Sección temática
Economías de base familiar en la pandemia: formas asociativas en la heterogeneidad estructural de una economía plural de la periferia
Family-based economies in the pandemic: associative forms in the structural heterogeneity of a plural economy of the periphery
Economías de base familiar en la pandemia: formas asociativas en la heterogeneidad estructural de una economía plural de la periferia
Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, vol. 46, núm. 182, pp. 160-181, 2024
El Colegio de Michoacán, A.C
Recepción: 06 Julio 2023
Aprobación: 04 Marzo 2024
Resumen: El propósito de este artículo es destacar algunas de las experiencias económicas de base familiar, comunitarias y asociativas relacionadas a la Economía Social Solidaria (ESS) en el contexto de la pandemia y el confinamiento social, para dar cuenta de la capacidad de las experiencias de las Redes Alimentarias Alternativas (RAA) para mantener el trabajo e ingresos de sus integrantes y resolver sus necesidades más apremiantes. Nos preguntamos ¿cuáles son las características de las RAA y cuáles han sido sus respuestas ante la pandemia como expresiones de la ESS? Encontramos que son dos condiciones las que les permitieron a las RAA enfrentar una situación de crisis sanitaria y económica. En el primer aspecto, se destaca que es la dimensión de la economía de base familiar lo que les permite experimentar una lógica reproductiva. Mientras que en el segundo aspecto se puntualiza su relación con la sostenibilidad de la vida como concepto central y como estrategia cuya tradición conceptual y metodológica se encuentra relacionada con la ESS. Nuestra hipótesis tiene como origen de partida la reproducción ampliada de la vida en donde la economía de base familiar representa las condiciones materiales y simbólicas para que las experiencias de la ESS tengan continuidad.
Palabras clave: Economía Social Solidaria, Economía Plural, Economía de base familiar, Heterogeneidad Estructural, Escala, Redes Alimentarias Alternativas.
Abstract: The purpose of this article is to highlight some of the family, community and association-based economic experiences related to the Social Solidarity Economy (SSE) in the context of the pandemic and social confinement, to account for the capacity of the experiences of the Alternative Food Networks (ARA) to maintain the work and income of its members and resolve their most pressing needs. We ask ourselves: what are the characteristics of the RAA and what have been their responses to the pandemic as expressions of the SSE? We found that there are two conditions that allowed the RAA to face a situation of health and economic crisis. In the first aspect, it is highlighted that it is the dimension of the family-based economy that allows them to experience a reproductive logic. While in the second aspect its relationship with the sustainability of life as a central concept and as a strategy whose conceptual and methodological tradition is related to the SSE is pointed out. Our hypothesis has as its starting point the expanded reproduction of life where the family-based economy represents the material and symbolic conditions so that the experiences of the SSE have continuity.
Keywords: Social Solidarity Economy, Plural Economy, Family-based Economy, Structural Heterogeneity, Scale, Alternative Food Networks.
Introducción
El propósito de este artículo es poder sumar aportes desde la visión de las economías de base familiar para comprender una de las diferentes formas que las sociedades humanas tienen para organizar lo económico a partir de una lógica asociativa y una forma de integración doméstica que rige la organización de la vida material y no material de las experiencias de vida y de trabajo de la Economía Social Solidaria (ESS). Esta forma de integración económica vigente durante la pandemia y el confinamiento social permitió a las experiencias asociadas a la ESS organizar el trabajo para producir y reproducir las condiciones de su existencia social en la heterogeneidad estructural de una economía plural de la periferia.
El 31 de diciembre de 2019 la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció que había surgido una nueva epidemia a partir de un nuevo virus hasta ese momento, un nuevo coronavirus detectado en el mercado de mariscos de Wuhan, la capital de la provincia de Hubei en el centro de China. Para tratar de contener la expansión nacional de la infección, el gobierno chino impuso una drástica cuarentena en la provincia de Hubei a partir del 23 de enero de 2020 (Molano, 2020, pp. 111–112). Sin embargo, el virus se expandió por Europa, Norteamérica, Latinoamérica y África. La cuarentena mundial “ha acelerado la crisis del capitalismo, el desempleo y la desigualdad en una escala sin precedentes” (Molano, 2020, p. 112).
La pandemia, acentuó las tendencias de pobreza y concentración del ingreso y riqueza. En el informe de Oxfam Internacional a enero de 2021 señala que
la pandemia de coronavirus tiene el potencial de agravar la desigualdad en prácticamente todos los países del mundo al mismo tiempo, una situación sin precedentes desde que existen registros. Más de dos millones de personas han perdido la vida, y cientos de millones se están viendo arrastradas a la pobreza (Oxfam, 2021).
Para enero de 2022, la misma agencia señalaba que
los diez hombres más ricos del mundo han duplicado sus fortunas mientras que, según se estima, más de 160 millones de personas han caído en la pobreza. 1 Mientras tanto, se calcula que cerca de 17 millones de personas han perdido la vida a causa de la covid-19, una magnitud de muertes sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial (Oxfam, 2022).
