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CONFLICTOS AMBIENTALES Y MALENTENDIDOS CULTURALES EN LA RIBERA. REFLEXIONES A PARTIR DEL CONFLICTO POR NUEVA COSTA DEL PLATA, EN QUILMES Y AVELLANEDA
Marina Wertheimer
Marina Wertheimer
CONFLICTOS AMBIENTALES Y MALENTENDIDOS CULTURALES EN LA RIBERA. REFLEXIONES A PARTIR DEL CONFLICTO POR NUEVA COSTA DEL PLATA, EN QUILMES Y AVELLANEDA
Environmental conflicts and cultural misunderstandings on the riverbank. Reflections from the Nueva Costa del Plata conflict, in Quilmes and Avellaneda
Avá. Revista de Antropología, vol. 39, pp. 141-165, 2021
Universidad Nacional de Misiones
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Resumen: A partir de un caso de conflictividad ambiental en el Área Metropolitana de Buenos Aires, este artículo busca explorar los desacuerdos derivados de distintas “maneras de componer mundos” (Descola, 2012) y, de esta manera, contribuir a los debates sobre el Antropoceno.

En la ribera de Quilmes y Avellaneda, el Grupo Techint proyecta construir un gran proyecto inmobiliario bajo las promesas de “progreso” y “desarrollo” para una zona considerada “atrasada” y afectada por numerosos pasivos ambientales. Por otra parte, organizaciones locales denuncian su posible impacto ambiental y habitacional.

Desde un enfoque etnográfico, abordamos las maneras de apropiación y significación de la naturaleza por parte de los principales sujetos involucrados, rastreando sus distintas formas de habitar y significar el territorio. Por último, proponemos una reflexión sobre los malentendidos culturales que surgen cuando no existe consenso sobre el problema, la solución ni sobre la naturaleza de la problemática ambiental en cuestión[1].

Palabras clave: Conflictos ambientales, Malentendidos culturales, AMBA, Antropoceno.

Abstract: Drawing on an environmental conflict in the Metropolitan Area of ​​Buenos Aires, this article focuses on the disagreements derived from different “ways of composing worlds” (Descola, 2012) to contribute to the debates around the notion of Anthropocene.

On the riverside of Quilmes and Avellaneda districts, Techint Group plans to build a large real estate project under the promises of "progress" and "development" for an area considered "neglected" and affected by numerous environmental problems. On the other hand, local environmental organizations denounce the project´s possible environmental and housing impacts.

This article takes an ethnographic approach to address the forms in which social actors appropriate and signify nature, tracing their different ways of inhabiting and signifying their territory. Finally, we propose a reflection on the cultural misunderstandings that arise when no consensus is reached regarding the solution or the very nature of the environmental “problem” itself.

Keywords: Environmental conflicts, Cultural misunderstandings, AMBA, Anthropocene.

Carátula del artículo

ARTÍCULOS LIBRES

CONFLICTOS AMBIENTALES Y MALENTENDIDOS CULTURALES EN LA RIBERA. REFLEXIONES A PARTIR DEL CONFLICTO POR NUEVA COSTA DEL PLATA, EN QUILMES Y AVELLANEDA

Environmental conflicts and cultural misunderstandings on the riverbank. Reflections from the Nueva Costa del Plata conflict, in Quilmes and Avellaneda

Marina Wertheimer
CONICET, Argentina
Avá. Revista de Antropología, vol. 39, pp. 141-165, 2021
Universidad Nacional de Misiones

Recepción: 29 Julio 2021

Aprobación: 22 Febrero 2022

Introducción

En este artículo me propongo analizar el despliegue del conflicto suscitado en torno al proyecto Nueva Costa del Plata, del Grupo Techint, a partir de un trabajo de campo realizado entre los años 2015 y 2019 en el marco de mi tesis doctoral. Nueva Costa del Plata (en adelante, NCP) es un gran complejo urbanístico que se pretende erigir sobre un predio de 230 hectáreas con viviendas, restaurantes, áreas recreativas, comerciales y una sede universitaria, entre terrenos del relleno sanitario “Villa Domínico” y la selva marginal ubicada a la vera del Río de la Plata.

El proyecto despertó reclamos de vecinos y organizaciones locales que denuncian su impacto ambiental y cuestionan la legalidad de los procedimientos con los cuales la empresa consiguió los terrenos para edificar. En este sentido, me interesa analizar la emergencia del conflicto que enfrenta a diversos actores sociales: vecinos, organizaciones ambientalistas, el Grupo Techint y funcionarios del ámbito local y provincial. Me enfocaré en las maneras de apropiación y significación de la naturaleza y el territorio por parte de los principales sujetos involucrados, rastreando sus distintas formas de habitar y significar el territorio, así como los equívocos y desacuerdos ontológicos que surgen cuando al forjar demandas comunes.

El abordaje metodológico empleado buscó acceder a los fenómenos sociales desde las perspectivas de los propios actores; así como a las creencias, normas, valores y concepciones del mundo que están en la base de sus prácticas. Adicionalmente, se adopta una mirada interdisciplinaria sobre las luchas por la definición de los usos del espacio urbano desde un enfoque sociocultural (Girola, 2006; Svampa, 2001).

A partir de este estudio de caso de conflictividad ambiental de escala intermedia (Hylland Eriksen, 2016) buscamos contribuir a los análisis de los conflictos ambientales y sociales en tiempos de creciente vulnerabilidad planetaria, así como reflexionar sobre qué sucede cuando no se puede llegar a un consenso sobre la solución, o incluso la naturaleza misma, de un "problema" ambiental.

Presentación del caso

En este artículo nos enfocamos en un caso de estudio situado en la zona sur del Área Metropolitana de Buenos Aires (Argentina). Al sur de la Ciudad de Buenos Aires, se emplazan los municipios de Quilmes y Avellaneda, que forman parte del vasto Conurbano. Sus ciudades fueron creciendo durante el siglo pasado al compás del avance de la industria nacional.

En la zona costera de Quilmes, lindante a Avellaneda, se extiende el barrio popular La Ribera de Bernal. En sus orígenes este barrio era una zona de pequeñas haciendas agrícolas y viñedos, que se mantuvieron hasta 1970 mientras a su alrededor la ciudad se industrializaba. El municipio de Avellaneda, para 1914, era la mayor ciudad industrial y obrera de toda la Argentina. El río Riachuelo, que separa Avellaneda de la ciudad de Buenos Aires, se pobló de frigoríficos, curtiembres e industrias petroquímicas (formando el Polo Petroquímico de Dock Sud) que lo convirtieron en uno de los ríos más contaminados del mundo en la actualidad (Blacksmith Institute, 2013).

Durante la última dictadura militar (1976-1983) los agricultores y habitantes de lo que hoy es la Ribera de Bernal fueron desalojados violentamente para instalar el relleno sanitario más grande del país para ese entonces, de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (en adelante, CEAMSE).

Actualmente, la Ribera de Bernal es un barrio popular que se repobló a partir de los sobrevivientes de la erradicación de la última dictadura militar. El barrio se compone de unas 120 viviendas, y se encuentra delimitado por la autopista Buenos Aires-La Plata y el Río de La Plata, el relleno sanitario de Villa Dominico (actualmente desactivado) y una planta potabilizadora de agua. Está emplazado en medio de la Selva Marginal Quilmeña, que corre paralela al Río de la Plata y es la manifestación más austral de la selva amazónica (Ringuelet, 1955). Otra particularidad es el ecosistema de humedal, un área deprimida, pantanosa e inundable que presta importantes servicios ambientales. Las viviendas de los pobladores se construyeron elevadas sobre palafitos para permitir el libre escurrimiento de las aguas durante las constantes crecidas del río.

