Dossier

LA PROMOCIÓN INTEGRAL Y CREATIVA DE LA DIVERSIDAD COMO REQUISITO PREVIO PARA LA CONSTRUCCIÓN DE LA UNIDAD

José Sánchez Zariñana
Universidad Iberoamericana Ciudad de México, México

LA PROMOCIÓN INTEGRAL Y CREATIVA DE LA DIVERSIDAD COMO REQUISITO PREVIO PARA LA CONSTRUCCIÓN DE LA UNIDAD

Revista Iberoamericana de Teología, vol. XIX, núm. 36, pp. 75-104, 2023

Universidad Iberoamericana, Ciudad de México

Revista Iberoamericana de Teología es una publicación semestral editada por el Departamento de Ciencias Religiosas de la Universidad Iberoamericana, A. C., Ciudad de México. Prol. Paseo de la Reforma 880, Col. Lomas de Santa Fe, Álvaro Obregón, C.P. 01219, Tel. 55 59 50 40 00, ext. 7007 y 7352, ribet@ibero.mx, revistas.ibero.mx/ribet. Editor responsable: B. Mariana Méndez Gallardo. Responsable del diseño web y actualizaciones: Débora Roberta Sánchez Guajardo. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo de Título No. 04-2021-080410513000-203. ISSN 1870-316X Licitud de título No. 13344, Licitud de Contenido No. 10917, ambos otorgados por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación.

Recepción: 28 Febrero 2022

Aprobación: 29 Agosto 2022

Resumen: Durante muchos siglos, la Iglesia católica se ha preocupado por promover la unidad, no solo dentro, sino fuera de ella. El Papa y los obispos juegan un rol muy importante en esta promoción, y de hecho una de sus funciones es la de ser garantes de la unidad tanto dentro de las Iglesias locales como en la Iglesia universal. Desgraciadamente, esto ha ido en detrimento del incentivo a la diversidad. Si esta diversidad no es plenamente respetada y debidamente fomentada, es imposible alcanzar una verdadera unidad. El reconocimiento de la diversidad es fundamental dentro de la evangelización eclesial —asumiendo que la diversidad no rompe con la unidad esencial de la Iglesia—, pues el mundo es cada vez más diverso, y las pluralidades en todas las dimensiones están reclamando su derecho a la existencia.

Palabras clave: Unidad, diversidad, promoción, identidad, sueño, creatividad, integral.

Abstract: During centuries, the Catholic Church has been concerned with promoting unity, not only inside her widespread communities, but in the whole world. The Pope and the bishops have played an essential role to encourage this necessary unity, and in fact one of their main functions consists in being a guarantee of this unity, not only within the local churches, but also in the entire Catholic Church. Unfortunately, that has gone in detriment of stimulating diversity. When this diversity is not fully respected and duly valued—assuming that this diversity doesn’t break the essential unity of the Church—, it is impossible to reach a true unity. The promotion of plurality is essential in the path of the church evangelization, inasmuch as our world is even more diverse, and pluralities in all dimensions claim their right to their existence.

Keywords: unity, diversity, promotion, identity, dream, creativity, integral.

LA PROMOCIÓN INTEGRAL Y CREATIVA DE LA DIVERSIDAD COMO REQUISITO PREVIO PARA LA CONSTRUCCIÓN DE LA UNIDAD

THE CREATIVE AND INTEGRAL PROMOTION OF DIVERSITY AS A PREVIOUS REQUIREMENT TO BUILD UP UNITY

José Sánchez Zariñana*.

Universidad Iberoamericana Ciudad de México hjose.sanchez@ibero.mx

Fecha de recepción: 28 de febrero 2022 | Fecha de aceptación: 29 de agosto 2022

RESUMEN

Durante muchos siglos, la Iglesia católica se ha preocupado por promover la unidad, no solo dentro, sino fuera de ella. El Papa y los obispos juegan un rol muy importante en esta promoción, y de hecho una de sus funciones es la de ser garantes de la unidad tanto dentro de las Iglesias locales como en la Iglesia universal. Desgraciadamente, esto ha ido en detrimento del incentivo a la diversidad. Si esta diversidad no es plenamente respetada y debidamente fomentada, es imposible alcanzar una verdadera unidad. El reconocimiento de la diversidad es fundamental dentro de la evangelización eclesial —asumiendo que la diversidad no rompe con la unidad esencial de la Iglesia—, pues el mundo es cada vez más diverso, y las pluralidades en todas las dimensiones están reclamando su derecho a la existencia.

Palabras claves: unidad, diversidad, promoción, identidad, sueño, creatividad, integral.

ABSTRACT

During centuries, the Catholic Church has been concerned with promoting unity, not only inside her widespread communities, but in the whole world. The Pope and the bishops have played an essential role to encourage this necessary unity, and in fact one of their main functions consists in being a guarantee of this unity, not only within the local churches, but also in the entire Catholic Church. Unfortunately, that has gone in detriment of stimulating diversity. When this diversity is not fully respected and duly valued—assuming that this diversity doesn’t break the essential unity of the Church—, it is impossible to reach a true unity. The promotion of plurality is essential in the path of the church evangelization, inasmuch as our world is even more diverse, and pluralities in all dimensions claim their right to their existence.

Keywords: unity, diversity, promotion, identity, dream, creativity, integral.

La Iglesia católica ha promovido desde tiempos inmemorables la unidad, no solo entre los miembros que la integran, sino en la humanidad misma. La aspiración a la unidad ha sido entendida por la Iglesia como un mandato de su Señor de diferentes maneras en el Nuevo Testamento: como una invitación a la unidad (“Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”, Jn 17, 21); como un reconocimiento de la unidad en medio de la multiplicidad (“Como el cuerpo, que siendo uno, tiene muchos miembros, y los miembros, siendo muchos, forman un solo cuerpo, así también Cristo”, 1 Cor 12, 12); como el plan de Dios de integrar toda la creación en Cristo Jesús (“En él decidió Dios que residiera la plenitud; por medio de él quiso reconciliar consigo todo lo que existe”, Col 1, 19). Incluso la Iglesia tiene la unidad como una de sus notas o dimensiones características[1].