En tal sentido, para la CEPAL estamos ante la peor crisis de los últimos cien años y la recuperación podría tardar más de una década en llegar, para el caso del producto per cápita, y más de tres décadas para otros indicadores. El mundo se encuentra ante una crisis sanitaria y humanitaria sin precedentes en el último siglo (CEPAL, 2020). Mientras que el Fondo Monetario Internacional (FMI) llama a este momento como el Gran Confinamiento: la peor desaceleración económica desde la Gran Depresión (FMI, 2020).
Es evidente que la pandemia no ha generado una crisis, sino que ha acentuado sus dinámicas. La economía mundial enfrenta una nueva etapa de la crisis civilizatoria del capital. Esta nueva etapa agudiza la contradicción del capital con la reproducción de la vida. En la actualidad la vida humana sobre la tierra se encuentra en riesgo, amenazada por el modelo de reproducción capitalista (Collin, 2018).
Ante las diversas crisis aceleradas o acentuadas por la Covid-19, se multiplican los intentos de teorizar en busca de alternativas, al tiempo que emergen y se expanden experiencias de la ESS en la que una de sus principales formas de organización es el cooperativismo: procesos colectivos de organización basados en la libre asociación, en el trabajo cooperativo y en la autogestión (Boris y Caballero, 2021). Se multiplican dinámicas ya existentes: cooperativas de ahorro y crédito, trueque y consumo solidario, bancos de tiempo y monedas sociales, como aquellas que se reinventan en el día a día, tomando un papel clave para la subsistencia frente a la pandemia y se relacionan con las economías de base familiar como es el caso de las RAA.
Las RAA se diferencian de las formas de distribución industriales y convencionales (centros de distribución, supermercados, mercados municipales, tianguis tradicionales, centrales de abasto y concentraciones comerciales) por la construcción de formas de distribución con proximidad geográfica por medio del reconocimiento y la valoración social de los productos y servicios territoriales que aportan los sistemas agroecológicos tradicionales (huertos, solares, chinampas y otros sistemas agropastoriles) y de los huertos urbanos para ofrecer al consumidor alimentos frescos, nutritivos y de calidad (Monachon y Torres, 2022, p. 136). Existe una relación entre los sistemas agroecológicos con las economías de base familiar en lo urbano y rural.
Durante el periodo del confinamiento y distanciamiento social, el mundo laboral de empleo y capital se detuvo. La economía de base familiar, no. En lo urbano y en el campo la vida no se detuvo. En la economía de base familiar, se generaron estrategias para enfrentar de mejor manera a la crisis sanitaria y económica. Dos aspectos que permitieron lo anterior son: su escala y sus relaciones sociales de producción. En el primer aspecto, destaca la dimensión de la economía de base familiar en la escala de la proximidad.
La proximidad de las RAA, se materializa en la instalación de los mercados alternativos como espacios físicos y en el reparto de despensas a domicilio; pero también, sobre todo a raíz de la pandemia, por medio de la venta en redes sociodigitales y plataformas de internet (Monachon y Torres, 2022). De hecho, como se destaca más adelante, las herramientas digitales permitieron a las RAA una apropiación sociotécnica devolviendo la dignidad a lo virtual, convirtiendo a lo digital en su estrategia para recurrir a lo que está a mano (Gaiger, 2007) para cuidar la vida y garantizar el sustento.
La economía solidaria comparte la escala de lo cercano, de lo que está a la mano ya que “tiene una fuerte raigambre local en el trabajo, conocimientos populares, energías morales y en recursos políticos e institucionales” (Gaiger, 2007, p. 104), realimentando sinergias y explorando matrices económico-productivas dotadas de alta racionalidad social. Tales relaciones de cercanía, son un patrimonio de la economía popular; o del piso debajo de la civilización (Gaiger, 2007).
Mientras que, en el segundo aspecto, en sus relaciones sociales de producción, la economía de base familiar define el tipo de acceso y control de sus integrantes sobre los medios de producción que determinan a su vez, el proceso de trabajo y los beneficios del excedente social. A diferencia de los medios de distribución convencionales, que buscan la acumulación, las RAA “reivindican el reconocimiento a los esfuerzos que los productores de pequeña escala han sostenido a lo largo de muchas generaciones para proteger el suelo de conservación, el mantenimiento y enriquecimiento de la agrobiodiversidad y de los servicios ecológicos que prestan a la CDMX y a la Zona Metropolitana del Valle de México” (Monachon y Torres, 2022, p. 136).
Dicha lógica de propiedad colectiva y la generación de un excedente socializado es compartida en los emprendimientos de la ESS (Gaiger, 2007). Tales aspectos “derivan de la naturaleza asociada y cooperativa del trabajo y de las características participativas de los emprendimientos” (Gaiger, 2007, p. 100). Se trata de diversas actividades productivas de base familiar generadoras de trabajo e ingresos que tienen similitud con las experiencias y emprendimientos de la ESS y en algunos casos representan su base y racionalidad.
El documento se organiza de la siguiente manera. En la parte dos, posterior a esta introducción nos detenemos para estudiar la relación entre las economías de base familiar y la ESS destacando que desde las familias y el trabajo doméstico se contribuye a una economía para satisfacer las necesidades bajo una lógica reproductiva. Se trata del Oikos para la vida. Mientras que en la parte tres, retomamos el enfoque estructuralista latinoamericano para analizar una economía plural de la periferia que está constituida por diversas lógicas productivas, expresadas en distintas racionalidades económicas y valores culturales: familiares, comunitarios, asociativas, privadas (nacionales e internacionales) y públicas que coexisten, conviven y se entretejen bajo la hegemonía de las relaciones sociales de producción capitalista. La parte cuatro, está destinada a comprender las estrategias de la economía de base familiar para enfrentar de mejor manera la crisis sanitaria y económica y garantizar el cuidado de la vida y la búsqueda de un sustento digno. Finalmente, se resumen los aportes en las conclusiones.
