Dossier

TODO ESTÁ CONECTADO. ANTE LA CRISIS DEL CORONAVIRUS, LA FILOSOFÍA DE LA REALIDAD HISTÓRICA DE IGNACIO ELLACURÍA COMO FUNDAMENTO DE LA TEOLOGÍA DE LA ECOLOGÍA INTEGRAL

In front of the coronavirus crisis, Ignacio Ellacuría’s Philosophy of Historical Reality as foundation of the Theology of Integral Ecology

José Sols Lucia*
Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, México
María Elizabeth de los Rios Uriarte
Universidad Anáhuac México, Ciudad de México, México

TODO ESTÁ CONECTADO. ANTE LA CRISIS DEL CORONAVIRUS, LA FILOSOFÍA DE LA REALIDAD HISTÓRICA DE IGNACIO ELLACURÍA COMO FUNDAMENTO DE LA TEOLOGÍA DE LA ECOLOGÍA INTEGRAL

Revista Iberoamericana de Teología, vol. XVII, núm. 32, pp. 73-84, 2021

Universidad Iberoamericana, Ciudad de México

Revista Iberoamericana de Teología es una publicación semestral editada por el Departamento de Ciencias Religiosas de la Universidad Iberoamericana, A. C., Ciudad de México. Prol. Paseo de la Reforma 880, Col. Lomas de Santa Fe, Álvaro Obregón, C.P. 01219, Tel. 55 59 50 40 00, ext. 7007 y 7352, ribet@ibero.mx, revistas.ibero.mx/ribet. Editor responsable: Ángel F. Méndez Montoya. Responsable del diseño web y actualizaciones: Débora Roberta Sánchez Guajardo. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo de Título No. 04-2016-050912461800-102 ISSN 1870-316X Licitud de título No. 13344, Licitud de Contenido No. 10917, ambos otorgados por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación.

Recepción: 28 Septiembre 2020

Aprobación: 18 Noviembre 2020

Resumen: La crisis del coronavirus ha golpeado con dureza a la humanidad y ha planteado importantes interrogantes en el espíritu humano que afectan a múltiples disciplinas. La antropología teológica es una de ellas. La Filosofía de la Realidad Histórica de Ignacio Ellacuría y de su maestro Xavier Zubiri constituyen la base para un análisis antropológico que ubica al ser humano en una realidad estructurada dinámicamente como unidad a partir de la diversidad, algo que lamentablemente ha sido obviado por la arrogancia de la humanidad durante la más reciente Modernidad. Esta filosofía contribuye a fundamentar la Teología de la Ecología Integral, promovida por el papa Francisco en su encíclica Laudato Si’, de 2015, que propone un autoexamen en las cuatro relaciones esenciales del hombre (anthropos): 1) cada uno consigo mismo, 2) con los demás, 3) con la naturaleza, y 4) con Dios.

Palabras clave: Coronavirus, COVID-19, Teología de la Ecología Integral, Filosofía de la Realidad Histórica, Ellacuría.

Abstract: The Ignacio Ellacuría’s and his teacher Xavier Zubiri’s Philosophy of the Historical Reality is the base for an anthropological analysis in which the human being belongs to a reality dynamically structured as a unity from the diversity. Unfortunately, the arrogance of the modern human being has forgotten this condition. This philosophy is the foundation for a Theology of Integral Ecology, presented by Pope Francis in his encyclical Laudato Si’ (2015), in which we are invited to review our human four essential relations: 1) each one of us with himself/herself, 2) with the others, 3) with nature, and 4) with God.

Keywords: Coronavirus, COVID-19, Theology of Integral Ecology, Philosophy of Historical Reality, Ellacuría..

La crisis del coronavirus, que estalló en diciembre de 2019, y que llevó a la pandemia del COVID-19 a lo largo del año 2020, puso de manifiesto algo que diversos autores venían, veníamos, repitiendo desde hacía ya algunos años, entre otros, el papa Francisco en su encíclica Laudato Si’, de 2015: “Todo está conectado” (núms. 16, 91, 117, 138, 240).[1] Esta es la tesis central de la Ecología Integral, un modo nuevo de abordar la alarma medioambiental que va más allá de lo cuantitativo y se adentra en lo cualitativo, pero no sólo en lo ético, sino también en lo antropológico, lo político, lo económico, lo cultural y lo espiritual, y que conlleva una reflexión teológica, la Teología de la Ecología Integral, que pone en diálogo la recentísima y ya mencionada Ecología Integral con la clásica Teología de la Creación y con el método que Ignacio Ellacuría acuñó como “Teología Histórica”, que está en los fundamentos de la Teología de la Liberación y de las posteriores teologías contextuales.[2]

