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Circulo moral: el caso de los animales no humanos como sujetos de trato moral*
Moral circle: the case of non-human animals as subjects of moral treatment
Tésis Psicológica, vol. 17, núm. 1, pp. 17-37, 2022
Fundación Universitaria Los Libertadores

SECCIÓN MONOGRÁFICA


Recepción: 20 Abril 2021

Recibido del documento revisado: 03 Mayo 2021

Aprobación: 04 Junio 2021

DOI: https://doi.org/10.37511/tesis.v17n1a1

RESUMEN: Antecedentes: El crecimiento y diversificación de las relaciones entre humanos y otras especies animales, ha suscitado el interés por la consideración o trato moral hacia dichas especies. Desde la cognición moral, se vienen estudiando tanto las tendencias de razonamiento, como la percepción de capacidades cognitivas que los humanos ven como importantes para considerar a un animal no humano digno de trato moral. Objetivos: El presente artículo realiza una reflexión respecto del denominado círculo moral como espacio psicológico, del cual se incluyen o excluyen agentes desde la percepción de capacidades y creencias asociadas a su estatus moral. Así, se exploran conceptos como el antropocentrismo o especismo, que han sido asociados a la naturaleza de las relaciones entre humanos y otras especies, para profundizar en el conocimiento que se tiene sobre los mismos desde edades tempranas. Resultados: La indagación realizada desde la cognición moral en el desarrollo, lleva a conocer los antecedentes y cambios en la consideración moral de animales no humanos, además, permite reflexionar en torno a diversas formas de abordar y ampliar el estudio de la inclusión de animales en el círculo moral. Conclusión: Se propone acudir a conceptos como la teleología y el desentendimiento moral para seguir profundizando en las bases cognitivas del trato moral a otras especies desde temprana edad, dadas las implicaciones en la educación y la situación ambiental actual.

Palabras clave: Cognición moral, capacidades cognitivas, círculo moral, inclusión moral, desarrollo moral.

ABSTRACT: Background: The growth and diversification of the relationships between humans and other animal species has aroused interest in the consideration or moral treatment of these species. From moral cognition, it has been studied tendencies and perception of cognitive capacities that humans see as important to consider a non-human animal worthy of moral consideration. Objectives: From this study, this paper focuses on the so-called moral circle as a psychological space in which agents are included or excluded according to the perception of capacities and beliefs associated with their moral status. Thus, this paper explored concepts associated with the nature of relationships between humans and other species as anthropocentrism or speciesism, deepening into the knowledge of these concepts in child development. Results: The investigation carried out from the moral cognition in development leads to know the antecedents and changes in the moral consideration of non-human animals, in addition to allowing reflection on various ways of approaching and expanding the study of the inclusion of animals in the moral circle. Conclusion: For this reason, the final part of this paper proposes to take into account concepts such as teleology and moral disengagement to get deeper knowledge into the cognitive bases of the moral treatment of other species from an early age, given the implications from education and the current environmental situation.

Keywords: Moral Cognition, Cognitive Capacite, Moral Inclusion, Moral Development.

Introducción

Las relaciones entre humanos y animales no humanos se han diversificado y extendido en los últimos años. Por ejemplo, en el 2019, seis de cada 10 hogares colombianos reportaron tener una mascota (Guevara, 2019), ocupando el cuarto lugar en Latinoamérica en este patrón de tendencia creciente (El Tiempo, 2018). Sin embargo y paralelamente, cerca del 80% de los latinoamericanos tiene una dieta carnívora tradicional (Melo, 2019), y el vegetarianismo en Colombia, aunque creciente, para el 2016 no alcanzaba el 4% (Climaterra, 2020).

La psicología no es ajena a la mencionada diversificación en las relaciones con otras especies, pues actualmente esta se interesa por las interacciones e interdependencia con nuestros nichos ecológicos (Uskul & Oishi, 2020). Al vínculo que se establece con los animales no humanos se le viene otorgando un papel más activo que pasivo e instrumental en las últimas décadas (Amiot & Bastian, 2015). Este cambio refleja una visión global y actual, caracterizada por un sentido de conexión psicológica y compromiso más estrecho con diversos seres vivos, que decanta algunas veces en la discusión por el tratamiento y derechos de dichos seres (Amiot & Bastian, 2017; Auger & Amiot, 2019; Pinker 2011).

En el núcleo de la discusión está el cuestionamiento sobre los animales1 como sujetos de consideración y tratamiento moral. Aunque se concibiera tradicionalmente la moral como un dominio regulador de interacciones entre humanos, que pueden ejercer y juzgar el comportamiento mediante una serie de normas (Heiphetz & Young, 2014), las relaciones cercanas con otros animales y la inclusión que se hace de ellos en la vida cotidiana, han llevado a que se discuta el status de estos como agentes y sujetos morales (Clement, 2013; Melson & Fine, 2010). Es en esta discusión sobre la consideración moral de los animales en la que se centra este artículo que tiene un doble objetivo.