Economías de base familiar en la Economía Social Solidaria
Para poder visibilizar a las otras economías tenemos que arrebatar su conceptualización de la hegemonía del mainstream económico. Por más de cuarenta años la ciencia económica ha estado presa de una manera de generar conocimiento. La economía neoclásica 2 que inició a fines del siglo XIX como marginalismo, no sólo ha dominado el pensamiento económico hasta nuestros días, sino que su influencia permeó el comportamiento social y de otras disciplinas. Desde el significado formal de lo económico, la economía se presenta “como una serie de actos de economización, es decir, de elecciones inducidas por situaciones de escasez” (Polanyi, 2014, p. 191). En una situación de escasez, las acciones sociales, intereses y motivaciones parten de recursos insuficientes y por lo tanto se pone el acento en la necesidad de que esos recursos sean asignados de la mejor manera posible, esto es, optimizando las decisiones que toman los agentes en función de sus recursos disponibles. Lo anterior sucede cuando se logra el máximo beneficio privado optimizando esos recursos al incrementar la propiedad del dinero como un fin en sí mismo y ver la economía de mercado como la única vía para garantizar ciertas necesidades. Así, la teoría ortodoxa reduce a la ciencia económica a un dogma en el arte de hacer dinero.
Siguiendo a Aristóteles se trata de una economía crematística (chremastiké) como la economía del cálculo económico en el arte de lucro (Hinkelammert y Mora, 2013). El contenido de la ciencia económica se redujo al estudio de las actividades monetizadas de una economía con mercado en la producción, distribución y consumo, convirtiendo a las actividades mercantiles en el único interés de la teoría económica, en el símbolo del progreso, de la racionalidad instrumental propio del cálculo hedonista de utilidad y de las relaciones mercantiles siguiendo las reglas del individualismo metodológico. En síntesis, lo anterior supone que el comportamiento humano puede ser explicado bajo tres principios: optimización; equilibrio, y escasez (Mendoza, 2019). En otras palabras, las relaciones sociales se reducen al intercambio entre mercancías cuyo sujeto son los mercados (Coraggio, 2011).
La estructura básica de la organización social, entonces, se establece en los mercados que son definidos como interconectados y autorregulados, caracterizados por la concurrencia y la competencia perfectas donde se forman precios mediante las tendencias a la igualación de oferta y demanda que, a la vez, se situaron en el epicentro de la estructura socioeconómica: sus procesos, ritmos y lógicas se imponen al conjunto social y ponen a la vida, en sentido amplio, a su servicio. El mercado tiene poder para imponer su propio proceso y legitimar sus necesidades como si fueran las de todo el conjunto social. El mercado se utiliza como el término normativo y normalizado de toda la sociedad (Mirón, 2004).
Sin embargo, podemos establecer otra ruta para rescatar a la ciencia económica desde la práctica social y su raíz etimológica. Así, el término economía, adoptado por la mayoría de los idiomas occidentales, procede del griego antiguo oikonomía. Oikonomia es una palabra compuesta, procedente del sustantivo oikos y del verbo nemo. Mientras que la traducción de este segundo término no presenta mayores problemas — nemo significa distribuir, administrar —, el primero es un vocablo de difícil traducción al castellano. Se puede afirmar que la Oikonomia es la ciencia que se preocupa del abastecimiento de los hogares y de la comunidad circundante (la polis), a través del acceso a los bienes necesarios para su producción y reproducción (Mirón, 2004, pp. 61–62). Al mismo tiempo que satisfacen sus necesidades humanas potencian y desarrollan sus capacidades. En tal sentido, la administración aparece como un arte, el arte de gestionar la producción y distribución de los bienes necesarios para abastecer a la comunidad en el cuidado de satisfacer las necesidades humanas. Donde el fin de la economía es la satisfacción y el desarrollo de las necesidades, el trabajo de los seres humanos para reproducir su vida real (Hinkelammert y Mora, 2013, p. 25). En suma, se trata de una economía para la vida: administrar – gestionar – cuidar la vida, dónde la preocupación no está en la perfecta asignación de los recursos, sino en la mejor provisión para sostener y reproducir la vida.
Se trata de una crítica epistemológica y metodológica a los supuestos neoclásicos en torno de las características del homo oeconomicus. 3De esta forma, tomando como punto de partida la raíz etimológica, se destaca la práctica social, las relaciones sociales. En una economía para la vida, son las relaciones sociales no monetizadas en los hogares y en el trabajo doméstico (como trabajo no remunerado) las que aparecen como condiciones de posibilidad para sostener la vida a partir de una adecuada satisfacción de las necesidades humanas 4 que permita satisfacer, realizar y potenciar a todos los seres humanos. Desde esta perspectiva, tanto las familias como el trabajo doméstico se consideran como imprescindibles para el funcionamiento del conjunto de la estructura económica, es decir, para la producción – reproducción del sistema económico.
