SECCIÓN MONOGRÁFICA
Comentarios sobre el uso del clicker como marcador y reforzador de conductas en el entrenamiento canino
Comments on the use of clicker as a marker and reinforcer of behaviors in canine training
Comentarios sobre el uso del clicker como marcador y reforzador de conductas en el entrenamiento canino
Tésis Psicológica, vol. 17, núm. 1, pp. 82-99, 2022
Fundación Universitaria Los Libertadores
Recepción: 20 Mayo 2021
Recibido del documento revisado: 05 Junio 2021
Aprobación: 06 Septiembre 2021
RESUMEN: Antecedentes: El entrenamiento canino ha desarrollado una gran diversidad de recursos técnicos, entre ellos, el clicker; un sencillo dispositivo sonoro manual diseñado para marcar y premiar con mayor precisión y oportunidad las conductas deseadas en el animal, utilizado no solo con perros, sino también, con otras especies. Investigaciones previas, discuten todavía si este recurso resulta más o menos efectivo que la estimulación verbal para el condicionamiento animal, pero en general, concuerdan en que parte importante del éxito de su uso radica en la adecuada comprensión y manejo del recurso. Objetivo: Este artículo presenta experiencias y sugerencias de dos adiestradores colombianos para el uso del clicker, a partir de 30 años de trabajo en varios países de Latinoamérica y Europa, en el adiestramiento básico en obediencia con aplicación de recursos en psicología para la modificación de la conducta, y en la formación avanzada, con perros destinados a ser mascotas familiares y perros para búsqueda y rescate de personas perdidas o sepultadas en emergencias de alta complejidad -adiestramiento de alto nivel técnico, con mayor exigencia y reducida tolerancia al error-. Conclusiones: el uso del clicker es un recurso técnico para el entrenamiento animal en positivo, útil en ciertas circunstancias descritas en el artículo, siempre que su aplicación sea bien comprendida y ejecutada. No necesariamente garantiza mejores resultados que las demás opciones en la calidad del aprendizaje y el desempeño del animal.
Palabras clave: Entrenamiento canino, clicker, desempeño, reforzador condicionado, reforzador secundario.
ABSTRACT: Dog training has developed a great diversity of technical resources, including the use of theclicker, a simple manual sound device designed to mark and reward with greater precisionand opportunity the desired behaviors in the animal, used not only with dogs but also in theconditioning of behaviors in other species. Previous research still discusses whether thisresource is more or less effective than verbal stimulation to obtain and consolidate thebehaviors that are sought in the animal, but in general they agree that an important part ofthe success of its use lies in the adequate understanding of the resource. and its consequentcorrect handling so as not to confuse the dog and optimize its learning and performance.This article presents experiences and suggestions of 2 Colombian trainers for the use of theclicker, from their work of nearly 30 years in the basic obedience training of dogs destinedto be family pets, the application of psychology resources in the modification of behavior,and in advanced training in several countries in Latin America and Europe of dogs forsearch and rescue of lost or buried people in highly complex emergencies, which is atraining of a high technical level, much higher requirements and reduced tolerance forerror.
Keywords: Canine training, clicker, performance, conditioned reinforcer, secondary reinforcer.
Introducción
Debido a que el perro ha acompañado a la humanidad desde hace tanto tiempo, y ha sido entrenado y usado con gran éxito en varias actividades al servicio de las personas (Cortés, Sicard, et al., 2021; Bustos, 2020; Dzik, et al., 2020), se tiende a pensar, que se ha alcanzado un alto nivel de comprensión acerca de lo que esa convivencia implica. Que educar a un cachorro o incluso a un animal adulto es una tarea fácil, y que todo está dicho al respecto. Sin embargo, es una falsa creencia pensar que el perro entenderá muy fácilmente nuestras intenciones y será cosa de unas pocas repeticiones para que aprenda desde las conductas más sencillas, hasta las más complejas.
Hay que entender que tal vez, lo que se quiere lograr con el perro, no es una conducta natural en la especie: los lobos, zorros, coyotes, chacales, dingos, perros salvajes y otros cánidos no acuden al llamado, tampoco se sientan bajo orden, no traen la pelota, no buscan y señalan explosivos, narcóticos o personas perdidas, no participan en competencias deportivas, no guían personas invidentes ni ejecutan muchas otras acciones que los humanos ponen a hacer a perros. Un perro asilvestrado, de la misma familia biológica que nuestras mascotas (Canis Familiaris), con apenas una generación de selección natural, es decir, por fuera del contexto y las reglas humanas, y que por lo tanto, no ha sido improntado, ni condicionado por las personas, tampoco lo hace. Desde las perspectivas evolutiva, funcional y de economía conductual, esos comportamientos no tienen nada que ver con la supervivencia ni con el instinto de reproducción de la especie, el perro no tendría por qué ejecutarlas y probablemente no lo haga si tiene la oportunidad de elegir.
