REFLEXIONES EPISTEMOLÓGICAS

Del campo freudiano al campo lacaniano, incidencias de la teoría lacaniana para interpretar lo subjetivo y lo social

From the freudian to the lacanian field, incidences of the lacanian theory to interpret the subjective and the social

Evaristo Peña Pinzón
Universidad Nacional de Colombia, Colombia

Del campo freudiano al campo lacaniano, incidencias de la teoría lacaniana para interpretar lo subjetivo y lo social

Tesis Psicológica, vol. 12, núm. 2, pp. 164-174, 2017

Fundación Universitaria Los Libertadores

Recepción: 18 Junio 2017

Aprobación: 28 Octubre 2017

Resumen: Este texto se inspira en la lectura realizada de una parte, en el trabajo de la psicoanalista francesa Colette Soler, quien en sus artículos1 propone definiciones muy claras y una apuesta que diferencia y establece el aporte de Sigmund Freud y Jacques Lacan para interpretar el malestar humano; y de otra parte, pensar lo subjetivo y lo social desde el psicoanálisis. Así, uno de los vectores que tendremos presente es evidenciar la continuidad e implicación del campo freudiano en el campo lacaniano. Una primera y corta conclusión lleva a que el campo lacaniano, en tanto campo interesado en lo real y en el goce, puede dar cuenta de una continuidad del campo freudiano, enfocado el último propiamente en lo simbólico, por lo que el efecto del aporte lacaniano se evidenciará fundamentalmente en la clínica. También permite articular de modo consistente una apuesta de interpretación de lo subjetivo y del lazo social, digamos que reactualizando la ‘psicopatología de la vida cotidiana’, justo allí donde lo real se presenta impactado por lo simbólico. Esta posibilidad abierta por Lacan ofrece los elementos para dar cuenta de la posición del sujeto y el discurso que asume frente a una época que tiene por imperativo el goce individualista, narcisista, en el que la serie de satisfacciones ofrecida por el vínculo social realmente obturan la posibilidad del encuentro propio de la ‘intersubjetividad’

Palabras clave: campo freudiano, campo lacaniano, psicoanálisis, simbólico, goce, real, subjetividad, social.

Abstract: This text is inspired by the work of the French psychoanalyst Colette Soler whose articles2 propose very clear definitions and a point of view that diffe- rentiates and establishes the contribution of Sigmund Freud and Jacques Lacan to interpret human dis- comfort and further, reflect about the subjective and the social from psychoanalysis. One of the vectors that we will bear in mind is demonstrating the continuity and implication of the Freudian field in the Lacanian field. A first and short conclusion leads to the fact that the Lacanian field, as a field interested in the real and in the enjoyment, can give an account of a continuity of the Freudian field, focused on the latter with sym- bolic representations, and that is why the effect of the Lacanian contribution is evidenced fundamentally in the clinic. It also leads us to articulate in a consistent way a subjective interpretation viewpoint and the social bond by updating the ‘psychopathology of everyday life’, where the real is impacted by the symbolic. This possibility opened by Lacan offers the elements to rea- lize the subject’s position and the discourse that one assumes in front of an era that has as an imperative, individualistic and narcissistic enjoyment in which the series of satisfactions offered by the social bond really obturate the possibility of the proper encounter of the ‘intersubjectivity’.

Keywords: freudian field, lacanian field, psychoanalysis, symbolic, enjoyment, real.

Introducción

“El primer descubrimiento del psicoanálisis es sin duda el inconsciente”. Soler (2003a, p. 211) propone que el inconsciente, desde el punto de vista freudiano, es entendido como el causante de los síntomas y de toda la serie de formaciones “bizarras” que son los sueños, los lapsus, los chistes, los actos fallidos, todos informantes de una ‘cierta disfuncionalidad’, es decir, evidencias de una discontinuidad entre la voluntad y el deseo. Leyendo a Freud3 encontramos referencias inigualables en toda su obra, pero nos importa principalmente la que hallamos en su texto sobre “El Yo y El Ello” (Freud, 1923/2006), pues allí explica la razón de la disfuncionalidad, vivida por el sujeto al vérselas con la fenomenología de ‘su’ inconsciente: realmente el ‘yo’ es vasallo de otras instancias, ‘no es gobernador allí donde él cree gobernar’. La disfuncionalidad radica entonces en el imposible control del ello, de las pulsiones, de lo inconsciente cuando éste emerge, evidenciando en el instante de plenitud de emergencia de esa ‘falla’ la verdad del sujeto atada al deseo inconsciente.

