Dossier

MÍSTICA, CONTEMPLACIÓN Y COVID-19. LA EXPERIENCIA DE LA VIDA

Mysticism, Contemplation and COVID-19

María Teresa Valenzuela Gorozpe*
Universidad Iberoamericana Ciudad de México, México

MÍSTICA, CONTEMPLACIÓN Y COVID-19. LA EXPERIENCIA DE LA VIDA

Revista Iberoamericana de Teología, vol. XVII, núm. 32, pp. 59-71, 2021

Universidad Iberoamericana, Ciudad de México

Revista Iberoamericana de Teología es una publicación semestral editada por el Departamento de Ciencias Religiosas de la Universidad Iberoamericana, A. C., Ciudad de México. Prol. Paseo de la Reforma 880, Col. Lomas de Santa Fe, Álvaro Obregón, C.P. 01219, Tel. 55 59 50 40 00, ext. 7007 y 7352, ribet@ibero.mx, revistas.ibero.mx/ribet. Editor responsable: Ángel F. Méndez Montoya. Responsable del diseño web y actualizaciones: Débora Roberta Sánchez Guajardo. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo de Título No. 04-2016-050912461800-102 ISSN 1870-316X Licitud de título No. 13344, Licitud de Contenido No. 10917, ambos otorgados por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación.

Recepción: 28 Septiembre 2020

Aprobación: 18 Noviembre 2020

Resumen: Este artículo sugiere algunas coincidencias entre dos épocas: el tiempo en que la mística renana vive la inquisición y el periodo actual. Ambas muestran alternativas espirituales en las que se propone el camino de la Gracia para procurar la plenitud de Vida. En el caso del COVID-19, el enfrentamiento a la vulnerabilidad y el encierro nos permite mirar los factores que nos interpelan. Posibilita a detenernos en las preguntas del sentido de la vida centradas en los valores esenciales de amor y solidaridad, obligándonos a relativizar las banalidades y los sistemas de violencia. Por una parte, el texto aborda el enfoque de la mística renana y sus grandes maestros en diálogo con los caminos espirituales de su época. Por otro lado, revisa nuestra confrontación con la pandemia actual, despertándonos a la misma búsqueda.

Palabras clave: Mística, meditación, contemplación, vida y deificación.

Abstract: This article suggests some coincidences between two eras, the time of the Inquisition of the Rhenish mysticism and the current period, which show spiritual alternatives, in which the path of Grace is proposed to procure a fullness of life. In the case of COVID-19, the confrontation with vulnerability and confinement allows us to look at the factors that challenge us. It enables us to stop at the questions of the meaning of life centered on the essential values of love and solidarity, forcing us to relativize the banalities and systems of violence. On the one hand, the text addresses the approach of Rhenish mysticism with its great teachers, in dialogue with the spiritual paths of their time. On the other hand, it reviews our confrontation with the current pandemic, awakening us to the same search.

Keywords: Mysticism, meditation, contemplation, life and deification..

Meditación, búsqueda espiritual y pandemia

Hoy, con la presencia devastadora del COVID-19 —experiencia límite que se ha convertido en pausa, quietud, silencio y vulnerabilidad— todos y todas tenemos frente a nosotros lo que podemos llamar experiencia de la Vida.[1] ¿Qué tipo de pausa es esta? ¿Cómo actuaremos ante ella? La pandemia nos ha provocado una sacudida que nos despierta a mirarnos y nos posibilita crecer —o no— en el peregrinar de la Vida. Atestiguando lo que sucede a nuestro alrededor, encontramos muy diferentes posturas ante dicha pausa. Además, surge la necesidad de actuar mediante la exploración de diferentes caminos en la búsqueda de experiencias de plenitud de Vida. Esto lo podemos llamar el camino hacia el misterio. Como dice Raimon Panikkar:

Sea de ello lo que fuere, la experiencia de la Vida se encuentra circunscrita a algo específicamente humano en cuanto hablamos de la experiencia (humana) de la Vida. Esta experiencia completa de la Vida sería la experiencia mística en su aspecto más genérico… La realidad es sat (Ser), cit (Consciencia) y ananta (Infinitud), dice el Vedanta (Panikkar 2005, 22).

