Tribuna
La Unesco, la comunicación y el neoliberalismo
Unesco, communication and neoliberalism Unesco, comunicação e neoliberalismo
La Unesco, la comunicación y el neoliberalismo
Chasqui. Revista Latinoamericana de Comunicación, núm. 134, 2017
Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina
Resumen: Este artículo aborda cómo . por qué se terminó el debate sobre la información y la comunicación en la Unesco con la “nueva estrategia de la comunicación” impulsada por Federico Mayor Zaragoza, después de que los Estados Unidos de América y el Reino Unido se retirasen en 1985 y 1986, respectivamente. El autor describe la crisis de 1984 sirviéndose de dos grandes novelas del siglo XX: El Proceso, de Franz Kafka y 1984, de George Orwell. Concluye afirmando que las primeras declaraciones de la embajadora de Donald Trump ante la ONU permiten adivinar un nuevo chantaje de los conservadores estadounidenses al sistema de Naciones Unidas.
Palabras clave: Unesco, Sean MacBride, NOMIC, ONU, Estados Unidos de América, neoliberalismo, comunicación de masas, cultura.
Abstract: This article addresses how and why the debate on information and communication in Unesco was ended with the “new communication strategy” promoted by Federico Mayor Zaragoza, after the United States of America and the United Kingdom withdraw in 1985 and 1986, respectively. The author describes the crisis of 1984 using two great novels of the twentieth century: The Process, by Franz Kafka and 1984, by George Orwell. He concludes by saying that the first state-ments by Donald Trump’s ambassador to the UN suggest a new blackmail by US conservatives to the United Nations system.
Keywords: Unesco, Sean MacBride, NWICO, UN, United States, neoliberalism, mass communication, culture.
Resumo: Este artigo discute como . por que o debate sobre informação e comunicação na Unesco foi concluída com a “nova estratégia de comunicação” promovido pela Federico Mayor Zaragoza, depois dos Estados Unidos da América e no Reino Unido retirar em 1985 e 1986 respectivamente. O autor descreve a crise de 1984, a ajuda de dois grandes romances do século XX: O Processo de Franz Kafka e 1984 de George Orwell. Conclui-se que as primeiras demonstrações de embaixador de Donald Trump à ONU vamos supor uma nova chantagem dos conservadores americanos com o sistema das Nações Unidas.
Palavras-chave: Unesco, Sean MacBride, NOMIC, ONU, Estados Unidos, o neoliberalismo, comunicação de massa, cultura.
1. En el 70º aniversario de la Constitución de la Unesco: recuperar el “Espíritu MacBride”
El debate sobre la comunicación y la información en la Unesco terminó en 1986, bajo la dirección general de Federico Mayor Zaragoza. La “nueva estrategia de la comunicación” liquidó todo lo avanzado, entre 1976 y 1980, en los debates sobre el Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC) y en la adopción por consenso de una resolución para implementarlo. Lo que había sido la gran esperanza de los países en desarrollo, plasmada en el Informe MacBride, se vio truncada.
Las dos premisas sobre las que se construyó el informe resultan ser, con el paso de los años, verdaderamente proféticas. En primer lugar, se señalaba que el poder de informar y de ser informado es una de las claves de las sociedades modernas, hasta el punto de que la creciente concentración del poder de informar podría desembocar en nuevas formas de control en las que ya no habría separación de los poderes de la sociedad. En segundo lugar, se afirmaba que la información es un recurso clave en cuyo tratamiento no pueden dejarse de lado las interacciones entre comunicación, tecnología y cultura.
En 2016 se ha cumplido el 70º aniversario de la entrada en vigor de la Constitución de la Unesco y el 40º de la introducción en la agenda de esta agencia de la ONU del proyecto del NOMIC. He tenido la satisfacción de actuar como coeditor de los textos que, acerca de todo el debate, publicó esta misma revista –junto a Francisco Sierra, con quién también redacté una extensa introducción que sintetiza, en apenas cien páginas, las distintas fases sobre las que fueron pasando las resoluciones de la Unesco en materia de información, comunicación y desarrollo. El título de dicho compendio –El Espíritu MacBride.
Neocolonialismo, Comunicación-Mundo y alternativas democráticas (2016)– quiere recoger el espíritu que es imperioso recuperar y por ello apostamos.
