ambiente a través de la minería a tajo o cielo abierto, el fracking, el gas lutitas, etc.

Dado que los ingresos de algunas de las corporaciones multinacionales más poderosas del mundo dependen de la extracción, producción y consumo de combustibles fósiles, lo más probable es que este patrón persista, ahondando aún más la crisis ecológica y sus efectos sobre el calentamiento global y cambio climático. La nueva ola extractivista desencadenada por la reestructuración neoliberal ha empeorado la degradación ambiental, no solo al expandir la geografía de la destrucción, sino también mediante la estrategia del arbitraje ambiental regulatorio de parte del capital extractivo (Xing and Kolstad, 2002).

Quinta cabeza: El acaparamiento o control de la tierra y recursos naturales por los agronegocios (land grabbing). Este fenómeno se asocia a cambios en los regímenes alimentarios acompañados de dinámicas de financiarización, procesos de acumulación por desposesión (que han implicado un brutal despojo a campesinos y pueblos originarios), cambios en los patrones de cultivo (monocultivo, uso de transgénicos, etc.) y daños severos e irreversibles al entorno natural, tales como pérdida de biodiversidad, destrucción de suelos, quebranto de la soberanía alimentaria, etc. (Borras et. al., 2012). En este caso, se produce también una significativa expropiación de bienes comunes, con la consecuente exacerbación de los conflictos sobre territorios y aguas.

Las cinco cabezas de la hidra referidas están asociadas a la profunda metamorfosis experimentada por el capitalismo neoliberal. Se trata, ante todo, de una embestida brutal en contra de la clase trabajadora y de los sectores populares en prácticamente todos los rincones del planeta. A esta embestida, que ha afectado despiadadamente a pueblos originarios, los zapatistas la caracterizan como la Cuarta Guerra Mundial, cuyo blanco, por sus alcances, es la humanidad entera (Subcomandante Insurgente Marcos, 2003).

Otra pieza fundamental de esta trama es la reconfiguración de la división internacional del trabajo, donde la fuerza de trabajo se convierte en la principal mercancía de intercambio entre países centrales y periféricos, dando lugar a la aparición de nuevas y extremas formas de intercambio desigual (Márquez y Delgado Wise, 2011; Emmanuel, 1972). La dinámica de creciente internacionalización de las finanzas, la producción, el comercio y los servicios propia del capitalismo neoliberal, ha venido acompañada de una creciente fragmentación de la geografía mundial y un desbordante crecimiento de las desigualdades sociales a niveles hasta hace poco inimaginables:

Actualmente, el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante de las personas del planeta. El poder y los privilegios se están utilizando para manipular el sistema económico y así ampliar la brecha, dejando sin esperanza a cientos de millones de personas pobres. (OXFAM, 2016)

Este “orden” o desorden planetario encierra profundas y peligrosas contradicciones (Harvey, 2014) que desencadenaron la crisis mundial desde la década de 1970; crisis que abrió la puerta a la implantación del neoliberalismo y de la que éste no ha logrado desembarazarse. Por el contrario, la hidra capitalista con sus nuevos rostros solo ha encontrado falsas y limitadas salidas a la crisis contemporánea y peor aún, lejos de abrir caminos hacia una fase sostenida de crecimiento de la economía mundial, a cada paso ha contribuido a profundizarla y desatar la tormenta. En palabras de Humberto Márquez:

La crisis que afronta el capitalismo contemporáneo representa una ruptura en el proceso de expansión capitalista promovido por los países centrales, encabezados por Estados Unidos, desde la década de los setenta. Se trata de una reestructuración fallida que ha hecho colapsar al centro mismo del sistema capitalista mundial, sobre todo a sus centros financieros e industriales más dinámicos, y que se ha transmitido con prontitud hacia todos los sectores, circuitos y rincones del capitalismo. Sin embargo, no podemos perder de vista que la estrategia de reestructuración y expansión ha cumplido con creces su cometido principal: concentrar capital, poder y riqueza en manos de una delgada élite de capitalistas transnacionalizados y, en contrapartida, ha deteriorado de manera drástica las condiciones de vida y trabajo de la mayoría de la población. (Márquez, 2010: 67)