Así, un estudio reciente de la Universidad Estatal de Ohio y del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, en Estados Unidos, asegura que el calentamiento global podría liberar 33 tipos de virus de hace unos 15 mil años, que habían quedado congelados en un glaciar de Guliya, en el Tíbet, de los cuales 28 eran desconocidos.[3] El calentamiento global no sólo está liberando a la atmósfera gases como el metano, altamente dañinos para la capa de ozono, sino también virus con los que no habíamos tenido nunca contacto. La crisis del coronavirus nos muestra que la humanidad está hoy biológicamente amenazada.

1. La naturaleza todavía sigue ahí

El escritor Augusto Monterroso publicó el famoso microrrelato: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”[4]; y Emmanuel Kant afirmó en la Crítica de la razón pura: “Hume me despertó de mi sueño dogmático”.[5] Emulando a ambos, aquí podríamos afirmar lo siguiente: “Cuando el hombre moderno despertó de su sueño tecnocientífico, la naturaleza todavía estaba allí”. Efectivamente, con una ingenuidad propia de la Modernidad, en la que el ser humano se autoengañó creyendo que lo controlaba todo y que podía con todo, parecía que el medio natural estaba definitivamente superado; incluso el medio social parecía estar siendo sustituido por el medio técnico-científico, a menudo denominado ya tecnocientífico. El filósofo francés Jacques Ellul[6] mostró en su investigación antropológica que a lo largo de la prehistoria y de la historia de la humanidad había habido tres grandes etapas, y a finales del siglo xx, cuando él escribía, apenas se estaba entrando en la tercera. La primera era el medio natural, aquella etapa en la que la vida humana estaba principalmente condicionada por la naturaleza: sequías, inundaciones, animales salvajes, enfermedades, tormentas, frío, calor… Las grandes civilizaciones fueron acabando con ese medio natural y permitiendo que el ser humano entrara en el medio social, en el cual ya no era la naturaleza el principal elemento condicionante de la vida humana, sino la pertenencia a uno u otro grupo social: varón/mujer, libre/esclavo, patricio/plebeyo, señor/siervo, burgués/proletario. Ellul dejó bien claro que el medio social no suponía el fin de la importancia de la naturaleza, que “seguía ahí”, como acabamos de decir, pero sí el fin de su supremacía. En el último tercio del siglo xx, afirma el filósofo de Burdeos, ya no es lo social lo que más condiciona la vida humana, sino lo tecnológico, por lo que el medio social pasa la antorcha al medio técnico. Ellul era muy matizado, pero no así la mujer y el hombre modernos, quienes se han autoengañado pensando que con la ciencia y la tecnología podíamos con todo. Los huracanes, los accidentes de avión y algunas enfermedades mortales no eran, aparentemente, sino pequeñas excepciones a la regla.

La crisis del coronavirus nos ha hecho ver que “la naturaleza todavía sigue ahí”. No sólo eso: si se confirma el estudio ya mencionado de los investigadores de Estados Unidos, esto podría ser sólo el inicio de una nueva etapa en la que lo natural volviera a cobrar un protagonismo inusitado: la liberación de decenas de virus, tal vez muchos más si incluimos el deshielo en Siberia, en Alaska, en Canadá y en el norte de Europa, podría ser la antítesis hegeliana a la cual nuestra civilización fuera incapaz de hacer frente.

Todo ello nos lleva al núcleo de la Ecología Integral. Hay que poner fin de una vez a esa errónea antropología que concibe al hombre (anthropos) como un ser desgajado de la naturaleza, autorizado a hacer con ella lo que quiera; hay que bajar el telón de esa comedia en la que el ser humano posee la naturaleza y se posee a sí mismo. La humanidad no posee nada: ni la naturaleza, ni a sí misma. En cambio, es responsable de todo. El hombre es el único ser sobre la Tierra con capacidad de asumir responsabilidades ante lo real, pero eso no lo separa del orden de lo natural, sino que lo ubica. Por ello, se hace necesaria una filosofía que logre formular estas tesis, que encontramos en el pensamiento de Ignacio Ellacuría, discípulo de Xavier Zubiri.