Al contribuir al sostenimiento de la vida y de sus condiciones de existencia, las familias y el trabajo doméstico, contribuyen al proceso de producción – reproducción desde una racionalidad de la vida, desde una economía para satisfacer las necesidades y resolver el sustento del hombre (Hinkelammert y Mora, 2013). Uno de los principales aportes de la economía feminista fue la recuperación de un debate de larga data dentro del feminismo: aquel conocido como «debate del trabajo doméstico». La revitalización de este debate dentro del campo económico dio lugar a la promoción del concepto de economía del cuidado (Rodríguez, 2015, p. 5), como expresión de una racionalidad para la vida.
Para Hinkelammert y Mora (2013), esta racionalidad de la vida sólo se puede fundar en la solidaridad y asociación entre todos los seres humanos. Desde esta perspectiva, las prácticas asociativas de la ESS aparecen como una economía orientada hacia la reproducción de la vida. La ESS puede ser considerada como el Oikos de la vida. Esa concepción es enmarcada en la corriente de una propuesta de economía sustantiva inspirada en los trabajos de Karl Polanyi (Laville, 2004). Esto implica teóricamente la reafirmación de la relación de encastramiento de la economía en la unidad doméstica y da pauta a las economías de base familiar (Polanyi, 2012). Se puede afirmar que el sujeto de la ESS “es casi siempre una familia o un hogar, cuyos miembros trabajan en conjunto, disfrutando colectivamente de los resultados de su actividad” (Singer, 2007, p. 59).
Existe un consenso en sostener que el concepto de ESS es polisémico y que responde a realidades situadas. En las últimas décadas el concepto ha venido tomando cuerpo, fruto de los debates que se están suscitando en torno suyo y las prácticas económicas emergentes que se están extendiendo, cada vez con más fuerza, en numerosas partes del mundo. Estas iniciativas y experiencias también responden a las tradiciones en las que se insertan y se encuentran situadas a contextos históricos, políticos y geográficos en los que han surgido. Como resultado existe una gran diversidad y heterogeneidad de estas iniciativas (Jubeto y Fernández, 2014). Se puede afirmar que estas iniciativas existen antes que la emergencia sanitaria y del propio capitalismo. Su naturaleza pertenece a tradiciones de larga duración y se retroalimentan en tiempos de incertidumbre donde afloran y se multiplican experiencias productivas asociadas a la solidaridad.
Se concibe a la ESS, heredera de una tradición latinoamericana desde una economía de reproducción social con una lógica reproductiva (Collin, 2018; Coraggio 2011; Laville, 2004; Razeto, 1987; Singer, 2001). Tomemos primero el concepto de reproducción social. La reproducción social5se define como la forma en que se producen y reproducen las condiciones materiales y no materiales que sostienen un sistema social para el cuidado de la vida. La reproducción ocurre cuando las condiciones necesarias para la existencia de la relación de producción se llevan a cabo de la misma forma una y otra vez, es decir, se reproducen. Desde esta perspectiva, el análisis económico pone atención en características reproductivas, entendiendo que los sistemas socioeconómicos –para poder permanecer– necesitan reproducir sus propias condiciones de reproducción. 6Mientras que la lógica reproductiva se asocia con la sostenibilidad de la vida como concepto central y como estrategia con la reproducción ampliada de la vida, cuya tradición conceptual y metodológica se encuentra relacionada con la ESS (Collin, 2018; Hinkelammert y Mora, 2013; Coraggio, 2011) y la economía feminista (Mirón, 2004; Carrasco, 2017).
Nuestra hipótesis tiene como origen de partida la reproducción ampliada de la vida (Coraggio, 2011) en donde la economía de base familiar 7 representa las condiciones materiales y simbólicas para que las experiencias de la ESS tengan continuidad. La célula organizativa básica general de la ESS es la unidad doméstica (UD), que incluye:
las familias nucleares o extendidas, correspondientes o no, organizadas por relaciones de parentesco o afinidad, las comunidades originarias y los grupos estables de ayuda mutua, que organizan sus trabajos domésticos sobre la base de relaciones inmediatas de reciprocidad y en función de sus necesidades conjuntas: trabajo para el cuidado y producción de bienes para el propio consumo directo (Coraggio y Loritz, 2022, p. 60).
Partimos entonces de las estrategias de reproducción desde la economía de base familiar que en tiempos de pandemia demostró tener el control y gestión de las condiciones básicas de la vida. 8 Las economías de base familiar representan el carácter esencial de la ESS, en tanto mantienen la lógica de lograr la reproducción ampliada de sus miembros, que incluye: “emprendimientos por cuenta propia, familiares o comunitarios, que producen para el intercambio y, en particular, para la venta en el mercado” (Coraggio y Loritz, 2022, p. 61).