Desde la erradicación en 1970, a la actualidad, el barrio ha permanecido en buena medida, al margen del proceso de urbanización. Para acceder se debe tomar la única calle asfaltada que cruza la autopista y conecta la ribera con el centro del municipio de Quilmes. Esta calle no tiene veredas ni ha sido diseñada para el tránsito peatonal, lo que torna muy difícil el desplazamiento a pie. La estación de tren más cercana se encuentra a tres kilómetros de distancia, y hay una única línea de colectivo que llega al barrio y pasa solo los días de semana. La presencia de grandes equipamientos urbanos, tales como el relleno sanitario y la planta potabilizadora; la barrera urbana que representa la autopista Buenos Aires-La Plata; la distancia con el centro de Quilmes; y la escasez de transporte público han determinado el aislamiento del barrio con el resto del tejido urbano.


Imagen 1
Mapa de La Ribera de Bernal
Fuente: elaboración propia en base a Openstreetmaps.

Las tierras donde se ubica el barrio pertenecen a la Prefectura Naval Argentina, por lo cual ninguno de sus habitantes cuenta con la titularidad de sus parcelas o inmuebles. Las calles son de tierra y, según datos elaborados por el Instituto de Estudio y Administración Local (IDEAL), el material predominante de las casas es de madera. Las características en cuanto a los materiales usados para la construcción de las viviendas presentan condiciones insuficientes de habitabilidad (CALMAT). Por otra parte, la mayoría de los habitantes del barrio se encuentra trabajando en el mercado informal y el 40% de los hogares contaba, el primer trimestre de 2015 (año en que se llevó a cabo el estudio), con ingresos mensuales inferiores a los $5.000[2]. El 44% de la población adulta sufre Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) y la mitad de la población adulta solo cuenta con estudios primarios (IDEAL, 2015).

Recién en 2010 los vecinos consiguieron la instalación de energía eléctrica y, en 2013, acceso a agua potable[3].

La mayoría de los residentes son migrantes de provincias del norte argentino que encontraron en este reducto aislado y olvidado un lugar donde seguir reproduciendo algunas prácticas típicamente “rurales”, combinadas con una inserción parcial e informal en el mercado de trabajo. Muchos de los relatos de vida encuentran similitudes: personas provenientes de provincias rurales se instalaron en la gran ciudad en busca de mejores oportunidades laborales y, tras conocer La Ribera, se “enamoraron” y decidieron quedarse. Pues a diferencia de otros barrios informales de la zona, La Ribera no es un barrio hacinado. Domina el verde, una frondosa vegetación, la presencia del río y la tranquilidad. Los chicos juegan en las calles de tierra, andan a caballo y los vecinos, aseguran, duermen sin llave.

La Ribera de Bernal tiene, además, acceso a una playa sobre el Río de la Plata, con amplias extensiones de arena, conformando uno de los pocos paisajes de borde costero del amba sin rellenos ni intervenciones en sus orillas. La playa está rodeada de pastizales, arbustos, árboles, y estructuras derruidas de lo que fue un balneario. Los fines de semana de calor, sus playas se llenan de vecinos de los barrios populares de la zona.


Imagen 2
Playas de la Ribera de Bernal
Fuente: archivo propio

Un barrio animista

Hay dos elementos que estructuran buena parte de la vida ribereña. El primero –vale la pena resaltarlo más allá de la aparente redundancia– es el río, el cual reviste un carácter omnipresente y casi todopoderoso, capaz de determinar la estabilidad de las viviendas y la permanencia de sus habitantes en ellas. Durante las sudestadas el río “sube” y con la fuerza de su oleaje es capaz de destruir casas, cultivos y poner en riesgo la vida de las personas. El siguiente fragmento de una entrevista con una pareja de vecinos de La Ribera lo ilustra claramente:

Entrevistada: Cuando hubo sudestada, en 2002, y estábamos allá, casi me muero.

Entrevistado: La casa de nosotros era más alta que esa ahí ¿Sabe qué hizo el agua cuando creció grande-grande? El agua, faltaba así para que llegue al piso, y encima pegaba allá. Empezaba a romper el frente y el piso.

Entrevistada: ¡Había un oleaje! ¡Pero que llegaba a la ventana y tocaba el techo!

Entrevistado: Y empezó a romper el piso.

Autora: ¿Y qué tuvo que hacer?

Entrevistada: Y yo me acosté y me tapé la cabeza, ¡tenía un miedo! Lloraba, lloraba y lloraba, ¿no? Es la verdad, que querés.

Entrevistado: Y se empezó a romper la pared. De madera es.

Autora: ¿Y usted qué hizo?

Entrevistada: Él estaba tranquilo, yo estaba asustada.

Entrevistado: No, yo digo por ella, yo sé nadar. No, íbamos a morir los dos juntos. Tampoco íbamos a abandonar, porque… ¿Y dejar que muera ella? Pobrecita. Si es por mí, me tiro al agua y…

Autora: ¿Y cuánto tiempo estuvo el agua?

Entrevistado: No dura mucho. Porque el agua, cuando ve que viene grande, 3 horas, 4 horas y baja ya. Pero esas 3 horas, cuando crece mucho, hay que aguantar, eh. ¿Sabes qué pasa también? Una es la oleada, la marejada. Rompe todo, eh ¡Cómo rompe!

Entrevistada: Aguantar a los golpes. Además, perdés todo. Perdimos todo. No teníamos ni con qué tomar mate, ni con qué cocinar (Entrevista a pareja residente de La Ribera de Bernal realizada en 2015).

Del mismo modo se refería otra vecina:

Fuimos a acompañar una chica, ¿no? Y casi me descompuse porque era horrible ver la chica que tenía una panza así (…) Una panza así, que a la noche le agarró dolores. Y a los dos o tres días tuvo (el parto) en la casa ella. Una panza así tenía. Y a ella le golpeaba el agua. Y era impresionante que el pibe o la nena zapateaba… Así el agua. Porque la bebé estaba contenta por el agua, porque había agua. No entendía nada, tenía 8 meses (de embarazada), pero zapateaba. Y a ella le agarró una angustia. Y a la noche le agarró contracciones. Sería el agua, el susto… (Entrevista realizada en 2016).

Otra vecina también me contaba: “A veces cuando estás enojada con el río, estamos cansados, nos queremos ir…” (Entrevista realizada en 2016). A pesar de ello, la misma vecina afirma, categórica: “del río no me voy ni loca”. Al igual que ella, a pesar de la presencia amenazante y perturbadora del río, ningún vecino ha abandonado el barrio por las crecidas, ni siquiera luego de las sudestadas más fuertes, que ocurren cada 10 o 15 años.

