ARTÍCULOS LIBRES
REDES SOCIO TÉCNICAS Y “BAQUÍAS” ENTRE PUESTEROS DEL CHACO SANTIAGUEÑO
Socio-technical networks and "baquias" among puesteros of the Chaco Santiagueño
REDES SOCIO TÉCNICAS Y “BAQUÍAS” ENTRE PUESTEROS DEL CHACO SANTIAGUEÑO
Avá. Revista de Antropología, vol. 39, pp. 166-185, 2021
Universidad Nacional de Misiones
Recepción: 16 Noviembre 2020
Aprobación: 12 Agosto 2021
Resumen: El presente trabajo expone los resultados de una investigación etnográfica desarrollada entre 2014 y 2018 en el departamento Alberdi de la provincia argentina de Santiago del Estero. Tomando como marco analítico la teoría del Actor-red, se describe el puesto ganadero de una familia campesina particular en términos de una red socio técnica, en la cual se articulan cadenas de actantes humanos y no humanos en el marco de un programa de cría doméstica. En primer lugar, se analiza el proceso de concatenación de artefactos que permiten controlar a los vacunos y los procesos técnicos que implicaron sus respectivos ensamblajes. Se hace énfasis en los artefactos de contención y los de control del agua. En segundo lugar, las habilidades técnicas mediante las cuales los miembros de la familia interactúan cuerpo a cuerpo con los animales bovinos. Se hace especial hincapié en las técnicas de arrear y enlazar.
Palabras clave: Redes sociotécnicas, Habilidades técnicas, Artefactos, Ganadería.
Abstract: This work presents the results of an ethnographic research carried out between 2014 and 2018 in the Alberdi department of the Argentine province of Santiago del Estero. Drawing on Actor-network theory as analytical framework, the article describes the domestic cattle ranch of a particular peasant family in terms of a socio-technical network, in which chains of human and non-human actants are articulated in a program of domestic breeding. First, I analyze the process of concatenating artifacts that allow control of bovine animals and the technical processes involved in their respective constructions. I take as main cases the containment devices and the water control devices. Second, the technical skills by which family members interact hand-to-hand with bovine animals. Particular emphasis is placed on the techniques of herding cows and the different ways of using the tie.
Keywords: Socio-technical networks, Technical skills, Artifacts, Cattle raising.
Introducción
Definiría un buen informe como aquel que rastrea una red (…) Es una narrativa o una descripción o una propuesta donde todos los actores hacen algo y no se limitan a quedarse sentados (…). La red no designa una cosa que está allí fuera y que tendría la forma aproximada de puntos interconectados, como una “red” telefónica, vial o cloacal. Describe (…) la capacidad de cada actor de hacer que los otros hagan cosas inesperadas (Latour, 2008: 187).
El presente artículo etnográfico describe el “puesto” como una red socio técnica (Latour, 1998 y 2008; Soares, 2019) al interior de la cual se desarrollan prácticas de cría bovina, llevadas a cabo por miembros de una familia campesina del departamento Alberdi, en la provincia argentina de Santiago del Estero. Esto supone, por un lado, analizar al “puesto” de la familia Sánchez[1] como una trama compuesta por una heterogeneidad de actantes humanos y no humanos afectados en sus cursos de acción por las disposiciones ecológicas que el trabajo de las personas les fue otorgando a lo largo de distintos procesos creativos, con el propósito de posibilitar la crianza extensiva de “hacienda”[2] a monte. Por otro lado, implica poner en el centro del análisis las habilidades técnicas (Ingold, 2011) desarrolladas por el grupo doméstico en virtud de su capacidad para articular o enrolar animales, materiales, herramientas y artefactos a programas (Latour, 2008) de crianza pecuaria.
El concepto de red socio técnica se inscribe en la teoría del Actor-red (TAR), desarrollada principalmente por Latour (1998, 2008), Callon (1998) y Law (1998). Según Latour (2008), el uso de la palabra red es metafórico y forma parte de una heurística útil para guiar las descripciones etnográficas, a fin de tornar rastreables movimientos asociativos entre humanos y no humanos. En este sentido, si bien la actividad humana es el eje nodal en las producciones etnográficas de la TAR, el proyecto de una sociología de las asociaciones invita a generar descripciones donde los constituyentes no humanos sean tomados como actores susceptibles de ser enrolados en tramas más amplias y convertidos en generadores de agencias dentro de los marcos relacionales en los cuales participan.