Y la Iglesia ha comprendido que su misión es promover la unidad entre los seres humanos y la unidad de ellos con Dios y con la creación. Así lo indica, por ejemplo, la Constitución sobre la Iglesia Lumen Gentium, la cual afirma que la Iglesia “es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (Lumen Gentium, 1964, 1). Pero, como podemos ver, trabajar por esta unidad no es solo misión de la Iglesia, sino que ella ha de ser en sí misma un signo perceptible de la realización —aunque sea parcial— de dicha unidad. En esta invitación, que está íntimamente ligada a su modo de ser y a su misión universal, se siente impelida a hacer concreta dicha unidad no solo a nivel espiritual, sino en todas sus dimensiones:

Las condiciones de estos tiempos añaden a este deber de la Iglesia una mayor urgencia, para que todos los hombres, unidos íntimamente con toda clase de relaciones sociales, técnicas y culturales, consigan también la plena unidad en Cristo (LG, 1).

Si en los tiempos del Concilio Vaticano II se pensaba esa unidad fundamentalmente en las relaciones humanas de todo tipo (comunitarias, sociales, regionales, nacionales), los signos de los tiempos actuales insisten en integrar en su misión universal la necesaria reconciliación con la creación. En ese contexto, el papa Francisco retoma en su carta encíclica Laudato Si’ la problematicidad de la relación de la comunidad humana con la naturaleza. Cita, entre otros, al patriarca Bartolomé en su denuncia contra la “desfiguración y destrucción de la creación”[2] y contra las acciones de los seres humanos que destruyen la “diversidad biológica en la creación divina”[3] o que degradan la integridad de la tierra, las cuales el patriarca ecuménico califica como “un crimen contra la naturaleza” que es al mismo tiempo “un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios”.[4] En contra de esta dinámica destructiva, e inspirándose en San Francisco de Asís, el Papa apuesta por la esperanza de que podamos revertir nuestra dinámica depredadora y podamos reparar, cuidar y embellecer entre todos nuestra “casa común”:

El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común (Laudato Si’, 2015, 13).

En la misma línea, un teólogo de la liberación que ha integrado la dimensión ecológica en su reflexión contemporánea ha sido Leonardo Boff. Crítico de una civilización occidental que contempló durante muchos siglos a la naturaleza como simple servidora del ser humano —que se consideraba rey del universo, con lo cual este quedó al juego de los intereses humanos—, estima que estamos invitados a superar el ethos expoliador que retroalimenta permanentemente la crisis ecológica y a entrar, más que en una teoría distinta, en una nueva actitud hacia este cosmos en el que estamos insertos:

No se trata tanto de una nueva doctrina cuanto de una actitud alternativa, de profunda veneración y confraternización con el universo y de compasión y ternura con todos los miembros de la comunidad cósmica y planetaria.[5]

Y así como Francisco de Asís sirve de inspiración al papa Francisco como “ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral” (LS, 10)[6], el mismo santo es retomado por Boff no solo como paradigma moderno de aquel que confraterniza y se llena de compasión ante la comunidad cósmica y planetaria, sino como inspirador espiritual que servirá de “contrapunto al espíritu que produce la devastación de la Amazonía y de nuestro planeta. [7]

Si Laudato Si’ es una carta encíclica que alberga un proyecto de construcción de una casa común, el papa Francisco ha expresado más recientemente en su documento Fratelli Tutti abundantes iniciativas para que caminemos juntos —no solo como Iglesia, sino como humanidad— hacia una construcción común de la fraternidad/sororidad, proyecto naturalmente inscrito, como hemos visto, dentro del anuncio de Jesús en el Evangelio y desafío permanente para todos los hombres y mujeres en un mundo escindido por el pecado, los conflictos humanos, la diferencia de intereses y la falta de coincidencia en los proyectos individuales y sociales, los cuales una y otra vez han fallado en resolver no solo el problema de la subsistencia humana, sino la convivencia entre los seres humanos del planeta.

Sin embargo, en la promoción de la unidad a lo largo de la historia, la Iglesia católica ha pagado un precio alto: ha olvidado que, desde su gestación como comunidad de seguidores de Jesús, se movió siempre en la diversidad de concreciones en la vivencia del mensaje evangélico. El movimiento cristiano primitivo no fue en absoluto monolítico, sino muy plural, como corresponde a una realidad sumamente viva, participativa y que se desarrolla en contextos diversos y dinámicos. Muy pronto, después de los judeocristianos de Jerusalén, surgen los judeocristianos helenistas, así como las comunidades paganocristianas. El Nuevo Testamento, por otra parte, manifiesta la existencia de diversas comunidades dentro de un mismo ambiente mixto de cristianos de procedencia judía o grecohelenística. Ahí podemos distinguir, entre otras, las comunidades paulinas, las joánicas, las comunidades a las cuales se dirigen los evangelios sinópticos (mateanas, marcanas, lucanas). Además, encontramos distintos conceptos de Iglesia, complementarios entre sí, como aparecen en la Carta a los Efesios, en la Carta a los Romanos o en la Primera Carta a los Corintios. La diversidad de maneras de concebir la Iglesia se prolongó en el llamado periodo postapostólico, en la llamada era de los “Padres apostólicos” que siguió al cristianismo primitivo. Las comunidades cristianas, en medio de su diversidad, se experimentaban entre sí en una unidad muy intensa, pues se alimentaban de la Palabra, del sacramento, de la fe, la esperanza y la caridad. Eso les permitía integrar las distintas diferencias que existían entre ellas: políticas, culturales, estructurales, de género. Los Padres de la Iglesia fueron creativos en describir cómo se vivía en esas comunidades la vida eclesial, y plasmaron en imágenes, de distintas maneras, esta vivencia: la Iglesia es “esposa de Cristo”, “receptáculo de la verdad y del Espíritu (san Ireneo), “Mysterium lunae”, “Nave que surca el mar de este mundo”, “Arca de Noé”, “Barca de Pedro”, etcétera.[8] Durante el cristianismo previo a la incorporación de la Iglesia al Imperio romano, la comunidad eclesial no era para los creyentes la casa de piedra, sino la asamblea reunida en y con Cristo. Moraba en ella el Espíritu con su templo. Estaba enriquecida por la diversidad y sentía esa unidad en la diferencia.

Estas consideraciones anteriores son esenciales en la evangelización que se quiere realizar. Porque la Iglesia se encuentra con un mundo cada vez más diverso. El diálogo con lo distinto, pero sobre todo el reconocimiento del valor que aportan los otros, tanto en sus valores humanos como en sus mismos valores religiosos, es parte esencial de la evangelización actual. Ya es imposible pensar que todo el mundo será cristiano y que todos los países y culturas aceptarán a Cristo como el único mediador para la salvación. La apertura a la diversidad y a los distintos modos de encontrar la verdad será uno de los pilares de una evangelización que pueda tener sentido para nuestros contemporáneos.