Freud enseña desde muy temprano que estas formaciones del inconsciente son susceptibles de ser ‘descifradas4 . Jacques Lacan retomará y no perderá oportunidad para decir que “[…] El inconsciente freudiano se caracteriza por ser traducible (…)” (2010, p.24). Para Freud el inconsciente implica una simbolización y una historicidad, un recorrido que enlaza un entramado de representaciones ligadas a los eventos significativos para el sujeto, y el afecto que las experiencias comportan para cada quien, hasta su derivación en la forma del síntoma. Al respecto, Soler (2003a) lo anuda a una ‘hystoricidad’, término aportado por Lacan para que histeria e historia se dejen escuchar ambas en un solo neologismo. Para nada es gratuito este señalamiento, pues Freud le hace decir a la histeria sobre su síntoma, encontrando el funcionamiento particular de un cuerpo articulado con palabras, que justamente hacen referencia a una historia de erotización particular del cuerpo.

En la frase completa de Lacan referida anteriormente, se valora el descubrimiento freudiano:

El inconsciente freudiano se caracteriza por ser traducible aun allí donde no puede ser traducido, es decir, en cierto punto radical del síntoma- especialmente del síntoma histérico- que es de la naturaleza de lo indescifrado, luego de lo indescifrable, es decir, allí donde el síntoma solo está representado en el inconsciente por prestarse a la función de lo que se traduce (Lacan, 2010).

Se volverá sobre esto, por el momento, se debe leer a la letra: el síntoma histérico va de lo indescifrado hasta lo indescifrable, pasando del silencio propio del sujeto sintomático a poner en evidencia el carácter imaginario de sus representaciones hasta revelar su potencial simbólico gracias al sentido novedoso otorgado por la escucha analítica, y de ahí hasta agotar lo imaginario y formalizar el síntoma como lo más propio del sujeto, justamente en los límites de lo indescifrable. Con razón la preocupación de Freud (1937/2004) respecto a lo interminable del análisis, porque ¿hasta dónde podríamos llegar con el desciframiento del síntoma?, y de la afirmación lacaniana, lo que nos daría luces sobre la intención de la cura analítica.

El síntoma nos importa por dos razones: es lo que le plantea al sujeto la mayor dificultad en su relación con el otro y consigo mismo, con su propia subjetividad; y, dos, porque Freud lo asume, para escucharlo e interpretarlo, partiendo de la condición de que las formaciones del inconsciente se prestan a ser objeto de traducción. Freud considera al síntoma parlante, digno de una significación que por sí mismo oculta y no es lograda transparentemente para el sujeto que lo padece, puede hacer un esquema de tratamiento del malestar de sus pacientes. En su investigación, que no solo incluye las ventajas de su manera de escuchar el síntoma (su método), encontrará también los límites que se imponen, tan llamativos, cuando el síntoma se hace escuchar, pero sin posibilidad de cambio, debido a esa ganancia secundaria que está en la misma vía de la satisfacción sustitutiva que logra en su constitución y emergencia. Este problema llevará a Freud a sus postulados sobre la reacción terapéutica negativa, fenómeno extrañísimo durante el tratamiento (Freud, 1923/2006), lo que causará una revalidación de sus teorías, asumiendo que debe existir ‘algo’ que no cesa de insistir en el mantenimiento del malestar del sujeto5 .