Se sabe que los perros no hacen todas las maravillas que hacen por honor, por valentía, por amor a la causa o a la humanidad, que son todos constructos humanos que poco y nada tienen que ver con las motivaciones de la conducta animal, sino porque obtienen un beneficio: el perro que indica una sustancia prohibida en una maleta aprendió por el entrenamiento que al emitir esa conducta recibirá una recompensa. El perro que trae y entrega la pelota tiene claro que esa acción también le genera una recompensa, que puede ser comida, caricias o más juego con la pelota o el juguete para morder. Esto obedece a la satisfacción de sus necesidades básicas, sociales o sus instintos de caza y presa, y no a la “voluntad de hacer feliz” a su humano. Cuando esos premios sirven para reforzar la conducta deseada, se les suele llamar reforzadores primarios.
El perro puede ser condicionado por medio de órdenes y señales visuales, pero la forma más común de activación y estímulo es la voz, frecuentemente acompañada con la entrega de comida, la caricia o el juego. Con el tiempo, el valor de la señal visual o la voz para el animal se empareja con el de los reforzadores primarios, que paulatinamente reducen su frecuencia de aparición: no es práctico dar un trozo de salchicha o detenerse a jugar cada vez que el animal obedece una orden, ni muy efectivo. Con los animales ya entrenados y con experiencia, tiende a ser más eficaz para mantener la calidad de la conducta condicionada, un patrón de razón variable -que el perro nunca sepa cuándo vendrá el premio real-, ese es el reforzador primario que alimenta su concentración en la tarea. La voz de felicitación es el reforzador secundario, que ayuda a sostener la motivación a lo largo de más ejecuciones, y a espaciar la entrega del reforzador primario, que nunca debe desaparecer. El sonido con el clicker toma el lugar de reforzador secundario.
Bases generales del entrenamiento canino
Se alterna la palabra “recompensa” con la de “premio”. Doron y Parot (2007), definen a la primera como un estímulo reforzador apetitivo, que es concedido después de la emisión de una respuesta en un procedimiento experimental de refuerzo positivo. Este término a veces es usado a cambio del de reforzador, y en otras ocasiones, en lugar de refuerzo positivo. Agregan que la recompensa es el estímulo reforzador alimentario que el animal recibe al terminar de recorrer un laberinto, o la recompensa económica que se da a una persona en un experimento de aprendizaje verbal. En el entrenamiento canino ese premio usualmente puede ser comida, juego de presa o cobro con un juguete, expresiones verbales o físicas de cariño, permitir que el animal haga algo que le gusta y/o gestos o actitudes de aprobación por quien le entrena: lo importante es que la recompensa motive al animal para ejecutar la conducta.
La “consecuencia” es definida por Núñez y Ortiz (2010) como el resultado de una respuesta. Si aumenta la probabilidad de que ocurra la respuesta, la consecuencia produjo reforzamiento. Si se reduce la probabilidad de que ocurra la respuesta, la consecuencia fue un castigo. El trabajo con el clíquer apunta a reforzar la conducta para la que se entrena al perro, y no tiene nada que ver con el castigo. Entonces esa consecuencia debe ser reforzadora de la conducta producida por el animal. Se entiende por “Reforzador”, cualquier premio o recompensa que ayuda a que la conducta deseada se repita. Puede ser positivo, cuando el can obtiene la recompensa o el premio por ejecutar una respuesta, como es el caso del clicker. Ejemplo, para enseñarle a un perro a sentarse bajo orden, se le ayuda a realizar la acción física, puede ser sentándolo o motivándolo a sentarse con comida, al tiempo con el fonema para esa acción, que en español puede ser la palabra “alto”, y cuando se sienta, se asocia un fonema a la entrega del reforzador, que puede ser la palabra “bien”.