En tal sentido, se puede afirmar que el sujeto de la economía solidaria “es casi siempre una familia o un hogar, cuyos miembros trabajan en conjunto, disfrutando colectivamente de los resultados de su actividad. La agricultura familiar, la artesanía y el pequeño comercio son ejemplos de este modo de producción” (Singer, 2007, p. 59). Desde esta perspectiva se reconoce a “la familia como unidad económica que cumple funciones de producción, distribución, consumo y acumulación” y constituye todavía hoy una parte considerable de la economía global de la sociedad” (Razeto, 1997, p. 177). La familia define la existencia y la racionalidad de sus integrantes, rige su organización interna y sus interacciones con el medio que lo rodea con tradiciones y costumbres las cuales representan las herencias culturales (Flores, 2020). La familia es donde aún puede materializarse la comunidad a través de “los trabajos comunitarios para resolver necesidades colectivas […] para resolver cooperativamente la producción, la comercialización, el crédito, el consumo.” (Coraggio y Loritz, 2022, pp. 61-62).
En un estudio reciente, 9 se analizan las estrategias de gestión en ocho cooperativas pequeñas de la Ciudad de México (CDMX). En sus resultados el 87.5% de las cooperativas tiene como base a la familia y el 12.5% solo con amigos, con un promedio de nueve años de operación. De ellas, son dos agrícolas, cuatro de producción y una de servicios. Se encuentran ubicadas en cuatro de las dieciséis Alcaldías de la CDMX, destaca la Alcaldía de Xochimilco porque ahí se ubican cuatro de las ocho con 21 socios (Luvián y Rosas, 2021, p. 241).
Se trata de cooperativas familiares en donde predominan la forma familiar y la comunitaria. Cada familia, como célula de la ESS, organiza el trabajo de manera asociativa y mediante el control de los medios de producción “para reivindicar de modo solidario los medios o condiciones de producción” (Coraggio y Loritz, 2022, p. 62), apoyadas en una estructura legal, principios y valores. La Asamblea General es el espacio de gestión y toma de decisiones que le permite la apropiación y disfrute colectivo del excedente de modo de lograr la reproducción de sus miembros en las mejores condiciones a su alcance.
Desde este enfoque, cada unidad doméstica cuenta con un “fondo de trabajo como principal recurso, que incluye capacidades, conocimientos prácticos y codificados, habilidades, destrezas y energías de todos sus miembros activos” (Coraggio y Loritz, 2022, p. 62).
En el análisis de las familias 10 (hogares, unidades domésticas, matriz familiar) se destaca la articulación y/o la concatenación de redes y relaciones de sus miembros que van concretando el contenido práctico de la reproducción de la vida fuera del espacio mercantil que garantizan desde el trabajo doméstico y de cuidados 11 la vida humana. Desde la defensa de la vida, las economías de base familiar, “sostienen formas de trabajo y de vida basadas en la solidaridad y reciprocidad” (Boris y Caballero, 2021, p. 10), que coexisten, conviven y se entretejen bajo la hegemonía de las relaciones sociales de producción capitalista en una economía plural de la periferia que está constituida por diversas lógicas productivas, expresada en distintas racionalidades económicas y valores culturales: familiares, comunitarios, asociativas, privadas (nacionales e internacionales) y públicas.
La Economía Social Solidaria en la heterogeneidad estructural de una economía plural de la periferia
Como lo señalamos anteriormente, las economías de base familiar generadoras de trabajo e ingresos tienen similitud en su racionalidad con las experiencias de la ESS, como cooperativas familiares. En tal sentido, se reconoce que, su racionalidad está orientada a la reproducción de la vida. Se trata de lógicas de integración que conviven y se entretejen con otras racionalidades. Laville (2004) recupera el esquema conceptual de Karl Polanyi para analizar dimensiones no monetarias y dar cuenta de la pluralidad de formas que adquiere la economía, esto es, de una economía plural. El concepto de economía plural puede ser útil como una aproximación teórica, conceptual y práctica para hacer visible el carácter plural de la economía real. No solo han existido sociedades de mercado organizadas en torno a la competencia mercantil, existen además distintas posibilidades de organización social de lo económico: domésticas, recíprocas, redistribución y mercantiles.
Desde este enfoque, la ESS se propone como un modelo de organización socioeconómica alterno desde lo local como condición de posibilidad para la vida. Se trata de una racionalidad económica de matriz familiar que, por su escala y las relaciones sociales que establece, actúa, convive y se entreteje con otras racionalidades económicas bajo la hegemonía de las relaciones sociales de producción capitalista. La dinámica doméstica transita una lógica de trabajo asociado “que se adapta, se acomoda y también, se rebela a la forma social de producción asalariada” (Gaiger, 2007, p. 89). Se puede identificar en la estructura interna de las economías de base familiar la defensa de una alternativa económica cuya evidencia tiene una posibilidad real en una economía plural de la periferia (Mendoza, 2020).
La economía plural de la periferia – que está inspirada por la obra de Celso Furtado – puede ser entendida como la transición de un modelo económico basado en la hegemonía del capital a otro cuya base económica se encuentre en lo social – comunitario que integra las otras formas productivas “que no son simplemente atípicas para el modo de producción capitalista. En algunos casos, favorecen la existencia de relaciones sociales antagónicas al capitalismo y, en muchos casos, preservan o revitalizan relaciones sociales no capitalistas” (Gaiger, 2007, p. 91). Destacan actividades familiares, comunitarias y asociativas como base de la organización económica en donde se construye la ESS, en breve, de economías de base familiar que gestionan un trabajo asociativo que está identificado con las cooperativas. Como lo hemos mencionado anteriormente se trata de formas de trabajo solidario que se gestionan de manera colectiva con base en los principios de igualdad y solidaridad entre los miembros de la organización.