Lo que permanece en la teoría de Freud es la caracterización de lo inconsciente en tanto que obediente a figuras del lenguaje, lo que lo hace traducible: el síntoma responde al dictado del desplazamiento y la condensación, lo que para Lacan se convertirá en el uso de las figuras literarias de la metáfora y la metonimia, y las demás figuras sucedáneas. En palabras de Freud (1923/2006), el síntoma es una expresión de lo inconsciente; una “organización6 en la que las representaciones y sus restos terminan siendo reprimidas. Esto es lo que explica que las representaciones, una vez asociadas inconscientemente, generen la emergencia de formaciones del inconsciente en la cotidianidad del sujeto, todo producto de la defensa yoica ante los eventos y las fantasías que se proponen insoportables para el yo. El síntoma, ligado a esta concepción teórica de Freud, es analizable: se puede acotar, es posible intervenir sobre él con palabras, interpretarlo. Un síntoma que no es analizado es una protesta silenciosa (Soler, 2003b), pero aun interpretándolo sigue siéndolo cuando no cambia su naturaleza emergente: es un testigo mudo de algo que no anda para el sujeto. Protesta que, al ser escuchada en análisis, encuentra un posible asidero en la red que se genera con una interpretación.

Entonces, tenemos ya algunos elementos, que son netamente freudianos: el inconsciente que se encarga de las representaciones que han sido reprimidas, que elabora particulares asociaciones que resultan luego en la emergencia de una formación que obedece a reglas de sustitución y condensación. Por todo esto podemos afirmar la particular manera que tenemos de nombrar al ‘inconsciente freudiano’, como una fuente de producción susceptible de ser interpretada.

Adicionalmente, el inconsciente freudiano tiene otras características que no deben ser menos valoradas, a saber: su carácter íntimo y extraño a la vez, lo último debido a la voluntaria ignorancia que se propone el yo ante el malestar.

Si afirmamos de manera equivalente respecto al síntoma, formación íntima y exterior al sujeto, debemos anotar que los elementos con que emerge el malestar psíquico de cada uno apuntan a condiciones propias de la civilización, de la época, y del particular empuje que ésta hace al arrinconar las posibilidades de satisfacción pulsional, hasta reducirla a los ideales morales del momento (Freud, 1908/2003).

Síntoma que deja de ser testigo mudo, que protesta al ser escuchado en análisis. Mudo que se hace oír en la mayor cantidad de ocasiones frente al impasse del sujeto ante la satisfacción restringida que la civilización plantea. Emergencia así del deseo inconsciente, y su contenido, en la forma de sustituciones sintomáticas que generan la satisfacción interdicha.

Es pasando por el ideal del yo (…), engendrado por la introyección de los valores trasmitidos, y directamente puestos en juego en la operación de repetición de las pulsiones condenadas, que el inconsciente de cada uno tiene que hacer parte del discurso general (Soler, 2003a).

Freud (1893-1895/2003) conecta así, la dimensión traducible del síntoma en tanto formación del inconsciente y portador mudo de un deseo inconsciente que pugna por satisfacerse, aún al precio del malestar para el sujeto y lo social (léase: su entorno más inmediato, familiar, de pareja). También Freud (1894/2004) identifica muy pronto, la relación del síntoma con el pedido, la compulsión de la civilización (entendida como coacción, como obligación del sujeto en contra de sus intereses egoístas que imperan narcisísticamente en él). Esta condición es lo que le permite a Freud llegar a su tesis sobre la relación posible entre neurosis y malestar generalizado en “El Malestar en la Cultura” (Freud, 1930/2004). Entonces, tenemos el campo abierto que va de lo subjetivo a lo social: el síntoma como enclave del sufrimiento del sujeto, que no deja de tener consecuencias en el vínculo con otros, al mismo tiempo que el primero está determinado por algunas condiciones particulares de la época, de los imperativos ideales, en los que el sujeto adopta sus propias formas de enfrentar la vida y su estructuración ante el malestar.

Un primer indicio obtenido aquí entonces es que existe continuidad en lo discontinuo del síntoma, es decir: la neurosis es una forma de intentar hacer lazo, solo que en sí mismo el síntoma connota una perversión que el propio lazo rechaza, y que es preferentemente elegida por el sujeto para oponerse a las condiciones yoicas que el orden imperante coacciona. En ese sentido existe una oportunidad, bien enseñada por la histeria, la identificación sintomática, y el síntoma por identificación, dos formaciones del inconsciente que hacen pensar en la colectividad, ante lo cual el mismo Freud declararía que se debe hacer el mismo tratamiento investigativo: lo colectivo corresponde, punto por punto, con lo social (Freud, 1921/1989).