Sean MacBride y Amadou M. M’Bow significaron consenso y espíritu constructivo. M’Bow (director general) no solo supo frenar la ruptura que estuvo a punto de producirse en la XIX Conferencia General (Nairobi, 1976), sino que impulsó la adopción de resoluciones por consenso, y no por mayorías mecánicas, y propuso a MacBride como presidente de la comisión que debía redactar el informe de la “Comisión Internacional para el estudio de los problemas de la comunicación en la sociedad moderna”. MacBride era premio Nobel y premio Lenin de la Paz, cofundador de Amnistía Internacional, hombre con experiencia de gobierno y profundo conocedor del mundo de la comunicación. Su trabajo, como el de toda la comisión (incluyendo al estadounidense Elie Abel), fue ejemplar. Cinco fueron las grandes líneas del informe:
Evidentemente, el camino para que las propuestas y las acciones concretas diesen algún fruto era la cooperación multilateral a través de las organizaciones del sistema de Naciones Unidas, sobre todo de la Unesco. Y el lema era bien simple: solidaridad. Sin embargo, justo cuando se aprueba por consenso el Informe (1980), la superioridad tecnológica del ‘primer mundo’ sobre el resto del planeta es ya definitiva. De aquí que, al no contar ya con mayoría en la Conferencia General de la Unesco, el primer mundo se sintiese especialmente irritado con una propuesta que, en esencia, pretendía que la tecnología de la información fuese patrimonio de todos y que reclamaba que el derecho a emitir fuera también de todos, en un marco de absoluto respeto hacia la identidad cultural de cada país.
La primera Administración Reagan, con un programa elaborado por el think tank conservador Heritage Foundation, pasó de la línea de oposición interna al NOMIC al desarrollo de un programa marcadamente anti-ONU y anti-Unesco (Dupont, 1986; Gifreu, 1986; Pines, 1984). Así, se pasó de las reservas presentadas por el Grupo Occidental en la XXI Conferencia General (Belgrado, 1980) en todo lo referente a la eliminación de desequilibrios, control de los monopolios, eliminación de barreras y pluralidad de fuentes y canales de información, al anuncio de la retirada de la Unesco por parte de los EEUU. Desde entonces (el 28 de diciembre de 1983) el NOMIC pasó a ser un conjunto de proyectos “sovietizantes” incompatibles con las libertades básicas de una sociedad democrática (Harris, 1984; U.S Department of State, 1984).
2. El neoliberalismo y la ruptura de la Unesco: un tema de actualidad
MacBride fue silenciado y M’Bow relevado de la dirección general de la Unesco (1986) en una sesión del Consejo Ejecutivo, alterada y turbia, llena de presiones políticas y mediáticas en contra de un hombre honesto que había entregado su vida a la Unesco y que la puso por encima de sí cuando renunció a la reelección, porque los países ricos solo aceptan las reglas de la democracia cuando les convienen. Sin ningún tipo de sonrojo, gran parte del Grupo Occidental anunció que, de ser propuesto M’Bow (que tenía los votos necesarios), abandonarían la Unesco, como ya habían hecho los Estados Unidos y Gran Bretaña. Sobre este asunto, la retirada de los Estados Unidos, he publicado en CIESPAL (2016) un segundo texto: Unesco 1984. Entre Kafka y Orwell. Las claves de la retirada de los Estados Unidos. Cuando estaba terminando el libro, apareció en The Guardian un magnífico artículo de George Menbiot titulado “Neoliberalismo: la raíz ideológica de todos nuestros problemas., ilustrado con una foto en la que aparecían Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Casi al mismo tiempo, un colega al que había mandado el texto para que lo comentase antes de enviarlo a Quito me expresó su preocupación por el poco interés que podría tener ahora un libro que hablaba de hechos ocurridos hacía tanto tiempo. Le remití el texto de Menbiot donde, entre otras cosas, se dice:
Imaginen que los ciudadanos de la Unión Soviética no hubieran oído hablar del comunismo. Pues bien, la mayoría de la población desconoce el nombre de la ideología que domina nuestras vidas. Si la mencionan en una conversación, se ganarán un encogimiento de hombros; y, aunque su interlocutor haya oído el término con anterioridad, tendrá problemas para definirlo. ¿Saben qué es el neoliberalismo? Su anonimato es causa y efecto de su poder. Ha sido protagonista en crisis de lo más variadas: el colapso financiero de los años 2007 y 2008, la externalización de dinero y poder a los paraísos fiscales (los “papeles de Panamá” son solo la punta del iceberg), la lenta destrucción de la educación y la sanidad públicas, el resurgimiento de la pobreza infantil, la epidemia de soledad, el colapso de los ecosistemas y hasta el ascenso de Donald Trump. Sin embargo, esas crisis nos parecen elementos aislados, que no guardan relación. No somos conscientes de que todas ellas son producto directo o indirecto del mismo factor: una filosofía que tiene un nombre o, más bien, que lo tenía. ¿Y qué da más poder que actuar de incógnito? El neoliberalismo es tan ubicuo que ni siquiera lo reconocemos como ideología. Aparentemente, hemos asumido el ideal de su fe milenaria como si fuera una fuerza natural; una especie de ley biológica, como la teoría de la evolución de Darwin. Pero nació con la intención deliberada de remodelar la vida humana y cambiar el centro del poder (Menbiot, 2016).