2. La respectividad de realidades en Ignacio Ellacuría

La crisis del coronavirus ha hecho patente la interconexión de realidades. Un simple virus que aflora en China cambia los modos de vida en todo el planeta, conecta realidades hasta entonces aparentemente independientes y nos hace tomar conciencia de que todos vivimos en la “Casa Común”. En su obra póstuma, Filosofía de la realidad histórica, el jesuita filósofo y teólogo español, nacionalizado salvadoreño, Ignacio Ellacuría, asesinado en 1989, explica el fenómeno de la realidad como una unidad estructural intrínsecamente dinámica, en la que todos los elementos están relacionados unos con otros y en la que se dan diferentes niveles, de abajo arriba, de tal modo que cada nivel incorpora los anteriores, permitiendo a la realidad “dar más de sí”. Por ello, tenemos una estructuración a la vez sincrónica y diacrónica: sincrónica, porque en cada momento podemos aprehender esa estructuración de lo real, desde lo inorgánico hasta la realidad histórica; y diacrónica, porque el hombre, esencialmente histórico y abierto a lo trascendente, es el grado más alto de realidad intramundana, algo que la filosofía alemana analizó muy bien de Kant a Heidegger.[7]

El pensamiento filosófico de Ellacuría bebe en el pozo de su maestro Xavier Zubiri, y lo estira tanto como le es posible hasta llevarlo al orden del análisis de estructuras socioeconómicas y políticas, en diálogo crítico con el marxismo, ideología imperante en los movimientos de izquierda de su tiempo, y en actitud crítica hacia el liberalismo poscolonial.

Como decíamos, en su pensamiento ―suyo y de Zubiri, de hecho― la realidad está estructurada en diversas formas, de inferiores a superiores, de tal manera que unas se despliegan en otras, y estas descansan en aquellas para, a su vez, empujar hacia nuevas formas superiores. En primer lugar, observamos en la realidad un nivel material inorgánico, carente de vida, sometido al orden de lo físico y de lo químico; en segundo lugar, y en orden ascendente, un nivel material orgánico, con vida, sometido también a lo físico y a lo químico, pero ya dentro del orden de lo biológico (aquí se encuentra lo vegetal); en tercer lugar, un nivel material, orgánico y sensible, esto es, el orden de lo animal, que, incluyendo a los dos anteriores, “da más de sí” que ellos; en cuarto lugar, un nivel material, orgánico, sensible, inteligente (animales con un nivel notable de inteligencia); y, por último, un nivel, la “realidad histórica”, en el que el hombre es capaz de aprehender la realidad en tanto que realidad, intervenir en el tiempo y en el espacio, construir historia, un nivel que abarca todos los anteriores y que no está cerrado sobre sí mismo, sino abierto a lo trascendente. Esta apertura a lo trascendente se da en lo inmanente; por ello Ellacuría habla de una metafísica intramundana.

Por tanto, en este sistema se da una interdependencia de formas de realidad inferiores con otras superiores, de tal manera que estas no existen sin aquellas, en un proceso que Ellacuría denomina de “desgajamiento”, en el que se van liberando capacidades nuevas a partir de formas inferiores que posibilitan, a la par, otro proceso de “subtensión dinámica”, en el que, a su vez, las formas anteriores sostienen y posibilitan el surgimiento de otras superiores. La “realidad histórica” tiene dentro de sí un dinamismo que la mueve y orienta, de tal manera que las formas superiores de realidad albergan las inferiores constituyendo una unidad estructural de lo real. “Toda la realidad intramundana constituye una sola unidad física compleja y diferenciada, de modo que ni la unidad anula las diferencias ni las diferencias anulan la unidad.”[8]

El ser humano aparece allí donde la materia viviente y sentiente es capaz de liberar la inteligencia como forma superior a partir de la cual es posible generar historia. La historia es propia sólo del ser humano, una realidad dinámica con conciencia refleja, afectada por su entorno, con capacidad de respuesta a ese entorno mediante el ejercicio de la “inteligencia sentiente”.[9] El ser humano se inserta dentro de una unidad histórica donde existen también otras realidades: no está “fuera” ni “por encima” de la realidad en que se inserta; su inteligencia no es un fenómeno aislado que denote una superioridad exaltada, sino que está ubicada “en el interior de” esa unidad dinámica y es resultado de otras formas de realidad que no quedan abandonadas al surgir la inteligencia que les permite trascender el reino de la mera estimulidad, propia de las formas de realidad anteriores, al reino de la aprehensión-afección-acción, propio del ser humano.

