Reseñas

Felipe Castro. Trayectoria de un talento. Por Eduardo Padilla Casillas (Coord.). Guadalajara: Escuela de Conservación y Restauración de Occidente, 2023, 239 p.

Adriana Cruz Lara Silva
Museo Regional de Guadalajara, INAH, México

Felipe Castro. Trayectoria de un talento. Por Eduardo Padilla Casillas (Coord.). Guadalajara: Escuela de Conservación y Restauración de Occidente, 2023, 239 p.

Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, vol. 46, núm. 182, pp. 294-298, 2025

El Colegio de Michoacán, A.C

La publicación del libro colectivo, Felipe Castro. Trayectoria de un talento, editado por la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO) en noviembre de 2023, se enmarca en los eventos conmemorativos por los 200 años del Estado libre y soberano de Jalisco. El hecho de que su elaboración haya sido confiada a la ECRO es una coyuntura a destacar, en la medida que constituye un reconocimiento al nivel académico alcanzado por esta institución de educación superior a lo largo de más de veinte años, así como al lugar que -a costa de esfuerzo y dedicación-, se ha sabido ganar en el ámbito cultural de Jalisco y México.

De acuerdo con la definición propuesta por los historiadores del arte Alexander Nagel y Christopher Wood en su texto Anachronic Renaissance (Nagel y Woods, 2010, p. 10), la obra de arte es un acontecimiento cuya relación con el tiempo es plural, en cuyo caso la producción de Felipe Castro puede concebirse como un itinerario artístico que se inscribe en una temporalidad a la que podríamos referirnos como múltiple. Primero, porque fue realizada en una época y lugar determinado, para cumplir con una función específica; segundo, porque procede de una tradición de representación que la antecede y conforma su genealogía y, finalmente, porque ha sido gracias a la valoración y reconocimiento de varias generaciones de historiadores, estudiosos y aficionados al arte, que ha llegado hasta nosotros para continuar transmitiéndose. En efecto, la obra de Felipe Castro, no se limita a un conjunto de pinturas y dibujos realizados en el siglo XIX, sino que forma parte indisociable de un amplio y dinámico fenómeno histórico cultural que, conforme el paso del tiempo, le ha ido confiriendo sentido e identidad. El título de la obra, Felipe Castro. Trayectoria de un talento, resulta entonces acertado, en la medida que nos remite a un devenir que abarca más de ciento cincuenta años, mediado por diversos agentes para su valoración, apropiación y resignificación.

El texto se encuentra conformado por once capítulos y un catálogo de obra. La introducción, a cargo de Angélica Peregrina, ofrece un marco de referencia por demás útil y pertinente para entender el contexto histórico en el que se desarrolló Felipe Castro. Deteniéndose en cada sección logra desglosar los contenidos, destacar sus aportaciones y, al mismo tiempo, completarlos con otras informaciones. Gracias al nivel de análisis de los estudios incluidos en el volumen, puede decirse que el libro rebasa los objetivos de un catálogo tradicional, al constatarse un adecuado conocimiento y manejo de la bibliografía publicada, la revisión y procesamiento de documentos inéditos localizados en diversos archivos, así como el análisis formal y plástico de muchas de las pinturas que se incluyen. El resultado final puede considerarse una aportación al estudio de Felipe Castro y a la pintura del siglo XIX en Jalisco y México, que además tiene el potencial necesario para funcionar como un detonador que propicie otras muchas investigaciones en el futuro.

El libro-catálogo cumple con la finalidad de dar a conocer la vida y obra del pintor Felipe Castro, así como del ambiente cultural en el que se desenvolvió, dejando en claro las condiciones y procesos que -aunados a su talento-, lo llevaron a convertirse en uno de los pintores más representativos del Jalisco decimonónico. Acerca de este contexto nos informa el investigador Arturo Camacho en su texto titulado “Apóstoles del gusto y obreros del progreso. La pintura en Guadalajara en tiempos de Felipe Castro”, donde describe el papel fundamental del arte como agente de pacificación, progreso y modernidad, en tiempos por demás turbulentos debido a las guerras e inestabilidad política prevalecientes en el país en el siglo XIX. Asimismo, sobre la formación de la Sociedad Jalisciense de Bellas Artes, a la cual define como la principal promotora de la producción y difusión artística entre 1857 y 1861, misma que fue encabezada precisamente por Castro en sus inicios. Un dato por demás interesante y, si se quiere, anecdótico sobre esta parte de la historia, es que Felipe fue el principal coleccionista de las obras que participaron en las cinco exposiciones bienales organizadas por esta asociación. No obstante, en un desafortunado incendio en su domicilio acaecido casi al final de su vida, estas piezas, junto con su archivo, se perdieron irremediablemente.

