Reseñas
Caos y catástrofe. Un debate sobre las teorías críticas entre América Latina y Europa
Caos y catástrofe. Un debate sobre las teorías críticas entre América Latina y Europa
Chasqui. Revista Latinoamericana de Comunicación, núm. 134, 2017
Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina
SILVA ECHETO Víctor. Caos y catástrofe. Un debate sobre las teorías críticas entre América Latina y Europa. 2014. España. Gedisa. Barcelona. 128pp.. 978-84-9784-817-6 |
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No es habitual hallar en el campo de la Comunicología −por darle un nombre al espacio diverso de lo que se escribe sobre Comunicación, que el autor seguro no aprobaría− una textualidad tan poblada de diversidad de autores y afluencias: desde desconocidos en Latinoamérica como Flusser a célebres poco entendidos como Benjamin, desde Deleuze a Martín Barbero, desde referencias a Glouber Rocha a los literatos de la antropofagia, desde Ángel Rama a Ramiro Beltrán, una muy amplia gama de textos, fenómenos y sujetos de enunciación son traídos a cuento en este libro que busca pensar desde los intersticios sin renunciar al empuje del concepto y la teoría.
El cruce entre lo latinoamericano y lo europeo resulta fecundo para poner tradiciones diversas en acercamiento y tensión mutua, bajo la búsqueda explícita de evitar el dejo colonial: es claro que la atención a lo latinoamericano no implica la renuncia al legado de la cultura occidental, pero sí su resignificación y reapropiación específicas. A la vez, el libro asume la discusión sobre Comunicación desde autores relacionados con la misma, pero también alude a la teoría sobre el arte, a artistas de las artes consagradas −a la vez que del cine o la televisión− y, por cierto, a la filosofía y a la sociología de la cultura, más los denominados “estudios culturales”; todo esto en consonancia con su búsqueda de ir contra los ordenamientos disciplinarios y las rigideces a que estos suelen dar lugar.
El libro es, desde sus inicios −y el prólogo de Sierra Caballero, afortunadamente politizado y fuertemente teorizado−, una crítica hacia la noción misma de Comunicación, en la medida en que se quiere encasillarla y, sobre todo, en cuanto categoría ligada a la representación y al “llenado por el sentido” de la ausencia radical. Silva Echeto liga así la comunicación a la incomunicación, y deja notar cómo el enorme ruido mediático contemporáneo se halla a años luz de contribuir a alguna producción de sentido subjetivo, condenándonos a la repetición de rebaño y al interminable simulacro desustancializado que tanto supo destacar Baudrillard.
La crítica a la representación es decisiva como hilo conductor −si es que en este caso tal expresión cupiera− que establece el nexo entre los diversos capítulos. No es un libro extenso, pero sí logra (y hay en ello una radical coherencia entre lo dicho y la forma de decirlo) establecer una modalidad un tanto inconclusiva, donde los capítulos tienen que ver entre sí pero podrían leerse como unidades autónomas, de modo que la relación mutua entre ellos no agota sus aportes.
Está presente en el libro la crítica a las disciplinas sociales, en el doble significado que cabe (epistémico, por una parte, de administración de cuerpos y subjetividades, por otra). Es una cuestión que no deja de conllevar aristas polémicas, pues algo que suele suceder con el campo de los estudios de Comunicación es la existencia de un margen de desbande epistémico y la dificultad de establecimiento de qué es lo que viene a cuento estudiar; cuál sería el objeto de estudio, su variabilidad y sus límites. Por su parte, la disciplinarización es advertida por Silva Echeto como un ordenamiento forzado del pensamiento, además de una oclusión de la otredad y la proliferación de las significaciones −y, en abonamiento a esta tesis, podemos afirmar que ciertamente la inclusión de discursos que suelen ser pensados como ajenos al campo promueve (al menos en este singular caso del libro que comentamos) un claro enriquecimiento de las temáticas puestas bajo análisis.
