Reseñas

El gobierno del General Intellect. La explotación del conocimiento y la miseria de la humanidad

Julio PEÑA Y LILLO E.
CIESPAL

El gobierno del General Intellect. La explotación del conocimiento y la miseria de la humanidad

Chasqui. Revista Latinoamericana de Comunicación, núm. 134, 2017

Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina

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MANIGLIO Francesco. El gobierno del General Intellect. La explotación del conocimiento y la miseria de la humanidad. 2016. Quito, Ecuador. Ediciones CIESPAL. 224pp.. 978-9978-55-151-6

El siglo XXI es el siglo de la velocidad, de la conexión, de la proximidad, de la (sobre)información, de la (des)información o post-verdad, de la inmediatez. Hoy en día vivimos un modo de vida, nos dice Maniglio, en donde la reproducción del sistema social, con su respectiva acumulación del capital, se asienta en la concentración-acaparación de la información y el conocimiento.

La burguesía, como ya bien lo señalaba Carlos Marx, no puede existir sino es a condición de revolucionar y de apropiarse infaliblemente de los instrumentos de producción. Desde esta perspectiva, el capitalismo vive un continuo proceso de revolución, tanto de las formas de producción, como de sus procesos productivos (tecnologías, conocimiento, destrezas), es decir, vive en un constante movimiento que altera y reconfigura incesantemente las formas de relacionarse en sociedad y con la producción.

La expansión de la globalización neoliberal en la que estamos inmersos (libre tránsito de mercancías y capitales) reactivó el nomadismo, el desplazamiento, la deslocalización (fuga productiva hacia China), es decir, colocó a los seres humanos en un momento de mayor inestabilidad e incertidumbre, haciendo de la nuestra, una sociedad desprotegida, vulnerable, expuesta a la alteración permanente y al riesgo, todo ello, siempre en función de la multiplicación del capital, y de su necesidad de colonizar cada una de las diversas dimensiones de la vida.

Priorizar el capital por sobre el trabajador y sus derechos, ha sido como sabemos bien en América Latina, el credo impuesto por el neoliberalismo y la dogmática escuela de Chicago, campos de pensamiento y acción desde donde se ha fraguado el desmantelamiento del consenso-social sobre la importancia del papel que juega el Estado y la administración gubernamental en materia de regulación, redistribución y desarrollo sin fines de lucro.

El neoliberalismo se abanderó del ataque frontal y directo en contra del modelo de Estado de Bienestar, promoviendo la generación de sociedades a dos velocidades: la de los poseedores de capital o de recursos y la de los ciudadanos en situación de riesgo o de precariedad −que ya una vez sin la defensa o protección del Estado, fueron perdiendo muchos de los antiguos derechos sociales conquistados.

Para finales del siglo XX, gran parte del planeta vivió un cambio en sus prioridades políticas y económicas. Con la caída del muro de Berlín (1989), la política quedó prácticamente sometida a las voluntades de la economía neoliberal, pasamos súbitamente al mundo del “salvase quien pueda”, o de la privatización del campo de lo público (salud, educación, jubilaciones, etc.), cediéndolos a manos del sector privado y de los mercados financieros, cuyo propósito no es precisamente la centralidad del servicio o el aprovechamiento generalizado sino, por el contrario, la priorización de la acumulación o la obtención de mayores ingresos para accionistas, y propietarios de los bienes de producción, así sea en la mayoría de ocasiones a costa de la vida y de la naturaleza.

La orientación económica neoliberal liberó los mercados financieros, así como el mercado laboral y productivo, con el objetivo de acelerar la recuperación de las tasas de ganancia. Los flujos del capital fueron abandonando progresivamente el ámbito productivo −de economía real−, y migraron hacia el sector financiero que pasó a ser el eje de la generación y apropiación del valor.

La globalización neoliberal promovió de este modo, una dinámica transnacional de la economía, asentada en una difusión enorme de operaciones financieras, lo cual condujo a su vez, a la propagación de la política de autonomía de los bancos centrales, que dejaron de lado su preocupación por la desigualdad social creciente, asestando un duro golpe a las políticas de bienestar y del poder social y democrático.

Los partidos de izquierda y los sindicatos por su parte, dejaron sin armas a los trabajadores para poder luchar en un contexto hasta ese momento desconocido, y los gobiernos y partidos socialdemócratas fueron apropiándose del discurso neoliberal, de que el Estado no debía asumir la responsabilidad del bienestar de los ciudadanos, permitiendo de esta manera a los gobiernos conservadores intensificar sus procesos de recomposición de clases (dinámica de alta concentración en muy pocas manos).

