Perspectivas de Intervención
Pasear con el paseante: Walter Benjamín, la pregunta por el flâneur y el sujeto del capitalismo
To walk with the walker: Walter Benjamin, the question on the flâneur and the subject of capitalism
Pasear con el paseante: Walter Benjamín, la pregunta por el flâneur y el sujeto del capitalismo
Tesis Psicológica, vol. 15, núm. 2, pp. 1-22, 2020
Fundación Universitaria los Libertadores
Recepción: 26 Marzo 2020
Aprobación: 28 Abril 2020
RESUMEN: En su libro de los pasajes, Walter Benjamín aporta una serie de reflexiones sobre la figura del Flâneur, palabra francesa con la que se designa a ese personaje que deambula, va a la deriva por las calles, que se pierde en la muchedumbre, figura urbana que observa la ciudad, sus transformaciones. Un sujeto que no se deja seducir por las vitrinas, que hace del acto de caminar; un placer en sí mismo. El funcionamiento capitalista del siglo XXI ha alterado la relación de los sujetos con la ciudad, los escenarios citadinos parecen estar hechos para el consumo, para la compra y venta de productos, es así, como el acto de caminar termina atravesado por las lógicas del uso y la utilidad, hoy se camina con afanes, sin contemplar, sin implicarse con el entorno urbano,la tecnología, la velocidad y el consumismo generan efectos sobre el modo en el que los sujetos se relacionan en las urbes. En el presente artículo, se explora la noción de flâneur en la obra del filósofo Walter Benjamín, su articulación a la obra del poeta Charles Baudelaire, así como la crítica al capitalismoque se encarna en las prácticas de este personaje surgido en los albores de París del siglo XIX, a partir de esta exploración se presentan algunas reflexiones sobre las nuevas formas de relacionarsecon espacio vital de la ciudad y las configuraciones de la subjetividad actual. Todo este recorrido finaliza con algunas consideraciones sobre la pregunta: ¿se puede ser flâneur en esta época?
Palabras clave: Walter Benjamín, Flâneur, mercancía, pasaje, capitalismo.
ABSTRACT: In Walter Benjamin`s book Das Passagen-Werk (In German), he contributes a series of reflections on the figure of the Flâneur, a French word that designates that character who wanders, drifts through the streets, who is lost in the crowd, urban figure who observes the city, its transformations, someone who does not allow himself to be seduced by the shop windows, who makes the act of walking; a pleasure in itself. The capitalist functioning of the XXI century has altered the relationship of the subjects with the city, the city scenes seem to be made for consumption, for the purchase and sale of products, thus, as the act of walking ends up crossed by the logic of use and utility, today we walk with eagerness, withoutcontemplating, without getting involved with the urban environment, technology, speed and consumerism generate effects on the way in which subjects relate in cities. In this article, the notion of flâneur is explored in the work of the philosopher Walter Benjamin, its articulation to the work of the poet Charles Baudelaire, as well as the critique of capitalism that is embodied in the practices of this character who emerged at the dawn of Paris from the 19th century, from this exploration some reflections on new ways of relating to the city's living space and the configurations of current subjectivity are presented. This whole journey ends with some considerations on the question: can one be a flaneur at this time.
Keywords: Walter Benjamín, flâneur, merchandise, Passage, Capitalism.
Introduction
En el libro de los pasajes, de Walter Benjamín (2007), cita reiteradamente la figura del paseante, o del flâneur. Ese sujeto que transita por las vitrinas, entre las muchedumbres, y quién con cierta distancia “mira” la progresiva explosión arquitectónica parisina, y con ella, las nuevas configuraciones de ciudad, la lenta elevación de la mercancía como objeto cenit. El filósofo brinda al lector una perspectiva, un retrato, sobre el creciente fenómeno de consumismo y el fetichismo de la mercancía. El flâneur, camina sin rumbo, no consume los objetos de las vitrinas, utiliza su anonimato para apreciar detalles irrelevantes que escapan al ojo del transeúnte habitual, permite que la ciudad misma cobre vida, tal como lo señala el escritor y psicoanalista argentino Edgardo Scott (2017): “El flâneur no parece tener conciencia de lo que hace, de lo que es. Se entrega, como agente, como un médium, como un títere, a que el espíritu de la ciudad lo arrastre por sus calles” (p.11). El acto de deambular, le permite a este personaje arrojarse a las calles en la libertad del anonimato, ajeno a las demandas del trabajo instrumental o de un rumbo definido.
La palabra flâneur, que en su definición remite al callejero y paseante empieza a circular ente los años 1500 y 1600, pero es el en siglo XIX cuando su relevancia literaria y social encuentra un aliado de la mano de la poesía de Charles Baudelaire. En términos etimológicos se podría decir que proviene del dialecto normando con raíces del antiguo escandinavo donde el prefijo flana hacía referencia a correr de un lado a otro sin un lugar determinado. En el contexto Parisino, se trata de una forma de pasar el tiempo en la ciudad, una manera de tomar la relación tiempo-espacio –“aller de côte et d’autre en perdant son temps”–, que se desarrollaría al menos en tres acepciones: pasear lentamente y sin rumbo, dejar libre la imaginación y divagar, y, por último, sencillamente perder el tiempo, “se complaire dans le farniente” (Lesmes, 2011).