En primer lugar, reflexionar en torno a los conceptos, capacidades cognitivas y creencias que los humanos tienen en cuenta para considerar un animal como sujeto de consideración moral (Amiot & Bastian, 2015); es decir, explorar el conocimiento existente frente a dicha consideración moral en el desarrollo y la manera en que se ha abordado metodológicamente, en tanto son los niños quienes en el futuro tomarán las decisiones en torno a las relaciones con su entorno y los seres vivos que habitan en él (Bone, 2013). En segundo lugar, desde temprana edad se establecen relaciones con mascotas y se adquieren hábitos alimenticios particulares, por lo que resulta relevante conocer el surgimiento y curso de las consideraciones establecidas respecto al trato de los animales (Ankomah, 2018). Finalmente, se propone incluir en el estudio de la consideración y estatus moral de los animales conceptos como la teleología (Kelemen,1999), y el desentendimiento moral (Bandura, 2001), que pueden ampliar teórica y metodológicamente el estudio del desarrollo y cambio de la concepción de los animales como sujetos morales.

Inclusión moral y capacidades percibidas en animales

La consideración o inclusión moral está relacionada con diferentes procesos cognitivos que van desde la percepción de capacidades, hasta una serie de creencias que pueden ser aprendidas en el curso de la vida del individuo. Así, el trato moral a diferentes animales puede incluir desde creencias en la supremacía de los humanos sobre los animales (Dhont & Hodson, 2014), hasta las capacidades relacionadas con la cognición social, como la toma de perspectiva y la empatía (Berenguer, 2010). De hecho, estereotipos respecto a seres humanos y su pertenencia a ciertos grupos sociales (Sevillano & Fiske, 2016), e incluso concepciones políticas generales (Dhont, et al., 2016), inciden en la consideración moral de los animales, haciendo amplio el conjunto de factores a tener en cuenta. No obstante, en este texto se recogen aquellas capacidades y factores directamente relacionados con el denominado circulo moral, en el que se incluye el conjunto de capacidades o características cognitivas dignas de consideración moral (Crimston, et al., 2016).

Usualmente se ha intentado relacionar la inclusión (o exclusión) del circulo moral con tendencias, posturas o modos de razonamiento generales o globales como el antropocentrismo y su contraparte, el ecocentrismo (Kahn, 1997a). Una visión o razonamiento antropocéntrico se centraría en los beneficios y la explotación del hombre de su ecosistema en detrimento de los animales, mientras que el ecocentrismo consideraría la naturaleza y los seres vivos como sujetos de trato moral, y los humanos como obligados moralmente a cuidar de estos (Kortenkamp & Moore, 2001; Waytz, et al., 2010).

Surgen así varios conceptos asociados, por ejemplo, el especismo, según el cual la pertenencia o no a una especie determina su estatus moral, otorgando superioridad a los humanos dadas sus capacidades cognitivas (Caviola & Capraro, 2020); luego entonces, mayor semejanza percibida entre animales y humanos permite otorgar un estatus similar entre estas especies, aumentando la disposición a ser más solidarios con los animales (Amiot, Sukhanova, Greenaway & Bastian, 2017). En comparaciones entre dos especies (por ejemplo, un conejo frente a una tortuga), animales percibidos más cercanos filogenéticamente, fueron elegidos como merecedores de compasión, y más susceptibles de empatía (Miralles, et al., 2019).

Es importante mencionar que la solidaridad y la similitud percibida se midieron con pocos ítems y preguntas directas: “¿Son superiores los humanos a los animales?” para el primer caso, y en cuanto a la empatía: “¿qué tan dispuesto se estaba a entender los sentimientos de determinada especie?”. Esto no permite conocer qué factores o procesos cognitivos están relacionados con dichas apreciaciones, o si estos inciden directamente en la consideración moral. Una forma de conocer estos procesos, es mediante la relación entre actitudes y creencias respecto de los animales y el consumo de carne.

Caviola Everett & Faber (2019) abordan el especismo como constructo psicológico y su relación con la consideración moral, mediante una escala de seis ítems en los que se responde de 1 a 7 el nivel de acuerdo (siendo 7 mayor acuerdo) con afirmaciones como: “es aceptable tratar animales como posesiones” y “moralmente, los animales valen menos que los humanos”; encontrando asociaciones positivas del especismo con prejuicios como el racismo y con patrones de alimentación basados en la carne. En la misma línea, el especismo es predicho por la orientación de dominancia social (SDO), la cual se refiere a la superioridad de un grupo sobre los demás, dado que este se basa en la consideración de los humanos como superiores a otras especies (Dhont, et al., 2016). De igual manera, el autoritarismo y una tendencia política de derecha (medidas con autorreportes) han mostrado niveles bajos de correlación con actitudes y conductas relacionadas con la consideración moral sobre otras especies (Timm, 2016).