El ser humano es una realidad abierta que no sólo “está” en el mundo, sino que “es” en el mundo y, por ello, queda afectado positivamente por las realidades que lo rodean, pero su respuesta a dicha afectación, la historia, no puede sustraerse de la unidad real donde se encuentra, sino que parte de ella para regresar de nuevo a ella. Se evita, de este modo, el riesgo de hipostasiar su ser y su acción y de situarlos fuera de la unidad dinámica de la realidad. “Cada cosa real es intrínsecamente respectiva a todas las demás en su carácter mismo de realidad, y esa respectividad intrínseca es constitutivamente dinámica”.[10]

Así pues, son cuatro las ideas fundamentales que nos pueden ayudar a analizar antropológicamente la crisis del COVID-19:

  1. 1) “Lo real” debe entenderse como una unidad que alberga muchas y muy variadas formas de “ser”, todas estructuradas en una intrínseca conexión proveniente de la estratificación de la realidad que supone la aparición tanto de la pluralidad dentro de un mismo estrato, como de la novedad en un estrato diferente. A su vez, esta aparición permite entender que hay una necesidad proveniente de un dinamismo propio de la realidad que la lleva a superar formas anteriores mediante la liberación de nuevas capacidades; es decir, cada realidad “da de sí”, y en ese “dar de sí” aparecen formas superiores. Esto nos permite reflexionar acerca del lugar que ocupa el ser humano en el mundo. Durante años se entendió que el ser humano era superior al resto de las creaturas, o bien su dueño, lo que originó múltiples abusos a la Casa Común. Por ello, Franco Berardi, al hablar de esta pandemia, afirma que “la enfermedad es la autodefensa de la tierra”.[11]

    El ser humano es una realidad en una unidad mayor que él. Eso sí, tiene algo especial que le diferencia del resto de las creaturas: es el único ser capaz de aprehender la realidad como tal con su inteligencia sentiente, el único capaz de asumir responsabilidades en la historia y el único abierto a lo trascendente.

    2) Todas las formas de realidad que componen la unidad real histórica están intrínsecamente conectadas en tanto que se suponen unas a otras; es decir, las formas superiores asumen a las anteriores, no las abandonan, pues son estas las que hacen posible su surgimiento. Así, la historia, como máxima forma de realidad, descansa sobre la inteligencia, la sensibilidad y la materialidad, y queda afectada por ellas, con lo cual la respuesta del hombre a su entorno es real y no imaginativa ni inventada, enraizada en las posibilidades ―y de estas, las máximas― que cada realidad puede dar de sí. Esto invita a ir a la realidad sobre la cual descansamos para encontrar en ella los mecanismos de desgajamiento necesarios para liberar nuevas capacidades, lo que a su vez implica para el ser humano, en su quehacer histórico, ir a las causas profundas de los problemas y no sólo a las superficiales. Por ejemplo, ir a las causas del origen de esta pandemia supone analizar si ha habido acciones humanas o conflictos históricos que la hayan originado. ¿Podría ser que con otras estructuras socioeconómicas y con otra relación hombre/naturaleza este virus no nos hubiera agredido?

    3) La realidad no sólo constituye una unidad estructural, sino que además esa unidad es intrínsecamente dinámica, lo que significa que en ella se van desplegando ―y liberando― capacidades diferentes que posibilitan el surgimiento de nuevas realidades, así como mejores respuestas a las afectaciones del entorno y a la respectividad entre realidades. Encontramos esta capacidad de adaptación de la naturaleza, por un lado, en el coronavirus, que va mutando[12] de tal modo que se “acomoda” a los diferentes medios, aumentando o disminuyendo su potencia para generar daño en los organismos en los que se alberga y replica, y por otro, en la respuesta del ser humano, capaz de modificar sus conductas, hábitos y estilos de vida, capaz de producir una vacuna, lo que le permite responder a realidades complejas y desafiantes.

