PERSPECTIVES OF INTERVENTION
Reconstrucción y fortalecimiento de las redes sociales como apoyo a familias en condición de desplazamiento forzado*
Reconstruction and Strengthening of Social Network as Support for Families in Situation of Forced Displacement
Reconstrucción y fortalecimiento de las redes sociales como apoyo a familias en condición de desplazamiento forzado*
Tesis Psicológica, vol. 14, núm. 1, pp. 48-65, 2019
Los Libertadores Fundación Universitaria
Recepción: 28 Agosto 2018
Recibido del documento revisado: 23 Octubre 2018
Aprobación: 15 Junio 2019
RESUMEN: Este estudio implementó un trabajo colaborativo de transformación social con el propósito de contribuir a la construcción y al fortalecimiento de redes sociales que brindan apoyo a las familias en condición de desplazamiento forzado, a través de la metodología de Investigación Acción Participativa. La investigación tuvo cinco etapas: una diagnostica, dos de acciónreflexión acompañadas cada una por una evaluación. Se encontró que la promoción de la comunicación apreciativa, las actividades lúdico-creativas, y las prácticas colaborativas y de cuidado desde encuentros regulares asistidos por un equipo gestor, contribuyeron a que las familias tengan vivencias compartidas que ayuden a establecer redes sociales de apoyo más densas. Los grupos reflexivos que tuvieron un doble sentido: el de escenario para tratar problemáticas y necesidades, y el de ser una oportunidad para crear y fortalecer redes sociales de apoyo, fueron muy potentes para el agenciamiento del trabajo comunitario, así como para la elaboración de las experiencias de dolor y sufrimiento que se acallan ante la necesidad de atender a las dinámicas del día a día, y con ello ampliar la capacidad de autoconocimiento. La implicación de toda la familia en el trabajo colaborativo y apreciativo ayudó, no solo a crear las redes sociales de apoyo en el nuevo entorno que habita, sino también a fortalecer la comunicación afectiva y vinculante, y el cuidado del otro al interior de las familias.
Palabras clave: familias, psicología social, desplazamiento forzado, prácticas colaborativas, redes sociales de apoyo.
ABSTRACT: This study implemented a collaborative work of social transformation with the purpose of contributing to the construction and strengthening of social networks that provide support to families in conditions of forced displacement, through the Participatory Action Research methodology. The research had five stages: a diagnosis, two action-reflection which each one was followed by an evaluation. It was found that the promotion of appreciative communication, ludic-creative activities, and collaborative and care practices, through regular meetings that are assisted by a management team, contributes to families having shared experiences that helps to establish networks social support denser. The reflexive groups that had a double meaning: that of a scenario to deal with problems and needs, and that of being an opportunity to create and strengthen social support networks, were very powerful for the agency of community work, as well as for the elaboration of experiences of pain and suffering that are silenced by the need to attend to the dynamics of everyday life, and thereby expand the capacity for self-knowledge. The involvement of the whole family in collaborative and appreciative work helped, not only to create supportive social networks in the new environment they inhabit, but also to strengthen affective and binding communication, and caring for the other within families.
Keywords: families, social psychology, forced displacement, collaborative practices, social support networks.
Introducción
El conflicto armado colombiano ha afectado a muchas familias en el país. Ha obligado a la transformación de las ciudades en función de la llegada masiva de familias que buscan refugio y anonimato en medio de la sensación de encontrarse perseguidas por los grupos armados que participan en el conflicto bélico ( Bernal, 2009; Molano, 2007; Torres & Cañón, 2015). Las familias, además del desplazamiento, tienen que vivir otros difíciles procesos para soportar esta nueva experiencia: reconstruir sus vidas y re-hacer sus redes sociales de apoyo ( Barajas, 2016; Gómez, 2007; Guerrero, 2011; Jiménez & Jurado, 2009; Palacio, 2007; Salamanca & Egea, 2018; Utria, Amar, Martinez, Colmenares, & Crespo, 2015). Estas familias han tenido que asegurar el derecho a la vida a costa de la vulneración y negación de los derechos básicos para la supervivencia. Actuación que en el contexto de violencia política se convirtió en parte de las formas de terror que permiten el control territorial ( González, Bolívar, & Vásquez, 2003; Pécaut, 2013).
Las familias colombianas han vivido la amenaza del reclutamiento forzado de los niños, niñas, hombres y mujeres ( Friedland, Myers, Díaz, & Quick, 2002; Guzmán Moreno, Fernández, & Villalba, 2016); el asesinato de uno o varios miembros de la familia ( Roldan, 2007); la amenaza de encontrarse en las llamadas “listas negras” ( Centro de Memoria Histórica, 2013); el despojo de sus tierras ( Reyes, 2009); el control territorial y económico ( Molano, 2007); entre muchas otras.
