Resumen: El presente artículo analiza, mediante un enfoque de sociología pragmática, apoyada en algunos elementos de sociología relacional, las emociones en la publicitación de la construcción de paz en Veracruz. Para tal efecto, utiliza el análisis temático de relatos de participantes de protestas y activistas de colectivos de familiares de desaparecidos. En este trabajo argumentamos que, durante el duelo, estos actores y actrices sociales convierten emociones en acciones públicas, como una forma de contribución a la construcción de paz, lo que contrasta con los programas de pacificación que se instrumentan desde las mesas del Gobierno estatal, en las cuales participan solo agentes estatales y están excluidos los colectivos de víctimas. Desde esta perspectiva, los tipos de agencia en la construcción de paz determinan la influencia que las emociones tienen en la acción pública, particularmente, tienen un impacto significativo en los acuerdos y negociaciones entre activistas y funcionarios de oficinas estatales responsables de atención a víctimas.
Palabras clave: Acción pública, Colectivos de Víctimas, Construcción de paz, Emociones, Pacificación.
Abstract: This article analyzes, using a pragmatic sociology approach, the emotions in the publicity of peacebuilding in Veracruz. To this end, it uses thematic analysis of stories from protest participants and activists from groups of relatives of the disappeared. In this work we argue that, during mourning, these social actors and actresses convert emotions into public actions, as a form of contribution to peacebuilding, which contrasts with the pacification programs that are implemented from the state government tables, in which only state agents participate and victims’ groups are excluded. From this perspective, the types of agency in peacebuilding determine the influence that emotions have on public action, particularly, they have a significant impact on the agreements and negotiations between activists and officials from state offices responsible for assisting victims.
Keywords: Public action, Victim Collectives, Peacebuilding, Emotions, Pacification.
Sociedad
Las emociones de las víctimas en la publicitación de la construcción de paz en Veracruz
The emotions of the victims and types of agency in the publicitation of peacebuilding in Veracruz
Received: 14 December 2023
Accepted: 02 September 2024
¿Cómo se configuró el problema social de las desapariciones en un problema público en Veracruz? ¿Qué tipo de agencias se han utilizado para estabilizar el problema en la agenda estatal a pesar de la interrupción del debate público por parte del Gobierno del estado durante la segunda alternancia subnacional?
Este trabajo busca contribuir a responder estas preguntas mediante la reconstrucción teórica y empírica del proceso de publicitación de las desapariciones de personas ocurridas antes y después de la primera alternancia en el Gobierno del estado (2016).
Las desapariciones en Veracruz son un problema social cuya publicitación enfrenta dificultades de estabilización derivadas de la suspensión del diálogo público entre colectivos y oficinas gubernamentales, la fragmentación de los colectivos y la atención individualizada que las oficinas del sistema de atención a víctimas ofrecen, sin las mediaciones sociopolíticas de los colectivos, mientras el problema social se torna más complejo. Dicen algunos activistas:
Con el tiempo de pandemia aumentaron las desapariciones de personas […] no fue algo que pudiera frenar las desapariciones. La pandemia […] nos lastimó muchísimo, entonces las desapariciones siguieron (Entrevista 3, 13 de mayo de 2021).
Asimismo,
De hecho, el día de hoy se encontró una nueva fosa en Colinas [de Santa Fé] […] o sea, que sigue subiendo el número de cuerpos en Colinas […] Ya son doscientos noventa […] para nosotros esto no es algo que nos dé satisfacción, ningún tipo de sensación, como no sea tristeza y mucho dolor, pero nosotros tenemos que enfrentarlo (Entrevista 1, 11 de mayo de 2018).
Las desapariciones han continuado después de la primera alternancia electoral (2016), el número de colectivos se incrementó a 32, como resultado de la fragmentación por desacuerdos organizacionales y como efecto de la individualización de la atención subnacional del problema, que, ahora sabemos, se orienta a la desestructuración, desde arriba, de toda mediación entre funcionarios y familiares de víctimas.
El número de colectivos de víctimas es variable. De acuerdo con los medios de comunicación existen 32, otros hablan de 37; no obstante, cualquiera que sea el número exacto, el incremento indica que el movimiento de los colectivos logró un grado de institucionalización mediante la multiplicación de redes e intercambio de experiencias basadas en el desarrollo de capacidades de litigio, búsqueda y comunicación, a partir de la formación y transferencia de experiencias organizacionales, muchas veces facilitadas por expertos que acompañan su lucha. De acuerdo a Zavaleta (2022), antes de la pandemia existían quince colectivos en Veracruz, de los cuales los preponderantes, si se consideran sus contribuciones a la publicitación del problema de los desaparecidas/desaparecidos, son: Solecito Veracruz (SV), Familias de Desaparecidos Córdoba-Orizaba (DC-O) y Buscando a Desaparecidas y Desaparecidos (BDD). Estos colectivos tienen un grado de organización más desarrollado que otros colectivos en el estado, pero eso no significa que las contribuciones que los colectivos de víctimas de creación reciente no hayan coadyuvado, desde sus posiciones en el espacio social, a mantener la memoria e influir en la agenda de la atención a víctimas en Veracruz.