Ahora bien, la descripción etnográfica propuesta en este trabajo se realiza en referencia a dos aspectos. En una primera dimensión, el análisis se efectúa rastreando y describiendo dos artefactos nodales de la red socio técnica en cuestión, teniendo como ejes interpretativos los modos en los cuales se articulan recíprocamente cada uno de ellos y los procesos técnicos mediante los que fueron adquiriendo existencia al interior de la red puestera. Más precisamente, se describen interrelaciones entre artefactos de contención animal y tecnologías de control del agua (Bilbao, 1964), en tanto dispositivos con un peso significativo en las mediaciones establecidas entre humanos y animales vacunos (Sautchuk, 2007).
El trabajo sostenido a lo largo del tiempo y coagulado en la materialidad del ambiente habitado, es condición fundamental para la construcción del vínculo de crianza entre “puesteros” y “hacienda”, en tanto conmina a las vacas a tener al “puesto” como punto de paso obligatorio (Law, 1998: 71). Se configura de este modo, una red de control que posibilita el encuentro cuerpo a cuerpo en condiciones óptimas para que el grupo doméstico medie técnicamente con la “hacienda”. Dichos encuentros, constituyen la segunda dimensión de análisis del artículo, dado que en ellos es posible observar el despliegue de habilidades técnicas (Ingold, 2011) de cría extensiva a las cuales los puesteros denominan “baquías”. En otras palabras, las “baquías” son formas de un saber hacer (Padawer, 2013) incorporado. A través de estas formas de saber-hacer, los “puesteros” interactúan en estrecho contacto corporal con estos mamíferos de prominente porte a fin de movilizarlos en el marco de diferentes tareas de cría.
El primer apartado del articulo analiza la formación social “puestera” en el marco del espacio social en el cual se insertan. En el segundo, se despliegan algunos conceptos básicos de la sociología de las asociaciones o TAR. El tercero y cuarto desarrollan la construcción histórica de la red socio-técnica puestera, entendiéndola como corolario de la puesta en práctica de habilidades técnicas sobre materiales del ambiente. Por último, se describen y analizan cómo los puesteros se relacionan inter corporalmente con la “hacienda” mediante habilidades técnicas caracterizadas con los nombres de “arreo” y “enlazado”.
Caracterizando a los puesteros y el espacio social local
El Departamento Alberdi[3] se encuentra ubicado en el extremo norte del Chaco santiagueño, limitando hacia el este con la provincia de Chaco (Bilbao, 1964; Colucci, 2012). Forma parte del Chaco semiárido o seco, una sub región del Gran Chaco con escasos cauces fluviales naturales y una abundante vegetación arbórea y arbustiva de características xerófilas.
Desde comienzos del siglo XX, se configuró como un espacio de extracción forestal de las especies de quebracho colorado y algarrobo, que sirvieron para la producción de distintos artefactos de madera elaborados en el marco de establecimientos obrajeros de diversa envergadura. Como una actividad secundaria respecto de la extracción forestal, se fue configurando la ganadería “puestera” en pequeña escala, cuya inserción en la región se efectuó durante el periodo colonial (Tasso, 2007).
El grueso de quienes poblaban los parajes dispersos y pequeños pueblos de la región[4], fueron, al menos hasta la década del ochenta, trabajadores “hacheros” u obreros golondrinas. Constituía un colectivo cruelmente explotado desde inicios del siglo XX (Tasso, 2007). Este grupo de trabajadores, en los últimos cincuenta años, vio desaparecer paulatinamente las posibilidades laborales en la región chaqueña, pasando a oscilar entre el desempleo, el empleo esporádico en el Departamento Alberdi, migraciones estacionales a regiones lejanas (Bilbao, 1964) y trabajo doméstico[5].
A diferencia de los otros nucleamientos familiares, al momento de realizar mi trabajo de campo, el caso de los Sánchez tenía una configuración poco frecuente y representaba un escalafón más alto en la jerarquía de clases del mundo campesino auto percibido “criollo” (Bilbao, 1964). Era una unidad domestica clasificada y auto identificada “puestera”, en tanto su principal estrategia reproductiva (Schiavoni, 2008), era la cría/venta de “ganado mayor” o “hacienda” (bovinos)[6].