Asistimos, por consiguiente, a una profunda crisis multidimensional: financiera, económica, social, cultural y ecológica, que no solo ha puesto en jaque al sistema capitalista, sino que al poner en predicamento las fuentes materiales de la vida ―el trabajo y la naturaleza― ha adquirido dimensiones civilizatorias. Y como bien lo advierte el Subcomandante Insurgente Galeano [antes Marcos] (2015) “Lo que nosotros, nosotras, Zapatistas miramos y escuchamos es que viene una catástrofe en todos los sentidos, una tormenta”; pero como el Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (2016) también lo avizoran “…una tormenta, además de tempestad y caos, también hace fértil la tierra de donde nace siempre un nuevo mundo…”.

Los nuevos movimientos sociales en América Latina

Desde finales del siglo XX, América Latina se ha convertido en campo fértil de lo que algunos académicos y activistas conciben como un nuevo amanecer de los movimientos antisistémicos a nivel global. Bajo una mirada histórica de larga duración y atendiendo a la magnitud, demandas, tácticas y estrategias, modalidades de organización, relaciones con otros actores sociales y formas de conciencia social, es posible distinguir dos cortes o giros históricos fundamentales en el devenir de los movimientos sociales bajo el capitalismo. Después de tres siglos de desarrollo del sistema capitalista, la Revolución Francesa en 1789 y la Comuna de París en 1871 se convierten en un parteaguas respecto del contexto sociocultural en el que se despliegan las luchas anticapitalistas previas, de corte esencialmente campesino, para dar paso a los movimientos obreros urbanos. Más de ciento cincuenta años después, 1968 puede considerarse como un segundo corte histórico en el devenir de los movimientos sociales anticapitalistas (Aguirre Rojas, 2015; Arrighi, Hopkins y Wallerstein, 2012). A partir de entonces, en respuesta a las nuevas condiciones impuestas por el sistema, en diversas regiones del mundo surgen movimientos más amplios y de nuevo tipo que se caracterizan, entre otras cosas, por rechazar toda forma de “vanguardismo” y pugnar por organizaciones horizontales, que buscan una interlocución con la sociedad civil y en las que participa un amplio abanico de sectores sociales desde estudiantes, hasta obreros, campesinos e indígenas.

En el marco del periodo post-68, la gama de agentes involucrados, las formas de lucha y el espectro de demandas enarboladas crecen en magnitud y diversidad. A las luchas anticapitalistas anteriores se suman demandas anti-sistémicas de índole ecologista, feminista, antirracista, pacifista, a favor de la diversidad sexual y en defensa de los derechos humanos, al tiempo que se suman

…nuevas minorías de excluidos, como los ‘sin tierra’, ‘sin trabajo’, ‘sin papeles’, ‘sin ciudadanía y sin derechos’ […] es decir, todo un abanico complejo y multicolor de distintos estratos y sectores subalternos que ahora se enfrentan no solo a las estructuras de la opresión y explotación capitalistas, sino también a las herencias de la opresión heredadas y recicladas que son propias de todas las anteriores sociedades de clase. (Aguirre Rojas, 2015: 48-49)

Cabe destacar que, a partir de 1994 (fecha que marca la aparición pública del movimiento zapatista), América Latina se convierte en punta de lanza de un nuevo ciclo mundial de protesta y resistencia anticapitalista que sucede al derrumbe del llamado socialismo real. Entre los movimientos más representativos de este ciclo figuran los Sin Tierra y Seringueiros en Brasil, los Indígenas ecuatorianos, los Zapatistas, los Guerreros del Agua y Cocaleros bolivianos y los Piqueteros argentinos, los cuales integran una misma familia de movimientos sociales y populares, entre cuyas características destaca su territorialidad, su autonomía radical (material y soberanía política), el impulso a la democracia directa o participativa, la reafirmación cultural e identitaria, la creación de sistemas educativos y de salud propios, la formación de sus intelectuales, la igualdad de género, la organización colectiva y horizontal del trabajo y el impulso a nuevas formas de desarrollo de las fuerzas productivas orientadas a la satisfacción de necesidades sociales y en armonía con la naturaleza (Zibechi, 2015 y 2007).