En estas circunstancias, como resultado de la creación de la Subsecretaría de Derechos Humanos, Población y Migración, el Gobierno estatal tomó decisiones inéditas acerca del funcionamiento de sus instituciones responsables de atención a víctimas: 1. Decreto de Crisis Humanitaria; 2. La creación de la Dirección de Construcción de Paz y Derechos Humanos de Veracruz, adscrita a la Secretaría de Gobierno; 3. El reconocimiento de la necesidad de panteones ministeriales; 4. Las peticiones estatales de perdón público en casos icónicos de desapariciones forzadas en Papantla, Tierra Blanca y Úrsulo Galván. Sin embargo, a pesar de esos logros institucionales, una respuesta al problema que generó muchas expectativas entre los colectivos, perduran enormes retos relacionados con el diálogo público del problema, la sustentabilidad de la atención y búsqueda de víctimas y la construcción del censo o registro de desapariciones. Dice una activista:
Hay una buena apertura, buena comunicación […] lo único que queremos es trabajar […] que no haya tanta burocracia para hacer las cosas, como había en administraciones anteriores. Si tenemos apertura, tenemos logros, el apoyo siempre va a hacer falta, pero eso no nos detiene […] tenemos muchos puntos por explorar y, gracias a esta administración, tenemos las puertas abiertas […] agradezco […] la apertura que tiene hacia el colectivo y hacia los demás colectivos, porque no es selectivo, yo sé que cualquier colectivo que se acerque lo va a escuchar (Entrevista 2, 27 de marzo de 2021).
Las expectativas civiles desaparecieron conforme el problema de la violencia organizada en el estado ―la cual afecta a la población y a colectivos de familiares de víctimas― se controló sin reducirla sustantivamente, y se multiplicaron los desencuentros entre colectivos y oficinas subnacionales, con los policías durante las búsquedas, o bien al sentirse revictimizados por algunos funcionarios.
En este contexto, los conflictos intergubernamentales, incluidos los cambios en la oficina de construcción de paz, de reciente creación en el gobierno que termina, determinaron que el programa de pacificación gubernamental se orientará cada vez más al control sociopolítico, más que al diálogo público con los colectivos. Los encuentros entre colectivos y funcionarios en mesas de seguridad, figura de estabilización del problema público en gobiernos estatales anteriores (2016-2017), se reconvirtieron, mediante la atención directa e individuada a familiares de víctimas participantes o no participantes de los colectivos.
Es verdad que no solo las oficinas de atención a víctimas realinearon su posición respecto a las desapariciones, también algunos colectivos se radicalizaron y experimentaron un proceso de fragmentación, resultado de desacuerdos sobre qué tipo de relación debe establecerse con el Gobierno. Esta fragmentación, si bien multiplica, pluraliza o diversifica las protestas y campañas en la lucha por el reconocimiento de los/las desparecidas, también debilita la coordinación política y el diseño de una agenda sostenible con la fuerza política, suficiente para obligar a la apertura de mesas de construcción de paz itinerantes o multilocalizadas del Gobierno del estado (COESCONPAZ) y el ejercicio de seguimiento de los acuerdos individualizados. Dice otra activista:
Se me revuelve el estómago en este momento, se me hace el estómago chiquito, de la impotencia, porque créeme, que hemos caminado duro como familias […] buscando en vida, en muerte, en fosas clandestinas, hemos evidenciado lo que pasa […] y no puede ser posible que todo eso no sirve de nada, por una cuestión simplemente burocrática (Entrevista 4, 25 de febrero de 2020).
Una literatura relativamente extensa sobre el problema ha apuntado al carácter democratizador de la movilización de las personas desaparecidas, a los logros institucionales de su lucha, y en algunos casos ha abordado el tema del rol de las emociones en la movilización social de los colectivos de familiares de personas desaparecidas en el estado, pero poco se ha dicho acerca de las agencias y los recursos discursivos-prácticos mediante los cuales el problema se mantiene en la agenda pública local y nacional. De acuerdo con nuestros datos, mostraremos a continuación que las emociones positivas y negativas (dolor, tristeza, miedo, enojo, indignación, rencor, resignación) son intrínsecas a toda forma de agencia de los actores que participan de la construcción de paz, sin embargo, no todas ellas detonan o disparan una acción colectiva o pública, porque solo algunas, por ejemplo, el dolor, la indignación y el miedo, se reconvierten, con base en acompañamientos de profesionales que interactúan con las redes de colectivos, en protestas u otros tipos de acción colectiva (Queré, 2021; Burnay, 2022). Respecto a este punto, sostiene Melenotte:
La desaparición de un ser querido es, por tanto, un suplicio (Boltanski y Thévenot, 1991) que reformula el orden social y fuerza una temporalidad singular, donde los mexicanos aprenden años tras año a vivir con la violencia pluteiforme, mientras esta se ancla en sus vidas ordinarias por medio de las formas más invisibles (Melenotte, 2021: 5).