Walter Benjamín amaba perderse en las calles, como su antihéroe Baudelaire, quizá lo hacía para descifrar en ellas el enigma de la vida moderna, arrancarle la certeza a la difundida idea de progreso, y “mirar” en primera persona la voracidad con la que advenía el discurso capitalista, que parece tenernos hoy; más fascinados que nunca. Afirma Silvia Pappe (1986):Y si, para conocer profundamente el París del siglo XIX, no sólo se disfraza de flâneur, sino que literalmente se metamorfosea; si se convierte incluso en pieza integrante de esta ciudad de antaño, presente en la poesía de un Baudelaire, en la prosa “ subversiva” de un Proust empeñado en demostrar la estructura de la sociedad como “ fisiología de las habladurías, entonces no hace otra cosa como cuando de niño jugaba a las escondidas, transformándose en la puerta desde de la cual se ocultaba, o en parte de la mesa debajo de la cual se hallaba. El juego se hace verdad, la máscara se le convierte en su cara real y propia (p. 42).
Amaba coleccionar libros y objetos, pues veía en la figura del coleccionista a aquel que libera a los objetos no sólo de su sometimiento al valor de cambio, en detrimentos del valor de uso, sino también los liberaba de la servidumbre de ser útiles. No es que antes alguien no se hubiera referido al flâneur, pero es Benjamín quién escribe de los bordes, del resto, de lo que no ha sido mirado por quién transita las calles con el apremio de llegar a un sitio en particular. Este filósofo de ascendencia judía escapa de lo convencional, “Benjamín evitó los tipos sociales másobvios y se concentró en los márgenes. Escogió al flâneur, la prostituta y el coleccionista, figuras históricas cuya existencia era ya económicamente precaria en su propio tiempo” ( Buck, 2015, p. 120).
No es extraño que escoja a la prostituta, al coleccionista y al flâneur, son estos personajes los que denuncian a modo de fallo de la “represión” el fetichismo de la mercancía, el devenir de sujetos cosificados. Trayendo a la escena a Baudelaire para atizar con palabras, el goce del paseante, el goce de lamirada y de su propia alegoría; Benjamín encuentra en la figura del flâneur y en la escritura del poeta maldito un modo de retratar la fisionomía de la época, de hablar de la desaparición de un tiempo, una estrategia para cono(s/c)er. Tal como lo señala Miguel Hernández (2010), en el texto El descrédito de la visión:“El flâneur, por un lado, resiste, pero por otro, en su extrañamiento ante lo que ve, despliega su mirada a su alrededor. Un despliegue que lleva implícito una virtual cancelación del cuerpo, una supresión del sentido del tacto que, por otra parte, será el sentido maldito de la modernidad”. De modo que el paseante tal como es retratado por Benjamín, establece una relación particular con la mirada, este personaje, que se comportaba como un detective, mira a la ciudad, sus cambios, sus movimientos en masa, y se refugia en el anonimato para desde allí subvertir la relación con la urbe y las lógicas de consumo que en ella imperan.
El flâneury su vagabundeo se presentan como una experiencia ligada a la mirada como objeto, en palabras de Balzac (1945): “Flâneures una ciencia, es gastronomía del ojo” (p. 40). Todos los sentidos están involucrados en acto de ir a la deriva por las calles, pero la visión y más concretamente el acto de mirar, es un punto nodal en el quehacer del Flâneur.Desde una perspectiva psicoanalítica se pone en juego la pulsión escópica y el modo en el que el sujeto queda atrapado en ella. Para el psicoanálisis, la cuestión de la mirada no sólo se refiere a un simple proceso de codificación de los estímulos visuales, se trata de un acto vinculado al placer, a lo sexual (Freud, 1905). Este placer, estaría dado en dos vías: la de mirar y ser mirado,
El flâneur encarna a ese sujeto que va a contrapelo, que se refugia en la multitud deslizándose entre la radiografía social y urbana, y que su deseo está en mirar y no ser mirado, su mirada no es del lado de la completitud, es por el contrario fragmentada, instantánea, nunca en una misma dirección. Este personaje no es un mirón, tampoco un voyerista que adquiere su placer en ver una escena sexual sin ser visto. Cuando se habla del mirón y del flâneur, hay una distinción que resulta importante y que el mismo Benjamín se encarga de señalarla:No obstante, no vayamos a confundir al flâneur con el mirón, hay un matiz... El flâneur... está siempre en plena posesión de su individualidad. La del mirón, por el contrario, desaparece, absorbida por el mundo exterior... que lo golpea hasta la embriaguez y el éxtasis. El mirón ante el influjo del espectáculo que ve, se convierte en un ser impersonal. Ya no es un hombre, es público, es muchedumbre. Naturaleza aparte, alma ardiente e ingenua llevada a la ensoñación... el verdadero mirón es digno de admiración de todos los corazones rectos y sinceros (Benjamín, 2007, p. 433).