En ese entonces, a familia Sánchez estaba compuesta por el matrimonio de Carlos (72) y su esposa Guillermina (64), sus hijos Raúl (45), Mariano (40), Pablo (30) y Carmen (25). Mariano y Pablo convivían con sus respectivas parejas e hijos en ranchos ubicados en el mismo predio familiar, mientras Carmen asumía el cuidado de su hijo de cuatro años como madre soltera y residía junto a él en casa de sus padres. En la división cotidiana del trabajo, pude observar una segmentación de género en las labores domésticas muy marcada: los miembros femeninos se encargaban de tareas reproductivas en el hogar y otras actividades productivas relacionadas a la cría de “ganado menor”, mientras que los miembros masculinos adultos asumían labores vinculadas a la cría de “hacienda” o “ganado mayor”.
A fin de crear una tipología que permitiera clasificar los sistemas productivos del Chaco ganadero en Santiago del Estero, Tomsic (2015) propuso dividir las explotaciones agropecuarias existentes en dos grandes grupos. Por un lado, las explotaciones familiares, aquellas dónde la propiedad y el trabajo se encontraban íntimamente ligados a la unidad doméstica. Por otro, las explotaciones empresariales, en las cuáles la totalidad de la fuerza de trabajo usada en el proceso productivo era resultado de la contratación de mano de obra asalariada. A su vez, distinguió ambos segmentos en las sub categorías de capitalizados o no capitalizados, en función de una serie de criterios como stock ganadero acumulado, inversión tecnológica y cantidad de hectáreas detentadas por explotación. Siguiendo estos lineamientos, los Sánchez podían ser tipificados como una explotación familiar con un nivel de capitalización medio, en tanto que la fuerza de trabajo era provista principalmente por integrantes de la unidad doméstica, pero poseían más de 928[7] cabezas de ganado acumulado y cierto excedente reinvertido en tecnología y herramientas de trabajo. Asimismo, cabe aclarar que se trataba de una explotación sin límites definidos y sus integrantes desconocían, a su vez, el número exacto de bovinos en existencia. En efecto, durante diversos intercambios señalaron que poseían entre 1200 y 1500 vacunos en sus campos, sin poder establecer una cifra exacta.
La teoría del actor-red: una breve introducción
La TAR es una teoría social contemporánea nacida del ámbito de la sociología de la ciencia, pero con el tiempo fue corriendo sus fronteras hacia problemas más generales respecto al lugar de los dispositivos técnicos en la construcción del orden social. Aunque sus representantes más reconocidos son Latour (2008), Callon (1998) y Law (1998), la teoría fue adquiriendo forma en un trabajo colaborativo bastante más extendido, en función del cual fueron concretándose fuertes críticas a ciertas dicotomías arraigadas en el léxico con el que se pensó la producción de conocimiento científico desde la epistemología y la sociología: naturaleza-sociedad, sujeto-objeto, macro-micro, externo-interno.
Al disolver la brecha entre lo social y lo natural, las características normalmente imputadas a actores humanos se extendieron a múltiples no humanos, mediante lo que se conoce como principio de simetría radicalizada. Principalmente, la capacidad de actuar de los objetos, no per se, sino en el marco de redes relacionales capaces de movilizar cursos de acción entre sus constituyentes transitorios (Domènech y Tirado, 1998).
El objetivo principal de la teoría, radica en rastrear y traducir mediante descripciones minuciosas, redes socio técnicas compuestas por una pluralidad de asociaciones, cuyos nodos articulan contingentemente a humanos y no humanos en determinados patrones procesuales. Si dichas texturas hibridas son configuradas por acciones capaces de estabilizarlas en momentos puntuales de su desarrollo—quizás múltiples y asimétricos intereses traducidos en programas convergentes—, también es cierto que una vez constituidas las redes se imponen sobre quienes las formaron, transfigurando sus cursos de acción en dinámicas en las cuales las agencias vienen jalonadas por múltiples relaciones.
Ahora bien, al tratarse de un enfoque preminentemente descriptivo, se torna esencial analizar el léxico con el cual traducimos en palabras o figuramos narrativamente a los actantes[8] imbricados en las redes (Latour, 2008). Si las acciones dejan rastros y la figuración es la traducción de esos rastros en relatos que proveen de “carnadura y características” y “hacen que tenga alguna forma o figura” (Latour, 2008: 83), también es cierto que de ningún modo se aproximan a “un retrato fiel de un pintor figurativo”, dado que la TAR admite una pluralidad de posibilidades figurativas para idénticos actantes (Latour, 2008: 84).