El departamento del Huila, al igual que la mayoría de las regiones del país, han sufrido el desplazamiento forzado desde los enfrentamientos bipartidistas del inicio del siglo XX. Esto en razón a la disputa de los territorios y el dominio ideológico al que se afiliaban sus pobladores.
También se dejaba ver la polaridad en la dinámica política de las instituciones de la región, en las que se gestaban fuertes discusiones entre liberales y conservadores ( Salas, 1996). En la época conocida como La Violencia, el desplazamiento forzado se convirtió en parte de las noticias del día a día. En los municipios se implementó una campaña “limpieza” de los “sapos” que ayudaban a los “limpios” y al ejército, ya que el departamento fue cuna y territorio estratégico para la insurgencia ( González, 1996).
La dinámica social, política y cultural de la región fue transformada a partir del conflicto armado y la violencia económica, lo cual hizo que Neiva (capital del Huila) se convirtiera en refugio de los desplazados provenientes del Caquetá, el Putumayo y del mismo territorio huilense ( Ramírez, 1998; Saavedra, 2013). Esto gestó distintos procesos que afectaron los tejidos sociales y la precarización de la salud mental de las familias ( Fernández-Cediel, 2017; Torres, 1998).
Desde una postura de resiliencia se convoca a las familias ante nuevos escenarios de superación. Por supuesto, esto no implica desconocer las vivencias traumáticas y de vulneración que hacen parte de sus memorias, pero permite dar cabida a otros lugares identitarios que las ayudan a continuar construyendo sus vidas y sobreponerse a las adversidades ( Barajas, 2016; Domínguez, & Godín, 2007; González, 2004; Guerrero, et al., 2013; López, 2007; Utria, et al., 2015; Vera, Carbelo & Vecina, 2006). Con ello, amortiguar los efectos adversos a partir de los recursos familiares y relacionales que contribuyen a recuperar el rumbo de sus vidas, dar sentido a las tragedias vividas y promover la autogestión de los recursos afectivos, sociales y económicos para su bienestar (Domínguez, 2018).
Esta investigación se suma al propósito de contribuir en el fortalecimiento del bienestar y la salud mental de estas familias, a través de la Investigación Acción Participativa (IAP), y buscó responder a la pregunta ¿Cómo apoyar en la reconstrucción y fortalecimiento de las redes sociales de apoyo entre las familias en condición de desplazamiento? Lo anterior con base a varios estudios que han demostrado que el capital social expresado en la participación de redes sociales aporta al bienestar, la reconfiguración de las experiencias vividas, la recuperación de la sensación de confianza y la tranquilidad ( Barajas, 2016; Cardozo, Cortés-Peña, & Castro, 2017; Vásquez, et al., 2018). Además, responder la cuestión aporta a la Ley 1448 (Ley de Víctimas y Restitución de Tierras) en su artículo 187: “construcción de convivencia y de restauración de las relaciones de confianza” vulneradas por los múltiples hechos de violencia ejecutados en el marco del conflicto armado, con ello, en los procesos interpersonales que permitan restablecer la confianza, la cooperación, la solidaridad y las acciones colectivas de resolución de problemas que vinculan a las familias, las comunidades y las instituciones, lo cual continua siendo un desafío ( Méndez, 2015).
Para responder a la pregunta de investigación, este estudio asumió la perspectiva de la psicología social crítica, especialmente desde los postulados del construccionismo social ( Estrada-Mesa, 2010; Gergen, 1996, 2001; Gergen & Gergen, 2008; Iñiguez, 2005; Potter, 2008). Se asume una epistemología figurativa que plantea una atención crítica, interdisciplinaria, en red, políticamente crítica y creativa, la aplicación de enfoques innovadores, no solo para atender las consecuencias, sino también las causas de los problemas ( Estrada-Mesa, 2016; Gergen, 2001).
De igual manera, se recurrió a principios propuestos por las terapias postmodernas. Estas terapias tienen amplia experiencia en la atención e intervención a familias, a su vez, se están re-innovando continuamente, ahora desde espacios comunitarios. Desde este lugar, el terapeuta es visto como un agente de transformación ( Grandesso, 2011), el lenguaje tiene un carácter generativo que potencia la construcción de significado; el saber local se legitima y con ello valora los recursos familiares y de la comunidad; y la capacidad auto-reflexiva para el cambio se privilegia, al igual que la comunicación transparente y reflexiva ( Agudelo & Estrada, 2013; Anderson, 2014; Combs & Freedman, 1998; Grandesso, 2001; Tarragona, 2006). Se buscan historias alternativas, relatos excepcionales que se tienen que fortalecer, a través de remembranzas, rituales, celebraciones, etc., para que conduzcan a otro lugar desde donde se pueda atender los problemas ( Tarragona, 2006; White & Epston, 2005).