Asimismo:
La profesionalización de las familias es innegable, el intercambio de saberes y experiencias son gestos de amor por sus “tesoros desaparecidos”, gestos desesperados de no ver las cosas moverse lo suficientemente rápido dentro de las instituciones (Melenotte, 2021: 8).
La agenda de construcción de paz en Veracruz puede enmarcarse en el programa de seguridad del Gobierno federal, que distingue entre pacificación, construcción de paz y justicia transicional, pero adquiere formas específicas a escala subnacional (Zavaleta, 2020). La instrumentación plural de políticas de construcción de paz en Veracruz ha sido determinada por los procesos electorales a escala estatal y federal de 2017, en los cuales el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) obtuvo la gubernatura (2018-2024). El Gobierno de la segunda alternancia estatal, después del largo ciclo de régimen autoritario priista de ochenta años, estableció acuerdos con algunos colectivos de familiares de desaparecidos en Veracruz, con base en una Declaratoria de Crisis Humanitaria por Violación de Derechos Humanos en Veracruz (2017); sin embargo, como veremos a continuación, lo que inició como oportunidad de generar políticas de pacificación, con un enfoque de cultura de paz y justicia transicional, terminó en un conjunto de acciones unilaterales que pueden considerarse mecanismos de legitimación política, más que una solución sustentable al problema de las desapariciones.
Para el análisis del rol de las emociones positivas y negativas en la publicitación de la construcción de paz, en este artículo definimos a las emociones como: “la base de nuestra capacidad de acción y reacción, de pensar y razonar […] distribuidas sobre el organismo y el ambiente” (Queré, 2021:15,16), adaptaciones corporales que acompañan a la acción social, de las cuales nos interesan los elementos que posibilitan cierta moralidad política (Burnay, 2022).
Además, establecemos una diferencia entre acción social y agencia, porque entendemos a la acción social como un conjunto de prácticas sociales rutinizadas o institucionalizadas, mientras que definimos la agencia como una dimensión de la acción social:
lo construido temporalmente en la participación de actores de diferentes entornos culturales, contextos relacionales y temporales, que a través de la interacción del hábito, la imaginación y el juicio reproduce y transforma esas estructuras (Emirbayer y Mische, 1998: 970).
Para la mejor comprensión de las diversas formas de agencia en la construcción de paz, desarrollada por los actores sociopolíticos regionales, definimos la acción pública como el proceso de conversión del problema social en público, mediante procesos de politización e identificación de lo común, que hacen posible la estabilización y la institucionalización del problema público en la agenda (Hassenteufel, 2021; Queré, 2017).
Para nosotros, la pacificación debe diferenciarse de la construcción de paz. Por pacificación entendemos el control sociopolítico de epicentros de violencia, por construcción de paz, acciones específicas cuyo propósito es la reducción de la violencia, mientras que conceptuamos la construcción de paz territorial como el proceso de acuerdos de desarrollo regional en los cuales participan activamente actores locales y oficinas gubernamentales en el territorio (González y González, 2014; Zavaleta, 2020).
En efecto, las emociones positivas y negativas se distribuyen en la acción y la agencia. Esto es muy importante porque nos permite identificar las emociones que predominan en las acciones de los actores que deciden, en determinadas circunstancias, participar de los colectivos o resolver de forma particular o individuada el problema de las desapariciones de familiares o amigos.
Respecto a este punto, Galán Castro (2023) registra que uno de los elementos clave para comprender la emergencia de posiciones públicas en la disputa por la definición de dicha agenda política puede entenderse mejor si se contextualizan las luchas civiles por el reconocimiento de derechos y no se observan únicamente desde el ángulo de la movilización de recursos. Los actores de la sociedad civil regional (feminismo, transparencia y acceso a la información, acceso a la justicia, entre otros) han legado a los colectivos de familiares de desaparecidos relatos, repertorios de protesta y preparación estratégica con los que inicialmente no contaban, por la naturaleza misma de la conformación de este tipo de actores.
En el campo de estudios existen trabajos que contribuyen de forma muy importante a la identificación de comunidades afectivas de duelo, pero no acometen de forma directa la función de las emociones en la publicitación del problema de las desapariciones forzadas. Las distinciones analíticas entre emociones y razones han llevado a los especialistas en el tema, y a los propios colectivos que comparten esta oposición, a no acometer el rol de las emociones en la acción colectiva y en la construcción de una agenda pública acerca de las desapariciones.