Por su parte, la “Semblanza” a cargo del coordinador del volumen, Eduardo Padilla, aporta importantes datos acerca del linaje familiar de Felipe Castro, como el hecho de que su abuelo se hubiera formado como pintor en el obrador de Miguel Cabrera, uno de los más afamados artistas novohispanos del siglo XVIII. Además de que su padre, José Antonio Castro, fuera también un destacado pintor egresado de la Academia de San Carlos de México, que en 1834 se trasladó a Guadalajara para hacerse cargo de la Academia de Bellas Artes. Así como que otro de sus hermanos, José Amado, y un sobrino hubieran también cultivado el arte de la pintura. Esta forma de transmisión de saberes y prácticas a partir de lazos paterno-filiales, nos hace recordar a los conocidos linajes de los pintores virreinales, como los Echave y los Juárez en la ciudad de México, así como al de Diego de Cuentas en la Nueva Galicia, quienes conformaron verdaderas dinastías artísticas, que en el caso de la familia Castro, alcanzó su máxima expresión en la figura de Felipe.

Desde el punto vista de los cometidos de la historia del arte, el estilo artístico de Felipe Castro -según lo anota Padilla-, se identifica por su sesgo academicista, adquirido tanto en el taller de su padre como durante su formación en la Academia de San Carlos, bajo la tutela del director Pelegrín Calvé. Embebido del romanticismo decimonónico, Castro siguió los ideales de los artistas alemanes llamados Nazarenos, encabezados por Johann Friedrich Overbeck, quien abogaban por un carácter natural y emocional del arte -en contraposición al racionalismo neoclásico-, tomando como fuente de inspiración a los pintores cristianos medievales como Durero, Fray Angelico, Perugino y Rafael, entre otros; tendencia que más tarde derivaría en la corriente prerrafaelista.

A efecto de una mejor comprensión de la producción de Felipe Castro, el libro se estructura en dos grandes rubros: los temas profanos y los encargos piadosos, que a su vez permiten a la identificación de la Iglesia y el Estado como los dos principales comitentes demandantes de pinturas durante el siglo XIX. La primera, para decorar los templos y conventos de acuerdo con las nuevas devociones y los procesos de remodelación y, el segundo, en su intento por configurar una iconografía de corte patriótico que representara a una nación mexicana moderna y progresista. En este contexto, Castro realizó las series pictóricas para la iglesia de Capuchinas (1850), el templo de Santa Teresa (1853-54), la Catedral de Guadalajara (1852-1896) y el templo de San Miguel Arcángel en Atotonilco el Alto (1893), procesos puntual y oportunamente descritos en las contribuciones de Hugo Armando Félix, “Oración, crucifixión y resurrección. Para la iglesia de pobres de Capuchinas”; Tomás de Híjar, “Una interpretación para las pinturas del retablo del sagrado corazón de Jesús en el templo de santa Teresa de Jesús de Guadalajara”; Eduardo Padilla, “Cliente medular. El cabildo de la catedral de Guadalajara”y Ricardo Cruzaley, “Atotonilco el Alto. Un conjunto de obras desconocidas”. En el ámbito secular, en 1872 el gobierno de Jalisco requirió a Castro la manufactura de varios retratos de los gobernadores y personajes ilustres de Jalisco y México para ornamentar el salón de sesiones del congreso, tema abordado por Arturo Camacho, Daniela Gutiérrez y Elian Orozco en el texto, “Felipe Castro y el retrato depoder. El salón de embajadores del palacio de gobierno de Jalisco”, así como el de Cecilia Reynoso, “El retrato de Ignacio Comonfort del Museo Regional de Guadalajara”. Estas colaboraciones dejan entrever las aspiraciones e ideales de la nación y el estado de Jalisco, a partir de la exaltación de las figuras de los héroes, elaborados siguiendo las fórmulas y convenciones del retrato de poder tradicional hispanoamericano, tales como la representación protagónica del personaje de pie o sentado, con los rasgos de personalidad claramente definidos, ataviado a la usanza de la época y portando los símbolos que lo identifican con su labor en pro de la nación, todo ello permeado de un sugerente toque regional.