Entre los elementos relevantes asumidos dentro de esta perspectiva terapéutica fueron la postura del no saber, la escucha activa, la aceptación de un alto grado de incertidumbre, y el entendimiento compartido ( Anderson, 2014; Defehr, Adan, Barros, Rodriguez & Wai, 2012; Ibarra, 2004, 2014; London, George & Wulff, 2009). Bajo esta misma postura también se puede considerar la terapia comunitaria, que recupera el trabajo de la pedagogía liberadora de Freire y donde se debe considerar las particularidades locales y la complejidad de la realidad, para asumir prácticas colaborativas transdisciplinarias ( Bacigalupe, 2003; Grandesso, 2001).
También en este estudio se reconocen como fundamentales las redes sociales en vista de que estas son elementos claves del capital social, y su ruptura vulnera las prácticas de reciprocidad y la confianza, en consecuencia, debilita la cohesión social y el bienestar de lo colectivo ( Méndez, 2015). Este estudio tuvo en cuenta a las familias en condición de desplazamiento forzado, víctimas invisibles e históricamente vulneradas ( Guerrero, Nisimblat & Guerrero, 2013).
Método
La IAP se estableció como la principal estrategia investigativa de este estudio, pues fue a partir de pensar, interactuar y sentir el devenir del proceso investigativo, a partir de una dialéctica horizontal, como se produjo el reconocimiento del otro como diferente y al mismo tiempo atender a su voz valiosa para ser escuchada ( Fals Borda, 2015; Martínez, Aretio, & Troya, 2007). Esta estrategia resalta los saberes propios de lo local y promueve el empoderamiento de los participantes en el agenciamiento de soluciones tramitadas de manera colaborativa ( Becerra & Moya, 2010; Buelga, 2007; Navarrete, 2004). En este sentido, las familias del estudio fueron convocadas a participar activamente en el devenir de la investigación, en la gestión común y en los contextos propios de la comunidad, junto con ellas, establecer la manera de apoyar en la reconstrucción y fortalecimiento de sus redes sociales de apoyo ( Ahumada, Antón, & Peccinetti, 2012). Así mismo, se asumió el principio de dialogicidad como elemento clave para gestar la movilidad social y la generación de tejidos sociales. La validez se reconceptualizó y entendió en la medida en que la investigación procuró el cambio de las prácticas sociales a partir de un conocimiento situado y de la deliberación retóricapolítica ( Gergen, 2007).
Participantes
Durante el desarrollo de la investigación (2014-2015) participaron 107 familias. Las distribuciones de los integrantes según el ciclo vital se muestran en la tabla 1.
Participaron en total 223 personas residentes en tres sectores de la ciudad de Neiva (Huila). En su gran mayoría fueron mujeres que se dedicaban a labores del hogar y algunas otras a la economía informal. En lo relativo al nivel educativo, 7 mencionaron tener formación técnica, 2 estar cursando estudios de pregrado, y el grupo restante mencionó tener algunos cursos del nivel de primaria.
Es necesario mencionar que no todas las familias empezaron o terminaron el proceso. Sin embargo, la mayoría participaban de los encuentros en la medida en que sus compromisos laborales y personales se lo permitían.
Procedimiento
Este estudio realizó su recolección de información a partir de estrategias como la observación participante, notas de campo, o registros vivenciales, etc. También se hicieron registros fotográficos y grabaciones de los encuentros. Sin embargo, el principal dispositivo para el desarrollo de esta investigación fue conversacional en torno a los temas elegidos por las familias. También, se recurrió al taller comunitario participativo en vista que las necesidades de las familias estaban dirigidas al aprendizaje de manualidades.
Para la elección de los sectores se tuvo en cuenta: gran concentración de población en condición de desplazamiento; aceptación de los líderes comunitarios para apoyar el estudio; un sitio amplio reconocido por los participantes donde se pudieran reunir; y familias que quisieran asistir voluntariamente y comprometerse con el proceso participativo.
La investigación inició con un ejercicio de formación del equipo gestor conformado por el grupo de profesionales y estudiantes de psicología que apoyaron la ejecución de la investigación, que buscó generar saberes comunes sobre el trabajo comunitario y atención a las familias.
El proceso de convocatoria de las familias se hizo a partir de la técnica bola de nieve. Con la información inicial otorgada por los líderes y familias conocidas en los sectores, el equipo gestor inició caminatas por los sectores seleccionados con el propósito de explorar el territorio e invitar personalmente a las familias al primer encuentro.