¿Qué sucede con las múltiples experiencias que se viven actualmente con esta pandemia? ¿Tendremos despertares, acontecimientos, luces? ¿O, en cambio, seguiremos cegados ante la Vida? ¿Qué camino y dirección le daremos?

Tratando de observar algunas perspectivas que nos planteamos en esta forma de estar ante la vida, me ha llamado la atención el profundo interés por la meditación como camino para encontrar la paz, la tranquilidad, el control sobre sí. Hay que decir que no todos saben qué es la meditación.[2] Suele confundírsela con la paz, la cual es parte del camino, pero no la meta. Cuando hablamos de meditación en las diferentes tradiciones religiosas nos referimos a permanecer en el centro. Centrarse es el resultado de aquietar el cuerpo y la mente; es decir, silenciarnos, de manera que el espíritu se descentre del ego en un movimiento que nos vincula con la otredad y el Amor, re-centrándonos desde este nuevo punto. Este crecimiento espiritual nos permitirá ser menos autocentrados y más abiertos al Amor.

Anteriormente se relacionaba la “meditación” con la reflexión de nuestros pensamientos, lo que nos causa cierta confusión. Por ello, me parece oportuno utilizar el término contemplación (estar en el templo) utilizado en el cristianismo. En tiempos de pandemia, ante los templos cerrados, la contemplación nos invita a activar el templo que está en cada persona, en nuestros cuerpos y en el corazón. La práctica de la “oración contemplativa”[3] busca la presencia de Dios en la Vida como seres sociales en relación. Trabajar en la conciencia del misterio que nos habita es penetrar en la realidad de la Vida. Por tanto, como camino espiritual, nos lleva a que emerja desde nuestra dimensión profunda la capacidad de humanizarnos. Es decir, vivir de manera más humana, puesto que apunta a que accedamos a un nuevo estado frente a la realidad.

La vocación contemplativa es el compromiso social, integra la vida actual construyendo una sociedad más humana. Esto influye en la edificación de movimientos por la paz y la justicia.

Mística renana, efervescencia religiosa

Al analizar las diferentes reflexiones que realizamos en medio de esta sacudida que nos da la pandemia, me llamó la atención, durante mi lectura de Alain de Libera en su libro Eckhart, Suso, Tauler y la divinización del hombre, el paralelismo que existe entre la cuestión histórica de la mística renana con lo que hoy vivimos. La mística renana[4] buscaba la salida de sí, el abandono del dominio del ego para transfigurar y deificarse, pero sin aniquilarse. Esto lo podemos ver en la metafísica del maestro Eckhart, encontrada en Los sermones et lectiones super Ecclesiastici c. 24, 23-31. El ser es Dios (Eckhart 2010). En palabras de san Pablo: “Porque erais un tiempo tinieblas; mas ahora luz en Dios” (Efesios 5, 8), la apertura a la iniciativa divina y la divinización de la persona humana permiten mirar la perspectiva y el camino de la oración contemplativa. Como sabemos, para las tradiciones cristianas, este es el camino espiritual de cualquier persona santa, padre, madre, doctor o doctora de la Iglesia. No en vano su recorrido interior está marcado en su proceso de Vida, tocado por diferentes experiencias; en ese camino encontramos también la gran influencia de los místicos anteriores a ellos.

Alain de Libera es un catedrático de filosofía medieval en la Sorbona, considerado el mejor conocedor de la mística renana y del maestro Eckhart (1260-1328), con su teología contemplativa y práctica. Narra cómo el principal interés de Eckhart era invitar a los oyentes y lectores a la unión con Dios. De Libera nos lleva por la historia compartiendo lo que se vivía en esa época:

El mundo donde vivían era duro y sufriente. El papado estaba en guerra ideológica con el imperio, la peste iba a asolar muy pronto a Alemania. Era una época en la que quemaban libros y, a veces, a sus autores —como Marguerite Porete, la beguina de Hainaut, y su Espejo de las almas simples y aniquiladas—, una época de censura y de condenas; pero era también una época de discusiones y de poner en cuestión los viejos saberes, la época de Occam y del nominalismo, del florecimiento de la lógica y de la nueva física; tiempo de los espirituales también, de la contestación en el seno de la Iglesia, de la reivindicación de una forma de vida evangélica centrada en la pobreza del cristianismo primitivo: el de Cristo y los apóstoles (De Libera 1996, 8).