En la manera en la que los pobladores ribereños organizan su experiencia de vida con el Río de la Plata pueden apreciarse algunas características animistas, entendidas como el modo de identificación –entre los humanos entre sí y con otros seres no humanos– basado en “la presuposición o intuición preconceptual de que el fondo universal de la realidad es el espíritu” (Viveiros de Castro, 2013). El animismo es la idea, compartida en una cultura, de que todas las criaturas, e incluso las cosas, tienen alma. En el animismo, la humanidad constituye el fondo común, tanto de la humanidad como de la animalidad (Carman, 2017; Descola, 2001; Viveiros de Castro, 2013). En La Ribera la vida fluctúa a la par del ritmo que imponen las mareas del río, el cual puede ser cautivante y amenazante a la vez. Éste constituye una entidad a la que los pobladores ribereños atribuyen rasgos de personalización y cierta intencionalidad: el río “sale y destruye todo”, el río sube, el río traga tierras, las aguas “crecen grandes”, el río entra a las casas y no permite salir hasta que sus aguas bajen. Estos rasgos animistas que señalo no se presentan más que de una manera muy acotada. Sin embargo, es posible encontrar aún hoy, en nuestra cultura occidental moderna, rasgos de esta manera de estar en el mundo: “las cosmovisiones que han nutrido la experiencia de la humanidad durante siglos no han desaparecido del todo y aún juegan un papel en nuestras disposiciones y esquemas de percepción del mundo” (Carman, 2017: 122).

Otro elemento omnipresente en La Ribera de Bernal es la basura. Esta zona constituye una suerte de “patio trasero” de la zona sur del AMBA, pues desde el cierre del relleno sanitario de Villa Dominico, parte de la basura de los municipios de la zona sur es arrojada en La Ribera y alrededores. Allí van camiones a tirar restos de demolición y “rellenar” las áreas más bajas y pantanosas. Por otra parte, la cercanía con el Polo Petroquímico de Dock Sud (cfr. Auyero y Swistun, 2008) –menos de 6 kilómetros de distancia–, y su emplazamiento al lado del ceamse, en un área de desagüe de ríos y arroyos contaminados, hace que el barrio esté particularmente expuesto a una amplia variedad de contaminantes. Asimismo, cuando las aguas del río suben, arrastran la basura que es arrojada en la ciudad y que es transportada por canales fluviales y por los múltiples cursos de agua que desembocan en el Río de la Plata (ver Imagen 3).


Imagen 3
Mapa de cuencas del Área Metropolitana Sur
Fuente: Galafassi et al (2014)

Una vez que sus aguas bajan, pueden verse restos de bolsas de basura atascados en arbustos, árboles, alambrados y cercos de casas. Se encuentran restos, sobre todo, de elementos plásticos: botellas, envases vacíos, suelas de ojotas o piezas de lo que alguna vez fueron juguetes. Cuando el río “deja” basura, los vecinos deben limpiar sus terrenos, tarea que puede llevarles días enteros. Algunos de ellos dan una segunda vida a objetos que se “hacen presentes” en sus casas después de las sudestadas, mostrando el ciclo metabólico (Swyngedouw, 2006) que interconecta la vida urbana: los vecinos de esta parte de la metrópolis utilizan, transportado por el río, lo que personas de lugares que probablemente no conozcan, descartan. El río –entendido como “proceso metabólico socioambiental” (2006: 26) – nos muestra la interconexión de territorios de lo más lejanos y la unidad dialéctica de los procesos urbanos.

Situaciones de daño ambiental como la descripta dan cuenta de la dificultad creciente para seguir manteniendo la naturaleza como un ente inerte. El campo de estudios abiertos a partir de la noción de antropoceno (Crutzen y Stoermer, 2000; Latour, 2017) –en tanto fase geológica actual, producto de agencias humanas y no humanas combinadas– refiere, precisamente, a esta imposibilidad de perpetuar la “desanimación” del mundo material y la concomitante “sobreanimación” de la agencia humana (Chakrabarty, 2009; Latour, 2017).

A continuación, focalizo en la instalación del relleno sanitario que modificó la suerte de la historia del barrio y cuyos efectos socioterritoriales siguen afectando a La Ribera de Bernal hasta nuestros días.

El CEAMSE

La Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE) fue creada en 1977, a través de un convenio firmado por la provincia de Buenos Aires y la entonces Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires para reemplazar la incineración de basura por un modelo diferente de gestión de residuos: el relleno sanitario.

Los rellenos sanitarios se instalaron en zonas de humedales, los cuales, para la concepción dominante de aquella época, constituían zonas degradadas y de escaso valor. Por medio del enterramiento de residuos se buscó elevar la cota del terreno a 4,5 metros, sobre los que se implantarían bosques y espacios verdes. La tecnología del relleno sanitario contemplaba normativas básicas de impermeabilización de los suelos, con una capa de arcilla y una membrana de polietileno de alta densidad. Alcanzada la altura deseada, el terreno se “sellaba” con una capa de sesenta centímetros de tierra (Carré y Fernández, 2013; Merlinsky y Fernández Bouzo, 2007).

Para la instalación y gestión del relleno sanitario de Villa Domínico, el ceamse llevó a cabo una licitación pública, de la que resultó ganador el grupo empresario multinacional de origen ítalo-argentino, Techint, actualmente la firma de ingeniería y construcciones más grande de Argentina (Aizcorbe, Fernández Bouzo y Wertheimer, 2013).

El contrato firmado en 1978 establecía una vigencia de 20 años, período durante el cual la empresa adjudicataria debía encargarse de la “Recuperación, Forestación y Urbanización en la zona costera del Río de la Plata” (Trevin, 2012). Es decir, además de las tareas de gestión de residuos, Techint debía forestar y proveer de infraestructura vial, recreacional y deportiva 1500 hectáreas sobre la costa del Río de la Plata. Como pago por los servicios prestados, Techint recibiría un tercio de las tierras rellenadas y debería devolver los dos tercios restantes forestados para su uso público. Estas obras debían completarse antes de septiembre de 1998, fecha de vencimiento del contrato.

Sin embargo, entre los años 1993 y 1997 se firmaron una serie de convenios que eliminaron las obligaciones de la empresa contratista de entregar 1.500 hectáreas forestadas y con infraestructura vial, recreacional y deportiva, a pesar de lo cual la empresa igual recibió una compensación con una mayor proporción de tierras, que, además, no fueron aquellas afectadas a la disposición de residuos, sino 230 hectáreas adicionales ubicadas a la vera del río, cubiertas por la selva marginal.

En el año 2004, tras numerosas acciones de protesta las organizaciones locales lograron el cierre definitivo del relleno, responsabilizando al ceamse por los pasivos ambientales[4] dejados (Russi y Martinez-Alier, 2002). El saldo ambiental, tras décadas de operar en el territorio, ha sido la contaminación de la atmósfera, suelos, humedales, cursos de agua superficiales y subterráneos, ante lo cual los ciudadanos comenzaron a exigir el establecimiento de áreas de protección y medidas para la remediación ambiental.

Después de casi tres décadas de administrar la deposición de residuos –y con un saldo ambiental cuyos efectos a largo plazo se desconocen– la misma empresa comenzó a avizorar un proyecto inmobiliario en esas tierras, lo que recreó nuevas formas de conflictividad territorial.

En este contexto, la propuesta de la empresa responsable del desastre ambiental en asociación con los poderes municipales ha sido el desarrollo inmobiliario Nueva Costa del Plata (NCP).

El progreso y desarrollo como formas del nuevo empresarialismo urbano

Nueva Costa del Plata (en adelante, NCP) es un proyecto inmobiliario que pretende abarcar 230 hectáreas del área costera de los municipios de Quilmes y Avellaneda, incluyendo los terrenos desactivados del CEAMSE.