Los fonemas pueden ser cualquier palabra: “avión”, “rayo”, “dinamita”, o lo que se le ocurra al entrenador en cualquier idioma, porque el animal no entiende el significado ni el concepto de las palabras, sino que a partir de la repetición sistemática de la acción asociada con el reforzador y los fonemas que la acompañan -siempre que sean los mismos en todas las repeticiones-, el can aprende que al sentarse recibirá un premio, el reforzador primario, y que ese premio está asociado con los fonemas de “alto” para activar la conducta y “bien” para premiarla, según el ejemplo. Con el tiempo, el reforzador primario se hace menos frecuente, pero permanecen los fonemas como marcadores de la conducta y su respectivo premio.
Es conveniente que los fonemas sean cortos, sonoros y diferenciables entre sí, para evitar la confusión y facilitarle el aprendizaje al perro. Si se usan palabras como “esternocleidomastoideo” o “aeropuerto”, contienen demasiados fonemas que confunden al animal y no facilitan las cosas. Por eso, no tiene sentido gritarle “¡Milú, venga para acá inmediatamente, le he dicho 1.000 veces que no sea desobediente!”, porque el can no entiende ese discurso: muy probablemente, no fue condicionado para responder a todos esos fonemas. Solo percibe el lenguaje verbal y el estado emocional alterado del humano que probablemente lo hace alejarse. Por lo mismo, las órdenes en alemán o inglés son más usadas, porque son más cortas, sonoras y diferenciables: las palabras “sit” en inglés o “sitz” en alemán son más fácilmente asimilables por el animal que “siéntese” en español, que además tiene varios fonemas y se presta a confusión. Los autores prefieren hablar a nuestros perros en nuestro idioma, de modo que se ordena esa conducta con la voz de “alto”, haciendo énfasis en la silaba “al”, que es el fonema acentuado, corto, sonoro y diferenciable que se necesita asociar con la conducta de sentarse. En ese orden de ideas, la voz para premiar es “bien”, de nuevo acentuando la sílaba “en”, para convertirla en el fonema de premio asociado con el reforzador primario.
Sobre los métodos basados en la presión
Los viejos y revaluados métodos de entrenamiento animal y también humano, que se basaban en la presión, nos enseñaron que el perro también puede “obedecer” no solo por la recompensa sino para evitar el castigo. Ese es el principio de los látigos y bastones en los circos (y en las escuelas humanas de hace no muchas décadas), los medievales collares de púas, los posteriores collares de ahogo o los muy modernos collares de “impulsos eléctricos”, que en la mayoría de los casos enseñan muy pronto al maltratado animal que si no hace lo que le ordenan, o hace algo diferente, el aparato de tortura se le clavará en la piel, lo ahorcará o le dará un corrientazo “para recordarle quien es el que manda” o para asociar la conducta indeseada con el dolor, y así extinguirla.
Así el animal aprende, pero con costos enormes e inaceptables en el bienestar y la calidad de vida del aprendiz, y en su confianza y vínculo emocional con el adiestrador. Por fortuna, esos rezagos de barbarie ya son fuertemente sancionadas socialmente y están prohibidos en la mayoría de legislaciones oficiales de diversos países: en Colombia, la Ley 1774 (Congreso de la República, 2006), cuyo objeto declara:
Los animales como seres sintientes no son cosas, recibirán especial protección contra el sufrimiento y el dolor, en especial, el causado directa o indirectamente par las humanos, por lo cual en la presente ley se tipifican coma punibles algunas conductas relacionadas con el maltrato a las animales, y se establece un procedimiento sancionatorio de carácter policivo y judicial.
También exige que no sufran malestar físico ni dolor sin justificación (Artículo 3, principios), en tanto es deber del Estado y la sociedad proteger la vida, salud e integridad física de los animales. Tomando parte activa en la prevención y eliminación de la violencia contra los animales.
En razón de lo anterior, el Artículo 10 de la misma Ley, enfatiza que se aplicarán sanciones sobre los actos de violencia de conformidad con lo establecido en el Código Penal. En México (Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión, 2018), España (Villalba, 2021), y otras naciones, dictan normativas legales similares. En síntesis, los riesgos legales a los que se expone alguien que utiliza métodos de entrenamiento aversivos o de presión, son altos. Cualquier manejador canino que haya corregido a un perro en presencia de personas no familiarizadas con el oficio sabe que su acción tiende a verse violenta, y probablemente ha sido acusado de maltratador aunque ese no sea el propósito ni el método. Si además lo hace con este tipo de aparatos, la impresión será todavía peor.