Es incuestionable la centralidad del zapatismo en este ciclo de resistencia y rebeldía antisistémica, referida por Carlos Aguirre Rojas (2015) mediante cuatro características: su universalidad, su profundidad e impacto, su permanencia y su capacidad de anticipación. Más aún, a través de la formulación de sus trece sencillas y a la vez profundas demandas: techo, tierra, trabajo, alimento, salud, educación, información, cultura, independencia, democracia, justicia, libertad y paz, los zapatistas han logrado dibujar, en sus grandes pinceladas, la agenda general de reivindicaciones enarboladas por los movimientos antisistémicos de los últimos cuatro lustros.

La visión zapatista del poder

El desarrollo del movimiento zapatista ha estado signado por un posicionamiento crítico de cara a las estructuras de gobierno, el Estado, el poder político y, en su sentido más amplio, el poder en sus múltiples manifestaciones. Ello no significa, empero, que la postura zapatista sea la de “cambiar el mundo sin tomar el poder”; significa, por el contrario,

revolucionarlo desde abajo, es decir […] modificar radicalmente las condiciones generales subyacentes que generan y producen esas específicas estructuras del poder polí- tico, del Estado y del gobierno que hoy conocemos, condiciones que al transformarse completamente hagan imposible la existencia misma de las actuales formas de ejercicio del mando y de la obediencia, del monopolio de la gestión de los asuntos públicos y de su sesgado uso clasista, así como del divorcio mismo y hasta contraposición de eso político respecto de lo propiamente social. (Aguirre Rojas, 2015: 136)

Se trata, por consiguiente, de una forma muy otra de lucha política, la cual se sitúa desde y hacia abajo y a la izquierda. Este posicionamiento político implica apartarse radicalmente de la esfera político-electoral, desde donde las “izquierdas” que han llegado al poder no han podido ni podrán despojarse del “ADN” del sistema, cuyo código genético circula por sus venas. Implica también abandonar la frustrada estrategia de tomar el poder ―sea por una vía pacífica o no― y, desde allí, desde el poder conquistado, intentar, en un segundo momento, transformar y trascender las relaciones capitalistas en todos los órdenes. Lo importante para los zapatistas es mirar y situarse del lado de las víctimas (los despojados, los explotados, los oprimidos, los subalternos) para, con ellos y a partir de ellos, avanzar hacia procesos revolucionarios de transformación social basados en la democracia directa o participativa. Para tal efecto, en su teoría y práctica, el zapatismo ha adoptado siete principios que perfilan una otra lógica del poder: Obedecer y no mandar; Representar y no suplantar; Servir y no servirse; Convencer y no vencer; Bajar y no subir; Proponer y no imponer; y Construir y no destruir (Subcomandante Insurgente Marcos, 2013). Mediante estos principios se recupera y enriquece la idea de autogobierno instaurada por otros movimientos emancipatorios como lo fuera la Comuna de Paris y otras experiencias revolucionarias.