A lo que se puede añadir que, con la intención deliberada de remodelar la vida humana y cambiar el centro del poder, el neoliberalismo fijó entre sus primeros objetivos a las Naciones Unidas y su primera víctima fue la Unesco, donde desencadenó una crisis que bien podrían haber escrito al alimón Kafka y Orwell. El Proceso, una de las grandes novelas de Franz Kafka, comienza así: “Alguien debía de haber calumniado a Josef K., porque, sin haber hecho nada malo, fue detenido una mañana.” Parafraseándolo podríamos decir que, en 1984, “alguien debía de haber calumniado a la Unesco, porque, sin haber hecho nada malo, fue acusada una mañana, con el propósito de empañar o hacer olvidar su obra de cooperación científica, educativa, informativa y cultural, mediante un malvado proceso en el que los acusados principales fueron los países del Tercer Mundo, la Unesco y Amadou Mahtar M’Bow, su Director General. Como en la novela kafkiana, la mayoría de las acusaciones quedaron en una completa vaguedad, de forma que las víctimas no pudieron defenderse ni disculparse, porque las faltas imputadas permanecieron en el brumoso dominio de lo probable.
Amadou Mahtar M’Bow fue acusado de delitos que nunca cometió: traición y corrupción. Traición, por ser el cabecilla de una revuelta tercermundista en contra de Occidente que había llenado de programas políticos la labor de la Unesco, apartándola de la “tradición occidental” para entregarla a una suerte de coalición soviético-tercermundista afanada, entre otras cosas, en limitar la libertad de información. Traición, por dirigir una agencia internacional que, en vez de poner vistosos parches a las desigualdades del mundo, pretendía reflexionar y pensar primero sobre los problemas mundiales, para dirigir luego sus esfuerzos en educación, ciencia, cultura y comunicación, de forme prioritaria hacia los países en desarrollo. Corrupción, por ser un sátrapa que despilfarraba las generosas aportaciones de Occidente a los fondos de la Unesco en pagar la fastuosa vida de la maquinaria burocrática y nepotista, concentrada en París.
Las acusaciones no solo fueron arbitrarias, sino que también resultaron grotescas, porque el acusador, Estados Unidos, exigió a los acusados que demostrasen su inocencia. Así, quien acusaba a la Unesco de apartarse de la civilización occidental ignoró impunemente un principio jurídico elemental, que proviene del derecho romano. En cualquier proceso con garantías la inocencia se presume iuris tantum. Es la culpabilidad la que tiene que ser demostrada. Como en el caso de Josef K., fue imposible salir incólume del proceso. La culpabilidad estaba preestablecida para el Tercer Mundo, para la Unesco y para M’Bow.
En este sentido, este artículo es una crónica kafkiana de la crisis que se inició el 28 de diciembre de 1983, se desarrolló durante todo 1984 y terminó el 1 de enero de 1985, con la quiebra de la universalidad de la agencia más importante del sistema de Naciones Unidas. Pero la crisis tiene también semejanzas con otra gran novela del siglo XX: 1984 de George Orwell. La analogía más evidente es la del Gran Hermano que, en este caso, no fue otro que el gobierno de Ronald Reagan el que lo manejó desde la sombra. El autor intelectual de toda la crisis fue el grupo de presión ultraderechista Heritage Foundation, al que ya me he referido, que redactó los memorandos, colocó a sus peones en los puestos clave del Departamento de Estado, marcó el ritmo de la crisis y vigiló su desenlace. Los grandes lemas del Partido de la novela orwelliana (“la guerra es paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia es la fuerza”) encajaban perfectamente con el ideario de la ultraderecha americana y chocaban de frente con los ideales de las Naciones Unidas y, de forma muy especial, con los de la Unesco.
