Reseñas
No nos taparán. Islam, velo y patriarcado. Por Mimunt Hamido Yahia. Madrid: Akal, 2021, 192 p.
La cultura y la religión pueden resultar difíciles de abordar dentro de una discusión académica o, incluso, en la cotidianidad. El asunto se complejiza si además insertamos un elemento más, la posición de la mujer en las distintas sociedades. Para internarnos en una discusión punzante, Mimunt Hamido Yahia lanza una pregunta provocadora; ¿en qué medida los derechos universales son realmente universales? Esta cuestión es abordada desde el punto de vista de una mujer, musulmana y, además, migrante de Marruecos con residencia en España, quien ha sido testigo de cómo su contexto ha cambiado al punto de no reconocer lo que hasta hacía unas décadas podía llamar su hogar. La radicalización del islam, la instrumentalización en el uso del hiyab -conformado por un velo de tela que cubre la cabeza y pecho de las mujeres musulmanas, mismo que deben usar en presencia de un varón-, y una visión equivocada sobre la tolerancia cultural y religiosa en diversos puntos de Europa, orientan un debate sobre el cual la historia tiene una deuda pendiente.
Mimunt Hamido Yahia “procede de una familia marroquí -musulmana- y ha vivido la mayor parte de su vida como apátrida en la ciudad de Melilla. y durante su trayectoria a través de Estambul, Andalucía, Aragón, Madrid, Cataluña, Francia e Inglaterra ha dirigido un proyecto de cocina mediterránea” (2021, p. 5). Gracias a sus viajes ha dado cuenta del avance de un gigante invisible: un islam fundamentalista y político por varios puntos de Europa y el Magreb. Este avance plantea una relación desigual entre hombres y mujeres, así como un patriarcado religioso, pormenorizado por Occidente -fungiendo a veces como cómplice-, difundiendo sus preceptos religiosos sin que exista obstáculo alguno. Hamido sabe de lo que habla, pues al haber nacido en el seno de una familia musulmana comprende una vida amenazada y oprimida por la religión y su símbolo más visible, el hiyab.
A través de sus cuatro capítulos, la autora presenta ante nosotros un contexto poco conocido y malentendido en el mundo occidental. Palmo a palmo, Hamido echa mano de la cotidianidad para explicarnos las razones familiares, ideológicas e incluso políticas detrás del uso del hiyab, a la par de adentrarse en la vida íntima para revelar las concepciones del sagrado himen y los noviazgos en una sociedad donde el machismo es la moneda de cambio común. Muestra cómo su identidad y la de muchas mujeres musulmanas se ha construido con base en preceptos religiosos, y cómo surge en ellas la necesidad de dejar sus países de origen con el objetivo de huir de la opresión. Los últimos dos capítulos muestran la forma en que se ha construido un feminismo islámico encargado de reproducir los fundamentos del salafismo bajo el cobijo de la tolerancia de las costumbres. Para Hamido, este es el problema de fondo. Esta corriente del pensamiento islámico tuvo su origen en la palabra salaf que significa “ancestro” o “predecesor”, que dentro de la escuela del islam suní reclama el regreso a las prácticas auténticas del islam, rechaza la innovación, insiste en una interpretación literal del Corán y rechaza las influencias extranjeras, además de promover la Sharia o ley islámica. En contraste, se propone un feminismo laico que permita ser libre para desobedecer y evitar de esta manera el sabotaje planteado por el islam de carácter laico. Por lo que, en este sentido, la meta perseguida es materializar un 8 de marzo emancipado del uso del velo y del miedo, misma que luce complicada, aunque no imposible cuando se abordan los logros del cristianismo con la laicidad (Suárez, 2016, p. 66).
En contra de lo que muchos creen, el islam que avanza en el mundo “es relativamente nuevo, el salafismo, nacido de los sectores reaccionarios de Arabia Saudí y que busca la obediencia absoluta de las escrituras del Corán” (Hamido, 2021, p. 6), ha mantenido su base en Europa, especialmente en los recién conversos, personas que han tenido alguna creencia distinta y adoptan al islam como su religión, que abanderados de una mal entendida tolerancia religiosa y cultural, defienden los símbolos y opresiones que han provocado que mujeres musulmanas pierdan la vida por negarse a ser cubiertas con el hiyab. Se debe comprender que el salafismo “rechaza cualquier ceremonia o idea que ponga en cuestión el concepto de unidad de culto” (Lorenzo, 2017, p. 353). En Marruecos, silenciosamente y de manos de la cofradía de Los Hermanos Musulmanes, ese salafismo se ha inmiscuido en la vida política, social e incluso personal de los creyentes desde su fundación en 1928. Antes de su incursión en Europa, el velo era una mala broma que se hacía a las mujeres en el Magreb, y que ha sido combatido mediante el movimiento feminista, aunque con poco éxito.