Un caso interesante referido por Ramón Avendaño -probablemente producto de un encargo particular- es el lienzo “Hijos de Leda. Pablo y Virginia”, del que el autor logra construir una convincente interpretación, analizando fuentes grabadas, pictóricas y literarias, como la novela romántica del mismo nombre de Bernardin Saint-Pierre (1827). El método de trazar las composiciones a partir de estampas fue una práctica muy utilizada por los pintores desde la época virreinal. De acuerdo con el investigador Jaime Cuadriello, más allá del concepto de “copia”, es necesario apostar por los procesos de transformación, apropiación y reconfiguración de las prácticas artísticas (Cuadriello, 2021), en cuyo caso las escenas pintadas por Felipe Castro -devotas y profanas- dan cuenta de la utilización de múltiples referencias visuales y préstamos iconográficos -incluyendo la fotografía-, que resultaron en una afortunada recreación de coloridas escenas altamente equilibradas y armoniosas que hoy todavía nos conmueven por su expresividad.

El texto también nos informa que la labor de Felipe Castro no solamente se limitó a la elaboración de pinturas, la organización de exposiciones y la docencia en los Liceos de Varones y de niñas, sino que incluyó lo que hoy se considerarían actividades propias del área de la conservación, mismas que durante esa época eran realizadas por los pintores. De acuerdo con los documentos existentes en el archivo de la catedral de Guadalajara reunidos por Padilla, tal fue el caso de la probable intervención y el movimiento de obra que Castro emprendió en la sacristía, al cambiar de lugar el lienzo monumental de Cristóbal de Villalpando, “La iglesia triunfante y la iglesia militante”, para colocar el suyo propio dedicado a “La santísima trinidad”. Efectivamente, sabemos que, en 1869 a solicitud del director del Liceo de Varones, Felipe Castro redactó un informe sobre el estado de conservación de las pinturas que conforman la serie de la vida y milagros de San Francisco de Asís del Museo Regional de Guadalajara y, según lo afirmó más tarde Leopoldo Orendain, les hizo algunas reparaciones (Cruz Lara, 2020, pp. 290-291).

Quedan como líneas de investigación a seguir, las repercusiones de la producción artística de Felipe Castro en los artistas jaliscienses posteriores; las labores que él y otros pintores emprendieron a favor de la conservación y restauración de múltiples pinturas que, debido a la guerra de reforma y la exclaustración, circulaban en distintos edificios públicos y privados; un estudio científico sobre su técnica pictórica y, si es posible, el enriquecimiento del catálogo con las piezas que se encuentran en colecciones particulares y lo que pudiera quedar de su pintura mural decorativa. Asimismo, una eventual contrastación entre la obra de Felipe y la que sus pares de la Academia de San Carlos de México estaban produciendo en ese mismo momento. No a efecto de una mera comparación reduccionista, sino a una suerte de contextualización que permita ampliar el ámbito que abarcó el desarrollo de la pintura del siglo XIX en México.

La trayectoria profesional de Felipe Castro descrita por los autores del volumen, nos remite a un artista que claramente rebasó las fronteras de Jalisco, para convertirse en una figura cosmopolita que supo moverse y aprovechar lo mejor del ambiente artístico de Guadalajara y la ciudad de México. La amplitud de su producción da cuenta de la importancia de los vínculos humanos y académicos y de cómo el intercambio y la colaboración entre personas e instituciones forja lo mejor de nosotros. Este libro también es una muestra de ello.

Referencias

CRUZ LARA SILVA, A. (2020). Historia y leyenda de una serie pictórica sevillana en Guadalajara. Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.

CUADRIELLO, J. (2021). Tornaviaje de Murillo: de Nueva España a España. Museo del Prado. https://youtu.be/1pbG0PCy6SM?si=-IUy4z96f8eAVLUo

NAGEL, A. y WOOD, Christopher S. (2010). Anachronic Reinassance. Zone Books.

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