En la reglamentación del trabajo con animales por las y los profesionales de la Psicología en Colombia, la Ley 1090 del 2006 – Código Deontológico y Bioético (Congreso de la República, 2006), en su artículo 2° reza:
Cuidado y uso de animales. Un investigador de la conducta animal hace lo posible para desarrollar el conocimiento de los principios básicos de la conducta y contribuye para mejorar la salud y el bienestar del hombre. En consideración a estos fines, el investigador asegura el bienestar de los animales. Al analizar y decidir sobre los casos de violación a la ética profesional del Psicólogo, si no existen leyes y regulaciones, la protección de los animales depende de la propia conciencia del científico.
Aunado a ello, el artículo 53, de la misma Ley, ordena que los profesionales de Psicología deben guiar éticamente la investigación con animales, y además “estarán obligados a: a) Minimizar el dolor, el trauma, los riesgos de infección, el malestar de los animales, los métodos aversivos…”. Violar estos principios puede acarrear sanciones como la suspensión de la tarjeta profesional, y la denuncia penal ante las autoridades de justicia.
Con todo, subsiste la discusión entre quienes rechazan y quienes aún defienden esos métodos, bajo el precepto en que “bien y éticamente usados”, pueden ser eficaces y hasta necesarios en algunos casos. Con los collares de impulso eléctrico modernos, por ejemplo, pueden graduar la intensidad del impulso eléctrico para que no sea doloroso para el animal, pero sí se convierta en una señal sobre la piel igual de breve y clara que los fonemas mencionados, que sirve para marcarle y condicionarle una conducta determinada, incluso a distancia o en medio de ambientes con mucho ruido. Eso es cierto, válido y no maltrata al animal.
El collar de impulsos -graduado en intensidad dolorosa-, también se usa como estímulo aversivo para condicionar en el perro el temor y la evitación inmediata de serpientes venenosas1 , que disminuye la probabilidad de que ejemplares muy curiosos se acerquen a ellas y sufran mordeduras potencialmente letales: no todos las evitan por instinto. Se entiende que el choque eléctrico es agresivo y doloroso, precisamente por eso funciona, pero también es menos grave que la mordedura y la eventual muerte del perro; se elige entonces, un mal menor y muy eficaz en el condicionamiento de esa conducta, en aras del beneficio superior de la seguridad del canino. De cualquier forma, esta técnica también tiene contradictores que sostienen que la conducta de evitación se puede condicionar con métodos positivos.
El debate técnico y ético al respecto es álgido. El problema es que no todos los “expertos” tienen el mismo nivel de competencia y cuidado, y cuando la técnica no les funciona, ya no solo usan la señal eléctrica para marcar conductas inofensivamente, sino que terminan subiendo la intensidad del impulso a umbrales dolorosos que les ayudan a conseguir las conductas deseadas, sin embargo, la mayoría de normativas prohíben de plano esas opciones, por ejemplo, la Organización Internacional de Perros de Búsqueda y Rescate sanciona fuertemente a los Guías que las usan (IRO, 2019; 2021).
Por lo anterior, un gran número de entrenadores, prefieren centrarse más en otros recursos menos invasivos y más positivos. En todo caso, los castigos no dejan de ser necesarios, ya sea negativos o positivos, pero los segundos sin generar torturas sino asociados con un fonema determinado, por ejemplo, la expresión “fuy” está muy extendida en el mundo para ese propósito, frecuentemente acompañada con la entonación y el lenguaje corporal que demuestra enojo, que el perro percibe muy bien y al que reacciona de forma consecuente. Con el tiempo, la acción física de castigar se hace menos frecuente, y en la mayoría de las ocasiones basta con el fonema elegido reforzado con el tono y el lenguaje corporal consecuentes con la actitud de castigo, para que el can entienda que está siendo castigado, y esa conducta debe ser interrumpida o no repetida. En otras palabras, es un efectivo acto teatral, relacionado con las técnicas más recientes de entrenamiento con base emocional.
Para concluir este apartado, aunque es importante entender sobre los reforzadores negativos en el adiestramiento en general, es igualmente clave tener en cuenta que el entrenamiento con clicker se refiere únicamente al entrenamiento en positivo. Desde la perspectiva normativa, ya quedó claro por qué.