    4) Por último, la nota que afirma que la realidad —y cada forma de realidad en ella― “da de sí” cuando el entorno trasciende su modo concreto de estar en la realidad nos permite responder creativamente al reto sanitario de salvaguardar la vida en su estrecha relación con el medio ambiente que la sostiene. Este virus obliga al ser humano a dar de sí: trastoca nuestras seguridades intelectuales, invierte nuestros hábitos higiénicos y sanitarios, cuestiona nuestras conductas omnipotentes y, por ende, nos obliga a un autoexamen allí donde creíamos habernos encumbrado. La respuesta tiene que ser necesariamente un “dar de sí” creativo, un desplegar nuevas capacidades y un desentrañar máximas posibilidades. De aquí que la vida después de la pandemia no pueda ser la misma que antes, así como tampoco tiene sentido que hablemos de una “nueva normalidad”. Nada puede ser igual cuando quedamos obligados a traspasar nuestra zona de seguridad y encontrar caminos alternos que permiten una nueva visión más integral, respetuosa de la Casa Común, que incluye al otro social.

Podríamos decir que “algo nuevo se asoma”: la novedad del coronavirus, y el consiguiente desarrollo de la pandemia del COVID-19, irrumpió en la vida de todos, de tal modo que o bien nuestra respuesta es radicalmente nueva, o bien, en vez de evolucionar biológica y biográficamente, involucionaremos hasta nuestra propia autodestrucción.

3. A la luz de la Teología de la Ecología Integral

Aun cuando apenas hemos utilizado hasta aquí el lenguaje teológico, prácticamente todo lo que hemos afirmado cobra sentido en el interior de las tesis de la Teología de la Ecología Integral promovida por el papa Francisco en su encíclica Laudato Si’, de 2015. El papa Francisco repite una y otra vez que “todo está conectado”, que no estamos ante varias crisis, ni siquiera sólo ante dos ―una social y otra medioambiental―, sino ante una sola crisis que es socioeconómica, política, moral, antropológica, cultural y espiritual, una crisis global que pide una respuesta integral, que él denomina Ecología Integral, en diálogo con la clásica Teología de la Creación y con el moderno movimiento ecologista.

El hombre moderno ha obtenido enormes logros, que son indiscutibles, pero también ha cometido errores de gran calado. Dos de estos errores son los siguientes: 1) haber ocupado “el lugar de Dios”: haber creído que está por encima de todo, y que está autorizado a usar y abusar de la naturaleza a su antojo, sin responsabilidad alguna (en parte consecuencia del olvido de la Teología de la Creación, que hace siglos ya advertía acerca de este peligro); y 2) haber subdividido infinitamente el saber humano hasta el punto de haber perdido la visión holística, por lo cual podemos afirmar que conocemos mejor que nunca el mundo en cada una de sus partes ―ciencias modernas― y, sin embargo, vamos a la deriva.[13]

La Teología de la Ecología Integral supone una invitación a revisar a fondo las cuatro grandes relaciones que constituyen la vida humana: 1) cada uno consigo mismo, 2) con los demás, 3) con la naturaleza, y 4) con Dios. En 75 años, llevamos ya tres avisos de posible destrucción de la humanidad: 1) el armamento nuclear (la Guerra Fría, desde el final de la II Guerra Mundial), 2) el aviso ecológico (desde los años setenta del siglo pasado), y ahora 3) la alarma biológica (si con un solo virus ha ocurrido todo esto, ¿qué pasará si se liberan cientos de virus?). ¿Reaccionaremos de una vez, o bien optaremos por seguir descendiendo poco a poco hacia el final de la vida humana sobre la Tierra?

Referencias

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De los Ríos, María Elizabeth. “¿Quién es el ser humano?”. En Bioética. Aporte para un debate necesario, editado por Martha Tarasco Michel y Juan Pablo Saavedra Olea, 11-25. México: PAN, 2018.

____. “Redención o liberación: consideraciones en torno a la posibilidad de la justicia”. En Ignacio Ellacuría en las fronteras, editado por Óscar Arturo Castro Soto, Luis Mauro Izazaga Carrillo y Helena Varela Guinot, 277-303. México: Universidad Iberoamericana / Tecnológico Universitario del Valle de Chalco, 2019.

_____. “Reflections on neurogenetic challenges to human dignity and social doctrine of the Catholic Church”. En Interreligious perspectives on mind, genes and the self, editado por Joseph Tham, Alberto García Gómez y Chris Durante, 112-116. Nueva York: Routledge, 2019.

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——. ed. La humanidad en camino. Barcelona: Herder, 2018.