Con 1.300.000 de metros cuadrados de construcción, NCP es –según la empresa desarrolladora, Oficina Urbana– el mayor proyecto de desarrollo urbano de América Latina (Converti y De Marco, s. f.). En total, el proyecto contempla 102 hectáreas en el partido de Avellaneda y 128 hectáreas en el partido de Quilmes, con una inversión inicial de 100 millones de dólares. Además, el 70% de la superficie sería destinada a parques de carácter público, privilegiándose los espacios verdes; y el restante 30% se dispondría para usos residenciales, oficinas comerciales, hoteles, equipamientos comunitarios, museos, centros culturales, centro de convenciones y negocios y una sede universitaria. Sus edificios, de hasta 40 pisos albergarían alrededor de 25.000 personas. Se contempla, también, destinar las hectáreas del relleno sanitario desactivado a un gran parque público, de más de 400 hectáreas.

Por el proyecto Nueva Costa del Plata, el estudio de arquitectos Oficina Urbana recibió en Londres, en el año 2010, uno de los tres premios al Mejor Proyecto de América otorgado por The International Property Awards, un concurso anual internacional de arquitectura y urbanismo en donde se presentan proyectos de todo el mundo en diversas categorías (Fundación Metropolitana, 2011).

Siguiendo a Stone (1993), las decisiones de los gobiernos, lejos de ser fijas y estar predeterminadas, se realizan en función de lo que consideran metas “alcanzables” (Stone, 1993). En este sentido, la propuesta del Grupo Techint de un proyecto como Nueva Costa del Plata representó una vía interesante para las administraciones locales para resolver la cuestión de qué hacer con las áreas correspondientes al relleno sanitario desactivado. Este grupo económico ponía a disposición de los municipios un proyecto inmobiliario con un programa urbano prediseñado y con financiamiento propio, que podría dinamizar económicamente esta zona y atraer la afluencia de nuevos habitantes con mayor poder adquisitivo (lo cual se traduciría en una mayor capacidad impositiva y mayores ingresos para las arcas municipales). Además, contribuiría al embellecimiento del área ribereña y a la promoción de usos públicos en un sitio de difícil acceso. Todos estos factores incidirían en la conformación de una asociación gubernamental empresarialista (Harvey, 2007; Stone, 1993) entre los gobiernos de Quilmes, Avellaneda, de la provincia de Buenos Aires y el Grupo Techint. El territorio costero se transformó, pues, en capital territorial (Caravaca y González, 2009: 5), dando lugar a un proceso de valorización de la ribera, entendida como un recurso enraizado en el territorio, único y diferenciado, capaz de generar recursos estratégicos para mejorar la competitividad urbana de estos municipios.

Los recursos principales enunciados por los representantes del Grupo Techint y representantes municipales para argumentar en favor de NCP se basaron en la facilitación del acceso público al río, su contribución al desarrollo local y al cuidado del medio ambiente. Todos ellos constituyen un conjunto de argumentos que se inscriben en el largo plazo, dotados de cierta estabilidad y de gran legitimidad (Wertheimer, 2021), que fueron desplegados en esta situación particular por los promotores del desarrollo inmobiliario –así como por los detractores del proyecto– para defender sus posiciones. Cabe mencionar que los beneficios mencionados no son solo un asunto de retórica. Proyectos como NCP pueden generar, en efecto, incentivos selectivos y oportunidades económicas, como inversiones, creación de puestos de trabajos, aprovechamiento de un espacio liminal[5] y la generación de ingresos mediante el consumo y la atracción de un público de mayores niveles de ingresos. El problema es que, como señalan Boltanski y Chiapello (2002), la ética de la ganancia y de la acumulación ilimitada no puede legitimarse a sí misma y necesita de otros “puntos de apoyo morales”. A continuación, me interesa explorar en detalle los argumentos que sirvieron como tales.

Permitir el acceso público al río

Es un dicho popular que Buenos Aires ha sido construida “de espaldas al río” pues es muy difícil llegar a él por múltiples barreras urbanas. Desde la década de 1980, distintas administraciones locales emprendieron acciones de recuperación de la franja costera, las cuales, según Silvestri fueron empleadas para impugnar la experiencia de la Dictadura Militar (Silvestri, 2011), subrayando la apertura pública y su oposición a las ideas autoritarias de ciudad. La temática de la recuperación del espacio público ocupó, desde entonces, un lugar destacado en la agenda urbana y funcionó como una idea condensadora de muchas otras preocupaciones, entre las cuales se destaca la democracia política.

La voluntad de “recuperar” espacios públicos urbanos –entre ellos, los frentes costeros– como sitios ejemplares del ejercicio de la democracia se extiende a nuestros días y, en la zona sur del AMBA, se vincula a la revisión de un modelo de gestión territorial heredado de la dictadura, percibido como violento y autoritario.

La posibilidad de “devolver” el acceso al río y la gran cantidad de espacios y parques públicos dispuestos en el proyecto de NCP ocupa un lugar muy importante en el proyecto, con un fuerte énfasis en que, del total de hectáreas, solo un 25% estaría construido y el resto sería espacio público.

El desarrollo y el progreso

Las autoridades municipales y la empresa desarrolladora apelaron a las nociones de desarrollo y progreso como argumentos legitimadores de las intervenciones urbanas en la costa.

Ante situaciones de conflictos o controversias, los actores sociales no usan argumentos ex nihilo sino que tienden a nutrirse de justificaciones que se inscriben en el largo plazo, las cuales son constantemente reapropiadas en nuevas situaciones (Montero, 2016). Recordemos que el término desarrollo –difundido en la posguerra y aplicado por Naciones Unidas, a través de las Comisiones Regionales y especialmente a través de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)– giraba en torno a un sistema de creencias que postulaba la expansión y el crecimiento económico como pasos inevitables hacia el progreso. Tributario de la Ilustración, el progreso se asoció, en distintos proyectos hegemónicos liderados por los Estados, a la búsqueda de mejoras para las condiciones de vida de las diferentes poblaciones, teniendo como eje el acercamiento al nivel de vida de Occidente (Colmegna y Matarazzo, 2001; Gudynas, 2012).

Sesenta años más tarde, la apelación al desarrollo permanece como un recurso estratégico que goza aún de legitimidad y amplia aceptación a la hora de promocionar emprendimientos como los estudiados. Según Sachs: “quien pronuncia la palabra no denota nada, pero pretende tener las mejores intenciones. El desarrollo no tiene contenido, pero posee una función: permite que cualquier intervención sea santificada en nombre de una meta más alta y evolucionada” (Sachs, 1997).

El desarrollo puede ser considerado, pues, como un “significante flotante” (Laclau, 2005), ya que es su carácter vago e impreciso que lo torna pasible de ser definido por proyectos políticos disimiles y le otorga, también, su fortaleza: difícilmente pueda encontrarse una persona que se oponga a él, por lo cual cosecha adscriptos en un amplio abanico ideológico. Al ser un significante flotante, el sentido del desarrollo depende del resultado de una lucha hegemónica y su significado será disputado por actores que se oponen a la introducción de acciones especulativas en el territorio.