Por lo anterior, aunque no se puede renunciar al trabajo por la unidad de los seres humanos —y en ello insistiremos al final de este trabajo—, la Iglesia necesita tomar conciencia de que la verdadera unidad se puede alcanzar solo si se promueve en la cotidianidad la diversidad, tanto individual como colectiva.[9]Diríamos, en otras palabras, que la diversidad es el camino, la unidad es la meta (aunque necesite al menos algunas manifestaciones parciales). Esto es lo que plantearemos en este artículo. Pero añadiremos algo importante: la promoción de la diversidad ha de ser integral y ha de ser creativa. Para la Iglesia católica, la diversidad no debe solo ser “tolerada”: debe ser realmente aceptada como una realidad, valorada en lo que aporta ya a enriquecer la faz de la tierra, y discernida, pues se han de integrar aquellos elementos que son coherentes con el Evangelio y que ayudan a la construcción de una sociedad y de una comunidad humana más plenas, integradas en una naturaleza que se respeta y valora porque es parte esencial de nuestra vida y de nuestra subsistencia como universo.

La promoción integral y creativa de cada individuo es un requisito indispensable para la construcción de la comunidad eclesial y humana

La promoción integral de los individuos

La importancia de la consideración de cada individuo para ir integrando, enriqueciendo, formando a la comunidad/sociedad/localidad podemos rescatarla de la práctica del mismo Jesús. El Nazareno anuncia la llegada del Reino y su práctica se dirige a los individuos concretos, que son mencionados en distintos tipos de dolencias, enfermedades, sufrimientos: sordomudos (Mc 7, 31-37), ciegos (Mc 8, 22-26), leprosos (Mc 1, 40-46), epilépticos (Mc 9, 14-29), paralíticos, lunáticos, endemoniados (Mt 4, 24). Para analizar la acción de Jesús, tomaremos como ejemplo al endemoniado de Gerasa (Mc 5, 1-20).

Si analizamos más de cerca este pasaje, podemos ver que la situación de este poseso es realmente lamentable:

Al desembarcar, le salió al encuentro desde un cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo. Habitaba en los sepulcros. Nadie podía sujetarlo, ni con cadenas; en muchas ocasiones lo habían sujetado con cadenas y grillos y él los había roto. Y nadie podía con él. Se pasaba las noches y los días en los sepulcros o por los montes, dando gritos y golpeándose con piedras (Mc 5, 1-5).

Es normal que los relatos de endemoniados causen susto, al mismo tiempo que curiosidad y morbo. Lo que muchas veces no se percibe en el relato es su condición humana. Este hombre está totalmente deshumanizado. Lo está en todos los niveles:

Sabemos que Jesús curó muchas enfermedades físicas y dio de comer a los que tenían hambre. Salvó a la mujer adúltera no solo de las consecuencias de su pecado moral (adulterio, Jn 8, 4), que era el apedreamiento, sino también del pecado mismo (“Yo tampoco te condeno. Vete, y no peques más”, Jn 8, 11). De la misma manera, salvó a un paralítico no solo de la parálisis (Mc 2, 11), sino también del origen de la parálisis, según la creencia judía: el pecado (Mc 2, 5).

La expulsión del demonio de este hombre multisufriente también es una liberación que no se limita a una liberación del pecado. De hecho, resulta ser una liberación múltiple:

Podemos ver, por tanto, que la actuación de Jesús ha afectado en todas sus dimensiones al hombre poseído. Lo ha curado físicamente, psicológica y afectivamente, comunitaria y socialmente, espiritualmente. Tenemos en este geraseno un hombre nuevo en su integralidad.

Destaquemos de esta recuperación de la actuación de Jesús la relación entre individuo y comunidad. Esta atención a los miembros en particular como uno de los medios por los cuales se construye la comunidad también la podemos encontrar en las cartas paulinas. En el símil que hace Pablo de la Iglesia como el Cuerpo de Cristo, habla del cuidado que se debe tener de cada miembro del cuerpo, cuya función no solo ha de ser descubierta, sino valorada para el funcionamiento armónico del cuerpo:

El cuerpo no está compuesto de un miembro, sino de muchos. Si el pie dijera: “como no soy mano, no pertenezco al cuerpo”, no por ello dejaría de pertenecer al cuerpo […] si todo el cuerpo fuera ojo, ¿cómo oiría? Si todo fuera oído, ¿cómo olería? […] Ahora bien, los miembros son muchos, el cuerpo es uno. No puede el ojo decir a la mano: “no te necesito” […] Más aún, los miembros del cuerpo que se consideran más débiles son indispensables […] Dios organizó el cuerpo dando más honor al que menos valía (1 Cor 12, 14-15.17.20-22.24).

De este texto podemos rescatar lo que Pablo imagina como una relación armónica entre individuo y comunidad:

La atención de los pobres, tanto en la práctica de Jesús como en la de la Iglesia primitiva, constituía una prioridad de primer orden para la consolidación y la expansión de la Iglesia. Y ello ha implicado, por supuesto, la atención particular a cada uno de sus miembros para que, de verdad, exista la unidad (nunca perfecta, por supuesto) en el seno de las comunidades.

Sin ningún problema podemos leer en documentos oficiales conciliares, pontificios y latinoamericanos, antiguos y recientes, la preocupación por la liberación integral de los seres humanos. El papa Francisco no es la excepción. Complementemos el acento en la dimensión de integralidad de la actuación pastoral eclesial con uno de sus textos recientes. Es de llamar la atención que, para el pontífice, la fraternidad no se puede construir sin que se valore a cada persona “más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite” (Fratelli Tutti, 2020, 1). Para el Papa esto es extremadamente importante, al grado que repite casi literalmente esta expresión más adelante cuando afirma que, para caminar hacia la amistad social y la fraternidad universal, es necesario “percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia” (ft, 106). Podríamos decir de otro modo: no se puede afirmar la fraternidad (unidad) mientras no se afirma a cada individuo (diversidad). En el terreno colectivo (como veremos más adelante), no se puede afirmar la unidad universal mientras no se valore y se afirme la diversidad cultural, social, histórica, política, religiosa de cada pueblo o comunidad humana. Así, si bien en la teología católica se hace un llamado a guardar un equilibrio entre la unidad y la diversidad, programáticamente es necesario construir primero la diversidad, en un horizonte en que esta diversidad ha de tener la posibilidad de expresarse plenamente, de manifestar su aporte, de dejar aflorar su riqueza. Solo así podrán apreciarse sus aportes y su contribución a la humanización de las relaciones, al cuidado del planeta, al respeto a la vida, al encuentro de soluciones que permitan resolver los problemas más acuciantes de nuestro tiempo. Eso tendrá, finalmente, una repercusión universal.