La finalidad de este artículo es explorar la figura del flâneury al sujeto del capitalismo como contraparte, a partir de la obra del filósofo Walter Benjamín, su articulación a la poesía de Charles Baudelaire, se plantea un recorrido en el que se busca explorar el flâneur y los modos en cómo ésta figura histórica se contrapone al sujeto del capitalismo. El punto de partida de esta reflexión; es la revisión de la figura clásica del paseante Benjaminiano y a partir de allí cuestionar cómoeste personaje se va desvaneciendo, a medida que las lógicas y formas de consumo han cambiado y con ello, alterado las formas cómo los sujetos se relacionan con la ciudad. Por tratarse de un tema de reconocida tradición en la teoría crítica, se propone una revisión de autores clásicos, y se articulan a la discusión algunos autores contemporáneos que se han ocupado de interrogar este personaje parisino a la luz de las lógicas actuales. Todo este recorrido finaliza con algunas reflexiones sobre la pregunta: ¿se puede ser flâneur en esta época? El punto central que orienta esta pregunta es reflexionar acerca del ejercicio de caminar o deambular por las calles como una práctica de resistencia frente la virtualización del mundo y de las experiencias humanas.
París como lugar mítico
París ha sido hablada, pintada y habitada por literatos, artistas que han sucumbido a su enigmático encanto. Quizá el París del que habla Julio Cortázar, sea significativamente distinto al del siglo XIX no obstante en la literatura Cortazariana, el pasear se ubica como un acto automático ligado a lo inconsciente, un acto que configura una realidad a medida que el paseante se deja interpelar por los objetos que mira. Él mismo, en una entrevista habla de su andar por las calles, de un comportamiento similar al flâneur:Caminar por París-y por eso califico a París como ciudad mítica; caminar por París significa avanzar hacia mí, pero es imposible decirlo con palabras. Es decir que, en ese estado, en el que avanzo como un poco perdido como en una distracción que me hace observar los afiches, los carteles en los bares, la gente que pasa y establecer todo el tiempo relaciones que componen frases, fragmentos de pensamiento. Todo ese crea un sistema de constelaciones mentales y, sobre todo, de constelaciones sentimentales que determinan un lenguaje que no puedo explicar con palabras. ( Bernárdez ,2013, p.211).
En esta descripción de Cortázar se configura un modo particular de percepción, la ruta del paseante es justamente andar perdido, “Como nómada urbano deriva por bulevares y galerías sin mayor derrotero que el que su deriva voyerista le indica, encontrando placer en el simple hecho de deambular” ( Garrido, 2008, p. 179). La actitud del Flâneur es la de un explorador; su comportamiento se conduce a contrapelo de las exigencias de la modernidad, el paseante interroga con su mirada la metamorfosis de la ciudad, es un fisgón. Escribe Baudelaire en el bello poema del cisne: "¡Cambia París! Mas nada se mueve en mi tristeza. Esos nuevos palacios, aquellos viejos barrios, Todo se vuelve ahora para mi 04508alegoría y mis caros recuerdos me pesan más que rocas” ( Baudelaire, 2005).La modernización se apodera de París, y el poeta, el voyeur, el paseante sufren los cambios en las plazoletas, en los rascacielos, en la velocidad del tranvía, la vitrina funciona como una Medea moderna que petrifica a cualquiera que la mira.
Benjamín ubica/toma a la ciudad en el centro de la filosofía, de ello se desprende que se distancia de lo natural para ir al encuentro con la nueva situación: la modernidad, Benjamín pasará-paseará por Moscú, por Berlín, pero es en París y en Baudelaire dónde encontrará un punto partida y también de llegada, sobrevendrán en su escritura la tensión entre la París mítica de Víctor Hugo, de Lois Aragón y la ciudad a pie, la ciudad desde el paseante. París es entonces el gran escenario entre el yo-no yo, lugar dónde el poeta maldito se pregunta a través de una ventana: “¿éstas seguro de que tal leyenda sea la verdadera? ¿Qué importa lo que pueda ser la realidad colocada fuere de mí sí me ayudó a vivir, a sentir que soy y lo que soy?” (Baudelaire, 2005). En boca de Traveler, uno de los personajes de rayuela, Julio Cortázar dice que: “Las ventanas son los ojos de la ciudad -y naturalmente deforman todo lo que miran. Ahora estás en un punto de gran pureza, y quizá ves las cosas como una paloma o un caballo que no saben que tienen ojos” ( Cortázar, 1963, p. 268).