Se ha logrado orientar la inversión del capital privado para que se pueda avanzar un emprendimiento de desarrollo que le permita a la sociedad sentir un crecimiento que va para adelante y no que retrocede (…) Es un proyecto que nos va a devolver la posibilidad de sentir la dignidad de ser avellanedenses, de tener tal vez la misma característica de infraestructura urbanística y también ambiental que es la que tienen las ciudades más desarrolladas (Claudio Yacoy, Transcripción de Audio de Audiencia Pública 26 de noviembre de 2008: Proyecto Nueva Costa del Plata).

Lo que ningún representante del grupo Techint ni los funcionarios mencionaron es cómo afectaría la urbanización a la población que reside en los márgenes del proyecto, y si es que podría ser partícipe de los beneficios del desarrollo.

Un proyecto verde

Otro eje para promocionar NCP, además del fomento a la accesibilidad al río; y el desarrollo que el proyecto habría de generar, fue el impacto ambiental. Los promotores del proyecto plantearon la necesidad de intervenir en la naturaleza para “mejorarla”, característica propia de la modernidad que se mantiene incluso hasta nuestros días. Desde la Ilustración europea, entre los siglos XVIII y XIX, los espacios “naturales” valorados comenzaron a ser aquellos ordenados y transformados por el ser humano, es decir, donde se podía apreciar su dominio y control, a través de instrumentos cada vez más sofisticados por la ciencia y la técnica (Castro, 2011).

En los discursos en favor de la realización de NCP, la naturaleza fue conceptualizada, por un lado, como una entidad frágil y amenazada, necesitada de protección, con la idea de que es necesaria la aplicación de intervenciones “correctivas”. Un buen diseño y una correcta planificación son capaces de transformar un sitio contaminado en un “entorno agradable” y en un “escenario natural y cuidado”.

A través del diseño, la planificación y la intervención, siguiendo preceptos estéticos dominantes, es posible reordenar el paisaje y ocultar aquellas características no valoradas, como el barro o la contaminación, imponiendo la imagen de una naturaleza “intacta”. Una naturaleza poluída es capaz de transformarse, por medio de intervenciones físicas, en un sitio de ensoñación:

Cuando el proyecto tiene las características que nosotros le queremos dotar, tiene imágenes representativas y es justamente en estas imágenes representativas el espacio público siempre aparece dominante, como hacer trascender los temas de preocupación, la selva marginal, el albardón costero, la ribera, el río, la recuperación de cavas transformadas en espejos de agua, en lugares de comunidad, en lugares que mantengan inclusive su característica, en lugares que puedan permitir el encuentro social, que sean un lugar de ensueño (Roberto Converti, Transcripción de Audio de Audiencia Pública 26 de noviembre de 2008: Proyecto Nueva Costa del Plata).

Rasgos puntuales del ecosistema ribereño (la selva ribereña, la vista al río y a otros “espejos de agua”) adquieren, en el proyecto NCP, un estatus patrimonial (Wertheimer, 2018). Los arquitectos y diseñadores del proyecto proponen un “rescate” de estos elementos de un entorno considerado degradado y, una vez transformado en un paisaje más agradable para el imaginario social, los mismos pueden ser reinsertados como objetos ornamentales para la satisfacción estética[6]. Así, la naturaleza puede ser domesticada, tecnificada y transformada en un paisaje atractivo para los futuros compradores y paseantes de NCP.

La visión que los representantes de Techint y profesionales encargados ofrecen sobre la relación entre la naturaleza y las actividades económicas puede enmarcarse en el ecoeficientismo (Acselrad, Campello do A. Mello, y das Neves Bezerra, 2009; Harvey, 1996). Sin discutir el crecimiento ilimitado de la producción, este abordaje de la relación hombre-naturaleza reconoce las tensiones entre el desarrollo capitalista y el medio ambiente y acepta que la producción capitalista es, por definición, contaminante. Esta corriente considera, por lo general, que es el Estado quien debe hacerse cargo de las externalidades, consideradas como perjuicio involuntario –pero necesario– de las actividades económicas sobre los bienes comunes. Para ello propone conciliar la resolución de los problemas ambientales con el crecimiento económico por medio de la adaptación tecnológica. El ecoeficientismo equivale, según Foladori (2005), a un ambientalismo moderado, y es la postura que sostienen la mayoría de los gobiernos y, en buena medida, también las empresas.

El proyecto de construir NCP también apunta a valorizar un entorno contaminado y convertirlo en una nueva fuente de dinamismo económico. La naturaleza desempeñó un rol de “reservorio de recursos” a los cuales Techint echó mano para la obtención de ganancias adicionales (O’Connor, 1994).

Oposición

A raíz del permiso de las autoridades para dar inicio a las obras, en 2011, se conformó un movimiento de resistencia vecinal, el cual se nucleó en una asamblea que, por razones de confidencialidad, llamaremos La Asamblea del Sur (en adelante, LAS)[7].

La mayoría de sus miembros provenían de localidades cercanas. Las edades y extracción social tendieron a variar, con una participación de personas entre los 18 y los y 75 años. Si bien la mayoría de sus miembros podría inscribirse como de clase media (desempeñando profesiones como periodistas, profesores, estudiantes, ingenieros, biólogos y abogados), la asamblea incluyó participantes de clase media-baja y baja (obreros, amas de casa, desempleados, entre otros), a tono con la tendencia de numerosos movimientos de protesta que desarrollan formas de construcción no clasista (Cohen, 1985; Schuster, 2005).

El principal objetivo de LAS fue coordinar acciones para impedir la construcción de Costa del Plata y garantizar la preservación del ecosistema local: el humedal y la selva marginal, denunciando los permanentes desmontes y rellenos.

LAS definió su militancia como socioambiental, denunciando los efectos tanto ambientales como sociales de la gestión urbana en la ribera. En un comunicado resumían sus principales demandas, centradas en la protección del humedal:

Los humedales están entre los ecosistemas más productivos del planeta.

Son una reserva fabulosa de biodiversidad, oxígeno y agua dulce.

Regulan los excesos y deficiencias hídricas, favorecen la mitigación de las crecidas y la recarga de los acuíferos…

Mantienen la calidad de las aguas a través de la retención de contaminantes, transformación y transporte de sedimentos y nutrientes.

El Barrio de la Ribera de Bernal tiene más de 60 años de existencia.

Los vecinos tienen derecho a preservar sus hogares y a exigir condiciones sociales dignas para su barrio y para sus familias. NO podemos permitir que privaticen nuestro barrio y nuestra costa

¡EXIJAMOS LA PROTECCIÓN DE LA RESERVA NATURAL! (Blog de LAS, 2011).

La búsqueda de una mayor autonomía y protagonismo de la comunidad en la toma de decisiones sobre el territorio es el correlato del rechazo al lazo tradicional de representación política y del sentimiento “antiburocrático” que tiende a “ver como legítimo todo lo que provenga de los ciudadanos y como sospechoso todo lo que provenga de la administración pública” (Azuela, 2006: 69).

Una característica fundamental de LAS, compartida por varios movimientos sociales que emergieron a partir de la crisis argentina de 2001, fue la realización constante de acciones públicas de protesta como estrategia para hacer oír sus reclamos en el espacio público. LAS tuvo un período inicial marcado por una gran propensión a la acción directa.

