Reseñas
Sociofobia. El cambio político en la era de la utopía digital
Sociofobia. El cambio político en la era de la utopía digital
Chasqui. Revista Latinoamericana de Comunicación, núm. 134, 2017
Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina
RENDUELES César. Sociofobia. El cambio político en la era de la utopía digital. 2013. Madrid, España. Capitán Swing. 206pp.. 978-84-941690-0-7 |
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La preocupación por el impacto de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en la vida cotidiana se ha extendido de manera considerable en las últimas décadas de manera que es difícil encontrar una disciplina de las ciencias sociales que no tenga en su corpus central a la tecnología como muletilla para redefinir sus objetos de estudio. Efectivamente, la mediación tecnológica atraviesa todas las formas de relación social y los dispositivos digitales, lejos de ser parte del atrezo o del paisaje cotidiano, son ya elementos centrales en la construcción de la identidad, en las interacciones y en la propia sociabilidad.
No es que nuestras sociedades no hayan sido tecnológicas históricamente, quizás la mejor forma de representar simbólicamente esta presencia de la tecnología la realizó Stanley Kubrick en su obra maestra 2001: Una odisea del espacio, concatenando el plano de un hueso, recién descubierta su capacidad como herramienta letal en la prehistoria, con el plano de un satélite orbitando la tierra. La diferencia cualitativa vendría definida por el hecho de que, en la actualidad, no sería posible entender el funcionamiento de las relaciones sociales, las formas de participación y representación política o la globalización económica sin hacer referencia al papel que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación juegan en ellas, siendo, para algunos, el motor del cambio histórico.
Precisamente, la comprensión del papel de la tecnología en los complejos procesos de transformación histórica y su relativa autonomía del ámbito de las relaciones sociales, políticas y económicas es lo que centra una parte importante del debate no solo en el ámbito científico sino entre los propios movimientos políticos y sociales que han encontrado en Internet bien un objeto a demonizar, bien una referencia salvadora que nos libraría de todos los males. El libro de César Rendueles, con su sugerente título, trata precisamente de señalar aquellas dimensiones ideológicas que contaminan los discursos sobre lo tecnológico y que nos llevan a aprehender la realidad de manera distorsionada, al presentar como liberadores unos dispositivos cuyos efectos, mirados con distancia crítica, muestran que esa libertad se transforma en su contrario.
Sociofobia se organiza en dos grandes apartados (“La utopía digital” y “Después del capitalismo”) en los que el autor realiza un recorrido por el lado oscuro de la era digital, por sus contradicciones y sus retrocesos, prestando especial atención a los discursos mitificadores o ciberfetichistas presentes en la literatura, científica o no, en las políticas públicas o en el propio debate sobre la reconfiguración del espacio público con nuevas formas de participación ciudadana bajo el impacto de lo digital.
El argumento principal del libro se podría resumir en que la consecuencia de las nuevas tecnologías ha sido, en definitiva, negativa para los procesos de emancipación social a los que deberíamos aspirar en un capitalismo cada vez más agresivo y lesivo. El autor establece una relación directa entre las ilusiones de superación del marco político tradicional, a partir de nuevas formas de relación social, y la astenia ética generalizada, a la que el ciberutopismo y el fetichismo por las redes han contribuido de manera directa. Un proceso este último que se habría extendido rápidamente gracias a Internet y que estaría directamente relacionado con el consumismo y la mercantilización erigidos como guía para la comprensión de la realidad circundante, de tal manera que, para Rendueles, con el ciberfetichismo el consumismo ha adquirido autoconciencia, destapándose como el proyecto social y cultural del capitalismo.
Antes que un resumen lineal de la estructura del libro, merece la pena detenerse en los diferentes ejes de crítica que recorren el mismo, con el impacto de las nuevas tecnologías y la ideología a él asociada como telón de fondo. Así, del análisis de las consecuencias que las nuevas tecnologías han tenido para nuestras expectativas vitales y políticas, surge la denuncia del fetichismo presente en nuestra comprensión de las redes digitales, un ciberfetichismo que ha llevado a la reducción de aquellas expectativas, individuales y colectivas, pues los propios procesos de emancipación social también se habrían visto afectados. Para ilustrar este argumento toma como ejemplo la experiencia española del 15M, que ha sido objeto de numerosos análisis como fenómeno político por su vinculación con el uso intensivo de las nuevas tecnologías para la movilización social. Algunos de esos análisis habrían sido afectados por el filtro fetichista de las redes al entender que lo que sucedió el 15M fue consecuencia directa de las posibilidades abiertas por los nuevos dispositivos digitales puestos al servicio de una convocatoria que se hizo viral y masiva. Rendueles, por el contrario, afirma que el propio 15M sucedió a pesar de las redes sociales y del ciberfetichismo consumista a ellas asociadas, que hizo un poco más difícil el estallido social, sin negar, eso sí, la dimensión tecnológica de dicho fenómeno pero aclarando que, en palabras del autor, “Internet se ha convertido en un arma formidable no para sacar gente a la calle sino cuando la gente ha salido a la calle”.