Si bien, París del siglo XIX, es el escenario en el que el flâneur hace su aparición tanto en las calles como en los poemas de Baudelaire, es necesario señalar que ese modo de deambular, de habitar la calle, de vivirla no es exclusivo de la cultura francesa y sus tradiciones. La literatura anglosajona, alemana, norteamericana también presenta referencias al paseante, a esos sujetos que se mueven por las calles llevados por los sentidos que se agudizan ante lo efímero que se le presenta al ritmo de sus pasos y de su mirada
La pregunta por el flâneur
Walter Benjamín hizo de la ciudad, uno de sus temas centrales. Él, escoge las urbes para transitar por la filosofía, para desarrollar sus reflexiones sobre la historia. Reseñó desde una mirada periodística, a ciudades como Moscú, Nápoles, y Marsella. Más adelante, escribe sobre las urbes de su niñez, por ejemplo, en su texto infancia en Berlín hacía 1900, dice “Importa poco no saber orientarse en una ciudad. Perderse, en cambio, en una ciudad como quien se pierde en el bosque, requiere aprendizaje” ( Benjamín,1982 p.15). Esta idea de perderse en la ciudad, con la que Benjamín inicia infancia en Berlín, tomará forma en una serie de trabajos sobre París, entre los que se destacan: “París, capital del siglo XIX” de 1935, y el libro de los pasajes ( 2005), para señalar solo algunas. No obstante, del encuentro con la literatura y especialmente con la escritura de Baudelaire, devendrá la figura con la que Benjamín encontró una sorprendente resonancia; esta figura es el flâneur, resonancia que quizá parece anunciada en sus textos sobre Berlín, en el que hay un magnetismo incipiente entre el filósofo y la ciudad. Para Benjamín el Flâneur es un sujeto cuyos sentidos agudos le permiten descubrir, develar lo no dicho de la ciudad y de sus objetos:Su ojo abierto, su oído preparado, buscan otra cosa muy distinta a la que la muchedumbre viene a ver. Una palabra dicha al azar le va a revelar uno de esos rasgos de carácter que no pueden inventarse y que hay que coger del natural; esas fisonomías tan ingenuamente atentas van a proporcionar al pintor una expresión que él soñaba; un ruido, insignificante para cualquier otro oído, va a llamar la atención al del músico, y a darle la idea de una combinación armónica; incluso al pensador, al filósofo perdido en sus reflexiones, esa agitación exterior le es beneficiosa, porque mezcla y sacude sus ideas, como hace la tempestad con las olas del mar ( Benjamín, 2005, p. 456).
En “el libro de los pasajes” no recoge la historia de París, recorta desde su mirada atópica y caleidoscópica la manifestación de orden político, cultural y social del siglo XIX, París en el centro de la mirada de aquello a lo que animosamente se le llama“progreso”, la revolución industrial, la fotografía, la explosión de la arquitectura, las vitrinas. Sobre el asunto del progreso, es importante señalar que el interés de Benjamín no es la negación de este, sino su cuestionamiento a las formas de enajenación, a los restos de pasado en la pretendida imagen de progreso, es así que en la IV tesis del texto "Sobre el concepto de historia” propone que “articular históricamente el pasado no significa conocerlo “tal y como verdaderamente fue”. Significa apoderarsede un recuerdo tal como éste relumbra en un instante de peligro” (Benjamín, 2005, p. 20)”. En el libro de los pasajes (2007) afirma que:La «modernidad» es la época del infierno. Las penas del infierno son lo novísimo que en cada momento hay en este terreno. No se trata de que ocurra «siempre otra vez lo mismo», y menos de que aquí se trate del eterno retorno. Se trata más bien de que la faz del mundo, precisamente en aquello que es lo novísimo, jamás de altera, de que esto novísimo permanece siendo de todo punto siempre lo mismo. Esto constituye la eternidad del infierno. Determinar la totalidad de los rasgos en los que se manifiesta la «modernidad» significaría exponer el infierno (p. 559).
El que Benjamín hubiese titulado a uno de sus obras más comentadas “Libro de los pasajes” no es casual, en el centro de sus cavilaciones de este teórico crítico se encontraban interrogantes sobre los pasajes; representados por esos amplios espacios de galerías llenas de cristales en las que se exhibía la mercancía parisina del siglo XIX. Pero también hay en esa designación del nombre de libro un juego polisémico, en tanto que pasaje también hace alusión a la palabra: fragmento, y es justo esa modalidad de lo fragmentario la que el filósofo utiliza para esta obra. Benjamín (2007) admite que su método de trabajo es el montaje literario:Método de este trabajo: montaje literario. No tengo nada que decir. Sólo que mostrar. No hurtaré nada valioso, no me apropiaré de ninguna formulación profunda. Pero los harapos, losdesechos, esos no los quiero inventariar, sino dejarles alcanzar su derecho de la única manera posible: empleándolos (p. 462).