En la economía plural de la periferia coexisten, conviven y se entretejen diversas lógicas productivas: familiares, comunitarias, asociativas, privadas y públicas. La pluralidad económica, en términos de diversidad, constituye la posibilidad de reconocer las alternativas para las economías subdesarrolladas. Dicho de otra forma, en las relaciones estructurales de las economías subdesarrolladas reside la posibilidad de las alternativas. Una propuesta se encuentra en el método histórico – estructural de los pioneros de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) que analiza al subdesarrollo como un proceso histórico específico, como una forma social de producción específica.
Para Celso Furtado, 12 el fenómeno del subdesarrollo se presenta bajo diversas formas y en diferentes estadios. En el caso más complejo coexisten dentro de la economía tres sectores: en el primero predominan las actividades de subsistencia y es reducido el flujo monetario, en el segundo están las actividades que se hallan directamente ligadas al comercio exterior; en el tercero, finalmente se encuentran las que se relacionan con el mercado interno de productos manufacturados de consumo general. Se da entonces un tipo de estructura subdesarrollada mucho más complejo que el de la simple coexistencia de las empresas capitalistas con resabios de un sistema capitalista (Furtado, 1964, p. 52). A esta pluralidad económica, en términos de diversidad de sectores económicos, se puede asociar la existencia de una economía plural, es decir, el reconocimiento de la articulación de diversas lógicas productivas que coexisten y se complementan.
La experiencia reciente en algunos países progresistas 13 con gobiernos nacionales – populares señala que el Estado es quien puede mediar y articular estas formas productivas diferentes, que representan distintas formas de organización económica, impulsando una estrategia de un proyecto nacional gestionado por un Estado plurinacional. Las llamadas reformas de primera generación del progresismo que surgió en América Latina “sacó a 70,000,000 latinoamericanos de extrema pobreza, redujo las desigualdades entre 2005 y el 2015, reconoció los derechos de las personas, nacionalizó actividades, tuvo una tasa excepcional entre el 3% y el 5% en promedio durante 10 años” (García, 2017). Los elementos para alcanzar estos logros económicos fue el reconocimiento de una economía plural de la periferia y la producción, apropiación y distribución del excedente por parte de un Estado Plurinacional.
En la economía plural de la periferia podemos afirmar que coexisten instituciones y principios económicos complementarios o contradictorios, normados por reglas morales y principios éticos diversos, del mismo modo que existen una multiplicidad de comunidades y culturas que integran la sociedad. La pluralidad económica, en términos de diversidad, constituye la posibilidad real de vigencia histórica de reconocer las alternativas para las economías subdesarrolladas. Dicho de otra forma, en las relaciones estructurales de las economías subdesarrolladas reside la posibilidad de las alternativas.
Economías de base familiar en la pandemia: el cuidado de la vida y la búsqueda del sustento
La ESS, se basa en experiencias concretas que al mismo tiempo resuelven parte de los problemas sociales, sanitarios y económicos de las personas en plena pandemia, ponen en marcha “un nuevo modo de producción, en el sentido amplio y profundo que el término encierra” (Gaiger, 2007, p. 93).
La ESS “no reproduce las relaciones capitalistas en su interior, en el mejor de los casos las reemplaza por otras” (Gaiger, 2007, p. 92) porque introduce la solidaridad en la economía, incorpora la solidaridad en la teoría y en la práctica de la economía (Razeto, 1997). Se cambia la forma social de producción con iniciativas que generan trabajo a la vez que fortalecen el tejido social, construyendo racionalidades que recuperan la dimensión humana, social, política, económica y cultural del trabajo (REAS, 2011). Es a la lógica de la reproducción ampliada de la vida donde el trabajo humano deberá orientarse a proveer bienes materiales y espirituales, comida, vivienda, abrigo, salud, actividades creativas, tiempo para el afecto, el esparcimiento y de realización de las personas, y le agregamos el componente sustentable, sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras (Collin, 2018). El modo material de producción no es diferente del que es empleado por la economía de base familiar que está constituida de forma solidaria y de reciprocidad.
Elmar Altvater (2011) actualiza las lógicas de actuación de Karl Polanyi, integrando la racionalidad de la solidaridad. Lo que significa es que “la solidaridad se introduzca en la economía misma, y que opere y actúe en las diversas fases del ciclo económico, o sea, en la producción, circulación, consumo y acumulación” (Razeto, 2007).
Para Altvater, la solidaridad es otra de las lógicas de actuación donde existe una amplia y diversa cantidad de experiencias, ideas y propuestas.
Podemos situar la multiplicación de la racionalidad de la solidaridad en América Latina en los años 80 del siglo XX, en tiempos de crisis con, por un lado, la emergencia de gran cantidad de prácticas colectivas urbano-populares y, por otro lado, el afinamiento de la mirada analítica que permitió ver las formas de reproducción social de vastos sectores sociales que habían sido (y son) llamados marginales, informales, microempresarios (González, 2020, p. 25).