Sobre los métodos basados en el estímulo
Una vez que se emprende la tarea de conseguir que el animal ejecute una acción deseada por el humano, es fundamental saber indicarle exactamente cuáles son las conductas por las que se le está reforzando, de modo que las repita, ofrecer el premio o reforzador primario en el momento exacto, acción que en el entrenamiento animal se llama “timing” (Pupford, 2020; Train Me Please, 2015), y de la mejor manera posible para que lo tenga claro, sin margen de error y en un ambiente de modificación de la conducta a partir del reforzamiento positivo (Pryor, 2006). Es justo ahí en donde aparece la herramienta llamada clicker, que busca responder a esas necesidades para facilitar el proceso de aprendizaje en positivo, y que basa su efectividad sobre los principios de los condicionamientos clásico e instrumental, presentes en los párrafos anteriores.
¿Qué es el Clicker?
El clicker es una pequeña caja plástica que cabe en la palma de la mano, con una lámina metálica que emite un sonido de click seco y definido cada vez que es presionado digitalmente; existen diferentes modelos, unos más sofisticados que otros, según la empresa que los produce. Suelen tener una correa para sujetarlo a la muñeca, de modo que estén siempre a la mano durante la manipulación del perro en el entrenamiento. El click es fácilmente audible por el can a varios metros de distancia. Usualmente los clicks son activados por quien está entrenando al animal. Para que ese sonido le importe al perro, se “carga” previamente o a lo largo del entrenamiento al clicker asociando el sonido con los premios o reforzadores primarios (la ya citada comida, juego o caricias), de manera que gradualmente el animal asocia el click con el premio. Luego de las suficientes y correctas repeticiones, el can aprende que el click está emparejado con el premio, con lo que el sonido adquiere la categoría de reforzador secundario o condicionado (Pryor, 2021; Battersea dogs and cats home, 2020; Dog Focus, 2019; Coren, 2017).
¿Cómo funciona
El premio verbal (las voces de “bien, good boy, so ist brav” o sea cual sea el comando verbal que el entrenador use para felicitar al animal cuando hace lo que se espera, y con el que se motiva la repetición de esa conducta), cumple la misma función del clicker de asociar una acción del animal con una recompensa a través de un marcador auditivo; en principio, el click y la voz humana hacen lo mismo, entonces no habría necesidad de complicarse la vida con el aparato. De hecho, Dorey, et al. (2020) y González, et al. (2017), no encuentran diferencias significativas en los resultados del uso del clicker y de la voz para moldear conductas en perros. No obstante, estos estudios no consideran otros detalles que entran en juego, que suelen ser ventajas del dispositivo:
El sonido emitido por el clicker es perfectamente claro, corto y fuerte para reconocerse entre otros que estén en el ambiente.
A veces la entrega física del premio con comida, juego, caricias o su fonema asociado puede complicarse por muchas razones prácticas: es frecuente que el adiestrador se confunda o simplemente no esté al lado del perro porque el ejercicio que está condicionando exige distancia entre el animal y el manejador, y muchas situaciones más. Corriendo el riesgo de no estimular al animal exactamente en el momento en que es preciso hacerlo (timing), y de la forma más eficaz, lo que tiende a repercutir negativamente en la calidad del aprendizaje.
Puede pasar que el entrenador usa cierta palabra para premiar al animal, y en el momento justo se equivoca y usa otra diferente, lo que reduce el valor de la recompensa para el perro y lo confunde. Eso también sucede cuando el mismo animal es entrenado por diferentes personas. El click, por su parte, siempre suena igual, reduciendo esa posibilidad de falla.
El estado anímico del entrenador, puede influir en su tono de voz, se convierte en una variable extraña que incide en el proceso: si el entrenador está afásico, nervioso, de mal humor, desconcentrado o muchas posibilidades más de error. Los perros son expertos en notar estas sutilezas y alterar su respuesta en función de la conexión emocional con el humano (Browne et al., 2011). Con el clicker, en cambio, sin importar el estado de salud o ánimo de quien lo usa, su sonido siempre es el mismo, de modo que se elimina el inconveniente de afectar voluntaria o involuntariamente el desempeño del perro con entonaciones que evidentemente puede sentir e interpretar.
Por esa misma línea, el click sigue siendo el mismo independientemente de quién lo activa. Esto abre la posibilidad de que diferentes entrenadores instalen y refuercen la misma conducta en distintos perros, sin depender del apego emocional que cada perro pueda tener con uno u otro entrenador, ni de las diferencias de tono y estilo, siempre y cuando todos los adiestradores estén perfectamente coordinados en los objetivos y métodos de trabajo.