Este trabajo, por el contrario, propone analizar el proceso mediante el cual una emoción se transforma en demanda de solución, mediante diferentes tipos de acción colectiva. Para tal efecto, recupera algunas perspectivas sociológicas de orientación pragmática que permiten observar empíricamente, con base en materiales cualitativos, cómo las emociones intrínsecas al duelo social, propio del trauma cultural de la experiencia de una desaparición, posibilitan justificaciones morales y el acceso a la justicia.
Para nuestro propósito es conveniente tomar en consideración que la distinción aquí propuesta entre colectivos por tipo de demanda es analítica, porque, en los hechos, algunos activistas participan interseccionalmente de diversos colectivos, mediante un activismo plural. Esta perspectiva puede ayudarnos a comprender cómo se politizan las emociones o se transfieren experiencias generacionales de acción colectiva, mediante un proceso de identificación de lo común, en los ciclos de publicitación del problema social o acción pública, la perturbación, escenificación, dramatización y estabilización del problema. Nos comparte una activista:
Nosotras iniciamos cuatro familias y nos dimos cuenta que éramos un colectivo, porque empezamos a hacer acciones […] inicia así […] no teníamos ni sabíamos a dónde ir […] iniciamos desde cero, no teníamos quien nos ayudara, no teníamos quien nos asesorara y entonces fue cuando nuestro colectivo inicia así, con cuatro personas […] en donde éramos vecinas, pero nunca nos habíamos visto, no teníamos idea de que existíamos […] Créeme que hemos vivido tantas cosas, tantas experiencias […] te digo que ahora se encuentra más fuerte, se encuentra en la lucha, antes lloraba muchísimo y se quedaba en casa, ahora está al lado de mí, en las marchas, en las manifestaciones […] toda mi familia, la verdad es que nosotros como familia somos muy chiquitos […] mis hermanos, mis hijas, mi papá y entonces siempre estamos tratando de que, todo lo que se haga, lo hagamos juntos (Entrevista 3, 13 de mayo de 2021).
En efecto, existen diversos acercamientos empíricos a la construcción de comunidades político-afectivas de colectivos configurados mediante el apoyo mutuo entre familiares de desaparecidos (Figueroa y García, 2016; Del Palacio y Torres, 2021; Márquez y Flores, 2022; Torres, 2022); y hay, por supuesto, muchos estudios que han puesto el foco en el carácter racional-democratizador de la lucha de los colectivos (Villareal, 2014, 2016; Zavaleta, 2016, 2018; Aguilar Sánchez, 2018; Hevia y Treviño, 2019; Ansolabehere y Vázquez, 2017; Ríos, 2020; Estrada, 2021; Andrade, 2022); sin embargo, aunque estos extraordinarios trabajos han explorado la multiplicidad de formas de expresión de emociones en la protesta y los efectos prácticos en la consecución de sus objetivos políticos (Galán, 2023; Gallagher, 2023), no han acometido el potencial moral y público de las emociones. En estas circunstancias, para nosotros es necesario avanzar en el estudio con un marco teórico centrado en la publicitación de las emociones en la disputa por la definición del rumbo de las políticas de construcción de paz regional.
En cuanto a la respuesta a las preguntas del inicio de este trabajo acerca de la publicitación del problema de las desapariciones, proponemos una respuesta construida con un enfoque pragmático de las emociones (Boltanski, 2014; Gusfield, 2014; Jasper, 2018; Queré, 2021).
Este enfoque teórico hace énfasis en el rol de las emociones en la publicitación de los problemas sociales, en la cual participan diferentes actores sociopolíticos. Desde esta perspectiva, podemos observar empíricamente cómo las emociones acompañan diferentes tipos de agencia en la construcción pública de la paz en Veracruz y el rol clave que en este proceso tienen los colectivos de familiares de víctimas. Para tal efecto, pensamos que las agencias de los actores que participan del regional de construcción de paz movilizan emociones que tienen un rol sobredeterminante en los diferentes ciclos de la publicitación del problema de las desapariciones, la perturbación, la publicitación, la estabilización e institucionalización. El proceso de publicitación, en la mayoría de las veces no secuencial, va del miedo a la indignación, en aquellos casos que no se denuncian, o del enojo a la participación organizada en colectivos.
En ese momento nos invade muchísimo el temor, la rabia, la frustración de no tener respuestas e incluso, las familias que hoy confían en mí, y a quienes de pronto represento […] siempre les digo: lloren lo que tengan que llorar, sí, pero también, levántense superfuertes como un roble, porque lo que más necesitamos aquí, es esa fuerza, esa furia, pero para sacar y exigir justicia (Entrevista 3, 13 de mayo de 2021).
En esta lógica es útil observar la dinámica de las emociones como ciclo que sigue a la perturbación inicial, para reflexionar acerca de la dimensión afectiva de la protesta social (Jasper, 2018). Los enfoques pragmáticos de la construcción de problemas públicos (Boltanski, 2014; Gusfield, 2014), y el giro afectivo (Ahmed, 2017), permiten identificar categorías para el análisis empírico de la construcción de paz, por ejemplo: perturbación, escándalo, declaración de personas indeseables o no gratas e indignación, o sentipensar, evaluación y contagio.