La promoción creativa de la individualidad

La promoción de la diversidad no solo debe ser integral, sino creativa. El siguiente texto conciliar, Presbyterorum Ordinis, nos será muy útil para entender las implicaciones de un trabajo creativo, paciente, cercano y duradero para construir la diversidad en las personas que atendemos.

Sabemos de sobra que una de las funciones principales de los presbíteros es la construcción de la unidad de la Iglesia. En esta actividad, la eucaristía es una de las herramientas privilegiadas para que la comunidad se una en la profesión de fe del Señor que nos convoca y para que se alimente con la palabra de Dios, la comunión sacramental y el servicio mutuo, elementos indispensables para que esta congregación inspirada por el Espíritu sea una Iglesia viva. En medio de este trabajo delicado de los presbíteros, el Concilio ha precisado bien qué tipo de acompañamiento han de dar los sacerdotes a cada miembro de sus comunidades:

Escuchen con gusto a los seglares, considerando fraternalmente sus deseos y aceptando su experiencia y competencia en los diversos campos de la actividad humana, a fin de poder reconocer juntamente con ellos los signos de los tiempos. Examinando los espíritus para ver si son de Dios, descubran con el sentido de la fe los multiformes carismas de los seglares, tanto los humildes como los más elevados (Presbyterorum Ordinis, 1965, 9).

No está de más desglosar y analizar de este breve párrafo los contenidos del acompañamiento que debería dar a cada uno de los integrantes de la comunidad:

a) “Escuchar con gusto a los seglares, considerando fraternalmente sus deseos.”

La figura del pastor de la Iglesia, que habría de ser imitación del Buen Pastor que “da la vida por sus ovejas” (Jn 10, 11) es una imagen muy querida en la historia de la Iglesia, pero ha estado olvidada en el diván del cuidado pastoral para dar paso a la pedagogía de la vigilancia del “no pecar”. La consideración de los deseos, obviamente, no está ligada a simples anhelos humanos, sino a lo que san Ignacio de Loyola, en el discernimiento de los deseos que moran en nuestro interior, recupera como viniendo del buen espíritu. Estos buenos deseos nos impulsan a amar más, a servir, a entregar nuestra vida por Dios y por los demás, en el contexto de nuestra incorporación a la misión de la Iglesia.

Por otra parte, el gusto del pastor al que alude el documento no es simple disposición de acogida, sino verdadero gozo cuando el acompañante capta que Dios está inspirando al cristiano para actuar guiado por el Espíritu. Estamos hablando, entonces, de un acompañante espiritual que posee experiencia de la presencia divina en la vida humana y que, por ello, tiene una mínima sensibilidad para captar a Dios en los “santos deseos” y en los actos concretos de amor realizados por los fieles bajo la inspiración del Espíritu.

b) “Aceptando su experiencia y competencia en los diversos campos de la actividad humana.”

Un mínimo de contacto humano y social con la realidad cotidiana en la que estamos insertos podría hacernos caer en la cuenta de que los laicos y las laicas son en múltiples ocasiones más competentes que los presbíteros en muchas áreas no solo de la vida económica, empresarial, comercial, bancaria en que se desenvuelve, sino también en el área apostólica. Por ejemplo, la vida parroquial se desarrolla en distintos terrenos individuales y sociales: las relaciones humanas (los grupos parroquiales son un tejido de múltiples intercambios personales); la organización de actividades sociales (las kermeses, las rifas, la atención a los ancianos de la parroquia requieren una capacidad de gestión, realización y eficacia); la atención y el cuidado de los enfermos (sobran madres de familia, enfermeras, cuidadoras que atienden ancianos y enfermos en casa); el acompañamiento de jóvenes en dificultades (no hay madre de familia con hijos mayores que no haya lidiado con los problemas típicos de la adolescencia); la enseñanza de los niños (la catequesis requiere un arte de manejo de los niños en su conducta y en su aprendizaje); el manejo de un negocio (no hay parroquia que funcione sin dinero). Desgraciadamente, la minusvaloración histórica de los laicos en la vida de la Iglesia es un handicap del que muchos párrocos y vicarios de las diferentes diócesis no se acaban de sacudir y ha hecho que toda la experiencia y competencia de los fieles haya sido desaprovechada durante muchos siglos (y lo decimos sin exagerar). Consideramos que una de las reformas que tiene que atravesar a la Iglesia en su funcionamiento es la reorganización y descentralización de la estructura económica. Ya comienza a suceder en algunas diócesis de Estados Unidos, donde se forman grupos de laicos y laicas que colaboran fuertemente en las finanzas parroquiales y que descargan al párroco del peso de la administración. La compleja administración de parroquias con grandes ingresos y obras múltiples hacen indispensable el trabajo en equipo párrocos-religiosos/as-laicos, para responder integralmente a los desafíos que plantea la zona territorial atendida por la parroquia.[14] Esta es una de las maneras en que la experiencia laical —con la conciencia también de que toda asunción de un cargo administrativo implica riesgos— habría de ser aprovechada por la Iglesia para una mayor eficiencia y eficacia en su labor pastoral.

c) “A fin de reconocer conjuntamente los signos de los tiempos… Examinando los espíritus para ver si son de Dios.”

Como a los laicos se les ha considerado “infantes” en la Iglesia, cristianos cuya única función fue durante muchos siglos “dejarse gobernar y obedecer las directrices de sus pastores”,[15] no se les ha considerado capaces de detectar el paso de Dios en la historia y lo que Él desea para la Iglesia y la humanidad, ni se les ha adiestrado en el arte del discernimiento. Este reconocimiento de los signos de los tiempos es un desafío no solo para los laicos, sino para el mismo clero; es decir, ha de ser un discernimiento conjunto, en donde se escucha el paso del Espíritu en toda la comunidad cristiana y por cada uno de los miembros. Por otra parte, implica, además, una honda vida espiritual y un vaivén pedagógico que atestigüe la vida cristiana que se desprende de la inspiración del Evangelio y la comprensión del Evangelio que se deriva de un seguimiento fiel del Señor Jesús. Por eso, reconocer los signos de los tiempos y examinar el Espíritu que se hace sentir en ellos van íntimamente ligados, pues solo se puede reconocer la voz de Dios en los signos de los tiempos si se ha desarrollado el don del discernimiento, y no se pue- de aprender a discernir si no se ha intentado vivir según la voluntad de Dios en medio de nuestra limitada comprensión de lo que Él desea de cada uno de nosotros.

d) “Descubran con el sentido de la fe los multiformes carismas de los seglares, tanto los humildes como los más elevados.”