El neoliberalismo transitó sin ningún obstáculo, de la economía real de la producción industrial concreta, hacia las actividades terciarias o de servicios que pasaron a substituir la producción de fábricas, hasta entonces asociadas a los modelos de Estado de Bienestar (amparo de los trabajadores), que para entonces ya era considerado improductivo por los “gurús” neoliberales.

La corriente, o la ola neoliberal, posicionó conceptos como: formación continua, flexibilización, diversificación, privatización de los sistemas educativos, tercerización (o precarización del trabajo salariado); lo cual generó un descontento social, que vino de la mano del aumento del desempleo, dejando completamente desamparados y desprotegidos a los ciudadanos y trabajadores.

Entrado el siglo XXI, la economía financiera, especulativa, de servicios o economía inmaterial pasó a convertirse en el referente y principal factor de acumulación del sistema global en curso. En este escenario de transición del capitalismo industrial al capitalismo cognitivo, la parte del capital inmaterial o de las actividades con alta intensidad de saber pasaron a ser los principales generadores de valor, podemos por la tanto hablar ahora, de los trabajadores del conocimiento.

Capitalismo y General Intellect

El nuevo capitalismo cognitivo estaría relacionado entonces, con nuevas formas de propiedad y control sobre el conocimiento, a partir de las cuales se hace posible la acumulación acelerada del capital en nuestros días. En una sociedad de esta naturaleza, netamente mercantilizada, digital y globalizada, el sector de la comunicación pasa a tener un rol determinante y estratégico, puesto que va a ser el encargado de configurar los sentidos (de lo bueno, lo malo, lo correcto, lo incorrecto, la moda o lo “anticuado”, etc.), con los cuales la sociedad incorpora y hace suya la idea de una supuesta necesidad de transformarlo todo lo más rápido posible en dinero o mercancía.

La educación va a ser víctima también de estos cambios que procuran a toda costa privatizarla, para poder subyugar un proceso de acceso universal (de beneficio para todos) a un dominio netamente privado (o de beneficio para pocos). El capitalismo globalizado se va a servir del trabajo social y colectivo relacionado con el conocimiento (acumulado o “general intellect”), para transformarlo en mercancía.

Para ello va a desarrollar una serie de estructuras artificiales como son las patentes o la propiedad intelectual, medidas jurídicas que fueron desarrolladas para limitar o imposibilitar el acceso, transmisión y creación de conocimientos por fuera de los circuitos tradicionales del capital (centro vs. periferias).

David Harvey coincide en su texto sobre acumulación por desposesión, con esta lectura de Maniglio, cuando señala que la lógica de acumulación capitalista tiende a apropiarse de toda actividad humana portadora de valor, ya sea a través de mecanismos políticos, económicos o financieros. La dinámica económica de nuestros días, si bien ha generado una acumulación más flexible, al mismo tiempo ha generado una mayor dependencia al conocimiento, como hacia los centros de desarrollo y de generación de saberes, allí radica su necesidad imperativa de tomar el control sobre la sociedad del conocimiento y de la información.

A diferencia de la industrialización y la producción material concreta, con el desarrollo del capitalismo cognitivo la creación de la riqueza efectiva va a ser mucho menos dependiente del tiempo de trabajo. La versatilidad tecnológica permite producir en casa, en el trabajo, en un café, en el día o en la noche, sin embargo, tanto las nuevas tecnologías como los nuevos procesos productivos no pueden ser eficientes o no pueden alcanzar sus objetivos, sino cuentan con un saber vivo capaz de movilizarlos, ahí la importancia del conocimiento que hace posible la gestión, procesamiento y tratamiento de las informaciones generadoras de valor.

El crecimiento económico en el capitalismo cognitivo viene determinado directamente por el desarrollo tecnológico, la formación continua, el acceso a saberes y destrezas, así como por las capacidades y experiencias de los trabajadores en materia de cooperación, trabajo colectivo y conformación de redes. Las políticas de educación, formación y trabajo se vuelven hoy en día más estratégicas que nunca, sobre todo en lo concerniente al control, producción y circulación del conocimiento y la información.