Estos son los elementos básicos que podemos explorar siguiendo esta línea de elaboración, que nos sirven para identificar lo que aporta el trabajo de Freud y dar el paso a lo que Lacan propone más allá del inconsciente-lenguaje.

El campo Lacaniano, la apuesta más allá de lo simbólico, el campo del goce, de lo real

Un primer movimiento de Lacan es retomar ‘a la letra’ la lectura del trabajo de Freud. Pone en evidencia que el descubrimiento freudiano implica inicialmente dos cosas:

Primero: el escándalo de este descubrimiento, cosa interesante, no es mayor por tener una relación directa y bien clara con la sexualidad, es más por el carácter extraño de la familiaridad, Freud (1919/2004) diría ‘Das Unheimliche’, presente en las formaciones que terminan siendo siempre reveladoras de lo éxtimo7 del inconsciente para cada uno, debido a que es tan familiar y tan extraño, al mismo tiempo, que no existe tranquilidad posible, al contrario, solo un seguro tormento permanente cuando el sujeto no soporta la emergencia de las formaciones del inconsciente (Soler, 2003a). Segundo: es posible hacer una grandísima cantidad de desarrollos en continuidad con lo planteado por Freud, partiendo fundamentalmente de que el síntoma implica que su existencia y traducción dependen directamente de reconocer los efectos del lenguaje en el ser humano, lo que permite a su vez ir más allá y preguntarse desde muchas perspectivas por el vínculo entre semejantes.

En este último punto inicia el cambio propuesto por Lacan. La siguiente idea es una de las primeras en hacer curso de continuidad entre Freud y la novedad planteada por el psicoanalista francés: existe una afectación entre los registros de la realidad y esto sucede en el albor de la estructuración subjetiva, la cual sucede en la relación del cachorro humano con quien ejerce cuidados, el complejo del ‘nebenmenchs8 . La idea de partida de Lacan es fundamental porque indicará la inquietud, y el orden, que debe producirse al pensar las afectaciones y articulaciones diferentes entre lo real, lo imaginario y lo simbólico, y su relación con la elección particular del sujeto frente al deseo del Otro.

Freud no contaba con las nociones ni los elementos que se construirían una década posterior a su muerte por cuenta de disciplinas como la lingüística, la antropología, y sistemas de pensamiento como el estructuralismo, pero se reconoce en Freud su clara orientación teóricopráctica con elementos e ideas que se encuentran organizadas bajo las lógicas del lenguaje.

Lacan, ayudándose de las disciplinas mencionadas arriba, haciéndolas decir aun lo que no dicen, apunta al lenguaje como orden de lo humano, al punto de concluir que lo real, la sustancia gozante, es afectada por lo simbólico: el lenguaje es el factor que metamorfosea lo real, y esto no sucede en soledad para cada protosujeto, pues la presencia del Otro se convierte en fundamental como transmisor del deseo mediante el vehículo del lenguaje, y con ello todas las condiciones de represión y elecciones frente a la pulsión y los objetos (Lacan, 2004).

Este operador, el Otro, logra por medio de la palabra tocar la sustancia gozante del cuerpo, para negativizar una parte de la pulsión (introduciendo la falta mediante la represión y ‘la falta en tener’ que porta en sí mismo el Otro) y a la vez positivizar la sustancia gozante (posibilitando un goce intersectado por lo simbólico, que permite la obtención de un goce subjetivo pasado por lo simbólico, fálico, podríamos decir).

Freud ya planteaba en varios textos ideas rectoras que dan vida posterior a las de Lacan. Un ejemplo lo encontramos en “El Yo y El Ello”, trabajo en el que Freud despliega su concepción de la diferencia entre huella mnémica, percepción y representación-palabra (Freud, 1923/2006), lo que da apertura al cuestionamiento entre lo simbólico y lo real.

Soler (2003b) retoma estas categorías para recordar la manera en que Lacan plantea una direccionalidad de su trabajo hacia lo real. A partir de cierto instante de su enseñanza, cuando empieza a profundizar en el tema preedípico, Lacan pone su acento no en las representaciones-palabra, que son la materialidad del inconsciente freudiano, sino en la huella mnémica, que equivale al rasgo unario. Así, Lacan formaliza la continuidad de las ideas freudianas desde que establece la secuencia significante, y en particular, cuando habla de la cadena significante y sus relaciones con el ser del sujeto, en tanto un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante (Lacan, 2009b).