El clicker también ha sido ampliamente aprovechado en el entrenamiento de otras especies (McKenna, 2020; Pryor, 2021) y su fundamentación conceptual ha sido largamente explicada (Best Friends Animal Society, 2020; Stregowski, 2020; Gibeault, 2019; Pryor, 1996). Este artículo no pretende ahondar en esa sustentación, labor ya cumplida por esas y otras publicaciones, sino avanzar en algunas consideraciones prácticas para optimizar su uso y resultados en el entrenamiento canino.
Antecedentes de este trabajo
Estas consideraciones se basan en varias décadas de experiencia práctica de los autores en el adiestramiento de perros para mejorar su convivencia con familias humanas, y mejorar así, el rol tan importante de las mascotas en la calidad de vida emocional y general de las personas con las que viven, que muchas otras investigaciones también han comprobado (Rojas, et al. 2020; Varila, 2020). Y también, en varias décadas como guías, entrenadores, instructores y evaluadores de binomios (los perros y sus Guías humanos), para la búsqueda y localización de personas sepultadas bajo escombros o perdidas en áreas rurales en emergencias de alta complejidad.
Esta especialidad canina es una de las más desarrolladas y reglamentadas en el mundo, a la fecha, los binomios correctamente entrenados, evaluados y certificados, siguen siendo un recurso más eficaz que los equipos tecnológicos en un número importante de casos, o un muy buen complemento en otros, para cumplir 3 objetivos tácticos vitales para las operaciones de respuesta en emergencias: reducir tiempos, riesgos y costos en las acciones de búsqueda y rescate, lo que aumenta las probabilidades de supervivencia de las víctimas, colabora en la seguridad del personal de socorro y en la viabilidad y eficiencia de las intervenciones. Dado que el trabajo de los binomios se realiza en escenarios con riesgos significativos para los perros y sus guías, y la calidad o falta de calidad de su desempeño se traduce en vidas humanas salvadas o no, o en la seguridad o falta de seguridad para los perros y sus guías de búsqueda y rescate, esta especialidad canina tiene unos márgenes de error muy reducidos: hay que entrenar bien, y los resultados se evalúan y se califican de forma muy exigente.
La entidad que reglamenta y estimula el desarrollo de la Especialidad, es la Organización Internacional de Perros de Búsqueda y Rescate (IRO en inglés y en alemán) con sede en Austria y estatus de organismo consultor del International Search and Rescue Advisory Group (INSARAG) que es el mecanismo de la Organización de las Naciones Unidas que regula para todos los gobiernos las actividades de búsqueda y rescate (INSARAG, 2016).
Los autores de este artículo son miembros de la Fundación para la Gestión del Riesgo2 , ONG colombiana que estimula esta Especialidad en la región, y los dos únicos latinoamericanos seleccionados por la IRO como Clasificadores MRT (Mission Readiness Test), que es el cuarto y máximo nivel mundial de evaluación práctica y certificación oficial de la confiabilidad operativa de los Binomios de la Especialidad (IRO, 2017). En el cumplimiento de esa función, los autores fueron reentrenados anualmente (Cortés, 2017a) e invitados regularmente a evaluar Binomios de una amplia diversidad de grupos y países en pruebas muy exigentes en Europa y Asia en las que solo 30 Binomios de todo el mundo logra certificarse cada año (Cortés, 2017b). Paralelamente, los autores han colaborado también regularmente en el entrenamiento de docenas de grupos y miles de Binomios de Colombia, Latinoamérica y Europa. De hecho, forman parte del liderazgo del equipo de organizaciones privadas y oficiales que lograron que desde el 2017 Colombia alcanzara el mayor número de Binomios certificados oficialmente por la IRO en las Américas, reto que se mantiene a la fecha de registro (diciembre de 2021).
Esta experticia implica el uso de muchos recursos técnicos para desarrollar capacidades, el clicker siendo uno de ellos. Adicionalmente, se usan recursos de las Neurociencias que hacen posible optimizar el entrenamiento de los Guías y de los perros, y hacer más eficaz y confiable su desempeño en las evaluaciones y atención de emergencias. Esto incluye el conocimiento más profundo del cerebro humano y el animal, y sus mecanismos de aprendizaje, memoria y desempeño. Esta estrategia se llama Entrenamiento Neuroeficiente, que ya cuenta con una base documental que sigue evolucionando y ofreciendo resultados prácticos comprobados (Cortés & Villalobos, 2020; Cortés, 2017c; 2016).