Respecto a lo anterior, los enfoques críticos del giro afectivo complementan nuestra perspectiva principal porque describen las emociones como mecanismos de liberación de los cuerpos y voluntades, además de como dispositivos de dominación. Ahmed (2017) sostiene que el rechazo público de “lo emocional” no solo es sintomático de una visión históricamente constituida, en la que el pathos es inferior al logos dentro de la acción política, sino que encubre otro fenómeno: el uso de las emociones y afectos como forma de dominación de cuerpos y una política cultural de las emociones (Ahmed, 2017). Así, las emociones posibilitan el control de voluntades a través del “moldeamiento” de cuerpos como formas de acción, jerarquización de unas emociones sobre otras y, la re-representación de estas como formas de “inteligencia” que pueden ser usadas por los individuos para mejorar su capacidad productiva (Ahmed, 2017: 23).
Para generar mecanismos de resistencia ante esos dispositivos de control, Ahmed propone un giro afectivo que permite el fortalecimiento de solidaridades y la comprensión mutua. Un ejemplo de esta ruptura es la emergencia de comunidades político-afectivas, que hacen del apoyo mutuo y la solidaridad, una respuesta ante la desigualdad (Jimeno et al., 2019).
Por otra parte, para Boltanski (2014), Gusfield (2014) y Queré (2021) ―quienes, al igual que Ahmed, rechazan la narrativa racionalista del estudio de las emociones o como fenómenos psicológicos o acciones sociales irreflexivas―, las emociones en los asuntos públicos deben analizarse más allá de posiciones que valoran positivamente la resistencia y negativamente la dominación, y no deben atribuirse mecánicamente de forma unívoca a dominantes y dominados, como posicionamientos inamovibles en el conflicto social, porque con ello se pierde de vista el carácter creativo de los “conflictos de interpretación” de los relatos emocionales. La expresión de las emociones en el conflicto público puede significar cosas distintas de lo que se desarrolla en el plano de la acción, pero de esas contradicciones pueden surgir efectos para redefinir los temas vinculantes (Boltanski, 2014: 140-141).
En nuestro caso, en el análisis de emociones intrínsecas a diversas formas de agencia, nos referimos no solo a emociones para la dominación y la resistencia, sino a una pluralidad de regímenes de acción, en los cuales los conflictos de interpretación son disimulados, mediante gramáticas de acción reproductoras de la desigualdad (Boltanski, 2014; Gusfield, 2014). Esto puede lograrse mediante una interpretación diferente (Gusfield, 2014), en torno a la emergencia de distintas formas de asignar sentido a lo público, y la disputa por la imposición de la normalidad de una emoción pública (Queré, 2021).
Un autor que observa esta pluralidad emocional es Jasper, quien propone tres categorías para analizar la dimensión sentipensante1 (feeling-thinking) de la contienda política: la evaluación (appraisal), que supone la forma en que los actores valoran, desde lo emocional, ciertas condiciones del conflicto, sus oportunidades y obstáculos, y la respuesta que debe generarse ante estas; la expresión de las emociones, como forma de comunicación verbal o no verbal, en el marco de la protesta y la disputa política desde lo público; y, por último, el contagio, entendido como formas sociales en las cuales lo emocional se comparte y se difunde, tanto dentro de los grupos en protesta como fuera de estos (Jasper, 2018: 15-28).
Para el primer caso, es muy útil el sistema actancial de Boltanski, que supone diferentes funciones de los actores en todo proceso de agencia. Este modelo no asigna un lugar central a las emociones, pero puede enmarcar las acciones a las cuales pertenecen en las denuncias públicas de problemas sociales. Para Boltanski, un sistema actancial tiene como componentes: una denunciante, una víctima, un perseguidor y un juez. La idea es responder la pregunta de por qué unas denuncias son consideradas como pertinentes y otras no, lo que supone, asimismo, identificar que no todos denuncian ni todos se implican en el proceso de publicitación de la exigencia de reparación del daño. Dice un experto en sociología pragmática:
Para fundar esa gramática, Boltanski postuló lo que él llama un “sistema actancial” de la denuncia, el cual comprende cuatro “actantes”: un denunciante (aquel que denuncia públicamente una injusticia y que acusa a alguien de ser responsable de ella), una víctima (aquella que ha padecido la injusticia y en cuyo favor se realiza la denuncia), un perseguidor (aquel que es acusado de ser el responsable de la injusticia y contra quien se establece la denuncia) y un juez (aquel al que se dirige la denuncia de injustica y que debe juzgar quién la repara y cómo) (Guerrero Bernal y Ramírez, 2011: 59).