Podríamos seguir en lo rudo de la época, los reyes malditos, la guerra de los Cien Años, etc. Lo que aquí quisiera señalar es la situación espiritual de la sociedad, de la Iglesia y su postura. Alain de Libera nos lleva por la historia compartiendo lo que se vivía en momento histórico, anunciando así las preocupaciones que el maestro Eckhart veía en su tiempo: que aquellos que entraban en un trabajo espiritual de Libre Espíritu, no necesitaban de los sacramentos, ni escuchar la palabra de Dios, ni ejecutarse en las virtudes, porque estaban libres de todo pecado. Dejando ver así una despreocupación de toda responsabilidad y búsqueda de crecimiento en la bondad. Pero no así en el caso de las beguinas, en quienes se suscitó una nueva forma de vida activa, de trabajo y ayuda a los pobres, enfermos y más necesitados, con una experiencia profunda contemplativa, de oración, lectura y estudio. Este trabajo dejó ver la participación del laicado y la acción concreta fuera de los templos que generaba un lugar de Gracia y Esperanza. Así como el camino de deificación de los seres humanos desde la búsqueda de contemplación, en el interior del ser humano se ve reflejado su actuar hacia los demás. Vemos que al mismo tiempo que surgen sectas como la que llamaban la secta de Libre Espíritu, cuyo rasgo predominante era la deificación sin responsabilidad ante la vida, ante los demás.

Sin embargo, ésta se entiende como proceso de realización personal, independiente de la frecuentación de los sacramentos, del culto a los santos y de la mediación del clero, signos todos ellos de “emancipación”, que dan un contenido militante a la noción de libertad espiritual, muy alejado del “desprendimiento” eckhartiano (De Libera 1996, 13).

Hoy vemos que muchas personas se preguntan por su espiritualidad y entran en grupos de meditación, en los que encuentran espacios que les dan experiencias de fortaleza, pero que suelen quedarse en búsquedas intimistas. Marguerite Porete fue condenada y ejecutada por no ser comprendida en su época. Sin embargo, hoy sus escritos vibran en el alma de quien los lee. Debemos resaltar que tanto esta mujer mística como el maestro Eckhart tienen grandes coincidencias. Es curioso, por ejemplo, que algunos pasajes de su obra evocan la tesis de la secta de Libre Espíritu. Lo que me parece aquí relevante es tratar de distinguir la invitación a mirar las diferencias que surgen entre lo que aún es mística y lo que sigue viéndose como secta ante la Iglesia. Ante la pregunta de por qué el maestro Eckhart se opuso al Libre Espíritu, la respuesta es porque profesaba la deificación sin Gracia. Para Eckhart la Gracia es el don de Dios mediador entre la Trinidad y la persona humana. Para Eckhart es claro que la Gracia queda reflejada en el actuar hacia los demás y la salida de sí.

Es digno de mencionar también que hay grandes mujeres místicas, como son Ángela de Foligno, Hadewijch de Amberes y Juliana de Norwich. Apenas hasta ahora hemos comenzado a escuchar a estas grandes mujeres. Tanto en ellas como en Eckhart, Tauler y Suso, encontramos la siguiente tesis:

“Dios se hizo hombre para que el hombre se haga Dios”; es la unidad profunda y misteriosa de dos gracias, la gracia de la Encarnación y la de la Inhabitación. Ese mensaje, debe subrayarse, es profundamente ortodoxo. Lo profesan los primeros Padres de la Iglesia: Ireneo de Lyon, Atanasio, Clemente de Alejandría, el propio Agustín. El motivo primero y último de la Encarnación es la deificación. La fuerza de los renanos es explorar a fondo el vínculo teológico existente entre la inhabitación trinitaria, la unión transformadora del alma con Dios en el conocimiento y el amor, y la visión llamada “bienaventurada” o “beatífica” (De Libera 1996, 23).

Es de notar la importancia que tiene el vínculo con Dios para la transformación del ser humano y su posibilidad de plenitud. Me parece profundamente trascendental la mirada de la unión de las dos gracias, como aquí lo llaman, para permitirnos ver la posibilidad transformadora del alma con el conocimiento y el amor.[5] La sabiduría del actuar en el mundo está ligada a la participación divina, por lo que podemos decir que necesitamos los ojos del corazón habitado por Dios para poder amar y servir.