Si se trata de un montaje, ¿cuál es el lugar del lector?, al parecer el escritor juega con esa búsqueda del no-todo, y desarmoniza para producir una escansión en quién lee. “Para Benjamín, la técnica del montaje posee derechos especiales, incluso totales, son una forma progresista porque interrumpe el contexto en el que se inserta” y de este modo “actúa contra la ilusión ( Buck-Morss, 1989, p.84), justamente el montaje como proceso de construcción histórica filosófica posibilita el uso del desecho, de aquello que ha sido expulsado de la fantasía de progreso moderno, sirve para poner en tensión la novedad y la experiencia temporal contradictoria que en ello se encarna, estos recortes de imagen, de poesía, le permiten una lectura crítica de la historia. La calle como escenario fundamental del flâneur es una idea recurrente en Benjamín, en el París de Baudelaire afirma que:La calle se vuelve un apartamento para el flâneur, en casa entre las fachadas de los edificios como el burgués entre sus cuatro paredes. Para él, los brillantes carteles esmaltados de las empresas son tan buenos, o mejores, como decoración de pared como para el burgués, en su salón, un cuadro al óleo; los muros son el pupitre contra el que apoya su cuaderno de notas; los quioscos de diarios son su biblioteca y las terrazas del café miradores, desde los que, terminado el trabajo, contempla sus aposentos ( Benjamín, 2012, p. 100).
De este modo, el paseante en su movimiento deviene un intérprete de la ciudad moderna. Los pasajes, que tanto interés causaron en Benjamín, fueron diseñados y construidos para brindarle al visitante el placer de mirar. El paseante es un sujeto vinculado a la imagen de parís del siglo XIX, es él; quién hace de la urbe un lugar de expedición, de contemplación y reflexión, un explorador, que construye y reconstruye el paisaje urbano. Es el hombre de las multitudes, en la versión de Edgar Allan Poe:Esta es una de las principales vías de la ciudad y había estado muy concurrida todo el día, pero, con el caer de la noche, la multitud fue aumentando aún más y, para cuando las farolas ya estaban completamente encendidas, dos densas oleadas continuas de peatones se apresuraban por delante de la puerta. Nunca me había encontrado con una situación similar a aquella hora concreta de la noche y por tanto el tumultuoso mar de cabezas me procuró una deliciosa sensación de novedad ( Poe, 2016, p. 68).
Espertinente señalar que la figura del Flâneur no es sólo Baudelaireana, en Poe, Flaubert y Balzac se encuentran elaboraciones sobre este personaje, pero Benjamín encuentra en la escritura marginal de Baudelaire, la esencia del paseante. En el pintor de lavida moderna, elpoeta francés describe el flâneur como:“Observador, paseante, filósofo, llamadle como queráis. A veces es poeta; más a menudo se aproxima al novelista o al moralista; es el pintor de las circunstancias y de todo cuanto las circunstancias sugieren eterno” ( Baudelaire, 1999, p. 352).
El poeta maldito eleva los sentidos, pero hace de la mirada el objeto cenit y con ello se anticipará a un tiempo distante del suyo, por eso Baudelaire no es ajeno a su época, ni a la nuestra, hará del ojo y la mirada un lugar de inscripción para las metáforas de la ciudad y del sujeto mismo. Tal como lo señala Jacques Lacan (2009): “la mirada no se sitúa simplemente a nivel de los ojos(..) La mirada no es forzosamente la cara de nuestro semejante, sino también la ventana tras la cual suponemos que nos están acechando. Es una x, el objeto ante el cual el sujeto deviene objeto”. (p. 321) ¿hacia dónde mira el sujeto hoy?¿que mira? ¿es acaso mirado? En la actualidad , asistimos a un mundo lleno de vitrinas y de pantallas la cuestión de la mirada se ha agudizado, el habitante de la ciudad es convocado a mirar la multiplicidad de objetos y publicidad , pero ésta mirada es del lado de lo instantáneo, de la inmediatez, así como lo es el acto de pasear, el cual parece estar cercado por las ofertas de la sociedad del espectáculo y el consumo, los escenarios de ocio han sido traducidos en el lenguaje del capitalismo, y la ciudad tiende a convertirse en una gran vitrina en la que el fetichismo de la mercancía captura la mirada de sus habitantes
¿Se puede ser flâneur en esta época?
Se ha señalado en los apartados anteriores, que el flâneur es un personaje histórico surgido en los albores del siglo XIX, las características propias de este quedaron descritas en la literatura de la época, escritores como: Víctor Hugo, Baudelaire, Proustocuparon su pluma en ello. Pero es Charles Baudelaire quién posiciona a este personaje como una categoría social ( Hiernaux,2006). El panorama actual dista enormemente del contexto socio-histórico en el que el flâneur se ofrecía a la deriva de las calles. La pregunta que atraviesa este texto, es si aún en las ciudades y lógicas actuales ¿es posible la existencia del flâneur?
La ciudad como escenario vital, no es sólo una serie de objetos que ocupan un espacio, por el contrario, se trata de un área capaz de cobrar vida, la ciudad podría pensarse como la metáfora de una sociedad, el lugar dónde se inscriben las historias singulares y colectivas de quienes las habitan: “La ciudad es una escritura; quien se desplaza por la ciudad, es decir, el usuario de la ciudad (que somos todos) es una especie de lector que según sus desplazamientos aísla fragmentos del enunciado para actualizarlos” ( Barthes, 1990, p. 264).