El rasgo unario se explica como un significante que tiene la propiedad de operar como un número que funda, por el encuentro con otro número, la pura diferencia en tanto que nada más la específica, es decir, sin tener que recurrir al sentido. Allí encontramos algo de la continuidad-discontinuidad que vive el recién nacido en su cuerpo a partir de la emergencia del peligro, del que Freud habla (Freud, 1917/2007), y los cuidados maternos, que instalan el par placerdisplacer, siendo esto el modelo de “un par ordenado” (Soler, 2003b ), que ocurre en el complejo del nebensmench.

Usando este elemento: el rasgo unario, es posible establecer que lo real, que está en la base de lo originario, es impactado por lo simbólico, formándose la matriz simbólica en la intersección de estas dos condiciones de la realidad que darán pie al ordenamiento de la serie de operaciones de alienación y separación para el lactante.

Con este acento, es evidente que el desplazamiento logrado por Lacan va de lo simbólico a lo real, apuntando que, instalado el rasgo unario, es posible el engendramiento del objeto “a” (Soler, 2003b), el cual está lejos de ser identificado simplemente como uno objeto perceptivo o del pensamiento, siendo más el objeto que se induce retroactivamente, a partir de la repetición, y que establece “la falta en ser”, de cara a lo que sucede con la falta del Otro.

Falta en ser del protosujeto que hace referencia a la sustancia gozante, ‘omelette’ (Lacan, 1998), que rompe su huevo de puro real ante el impacto de lo simbólico para negativizar lo puro real. Negativizando algo en lo real se positiviza la vida del sujeto y se abre así la posibilidad de que otra modalidad de goce se instale, no sin referencia al real, con los restos de lo que el impacto de lo simbólico ha instalado en las órbitas del psiquismo del sujeto naciente: los objetos de su satisfacción pulsional.

La articulación de los discursos, el campo lacaniano que trabaja con lo subjetivo y lo social, el trabajo del análisis, la interpretación, el amor

Una primera y corta conclusión lleva a que el campo lacaniano, en tanto campo interesado en lo real y en el goce, puede dar cuenta de una continuidad del campo freudiano, enfocado el último propiamente en lo simbólico, por lo que el efecto del aporte lacaniano se evidenciará fundamentalmente en la clínica. También permite articular de modo consistente una apuesta de interpretación de lo subjetivo y del lazo social, digamos que reactualizando la ‘psicopatología de la vida cotidiana’, justo allí donde lo real se presenta impactado por lo simbólico. Esta posibilidad abierta por Lacan ofrece los elementos para dar cuenta de la posición del sujeto y el discurso que asume frente a una época que tiene por imperativo el goce individualista, narcisista, en el que la serie de satisfacciones ofrecidas por el vínculo social realmente obturan la posibilidad del encuentro propio de la ‘intersubjetividad’, dando paso a encontrar una satisfacción pulsional en lo residual de la productividad homogénea del mercado.

Los discursos propuestos por Lacan (2009b), que conllevan algunos de los elementos comentados arriba, son modalidades de satisfacción que un sujeto encuentra, son modalidades en las que opta por posiciones frente a la verdad, el saber y el objeto, pero también nos indican lo que sucede en el lazo social. Este último es el producto de los discursos, lazo que en su lógica discursiva opta por sostener una cierta tensión entre la verdad y la producción, y que en la contemporaneidad son imposibles de articular (Soler, 2003b):

Hay una distinción, un hiato, una barrera entre lo que Lacan escribe en los discursos, debajo de la barra horizontal, en el sitio de la producción y de la verdad, y precisa que entre producción y verdad hay una pelea, un desencuentro, un hiato (…) designa una forma de goce placentera, socializable. Entonces, al nivel de la producción el discurso hace una oferta para todos los sujetos que se encuentran en él. Una oferta de algunos pluses de goce de formas estándar, socializables, colectivizables, de satisfacciones. Podríamos decir que es algo como la construcción de una forma sintomática estándar” (p. 21).