——. “Del desarrollo integral del hombre a la ecología integral. Análisis comparativo de los conceptos de desarrollo integral del hombre (Populorum Progressio, Pablo vi, 1967) y de ecología integral (Laudato Si’, Francisco, 2015)”: Revista de Fomento Social 290 (2018), vol. 73/2: 267-277.

____. “De la justicia social a la ecología integral. Análisis comparativo de las teologías de Ignacio Ellacuría y del papa Francisco”. En Espiritualidad, saberes y transformación social desde I. Ellacuría, editado por Juan Antonio Senent de Frutos y Ángel Viñas Vera. Granada: Comares, 2020.

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Notas

* Es académico de tiempo completo del Departamento de Ciencias Religiosas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Fue director de ese departamento y de la Cátedra de Ética y Pensamiento Cristiano del iqs (Universidad Ramon Llull). Es doctor en Teología (Centre Sèvres, París) y licenciado en Historia Contemporánea (Universidad de Barcelona). Coordinó el grupo de investigación lacs, el grupo de investigación Red Humanitas y el grupo de Pensamiento Social Cristiano de unijes. Especialista en el pensamiento de Ignacio Ellacuría, actualmente coordina la línea “Teologías y realidades históricas” y el proyecto internacional “Historia del pensamiento social cristiano”. Últimas publicaciones: La humanidad en camino (ed.) (2019), La Iglesia en el mundo (ed.) (2018), Violencia y procesos de reconciliación política(2018), Las razones de Ellacuría (2014) y Pensamiento social cristiano abierto al siglo xxi (ed.) (2014).
** Doctora en Filosofía por la Universidad Iberoamericana. Maestra en Bioética por la Universidad Anáhuac México. Licenciada en Filosofía por la Universidad Iberoamericana. Técnico en atención médica prehospitalaria por SUUMA A. C. Actualmente titular de la Cátedra de Bioética Clínica de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México. Scholar research de la Cátedra unesco en Bioética y Derechos Humanos. Secretaria general de la Academia Mexicana para el diálogo ciencia-fe. Miembro y exsecretaria de la Academia Nacional Mexicana de Bioética. Cuenta con tres libros de su autoría y más de 15 artículos en revistas arbitradas.
[1] Este estudio está ubicado en el marco de una investigación más amplia, todavía en curso.
[2] Cfr. José Sols Lucia, La teología histórica de Ignacio Ellacuría (Madrid: Trotta, 1999).
[3] Cfr. Instituto de Neurología Dr. Balaguer, consultado 18 de septiembre de 2020, https://www.neurologia-castellon.es.
4] Cit. en Lauro Zavala, El dinosaurio anotado. Edición crítica de “El dinosaurio” de Augusto Monterroso (México: Anagrama - Universidad Autónoma Metropolitana, 2001).
[5] Cit. en Eusebi Colomer, El pensamiento alemán de Kant a Heidegger,vol. I: La filosofía trascendental: Kant (Barcelona: Herder, 2016), 52.
[6] Cfr. Albert Florensa, La vida humana en el medi tècnic. El pensament de Jacques Ellul (Barcelona: Claret, 2010); Albert Florensa y José Sols (eds.), Ética de la investigación científica (Bilbao: Desclée de Brouwer, 2017). Para las obras de Ellul, cfr. Bibliografía.
[7] Eusebi Colomer, Historia del pensamiento alemán de Kant a Heidegger, 3 vols. (Barcelona: Herder, 2016).
[8] Ignacio Ellacuría, Filosofía de la realidad histórica (San Salvador: UCA, 2007), 31.
[9] Xavier Zubiri, Inteligencia sentiente, 3 vols. (Madrid: Alianza, 1980-1984).
[10] Ellacuría, Filosofía de la realidad histórica, 34.
[11 Franco Berardi, “Crónica de la psicodeflación”, en VV. AA., Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (ASPO - Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, 2020), libro electrónico, 37.
[12] Afortunadamente, el ritmo de mutación del COVID resultó bastante bajo comparado con otros virus, como el vih o la influenza (o gripe).
[13] José Sols Lucia, “El actual escenario mundial (ii): Globalización, Cuidado de la Tierra, Diálogo Interreligioso, Ética Mundial”, en La humanidad en camino, ed. por José Sols Lucia (Barcelona: Herder, 2018), 309-328.
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