Sobre la profunda unidad entre ética y política que encarna la visión zapatista, Raúl Zibechi, en una carta dirigida al Subcomandante insurgente Marcos, señala:

La ética necesita de un lugar otro para echar raíces y florecer. Ese lugar es abajo y a la izquierda, allí donde se fue gestando otra manera de hacer política. Allí donde la palabra está anudada a la vida. Allí donde la vida es un hecho contundente y cotidiano. Esta es la otra política. Ha nacido en el subsuelo para quedarse allí, no se esmera por encontrar escaleras arriba sino que tiende puentes y barcas para llegar a otros abajos. Para construir un mundo diferente con todos los abajos. Esta política es ética, solo ella puede serlo. (Zibechi, 2013: 123)

En suma, a lo que el zapatismo nos interpela es a trascender las formas tradicionales de lucha (i.e. el vanguardismo y la vía electoral) resituándolas para generar “contrapoderes desde y hacia abajo y a la izquierda” que impulsen, con sus propios modos y formas, una ruta autónoma de emancipación apegándose a sus propios calendarios y geografías.

Otra contribución fundamental del zapatismo a las luchas revolucionarias, por cuanto nos ubica en el aquí y el ahora, es su muy otra visión de la Resistencia y la Rebeldía. Con el movimiento zapatista se redefine radicalmente el concepto tradicional de resistencia (pasiva y reactiva), al plantearse convertir “la lucha de resistencia en una lucha de transformación” capaz de construir desde ahora una nueva sociedad libre de toda explotación, despojo, represión y desprecio en los espacios recuperados y bajo su control. Pero no se trata solo de crear ínsulas de resistencia, sino archipiélagos (a ello invita la Sexta Declaración de la Selva Lacandona) que confronten al sistema capitalista con una perspectiva emancipadora y bajo una lógica liberadora y revolucionaria. Dicho en otras palabras, a lo que el zapatismo nos convoca es a

Construir otras relaciones sociales, por pequeñas que ellas sean al inicio. No contentarse con ver cómo florecen, sino siempre plantearte el reto de vincularte (no fusionarte) con otros que quieren hacer lo mismo, donde las relaciones de dominio no operen, donde valgas por lo que eres y no por lo que ganas, donde puedas trabajar sin que exploten tu mano de obra, donde lo que crees no te sea ajeno, que no baile frente a tus ojos sino que tú bailes alrededor de tu creación y que a partir de ahí te propongas repensar el mundo: ‘¿Quiénes somos? ¿Quiénes queremos ser? ¿Quiénes podemos ser en el mundo?’ ‘¿Qué hacemos para transformar el mundo porque es la única posibilidad para así poder interpretarlo? (Rodríguez Lascano, 2016: 55)

Hacia una modernidad alternativa

Trascender el modo de producción capitalista, nos advierte Marx en El Capital (Marx, 1975 [1866]), no solo implica transformar las relaciones sociales de producción, acabar con toda forma de explotación del hombre por el hombre; implica también la necesidad de crear un nuevo modo técnico de producción acorde a las nuevas relaciones sociales. Así como el capitalismo en sus primeros pasos heredó el modo técnico de producción propio del feudalismo y lo transformó conforme a sus propios principios y lógica, transitar de la prehistoria de la humanidad ―en referencia a toda forma de organización social dividida en clases― a la historia, es decir, a una sociedad sin clases, significa necesariamente transitar a un modo técnico que trascienda al capitalista. Esta necesidad se vuelve aún más imperiosa en la etapa actual del capitalismo caracterizada, como lo destacamos en el primer apartado, por el dominio generalizado del capital monopolista que, en su insaciable afán de lucro, torna el carácter progresista que Marx atribuía al desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo, en su contrario: una ruta regresiva de progreso que atenta contra la naturaleza y contra la vida misma. Y ese es, precisamente, el significado que el capital confiere a la modernidad. Pero, como nos lo advierte Bolívar Echeverría:

La historia contemporánea, configurada en torno al destino de la modernización capitalista, parece encontrarse ante el dilema propio de una ‘situación límite’: o persiste en la dirección marcada por esta modernización y deja de ser un modo (aunque sea contradictorio) de afirmación de la vida, para convertirse en la simple aceptación selectiva de la muerte, o la abandona y, al dejar sin su soporte tradicional a la civilización alcanzada, lleva en cambio a la vida social en dirección a la barbarie. Desencantada de su inspiración en el “socialismo” progresista –que se puso a prueba no solo en la figura del despotismo estatal del ‘mundo [imperio] socialista’ sino también bajo la forma de un correctivo social a las instituciones liberales del ‘mundo (imperio) occidental’–, esta historia parece haber llegado a clausurar aquello que se abrió justamente con ella: la utopía terrenal como propuesta de un mundo humano radicalmente mejor que el establecido, y realmente posible. (Echeverría, 2011: 70)