Ahora bien, los criterios y categorías referidas son retomadas en nuestro análisis como acercamiento a la dimensión emocional de la disputa por la construcción de paz, entendida como proceso inacabado; a los obstáculos de diálogo público, en el que participan distintos actores con trayectorias de movilización y proyectos, a veces contradictorios, mediante los cuales movilizan sus interpretaciones morales y legales de lo que denominan paz (Galán-Castro, 2023: 42).
En lo que sigue, seguimos la idea de agencia y demostramos que las emociones dominantes varían según ciclos de publicitación del problema. Es verdad que los enfoques de los cuales tomamos distancia para nuestra interpretación no han soslayado las emociones, puesto que hablan de procesos imperfectos en los que coexisten múltiples formas de pacificar la sociedad (Pérez Viramontes, 2018; Guzmán et al., 2015), pero su posicionamiento orientado al “sesgo hacia la esperanza” (Hirschman, 1971) puede ser un obstáculo para entender la emergencia pragmática de distintos regímenes de emociones, intrínsecos a las pugnas de poder al interior y al exterior de los actores que se disputan el monopolio de la construcción de paz legítima (Boltanski, 2014; Queré, 2021).
El presente trabajo ha sido desarrollado con base en una metodología cualitativa orientada al análisis de contenido de prensa, entrevistas semiestructuradas, intervenciones de actores en foros públicos y entrevistas de amplia circulación en medios digitales. El análisis de datos se desarrolló mediante un análisis temático (Braun y Clarke, 2021), mediante el cual se identificaron los temas relativos a la función que las emociones tienen en los compromisos que las/los entrevistados tienen en los colectivos y las negociaciones con funcionarios de oficinas de atención a víctimas.
El análisis temático de los datos se orientó por la categoría de arena pública, en la cual enmarcamos los diferentes tipos de agencia identificados y que se describen e interpretan a continuación. Para tal efecto, dado que nuestra unidad analítica es observable en los recursos discursivos utilizados en el debate público, realizamos una revisión de notas de prensa (notas en medios locales y nacionales) publicadas entre diciembre de 2018 y marzo de 2023, y recurrimos a algunas entrevistas a participantes de colectivos. La información fue sistematizada mediante el software de análisis cualitativo MAXQDA 2020, con lo que fue posible la elaboración posterior de una matriz analítica que facilitara la interpretación de los datos empíricos desde una lectura teórica de estos. Esta matriz es producto de la revisión del referente empírico comentado anteriormente. El uso recursivo de testimonios y citas muestra evidencias de los hallazgos. En tales circunstancias, seguimos la distinción entre el modo de investigación y modo de exposición, con el propósito de seguir en el informe los resultados del análisis (Ansolabehere et al., 2018).
Las emociones están presentes en las agencias de construcción de paz preponderantes en cada ciclo de conversión del problema social en público. En cada ciclo hay una emoción que predomina y detona el siguiente: el dolor en la perturbación, el enojo en la publicitación, la tristeza en la estabilización y la esperanza en la institucionalización, la cual puede ceder al desencanto. La tipología de emociones según tipo de agencia sobre la construcción de paz se recupera de un trabajo previo (Galán-Castro, 2023), sin embargo, en este artículo realizamos una nueva aproximación con base en Jasper (2018), con la intención del mapeo de formas de publicitación del dolor en la disputa regional por la construcción de paz. Veamos la tabla 1.
La justicia jamás debe politizarse, porque si se politiza
se corre el riesgo de que se cometan injusticias.
Para nosotros es conveniente tomar distancia de las narrativas basadas en carácter popular de la pacificación (Galán-Castro, 2023). Para tal efecto, proponemos una analogía entre la categoría pueblo y “las pasiones tristes” ―el odio, resentimiento, aversión y discriminación, motivados por condiciones de desigualdad social y política― (Queré, 2021; Dubet, 2021). Así, la propuesta de pacificación gubernamental aparece no como construida socialmente sino como un mecanismo de control gubernamental que se legitima como si se actuara para el bien de todos.
La pacificación se consideraba al principio del actual Gobierno estatal como oportunidad política para la convergencia de actores sociales y colectivos en la construcción de paz. Esto trajo como consecuencia la integración de algunos actores académicos e intelectuales vinculados a la búsqueda de desaparecidos a ocupar puestos dentro del nuevo Gobierno, y al plan inicial de una política transversal de cultura de paz (Galán-Castro, 2023). Las acciones de pacificación del Gobierno estatal fueron recibidas, hace algunos años, como positivas, mediante el rechazo de las políticas de defensoría de derechos humanos de los gobiernos anteriores, a los cuales se les responsabilizaba de la violencia y la corrupción.2
Los relatos acerca de la centralidad emotiva en la construcción político-identitaria del pueblo, que merece la paz, por ser portador de conocimientos y sentires esencialmente atribuidos a la nación, se manifiestan no solo en un discurso de reconocimiento de apego a las acciones propias,3 sino también en lo que Snow y Benford denominan contraenmarcamiento, es decir, la desvalorización y rechazo de las expresiones críticas del desempeño de las acciones propias, a partir del cuestionamiento de quien emite dichas críticas (Snow y Benford, 1988).