Dichas prácticas tienen en su interior un alto nivel de diversidad o heterogeneidad, pero producen, distribuyen, consumen, ahorran o invierten, con características específicas que desde varios puntos de vista presentan un carácter social y solidario. Se trata de poner más solidaridad en los emprendimientos, las empresas, en el mercado, en el sector público, en las políticas económicas, en el consumo, en el gasto social (González, 2020;Coraggio, 2020; Singer, 2007; Razeto, 1997). Ello
implica producir con solidaridad, distribuir con solidaridad, consumir con solidaridad, acumular y desarrollar con solidaridad. Y que se introduzca y comparezca también en la teoría económica, superando una ausencia muy notoria en una disciplina en la cual el concepto de solidaridad pareciera no encajar apropiadamente (Razeto, 1997).
Podemos identificar tres rasgos en este modo de hacer economía, una nueva racionalidad económica: 1) la autogestión y la cooperación; 2) el control del emprendimiento y el poder de decisión; 3) la gestión del emprendimiento, la organización, el proceso productivo y las estrategias económicas que determina el destino del excedente producido (Gaiger, 2007). Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en las cooperativas de consumo.
En una Red Alimentaria Alternativa (RAA), cooperativa o colectivo de consumo se cambia la forma social introduciendo la autogestión y la cooperación en el acceso a alimentos. Se trata de un grupo organizado de consumidores que se unen para tener un mejor consumo a través de la información para conocer lo que se come y quién lo produce. En plena pandemia y confinamiento social, las RAA 14 se han reinventado y están encontrando formas y mecanismos novedosos para garantizar la reproducción de la vida enfrentando esta crisis y el aislamiento con organización y creatividad consolidando espacios de autogestión y autoorganización. Antes de la crisis sanitaria, las RAA venían adquiriendo importancia en la búsqueda de alimentos alejados de los agroquímicos y asociados a la producción agroecológica y orgánica. En plena crisis económica y sanitaria la búsqueda de alimentos sanos y saludables que refuerzan el sistema inmunológico se han convertido en una demanda por los consumidores urbanos.
Las cooperativas o colectivos de consumo han fortalecido sus redes alimentarias alternativas, se trata de un conjunto de colectivos, de distinto tamaño, composición social y zona geográfica, así como con diversos grados de consolidación y logros. Seis de ellas se encuentran en la Ciudad de México: Despensas Solidarias, Cooperativa de Consumo La Imposible, Multitrueque Mixiuhca, Mercado Alternativo de Tlalpan, Mercado de las Cosas Verdes y Colectivo Zacahuitco. El Tianguis Alternativo de Puebla se encuentra en el centro de ese Estado. Estos colectivos y cooperativas de consumo existían antes de la crisis sanitaria y a partir del contexto actual han innovado y reinventado su logística, operación y comunicación, ajustando su organización al movimiento de esta realidad. 15
En un momento de profunda crisis económica, el cooperativismo podría perfilarse como una opción para mantener en estos tiempos cuatro variables: la sanidad y el cuidado a la vida, el trabajo y un ingreso digno. Una de las funciones sociales de las cooperativas es generar opciones de trabajo e ingreso digno. Los ingresos generados por el trabajo de las cooperativas aumentaron durante la pandemia. 16 De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (Enigh), en 2020 se registraron 1.2 millones de hogares que tuvieron ingresos provenientes de cooperativas; mientras que en 2018 fueron 1.3 millones. Los hogares con menores ingresos (decil I) recibieron 12.6 por ciento más en 2020 respecto de 2018; mientras los hogares de ingresos medios (deciles IV y V) aumentaron sus ingresos por cooperativas 21 y 21.9 por ciento, respectivamente, en el periodo de referencia. Los demás hogares mostraron caídas (Gráfica 1).
La población en nuestro país que está organizado en cooperativas representa el 7.4 por ciento. Es un porcentaje modesto si se compara con otros países como Argentina, que oscila entre 20 y 25 por ciento; Costa Rica, 15 y 18 por ciento; Colombia y Brasil, 15 por ciento. No está en un nivel alto, pero 7.4 por ciento es significativo y con potencial.
Otro potencial de las sociedades cooperativas se encuentra en la sanidad y el cuidado a la salud por parte de las RAA, ha cobrado fuerza, también desde lo cercano, con las ideas de “consume lo local”, “compra a productores locales a precios justos”, “adquiere alimentos sin explotación”. También estas organizaciones han tenido una capacidad colectiva de ajuste al reinventarse y organizarse dado su escala: desde lo local (Coraggio, 2011). Lo que significa lo próximo, lo cercano, lo que está a la mano (Gaiger, 2007, p. 93).
Desde lo local es una escala que se ajusta a la dinámica fundamental de la vida, por lo que les ha permitido una proximidad entre el consumidor y el productor, en plena vida online están logrando ejercicios que parecían impensables: 1) colocando en la mesa de los consumidores urbanos una variedad de alimentos y productos, 2) utilizando la tecnología para organizar la demanda, la capacidad de la oferta y la entrega de pedidos, 3) fortaleciendo sus redes e incrementando los consumidores. Su propia naturaleza de estos colectivos de generar relaciones confiables, su escala, sus principios y valores le han permitido ajustar sus prácticas asociativas y adaptar su organización en el uso de tecnologías de la información en una economía sin contacto. Se trata de una tecnología al servicio del bien común para contribuir a la soberanía alimentaria y la agroecología.