De la mano de Heritage la Administración Reagan:
Volvió a los peores tiempos de la Guerra Fría, financiando guerrillas para derribar gobiernos legítimos, apoyando dictaduras ultraderechistas o invadiendo la Isla de Granada, en nombre de “su” seguridad nacional. Como en la novela, el lema “la guerra es la paz” fomentó el miedo al enemigo dándole la vuelta: paz significaba guerra.
Explotó, como en los peores días de la caza de brujas, el miedo “al otro”, potenciando “lo conocido”, el modo de vida americano como ideal y suficiente. El esclavo se siente libre porque no conoce otra cosa: esclavitud significaba libertad.
Explotó la ignorancia endémica de los ciudadanos americanos en materia de relaciones internacionales para venderles una campaña anti-Naciones Unidas, con la inestimable ayuda de los grandes medios de comunicación: ignorancia significaba fuerza.
Otro de los grandes lemas del Partido orwelliano nos lleva a la crisis de la Unesco: “Quien controla el pasado, controla el futuro. Quien controla el presente, controla el pasado”. En esta crisis asistimos a una ceremonia en la que se falseó la historia, un elemento distintivo del totalitarismo, y se creó un presente que no existía, buscando un futuro sin las Naciones Unidas, en el que el gran capital privado pudiese por fin campar a sus anchas sin las incómodas regulaciones que todavía podían resistir el envite de las clases dominantes y sin las molestas Naciones Unidas, bastión de la cooperación multilateral que tanto ha enervado siempre al capital privado. Y la Unesco era la que más estorbaba.
El hombre es libre. Lo es tanto más cuanta más cultura tiene. Por eso, una organización que se dedicaba a promoverla, atendiendo en primer lugar a los más necesitados, tenía que ser abatida. Una organización que se atrevía a reflexionar sobre los problemas del mundo era el enemigo al que se tenía que aplastar, la minoría opulenta que basa en la propiedad su poder de decisión. La Unesco era, para el gran capital corporativo, reo del delito “de pensamiento”, el más grave de todos los crímenes sancionados por el Partido en la novela de Orwell y aquí (en esta crisis) por la ultraderecha capitalista americana que inspiraba y manejaba al gobierno Reagan. Si en la novela la Policía del Pensamiento arrestaba a los “ciudadanos” que “pensaban” en cosas que iban en detrimento de las consignas del Partido, en esta crisis la policía política se presentó en la sede parisina de la Unesco para arrestarla y vaporizarla por extender por el mundo ideas tan subversivas como la “educación para todos”, “la comunicación al servicio del hombre” o las “ciencias y su aplicación al desarrollo”. Se inventó un enemigo que no lo era y aparecieron los “minutos del odio”. Los “ciudadanos” de Occidente fueron convocados para ver imágenes de los enemigos y los traidores, consiguiendo el punto de mayor excitación al mostrar la imagen del mundo en desarrollo, materializando en la Unesco y en M’Bow a los mayores enemigos del Partido por intentar conspirar contra el capitalismo redentor.
Y aún queda otro paralelismo importante: el Ministerio de la Verdad. En el 1984 de Orwell este organismo se dedicaba a manipular o destruir los documentos históricos para conseguir que las evidencias del pasado coincidieran con la versión oficial de la historia, mantenida por el Estado. Se encargaba de la educación, de las bellas artes y las noticias. Buscaba en periódicos antiguos noticias que fueran en contra del Partido para modificarlas y reimprimía los periódicos. En el 1984 de la Unesco ese papel lo jugaron los grandes periódicos de los Estados Unidos, fieles a su papel de fabricar consenso en pro del orden dominante, que diría Noam Chomsky. Y no es que dejasen de controlar al gobierno, es que se reunieron con el gobierno en una campaña infame contra la Unesco.