Sin embargo y más allá de estas tendencias, es necesario profundizar en las capacidades que los seres humanos perciben como diferenciales, o que nos llevan a concluir que otra especie o ser vivo es digno (o no) de trato moral, pues en términos generales, la inclusión o exclusión, son asunto de categorización (Rosch, 1999). Para el caso del razonamiento moral, la adscripción de estados mentales y capacidades de cognición social juegan un papel clave desde edades tempranas (Cushman, et al., 2013), pues el comportamiento es evaluado moralmente de acuerdo con las intenciones, creencias y deseos que subyacen al mismo (Cushman, 2015).

Así, percibir o adscribir estados mentales y emocionales a otro ser se ha visto asociado con otorgar estatus moral y tener una actitud hacia la defensa de dichos seres (Rozin, 2007). Se ha considerado que estas capacidades pueden incluir, por una parte, experimentar emociones y dolor, y por otra, capacidades relacionadas con la agencia como el autocontrol y la planeación de acciones (Waytz, et al., 2010). Al pedir que las personas clasifiquen diferentes especies de acuerdo con esta división, se ha encontrado que a mayor percepción de capacidades se juzga más negativamente comer dicho animal (Bastian, et al., 2012). En hallazgos relacionados, la disposición a consumir carne en el futuro cercano se relaciona con negar las capacidades mentales de especies específicas, disociando la carne del animal de su posible sufrimiento (Bilewicz, et al., 2011)

En un tipo de acercamiento paralelo a la asignación de estatus moral y capacidades mentales desde la categorización, se encuentra que al presentar un animal directamente como comida o como parte de la dieta de una población, dicho animal se asocia a una menor capacidad de sufrimiento, y por ello, menos susceptible de consideración moral (Bratanova, et al., 2011). De esta manera, la paradoja o disonancia dada por el consumo de carne, parece resolverse al separar animales dignos de trato moral, de aquellos que por patrones de alimentación culturalmente establecidos están categorizados como comestibles, dada la normalidad y naturalidad de esta conducta (Piazza, et al., 2015).

Esto lleva a pensar, que los humanos asignan estatus moral de manera jerárquica, de acuerdo con las capacidades cognitivas percibidas en otros seres (Brand & Reina, 2011). Así, un perro es más valorado dado que se considera mentalmente competente y cálido, mientras que a una gallina o una serpiente se les niega el estatus moral dado que no se les asocia con dicha competencia (Dhont, et al., 2016). Condición que se relaciona con la deshumanización y el antropomorfismo, pues la negación de atributos humanos a los animales e incluso a otros grupos de personas, los lleva a ser susceptibles de explotación o maltrato sin que esto tenga consecuencias morales (Costello & Hodson, 2014a; Severson & Lemm, 2016).

Sin duda alguna, estas ideas decantan en el referido círculo moral, en el que la organización no es jerárquica sino expansiva, pero también basada en la percepción de capacidades y características básicas. Dicho círculo, cambia según ciertas variables y grupos frente a la jerarquía que se plantea como más rígida (Bloom, 2010). Metodológicamente, al abordar este concepto, se pide ubicar en círculos no únicamente especies animales sino otros seres humanos (familia, amigos) y otros seres vivos como plantas. Lo que se observa es que la expansión, vista como inclusión de más seres en la preocupación por el trato moral, se relaciona con la adscripción de capacidades mentales como la agencia junto con la capacidad de experimentar dolor (Crimston, et al., 2016).

Mediante esta metodología más completa y de alguna manera gráfica, se ve que familiares y otros seres humanos conocidos están en el primer círculo de consideración, otros seres humanos y mascotas están un poco más alejados, y otras especies y las plantas son aún más lejanos,validando la idea de la presencia de sesgos intergrupo (Dovidio & Gaetner, 2010). De igual manera, se constata que se considera más importante la vida humana que la vida animal, a excepción de las propias mascotas (Topolski, et al., 2013). Esto se ve corroborado con los hallazgos del moral machine experiment (Awad, et al., 2018), estudio que presenta las decisiones que un auto, manejado por inteligencia artificial debería tomar: globalmente se prefiere salvar vidas humanas sobre vidas de animales (desconocidos) en casos de accidentes inevitables.

Para Sevillano y Fiske (2019), las capacidades cognitivas tenidas en cuenta para incluir un ser vivo en el círculo moral se pueden condensar en capacidades de agencia y capacidad para experimentar dolor, donde también cobran importancia las emociones como la calidez y ternura evocadas. En este punto, el consumo de carne animal constituye un ejemplo del razonamiento diferencial, con particularidades y ambivalencias respecto a la asignación de estatus moral o justificaciones que se utilizan frente a dicho consumo (Loughnan, et al., 2014). Respecto a este, se ha considerado que hay una racionalización o un razonamiento motivado posterior a la categorización (Mercier, 2011), e incluso al comportamiento que en este caso se da en la relación con animales.