La aparición de los “carismas” está en perfecta coherencia con el contexto, pues los carismas son los dones recibidos del Espíritu que han de ser empleados en beneficio de la comunidad cristiana y humana. Son dones otorgados por el Espíritu para servir a los demás, y no simples cualidades recibidas para provecho o crecimiento personal.

Como hemos dicho, con este único documento, con las consecuencias pastorales que se desprenden para los presbíteros, nos podemos dar cuenta de que no se puede construir la unidad en ningún grupo eclesial si no vemos por el bien, el crecimiento, la formación apostólica, espiritual, humana, social de cada uno de sus miembros. Sólo fortaleciendo, construyendo, ayudando a que cada uno de los individuos de la comunidad —laicos/as, religiosos/ as, presbíteros incluidos, que también tienen muchas áreas de crecimiento en este camino realmente conjunto y de apoyo mutuo— vaya aportando lo suyo (desde sus dones diversos a los individuos de la comunidad) en vista a que se vaya forjando una verdadera fraternidad cristiana (y humana).

La promoción integral y creativa de cada colectividad es requisito indispensable para la construcción de la unidad universal

Si ya hemos mostrado la importancia de la atención a los individuos para que en la comunidad cristiana se logre la verdadera unidad, ahora vamos a ver la importancia de que las colectividades particulares puedan ser desarrolladas para que la unidad local, regional, nacional y mundial pueda tener nombre y apellido.

La promoción integral de las comunidades humanas parciales en vista de la universalidad

Para empezar, y siguiendo un esquema parecido al apartado anterior, la atención a las diferentes agrupaciones humanas ha de ser integral y tiene que considerar todos los aspectos de la vida humana. Comencemos retomando lo que el documento de Santo Domingo nos dice al respecto.

El documento afirma la inseparabilidad del trabajo de la evangelización y de la promoción humana, argumentando que entre ellas existen “lazos muy fuertes” (Nueva evangelización. Promoción Humana. Cultura Cristiana, 1992, 157).[16] Antropológicamente, es imposible escindir a la persona humana, pues no es un ser abstracto, sino un “ser sujeto a los problemas sociales y teológicos” (sd, 157). Teológicamente, no es posible disociar el plan de la creación y el plan de la redención, pues hay situaciones muy concretas de injusticia que hay que combatir y una justicia que hay que restaurar (SD, 157). Porque “¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre?” (SD, 157) (Evangelii Nuntiandi, 1975, 31). Santo Domingo, además, se encarga de clasificar los terrenos —viejos y nuevos— en donde la Iglesia tiene retos enormes y una labor que realizar. Citamos los más relevantes:

Como podemos ver, el documento no solo habla de individualidades, sino de colectividades parciales, de grupos numerosos que viven en las ciudades y en las zonas rurales y cuya vida está amenazada.

Un camino muy parecido recorre el papa Francisco cuando piensa en esas colectividades parciales, en esos pueblos aislados o alejados en el sur de América, en esas comunidades indígenas. El pontífice ha construido también un esquema complexivo para que la Iglesia se involucre en el gran pulmón mundial brasileño en su exhortación apostólica postsinodal Querida Amazonia. La estructura de su documento no se construye con imperativos éticos, sino con los sueños que como humanidad hemos de despertar para salvar —en este caso— una parte del planeta cuya función es indispensable para la supervivencia de nuestra Tierra:

El análisis anterior responde a la estrategia integral de todo esfuerzo misionero. Pero también queremos insistir en que, en esta evangelización completa que se vislumbra —aunque compleja en su realización—, tiene prioridad el trabajo con las colectividades parciales que existen en los distintos países y regiones. Y aquí tanto Santo Domingo como el documento Querida Amazonia ofrecen luces muy reveladoras.

Santo Domingo, antes que el papa Francisco, había hablado de la evangelización inculturada, diciendo que había que buscar la salvación y la liberación integral de un determinado pueblo o grupo humano “que fortalezca su identidad y confíe en su futuro específico” (QA, 243). Y si ciertamente la Iglesia defiende los auténticos valores culturales de todos los pueblos, especialmente de los oprimidos, indefensos y marginados (SD, 243) (con lo cual estamos hablando de una pastoral eclesial con sentido de universalidad), cada pueblo con su propia cultura ha de situarse en su respectiva identidad social, de acuerdo con su cosmovisión, sin perder su lugar en la constitución de la unidad del conjunto (sd, 244).

De hecho, la parte de la necesaria afirmación de la particularidad está expresada en este párrafo altamente significativo:

Para una auténtica promoción humana, la Iglesia quiere apoyar los esfuerzos que hacen estos pueblos para ser reconocidos como tales por las leyes nacionales e internacionales, con pleno derecho a la tierra, a sus propias organizaciones y vivencias culturales, a fin de garantizar el derecho que tienen de vivir de acuerdo con su identidad, con su propia lengua y sus costumbres ancestrales, y de relacionarse con plena igualdad con todos los pueblos de la tierra (sd, 251).

Pero no olvidemos la otra cara de la moneda: el desarrollo de la individualidad en la colectividad. La importancia de la integración en un conjunto es reafirmada por el documento cuando se habla de la integración latinoamericana. Este esfuerzo por la defensa de la particularidad de los pueblos y de las culturas se iría por la borda si se aísla de un esfuerzo colectivo por la paz, la solidaridad, la cohesión y el entendimiento de las diversas culturas, pueblos, regiones. El esfuerzo de la particularidad se puede extender a la vida de las naciones, que no pueden vivir de manera independiente. El documento en este sentido es contundente:

La experiencia ha mostrado que ninguna nación puede vivir y desarrollarse con solidez de manera aislada. Todos sentimos la urgencia de unir lo disperso y de unir esfuerzos para que la interdependencia se haga solidaridad y esta pueda transformarse en fraternidad (SD, 204).

La promoción creativa de las colectividades parciales es indispensable para la unidad universal

Como hemos visto, no basta una promoción integral de la diversidad cultural de los pueblos, de las etnias, de las comunidades indígenas, de los grupos de la urbe aislados y atomizados. Hay que ir más allá: la creatividad en el fomento de su desarrollo particular es un don de Espíritu también. Para trazar algunas líneas de esta creatividad, nos ayudaremos también del documento Querida Amazonia, donde el Papa es más prolífico en señalar de manera específica qué elementos de las culturas hay que reforzar para que adquieran una identidad más clara y firme. La podemos describir en cinco áreas principales:

a) La estrecha relación con el entorno natural.