Es justamente desde el uso -imposición- del hiyab en la cultura musulmana que la discusión se abre paso, dejando en claro que no se trata sólo de un pedazo de tela que cubre la cabeza de la mujer, sino más bien una marca indeleble cuyo porte -al contrario de lo que se ha creído-, no es opcional. La pregunta más obvia, incluso para el menos curioso, es ¿por qué debe llevar velo una mujer? La respuesta resulta sencilla mas no su fundamentación. Dentro de la teología ortodoxa, el cabello se ha considerado como un atributo sensual y erótico que puede despertar deseos sexuales en los varones y, si eso sucede, ellos mismos puedenacosarla, tocarla e, incluso, intentar violarla. Su objetivo entonces es evitar la lujuria de los hombres, incluso de los que forman parte de sus familias, padres, hermanos, tíos o abuelos que son vistos como potenciales agresores sexuales, lo cual, según Hamido, resulta apabullante en pleno siglo XXI. En el Corán no encontramos ningún indicio que proporcione sustento religioso al uso del velo o hiyab; en todo caso, “el verso del sura de La Luz (24,31) menciona el uso de una cortina que separa en una vivienda el espacio de varones y mujeres”, pero no más (Hamido, 2021, p. 19).
En adición, el texto propone un análisis sobre el significado de usar o no un pedazo de tela, como lo califica la autora. El hiyab se muestra como un elemento cultural, pero Hamido nos demuestra lo contrario: el usarlo implica honor y proclama que una mujer es decente y pura; por el contrario, el omitir su uso permite a la comunidad emitir juicios e insultos. Incluso la madre puede ser reprendida por no educar de buena manera a su hija. Nos devela que el uso del hiyab es una estrategia en la cual la mujer contribuye a la proliferación del patriarcado musulmán, pero es sobre todo un símbolo de la dominación. No obstante, el sistema patriarcal no acaba allí, pues de acuerdo con la descripción de la autora, ser mujer, novia, esposa, hija o madre siempre será una tarea de vida o muerte en los países de Europa donde “poner el respeto a las costumbres o dogmas religiosos por delante de los derechos humanos se ha vuelto común” (Hamido, 2021, p. 36).
Sumando a lo anterior, el objetivo de la autora no es enumerar las opresiones de las cuales son objeto las mujeres musulmanas que practican el islam, sino lanzar una duda para fijar la mirada en una realidad de violencia sistemática que ha sido aceptada bajo la explicación de “así son ellos”, “esa es su identidad”, o “¿quiénes somos nosotros para cambiar sus costumbres?” Como si fuera normal que una joven reciba como castigo el exilio familiar y pueda ser ofendida públicamente por la libre decisión de no contraer matrimonio, además de cuestionar la hipocresía de Occidente que romantiza el uso del velo, infiriéndole un valor cultural e identitario que no posee, pues en realidad al usar el velo “se está contribuyendo a uniformarlas a todas -las mujeres- a seguir las mismas reglas acordes con la identidad que ellas han elegido, aunque en realidad esa identidad es una religión” (Hamido, 2021, p. 63). De esta forma, nos invita a pensar en la identidad y la vigilancia como actores del juego del patriarcado, en el cual toda la comunidad tiene un rol que cumplir para así mantener la pureza del dogma. El asunto de pertenecer es un dilema, pues “…tú puedes ser árabe o marroquí, mora o española y comportarte como quieras, porque ninguna de esas múltiples identidades te obliga a nada […] Puedes ser española y no comer paella de marisco, puedes ser marroquí y comer jamón, ¿quién te va a pedir cuentas? Pero una vez que te identifiques como musulmana, ahí empiezan los problemas” (Hamido, 2021, p. 60).
Para Hamido, la identidad musulmana empieza cuando se toma el hiyab y se porta con orgullo, sin entender aún que esa “trampa de tela” lleva entre sus hilos la complacencia de una sociedad que obliga a sus mujeres y niñas a adoptar una forma de comportarse, de ver al mundo y juzgarlo bajo la falsa premisa de una libertad de elección. Además de que una vez que se ha decidido ser musulmán, nunca se deja de serlo, bajo pena de vergüenza familiar o la muerte en algunos casos. La única opción es la rebeldía, la que millones de mujeres han emprendido a través del feminismo que presenta serios matices en este contexto.