Por ejemplo, aquellos que consumen carne cuando se ven presionados a justificar su consumo, recurren a argumentos religiosos, culturales, o aducen que una dieta carnívora es más masculina aun reconociendo que los vegetarianos pueden ser mejores moralmente, pero al tiempo más débiles en su rol de género (Rothgerber, 2013; Ruby & Heine, 2011). La necesidad de justificación lleva entonces a validar ideas como: “las vacas no sienten dolor”, y a motivos incluso de necesidad o naturales “la evolución ha favorecido el consumo de carne animal”, o de normalidad del consumo basada en las normas sociales asociadas al consumo de animales (Piazza, et al., 2015; Piazza & Loughnan, 2016), resaltando el papel que pueden tener factores culturales y normativos, por una parte, y de formación de hábitos por otra (Bastian & Loughnan, 2017; Sanbonmatsu, 2014).

El panorama expuesto hasta este punto demuestra que existen una variedad de términos y procesos que se han visto asociados con la consideración moral hacia los animales. Ya sea que se habla de especismo, antropocentrismo o antropomorfismo, lo común entre estos términos es que apuntan al rol que la percepción de capacidades cognitivas tiene sobre el trato a otros, en este caso, otras especies de animales. Por otra parte, procesos generales como los estereotipos y los sesgos intergrupo, tienen un rol en conductas como el consumo de carne y lo que este consumo implica en las relaciones que establecemos con otros seres vivos.

Desarrollo y cambios en la consideración moral de los animales

El estudio de las relaciones con animales desde temprana edad, pareció tener en principio una base instrumental, reflejando valores y actitudes de superioridad basadas en el beneficio humano en dichas relaciones (Duhn, 2012). Sin embargo, ya sea por entender las bases ontogénicas de estas actitudes, o por intentar dar un giro hacia un rol educativo respecto de los animales y el cuidado del ambiente, el trato y consideración de los animales como sujetos de derechos hace parte de las discusiones actuales (Ankomah, 2018).

En la psicología, y con especial énfasis en el tema del trato y consideración moral, se encuentran estudios pioneros respecto a la edad en la cual se evidencia razonamiento antropocéntrico o ecocéntrico en niños, no específicamente respecto a los animales, sino al ambiente en general (Kahn, 1997a). Tomando como referentes teorías del desarrollo moral (Piaget, 1965; Nucci & Turiel, 2009), y mediante entrevistas semiestructuradas sobre distintos problemas ambientales relevantes en diferentes entornos, se encuentra que entre los siete y ocho años el razonamiento antropocéntrico predomina, mientras que el razonamiento ecocéntrico, se evidencia más tarde, donde se desaprueba cualquier daño a la naturaleza (Kahn & Lourenço, 2002). Paralelamente, se plantean conceptos como la biofilia sea por razones benéficas para los humanos o por una conexión con la naturaleza, hay una tendencia o preocupación general y temprana por el trato que se le da a los distintos seres que la componen (Kahn, 1997b; Khan, et al., 2009).

En la misma línea, pero con un mayor énfasis en animales, Melson (2013) habla de un razonamiento eco-moral que tiene un curso de desarrollo caracterizado por juicios cada vez más complejos respecto al tratamiento que se les da a formas de vida no humanas. En este sentido, hacia la preadolescencia, el juicio moral respecto al trato de los animales se da por sus características intrínsecas que los lleva a ser valiosos por sí mismos y no por los beneficios que les representan a los humanos (Melson, et al., 2009); sin embargo, especies que pueden ser consideradas peligrosas o que generen emociones negativas pueden ser dejadas fuera del razonamiento ecocéntrico (Melson & Fine, 2010).

Estudios posteriores encuentran que el razonamiento ecocéntrico puede estar presente desde los siete u ocho años en mayor medida que el antropocéntrico, esto si se han tenido experiencias positivas en la interacción con animales (Almeida, et al., 2013). De igual manera, se ha evidenciado que desde los seis años se justifica un juicio negativo de un comportamiento dañino al ambiente por el daño que este haría a otras especies que se consideran valiosas (Šorytė & Vilmantė, 2019), revelando una preocupación temprana por el trato que se les da a los animales.

Como se ha mencionado anteriormente, el estudio de estas tendencias de razonamiento general, se puede ver enriquecido por la búsqueda de asociaciones entre estas y la percepción de capacidades cognitivas específicas en otros seres. En este sentido, empleando dilemas morales en los que se hacía daño a especies hipotéticas (no reales) que variaban en sus capacidades cognitivas, se ha encontrado que niños de nueve años juzgan peor transgredir a una especie que tiene la capacidad de experimentar dolor, por encima de aquellas a las que se adscribe capacidad para percibir y pensar (Olthof, et al., 2008).

En entrevistas realizadas a niños entre los siete y diez años relacionadas con especies reales en peligro, se encuentra que a mayor edad predomina el razonamiento ecocéntrico dirigido a las necesidades de los animales, justificado en la capacidad de estos para sentir (Ruckert, 2016). En el mismo orden, niños entre los seis y siete años, aunque consumidores de carne, han expresado que esta es una conducta problemática porque el animal podría sufrir dolor y porque tiene necesidades biológicas (Hussar & Harris, 2010). Esto confirma que la agencia y capacidad para experimentar dolor es lo que lleva a la consideración moral y no solo convencional de las relaciones con los animales (Hussar & Horvat, 2011).