En esta dirección, la etnografía desarrollada se propuso analizar al “puesto” de la familia Sánchez como una red socio técnica que hace posible el trabajo de cría extensiva a monte. Al interior de esta trama susceptible de anudar humanos y no humanos, las acciones de las personas involucradas son figuradas o descriptas tomando como lineamiento principal el despliegue de habilidades técnicas (Ingold, 2011) puestas en práctica en el curso del trabajo familiar; saberes corporizados a partir de los cuales se ensamblan materiales, artefactos, herramientas, cambios estacionales holísticos y animales bovinos a un proyecto de cría y comercialización bovina.
Creando redes socio técnicas para cría de hacienda
Este apartado se refiere a la creación de ambientes en tanto trasfondos posibilitadores del trabajo de cría vacuna. Analiza el proceso de cristalización histórica de dos tipos de artefactos (Latour, 1998; Ingold, 2000) con un lugar significativo en la red socio técnica en la cual se asocian “puesteros” y “hacienda”, a saber: las “aguadas” y los artefactos de contención. Los últimos, son concebidos como el resultado de una serie de trabajos llevados a cabo por el grupo doméstico a lo largo de diferentes procesos, descriptos en términos de labores o tareas domésticas que tenían el propósito general “acondicionarle el lugar a la hacienda”, e involucraban la puesta en práctica de determinadas habilidades técnicas y la conversión de distintas instancias no humanas del ambiente montaraz en materiales para la construcción de estos dispositivos.
Durante las primeras interacciones con los miembros de la familia, fui recogiendo distintos relatos referidos a cuándo y cómo se habían construido o adquirido algunos de estos dispositivos indispensables para llevar a cabo las prácticas de crianza bovina. Partiendo de estas narrativas, una de mis estrategias metodológicas para inscribir históricamente el desarrollo de la red socio-técnica, consistió en recorrer el puesto con integrantes de la familia Sánchez a fin de que pudieran narrar las transformaciones técnicas, indicándome in situ las mutaciones del paisaje puestero a lo largo del tiempo. En estas caminatas, en las cuales nos topábamos con estos artefactos, fui repreguntando a distintos miembros del grupo respecto a elementos que pudieran revelar y/o evidenciar cuestiones no inmediatamente tangibles: cómo, cuándo y en qué circunstancias fueron materializándose tales dispositivos, y el rol cumplido por estos últimos en el proceso de cría.
Esta estrategia me permitió entender la historicidad de esa red “puestera” como parte de dos procesos interconectados. Por un lado, el trabajo de creación de la red socio técnica para la cría ganadera, sobre el cual haremos hincapié a lo largo del texto. Tal perspectiva, nos llevó a poner de relieve el rol crucial que jugaron las habilidades practico-perceptuales en esta tarea de vinculación con la trama vegetal y animal del monte chaqueño, y de qué modo coagularon en la configuración de una red socio técnica. Por otro, los vínculos entre trabajo doméstico y transformaciones en los mercados de la hacienda[9] desde la década del ochenta en adelante. Cuestión, ésta última, que no será tratada en el artículo.
Lagunas, represas y surgentes: artefactos para controlar el agua
En el Chaco santiagueño, el ciclo húmedo comenzaba entre octubre y diciembre, y podía extenderse hasta mayo dado que nunca del todo exacto. En dicho lapso, la “hacienda” permanecía dispersa en amplios radios de distancia, de entre 3 y 6 kilómetros en torno al “puesto”, desarrollando su subsistencia por fuera del control de los humanos, en un monte continuo completamente desalambrado en los espacios compartidos por las diferentes familias campesinas[10]. Monte adentro, el ganado bovino circulaba en distintos grupos aprovechando el exceso de forraje del periodo húmedo, y alternaba entre distintas “lagunas” (formadas naturalmente) o “represas” / “aguadas” (construidas por humanos, pero abandonadas) diseminadas por el bosque, sin que se les presentara la necesidad de retornar a las “aguadas” controladas por los humanos, ubicadas en el “puesto” a donde la familia llevaba a cabo las labores de crianza.
Pero una vez que se hacía presente la temporada seca, desde abril/mayo en adelante y estas “lagunas” y “represas” de monte comenzaban a quedar vacías, las vacas se veían empujadas a migrar o “bajar” hacia el “puesto” de los Sánchez, en busca de las “aguadas” en las que fueron criadas desde pequeñas. Estas últimas, se ubicaban a quinientos metros del lugar a donde se encontraba emplazado el espacio doméstico común, en el cual se habían construido los ranchos, baños, hornos, fogones, vehículos, herramientas y transcurría la vida familiar en general.