Es necesario considerar que el modelo a seguir es el desprendimiento de sí como condición indispensable para la inhabitación interior del Verbo en el alma, cuestión que encontramos en san Pablo como su experiencia de Vida.[6] Para ello, en la mística renana se plantea un recorrido donde se manifiesta la humildad, el desprendimiento, el abandono, la pobreza, la derelicción,[7] el sufrimiento y la muerte. Asimismo, se manifiesta el intelecto y las profundidades del alma, unificado al Amor y al conocimiento de Dios, que termina en la Gracia y la Deificación.

En el momento actual, adentrarnos en nosotros mismos nos permite cuestionarnos, vivir de cerca y recobrar la experiencia de la posibilidad de la Gracia, ayudando a los demás y desprendiéndonos de nosotros mismos. En esta época de coronavirus estamos llamados a asumir nuestra realidad, nuestra responsabilidad y nuestro sentido social. La presencia de la Gracia la experimentamos en el dinamismo encontrado en nosotros para despertarnos en la ayuda hacia los demás participando en lo que podemos. En este tenor, recuerdo haber estado pensando qué podría hacer cuando de pronto apareció la oportunidad de ayudar en una línea telefónica de apoyo tanto psicológico como espiritual para los que enfrentan miedos e incertidumbres en el confinamiento. La contemplación no es pasividad ni indiferencia, hace brotar el impulso por apoyar a los más necesitados que perdían su forma de sustento. También la invitación a la apertura de talleres de interiorización como una necesidad de escuchar la presencia de Dios.

Regresando a la época mencionada, es de destacar que estos grandes místicos no se desligan de la plegaria y los sacramentos. Este recorrido interior, este peregrinar, va siendo marcado y dirigido por el Amor. Desglosando la interioridad vemos que hay mucha proximidad de la mística renana con las vías de liberación asiáticas. En este punto es importante señalar que actualmente en el trabajo de la interioridad de la meditación encontramos que las técnicas usadas en las meditaciones son recobradas de técnicas como el budismo zen o la práctica del yoga en el Sanatana dharma.[8]

Qué cuestionarnos en nuestro tiempo

Ahora bien, vamos a adentrarnos en las preocupaciones actuales causadas por este confinamiento y el sobresalto diario de vivir ante la posibilidad de la muerte como un gran suceso dentro de esta realidad. En este sentido, muchos tienen que salir a trabajar para comer y alimentar a sus familias. Otros están tocados por la fuerza de tener que estar confinados y quietos. Esta realidad nos hace mirar hacia adentro y plantearnos cuestionamientos como: ¿quién soy?, ¿a dónde voy?, ¿qué me espera?, ¿cómo vivir?, ¿cuáles son mis relaciones con los demás?, ¿qué responsabilidad de actuar tengo ante aquellos que sufren de injusticias? Activar la capacidad reflexiva nos humaniza. Estas preguntas, que se habían quedado guardadas por la comodidad de la vida cotidiana, frente a este confinamiento nos producen un vacío ante lo que creíamos que éramos. Podemos usarlo o no para evolucionar de manera correcta, direccionando con el impulso creador a una dinámica amorosa, procurando la justicia y la equidad, el cuidado mutuo y el del planeta.

Como hace Eckhart analizando a los de la secta de Libre Espíritu, necesitamos dirigirnos hacia nuestro interior en búsqueda de la Gracia y de la vinculación con Dios; es decir, humanizarnos, entendiendo a la humanización como el trascendimiento de sí, con la participación divina en el actuar de los hombres y mujeres. Buscando, por ejemplo, el camino de Pablo: dejar que sea Cristo quien habite en mí (Gal. 2, 20 “y ya no vivo yo, sino que Cristo quien vive en mí”). Estas frases denotan cómo Pablo vivió una experiencia de vacío, de desprendimiento de sí para entrar en ese proceso que lo llevó a la vida deificada, de la cual hace mención en el acontecimiento de Cristo. Esto es, asumiendo la participación divina, donde no se pertenece a sí mismo sino a la persona divina que lo encarna. Este hecho muestra la conciencia de la actividad y participación divinas, donde actuar por nosotros mismos no podemos.