Dados los hallazgos previos, la clasificación y la idea de círculo moral cobra relevancia en el desarrollo. Así, al pedir a niños entre los ocho y los diez años, jerarquizar los animales que más les gustan, se encuentran que mamíferos grandes y pájaros son los preferidos, y que hay una asociación moderada entre este gusto y el razonamiento de que estas especies se deben salvar en caso de estar en peligro (Almeida, et al., 2013). Esto se relaciona con la preferencia y compasión por especies filogenéticamente cercanas (Miralles et al., 2019), aunque el gusto o preferencia no tiene por qué estar directamente implicado con la inclusión moral.

Cuando se explora específicamente la inclusión moral, se encuentra que la adscripción de vida mental (entendida como capacidad para sentir, actuar con propósito y entender ciertas acciones), resulta asociada positivamente a dicha inclusión en niños entre los cuatro y 10 años, quedando excluidos objetos inanimados y muchas veces robots (Sommer, et al., 2019). Acudiendo a la metodología ya mencionada de clasificación en círculos (Crimston, et al., 2016), se encuentra que a menor edad (cuatro o cinco años) se incluyen en el círculo más cercano familiares, amigos y mascotas, mientras que sobre los diez años, se incluyen otros animales salvajes y otras entidades, aunque en círculos más lejanos que denotan menos preocupación (Neldner, et al., 2018).

Por otra parte, la tendencia vista en adultos a privilegiar la vida humana ante la vida de animales en elecciones dicotómicas para salvar vidas (Awad, et al., 2018), se manifiesta de manera más débil en niños. En una muestra de 249 niños entre los cinco y nueve años, 63% de ellos decían no poder decidir si salvar a un humano frente a un perro, mientras el 35% reportaba preferir salvar la vida del humano; más importante aún, esta preferencia no estuvo influenciada por la inteligencia y capacidad de sentir adscrita a humanos, perros o cerdos. Esto sugiere que la visión en la cual los humanos son moralmente superiores, y por ello, más importantes en cuanto a salvar sus vidas, aparece tarde en el desarrollo y se puede ver influenciada por factores sociales o culturales (Wilks, et al., 2021).

Por último, otro factor asociado a la consideración moral de animales en el desarrollo, parece ser el surgimiento temprano de la deshumanización. Niños entre los seis y diez años atribuyeron menor capacidad emocional en términos de felicidad, tristeza y culpa a animales, y mostraron acuerdo ante afirmaciones que establecían que los humanos eran muy diferentes de los animales (Costello & Hodson, 2014b); lo que a su vez se relacionó con sesgos intergrupo y la lealtad hacia grupos de pertenencia como la familia e incluso las mascotas (Buttelmann & Böhm, 2014).

Al igual que se expuso en la primera sección, la percepción de capacidades cognitivas asociadas a la agencia, inteligencia, y capacidad para experimentar dolor parecieran jugar un rol fundamental en la consideración moral de los animales desde edades tempranas. Así mismo, tendencias generales como el razonamiento antropocéntrico y ecocéntrico han hecho parte del estudio de dicha consideración, sin embargo, este abordaje se ha enfocado en el medioambiente y no específicamente en otras especies animales. Al mismo tiempo, este estudio no parece poseer un conjunto unificado de términos o constructos, pues en algunos casos se pregunta a los menores por inteligencia, otros por agencia o autonomía, y la capacidad para experimentar dolor algunas veces se trata de manera más general como capacidad para sentir.

Por otra parte, las metodologías utilizadas, aunque adaptadas de los estudios con adultos, se reducen a explorar cuestiones relacionadas con el daño o con la preferencia por ciertas especies. Retomando lo anterior, la siguiente sección reflexiona en torno a algunos aspectos que podrían mejorar los acercamientos presentados desde la cognición moral a las relaciones con animales. Posteriormente, se propone complementar dichos acercamientos con la exploración de constructos como la teleología y el desentendimiento moral en el desarrollo.

Inclusión moral y desarrollo: nuevas posibilidades

El estudio de la cognición moral se caracteriza por el interés en los estados mentales y capacidades cognitivas que se tienen en cuenta para evaluar y juzgar el comportamiento de otros (Heiphetz & Young, 2014), y la inclusión o exclusión de animales como sujetos de trato moral no es ajena a este interés. Metodológicamente, esta orientación en el estudio de la cognición moral ha llevado a centrarse en elementos como dilemas que ponen en conflicto deberes morales, muchas veces centrado en salvar vidas o evitar accidentes (Christensen et al., 2014; Awad, et al., 2018).

Si bien el estudio de la cognición moral a través de dichos dilemas ha sido importante en cuanto al rol de los estados mentales en el juicio moral desde edades tempranas (Cushman, et al., 2013), deja por fuera ciertos elementos importantes en el caso de la consideración moral de los animales. Uno de estos elementos es el contexto, pues como apuntan Hester y Gray (2020), en su mayoría los dilemas o situaciones se han postulado genéricamente, sin hacer distinciones de la identidad de quién juzga o de quién es juzgado desde aspectos culturales o sociales importantes. Esto se puede ver en estudios donde se comparan especies respecto a la compasión o empatía suscitada, sin tener en cuenta la relevancia, presencia o experiencia general en determinadas culturas con dichas especies (Miralles, et al., 2019; Amiot, et al., 2017).