Sus primeras acciones fueron encuentros de difusión, estivales, talleres de arte, también realizaron caminatas en la ribera, bajo el lema “conocer para defender”. En ellas convocaban a vecinos y público interesado a recorrer los terrenos donde se ha de construir NCP: la Ribera de Bernal, la reserva municipal quilmeña, sus humedales y el perímetro exterior del CEAMSE. “Para que alguien defienda algo, tiene que conocerlo. Y eso se logra con estas recorridas, al entender cómo funciona la naturaleza y qué es lo que está en peligro”, afirmaba un integrante de LAS (Diario Lavaca, 2013).

En las caminatas más numerosas, llegaron a asistir más de 70 personas –todas de fuera del barrio– quienes tienen la oportunidad de conocer el “pulmón verde del municipio” y olvidarse, durante las tres horas de caminata, de su rutina y de la vida urbana. Los vecinos de la Ribera de Bernal, en cambio, nunca han asistido a una caminata y miran con extrañeza el interés en ese espacio de los desconocidos que vienen de los barrios cercanos de clase media.

LAS integró redes nacionales y regionales de asambleas socioambientales. Esta pertenencia aportó un marco de comprensión común de las diversas problemáticas ambientales y territoriales, y proveyó de cierta visión de “unidad” entre diversas luchas que a priori podrían parecer aisladas. Además, esta pertenencia les brindó marcos de acción comunes –entendidos estos últimos como “esquemas de interpretación que organizan la experiencia (…) fijan denominadores comunes y prefiguran desafíos compartidos, articulan esquemas de interacción y delimitan el campo de las interpretaciones y las performances posibles” (Cefaï, 2008: 54).

Así, las problemáticas locales fueron enmarcadas en un proceso socioterritorial general que apunta a consolidar un proceso de elitización de las riberas, como manifestación local de un sistema regional en el que el capital inversor avanza sobre distintos recursos naturales y espacios comunes (Wertheimer, 2020).

Según esta agrupación, existen rasgos de gran similitud respecto de los efectos y características de la especulación inmobiliaria y la entrega del suelo urbano para la expansión del capital en contextos urbanos y en contextos rurales, acercándose, de este modo, a las nociones de extractivismo y de extractivismo urbano

LAS impugnó esta visión “productivista” de la naturaleza y del territorio, planteando que sería imposible evitar el impacto de las nuevas 25 mil viviendas y edificios de 40 pisos en el particular ecosistema signado por la selva marginal y el humedal. Una integrante de LAS acusaba a la empresa:

[Techint] tiene un doble discurso: dice que protege el medio ambiente y ocupa, mutila y deforesta cincuenta y cuatro hectáreas de selva marginal, declarada de interés por la UNESCO. La mutila, la rellena, son cuatro millones de metros cúbicos de material que se van sacar del refulado del río (Transcripción de Audio de Audiencia Pública 26 de noviembre de 2008: Proyecto Nueva Costa del Plata).

En 2012 las inició un recurso de amparo para detener las obras de NCP. Este se basó, en primer lugar, en el derecho a la participación ciudadana en las decisiones sobre el territorio y en la necesidad de llevar adelante procedimientos de evaluación de impacto ambiental, dispuestos por la Ley General del Ambiente Nº 25.675 (LGA). Según se consignaba en la causa judicial, ambas figuras jurídicas no habían sido respetadas. Pero el argumento central de la demanda fue la infracción que estaban cometiendo, tanto la Municipalidad de Avellaneda como el Grupo Techint, a lo que establece la Ley Nacional Nº 26.331 de “Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos” (en adelante, LBN), que indican una protección ambiental nacional común. Acorde a lo estipulado por la LBN, pues, el amparo solicitaba el cese y la recomposición del daño ambiental ocasionado por el proyecto urbanístico referido. El amparo afirmaba que megaproyecto inmobiliario Nueva Costa del Plata provocaría daños irreparables al medio ambiente, como la destrucción del bosque ribereño; la eliminación de los humedales que allí se encuentran; la pérdida de la flora autóctona; la desaparición de una zona de conectividad biótica; y severas consecuencias sobre el régimen costero (erosión e inundaciones, entre otros).

Un efecto interesante de la medida cautelar y la necesidad esgrimida en ella de garantizar la protección al bosque ribereño, fue su incidencia en las formas de argumentación de las demandas de LAS. De la multiplicidad de aristas que reviste toda problemática ambiental, la demanda se centró en la necesidad de conservación de un ecosistema considerado en peligro, operando un recorte selectivo por sobre otras dimensiones (como el derecho al hábitat, entre otras). Este recorte que se hizo en la demanda sobre la problemática ambiental –y el hecho de que haya tenido cauce en la justicia– influyó en que el conflicto ambiental fuera reduciendo su complejidad y que, de las múltiples dimensiones posibles, LAS se concentrara en la defensa de la selva marginal y el humedal, desde una postura crecientemente conservacionista.

En este sentido, las formas y lenguajes que adoptó la protesta pueden interpretarse como una adaptación a las formas y lenguajes impuestos por el orden dominante, a través del derecho y la ciencia, a los efectos –no necesariamente estratégicos ni conscientes– de poder tener más posibilidades de hacer oír sus demandas. Éstas, pues, se apoyaron en los recursos del andamiaje judicial y, en buena medida, del lenguaje científico, históricamente definido como aquel epistemológicamente válido (Nygren, 1999).

LAS, pues, se centró en la apelación a la voz de los “especialistas” como fuente legitimante de sus reclamos. En este contexto, fueron adoptando un lenguaje experto basado en la conservación del humedal. Sus denuncias advierten que el proyecto tendrá consecuencias directas para las zonas ya urbanizadas, al oeste de la traza de la Autopista Buenos Aires - La Plata. Según los miembros de la organización, durante las crecientes del Río de la Plata, los humedales funcionan como receptáculos de contención de la escorrentía de las zonas urbanizadas aguas arriba. La preservación del humedal, sostienen en las, es la clave para prevenir inundaciones y, por otro lado, explican en clave organicista, “es como un inmenso riñón que filtra toda esa agua contaminada que le enviamos” (Entrevista a miembro de las realizada en 2015).

Además de sus funciones útiles para la sociedad, la conservación del humedal y la selva marginal quilmeña se fue convirtiendo para los miembros de las en un valor intrínseco, independiente de su utilidad social, adoptando una posición con tintes crecientemente conservacionistas. El conservacionismo valora a la naturaleza en “estado puro” y busca protegerla de la acción predatoria de los seres humanos. Para Milton el conservacionismo consiste, en definitiva, en una práctica de mantenimiento de fronteras: la frontera que separa especies, subespecies y ecosistemas; y aquella que escinde lo considerado natural de toda influencia humana (Milton, 2001). En este sentido, el lenguaje científico que LAS fue adoptando para la protección del ambiente ribereño, amén de facilitar la tarea de disputar los argumentos de empresarios y funcionarios –actores situados del otro lado de la frontera antagónica– terminó obturando la posibilidad de llegar a un piso común de entendimiento con los vecinos de la Ribera de Bernal. En ello me detendré en el siguiente apartado.

Malentendidos culturales en La Ribera: ¿hábitat o medio ambiente a proteger?

En el barrio de la Ribera de Bernal, el conflicto por la construcción de Nueva Costa del Plata vino a sumarse a la larga lista de problemáticas e incertidumbres con las que los vecinos acostumbran a lidiar en sus vidas cotidianas. Entre los habitantes de La Ribera, las preocupaciones, los tiempos y el conocimiento de los hechos que enfrentaban a organizaciones ambientalistas con empresarios y municipios tomaron otro espesor.