Esta narrativa construye sus públicos con base en relatos en torno a: 1. El mantenimiento del orden; 2. Los logros obtenidos en materia de seguridad pública, descenso en homicidios y otros delitos de alto impacto; 3. El contraenmarcamiento de las críticas opositoras a la pacificación.
La evidencia aquí analizada muestra que, desde el punto de vista del análisis de las emociones, la configuración agencial que se ha vuelto dominante en actores gubernamentales sugiere una mayor uniformidad en cuanto a formas de evaluación, expresión y contagio emocional, basada en la idea de una necesidad de fortalecimiento estatal ante el abandono de un régimen previo que debilitó a este, más que en un uso abiertamente demagógico del resentimiento popular. En tales circunstancias, es difícil afirmar que la pacificación sea una construcción de sentido que capitalice las pasiones tristes o el resentimiento, haciéndola así populista.
Es seguir haciendo algo desde algún lugar […]
donde las emociones no sean el primer frente.
Source: CIMAC TV (2022).
Este tipo de agencia ―caracterizada por la defensa liberal de los derechos humanos, que provee de recursos informativos y estratégicos a los colectivos, y reivindica una lucha por la paz obtenida en el marco de una lucha ciudadana (Galán-Castro, 2023)― es un componente principal de la construcción de paz, porque ha desempeñado un rol mediador entre quienes defienden la pacificación, y un enfoque de paz inconclusa. Esta agencia busca, en distintos momentos históricos y actores gubernamentales, mayor eficiencia en labores de búsqueda y acceso a la justicia para personas desaparecidas. Así, su labor ha sido generar procesos de mediación y manejo estratégico de las emociones, encaminados hacia un proyecto político de defensa de derechos humanos.
Desde esta posición deliberativa de construcción de paz se pueden valorar positivamente las coincidencias entre la posición gubernamental, la justicia transicional y cultura de paz; aunque los posteriores desencuentros determinaron que el entusiasmo inicial en torno a los logros de las búsquedas4 disminuyera.
Desde la construcción de paz deliberativa se otorgó un valor importante al resentimiento y dolor de los familiares de desaparecidos, por su importancia como experiencia humana que nadie debería padecer, y como motivo de lucha. Los colectivos han definido emocionalmente el problema público de la violencia y la construcción de paz mediante narrativas cívicas y el acceso a la justicia (Gusfield, 2014).
En este tipo de agencia, la publicitación de las emociones se orienta e en dos direcciones: 1. La construcción de espacios y diálogos con autoridades, en los cuales se expresan demandas y propuestas de conciliación; y 2. El manejo estratégico de emociones en la protesta.5 Puede observarse que la construcción de paz deliberativa orienta las emociones hacia la movilización, pero también por la identificación con las condiciones propias, por la sensibilidad de los activistas en torno a las injusticias sociales, y por la experimentación de condiciones similares al momento del acompañamiento de víctimas. El activismo cívico que acompaña a las víctimas se construye como un proceso de conversiones, rupturas y continuidades (Ansolabehere y Vázquez, 2017).
Ahora bien, uno de los análisis más sugerentes de este tipo de agencia desarrollado por Keck y Sikkink (2000) supone que, más allá de la denuncia local de violaciones a derechos, se focalice la observación en el efecto boomerang, en la exposición de casos y circunstancias de violaciones en una esfera pública global, para generar efectos políticos en lo local6 (Keck y Sikkink, 2000). El efecto boomerang ha sido una de las estrategias utilizadas por los/las activistas locales, para incrementar adherentes y mantener la denuncia de las condiciones de impunidad en casos de desaparición, también mediante dicha estrategia han utilizado la sensibilización y talleres de acción estratégica, para el manejo estratégico de sus propias emociones.
La construcción de paz deliberativa podría ser entendida como la concreción emocional de un posicionamiento liberal-democrático sobre cómo construir paz, y, en ese sentido, no solo vemos el carácter actancial de las posiciones teóricas e ideológicas, sino también una dimensión que configura afectos, apegos y rechazos en la discusión pública.
Ignoraba que había instituciones dedicadas
a la localización de personas, y tampoco que podía recurrir
a ellas. Pero cuando por fin las ubico me doy cuenta
de que no buscan a nuestros familiares.