En los estudios relacionados con el consumo de carne, se tienen en cuenta aspectos culturales como la orientación política o social general de quienes emiten juicios o creencias (Piazza, et al., 2015), pero en el estudio de la consideración moral en el desarrollo, variables culturales y sociales de los niños participantes no son tenidas en cuenta, dificultando conocer los antecedentes o motivadores de sus actitudes y creencias frente a los animales (Melson, 2013). Por ejemplo, para Sanbonmatsu (2014), ni las dietas carnívoras, ni las actitudes frente a los derechos de los animales se desarrollan en el vacío, sino en narrativas culturales y sociales a las que los niños se ven expuestos desde tempranas edades, por lo cual acercamientos al desarrollo desde las influencias sociales, familiares y culturales en general, podrían ser más fructíferos (Overton, 2013).

En este sentido, Schein (2020) propone que la contextualización del estudio de la cognición moral debe pasar no solo por dotar de identidad a quienes juzgan y a quienes son juzgados, sino por la indagación de los valores que guían dicha cognición moral y cómo se han formado. Así, la prioridad que se da a los animales y a ciertas especies puede variar entre culturas o incluso intra culturalmente. Muestra de ello, se ha visto que, aunque la familiaridad con ciertas especies no cambia las actitudes de los niños frente al trato de las mismas, el afecto o empatía por animales de compañía y de entornos terapéuticos se generaliza a toda la especie (Fonseca, et al., 2016).

Junto con la reflexión sobre la necesidad de dar mayor contexto y especificidad a las situaciones empleadas, es importante volver sobre la diversidad de términos usados para referirse a las capacidades cognitivas de los animales que impactan directamente las metodologías utilizadas (Dhont, et al., 2019). Se utilizan algunas veces términos amplios como pensar y percibir (Olthof, et al., 2008) sin detenerse en cómo conceptualizan los menores estas capacidades, o qué capacidades específicas implica un término como pensar. De igual manera, se utilizan mediciones sobre el antropomorfismo (Severson & Lemm, 2016) desde capacidades que se enuncian como planeación, agencia y entendimiento (Sommer et al., 2019), desconociendo si estas definiciones son equivalentes en diferentes estudios y con distintos participantes.

Relacionado con lo anterior, se encuentra que los estudios se enfocan en la dimensión moral del daño físico, ya sea de extinción, caza y muerte de los animales (Dhont & Hodson, 2014), dejando de lado aspectos como la calidez, cooperación y solidaridad, también asociados a la moral y en desarrollo desde edades tempranas (Hester & Gray, 2020; Zhang, et al., 2019). Adicionalmente, las preguntas parecen centrarse en la aceptación de ciertos comportamientos, incluso algunas veces preguntando por el cuidado hacia otros (Neldner, et al., 2018) que puede no corresponder exactamente con la noción de evitar un daño o de no herir, que predomina en la cognición moral. Igualmente, los estudios en cognición moral suelen preguntar por las creencias sobre el castigo o sanción que merece una conducta que resulte en daño a otro humano (Smetana, et al., 2012), aspecto que no se ha explorado en los estudios revisados desde la óptica de qué sanciones creen las personas y en especial los niños que merecería el daño a los animales.

Finalmente, y como preámbulo a la reflexión en torno a nuevos conceptos que se pueden incluir en el estudio de la inclusión moral, hay que mencionar que pocos estudios utilizan las justificaciones que dan las personas para responder a las diferentes preguntas en torno al trato moral de los animales. Por ejemplo, algunos estudios las han usado para clasificar el razonamiento como antropocéntrico o ecocéntrico (Kahn,1997a; Ruckert, 2016), pero el valor empírico de estas puede ser ampliado al permitir conocer creencias, normas y valores que se expresan cuando se piden razones o explicaciones de una decisión (Malle, 2011). Así, recogiendo tanto los avances expresados a lo largo del texto respecto de la concepción de círculo moral y la inclusión de los animales en este, como las reflexiones hechas sobre algunas debilidades de estos estudios, se proponen a continuación la teleología (Kelemen, 1999) y el desentendimiento moral (Bandura, 2004) como constructos que pueden contribuir eórica y metodológicamente al conocimiento de la inclusión y trato moral de los animales.