Frente a estas formas estandarizadas, que no son únicamente las que un mercado globalizado propone, el sujeto tiende en un impulso por lo compartido con el otro en el discurso, pero sin reconocer que esa vía está desde siempre cerrada, debido a que su verdad le revela, con el síntoma rebelde, la imposibilidad de satisfacción. Por eso el síntoma se establece como grito mudo, que manifiesta la verdad del goce, que no condesciende con la homogeneización del lazo social, resistiéndose a éste. Se hace Evidente a partir de que las formaciones sintomáticas, antes formaciones del inconsciente y ahora “formaciones de goce”, hacen su entrada en la tensión siempre existente entre el sujeto y el colectivo9 , ‘intersubjetividad’ imposible, pues la verdad subjetiva propugna su emergencia siempre y a pesar de la producción que plantea un discurso o el lazo social. Siempre la verdad, en su condición relativa, será ‘particular’, y de allí será de donde emergen las formaciones de goce, también específicas para cada sujeto.

No por ello las formaciones de goce, particulares, dejan de ser relativas al discurso, lo son, y por eso los significantes presentes en toda formación sintomática tienen un anclaje inicial en el lazo social.

El trabajo analítico, siguiendo a Freud, implica un tratamiento con lo simbólico. Pero ahora teniendo como marco de referencia un más allá del inconsciente simbólico, el inconsciente real, el que retiene los rasgos unarios presentes en las formaciones de goce, sintomática patológica de mayor malestar, se presenta una pregunta: ¿qué hacer con el real del inconsciente planteado por Lacan? Debemos partir de que los elementos significantes de esta teorización generan un “fuera de discurso”, lo que hace que se relativice de una manera diferente la interpretación con Lacan, y así tanto el acto analítico como las articulaciones que el psicoanálisis hace sobre la civilización. Por ahora digamos que en el acto analítico se ‘toca’ el malestar en la civilización que cada sujeto porta y hace vivir con su síntoma y, al investigar con el psicoanálisis o trabajar en medios más amplios que el del diván, se logra también que algunos fenómenos sintomáticos en lo social se tornen en mutación simbólica al develar lo que se oculta tras lo manifiesto, como cuando de los mitos se trata (Lacan, 2009).

El campo lacaniano, campo interesado en lo real y en el campo del goce, se fundamenta en aquello que no será introducido al discurso, por ningún motivo y bajo ningún truco, porque sencillamente algo de lo real queda siempre sin ser tocado por lo simbólico. De otra manera: lo simbólico hará su trabajo hasta su declinación, moldeando los límites de lo real hasta el punto en el que el sujeto puede llevar el análisis acompañado de un analista, quien tendrá que hacer uso de su docta ignorancia en un marco de ética fundamentada en un saber qué hacer con la verdad del significante del sujeto. Equivalente trato con los fenómenos que en lo social, particularmente en las instituciones, deben enfrentar quienes trabajan desde la teoría psicoanalítica.

Es así que algunas ideas, que son directivas en todo análisis, son las rectoras de la lógica de este campo de investigación y acto social, a saber por ejemplo, que la ‘relación sexual no existe’, en tanto que no todo lo sexual es analizable por estar en perfecta alianza con un real y al mismo tiempo al resguardo de lo simbólico, por lo que concluimos que no todo lo sexual es simbolizable y que, por ende, no es interpretable todo lo sexual. Los ideales de lo sexual, incluyamos aquí cualquier ideal, caen por su peso cuando se enfrentan a la condición particular de goce de cada sujeto y por ello la imposibilidad de completud con otro.

El sujeto goza solo, puede que, en compañía de otro, mejor: cada sujeto goza, pero lo hace debido al rasgo unario de su inconsciente, real, allí donde existe un supuesto lazo con el otro, la relación de amor-sexual. Justamente, esos amores están fuera del lazo, y así permanecen en una producción de algo interesante a ser elaborado: el lugar del amor en tanto que productor de una vía de emergencia de goce de lo real, en el uno a uno, que no hace lazo, necesariamente, en el discurso, y que lo que demuestran es, no una complementariedad, más bien una recurrencia a encuentros de goces solitarios que intentan anudar su autoerotismo de a dos (Pommier, 2016).