Encontramos un segundo eje de crítica en el determinismo presente en el pensamiento dominante en torno al fenómeno tecnológico, que afecta tanto a las lecturas más tecnoutópicas ligadas a los gurús de la sociedad de la información, como a las posturas más críticas de la izquierda marxista. En este sentido, se reproduce cierto mecanicismo en la comprensión de la dimensión política y social de la tecnología, presentándose esta como fuente automática de transformación social liberadora gracias a la cual se rebasarían las formas tradicionales de organización del espacio público. Esta desconexión con el contexto está especialmente presente en los discursos sobre participación política, democracia y nuevas tecnologías presentes incluso en los movimientos ciberactivistas más radicales, que habitualmente sucumben a la fascinación tecnológica de Internet, entendido como la puerta de acceso a la democracia, la participación y la cooperación. No obstante, la realidad es tozuda, y Rendueles afirma que “el libre acceso a Internet no solo no conduce inmediatamente a la crítica política y a la intervención ciudadana sino que, en todo caso, las mitiga”.
No es nueva esta contradicción entre discursos míticos liberadores y realidad política y social cada vez que una nueva tecnología ha visto la luz. La producción bibliográfica de Armand Mattelart sobre la historia de la sociedad de la información y de la utopía comunicacional da buena cuenta de ello. Valga como ejemplo la referencia al matemático francés Alexandre Vandermonde, que a finales del siglo XVIII definía el telégrafo como un invento que puede bastar para hacer posible el establecimiento de la democracia de un gran pueblo. En pleno siglo XXI podemos detectar sin dificultad afirmaciones en iguales términos pero en relación a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
Un tercer eje de crítica estaría vinculado con la ruptura cualitativa que, para las posturas más ciberutópicas, supondría la expansión de las nuevas tecnologías en el marco del capitalismo. Frente a esta lectura idealista, en la que el cambio histórico vendría determinado por unos medios digitales que se traducirían de manera mecánica en la proliferación de espacios colaborativos y cooperativos, en los que la creatividad sería el motor de la historia, el autor recuerda que esas grandes expectativas contrastan con las continuidades que se perciben en lo cotidiano desde principios del siglo XX: crisis económica y política, crisis de valores, guerras cíclicas, etc. He aquí otro elemento a tomar en cuenta de la denuncia de los mitos que acompañan a la tecnología en la sociedad de la información: la estrecha relación del desarrollo tecnológico con el capitalismo como el marco de desarrollo en el que se desenvuelven. La mediación tecnológica no se desenvuelve en abstracto, antes bien ocurre bajo condiciones de reproducción económica y social concretas que limitan o potencian determinados usos. Si antes hablábamos del consumismo como el perfecto entorno en el que se desarrolla el ciberfetichismo, es porque la mercantilización extendida por todos los poros de las relaciones sociales también contamina el rol de la tecnología en estas. Y surge aquí otra de las trampas discursivas que frecuentemente encontramos en la ideología ciberutópica, la de confundir liberalismo con movimiento libertario, propio de muchos gurús que se definen anarco-liberales para los que Internet sería un espacio de libre desarrollo de las subjetividades creativas que funcionarían de manera horizontal, como si la dinámica de la producción cooperativa, ya sea física o virtual, fuera compatible con el individualismo liberal extremo. De nuevo nos encontramos con un discurso mítico en el que se dejan de lado las contradicciones y conflictos que atraviesan también los usos de los nuevos dispositivos digitales.
Uno de los ejemplos que mejor sirven para ilustrar el leit motiv de Sociofobia, el ciberfetichismo, es el de los debates en torno al copyright y su inserción en las lógicas del capitalismo financiero, a lo que Rendueles le dedica buena parte del libro. Más allá de la equiparación del copyright con las formas de valorización de la especulación capitalista (el copyright, a partir de cierto umbral, “es una fuente de ganancias especulativas con una relación remota con la producción real”), la originalidad de la crítica radica la denuncia del determinismo tecnológico que recorre la reivindicación del copyleft, resultante de tomar la parte por el todo. Así, resultaría vacua la creencia de que la eliminación de barreras artificiales para la circulación de contenidos y conocimiento a través de las redes digitales supondría un nuevo escenario de abundancia y avance social. Por el contrario, las posibilidades que se abren con dicho acceso dependen de los contextos sociales de producción y consumo, es decir, de las propias relaciones de poder pues “lo que determina quién gana qué en la economía cognitiva global es la lucha de clases, no una evaluación ciega en la revista Nature”.
Precisamente, este desprecio que de manera general los defensores del copyleft, centrados en el libre acceso a los bienes comunes, realizan con respecto a las condiciones sociales de producción de los contenidos que circulan por las redes es lo que para el autor señala uno de los puntos más críticos del ciberfetichismo, esto es, el olvido de factores tan importantes para comprender la democratización de la cultura o la apropiación social de las nuevas tecnologías como la propia configuración del capitalismo y su marketing, economías de escala, reducción de la sociedad al mercado, información privilegiada, miopía de los consumidores, etc. Así, reducir la problemática de la libre circulación de contenidos a una cuestión de barreras y no de control democrático de lo que es dominado por el mercado nos lleva a una situación muy similar al de la defensa del free flow of information que en el ámbito de la comunicación siempre sirvió para encubrir la libertad de empresa tras el eslogan de la libertad de prensa.
En definitiva, el libro de Rendueles supone una producción a contracorriente del mainstream que domina la reflexión en torno al impacto de las nuevas tecnologías. Una propuesta que, aunque incompleta y en un formato ensayístico que ha de ser completado con la también interesante proliferación de estudios sociológicos sobre el uso y la apropiación de la tecnología, sirve de guía para problematizar un objeto de estudio complejo que tiende a ser reducido a clichés y lugares comunes no solo en entornos políticos y económicos sino también en el ámbito académico y, lamentablemente, en algunos de los movimientos ciberactivistas.