--• Teleología como explicación relacionada: La explicación que se le dan a diversos fenómenos de orden físico, biológico y psicológico, es de gran interés para la cognición causal (Legare & Lombrozo, 2014). Dichas explicaciones surgen y cambian con el desarrollo y en diferentes dominios: así, las intenciones explicarían el comportamiento humano, mientras que virus y bacterias se usarían en la explicación de enfermedades (Sloman & Lagnado, 2015). Es en este punto donde surge la teleología como la disposición a dar explicaciones desde los propósitos, metas de los agentes y ante todo, funciones de lo que se está explicando (Lombrozo & Carey, 2006).--

Aunque los niños desarrollan explicaciones apropiadas desde la biología para el comportamiento de sus mascotas y de los seres vivos (Geerdts, et al., 2015), se ha observado lo que se denomina “promiscuidad teleológica”, dado que niños en edad escolar extienden este tipo de explicaciones a diversos seres vivos y fenómenos naturales. Por ejemplo, en vez de decir que no saben o que la pregunta es incorrecta ante el cuestionamiento ¿para qué es…? los niños dicen que los leones son para ir al zoológico o las plantas para dar sombra (Kelemen, 1999; 2004).

Así, se adjudica la aparición u origen de diversas entidades con el diseño hecho por seres dotados de intencionalidad; es allí donde se puede proponer que esta tendencia o postura explicativa se relacione con el razonamiento antropocéntrico que se ha explorado en este texto, relacionado con la exclusión y negación de tratamiento moral hacia los animales (Waytz, et al., 2010; Kahn & Lourenço, 2002), pues al estar centrada en el propósito o función, puede correlacionarse con la tendencia a ver a los animales al servicio de los humanos o necesarios para su consumo y beneficio general.

De hecho, entre niños de cinco a siete años, se ha encontrado la coexistencia de explicaciones biológicas y teleológicas, en las que se favorece la actuación de seres superiores o agentes intencionales sobre hechos como la enfermedad o muerte de otras personas y de mascotas (Banerjee & Bloom, 2015; Busch et al., 2017). Así, la promiscuidad teleológica podría estar a la base de asumir el consumo de carne como algo natural y necesario (Bratanova, et al., 2011; Piazza & Loughnan, 2016), pues estas visiones basadas en el diseño y funcionalidad otorgada por seres superiores podrían afectar estereotipos o categorías sociales (Rhodes, et al., 2014), en las cuales, por la falta de características esenciales como la agencia o inteligencia, de nuevo los animales quedarían excluidos de trato moral.

Al mismo tiempo, el hecho de que se haya evidenciado que esta postura disminuye para fenómenos naturales hacia los 10 años (DiYanni & Kelemen, 2005) hace interesante explorar su curso de desarrollo e influencias tanto en su aparición como disminución respecto a la explicación y categorización animal, pues la tendencia al razonamiento teleológico podría ser adquirida y potenciada a través del lenguaje y transmisión cultural en general (Harris, 2012; Harris & Koenig, 2006). Por ello, incluir variables relacionadas con la exposición de niños a educación científica, contacto con animales y narrativas que encuentran en su vida cotidiana sobre otros seres, pueden estar relacionadas en las concepciones que expresan sobre el trato a animales y las capacidades de estos respecto a los humanos (Ankomah, 2018).

--• Desentendimiento moral y justificaciones: Al igual que en el terreno de la explicación causal de fenómenos como el comportamiento de distintos seres, en la cognición moral los seres humanos intentan explicar lo coherente o incoherente de su conducta respecto a normas y estándares morales particulares. Surgen así, las justificaciones como evidencia del razonamiento moral, y dentro de estas, el denominado desentendimiento moral (Bandura, 2004). El desentendimiento se evidencia a partir de una serie de justificaciones útiles para reinterpretar la conducta considerada inmoral, obscurecer el rol causal en ella, y evitar la autocensura (Bandura, et al., 1996). Dichas justificaciones incluyen culpar a la víctima, negar el rol causal o la intencionalidad en la conducta, o minimizar sus consecuencias, evidenciadas estas justificaciones usualmente a través de autorreportes (Gini, et al., 2014; Moore, 2015; Pozzolli, et al., 2012).

De esta manera, para el caso de la consideración moral de animales, cuando se den comportamientos que puedan ser considerados inmorales se puede recurrir a excusas como “no sabía que maltrataban a los animales para producir alimentos” (obscurecer responsabilidad), o “no es tan grave si los humanos se benefician” (minimización de consecuencias). Algunos de los estudios mencionados acuden a las justificaciones como respaldo de la existencia de la disonancia cognitiva frente a dietas carnívoras (Ruby & Heine, 2011; Piazza & Loughnan, 2016), sin embargo, acercarse desde el desentendimiento proporciona ciertas ventajas diferenciales.

De esta manera, para el caso de la consideración moral de animales, cuando se den comportamientos que puedan ser considerados inmorales se puede recurrir a excusas como “no sabía que maltrataban a los animales para producir alimentos” (obscurecer responsabilidad), o “no es tan grave si los humanos se benefician” (minimización de consecuencias). Algunos de los estudios mencionados acuden a las justificaciones como respaldo de la existencia de la disonancia cognitiva frente a dietas carnívoras (Ruby & Heine, 2011; Piazza & Loughnan, 2016), sin embargo, acercarse desde el desentendimiento proporciona ciertas ventajas diferenciales.el conjunto de justificaciones entendidas como desentendimiento moral alcanzan su punto máximo en la adolescencia, aunque su surgimiento y desarrollo requieren clarificación (Obermann, 2013), por lo cual resulta relevante estudiar las variables asociadas al cambio y evolución de estas justificaciones.