En cada sector se realizó un encuentro en el que se presentó la investigación y se obtuvo el consentimiento informado. También, se generó un espacio conversacional sobre las problemáticas de las familias, con el propósito de elaborar con ellos un diagnóstico de la dinámica local y sus necesidades. En este encuentro también se consideraron temas logísticos para garantizar la participación. La frecuencia de los eventos fue variada, se procuró hacer encuentros semanales. Sin embargo, en ocasiones debieron suspenderse en vista de que las familias comunicaban inconvenientes para asistir.
Adicional a los encuentros entre el grupo de familias y el equipo gestor (que en adelante se llamarán grupos reflexivos 1), el equipo gestor habló con cada familia a través de visitas a sus hogares. También se llamó telefónicamente a las familias para recordarles la proximidad del encuentro en el grupo reflexivo. Las llamadas también sirvieron como estrategia para conocer cómo se encontraba cada familia en los afanes que tenía en su vida cotidiana.
Se mantuvo un proceso dinámico donde el equipo de investigación aprendía de la comunidad y a su vez buscaba apoyos teóricos para apoyar los procesos familiares-comunitarios. Aquí el saber académico se reconocía como medio para favorecer los procesos que se gestaban en el grupo reflexivo. El saber comunitario se privilegiaba con el propósito de que estos mismos conectaran a las familias.
El ejercicio de análisis también tuvo lugar dentro del mismo proceso del trabajo con las familias. Fue un ejercicio hermenéutico de ida y vuelta de las reflexiones que todo el grupo reflexivo permanentemente hacía. Por eso, los resultados son expresados dentro del mismo proceso que tuvo lugar en los encuentros, rescatando a partir de ellos los elementos claves que se produjeron.
Resultados
La presentación de los resultados se realiza a partir del proceso de los grupos reflexivos, es decir, del devenir en el que se fue gestando, junto con las familias, el trabajo investigativo. Sin embargo, por la extensión del trabajo mantenido en el estudio se rescataron los principales hitos del mismo. Se presenta una etapa diagnóstica durante los primeros encuentros y luego se exponen las etapas de acción-reflexión (2) y sus respectivas etapas de evaluación (2).
Etapa Diagnóstica
La etapa diagnóstica tuvo fundamentalmente cuatro actividades. Una vez explicada la propuesta de investigación, se procuró generar como primera actividad un conjunto de lúdicas donde las familias mencionaron las preocupaciones que los aquejaban como, por ejemplo, las condiciones de sus viviendas, las dificultades económicas, el desconocimiento de cómo funcionaba la ruta de atención a víctimas, también se encontraron dificultades relacionadas con vivencias del pasado y que afectaban su vida cotidiana.
Como segunda actividad se consideraron algunos acuerdos que permitieran hacer de los grupos reflexivos un lugar incluyente, ameno y cuidadoso con sus participantes. En ese proceso de conversaciones afloraron varias ideas como la puntualidad, procurar hacer silencio cuando alguno estuviera expresando sus opiniones, tratar de manera respetuosa a los demás, etc. Estas ideas de cuidado tuvieron una resonancia muy positiva en las familias en la medida en que las fueron aplicando fuera y dentro de los grupos reflexivos.
La tercera y cuarta actividad fueron dos ejercicios de cartografía. La primera correspondía a una de tipo familiar y la segunda fue la integración de todas las anteriores a una común de todas las familias. Estos ejercicios pretendieron reconstruir conjuntamente los territorios habitados, reconocer las historias que habían vivido en estos lugares, entender cómo las familias gestionaban sus vidas en lo público, etc. Aquí, los niños fueron los más entusiastas en la decoración y embellecimiento del dibujo, mientras que los padres eran quienes daban los trazos más gruesos y esenciales del ejercicio cartográfico.
Las imágenes más utilizadas en el ejercicio cartográfico fueron las que representaban riñas, las amistades, la ubicación de las instituciones (educativas, de salud, policía, etc.), el estado de las vías y los medios de transporte, los sitios seguros y algunos lugares naturales de fácil acceso. En el ejercicio de socialización, las familias expresaron grandes dificultades para acceder a las instituciones, ya sea porque no estaban cerca a los sectores que habitaban o porque cuando las visitaban eran tratados con desidia, porque desconocían cómo operaban, o porque los procesos y lenguajes no eran comprendidos. También se expresaron las dificultades con respecto al estado de descuido en que se encontraban los espacios públicos, las vías de tránsito, los parques, etc. Por último, en lo relacionado con la red de apoyo social, las familias reconocían máximo dos personas que creían eran sus amigos y podían confiar en ellas. Igualmente, la experiencia del desplazamiento se restringía a ser narrada únicamente en las instituciones donde se requería su relato para obtener algún apoyo de tipo material, mas no como una posibilidad para elaborar sus diferentes perdidas psicosociales. Este aspecto fue poco mencionado en la socialización, pues lo veían poco relevante.