La ciudad de París del XIX, en la que nace la figura urbana del flâneur, ha sufrido enormes cambios, también lo han hecho todas las urbes del mundo. Las dinámicas citadinas han cambiado, la metrópoli es ahora el epicentro del consumo, más que un escenario para deambular. Por otra parte, los medios de transporte, los modos de conducirse en la ciudad han cambiado. Al respecto, Bencomo afirma que: “con el advenimiento de la ciudad vial (autopistas, subterráneos, periféricos) vemos entorpecida y debilitada la figura del flâneur a quien se le ha exiliado a una acera reducida o a los espacios interiores” (2003 p.150). Estos cambios y avances tecnológicos han contribuido a reducir los tiempos y modos de desplazamiento, han acortado distancias, pero también han introducido nuevas formas de relacionarse con espacio vital de la ciudad, no es lo mismo el sujeto que camina por las aceras, que se escurre entre los pasajes, que aquel que intenta sumarse a un tumulto de personas para ingresar a un vagón del tren. La mirada y la perspectiva de la ciudad en ambos casos, es bastante disímil.
El tiempo, surge como una categoría interesante para pensar la capacidad y/o posibilidad de supervivencia del flâneur en esta época. Benjamín (2007) recuerda que “En 1839 resultaba elegante pasear llevando una tortuga. Eso da una idea del ritmo del flâneur en los pasajes” (p. 427). Lo que caracteriza a esta época es la vertiginosidad con la que los sujetos viven y transitan por las calles. El mismo acto de caminar implica una relación con el cuerpo y con el espacio: El caminante es quien se toma su tiempo y no deja que el tiempo lo tome a él. Si elige este modo de desplazamiento en perjuicio de los demás, afirma su soberanía sobre el calendario; su independencia respecto a los ritmos sociales; su deseo de poder dejar su saco a un lado del camino para saborear una buena siesta o alimentarse de la belleza de un árbol o de un paisaje que de súbito le llama la atención; o quizá interesarse en una costumbre local, con la que su buena fortuna le ha permitido cruzarse ( LeBreton, 2000).
La lentitud es una característica que se asocia con el modo de transitar, de caminar del paseante. Esta independencia del calendario que señala Breton, permite la contemplación de los detalles que pasan desapercibidos en un movimiento con afanes, modo de andar por las calles que es típico de las grandes urbes de la época contemporánea. Es así, como la lentitud es una cualidad que parece extinguirse de la relación entre el sujeto y la calle
Pasear en esta época parece algo del orden de lo subversivo, ¿para qué dejarse tomar de la geografía del asfalto, de los nombres de las calles? si bajo la fascinación de la pantalla el sujeto puede darle rienda a la pulsión escópica, ¿para qué perderse en las calles?, si Google Street viewtiene el camino más corto, 360° de imagen vaciada de toda experiencia sensorial.Es interesante, constatar como el GPS ha llegado a sustituir y a obturar la capacidad de los sujetos con relación a la ubicación temporo-espacial, esta aplicación que “orienta” funciona no sólo como la respuesta a un problema práctico, sino como el objeto contra fóbico a “perderse”, miedo que trasciende lo espacial y se sitúa en el plano del ser. Achugar, en una reflexión sobre la presencia de la velocidad en los tiempos posmodernos, habla del consumir moderno y sus miradas fallidas:Estos recorren los shoppings centers en procura del objeto que sacie su adicción a la posesión, su adquisición del nuevo objeto o la más reciente mercadería que los constituye en consumidores ávidos del último gadget de la tecnología contemporánea. El ojo abierto de los otros recorre la ciudad buscando el desecho que los consumidores han abandonado ( Achugar, 2008).
El acto hedonista del paseante parece quedar entredicho ¿habrá encontrado el flâneur su muerte con el triunfo del capitalismo? El transeúnte tomado de la mercancía, “capturado” se posiciona del lado de lo siniestro, el sujeto empujado por el consumo no da cabida al acto poético, queda vaciado de este. ¿cómo camina la gente hoy? El caminar es un acto que parece quedar cercado por el espacio de la ciudad, las aceras son más estrechas porque el lugar está concedido ahora para los vehículos, las ciudades parecen ser hostiles con los caminantes, la mirada empieza a ser capturada por la publicidad, por las pantallas ¡anda corre! Llega al metro antes de la hora pico. El flâneur, por el contrario, está llamado a ser un observador, que no toma ningún objeto como suyo, no participa del acto. La palabra “flâneur” parece referirse un acto en particular; paseante, no obstante, implica un modo de vincularse con la realidad, laciudad, con los sentidos, con la errancia, pasar/sear hacia no se sabe dónde. El anonimato y el modo de elevar la soledad del flâneur, es una denuncia al sujeto posmoderno a quién el límite entre lo privado y lo público lo conduce incluso a revelar cada uno de sus pasos mostrando en las plataformas su ubicación el tiempo real, una búsqueda constante de ser mirado. Actualmente, el uso de los smartphones y los nuevos modos de publicidad, se articulan para darle paso a nuevas formas de direccionar el consumo, de este modo, con la georreferenciación y la ubicación en tiempo real, llegan sugerencias de sitios cercanos a dónde comer o comprar:Los dispositivos electrónicos generan también una reversión: los algoritmos que se nutren de la Big Data fundada en la producción de los usuarios, la geolocalización que develan espacio-tiempo, las topologías predictivas de nuestros pasos, conexiones en las redes sociales y el machine learning aplicado a las performances más cotidianas, sitúan al urbanita en una identidad conocible por la ciudad y sus cuasi objetos ( Kiektik, 2016 p. 260).