“El hombre tiene un cuerpo y uno solo” (Soler, 2003b p.22), nadie posee más que el cuerpo que habita, aún si goza de éste mediante el recurso al cuerpo de otro, este no es su posesión. El amor llega aquí de la mano, convocando, por las imágenes eróticas y las palabras amorosas, y construye una suplencia de esa pareja real que hace falta, que nunca se posee. De aquí que el amor sea delirante, por la suplencia que logra de la carencia real. Es la misma lógica en la que el lactante se ha comprometido en el choque de lo real y lo simbólico, cuando logra dar el paso y alucinar el objeto.

Finalizo. La apuesta que continua es la de hablar del amor. Es la que permite a cada sujeto provocar inquietudes sobre todos los posibles amarres del rasgo unario, y las consecuencias en el sujeto y el lazo social de las asociaciones que están más allá de lo simbólico. Y esto porque el sujeto que se acerca a un análisis realmente lo hace aquejado de una pérdida, que sólo en el vehículo transferencial se pondrá a tono con el duelo, partiendo desde luego de la pregunta sobre la angustia en tanto que formación de lo real, del goce, que insiste y en la cual el amor, de manera contingente, viene a ligar, taponar o reducir algo de eso que propugnará por emerger siempre en cada ser hablante, y será, o no, por cuenta del deseo

Referencias

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Notas

2 Soler, Colette, Campo Lacaniano, en Revista Heteridad #2. Editorial Internacional de Foros del Campo Lacaniano, 2003; y, Soler, Colette, El Campo Del Goce- El Campo Lacaniano, en Revista Acte 3-4. Barcelona: Editorial Ateneo de Clínica Psicoanalítica, 2002
3 Y para esto es necesario recurrir a los textos donde están los ejemplos y explicaciones precisas: Freud, S. “La Interpretación de Los Sueños” (1900 [1899]/2005), Freud, S. “Psicopatología de la Vida Cotidiana” (1901/2005).
4 La apuesta que hace Freud se encuentra muy temprano, hace falta revisar casos como el de Emma, entre muchos que propone en la prehistoria del psicoanálisis, en donde se encuentra justamente esta condición simbólica de la producción del inconsciente. Freud, Sigmund. “La Proton Pseudos Histérica” en “Proyecto de Psicología Para Neurólogos” (1950 [1895]/2004); Freud, S. “Manuscrito K, Las Neurosis de Defensa” (1896/2004); Freud, S. “Nuevas Puntualizaciones Sobre las Neuropsicosis de Defensa” (1896/2004).
5 Debido a que no es el motivo de este artículo, no me explayo en este tema. Recomiendo la lectura de Freud, S. “Más Allá Del Principio Del Placer” (1920/1989).
6 Entiéndase aquí más como un conjunto, dado que existe una incoherencia fundamental insalvable en lo inconsciente, de lo cual Freud también se entera, y que formula como lo nodal, la roca sólida de lo inconsciente. Freud, S. “Análisis Terminable e Interminable” (1937/2004)
7 Externo e íntimo, éxtimo, así, al mismo tiempo.
8 Complejo de dependencia de Otro que ‘sabe qué hacer’ para acallar el malestar. Esta idea es sorprendentemente temprana en Freud, pero no es desarrollada por él, excepto cuando habla de la necesidad que tiene la cultura de forjar religiones: Freud (1927/2004). Lacan habla de ello en varios lugares de su enseñanza. Refiero aquí una de las más interesantes a seguir en Lacan y dónde se encuentra la expresión de Freud. El seminario 7. La ética del psicoanálisis. (Lacan, 2009a, p. 53). “Carta 52” (Freud, 1896/2004, p. 280).
9 Recordemos lo que propone Freud en relación con colectividad: dos sujetos ya lo son.

Información adicional

Cómo citar este artículo: Peña, E. (2017). Del campo freudiano al campo lacaniano, incidencias de la teoría lacaniana para interpretar lo subjetivo y lo social. Revista Tesis Psicológica, 12(2), 182-193.

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