Si el inicio de las obras de NCP, para los vecinos de los barrios de clase media derivó en la construcción de un nosotros consciente de sus intereses como grupo y en la organización de acciones colectivas para impedir el avasallamiento del ecosistema ribereño, para aquellos vecinos de La Ribera la amenaza de NCP constituía una problemática habitacional y una incógnita respecto a la posibilidad de poder seguir con la reproducción de sus vidas. Incluso la amenaza de un posible desalojo tampoco comenzó en el mismo punto temporal que para los asambleístas el conflicto que los enfrenta a Techint. Los riesgos de desalojo para los habitantes de La Ribera son co-constitutivos de la formación del asentamiento, como fragmento que sobrevivió a la erradicación para la instalación del CEAMSE en la década del 70. Como menciona uno de los residentes históricos: “Cuando yo tenía 3, 4 años, Techint ya quería agarrar. Tengo 54 y no agarró nada Techint”. Así, la posibilidad de sufrir una erradicación para dar lugar a la construcción de NCP no los sorprendía ni movilizaba más de lo habitual.

Otros vecinos cuentan que “alguien de Techint” les aseguró que la construcción de lo que conocen como “el country” no afectaría su permanencia en el barrio: “A nosotros Techint nos dijo que al barrio no lo iba a tocar. Así que a nosotros no nos iba a perjudicar en nada, al contrario, nos podía llegar a… Íbamos a tener muchas mejoras para el barrio” (Entrevista realizada en 2016). En este sentido, a muchos vecinos la idea de la instalación de un country les resulta sugestiva, en lo que aspiran a ser beneficiarios indirectos del progreso y de las inversiones que el Estado nunca realizó:

Autora: ¿Piensan que [la instalación de NCP] les va a afectar a ustedes?

Entrevistado: Sí... Pero, por ahí… [Hace una pausa]. Mirá, la verdad, creo que va a ser mejor, porque lo van a tratar de cuidar. Donde hay gente de plata, cuidan todo. Lo van a cuidar, lo van a poner mejor (Entrevista a residente de La Ribera de Bernal realizada en 2015).

La mayoría de los pobladores ribereños ha desarrollado estrategias para convivir con la incertidumbre y la intranquilidad que les provoca la posibilidad siempre latente de relocalización:

El día de mañana que venga el CEAMSE y te digan “bueno muchachos, se tienen que ir”, bueno, así como quieren que te vayas, yo pienso que van a tener que hacer un resarcimiento también. Porque vos te imaginás que la gente que estuvo acá, que no es de ahora, que tiene 40 o 50 años, no te pueden decir mañana de irte a la calle, no… (Entrevista a residente de La Ribera realizada en 2016).

Mirá, se habla mucho, se habla de ese proyecto que quieren hacer countries. Otros dicen que va a pasar una ruta, dicen que van a unir Berazategui, todo eso. Se va a hacer una ruta costera que quieren hacer. Todo eso se habla, pero hasta ahora no se sabe nada (Entrevista a residente de La Ribera realizada en 2016).

Un eje importante del accionar de LAS fue establecer vínculos con los habitantes de la Ribera de Bernal e intentar llegar a un marco de entendimiento común frente a la problemática del avance de NCP sobre la selva marginal. El objetivo de LAS fue intentar que los vecinos adoptasen como propia la defensa de este territorio no solo en cuanto hábitat, sino también como un espacio ecológicamente valioso. Pero ningún habitante de La Ribera se acercó a estas actividades ni comprendió del todo su propuesta.

Ningún vecino se ha sentido interpelado tampoco a participar de las caminatas guiadas por la selva marginal quilmeña, que se realizan desde hace diez años y a las cuales son invitados regularmente. La “naturaleza”, que constituye el día a día de los pobladores ribereños, no representa para ellos sino una categoría vacía. Si bien viven y deben lidiar con ese entorno todos los días, no perciben “la naturaleza” desde un lugar de exterioridad, sino desde la habitación. Parafraseando a Ingold, saben del mundo “no describiéndolo desde afuera sino realizando una inmersión en él” (Ingold, 2012: 44). En el barrio, incluso, nadie sabe, siquiera, que la reserva cuyo cuidado pregonan los ambientalistas es el mismo barrio de La Ribera de Bernal.

A pesar de una relación de mutua colaboración y la cordialidad, lo que prima en las relaciones ribereños-ambientalistas son los malentendidos culturales (Carman y González Carman, 2019), entendidos como la incomprensión de “los diversos colectivos que pueblan la Tierra” hacia “las cuestiones fundamentales que impulsan a moverse a los otros colectivos (Descola 2012: 409, citado en Carman y González Carman, 2019).

Los intercambios cordiales y solidaridades entre los ambientalistas y los habitantes de La Ribera coexisten con cierto resquemor por parte de estos últimos, pues perciben en los miembros de la asamblea una voluntad de aleccionamiento sobre sus prácticas cotidianas y sobre cómo deben vivir. Con mensajes y actividades alejados de la experiencia y preocupaciones diarias de los lugareños, las enseñanzas ecologistas de LAS son vistas como una imposición. Los ribereños sienten que sus actividades materiales cotidianas son cuestionadas. Desde su percepción, los ambientalistas pueden abrazar la naturaleza porque no tienen que lidiar con ella todos los días (sin el riesgo de perderlo todo o hasta de morir ante una sudestada). Y lo que es más: los ambientalistas pueden elegir rechazar el “progreso”, mientras que los ribereños anhelan su llegada.

La relación asamblea-ribera se entabló, entonces, como una relación de interlocución plena de equívocos. Todos los intentos de los ambientalistas para que La Ribera incorporara la “causa ambiental” no fueron leídos sino como actos con cierta dosis de violencia simbólica[8] (Bourdieu y Wacquant, 2014). Con su saber científico incorporado y naturalizado como habitus, los ambientalistas terminaron erigiéndose, de alguna manera, en “portavoces autorizados del ecosistema”, ostentando una “posición epistemológica superior” (Carman y González Carman, 2019), que los llevó a colisionar una y otra vez con las maneras en que los vecinos sienten y piensan sus vidas y su lugar circundante. Como mencionaba en el apartado anterior, el uso estratégico de un discurso conservacionista logró legitimar su causa en las esferas de poder. Pero esta concepción de la naturaleza terminó por obturar la posibilidad de tejer un ámbito de interlocución simétrico con los habitantes de La Ribera. Como señala Trentini (2005), el conservacionismo, al reducir la naturaleza a lo biológico-ecológico y omitir la existencia de intereses divergentes en las poblaciones locales, termina obrando como un discurso moralizante que define “lo que la gente puede hacer o no” (2005: 16). A pesar de todas las acciones emprendidas en contra de la construcción de NCP, en 2016 se aprobó una ley provincial que dio los permisos legales para poder comenzar a construir.

Conclusiones

A partir del proceso de valorización inmobiliaria iniciado en 2004 en la ribera de Quilmes y Avellaneda (Buenos Aires, Argentina) comenzaron a circular, en el espacio público local, distintos usos posibles para el territorio. De esta controversia es posible identificar tres grandes posturas: en primer lugar, aquella sostenida por el Grupo Techint, quien propone un proyecto inmobiliario a gran escala, Nueva Costa del Plata. Dentro de esta misma posición se encuentran –aunque no de manera unívoca– los estados municipales y provincial, que respaldan y promueven institucionalmente la propuesta. Esta postura en favor del desarrollo inmobiliario –con argumentos relacionados al crecimiento y desarrollo económicos–.