Los dispositivos electrónicos de georreferenciación y geolocalización producen unos modos particulares de relacionarse con el espacio, al realizar predicciones y/o indicaciones sobre lasrutas más cortas, así como sugerencias para actividades de consumo, acortan las posibilidades de encuentros azarosos con lo efímero. Baudelaire, se refiere a lo efímero como lo transitorio: [...]. Este elemento transitorio, fugitivo, cuyas metamorfosis son tan frecuentes, no tiene el derecho de despreciarlo o de prescindir de él. [...] (Baudelaire, 1996 p.362 citado por García, 2012). Lo efímero se configura en ese encuentro con la percepción repentina, lo inesperado, la mirada hacia los pequeños detalles que han permanecido ocultos al transeúnte desprevenido y atareado por los afanes de la vida citadina. Al saltarse las rutas establecidas, lo marginal, lo olvidado hace del acto de pasear un acto político y profundamente subversivo. Sólo en el plano de la ausencia, en el deseo de no aparecer en la muchedumbre se revela el verdadero espíritu del paseante.
Recientemente la pregunta por el Flâneur y su supervivencia en la contemporaneidad; ha generado entre los académicos posiciones divergentes. Hay quienes de manera contundente y siguiendo las indicaciones benjaminianas sentencian la muerte de este personaje:El flâneur baudelaireano desaparece en los shoppings, suprimiendo la percepción espacio-temporal de la permanencia del lugar. Si bien lo podemos considerar al momento de realizar una alusión al actual deambulador de centros comerciales, existen incompatibilidades a la hora de poner en manifiesto ambas personalidades, ya que, haciendo caso del postulado de Benjamín, el flâneur llega a su fin con la irrupción de las sociedades de consumo ( Pérez, 2018, p.179).
Para este autor, el flâneur no cede al fetichismo de la mercancía, ni se apropia del espíritu capitalista, actos muy comunes en las posiciones subjetivas actuales. El flâneur logra deshacerse del efecto hipnotizador de la mercancía, al mismo tiempo que se distancia del desplazamiento instrumental para entregar a la deriva de las calles, una suerte de representación de una vida no domesticada. Para otros investigadores, el flâneur ha sufrido transformaciones asociadas con la época, en particular, con el auge del capitalismo y las políticas neoliberales. Ballonga (2017), en el trabajo: Metamorfosis del flâneur. Las posibilidades de la flânerie en la modernidad y la posmodernidad,sostiene la idea de la coexistencia del flâneur bajo múltiples formas, de este modo, se refiere a la figura del postflâneur: “El postflâneur motorizado sigue recorriendo las autopistas de California y visitado los moteles insulsos mientras que alguien recorre la Europa destrozada, que parece olvidar los horrores de su pasado con el esplendor de la belleza turística” (p.96), lo anterior es planteado en términos de una herencia de la función del flâneur, una respuesta crítica a las lógicas temporales y espaciales con las que la sociedad de consumo intenta domeñar al sujeto.
Algunas propuestas, contemplan la virtualidad como otro escenario para la práctica delflânerie. Por ejemplo, para Torrecilla (2020) la idea del cyberflaneur es una posibilidad, plantea que mientras el flâneurtradicional reconocía las calles por medio del paseo, el usuario de internet realiza una exploración del ciberespacio, por lo tanto; el recorrido de las calles ocurre entre el hipertexto y la navegación en el océano digital. De este modo el cyberflaneur surge como una reconstrucción actual de esta figura parisina. En éste mismo sentido, en un artículo titulado: El Flâneur bogotano contemporáneo: Reflexiones sobre el deambular en los espacios comerciales de Bogotá, la autora intenta demostrar la vigencia de la figura del flâneur en la capital colombiana, particularmente, en los centros comerciales, a partir del paralelo entre los pasajes y los centros comerciales concluye que “la figura del flâneur se adapta al primero, pero se banaliza en el segundo” ( Quijano, 2017, p.15)
Al partir de la idea del flâneur, como un personaje que subvierte las lógicas del sistema capitalista y que toma a la ciudad como un espacio de enunciación, podríamos plantear un intersticio entre el flâneur benjaminiano y lasposibilidades (siempre abiertas) de la existencia de actuaciones singulares y marginales de algunos sujetos que aún deambulen por las calles al encuentro con lo desconocido, podríamos hablar de subjetividades disruptivas frente a los objetivos de homogenización, mercantilización y panoptización de las urbes modernas.