Los habitantes de la Amazonia tienen una ventaja natural: han nacido ahí y su cosmovisión está determinada por ese lugar de nacimiento. Eso les da una particular sensibilidad con la naturaleza y un aprecio muy significativo por ella. Además, este hábitat natural les ha permitido gestar un modo en que se han constituido como seres humanos en su intercambio con él:

Cada pueblo que logró sobrevivir en la Amazonia tiene su identidad cultural y una riqueza única en un universo pluricultural, debido a la estrecha relación que establecen los habitantes con su entorno, en una simbiosis —no determinista— difícil de entender con esquemas mentales externos (QA, 31).

b) Alto sentido comunitario.

Como la mayor parte de las culturas primitivas, sus luchas de supervivencia se han podido realizar y han tenido éxito porque poseen una alta capacidad de fraternidad y un espíritu de comunión humana. Al Papa le asombra cómo, sin disminuir la importancia que se le pueda conceder a la libertad personal, se evidencia que los pueblos originarios de la Amazonia tienen un fuerte sentido comunitario. Constata que “el trabajo, el descanso, las relaciones humanas, los ritos y las celebraciones” constituyen una parte fundamental de su herencia común. “Todo se comparte, los espacios privados —típicos de la modernidad— son mínimos. La vida es un camino comunitario donde las tareas y las responsabilidades se dividen y se comparten en función del bien común. No hay lugar para la idea de individuo desligado de la comunidad o de su territorio” (QA, 20).

c) El cuidado de las raíces.

Cuando se dirigió a los jóvenes de la Amazonia en el Encuentro Mundial de la Juventud Indígena,[18] el papa Francisco recuperó algo que tres años antes había escuchado de los jóvenes de Cracovia: “Asumimos la memoria de nuestro pasado para construir la esperanza con valentía”. Para el pontífice, este compromiso que asumieron los jóvenes polacos puede servir de ejemplo para los jóvenes indígenas de la Amazonia y de punto de partida no solo para reflexionar y celebrar su fe en Jesucristo, sino para que tomen conciencia de una labor esencial que deben realizar en favor de las culturas indígenas del continente: ser agradecidos por la historia de sus pueblos y valientes frente a los desafíos que les esperan. Estos jóvenes brasileños han de volver a las culturas de origen y hacerse cargo de sus raíces, “porque de las raíces viene la fuerza que los va a hacer crecer, florecer, fructificar”.[19] Esta advertencia fue retomada por el Papa en su documento Querida Amazonia (QA, 33), cuando habla de la necesidad de la recuperación de las raíces para la supervivencia de los pueblos originarios.

d) Recuperar la voz de los ancianos.

Para rescatar las raíces culturales, se requieren “vehículos humanos”. Ahí encontramos la palabra de los ancianos de las comunidades. El papa Francisco se deja inspirar por Mario Vargas Llosa para hacer esta exhortación, pues el escritor peruano, en su novela El hablador, recalca la importancia del relato de los ancianos en la construcción de la identidad cultural e histórica:

Esos primitivos habladores que recorrían los bosques llevando historias de aldea en aldea, manteniendo viva a una comunidad a la que, sin el cordón umbilical de esas historias, la distancia y la incomunicación hubieran fragmentado y disuelto.[20]

El mismo Papa retoma esta idea en Christus Vivit, su documento dirigido a los jóvenes, con estas palabras:

Por eso es bueno dejar que los ancianos hagan largas narraciones, que a veces parecen mitológicas, fantasiosas —son sueños de viejos—, pero muchas veces están llenas de rica experiencia, de símbolos elocuentes, de mensajes ocultos. Esas narraciones requieren tiempo, que nos dispongamos gratuitamente a escuchar y a interpretar con paciencia.[21]

e) Encontrar fuentes de expresión de su identidad y de sus valores a través del arte, cultura, literatura.

Finalmente, el papa Francisco descubre esencial no solo la recuperación de las riquezas de los pueblos en sus tradiciones, historias, ancianos, folclor, costumbres, sino que los pueblos puedan encontrar distintos modos de expresarlas, de comunicarlas, de integrarlas. Ahí toma un papel relevante el arte, la música, la danza, la poesía, el arsenal de expresiones artísticas que poseen ya las culturas primitivas o que los mismos misioneros pueden complementar, enriquecer, potenciar:

Por otra parte, también en los sectores profesionales fue desarrollándose un mayor sentido de identidad amazónica y aun para ellos, muchas veces descendientes de inmigrantes, la Amazonia se convirtió en fuente de inspiración artística, literaria, musical, cultural. Las diversas artes, y destacadamente la poesía, se dejaron inspirar por el agua, la selva, la vida que bulle, así como por la diversidad cultural y por los desafíos ecológicos y sociales (QA, 35).

Como vemos, la unidad de las comunidades, de los países, de los continentes y del mundo pasa por el desarrollo creativo de las particularidades: personas, pueblos, culturas, naciones individuales. Sin renunciar a la unidad deseada y teniéndola como horizonte, es imprescindible el despliegue y la potenciación de la particularidad, para no caer en la tentación del uniformismo en aras de una unidad que sería finalmente falsa, artificial o incompleta. Esta promoción de la plenitud de la particularidad no solo no va contra el Evangelio, sino que es una genuina manifestación del mismo.

Es cierto que el desarrollo de la particularidad implica el riesgo del aislamiento cultural. Pero aquí ha de entrar un voto de confianza hacia el mundo indígena y hacia las comunidades primitivas. El papa Francisco valora la intuición de los pueblos originarios al afirmar:

La inculturación eleva y plenifica. Ciertamente hay que valorar esa mística indígena de la interconexión e interdependencia de todo lo creado, mística de gratuidad que ama la vida como don, mística de admiración sagrada ante la naturaleza que nos desborda con tanta vida (QA, 73).

La inculturación[22] es una empresa arriesgada y es un proceso largo y complejo. Pero, si es auténtica y está cimentada en el Espíritu que quiere dignificar la vida de los pueblos que luchan por recuperar la enorme riqueza cultural, ecológica y religiosa de la gran Amazonia, tiene que llevar por delante una fe puesta en obras. Una fe que se llama confianza en sus pobladores.