El punto N° 1 corresponde a la “represa” principal. El N° 2 a la represa secundaria. El punto N° 3 señala el “potrero” y los puntos N ° 4, 5 y 6 georreferencian los distintos compartimentos del “corral”: el “rodeo” grande, el “rodeo” pequeño y los corredores donde se encuentran tanto la “manga” como la balanza usada para pesar vacunos. Por último, el punto N° 7, señala el lugar común en el cual se encuentran emplazados los respectivos hogares.
Fuente: fotografía satelital tomada por el autor con ESRI Satellite.Durante el periodo de “la seca”, por el contrario, las vacas se mantenían en un radio próximo al “puesto” para tener cerca el suministro vital y poder retornar diariamente a beber sin desplazarse demasiado para conseguirlo. Era en ese contexto, cuando comenzaban formas de interacción diarias, con un marcado e intenso contacto corporal entre varones puesteros y su hacienda.
En este marco, el control del agua mediante la creación de estos dispositivos, resultaba un elemento crítico para propiciar intercambios con la “hacienda” durante los procesos de crianza (Bilbao, 1964). Gracias a que estas dos “represas” o “aguadas” se mantenían cargadas de líquido durante todo el año, a diferencia de las pequeñas “lagunas” naturales o las “represas” abandonadas de monte adentro, los vacunos se veían compelidos a retornar al puesto día tras día en las épocas de sequía, generando vínculos cotidianos con quienes administraban su ingreso. De esta manera, las disposiciones otorgadas a los flujos de materiales en las redes puesteras convertían el predio en un “punto de paso obligatorio” (Law, 1998: 71) para estos animales, que resultaban enrolados al programa de cría sustentado por la familia campesina.
A pesar de que el Chaco semiárido brindaba la sensación de ser una planicie extremadamente regular, los campesinos hacían notar la existencia de leves inclinaciones de la tierra, que resultaban imprescindibles para la apropiación de un elemento fundamental para la vida como el agua, en un espacio en el cual resultaba un insumo de difícil obtención. Dichas inclinaciones, tendían a crear “lagunas” naturales formadas en “bajos” del monte, hacia donde corrían los caudales creados por las mismas lluvias. Parte del trabajo de “acondicionar” consistía en reconducir y potenciar estos flujos hídricos.
Históricamente, la elección de un lugar para armar un “puesto” estuvo relacionada con esos “bajos”, en el sentido de que se aprovechaban las “lagunas” para crear “represas” capaces de contener mayor tiempo el agua de lluvia. Esto último se lograba socavando el perímetro del estanque natural, impermeabilizando la tierra mediante distintas técnicas consistentes en compactar la superficie para impedir la rápida absorción, y despejando la vegetación de los corredores de agua convergentes en la represa. En otras palabras, implicaba un conocimiento práctico-perceptual (Ingold, 2000) mediante el cual poder reconocer o leer cómo fluía el líquido en la tierra, guiándose de los rastros impresos en el ambiente a partir de los flujos creados por las lluvias. A su vez, involucraba el uso de técnicas para despejar las zonas de monte a fin de que adquirieran mayor fluidez, además de construir represas a partir de ciertas técnicas de cavado e impermeabilización del suelo.
Dichas circunstancias ambientales eran más fáciles de explicar cuándo las aguadas estaban en proceso de armado. Por eso, durante diferentes ocasiones, en las que acompañé a Mariano a un “puesto” en construcción, me explicó a dónde pretendía fabricar la represa a fin de poder aprovechar cauces de agua existentes en virtud de las mismas pendientes del suelo. Según me indicó el hijo de Carlos, las zonas bajas, en realidad, solían parecer más altas a simple vista, debido a que eran superficies en las cuales la vegetación crecía con mayor intensidad; no obstante, conformaban terrenos hundidos a donde se acumulaba líquido y la absorción cuantiosa brindaba a los organismos vegetales mayor altura y frondosidad.
