Reseñas

Sucesos y Relato. Hacia una semiótica aspectual (Roberto Flores)

José Enrique FINOL
Consejo de Regulación y Desarrollo de la Información y Comunicación, Ecuador

Sucesos y Relato. Hacia una semiótica aspectual (Roberto Flores)

Chasqui. Revista Latinoamericana de Comunicación, núm. 133, pp. 395-398, 2016

Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina

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. 2015. Ciudad de México. ENAH-INAH. 293pp.. 978-607-8446-18-6

Roberto FLORES ORTÍZ

Comparto con el Dr. Roberto Flores tres experiencias que a ambos nos han marcado. En primer lugar, ambos hicimos nuestro doctorado en la misma escuela, me refiero a la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, en Francia; tuvimos, además, el mismo tutor, Algirdas-Julian Greimas, quien entonces dirigía el Grupo de Estudios Semio-Lingüísticos.

En segundo lugar, hemos tenido oportunidad de compartir conferencias en congresos y foros en diversas partes del mundo. Allí he tenido la ocasión de conocer la agudeza y pertinencia de sus propuestas y análisis, lo que me ha llevado a aprovecharme de sus ideas para citarlo abundantemente en mis últimos libros, en particular en La Corposfera, editado el año pasado por CIESPAL.

En tercer lugar, último pero no menos importante, hemos compartido varias veces los ricos y embriagantes platos de la cocina yucateca, donde, como se sabe, convergen las tradiciones culinarias españolas con las de la cocina maya, y producen platos como el Chilmole y los Salbutes y Panuchos. Lo mismo vale para los platillos poblanos que Roberto sabe muy bien preparar.

Así pues, después compartir tantas experiencias en las que la Semiótica ha sido un eje articulador, incluso en los códigos culinarios, es un honor para mí presentar hoy una obra que aborda uno de los temas fundamentales en la Semiótica de la narratividad, un concepto que ha sido debatido y sobre el cual el Dr. Roberto Flores se compromete en dos direcciones. Por un lado, nos presenta un erudito estudio del estado de la cuestión y, por el otro, ofrece una novedosa visión sobre las relaciones entre los sucesos y su narrativización. En esta última dirección, Roberto agrega una minuciosa investigación sobre la aspectualidad, con lo cual viene a llenar un vacío teórico muy importante.

Como dice Roberto, desde niños los relatos −en las numerosas y diversas formas que ellos adquieren− nos han fascinado; esas historias han fecundado nuestra imaginación y han servido de fundamento importante en todas las culturas, pues todas ellas son deudoras de grandes relatos míticos en los que se expresan ideas, creencias, costumbres y, más importante aún, conjuntos de valores que configuran visiones del mundo que son compartidas por grupos, colectividades y sociedades enteras.

El libro de Roberto aborda tres grandes temáticas. De acuerdo con la primera, se propone una novedosa conceptualización de lo que se entiende por “suceso”, un concepto polisémico pero que el libro presenta desde una perspectiva fenomenológica, deudora de Husserl y de Merleau-Ponty. La fenomenología es para varios autores una suerte de proto-semiótica o de para-semiótica. Según el autor, “Este acercamiento contrasta la noción semántica de suceso, como contenido narrado, con nociones peligrosamente cercanas, como son los hechos a los cuales el relato hace referencia y el conocimiento que se tiene de ellos”. Desde aquí, Roberto deja claro el carácter semiótico de su acercamiento a la problemática del suceso, la narratividad y la aspectualidad.

Para su trabajo, Flores asume el relato como “relato como una unidad textual construida a partir de la demarcación de una secuencia discursiva y su aprehensión como un ordenamiento secuencial de sucesos que progresan hacia un final” (p. 78). Ese relato, tal como se señala en el capítulo III, se aborda desde las categorías peirceanas de primeridad, segundidad y terceridad, una distinción heurísticamente útil, pues lo coloca en tres dimensiones que permiten crear bases sólidas para el análisis aplicado y para la formulación de hipótesis interpretativas sistemáticas.