Desde esta perspectiva, podemos comprender de qué manera la protección de los derechos de propiedad intelectual por parte de los países desarrollados, les ha permitido controlar y monopolizar el acceso y aprovechamiento de la información, del conocimiento y de las conquistas científicas. Esto es lo que Bolívar Echeverría en su texto “Renta Tecnológica y Capitalismo Histórico” nos recuerda como la base de una relación asimétrica: centro-periferia, o renta tecnológica (países desarrollados) vs. renta de la tierra (países en vías de desarrollo). Por esta razón, en el capitalismo cognitivo los centros de investigación públicos y privados, así como las instituciones de educación superior se han convertido en centros neurálgicos de la nueva economía del conocimiento. Maniglio nos recuerda en su libro, que según los estudios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), está suficientemente comprobado que la financiación de la educación superior y el fortalecimiento del talento humano arroja mucho más beneficios que cualquier otro tipo de factor de la producción (capital, tierra, trabajo, etc.).

El dinamismo que ha generado la digitalización de la economía, hace que hoy en día el capital se concentre en las empresas que gestionan y producen las plataformas que permiten la producción, intercambio y difusión de conocimientos, informaciones y modos de vida. En materia de reproducción social (producción-consumo), hemos pasado de la cultura del consumidor (ente pasivo) a la del prosumidor (ente activo y generador de información capital), es decir, la de aquel consumidor que al efectuar su consumo genera una serie de datos que luego pueden ser utilizados por las diferentes empresas (gustos, colores, atracciones, hobbies, etc.).

Esto se conoce también como sociedad de los metadatos, ya que para el sistema no basta con saber las preferencias de una persona en particular, sino que a partir de la información que esta pueda generar, podrá saber al mismo tiempo (en tiempo real), cuáles son las tendencias generales de los diferentes segmentos de mercado, requisito fundamental para poder afinar, focalizar y personalizar la oferta de bienes y servicios. Maniglio, junto a otros autores como Moulier Boutang, señalan que esto es una extensión de las sociedades de control, que analizan, poseen información y conocen todos los detalles de nuestro modo de vida tanto de la intimidad como de la vida en sociedad.

Lastimosamente, como señala el autor, los flujos y la acumulación de capital en la globalización neoliberal exigen y demandan el desmantelamiento de las regulaciones que permiten a los países tener un cierto grado de control sobre los servicios, precios y los objetivos estratégicos para la comunidad. La privatización de las TIC, de las redes de información, así como la flexibilización laboral, no hacen más que favorecer a las transnacionales y corporaciones capitalistas.

Los inversores multinacionales están acaparado y monopolizando las iniciativas de ciencia, tecnología e innovación, limitando radicalmente su acceso y aprovechamiento en función del lucro y de la acumulación. No solo se han erosionando los poderes y servicios públicos, sino que la acumulación por desposesión del capitalismo a más de subordinar a la fuerza de trabajo, ha subordinado el conocimiento y la información a los intereses del capital.

Desde esta perspectiva, el libro nos invita a plantearnos estas nuevas problemáticas relacionadas con la sociedad de los conocimientos, nos plantea la necesidad de investigar la relación entre conocimiento y los diferentes mecanismos (patentes, propiedad intelectual), que facilitan la acumulación y reproducción del capital en pocas manos, nos invita a reflexionar sobre las nuevas características de este capitalismo cognitivo, sobre la reproducción artificial de la escasez en el entorno neoliberal

Para finalizar, Maniglio señala que el reto de los países hoy en día es el de renovar las bases de su competitividad, aumentar su potencial de crecimiento, su productividad y reforzar la cohesión social, apostando en el conocimiento, la innovación y la valorización del capital humano. Para ello es fundamental trabajar en políticas que promuevan y favorezcan la transferencia de los conocimientos y las tecnologías para impulsar la creación de nuevas empresas públicas, mixtas, comunitarias y privadas.

Como países del SUR, uno de nuestros principales objetivos debe ser el de evitar que el acceso al conocimiento siga vetado en función de los intereses del capital, ahí la importancia de contar con gobiernos comprometidos con sus pueblos, gobiernos nacionalistas y soberanos, que luchen por incorporar los flujos de conocimiento a la sociedad.

Como ya lo mencionó en su momento Bolívar Echeverría (2005), un verdadero Estado nacional requiere romper con el círculo vicioso del subdesarrollo, debe hacer frente a los hechos que generan nuestras desventajas en la competencia mercantil en el mercado mundial. No podemos seguir reproduciendo nuestra sociedad en torno a una base inequitativa de acumulación regida por una desproporcionada renta de la tierra que nos condena a perder sistemáticamente en la competencia con otros conglomerados nacionales de capital.

Es tiempo para Ecuador y nuestra región de romper con esta tradición inequitativa de sometimiento de la renta de la tierra con su respectivo impacto ambiental frente a la sofisticada renta tecnológica y sus beneficios en todos los campos para la sociedad.

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