Principios del entrenamiento con clicker
El trabajo debe realizarse de manera positiva, olvidando el castigo cualquiera que este sea, para enfocarse en los comportamientos deseados; marcar ese comportamiento justo en el momento exacto en que se logra el avance que se está buscando. Así, se hace sonar el clicker tan pronto como se alcanza ese momento, en una secuencia bastante simple: se busca el comportamiento, se logra el mismo, se marca con el clicker y se refuerza con el reforzador primario que le resulte altamente atractivo al perro, para despertar y mantener su interés por la actividad.
El refuerzo más eficaz con la mayoría de perros es la comida, ya que se trata de la satisfacción de una necesidad básica por la que el perro tiene interés natural y casi permanente. No se pretende que el perro salga satisfecho de cada entrenamiento, por el contrario, que quede con la expectativa en alto, con bocados muy pequeños y eficientemente dosificados que le inciten a querer más, y a repetir la conducta deseada para obtenerlos. También se recomienda una comida fuera de la común, que le resulte sumamente atractiva y que no sea seca, como los granos o croquetas de los concentrados comerciales, pues distraen su atención en la acción de masticarlas y el perro se puede “desconectar” del guía porque pueden caer pedazos al piso, que luego será más interesante tratar de recuperar, que obtenerlos de la mano de quien lo está entrenando, y seguir ejecutando la conducta entrenada.
Sin embargo, sucede que hay perros a los que la comida les interesa muy poco y es superada por otro reforzador, como el juego, que también es un motivador muy poderoso en la especie (Pérez, 2020). En el fondo se logra el objetivo de captar su atención, pero ocurre que mientras que la comida logra movimientos más calmados y precisos, la ansiedad por morder y “matar” una pelota o un juguete hace que el perro se apresure y en ocasiones, cuando ya conoce la rutina, empiece a anticiparse y a ejecutar los pasos de manera autónoma y sin esperar la orden. Una buena combinación de las dos opciones es enseñar primero con la comida y cuando el ejercicio ha sido bien aprendido, cambiar gradualmente al juguete para que, si se parte de una correcta ejecución, se logre velocidad al realizarlo
Hay otros perros que funcionan mejor con caricias y otras prácticas de contacto y estímulo social. Otros reaccionan muy bien con 2, o las 3 formas de reforzamiento. En síntesis, el entrenador debe descubrir cuáles son los reforzadores más poderosos para cada perro, consolidarlos y sacarles provecho. Siempre es conveniente desarrollar una segunda opción, que en alternancia con la primera, ayuda a prevenir la saturación y desmotivación del animal.
Otros comentarios sobre el uso del clicker
Una costumbre generalizada es pretender que el perro obedezca una orden, solo porque su dueño conoce perfectamente su significado y cree que podrá transmitírselo sin mayor esfuerzo. Desde que se empieza a enseñar un comportamiento se está inundando al perro con el fonema asociado con la acción, que no obedecerá como se espera pues el animal apenas lo está oyendo por primera vez y carece de significado para él. Cuando se trabaja con clicker, primero se logra el comportamiento, se refuerza practicándolo y premiándolo varias veces, y solo al final, cuando ya está perfectamente aprendido, se incluye la orden como reforzador condicionado.
El entrenamiento se enfoca en felicitar y recompensar los comportamientos deseados, evitando cualquier forma de corrección de los indeseados. Para evitar que éstos últimos se presenten, simplemente se extinguen al no ser premiados, y/o se buscan las condiciones apropiadas para que no haya distracciones o que el perro ejecute erradamente lo que se busca. La mayor parte de los ejercicios puede iniciarse en casa o en otro ambiente controlado, y ya cuando la conducta está instalada, trasladarse a entornos más complicados como los parques o los escenarios en los que se desea ejecutar la respuesta condicionada, para consolidarla incluso en entornos contaminados con otros estímulos y variables extrañas.
Otro detalle fundamental, es que entusiasmarse demasiado con los logros puede ser contraproducente, en la medida en que se empiece a acelerar el proceso de entrenamiento, dando poco tiempo a que se aprenda bien un comportamiento (se consolide), y construyendo los pasos posteriores de manera deficiente sobre esa base débil. Es preciso afirmar bien cada conducta deseada con las repeticiones suficientes a lo largo del tiempo, antes de avanzar.