Sin embargo, como el mismo autor también lo plantea, es posible

…detectar en el campo de la teoría la posibilidad de una modernidad diferente de la que se ha impuesto hasta ahora, de una modernidad no capitalista […] [la cual] no sería ‘un proyecto inacabado’; sería, más bien, un conjunto de posibilidades exploradas y actualizadas solo desde una perspectiva y en un solo sentido, y dispuesto a lo que aborden desde otro lado y lo iluminen con una luz diferente. (Echeverría, 2011: 70)

En esta última perspectiva el zapatismo “…no busca retroceder la rueda de los días rumbo a una arcadia perdida, el nostálgico momento del origen, ni descarrilar el ferrocarril del progreso. Busca algo más definitivo y ambicioso: otro tiempo.” (Villoro, 2016: 18). La educación constituye una pieza fundamental de este engranaje, al dotársele de “contenidos más realistas y verdaderos, que transmitan lo que realmente necesita el pueblo para su liberación” con miras a “fomentar y potenciar la conciencia científica y el pensamiento crítico, como armas intelectuales de la resistencia y de la lucha de los pueblos zapatistas, en pos de la creación de un mundo nuevo, muy otro que el capitalista y en el que ‘quepan muchos mundos’” (Aguirre Rojas, 2008: 189).

El zapatismo es contemporáneo en la medida en que ha planteado una oposición social a lo que ya ha durado en exceso. No busca retroceder la rueda de los días rumbo a una arcadia perdida, el nostálgico momento del origen, ni descarrilar el ferrocarril del progreso. Busca algo más definitivo y ambicioso: otro tiempo. (Villoro, 2016: 18)

Más aún, en la perspectiva de dar un paso firme hacia una modernidad alternativa, en diciembre de 2016 se organizó un encuentro en San Cristóbal de las Casas, Chiapas: “Los Zapatistas y las ConCiencias por la Humanidad” tendiente a iniciar un diálogo con representantes de las “ciencias duras”. En el marco de este encuentro el Subcomandante insurgente Galeano (antes Marcos) hizo el siguiente comentario:

… si los niños de hace 25-30 años nacieron en los preparativos del alzamiento y los de hace 15-20 nacen en la resistencia y la rebeldía; los de los últimos 10-15 años nacen en un proceso de autonomía ya consolidado, con nuevas características, […] entre las que está la necesidad de la Ciencia. (Subcomandante Insurgente Galeano, 2016b)

A través de este comentario se devela, con nitidez, el sentido profundo de la iniciativa: establecer un puente entre un mundo en resistencia en el que se han incubado relaciones sociales no capitalistas, con quienes personifican los avances alcanzados por el conoci-miento bajo la modernidad capitalista en la perspectiva de abrir cauces hacia una ruta alterna de desarrollo del conocimiento con vocación transformadora. Y si bien se trata apenas de un primer paso, aún incipiente, en la tentativa de transformar el modo técnico de producción capitalista y reencauzarlo hacia una modernidad alternativa, no por ello deja de ser una iniciativa de enorme alcance para el avance de los nuevos movimientos sociales antisistémicos, que reafirma la centralidad que en ellos tiene el zapatismo.