En segundo lugar, encuentro un sector ambientalista, conformado por organizaciones movilizadas contra la gestión del CEAMSE que mantienen su oposición a toda acción que provenga de Techint. Este sector se irá nutriendo de nuevos actores movilizados por el medio ambiente local e irá, paulatinamente, adoptando tintes conservacionistas.

Por último, los vecinos de La Ribera de Bernal, barrio popular lindante al CEAMSE, no presentan una postura unívoca con respecto a la deseabilidad del emprendimiento, ya que poseen una agenda propia de preocupaciones –ligada a su precaria situación habitacional, a la posibilidad de permanencia en el barrio y la resolución de los problemas cotidianos– que no parece vincularse directamente a preocupaciones medioambientales. En efecto, con actitudes animistas hacia el agua del río y la basura luego de las sudestadas, algunos habitantes ribereños acuerdan con la puesta en marcha del proyecto Costa del Plata para mejorar las condiciones habitacionales y no se sienten convocados por la causa medioambiental.

El respaldo e impulso que encontró la propuesta del grupo empresario entre los gobiernos de Quilmes, Avellaneda y de la provincia de Buenos Aires da cuenta de una asociación gubernamental empresarialista que busca aprovechar el capital territorial presente en el territorio costero a fin de mejorar la competitividad urbana de estos municipios: la presencia del Río de la Plata, bosques “vírgenes”, numerosas hectáreas sin edificar y la proximidad a la autopista Buenos Aires-La Plata que asegura una ágil conexión con la ciudad capital.

El rol protagónico de las inversiones privadas en la mayor parte de las experiencias de refuncionalización de áreas costeras constituye una tendencia generalizada, y no una excepción. A fin de que las intervenciones urbanas sean económicamente rentables, la oferta residencial y de servicios se dirige a segmentos socioeconómicos de altos ingresos y la provisión de espacios públicos “abiertos a todos” pasa a un segundo orden de prioridades.

Por otra parte, la propuesta omite que la misma empresa a quien se encomienda la “recuperación” ambiental ha sido la responsable de contaminar y de fraguar un contrato con el Estado, a través del cual obtuvo la propiedad de terrenos que no figuraban en el contrato original de concesión.

En función de estos incentivos potenciales, las gestiones locales dejaron en un segundo plano las controversias y la desaprobación popular que generó el proyecto, principalmente entre organizaciones barriales ecologistas que se posicionaron en contra de la realización de negocios inmobiliarios en la zona costera y a favor de la conservación del ecosistema local.

Particularmente, La Asamblea del Sur (LAS) ha tenido un gran protagonismo organizando protestas, con sus célebres caminatas por la ribera en un área declarada como reserva natural. Sin embargo, este grupo ambientalista, que abraza la causa de la justicia ambiental tanto como social, encontró serias dificultades a la hora de interactuar con poblaciones locales directamente afectadas por el proyecto de Techint. En la práctica de un ambientalismo “crítico” –capaz de integrar las luchas ambientales con las sociales– LAS encontró dificultades y limitaciones adicionales. Anclados un marco naturalista y moderno, los ambientalistas no pudieron superar los malentendidos culturales a la hora de interactuar con las maneras en que los habitantes de La Ribera de Bernal sienten y piensan sus vidas y su lugar circundante.

Este artículo profundizó en la trama de sentidos que hicieron al conflicto, a partir de un enfoque etnográfico, que permitió entender los desencuentros que se suceden cuando no existe consenso sobre el problema, la solución ni sobre la naturaleza de la problemática ambiental en cuestión. A partir de un caso de estudio de escala intermedia (Hylland Eriksen, 2016) buscamos contribuir a los análisis de los cambios ambientales, sociales y de los malentendidos culturales en tiempos de creciente vulnerabilidad planetaria, apuntando a poner en la mesa la necesidad de nuevos enfoques que trasciendan las herramientas occidentales cientificistas para aprehender “otras maneras de ser en el mundo” y dar con soluciones acertadas a problemáticas socioambientales inéditas.

Material suplementario
Información adicional

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Notas
Notas
[1] Este artículo fue escrito en el marco de la European Union’s Horizon 2020 Research and Innovation Programme (Proyecto CONTESTED_TERRITORY, Marie Skłodowska-Curie Grant Agreement nº 873082).
[2] Solo para tener una noción de la posible progresión de esta cifra en la actualidad, el Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVyM) fijado entre enero y agosto de 2015 era de $5.588. A julio de 2021 el SMVyM es de $ 27.216.
[3] Téngase en cuenta que la planta potabilizadora aysa, instalada a pocos metros del Barrio La Ribera de Bernal, desde el año 1978 provee de agua potable a numerosos barrios de la zona sur del amba y de caba. Para abastecer a este asentamiento, tuvieron que pasar tres décadas y muchas negociaciones y pedidos de los habitantes ribereños. A pesar de haber provisto de agua potable en 2013, La Ribera de Bernal aún no cuenta con servicio de saneamiento (cloacas).
[4] Los pasivos ambientales están constituidos por los daños ambientales producidos por ciertas actividades económicas extractivas o de residuos que se transfieren a la colectividad. Autores como Russi y Martinez-Alier (2002) emplean el concepto para asimilar los daños producidos a los balances contables de las empresas. Muchas veces no es fácil identificar un único responsable, y se habla de la “Deuda Ecológica del Norte con el Sur”, la cual incluye los pasivos ambientales de las empresas transnacionales. Aquí, sin embargo, utilizaré el término para referirme a la localización de las externalidades negativas del proceso productivo y su desigual distribución social.
[5] Se trata de espacios donde se encuentran de manera simultánea significados disidentes, lo que lo convierte en un “espacio de ansiedad” (Alfayé Villa y Rodríguez-Corral, 2009), pues no pueden ser definidos rotundamente ni como espacios urbanos ni rurales.
[6] Para obtener una naturaleza patrimonializada es preciso organizar selectivamente un territorio, lo cual implica excluir los paisajes y personas de la no belleza (Diegues, 2008; Girola, 2006). Como mencioné y profundizaré más adelante, ningún representante anunció de qué modo la concreción de una ribera estetizada afectará a los vecinos que desarrollan su vida en la no estetizada Ribera de Bernal.
[7] Este y otros nombres han sido cambiados para proteger la identidad de los sujetos entrevistados.
[8] Recordemos que Bourdieu emplea este término para explicar fenómenos tan diferentes como la dominación personal en sociedades tradicionales o la dominación de clase en las sociedades avanzadas y es una idea central en toda su obra. Muy a grandes rasgos, la violencia simbólica puede resumirse como el modo en que los dominados aceptan como legítima su propia condición de dominación (Bourdieu y Wacquant, 2014).

Imagen 1
Mapa de La Ribera de Bernal
Fuente: elaboración propia en base a Openstreetmaps.

Imagen 2
Playas de la Ribera de Bernal
Fuente: archivo propio

Imagen 3
Mapa de cuencas del Área Metropolitana Sur
Fuente: Galafassi et al (2014)
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