En el momento de la integración de las cartografías familiares en un mapa común, cada familia ubicó sus viviendas. Para sorpresa de ellas, la mayoría vivían muy cerca y a pesar de ello muchos no se conocían. En algunos casos se distinguían, es decir que posiblemente en algún momento se habían visto con anterioridad, pero nunca habían interactuado, lo cual corroboró el pobre entramado comunitario que las familias habían construido a pesar de llevar, en muchos casos, varios años de haber llegado al sector.
Primera Etapa de Acción-Reflexión
Con base en la etapa diagnóstica, el grupo reflexivo estableció cuatro momentos temáticos de conversación dentro de los grupos reflexivos: 1) el reconocimiento compartido de la red institucional pública y privada que brindaba atención y apoyo a la población víctima del desplazamiento forzado; 2) la apreciación positiva de las familias para que el grupo reflexivo las pudiera reconocer desde sus cualidades; 3) la recuperación de las memorias desde la mirada de las emociones; y 4) la construcción compartida de identidades fortalecidas.
Sobre el reconocimiento de la red institucional, se propuso a las familias que en una línea de tiempo incluyeran todas las instituciones con las que habían tenido contacto. Instituciones como la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (UAARIV), la personería, la alcaldía, el Palacio de Justicia, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), el Fondo Nacional del Ahorro, etc. o los programas como Familias en Acción, los planes de vivienda, el Plan Semilla, Red Unidos, RIE, Familias con Bienestar, etc. fueron los más mencionados.
A partir de la experiencia de cada familia, se realizó una conversación donde todos aprendían de los demás. El equipo gestor inició la conversación tratando de reconocer las instituciones relevantes (las ubicaciones, funciones, programas, etc.), de acuerdo con las necesidades expresadas en el diagnóstico. Las familias podían entrar en la conversación con las experiencias particulares que habían vivido con las instituciones.
Este ejercicio conversacional permitió conocer sus difíciles experiencias al momento de la llegada a la ciudad. No tener dinero o un lugar donde refugiarse fue un sufrimiento constante. También fue agobiante esperar unos recursos económicos que no sabrían cuando llegaría, ni cuanto recibirían. Las madres y padres del grupo reflexivo contaban que en aquellos momentos no sabían qué hacer, salieron a buscar trabajo o alguna oportunidad para llevar comida a sus hijos, se refugiaron donde les brindaran posada, otros contaron con la suerte de tener amigos o familiares que los ayudaron. Sin embargo, fueron épocas llenas de incertidumbre y apremio.
Las familias resaltaron el acceso al sistema de salud, a través del Sistema de Selección de Beneficiarios para Programas Sociales (SISBEN) que a su vez permite una valoración e inscripción a una Entidad Promotora de Salud (EPS) que prestara sus servicios al régimen subsidiado.
Así mismo, realzan las facilidades recibidas por las instituciones educativas públicas de básica primaria y secundaria, donde los niños además de recibir educación también podían tener desayunos y almuerzos. Por su parte, en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) algunos pocos, especialmente las mujeres y jóvenes, aprovecharon los cursos complementarios ofrecidos para las víctimas de desplazamiento.
Los programas de apoyo para familias como Familias en Acción, De cero a siempre, Fami infancia, Red Unidos, Plan Semilla, y Madres Ahorradoras también fueron tenidos en cuenta en las conversaciones del grupo reflexivo. Muchas familias reconocían el apoyo recibido ya sea económico, educativo, o material. La mayoría contaban experiencias sobre estos apoyos, ya sea porque aún tenían una camiseta que un programa le había dado, porque aún conservaban las cartillas de capacitación, porque les dieron mercados, porque los ayudaron a construir las baterías sanitarias de sus casas, porque aún hacen algunas manualidades aprendidas, porque recordaban que los dineros que les dieron les ayudó con montar un pequeño negocio, tienda o alguna actividad que les generaba algunos recursos económicos, etc. También mencionaron que estos programas llegaron cuando ya había pasado un tiempo de la llegada a la ciudad. A su llegada a Neiva fueron los apoyos caritativos de personas o grupos, que se enteraban de sus casos particulares, los que los ayudaban con colchones, mercados, sábanas, ropa, etc.
En los encuentros donde se trataron estos temas, las familias fueron muy participativas. Ellas conocían de muchos programas, pero lo que más recordaban era lo que de ellos habían obtenido y en lo que les habían incumplido. Claramente expresaron que estos programas eran fugaces y poca mella hicieron en ellos, poco trabajo sostenido se hizo con ellos, y los programas que más permanecieron en la comunidad fueron los que realizaban capacitaciones en las casetas comunales, sin embargo, estos no duraban más de un año. De igual forma, estas conversaciones estuvieron marcadas por la mirada asistencialista que las mismas familias habían desarrollado de varios años atrás. Así entendían el sistema de atención a las víctimas y así mismo procedían a exigir que se les diera lo que fuera que estuvieran ofreciendo los programas de turno.