Conclusión

La diversidad en todos los ámbitos (cultural, económica, política, social, étnica, cristiana, eclesial, religiosa, etcétera) es cada vez más palpable a medida que experimentamos más de cerca, en parte por los medios de comunicación y también en parte por la universalización de nuestras instituciones y de nuestros contactos con otros mundos, que estamos en un mundo constituido por muchos mundos. La Iglesia, en su empresa evangelizadora, no puede reprimir, suprimir o intentar uniformar la pluralidad de comportamientos, de modos de vivir y de pensar, de formas de ser y de soñar que se presentan en los múltiples microuniversos que están interactuando en nuestro planeta. La evangelización eclesial, en sus modos de inculturación, en su diálogo con la modernidad y con los distintos modos de creer, ha de permanecer en una apertura constante y sensible a las maneras como Dios, fuera de la Iglesia y del mundo cristiano, se ha manifestado y se sigue manifestando.

Las llamadas “semillas del Verbo” son no solo pequeños indicios de que Dios no ha limitado su acción a la comunidad cristiana, sino enormes frutos de la acción de Dios que han brotado a lo largo de la historia a través y en medio de hombres y mujeres de toda raza, cultura, etnia y religión. La Iglesia ha de estar preparada para detectarlos, valorarlos y potenciarlos. Obviamente, las culturas que se han desarrollado fuera del contexto cristiano tienen mucho que purificar y mejorar. Pero esta revisión también aplica para la civilización de tradición cristiana occidental y oriental. El diálogo y la apertura a la riqueza de los pueblos, culturas y personas ajenas al horizonte cristiano es esencial. La valoración y la potenciación de la diversidad que va conforme con los valores del Evangelio es un trabajo que todo misionero ha de emprender. Al mismo tiempo, dicho misionero también deberá realizar un discernimiento respetuoso de las concreciones históricas de los pueblos que no entran en su horizonte creyente, de modo que pueda apreciar y valorar las que han servido al crecimiento y la maduración de esos pueblos y culturas, como también para que pueda ser crítico de aquellas concreciones que son incompatibles con la solidaridad, el amor, el respeto a los derechos de los individuos y de los pueblos. Al mismo tiempo, el proceso también se da a la inversa: los agentes eclesiales recibirán elogios por el aporte que el cristianismo ha ofrecido a los distintos pueblos en la historia, pero asimismo deberán aceptar humildemente los cuestionamientos que las demás culturas y religiones plantean al mismo cristianismo, que también deberá purificar los elementos espurios que existen en sus individuos e instituciones. El respeto, la valoración y la promoción de la diversidad en las personas y en los pueblos no solo compete a los agentes eclesiales, sino que es una dinámica que debe permear la convivencia de todos los seres humanos en todos los terrenos en los que está inserto, como hemos visto.

Pero no hemos de olvidar, como señalábamos al principio, que esta diversidad ha de ir a la par del horizonte de unidad que como humanidad tenemos enfrente, y ese esfuerzo de unidad debe ser realizado también por los distintos actores que componen la diversidad de sociedades, culturas y religiones de nuestro orbe. Por ello, para no olvidar el horizonte de la unidad universal a la cual todos estamos invitados, podemos volver a inspirarnos, como lo hizo el Papa actual, en san Francisco de Asís. Leonardo Boff[23] recupera aspectos de su espiritualidad que nos pueden servir enormemente no solo para la unidad de los esfuerzos eclesiales, sino para la verdadera reconciliación con el cosmos que necesitamos todavía lograr, y muy en particular en Occidente. Solo enunciaremos los elementos que consideramos más útiles para nuestro propósito, dejando al lector que pueda ver su desarrollo más amplio en el capítulo del libro del teólogo brasileño mencionado:

No queremos terminar sin añadir un aspecto fundamental que contribuye de manera esencial a la construcción de la unidad. En su mensaje navideño del 25 de diciembre de 2021, Urbi et Orbi, el papa Francisco se dirigió al mundo entero para advertir la importancia del diálogo en la construcción de la paz. En medio de la crisis en la que el mundo entró a raíz de la pandemia de Covid-19, estuvieron a prueba “nuestra capacidad de relaciones sociales”, y tuvimos la tentación de abandonar el diálogo entre naciones, las cuales podían tender a cerrarse en sí mismas.[31] Las naciones podían sentirse inducidas a “tomar atajos”, en vez de recorrer “los caminos más lentos del diálogo”.[32] En realidad, para el papa Francisco, estos son los caminos que conducen a la solución de conflictos y, en último término, a la unidad de las personas, comunidades y naciones. En este largo camino de la humanidad hacia el entendimiento entre los pueblos y naciones, las autoridades políticas tienen una labor ineludible para pacificar las “sociedades devastadas por tensiones y conflictos”.[33] Pero, como bien sabemos, las autoridades de los diferentes países son solo una parte de la solución. El mensaje está dirigido también a todos nosotros, pues cualquiera está en posición de contribuir a la paz y a la reconciliación de los pueblos. El papa Francisco pide a Dios por todas las personas que se sumen a este esfuerzo de trabajar “en favor del encuentro y el diálogo”.[34]

Referencias

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——. Mensaje .Urbi et Orbi”, Navidad 2021. Balcón central de la Basílica Vaticana. 25 de diciembre de 2021. Librería Editrice Vaticana.