Este proceso lo relaciono con las sinapsis que producen las neuronas en el cerebro humano. Si cada uno de nosotros somos una de esas millones de neuronas, para comunicarnos con las demás requerimos un mecanismo químico esencial que produzca un impulso nervioso que posibilite su comunicación. Sin este impulso no habría comunicación entre las neuronas para que el cerebro humano esté vivo y activo. No sólo por existir el cerebro puede generar las relaciones que de él emanan. Necesita del impulso para generar la Vida. Este ejemplo nos invita a mirar la necesidad que tenemos tanto de la Vida como del impulso para la relacionalidad que nos humaniza y lograr maximizar nuestra capacidad profunda de relacionarnos humanamente.

Cuando observamos el individualismo contemporáneo que ha privatizado la experiencia espiritual, olvidando al otro/Otro, podríamos encontrar otro de los puntos criticados en el sectarismo del Libre Espíritu: la individualización de la espiritualidad, un hecho actual que, junto con la falta de responsabilidad del actuar, también nos deja huecos. Es interesante ver cómo se repiten búsquedas similares, generando las mismas inquietudes aunque en contextos diferentes.

Otro gran rasgo a discernir es cómo la tradición católica no se deslinda del uso de la plegaria y del sacramento, en tanto que somos hombres y mujeres interesados en vivir el Evangelio, puesto que con él nos cimentamos. Esta inclinación a conocer las escrituras sagradas y a reconocer los caminos que siguieron los padres y madres de la Iglesia, permite mirar los recorridos a las obras o acciones humanas, siempre logrando trascender en el actuar humano, dando aquí la perspectiva de la necesaria ruptura de paradigmas para la creación. Es así el caso de las místicas de las culturas budista, vedanta y taoísta, entre otras. Toda mística recurre a sus escritos sagrados como vías de conocimiento. Esto es relevante en el sentido de que necesitamos acompañarnos en el camino, y las escrituras nos ayudan a sacar la mejor versión de nosotros mismos. Al ser analizados, todos los escritos sagrados nos llevan a un nuevo paradigma que se convierte en un camino que apunta más lejos de lo que nuestra limitada construcción nos permite ver. Por tanto, encontramos en ellos maestros de Vida, directrices para vivir en plenitud y caminos para el trascendimiento de sí.

Me llevaría un estudio completo nombrar a todos los grandes místicos y místicas visionarios que comprendían este grupo de mística renana al que aquí me he referido. Fueron promotores de la dignidad humana en el cuidado de los enfermos y excluidos. Fueron escritores, escritoras, teólogas, teólogos, visionarios y reformadoras, reformadores, etc. Fueron miembros de grupos laicales, religiosos con diversas formas de vida. En ellos encontramos siempre su mención al amor a Dios, que se encuentra en la regla de los auténticos amantes (el que ama a Dios con autenticidad), apuntando siempre al abandono en Dios.

Sobre esto, Juan de Dios Martín Velasco, nos recuerda:

“Si no tomáis a Dios como apoyo, no tendréis lugar firme en qué descansar”. Dicho de otra forma. La fe es, a la vez que trascendimiento y descentramiento en el Misterio, encuentro íntimo, como ningún otro, con Él. ¿Es una actitud así coherente con la condición humana? Lo es sin duda, de la forma más plena. Prueba de ello es que ya en el orden mundano la relación interpersonal reproduce la estructura del acto creyente. En ella se produce ya la necesidad del trascendimiento de los sujetos que comparten la relación (Bara Bancel 2016, 33).

Juan de Dios Martín enfatiza cómo la condición humana está en la vincularidad de lo íntimo, en el otro y con el Otro. Viviendo el trascendimiento y descentramiento que esta relación necesita para su armonización, equilibrio y plenitud de Vida.

Es importante señalar el valor que tiene la Presencia, el Absoluto, la Realidad o la Verdad en el camino del trascendimiento de sí. Si no encontramos en el camino interior el acompañamiento del Inefable, ¿dónde queda el ser humano? Pareciera que en estos nuevos momentos de búsqueda de camino espiritual no lo necesitamos. Aunado al momento en el que nos encontramos de vulnerabilidad, considero que podemos dar un salto de nivel de conciencia. Ya no queremos más dolor y sufrimiento. Pensamos: ¡basta ya de sufrimiento! Pero ¿cómo llegar al cambio de conciencia al que podríamos apuntar teniendo esta orfandad de referencias y búsqueda de espiritualidades individualistas? Este cuestionamiento es para todo miembro de la especie que quiera participar en este cambio, con o sin credo, sin religión o con la religión que cada uno tenga. ¿Queremos dar el salto o no?