Estas conversaciones también dieron lugar a que las familias reconocieran algunos procesos y acciones para acceder a algunos programas. En el grupo reflexivo, reconocieron cuales familias tenían algunos apoyos de las instituciones y con esto solicitarles más información a ellos. De la misma forma, las familias generaban conversaciones particulares en los escenarios cotidianos para ayudarse entre ellas en los procesos de inscripción a los programas activos del momento.
En el segundo momento, el equipo gestor empezó a generar espacios donde las familias pudieran compartir cualidades y experiencias que ponían al servicio de las demás. Para este momento se usó, por ejemplo, el dibujo en escala real de la figura humana de algún miembro de la familia para localizar en algunas partes del cuerpo valores y habilidades que ofrecían al grupo reflexivo. Las familias expresaron ser responsables, cariñosas, amorosas, hogareñas, detallistas, honestas, cuidadosas, amigables, tiernas, etc. Con estrategias como esta, el grupo reflexivo empezó a forjar otros vínculos de relación que iban más allá del reconocimiento del otro por solo su nombre, se establecieron interacciones afectuosas y apreciativas que se gestaban incluso por fuera de los encuentros.
Para el tercer momento se promovió la oportunidad de compartir las emociones con respecto a experiencias vividas como consecuencia del desplazamiento forzado, no sin antes abrir un escenario de confianza donde las familias pudieran hablar sin temor al dolor o malestar del grupo. Las madres fueron las principales actrices de esta actividad. Se expresaron recuerdos dolorosos que habían marcado sustancialmente a las familias, pero que poca cabida tenían en la cotidianidad para compartir y elaborar. Se recordaron los momentos de amenazas, muertes, angustias, y demás que guardaban relación con los eventos previos al desplazamiento forzado.
Los recuerdos fueron contados vívidamente y hubo lugar a llantos y malestares mientras se compartían. En estos momentos las familias reaccionaron con bastante congoja y expresiones de cariño y apoyo, hubo abrazos, silencios y pausas para tomar fuerza y continuar. En este proceso también se exaltó la gran fortaleza que las familias han tenido para sobrevivir a las dificultades, pues han resistido a muchas adversidades para rehacer sus vidas. La conversación generó calma y permitió que las familias lograran recobrar con optimismo la cotidianidad que en aquel momento vivían, donde no están agobiados por el conflicto armados y en la zozobra.
El último momento de esta etapa fue la oportunidad de transformar las narrativas familiares a partir del rescate de los pequeños cambios o eventos excepcionales que habían ayudado a mejorar sus vidas. Se hicieron ejercicios en los que todos reconocían en los demás las cualidades que más valoraban de todos los participantes.
A esto se sumó que se sugirió que en pequeños grupos compartirán los recuerdos positivos que habían marcado la infancia, la juventud, las experiencias de amistad y amor, etc. Para luego, ante un espejo cada participante expresaba cómo ellos se reconocían a sí mismos. Entre las cualidades que más reconocieron las familias fueron ser trabajadoras, responsables, cariñosas, que constantemente se llenan de valor para enfrentar las múltiples dificultades, optimistas, o como mencionó una madre de familia: “ no hay que mirar tanto al pasado, sino mirar hacia el futuro, hacia el horizonte”.
Primera Etapa de Evaluación
Para la primera evaluación era notorio que las familias habían ampliado su red social. Esto se podía observar, por ejemplo, al arribo de los escenarios donde tenía lugar el grupo reflexivo, varias familias llegaban juntas y expresaban que pasaban por sus casas para tomar el camino que los dirigiera hacia el punto de encuentro; también al momento de la llegada al encuentro, varios se saludaban con bastante aprecio hacia los demás. Los tiempos para iniciar las conversaciones comunes de los momentos ya expuestos cada vez debían ser ampliados, pues las familias entablaban conversaciones de acogida más extensas, contrario a lo que sucedió al iniciar los grupos reflexivos cuando reinaba el silencio y la apatía entre los asistentes.
En este momento de evaluación tuvieron muchas expresiones de agradecimientos hacia el equipo gestor y todas las familias que habían participado en todo el proceso hasta el momento desarrollado. También recordaron algunos momentos como la cartografía y la quema de los miedos como experiencias significativas, donde pudieron encontrarse con las demás familias. Estas le sirvieron para conocerse mejor y reconocer en las otras personas vivencias y espacios comunes.