3. La embajadora Nikki Haley (Trump) y la embajadora Jeane Kipatrick (Reagan)
Estados Unidos no regresó a la Unesco hasta el 1 de octubre de 2003, de la mano de George W. Bush –que lo hizo al tiempo que, saltándose al Consejo de Seguridad de la ONU y pisoteando el derecho internacional, atacó a Irak. Gran Bretaña lo hizo, silenciosamente, un poco antes, el 1 de julio de 1997, bajo el gobierno de otro neoliberal, Tony Blair. Pero la Unesco, recuperada la universalidad, no volvió a ser la misma y el asunto de la comunicación y la información siguió siendo tabú. Tanto que cuando Koichiro Matsura (Director General entre 1999 y 2009), con ocasión de la entrada en vigor de la “Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales”, fue preguntado sobre si no había llegado el momento de que la Unesco se ocupase de la inmensa concentración privada del poder de informar, remitió a sus interlocutores a la Organización Mundial de Comercio (OMC). Con todo, esta Convención (que para muchos es hoy un rayo de esperanza y que parte de dos profundos errores –en primer lugar, esta desligada de los medios de comunicación y, en segundo, está ligada al concepto de “industrias creativas” que es otro artilugio ideológico del neoliberalismo para obviar y/o diluir el asunto de las “industrias culturales”–) no ha sido ratificada por los Estados Unidos durante los dos gobiernos de Barack Obama que, además, suspendió su contribución a la Unesco en 2011, por la admisión como miembro de Palestina.
¿Qué podemos esperar ahora de Donald Trump, cuya inspiración política dice tomar de Ronald Reagan? John Bolton, el ultraderechista que dirigió la misión de observación en la Unesco tras la retirada de 1985 (y la embajada en la ONU de agosto de 2005 a diciembre de 2006), recibió la oferta de ser Secretario de Estado o Consejero de Seguridad Nacional. Bolton rechazó ambas, pero el peso de los think tank ultraderechistas se hace notar por todas partes. El pensamiento de la Heritage Foundation reaparece y la propia fundación ha celebrado el triunfo del plutócrata con un ciclo de conferencias de Newt Gingrich con acceso directo desde su web oficial, bajo el rótulo: “Understanding Trump and Trumpism” (http://bit.ly/2nqVvPA). Michael Pence, vicepresidente de Trump, está en la órbita del antiguo speaker.
Entre tanto, el “Mandate for Leadership” de Reagan se ha transformado en “América primero” y el “Let’s make America great again”, burdamente copiado con el “Make America Great Again”, y el mensaje para la ONU es nítido. Trump, todavía en campaña, afirmó que “Naciones Unidas tiene un gran potencial, pero ahora es solo un club de gente para reunirse, hablar y pasárselo bien. ¡Qué triste!”. Nada más tomar posesión designó a Nikki Haley como embajadora en la ONU y esta presentó la política de los Estados Unidos en y para el Sistema de Naciones Unidas, poniendo el acento en:
Todo esto suena igual que la “revisión de la participación de Estados Unidos en los organismos internacionales” que llevó a la ruptura de la Unesco. Y todo afloró con una frase de Burton Yale Pines, un peso pesado de la Heritage Foundation: “A world without UNO. What would happen if the UN shut down?”
Referencias bibliográficas
Dupont, G. (1986). La Heritage Foundation, un modelè à suire? Article 31, nº 24.
Gifreu, J. (1986). El debate internacional de la comunicación. Barcelona: Ariel.
Harris, O. (1984). Whitlam’s odd Role in World Body, The Sidney Bulletin.
Menbiot, G. (2016, 15 de abril). Neoliberalism – the ideology at the root of all our problems. The Guardian. Londres.
Pines, B. (1984). A world without UNO. What would happen if the UN shut down? Nueva York: The Heritage Foundation.
Quirós, F. (2016). Unesco-1984. Entre Kafka y Orwell. Las claves de la retirada de los Estados Unidos. Quito: Ediciones de CIESPAL.
Quirós, F. & Sierra, F. (2016). El Espíritu MacBride. Neocolonialismo, Comunicación-Mundo y alternativas democráticas. Quito: Ediciones de CIESPAL.
US Department of State (1984). US–Unesco Policy Review. Washington: Depart-ment of State.