A modo de conclusión
En el presente artículo se exploró la noción de flâneur en Walter Benjamín, y su articulación a la obra del poeta Charles Baudelaire, este recorrido permite interrogar a través de la figura del Flâneur; las promesas del capitalismo y los efectos sobre los sujetos. Particularmente, se centra en las ciudades como recinto y escenario en el que se revelan lógicas sociales de consumo, exclusión y marginación. El acelerado crecimiento de las metrópolis, arrastra la aglomeración de personas y con ello, malestares relacionados con la cohabitación con el otro, las formas de uso y abuso del espacio público, así como las relaciones con lo temporal.
Aunque Flâneur era un tipo parisino del siglo XIX, resulta importante colocarlo en tensión con nuestro mundo globalizado, esto con el fin de pensar las lógicas de las ciudades en la contemporaneidad, las relaciones y sensaciones que los sujetos tienen sobre lo urbano. En la actualidad, la calle suele vivirse como un espacio amenazador, especialmente, en las ciudades latinoamericanas, por lo tanto, la calle deja de ser un lugar de permanencia para convertirse en un espacio de transición entre el escenario privado y los espacios de consumo. De modo que, la ciudad podría pensarse como un dispositivo que produce y reproduce procesos de subjetivación, un escenario en el que se establecen modos de relación entre los transeúntes, los objetos, la publicidad, los lugares a los que se puede concurrir o no, y la vivencia corporal y sensorial de los sujetos que por diversos motivos se movilizan a lo largo y ancho de las calles.
La obra de Walter Benjamín está llena de referencias a la ciudad, su mirada sobre la urbe es caleidoscópica, por eso, propone al lector muchos modos mirarla: recuerdos de infancia, calles, mapas, postales, relatos, y personajes como el coleccionista, el dandyy el flâneur. Las referencias al flâneur que se encuentran en la literatura son muchas, así como las interpretaciones que de ellas se derivan. El flâneur, cómo tipo social histórico se comporta como un espectador moderno, su hábitat es lo urbano. En El pintor de la vida moderna, Baudelaire describe de un modo muy poético la ocupación del flâneur:“Observador, paseante, filósofo, llamadle como queráis. A veces es poeta; más a menudo se aproxima al novelista o al moralista; es el pintor de las circunstancias y de todo cuanto las circunstancias sugieren eterno” (Baudelaire, 1996, p. 352).
El paseante, es una figura que da cuenta de la experiencia moderna, del espectador urbano, en el que se ponen en juego las tensiones y divisiones en relación a la clase y al género. Al mismo tiempo, que el Flâneur como una nueva versión de héroe, devela la alienación moderna, los fenómenos de la cultura de masas, y más propiamente las lógicas de consumo. Hay en el Flâneur un modo distinto de relacionarse con la multitud urbana, al no quedar tomado de la fuerza de la masa, se escabulle entre las vitrinas y la gente para asistir el espectáculo de la mercancía y el consumo sin formar parte de él. Este personaje, consigue aprehender las aforías de la ciudad, el paseante transita por la ciudad, sin dejarse dominar de ella, la urbe es una metáfora de la sociedad, y por tanto un escenario para leer los malestares que aquejan a los sujetos que las habitan, la calle es para el flâneur un texto susceptible de interpretar.
La lógica planteada por la época actual privilegia los planes, los objetivos, las metas. Es así, como el acto de caminar parece haber quedado reducido al cumplimiento de un objetivo. Por ejemplo, ir a la escuela, al trabajo, al supermercado, a comprar. El tiempo, elevado a un valor de cambio, no se puede perder, por lo tanto, abandonarse a las calles sin un rumbo fijo no parece ser una práctica atractiva para esta época. Por otra parte, las nuevas arquitecturas con las que se construyen las ciudades obstaculizan el paseo, el andar sin un rumbo prefijado, tal como lo señala Betancur: “La ciudad construida de manera indiferente con los residentes, genera un desarraigo y despersonalización que se manifiesta en un incremento de la movilidad geográfica, cultural, social y profesional. La ciudad dejó de serorgánica y se hizo a la medida del progreso, asociado al crecimiento económico y no del hombre” (2015, p. 22). La medida del progreso asociada al crecimiento económico, posiciona espacios como el centro comercial, lugar de expresión del capitalismo salvaje, en el que el espectador borra los difusos límites entre consumir y ser consumido por la mercancía.
La discusión final que plantea este artículo, se sostiene bajo la idea de la existencia y supervivencia de la práctica del flânerie, en algunos sujetos que, pese a la avasallante oferta del capitalismo, se escurren en las calles, en los pasillos, y hasta en los centros comerciales para al igual que el flâneurdejarse llevar por los placeres sensoriales que se producen al observar los instantes efímeros de las grandes urbes.
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