Se mencionaron solicitudes que hacían referencia a las necesidades y deseos de las familias en aprender a hacer cosas nuevas, que incluso pudieran servir como fuente de ingresos, por ejemplo, hacer manualidades como decoraciones navideñas, artesanías, origami y adornos. También se pidió incluir más actividades recreativas para los niños y adolescentes.
Para este momento, las familias aún tenían una apreciación asistencialista de los grupos reflexivos. Sin embargo, ya se empezaban a observar gestos de apropiación de los grupos, en ocasiones se ofrecían a gestionar el manejo de los materiales que se habían preparado para los encuentros, también algunas madres se ofrecieron a apoyar en la preparación de los alimentos que se daban en los encuentros. Sin embargo, estos ofrecimientos eran muy tímidos.
Segunda Etapa de Acción-Reflexión
Las actividades que tuvieron lugar en esta etapa estuvieron dirigidas a la cohesión de los grupos reflexivos utilizando como estrategia fundamental las manualidades co-construidas, donde podrían generarse productos comunes como, por ejemplo, la catrina de la vida 2, los mándalas, origami, tejidos, madeflex, floreros y flores a partir de materiales sencillos, reciclados y de fácil acceso. Estas actividades promovieron un ambiente de tolerancia, respeto, confianza y aceptación. Todas las familias involucradas disfrutaron en el proceso de elaboración y además aportaron con otros objetos que ellas mismas vieron necesarios para la decoración de la manualidad del momento.
Durante esta etapa, el grupo reflexivo empezó a promover el compartir, es decir, una actividad en torno a los alimentos, donde todos colaboran desde sus posibilidades, con ingredientes y/o preparación. Este compartir tenía lugar al cierre de cada encuentro, pero también sirvió como elemento central cuando las familias proponían la celebración de alguna ocasión especial: cumpleaños, día de las madres, etc.
La asistencia y participación fue mucho más robusta para esta etapa y los hombres, miembros de las familias, asumieron una postura más implicada con las decisiones y curso del grupo y sus elaboraciones.
Las actividades dieron cabida a muchos temas de conversación y las manualidades a su vez suscitaban metáforas que se convertían en reflexiones para la vida cotidiana. Durante el quehacer se generaban espacios para retomar temáticas que el grupo reflexivo había propuesto en la primera etapa. Se mencionaron cualidades que los hacían ser mejores personas y familias como la compasión, la solidaridad, la honestidad, la motivación, la amistad, el respeto, el amor, la tolerancia, la prudencia. También se privilegiaron los derechos a la libertad, la educación, la igualdad, la paz y la vida. Se conversaron temas de la vida cotidiana y cómo estos frecuentemente les enseñaban algo sin que se dieran cuenta de ello.
Para esta etapa, las familias estaban implicadas en un trabajo con responsabilidades compartidas como por ejemplo, la sugerencia de la manualidad que se quería aprender, búsqueda de materiales, y gestionar que artesanos de la misma comunidad aceptaran ofrecer al grupo reflexivo su apoyo para enseñar su arte. Todos estos elementos de transformación y empoderamiento empezaron a dejar en evidencia el proceso por el que transitaban las familias. Eran menos los que se distinguían y más los amigos; y los niños tenían más compañeros de juego.
Para el final de esta etapa, el equipo gestor ya había dejado de asumir un rol central del grupo reflexivo y había pasado a un lugar secundario. Ahora, las familias con el apoyo de los artesanos habían empezado a hacer del grupo reflexivo una oportunidad de encuentro comunitario para aprender de sus propios miembros.
Evaluación final
Esta etapa evaluativa reconoció que la estrategia de las manualidades había contribuido a fortalecer los vínculos que se establecieron entre las familias participantes. También, se resaltó el estilo de relación propuesto por el equipo gestor, la manera propositiva de la comunicación y la permanente disposición que tuvo el equipo sobre el proceso que estaban viviendo las familias.
Sorprendió que las familias notaran la estrategia que el equipo gestor estaba proponiendo continuamente: las prácticas colaborativas. Las familias rescataron el proceso lúdico y creativo como el componente que más les agradó y motivó la participación. La comunicación apreciativa fue valorada de manera positiva, al igual que la atención propositiva de todas las familias ayudó a que la forma de conversación no estuviera enfocada en la queja y la expresión negativa de los eventos cotidianos.
Conclusiones
Este estudio tuvo como propósito indagar sobre cómo apoyar en la reconstrucción y fortalecimiento de las redes sociales de apoyo de las familias en condición de desplazamiento. Para ello se posicionó desde la psicología social crítica y la perspectiva del construccionismo social, los aportes de las terapias postmodernas y la metodología de la investigación acción participativa. Los procesos participativos y colaborativos que las familias y el equipo gestor desarrollaron a partir de la comunicación apreciativa permitieron encontrar la respuesta a la pregunta investigativa.