A manera de conclusión: reflexiones para avanzar hacia un horizonte emancipatorio

A veinte años de distancia de la aparición pública del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el Subcomandante Insurgente Marcos, en un mensaje dirigido a los integrantes de la Sexta en el mundo,4 hace el siguiente balance:

…nuestro dilema no estaba entre negociar o combatir, sino entre morir o vivir… Y elegimos. Y en lugar de dedicarnos a formar guerrilleros, soldados y escuadrones, preparamos promotores de educación, de salud, y se fueron levantando las bases de la autonomía que hoy maravilla al mundo. En lugar de construir cuarteles, mejorar nuestro armamento, levantar muros y trincheras, se levantaron escuelas, se construyeron hospitales y centros de salud, mejoramos nuestras condiciones de vida. En lugar de luchar por ocupar un lugar en el Partenón de las muertes individualizadas de abajo, elegimos construir la vida […] Y el más importante: el relevo de pensamiento: del vanguardismo revolucionario al mandar obedeciendo; de la toma del Poder de Arriba a la creación del poder de abajo; de la política profesional a la polí- tica cotidiana; de los líderes, a los pueblos; de la marginación de género, a la participación directa de las mujeres; de la burla a lo otro, a la celebración de la diferencia. (Subcomandante Insurgente Marcos, 2014)

El horizonte emancipatorio vislumbrado por los zapatistas puede resumirse en una sencilla pero elocuente utopía concreta:5 construir un mundo en el que quepan muchos mundos, sobre la cual el Subcomandante insurgente Galeano acota:

Lo que me preocupa es que esa casa, que es un mundo, no vaya a ser igual que éste. Que la casa sea mejor, más grande todavía. Que sea tan grande que en ella quepan no uno, sino muchos mundos, todos, los que ya hay, los que todavía van a nacer […] A nosotros nos toca primero saber que esa casa es posible y necesaria. Y luego, pues bueno, lo más fácil: nos toca construirla. Y para eso necesitamos el saber, el sentir, la imaginación, necesitamos las ciencias y las artes. Necesitamos otros corazones […] Ya llegará el día en que nos encontremos con quienes hacen las artes y las ciencias.

Ese día les daremos un abrazo y, como bienvenida, les recibiremos con una sola pregunta: ‘¿Y tú qué?’ (Subcomandante insurgente Galeano, 2016a)

Las contribuciones del zapatismo al pensamiento crítico esbozadas, i.e. su crítica de la realidad capitalista contemporánea, su muy otra visión del poder y su tentativa de avanzar hacia una modernidad alternativa, deconstruyen aspectos cruciales del fallido y mal llamado socialismo real (Sánchez Vázquez, 2008). En múltiples sentidos, representan un legado que ha venido a renovar y oxigenar con aire fresco al pensamiento crítico latinoamericano y de otras latitudes, dotándolo de un horizonte emancipatorio nuevo y de raigambre profundamente revolucionaria. Empero, como los propios zapatistas lo advierten, se trata de una experiencia única, no replicable, que si bien aporta elementos trascendentales y novedosos para el avance de los movimientos antisistémicos a nivel planetario, no deja de plantear enormes desafíos para una efectiva integración de estos movimientos, sin homogeneizarlos ni hegemonizarlos, a fin acabar de una vez y para siempre con la hidra capitalista y hacer realidad un mundo en el que quepan muchos mundos.

Referencias

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_______Antimanual del Buen Rebelde. Guía de la contrapolítica para Subalternos, Anticapitalistas y Antisistémicos. México, Contrahistorias. La otra mirada de Clío, 2015.

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Notas

3 El carácter anti-sistémico de los movimientos alude a su orientación claramente anticapitalista, por cuanto se propone “…genuinamente destruir a este sistema mundial capitalista y reemplazarlo por un sistema social diferente, muy otro que el capitalista” (Aguirre Rojas, 2010: 10).
4 Iniciativa que busca tender puentes e integrar ―no asimilar― a individuos, grupos y movimiento sociales que luchen desde y hacia abajo y a la izquierda, con sus propios modos, calendarios y geografías, para construir un nuevo mundo, un mundo donde quepan muchos mundos.
5 Empleamos aquí la noción de Ernst Bloch, 2007.
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