En la paz inconclusa pueden observarse riesgos para un proceso de construcción de paz futuro. Si bien en este tipo de agencia existe la posibilidad de compartir la lucha y evitar la repetición de victimización, también se produce una acumulación histórica del resentimiento,7 o el rechazo y desconfianza hacia la incompetencia del Estado, en sus tres órdenes de gobierno, para resolver el problema público.8
En este caso, podemos encontrar dos formas de expresión emocional constitutivas. La primera tiene que ver con la emergencia sobre la marcha de las búsquedas de desaparecidos de comunidades político-afectivas, desde las cuales el apoyo mutuo, la solidaridad, la constitución de una identidad basada en la desaparición de los familiares, y la contención emocional entre los integrantes de los colectivos, es un factor central,9 y la segunda, que se expresa en consignas que buscan interpelar a interlocutores de familiares de desaparecidos (autoridades gubernamentales, opinión pública nacional e internacional, funcionarios encargados de la impartición y acceso a la justicia) para incorporar el tema en la agenda, a partir de señalar las emociones generadas por la inoperancia de los mecanismos de búsqueda, la interpelación emocional de transeúntes cercanos a marchas y plantones para unirse a la lucha de los colectivos, o performances que ponen de manifiesto la ausencia.
En la construcción del problema público, en la búsqueda de la definición legal del problema, o el orden de prioridades de atención (Espinosa-Montero, 2021), es común encontrar relatos basados en el dolor y la pérdida, el rechazo de alternativas exploradas por parte del Gobierno estatal, y el apoyo mutuo entre actores que comparten la misma condición de ausencia de un familiar.
Así, los medios de contagio más frecuentes que se han institucionalizado en la lucha han sido: performances de dolor y pérdida, plantones, consignas que interpelan emocionalmente a los actores involucrados; pero es importante señalar que uno de los efectos públicos más relevantes para ponderar la eficacia de los mecanismos de contagio emocional de la paz inconclusa puede ser el alto grado de inmovilidad que se ha dado en la discusión pública de la atención a víctimas y su rol en el proceso de construcción de paz.
En estas circunstancias, tenemos una situación paradójica, porque, si bien el Gobierno ha evitado mayores confrontaciones con los colectivos, no ha diseñado e implementado soluciones satisfactorias para los familiares de las víctimas. De la misma forma, la interpelación moral desde los colectivos sacraliza las desapariciones, defiende la dignidad de las personas desaparecidas, logra comprensión de su labor, sentimientos de empatía y solidaridad, pero todo el arsenal de emociones compartidas no siempre produce nuevos repertorios de acción, diferentes.10
Las emociones orientadas al resentimiento y el rechazo son mucho más intensas desde la experiencia de los familiares de desaparecidos, que han enfrentado la inacción e insensibilidad estatal durante varios periodos gubernamentales, a diferencia de los actores gubernamentales o los simpatizantes del Gobierno actual, quienes manifiestan mucho más optimismo en el seguimiento de la estrategia de pacificación llevada a cabo desde el Gobierno.
Desafortunadamente, aún no contamos con elementos para un análisis detallado de cómo ejercen la crítica los actores que participan de los colectivos en el proceso de publicitación del problema de las desapariciones. Si en el análisis eludimos la pluralidad de emociones involucradas en el proceso de construcción de paz y sus efectos en la definición de la discusión del tema a nivel público, nos costará mucho dimensionar el impacto de un eventual desencanto por la vía institucional de acceso a la justicia por parte de los familiares de desaparecidos.
Un acercamiento para acometer esta pluralidad puede encontrarse en la sociología pragmática de las emociones, que acomete el despliegue emocional de la protesta, los recursos agenciales y los medios de contagio emocional, que integran o dispersan a los actores en la búsqueda del posicionamiento y mantenimiento de problemas sociales como problemas de orden público. Esta posición teórica permite dimensionar las disputas no solo a partir de la racionalidad de la acción colectiva y políticas públicas, también permite observar la pluralidad de regímenes de dominación, en la cual las emociones desempeñan un rol importante (Gusfield, 2014; Queré, 2021). Un enfoque orientado a un análisis pragmático de las emociones evita la generalización monolítica de la relación entre dominantes y dominados propia de los análisis desde un enfoque crítico (Ahmed, 2017), para entender la diversidad emocional sobre un problema público. Inclusive, nos muestra cómo es que los posicionamientos emanados de la reflexión social (como las teorías de tipo crítico o liberal-democrático) son algo más que guías de acción, y se vuelven elementos actanciales en procesos de disputa política, y, en este caso, adquieren concreciones de tipo emocional (Boltanski, 2014).
Evidentemente, el nuestro no es el único acercamiento al análisis de la dimensión emocional de las disputas por la construcción de paz, pero sí creemos que se trata de una contribución para la construcción de categorías que permitan comprender un proceso generalmente reducido en la observación a su dimensión racional-estratégica. Desde este tipo de exploraciones de las experiencias emocionales de la pluralidad de la disputa por la construcción de paz en Veracruz podemos encontrar elementos que complejicen las posibles respuestas a la crisis humanitaria en la que se encuentra tanto nuestro estado como el conjunto del país.