A partir de la consideración de problemáticas, necesidades e intereses comunes, las familias gestionaron colaborativamente las posibilidades para aprender de su entorno, y en el proceso tejer hilos de amistad y reconocimiento de otras familias que habitaban territorios comunes con quienes pudieron incluirse en sus redes sociales. La extrañeza del otro y los contextos que no tienen historias compartidas, ya que son moradores que han huido de sus territorios, se empiezan a desdibujar y propiciar el realce del valor del ser y la capacidad de gestión de sus derechos y sus capacidades humanas ( Barajas, 2016).
Este doble sentido de los grupos reflexivos: el de escenario para tratar problemáticas y necesidades, y el de ser una oportunidad para crear y fortalecer redes sociales de apoyo, fue muy potente para el agenciamiento del trabajo comunitario, así como para la elaboración de las experiencias de dolor y sufrimiento que se acallan ante la necesidad de atender a las dinámicas del día a día, y con ello ampliar la capacidad de autoconocimiento, tal como lo mencionó Barajas (2016).
El doble propósito que cumplieron las estrategias creativas en el proceso con las familias permitió poner en acción al grupo reflexivo: enseñar algo práctico y ayudar a que las prácticas relacionales se fortalecieran, también dio lugar a una ampliación de la red social de apoyo basada en aprendizajes compartidos y vivencias comunes. Lo anterior como lo sugirió Domínguez (2018), pues en la medida en que las familias estén fortalecidas, sus capacidades y recursividad aumentarán.
La aplicación de los postulados de las terapias postmodernas y la IAP en escenarios familiares fueron de gran valor al promover la eliminación de las relaciones verticales; la intención del profesional de poner al servicio de su trabajo la experiencia personal, social y política además de la profesional; el uso del lenguaje apreciativo y generativo; el reconocimiento de los saberes locales (en este caso familiares); y el ejercicio de una ética relacional que promovió conversaciones legítimas, el acceso a acciones colaborativas de transformación de las realidades sociales y generaron historias alternativas que le permitieron a las familias dar un sentido más positivo a sus vidas y relaciones.
Poco a poco, el estudio dejó ver la capacidad de diligencia y de empoderamiento de las familias, una vez empezaron a fortalecer sus redes sociales de apoyo y a cambiar los discursos asistencialistas dominantes.
La propuesta de superar el discurso de vulnerabilidad para favorecerla asistencia resulta un elemento anclado en las dinámicas de las familias. Sin embargo, este estudio planteó aportar en la superación de esta dependencia institucional a partir del empoderamiento de sus existencias y promover la transformación social desde los contextos familiares y microsociales. En este punto, se encontró que transitar de una postura asistencialista a un lugar de empoderamientos requiere de un proceso que permita superar las narrativas dominantes de queja y expresiones negativas a una más apreciativa y de superación, nutrida de experiencias lúdicas y creativas, y de prácticas colaborativas. Hacer este tránsito a su vez, aporta en el fortalecimiento de las redes sociales tejidas entre los participantes, y con ello su capital social y su bienestar ( Cardozo, et al., 2017; Vásquez, et al., 2018).
La implicación de toda la familia en el trabajo colaborativo y apreciativo ayudó, no solo a crear las redes sociales de apoyo en el nuevo entorno que habita, sino también a fortalecer la comunicación afectiva y vinculante, y el cuidado del otro al interior de las familias. Sin embargo, esta implicación resultó ser un reto que constantemente tuvo este estudio y que invita a futuras investigaciones para tener en cuenta, pues no solo se trata de la motivación de participar de los encuentros, sino también de los compromisos laborales, educativos e incluso familiares que hacen que la inclusión de todos los miembros de la familia sea limitada.
También, este estudio encontró que un camino para aportar en el proceso de recuperación y el cambio de víctima a sobreviviente de la población en condición de desplazamiento es el trabajo colaborativo y apreciativo a la luz de las problemáticas, necesidades familiares y los intereses comunes.
Las principales limitaciones encontradas fueron la falta de participación de los hombres integrantes de las familias. La categoría de género es un elemento clave que es necesario incluir en los análisis ( Álvarez, 2017), pues como se mencionó en los resultados, ellos sólo empezaron a interesarse y participar activamente de las actividades del grupo reflexivo luego de haber transcurrido algunas etapas. Fueron las mujeres quienes estuvieron principalmente comprometidas en la gestión y empoderamiento del quehacer investigativo.
Agradecimientos
A las familias participantes de los sectores de Las Palmas, Neiva Ya (de la Comuna 10) y Alberto Galindo (de la Comuna 9) de la ciudad de Neiva-Huila (Colombia).
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Notas