Estas experiencias de vida y de trabajo en la organización del consumo urbano y la producción generada en las zonas rurales han permitido recuperar cierta seguridad y soberanía alimentaria reactivando huertos urbanos. La emergencia sanitaria ha permitido visibilizar que estas realidades existen en todo nuestro país. En estos tiempos que pasan se han multiplicado y contagiado la experiencia con la réplica de las experiencias de las RAA. Estas iniciativas tienen límites y contradicciones que hoy los toman como desafíos y oportunidades para apostar en un mundo inédito e incierto, a la esperanza y la imaginación de la construcción del futuro, hoy: nutrir la esperanza imaginando la opción y dándole realidad. Lo anterior representa que la esperanza se vuelva anticapitalista. La esperanza es la esencia de los movimientos populares: la gente actúa movida por la esperanza de que su acción producirá el cambio que hace falta. Para Gustavo Esteva (2013), la esperanza supone reconocer los propios límites, los que son propios de la condición humana, pero también de su potencialidad, abrirse a la sorpresa, al encanto de lo inesperado. La esperanza es la convicción de que algo tiene sentido, independientemente de lo que pase.
Conclusiones
Las Redes Alimentarias Alternativas (RAA) son formas de distribución de proximidad geográfica por medio del reconocimiento y la valoración social de los productos y servicios territoriales que aportan los sistemas agroecológicos tradicionales de base familiar. Por su escala y sus relaciones sociales que se establecen en el proceso de producción, estas unidades domésticas enfrentaron la combinación de una crisis sanitaria y económica en el contexto de la Covid-19, garantizando el sustento y el cuidado de la vida.
Las estrategias de estas unidades domésticas para enfrentar el confinamiento y aislamiento social fueron de dos dimensiones. Por una parte, encontramos la escala como una dimensión de proximidad, lo cercano se convirtió en su estrategia de la economía de base familiar para recurrir a lo que está a la mano para cuidar la vida y garantizar el sustento material de la vida. Mientras que, por otra parte, la dimensión productiva se asocia con una lógica reproductiva orientada hacia la sostenibilidad de la vida.
En las experiencias de vida y de trabajo asociadas a la Economía Social Solidaria (ESS) no se reproducen las relaciones capitalistas en su interior. Ello implica que la solidaridad como valor y práctica se encuentre en todo el ciclo económico: producción, distribución y consumo. Es la aspiración de un patrón de acumulación no capitalista con una apuesta en la acumulación ampliada de la vida.
Durante la pandemia, podemos vincular ciertas experiencias de la economía de base familiar con experiencias asociadas a la ESS. Un ejemplo se encuentra en la RAA. Se trata de cooperativas o colectivos de consumo que se organizan como consumidores para conocer lo que se come y quién lo produce vinculando campo y ciudad. La proximidad de las RAA, se materializa en la instalación de los mercados alternativos como espacios físicos y en el reparto de despensas a domicilio; pero también, sobre todo a raíz de la pandemia, por medio de la venta en redes sociodigitales y plataformas de internet. Las herramientas digitales permitieron a las RAA una apropiación de lo virtual, convirtiendo a lo digital en su estrategia para recurrir a lo que está a mano para cuidar la vida y garantizar el sustento.
Podemos sostener que, en plena pandemia y confinamiento social, las RAA se han reinventado y están encontrando formas y mecanismos novedosos para garantizar la reproducción de la vida enfrentando esta crisis y el aislamiento con organización y creatividad, consolidando espacios de autogestión y autoorganización.
Además, de representar un espacio que mantiene la vida humana en pandemia, representa una opción para una recuperación económica justa. La ESS coexiste y convive bajo la hegemonía de las relaciones sociales de producción capitalista, en donde se entretejen y relacionan distintas racionalidades económicas y valores culturales: familiares, comunitarios, asociativas, privadas (nacionales e internacionales) y públicas. Desde un punto de vista histórico – estructural se trata de una economía plural de la periferia que está constituida por diversas lógicas de integración que conviven y se entretejen con otras racionalidades productivas como una forma social de producción específica que constituye la posibilidad real de vigencia histórica de reconocer las alternativas para las economías subdesarrolladas. Dicho de otra forma, en las relaciones estructurales de las economías subdesarrolladas reside la posibilidad de las alternativas.
Estas iniciativas tienen límites y contradicciones que hoy los toman como desafíos y oportunidades para apostar en un mundo inédito e incierto, a la construcción de experiencias con vocación de futuro.
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Notas
el concepto de sostenibilidad de la vida –además de requerir aún mayor estudio y discusión– nos enfrenta a la necesidad de perfilar cuáles son las economías cercanas, que al menos en principio mantienen el mismo objetivo que la economía feminista, para intentar diálogos y acciones conjuntas absolutamente necesarias si deseamos una transformación social hacia una sociedad más equitativa y más vivible (2017, p. 54).
Particularmente, la economía sin contacto cobra más relevancia cuando se analizan las transiciones de diversas actividades y sectores económicos que tradicionalmente se hacían con contacto físico de personas hacia modalidades o sustitutos sin contacto. Este paradigma está inmerso en un contexto continuo de cambios tecnológicos, culturales y sociales, y con fuerte impulso debido a la pandemia (BBVA, 2020).