Adicionalmente, y relacionado con la necesidad de estudiar aspectos culturales que inciden en la consideración moral de los animales, el desentendimiento está más cercano a la naturaleza social y reguladora del juicio moral desde las excusas y justificaciones, que, compartidas por un grupo, permiten condenar o aceptar diversos comportamientos (Janoff- Bulman & Carnes, 2013). Desde este marco, se puede estudiar cuáles excusas o justificaciones son socialmente aceptadas y cuáles no, y su relación con el castigo social en cuanto a la consideración moral de los animales. Estas excusas surgen desde edades tempranas y se dan en la interacción con pares y con adultos, convirtiéndose la exploración de justificaciones espontáneas en alternativa a los autorreportes (Malle 2011; Moreno-Romero, 2020; Malle et al., 2014).

Consideraciones finales

El recorrido hecho hasta este punto permite algunas reflexiones respecto de las relaciones entre humanos y otras especies de animales desde la cognición moral. La diversidad de constructos y métodos mencionado habla principalmente de la importancia que viene cobrando el tema en la psicología cognitiva (Amiot & Bastian, 2015), que parece responder al interés social y cambios culturales en las relaciones con animales (Sanbonmatsu, 2014). Se puede decir que la consideración moral de animales se ha abordado desde la naturaleza de las relaciones que establecemos con ellos, y la percepción que tenemos de sus capacidades cognitivas como sujetos morales. Sin embargo, pareciera que hay una influencia reciproca entre estas visiones, siendo así, un acercamiento conjunto resultaría más fructífero en términos investigativos.

Esto quiere decir, que tanto los cambios en las relaciones de los humanos con otras especies, ya sea por mayor cercanía -mascotas-, por los estudios o por las consecuencias sobre consumo de otras, incide en cómo concebimos moralmente nuestro comportamiento con los animales. Muestra de ello, la percepción de sus capacidades cognitivas influye en la relación diferencial que se establece con ciertas especies. A partir de esto, es ventajoso hablar del círculo moral como el espacio psicológico en el que se incluyen o excluyen agentes, dependiendo la percepción y razonamiento sobre sus capacidades (Crimston, et al., 2016).

Sin embargo, este acercamiento debe ser complementado por variables de aprendizaje social y cultural que inciden en la consideración moral y que, dependiendo de experiencias tempranas, también en la percepción de dichas capacidades (Ankomah, 2018). Es en este punto en el que la teleología y el desentendimiento moral pueden ser complementos desde la explicación causal, centrado en capacidades cognitivas en el primer caso, y de razonamiento y justificación del comportamiento que puede ser juzgado moralmente desde el segundo.

En la misma línea, la reflexión realizada en este texto invita a pensar estrategias teóricas y metodológicas que, sean capaces de informar sobre los antecedentes y las variables no únicamente intraindividuales sino contextuales y ecológicas que influyan en la consideración moral de especies no humanas. En este sentido, los modelos socio-ecológicos del desarrollo, ofrecen una alternativa viable al momento de incluir en la investigación variables contextuales en diferentes niveles y contextos como el familiar, escolar y político (Overton, 2013).

Al tener en cuenta estos aspectos contextuales, el estudio de la consideración moral de animales no humanos a lo largo del desarrollo se verá influenciado, ya sea a manera de mediación o de moderación en términos estadísticos, por la publicidad, las leyes, políticas y normas sociales (Townsend, et al., 2020), viéndose reflejado en el comportamiento respecto del cuidado de mascotas y el consumo de carne animal.

Como se dijo al principio, son los menores quienes tomarán decisiones e interactuarán con otras especies de animales de acuerdo con los estándares morales que establezcan desde ahora (Bone, 2013). Por lo anterior, el conocimiento de los procesos y variables asociadas con la consideración moral de los animales tiene implicaciones educativas fundamentales. Primero, porque clarifica el rol que el contacto temprano con animales pueda tener en su trato posterior y en cómo se razona frente a sus derechos. Segundo, porque permite entender la manera en que, en el caso de existir sesgos y tendencias desde la categorización de grupos sociales y especies animales, puedan ser abordados e incluidos en una conversación crítica sobre el rol de los animales en nuestra sociedad (Dovidio & Gaetner, 2010).

Es evidente entonces, que en una sociedad que tiene como uno de sus principales desafíos la conservación de la biodiversidad y el enfrentamiento a las consecuencias del cambio climático, las preguntas y respuestas respecto al razonamiento y comportamiento moral frente a diversos seres vivos es preponderante. Por ello, conocer el desarrollo y cambio a lo largo del ciclo vital de las concepciones referentes tanto al medio ambiente como a los seres que lo habitan, debe ocupar un lugar centrar en la psicología del desarrollo y la cognición moral.

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Notas

* Artículo desarrollado durante el 2021 producto del interés personal en el tema en el marco de la cognición moral, sin pertenecer a un proyecto particular.


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