Tenemos que reconocer que no existe espiritualidad individual. Que el camino es propio de la persona, pero cuando es espiritual se convierte en social. Creo que es importante pasar de un confinamiento forzado a un retiro libremente elegido. Hemos atravesado primero por la rebelión, por la negación, por la depresión para, finalmente, dar lugar a la aceptación, a la conversión y a la transformación, mirando la posibilidad de un nuevo paradigma más humano. Las vulnerabilidades son parte de lo que este mundo nos ofrece, pero ¿cómo acogerlas? Lo podemos hacer sin perder de vista que tienen una implicación humana que permite a la persona salir de sí, reconociendo que formamos parte de ese Todo unido.

Me parece relevante en este punto la aclaración que Gastón Soublette hace sobre la meditación:

Pero sobre eso y que es lo que siempre mi maestro me dijo [Lanza del Vasto], eso es infra-religioso, está debajo de lo religioso, pero por sobre eso está la fe en Dios y eso no tiene método, el único método es la entrega absoluta. El problema de la sabiduría es que lo prevé todo. No todo es previsible. Lo más importante es imprevisible. Entonces tú le entregas tu persona al poder que ha creado el universo y tú le das una forma, lo llamas con un nombre, lo llamas Señor, Yahvé, lo llamas Brahmán, lo llamas el Ser, si quieres nada más, y te entregas totalmente a él. Si esa entrega es absoluta a la fuente de la bondad, de la vida, la práctica de la meditación es limitada. No te asegura una base ética para vivir. Hay gente que practica meditación y se porta muy mal, por ejemplo, Heinrich Himmler, el brazo derecho de Hitler. Era un gran místico, tremendo místico, y hacía profundas meditaciones, sin embargo, era el hombre más malo del mundo. Entonces se puede hacer el bien o el mal. La entrega a Dios te asegura un comportamiento ético que será aceptable (Soublette 2017, 4).

Creo que es momento de entender las transformaciones que se están dando en nuestro entorno. Tener la capacidad y fortaleza suficientes para interpretar estos mensajes e iniciar un cambio trascendental como individuos, como personas. Aprovechar la interioridad que nos permite el confinamiento por la pandemia y romper con paradigmas que hasta ahora hemos llevado como pesados lastres que nos impiden trascender como personas y llegar a la plenitud de la verdadera Vida. Uno de esos paradigmas que es urgente demoler es la falsa concepción que tenemos de que los cambios en nuestro comportamiento ante la Vida deben llegar del exterior, siendo que es exactamente al contrario: los cambios internos propician la transformación externa y con ello nos permite responder con responsabilidad ante la sociedad. Exigir y promover los cambios de paradigmas que eleven nuestra condición humana y romper así con los sistemas estructurales de violencia. Sin olvidar que también debemos tener una responsabilidad de exigir a líderes, empresas, autoridades e instituciones que actúen de manera honesta y con justicia, evitando la violencia. Para lograr esto, debemos profundizar en el conocimiento y la fortaleza de los grandes místicos que han logrado romper barreras mediante la meditación profunda y su conexión con Dios para trascender hacia la Vida plena.

¿Podemos convertir nuestra casa común confinada por la pandemia en un lugar humano y de transformación colectiva? ¿Queremos hacerlo? Creo que para ello tenemos que regresar a las fuentes que nos permitan romper con nuestros sistemas de violencia estructural y transformarlos en paradigmas realmente humanizantes. Espero que esta pandemia nos permita adentrarnos a contemplar quiénes nos necesitan y nos abramos a recibir todo aquello que necesitamos. Que este proceso vivido sea una oportunidad para humanizarnos. Sin perder de vista el Misterio de Amor, que nos habita, que está presente en el mundo, siendo aquel que nos Uney daVida.

La experiencia mística, como bien dice Panikkar, tiene una relación directa con la totalidad de la condición humana. En este tiempo de pandemia, las experiencias humanas de vulnerabilidad nos despiertan a esta dimensión. Retornar a nuestro interior, en el silencio y en la quietud, que es el lugar donde podemos mirar la Presencia que nos habita e impulsa a Amar. Por ello, debemos recuperar y valorar tanto la meditación como la oración contemplativa.