Dentro de la temática general del “suceso”, el autor analiza “la manifestación textual de los relatos”, para lo cual reivindica una definición mereológica, concepción que sigue los postulados de Brentano y de Husserl, y en la que, como dice el autor, “un suceso forma parte de un macrosuceso total”, un principio caro al estructuralismo, visión científica que privilegió la concepción según la cual el valor de un elemento se deriva de sus relaciones con el todo y con los otros elementos.

En este primer apartado, el de los sucesos, el segundo capítulo es de enorme relevancia para investigaciones posteriores, pues ofrece un conjunto de conceptos y una metodología para las operaciones de segmentación de los textos, una operación clave para establecer unidades de análisis.

A mi parecer, ambos recursos no solo son útiles para el análisis de lo que tradicionalmente se conoce como relatos −novelas, cuentos, películas, mitos, obras de teatro, etc.− sino también para corpus publicitarios, rituales, titulares o textos periodísticos. La rentabilidad heurística de la metodología propuesta se deriva de la generalidad del concepto de narratividad que la Semiótica de la escuela greimasiana desarrolló a lo largo de muchos años.

En el tercer capítulo de esta primera parte, el autor desbroza los caminos conceptuales y heurísticos para trabajar con el concepto de orden, un aspecto clave para el análisis de la narratividad y de sus aspectualizaciones. Aquí el autor “privilegia un orden lógico apoyado en la noción de presuposición entre sucesos”. Este capítulo, titulado “Secuencialidad y presuposición” es de particular relevancia para el análisis del discurso; en él se rescata, siguiendo a Hjelmslev, el concepto de “presuposición” como articulador clave de la narratividad. Más aún, como señala el autor: “Las modalidades de la presuposición constituyen las formas básicas de la articulación del lenguaje, cualquiera que sea el nivel de su estudio”.

La segunda parte del libro está dedicado al tema de la aspectualidad, el cual, según el autor, se presenta como “un marco de referencia suficiente para dar cuenta del ordenamiento de los sucesos desde un punto de vista semiótico y mostrar su contribución a la producción del efecto de sentido de progresión narrativa”. En este aparte, Roberto se ocupa de las tres formas básicas de aspectualidad semiótica, no gramatical o lingüística: tipo de suceso, fase de suceso y modo de ocurrencia de los sucesos.

La tercera parte está dedicada al tema capital de los sucesos, los cuales, desde la caracterización semántica y no ontológica que el autor sigue, son definidos como “el efecto de sentido de una unidad semántica que constituye una secuencia discursiva o que es parte de una”.

Al final del libro, Roberto rescata una distinción clave en el análisis de los relatos como estructuras semióticas fundantes de las culturas. Esa distinción es aquella que radica entre progresión narrativa . sentido del final. El siguiente párrafo me ha parecido de una agudeza ejemplar:

Un relato no se reduce a la suma de los sucesos que lo componen, pues precisa también de una direccionalidad que desborda el marco evenemencial. También es enteramente indudable que una historia no se reduce al orden de los sucesos, incluso aunque se añada a esta idea de secuencialidad una idea de jerarquía mediante la que los sucesos se integran en macrosucesos: la integración de sucesos subordinados en el seno de una secuencia es incapaz de dar cuenta total de la perfectividad; siempre quedará un resto inanalizable en esos términos, cuya existencia no debe ser minimizada ni considerada como marginal.

Así, pues, un relato no está nunca definitivamente cerrado; la clausura de sus sucesos y el conjunto dinámico de las presuposiciones lógicas entre sus elementos componentes, siempre dejan fisuras de sentidos inagotados que abren espacios a la imaginación, a la creatividad y a la libertad.

O, como dice Roberto, “Al ir concluyendo, el relato busca así la complicidad de la instancia de enunciación para tornarse significativo, un acuerdo que le permita proseguir a pesar de haberse acabado: la finalización ocurre como garante de su continuidad”.

Gracias a Roberto Flores por esta obra escrita con elegancia pero también con desenfado; diría, incluso, escrita con cordialidad; estructurada en un lenguaje accesible a pesar de la densidad de sus conceptos y propuestas teóricas; se trata de una obra en la que la vocación de compartir evoca la filiación del investigador que es amigo del diálogo, lejos, muy lejos, de la presuntuosidad del academicismo.

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