En el condicionamiento, para que el can vaya por la pelota que se le lanza, la recoja, la traiga y la entregue en la mano del entrenador. Si el entrenador intenta desde el principio que el animal ejecute esa larga serie de acciones con una sola orden inicial (traer) y un solo premio final (bien), probablemente fracasará. Es más eficaz descomponer la serie en sus componentes, condicionarlos y premiarlos uno por uno: premiar por ir hasta la pelota, premiar por recogerla, premiar por sostenerla en la boca, premiar por traerla, premiar por entregarla, y finalmente, cuando el animal ejecuta bien cada conducta, juntarlas gradualmente y retirar también paso a paso las órdenes y los refuerzos intermedios hasta llegar a la orden única inicial y el refuerzo único final. Incluso en algunos ejemplares es conveniente invertir el orden de las conductas, particularmente aquellos que van por la pelota con entusiasmo, pero salen corriendo con ella y no es fácil que regresen a entregarla. En estos casos puede ser más eficaz entregar la pelota sin lanzarla, justo al lado del entrenador, premiar al perro por recogerla, luego por sostenerla en la boca, luego por recogerla y sostenerla, luego por recogerla, sostenerla y entregarla. Instalar cada conducta y su reforzador, y si esto funciona, comenzar a lanzar la pelota a muy cortas distancias, máximo 1 metro, para que el animal la recoja y regrese por el reforzador ya instalado. Luego de fijar este aprendizaje, es posible ampliar las distancias de lanzado gradualmente hasta llegar al objetivo final.
Conclusiones
El clicker es solo una opción entre muchas, que todo adiestrador debe dominar en su batería de recursos técnicos, para disponer de ella o no, según las características de cada perro, conducta a entrenar y circunstancias. Bien usado es un recurso efectivo, pero no el único ni cuenta con investigaciones concluyentes que lo consideren como el mejor. Es importante anotar que este dispositivo en sí no garantiza el éxito en el entrenamiento del perro, sino que ese éxito se logra cuando se entiende el principio con el que funciona esa forma de entrenamiento.
Siempre que se respete el orden en que deben ejecutarse los pasos, se marque el comportamiento en el momento exacto en que se produce, se refuerce a continuación y se consolide cada conducta con el número suficiente de repeticiones bien hechas, se puede realizar un buen entrenamiento incluso omitiendo esta herramienta.
Aunque el principio con el que se trabaja el clicker parece bastante simple y fácil de llevar a la práctica, se requiere de ejercitar muy bien su uso para evitar caer en errores que aunque sutiles, pueden generar en el perro confusión respecto de lo que se espera que haga en determinada situación o ante una orden específica. Una buena manera de entender no solo cómo funciona, sino qué tan fácil es cometer errores con él, es aprender a usarlo solo entre personas, poniéndose sencillas tareas entre ellas y utilizando nada más que el clicker como vía para orientar a quien está siguiendo las instrucciones. Si la tarea no logra llevarse a cabo o tarda demasiado en completarse, es responsabilidad de quien activa los clicks, no de quien sigue las indicaciones. Solo cuando logre orientar a otras personas en tareas sencillas, similares a las que adiestrará en los perros, obtendrá el derecho y la gran responsabilidad de entrenar un animal, con menor riesgo de equivocarse con él.
Es claro que el clicker es una aplicación práctica de los condicionamientos clásico e instrumental, que son la base del entrenamiento animal y humano. Desde esta claridad, quien lo aplica debe dominar con competencia los fundamentos teóricos de estos condicionamientos.
Los estudios han mostrado que los condicionamientos no son las únicas variables que intervienen en el adiestramiento canino, se trabaja también con otros factores como la cognición animal, la conexión y el aprovechamiento de las emociones humanas y animales, y otros abordajes que aportan enormemente en la consecución de mejores resultados. Ahora bien, este artículo no trata sobre esos tópicos, sino que se limita a mejorar la comprensión del clicker y perfeccionar su uso. En todo caso, se invita al lector a profundizar en los otros campos mencionados, con la certeza de que fortalecerán sus fundamentos teóricos y sus alcances prácticos.
Finalmente, entrenar a un ser vivo no debe verse como una fórmula matemática que puede aplicarse al pie de la letra en todas las situaciones para obtener los mejores resultados. El conocimiento del comportamiento de la especie y sus variables es fundamental para comprender mejor cómo y por qué el clicker ayuda en la educación, pero también, por qué no funciona en todos los casos y cuáles alternativas pueden buscarse cuando la estrategia principal falla. El clicker es solo un recurso técnico, viable para algunos entrenadores y perros y no tanto para otros; no es la única opción con la que se deba forzar todos los aprendizajes.
Referencias
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