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Notas

* Doctor en Teología por el Centre Sèvres de París. Ingeniero Mecánico Administrador por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente. Licenciado en Teología por el Colegio Máximo de Cristo Rey. Profesor de Teología en el Departamento de Ciencias Religiosas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
[1] Como reza nuestro Credo Niceno-Constantinopolitano: “Creemos en la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica”.
[2] Mensaje para el Día de Oración por la Protección de la Creación (1 septiembre 2012).
[3] Discurso en Santa Bárbara, California (8 de noviembre de 1997); cf. John Chryssavgis, On Earth as in Heaven: Ecological Vision and Initiatives of Ecumenical Patriarch Bartholomew (Nueva York: Fordham University Press, 2012).
[4] Chryssavgis, On Earth, 9
[5] Leonardo Boff, Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres (Madrid: Trotta 1996), 253. [6]
[7] Boff, Ecología, 254.
[8] Heinrich Fries, “Cambios en la imagen de la Iglesia y desarrollo histórico-dogmático”, en Mysterium Salutis IV/1. La Iglesia. Manual de teología como historia de la salvación (Madrid: Cristiandad 1973), 233-243.
[9] En América Latina, la construcción de la unidad eclesial tendría un acento muy particular por ser un continente atravesado por la injusticia y la desigualdad. Para Álvaro Quiroz, la Iglesia va realizando la unidad en la medida en que sirve al proceso de unificación del mundo. Pero dicha función unificadora solo se actuará si se inscribe en la lucha contra la injusticia como causa de división entre las personas, las comunidades, los pueblos. Esta será la manera de presentarse como sacramento de comunión dentro de la Iglesia y como aporte esencial a un mundo dividido (cf. Álvaro Quiroz, “4. La notas de la Iglesia en la EdL”, en Eclesiología en la teología de la liberación (Salamanca: Sígueme 1983), 256.
[10] Salvador Carrillo Alday, Los milagros de Jesús. Exégesis y proyección pastoral (México: Ediciones Dabar 1995), 66.
[11] Diría José Antonio Pagola: “una sociedad aterrorizada por su presencia” (Jesús, Aproxima- ción histórica [Madrid: PPC 2007], 155-176, especialmente en el apartado “Liberador de demonios”).
[12] Salvador Carrillo supone que una posible causa de su rechazo es que, para Jesús, no había llegado el momento de anunciar la Buena Nueva a los gentiles (Carrillo, Los milagros, 69). Pero también es probable que Jesús haya considerado que el hombre, un verdadero neófito en la fe y pagano, no estuviese preparado para ser un seguidor de los más cercanos. Quizá fue un cálculo de “oportunidad apostólica” para el hombre sanado.
[13] John Paul Meier, Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico, II-2. Los milagros (Estella: Verbo Divino, 2002), 754.
[14] Como un botón de muestra, citemos la Arquidiócesis de Detroit. Su capital y manejo financiero es tan grande, que presta servicios de gran calado: administración de programas de préstamos y depósitos; fondos de dotación y planes de pensión sacerdotal; inversión en erección y mantenimiento de instalaciones físicas y edificios; optimización de la planta física; ventas y rentas de propiedades; trabajo de finanzas y administración con la Conferencia Católica de Michigan; apoyo a ministerios de evangelización, catequesis y educación religiosa; ayuda a hombres que se encuentran en discernimiento para el sacerdocio o diaconado; obtención y canalización de fondos para hombres y mujeres que se comprometen en el ministerio para la preparación del matrimonio; apoyo y recursos al ministerio de música (coros, cantores de salmos, directores de coro); ayuda a hombres y mujeres de matrimonios fallidos para que regresen a estar en completa comunión con la Iglesia, etc. La complejidad administrativa, como se puede intuir, es muy elevada. Con base en el Código de Derecho Canónico, que sugiere la creación de un Consejo Financiero y de un Consejo Pastoral para el apoyo del Arzobispo (y, a su nivel, para el apoyo del párroco), la viabilidad de la Arquidiócesis (y de las parroquias) sería imposible sin el concurso de los laicos y laicas, y en una dimensión altamente significativa. Cf. https://info.aod.org/articles/finanzas-parroquiales
[15] Citamos textualmente el texto de Vehementer Nos, de San Pío X, del 11 de febrero de 1906: “Esta sociedad es, por tanto, en virtud de su misma naturaleza, una sociedad jerárquica; es decir, una sociedad compuesta de distintas categorías de personas: los pastores y el rebaño, esto es, los que ocupan un puesto en los diferentes grados de la jerarquía y la multitud de los fieles. Y estas categorías son de tal modo distintas unas de otras, que solo en la categoría pastoral residen la autoridad y el derecho de mover y dirigir a los miembros hacia el fin propio de la sociedad; la obligación, en cambio, de la multitud no es otra que dejarse gobernar y obedecer dócilmente las directrices de sus pastores”. (Pío X, Carta encíclica “Vehementer Nos”: sobre la separación de la Iglesia y el Estado [Ciudad del Vaticano, 11 de febrero de 1906], III).
[16] De ahora en adelante SD, por ser el documento producto de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizada en Santo Domingo.
[17] Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Río de Janeiro: 3-14 de junio de 1992).
[18] Francisco, Videomensaje para el Encuentro Mundial de la Juventud Indígena. Soloy - Panamá (18 de enero de 2019) (Roma: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española [15 de enero de 2019]), 10.
[19] Francisco, Videomensaje para el Encuentro Mundial, 10.
[20] Mario Vargas Llosa, “Prólogo”, en El Hablador (Barcelona: Seix Barral, 1987), citado en QA, 34.
[21] Francisco, Exhortación apostólica postsinodal “Christus Vivit” (Roma: 25 de marzo de 2019), 195, citado en QA, 34
[22] Cuando hablamos de inculturación, nos valemos sobre todo de la concepción integral que presenta Paulo Suess, que implica ese proceso que realiza un misionero en el que colabora a que la cultura en la que se inserta vaya avanzando —fundamentalmente a partir de sus propias herramientas, valores históricos, sociales, políticos, etc.— para recuperar y profundizar su sentido global de vida, sus condiciones materiales, su organización social y su cosmovisión, su universo simbólico e imaginario. En este proceso, el intercambio que se da entre el misionero y el pueblo que lo recibe se da en condiciones de igualdad, con el reto de que la vida y el mensaje cristianos vayan quedando reflejados en la tradición que recibe al misionero, al mismo tiempo que este, sin perder su identidad fundamental, va siendo también transformado por la cultura en la que vive en dirección de una mayor fraternización y humanización. En otras palabras, el misionero, en este acompañamiento, va siendo él mismo evangelizado (cf. Paulo Suess, “Inculturación”, en “Mysterium Liberationis”. Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación II (Madrid: Trotta, 1990), 377-422.
[23] Boff, Ecología, 253-272.
[24] Boff, Ecología, 254.
[25] Boff, Ecología, 254.
[26] Boff, Ecología, 256.
[27] Boff, Ecología, 258.
[28] Tomás de Celano, Vida primera de Francisco (Madrid: BAC, 1998). De ahora en adelante 1 Cel. (1 Cel 17); Ibid., Vida segunda de Francisco. (Madrid: BAC, 1998). De ahora en adelante 2 Cel. (2 Cel 9). Citados por Boff, Ecología, 258.
[29] Boff, Ecología, 258
[30] Boff, Ecología, 260.
[31] Francisco, Mensaje “Urbi et Orbi”, Navidad 2021. Balcón central de la Basílica Vaticana, 25 de diciembre de 2021, Librería Editrice Vaticana.
[32] Francisco, “Urbi et Orbi”.
[33] Francisco, “Urbi et Orbi”.
[34] Francisco, “Urbi et Orbi”.
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