Es destacablemente interesante la referencia a la cuestión de ideología y hegemonía, donde Silva Echeto apela a Mouffe e incluso a Laclau (si bien no a sus desarrollos finales, que recuperaron la cuestión del populismo, central para la Latinoamérica de las últimas décadas). El texto recorre la problemática de la construcción de hegemonía −decisiva para la teoría política−, aunque en algún sentido la posición del autor puede considerarse “post-hegemónica”: en cuanto se lanza a identificar política y vida, política y cuerpos, política como lo que escapa a la conciencia y la significancia −sin, por ello, dejar de considerar política a lo que promueve la conciencia−, es notorio que se busca abandonar la idea de lo político como construcción hacia la intervención posterior sobre el Estado a partir de la sociedad civil. Lo político sería siempre un ya-siendo, y es por ello que se acude a la crítica foucaultiana de la noción de ideología y a posiciones como las de Derrida y Agamben, ubicadas en lo post-metafísico y en una crítica radical a la representación, que conlleva el rechazo a una idea de lo político como concreción de un modelo posible de sociedad para construir.
Silva apuesta en diversos momentos contra lo que denomina la “anestesia estética” propia de la época −en clara repulsa hacia el espíritu dominante en la posmodernidad. Sin embargo, lo posmoderno aparece en cierto sentido reivin-dicado, en tanto espacio definidamente posterior a la noción de fundamento, en cuanto tiempo ya-no asumido en la supuesta plenitud del sentido y que abandona los órdenes rígidos de cuadriculación de la existencia y del pensamiento teórico.
Es singularmente interesante la referencia a Kant y Nietzsche en la discusión acerca de la Ilustración, la cual incluyó a la crítica como aspecto constitutivo de su repertorio. La crítica kantiana a lo que puedo conocer (conocer lo que puedo conocer) es puesta en choque con la dimensión nietzscheana de los valores: valorar los valores −poniéndolos en cuestión entre sí− es el más decisivo modo de criticar, y es ese un horizonte que trasciende al de la crítica puramente gnoseológica, la cual resulta ignorante de su propio espacio valorativo de constitución.
El libro deja apertura para muchísimos interrogantes, e incluso puertas para el debate y la polémica. ¿No será lo posmoderno la liquidación de la crítica, en tanto esta es propia de la modernidad? ¿No habrán sido los “estudios culturales” en Latinoamérica, en vez de una política de los intersticios, la voz del poder académico constituido y cristalizado? ¿No hay desde esos inicios de los estudios de Comunicación en Latinoamérica, ligados a promover políticas estatales −relatados en el libro−, una secreta ligazón con necesidades del presente? ¿No hay allí alguna oquedad que discutir, en cuanto en el libro no aparece referencia a la enorme discusión de los últimos años sobre el rol político de los medios ante gobiernos opuestos al neoliberalismo?
Mucho para interrogarse con Silva Echeto, gracias a él, desde sus posiciones, e incluso desde sus propias dispersiones de sentido; y, por supuesto, también contra él, llegado el caso. Disyuntivas como la de celebrar la anti-disciplina de la Comunicación o buscar promover una disciplina mejor definida, o la de una política del acontecimiento o una política de la construcción hegemónica, son urgentes y necesarias para ser esclarecidas tanto desde una agitada y neoconservadora Europa, como desde una Latinoamérica en retroceso estratégico frente a las parciales mejoras que en algunos países lograron los sectores populares. Las páginas informadas, sugerentes, capaces de audaces cruces y relaciones que nos ofrece el libro de Silva Echeto, en ese nomadismo que analogiza la vida misma de su autor −académico joven pero sucesivamente afincado en países diversos situados en ambos lados del Océano Atlántico−, sirven para plantear ideas valiosas para encarar esos debates, mostrando de paso que la Ilustración no es enemiga de la vida, cuando se la piensa en la clave nietzscheana de rechazar el apoltronamiento y el dogma.