Hablar de feminismo en el mundo musulmán resulta complicado, incluso para la autora, pues describe un juego maquiavélico donde la base teórica del movimiento se deriva de las mezquitas y los imames -ministros de fe-, quienes mediante el uso de la palabra y los discursos de odio incitan a las mujeres a conservar la pureza ante los embates del mundo occidental. En una especie de triquiñuela de la que irónicamente el sistema patriarcal ha obtenido su primera gran victoria, crear un feminismo islámico en donde las mujeres fungen como una policía de la moral blandiendo su mejor arma, la islamofobia. Toda crítica o cuestionamiento acerca de las prácticas religiosas musulmanas es posible desvirtuarla con esa palabra mágica, como si alentar prácticas como matrimonios entre menores de edad y vigilar el comportamiento de las mujeres de un momento a otro fuera aceptable e incluso defendible en nombre de la identidad.
En su capítulo tres, la autora presenta un panorama donde el patriarcado gana terreno, utilizando a las mujeres como carne de cañón y ha hecho que la mujer se convierta en el vehículo por el cual esta ideología avanza y se perpetúa. En este contexto, el derecho a obedecer se ha convertido en la bandera del islam propuesto desde Europa y que, al mismo tiempo, es considerado como un retroceso en la lucha del feminismo, del cual Hamindo ha sido una asidua colaboradora. Asimismo, la complacencia de varias naciones europeas -entre ellas España- bajo la bandera de la tolerancia, se abstienen de tomar acciones legales o incluso de prohibir el uso del hiyab en espacios públicos, como lo han hecho Francia o Austria en 2017, aunque España presume de ser estado laico.
Occidente tiene su precio, pues nadie puede rechazar los dineros del imam y la Junta Islámica, esa misma que invierte su presupuesto en la proliferación de mezquitas donde se encuentre una comunidad numerosa de creyentes. Los petrodólares -explicado por la autora como las inversiones que los países árabes han hecho en naciones europeas- fueron y son una motivación importante para permitir el avance del salafismo porque, al parecer, los derechos humanos están a la venta. En efecto, con esta idea nos muestra un rastreo en donde el destino final de los recursos de países como Arabia Saudí, Qatar y Kuwait están en la financiación de asociaciones de caridad para ayudar a los hermanos, el pago a los imames por supuesto, la erección de mezquitas y una pequeña porción a la financiación de Al Qaeda y al yihadismo que representa una minucia para las naciones europeas.
A pesar de todo lo expuesto, la lucha de millones de mujeres llena este libro de una firme riqueza que nos recuerda que el camino de la igualdad está lejos de concluir. El feminismo es una continua lucha por la igualdad que trata de romper las cadenas que atan a las mujeres y que las orillan a una condición de segunda clase. A lo largo del libro, Hamido, convoca a un análisis de la situación de la mujer no solo del Magreb, sino la de todas aquellas mujeres que viven bajo algún grado de opresión cultural, religiosa o social, para decir no al hiyab, mediante un feminismo crítico y consciente de una situación que luce infranqueable, pero que mediante su blog ha combatido junto a otras mujeres. Por un 8 de marzo sin hiyab, sin opresiones y sin miedo a decir No nos taparán.
No nos taparán. Islam, velo y patriarcado es un intento atinado para auxiliarnos en la tarea de conocer a profundidad al islam y el mundo musulmán de hoy a través de la vida de sus mujeres que permanecen bajo el velo, que ha sido impuesto aellas para ocultar su sexo y rostro, y para no incomodar a un sistema patriarcal que avanza a merced y complacencia del mundo occidental. A través de sus páginas, somos testigos de un balance contemporáneo sobre una ideología religiosa que silenciosamente llegó para quedarse y que ha cobrado la vida de muchas mujeres, mientras que a otras las ha encarcelado en una fina tela de preceptos aceptados por la fuerza.
A manera de crítica, podemos mencionar dos puntos clave que consideramos que la autora ha dejado sueltos en el desarrollo del texto. El primero concierne a elaborar una explicación más amplia para la comprensión del feminismo islámico y sus repercusiones en los debates actuales. Sin demeritar el debate en redes sociales, es necesaria una discusión en universidades y centros de estudio. El segundo punto es una apreciación que se hace desde una óptica no académica, pues debido a que se trata de un libro de difusión, se deben puntualizar y diferenciar términos como islam, árabe y musulmán, para evitar confusiones en quienes -como un servidor- deseen comprender el combate que la autora describe de forma puntual y que surge como una provocación para dejar atrás los estereotipos y conocer la lucha poco conocida por un islam laico, donde la mezquita se divorcie del Estado y las mujeres puedas estar libres del velo.