Dios está de modo espiritual en todas las cosas por esencia, operación y poder. Mas como engendrante está sólo en el alma (Farrely 2000, 147).

Referencias

Biblia de Jerusalén. 1999. Bilbao: Desclée De Brouwer.

Bara Bancel, Silvia (ed.). 2016. Mujer, mística y política. La experiencia de Dios que implica y complica. Navarra: Verbo Divino.

Brian Farrely, O. 2000. Eckhart, Tauler y Seuze, vida y doctrina del Maestro y sus dos mejores discípulos. Madrid: EDIBESA.

De Libera Alain. 1996. Eckhart, Suso, Tauler y la divinización del hombre. París: Bayard.

Eckhart, M. 2010. Sermones y lecciones sobre el capítulo 24, 23-31 del eclesiástico. Pamplona: EUNSA.

Panikkar, Raimon. 2005. De la Mística, experiencia plena de la Vida. Barcelona: Herder.

Soublette, Gastón. 2017. “Gastón Soublette en el Parque de Estudios y Reflexión Los Manantiales.” Consultado julio de 2020. http://www.parquemanantiales.org/wp-content/uploads/SOUBLETTE2017.pdf.

Undrehill, Evelyn. 2015. La práctica del misticismo. Madrid: Trotta.

Notas

* Maestra en Teología y mundo contemporáneo con la tesis “La necesidad vital de Ser oración de Thomas Merton”. Artículo publicado en la revista Intersticio, filosofía arte y religión. Profesora en la Universidad iberoamericana de las materias de “Mística en las tradiciones religiosas” y “Religiones del mundo”. Imparte el taller de “Perspectivas de mística y práctica contemplativa”.
[1] Cuando hablo de Vida con mayúscula me refiero a la Vida humana, que permite mirar la presencia divina que acontece.
[2] Meditación viene de la palabra latina meditari, reflexionar, estar en el centro (punto medio), o mederi, que significa salud. Esto permite que hoy todo trabajo de interiorización, principalmente varias técnicas de origen oriental, sea llamado “meditación”. Desafortunadamente, como proceso técnico, muchas veces se queda en la forma, sin fondo, perdiéndonos de la grandeza que ofrecen las tradiciones orientales, de la armonía del mundo, del ser humano con el Otro, de los otros y de la naturaleza.
[3] La palabra contemplar viene del latín contemplari (mirar atentamente un espacio delimitado), compuesto con la preposición cum (compañía o acción conjunta) y templum (templo, lugar sagrado para ver el cielo).

La oración contemplativa es el camino de oración que capacita al encuentro con Dios, con uno mismo y con los demás. Es la oración que ayuda a profundizar en la fe que, como bien dice Santa Teresa, es la llave del castillo interior. Lleva a la persona desde la atención y escucha como camino a la Presencia, desde el desarrollo de la percepción. Para Evelyn Underhill, “la contemplación es, por un lado, la actividad esencial de todos los artistas y, por otro, el arte a través del cual aquellos que eligen aprenderla y practicarla pueden compartir, en parte, y según sus capacidades, la experiencia especial de los místicos y los poetas. Gracias a ella pueden alcanzar una mirada virgen sobre las cosas, ese poder celestial con la vida verdadera que aparece cuando aquello que llamamos ‘sensación’ es liberado de la tiranía de lo que llamamos ‘pensamiento’” (Underhill 2015, 31-32).

[4] En el siglo xii en la región del río Rin, había una gran efervescencia religiosa y eran muchas las personas con deseo de una auténtica vida del Evangelio, desarrollándose así varios centros espirituales. La mística renana surge en este caldo de cultivo de reflexión teológica y filosófica.
[5] Como dice mi maestro, el doctor Ángel F. Méndez Montoya, dándose un movimiento quiásmico: Dios en la humanidad y la humanidad en Dios.
[6] Algunas citas de Pablo al respecto, Rom. 8, 16-23: “El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo”; 2 Cor. 3, 18: “Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor que es Espíritu”.
[7] Abandono consciente y voluntario de una cosa, sin ánimo de recobrar su posesión.
[8] “Orden sagrado”, hindú.
HTML generado a partir de XML-JATS4R por