Ahora bien, con las aguadas no bastaba para mantener a los animales durante todo el año, debido a que en la temporada seca el agua de estas depresiones terminaba agotándose. Históricamente, las “aguadas” del “puesto” eran llenadas a partir de una cadena de artefactos técnicos. En primer lugar, era necesario un “pozo” del cual extraer agua, en una zona donde las perforaciones debían tener una profundidad mínima de veinticinco metros para alcanzar las napas subterráneas. No obstante, estos cauces eran de fácil acceso debido a que el suelo chaqueño no poseía rocas, siendo una tierra de tipo arcillosa y sin durezas interiores.

Dichos cauces, en general, arrastraban agua salobre con altas concentraciones de distintos minerales –como arsénico— y, si bien esta substancia no era apta para consumo humano[11], era bebida por la “hacienda” con total normalidad. De hecho, según consideraban los integrantes de la familia, constituía un tipo de agua más saludable para las vacas debido a propiedades que prevenían cierto tipo de enfermedades infecciosas.
Los primos/vecinos de don Carlos, heredaron la “aguada” y un “pozo” contiguo a la misma, que habían pertenecido muchas décadas atrás al fundador del paraje Nueva Yuchán, a quienes las dos familias reconocían como el ancestro más importante en sus relatos. En consecuencia, cada vez que requerían extraer agua para llenar las “aguadas”, debían solicitar permiso a estos parientes y quedar en deuda con ellos. En parte, el control sobre el pozo les otorgaba a estos “primos” el lugar de “principales”[12] en el paraje; rol detentado por el ancestro común de ambas familias desde el comienzo del siglo hasta la década del sesenta, cuando ocurrió su deceso. En este sentido, el control del agua no sólo era un elemento fundamental para la cría de hacienda, sino también en la construcción local de jerarquías en el mundo de los parajes.
Hasta mediados de la década del noventa, los Sánchez debían solicitar permiso a sus parientes para extraer agua, cargarla en barriles de plástico o metal, y trasladarla dos kilómetros en “zorra”[13] hasta las “piletas” propias, bebederos de cemento ubicados en el rodeo. Una operación repetida a diario durante muchas semanas en épocas de sequía y que los miembros de la familia la recuerdan como una actividad sumamente extenuante. No obstante, esta circunstancia se transformó rotundamente en el año 1994, cuando, a partir de una de las primeras grandes ventas realizadas por la familia, se instaló un “surgente” en el perímetro de la “aguada” mayor de los Sánchez. Este dispositivo permitía recargar la “represa” casi automáticamente con agua extraída a setenta metros de profundidad. Se trató de un hito de gran importancia en la formación del “puesto”, debido a que lo consideraban un paso importantísimo en el proceso productivo y, también, para erigirse como los principales del paraje de Nueva Yuchán; es decir, la familia de mayor importancia en la zona, a la cual acudían los vecinos cuando necesitan favores de diversa índole. En efecto, Rubén señalo en una ocasión: “Aquí antes los buscaban como principales a los Juárez, a los primos, pero ahora vienen para aquí, nos buscan a nosotros si necesitan algo” (Rubén, Yuchán Viejo, abril 2017).
El “surgente” artificial era un artefacto mecánico que fue adquiriendo una generalidad cada vez más notoria en el mundo montaraz desde los noventa hasta el presente. De hecho, cuando realicé mi trabajo de campo, era posible encontrarlo en familias con pocos recursos en función de que distintas organizaciones sociales[14] habían gestionado políticas focalizadas para el desarrollo ganadero en el Chaco santiagueño. Estos dispositivos, consistían en máquinas construidas por mecánicos especialistas, que solían vivir en pueblos cercanos, y los ensamblaban e instalaban por encargo. Dicho ensamblaje, consistía en la hibridación de dos máquinas diferentes: un compresor de aire y un generador de electricidad a nafta –o un motor de motocicleta—, que en conjunto trabajan como una bomba capaz de elevar el agua hacia la superficie. El motor a nafta del generador eléctrico era ensamblado a la maquina compresora por medio de una polea, a fin de brindarle el movimiento necesario para comprimir aire al interior de este artefacto. Luego de unos minutos, el aire comprimido era liberado en dirección descendente por un tubo de plástico subterráneo, hacia las napas de las cuales se extraía agua. Al llegar a la cavidad subyacente, por donde corrían estos cauces acuáticos, el aire generaba suficiente presión interna para elevar el líquido en dirección ascendente por otro tubo plástico, haciendo emerger el agua a borbotones hacia la superficie de la tierra.
Artefactos de contención
Las “aguadas” se encontraban encerradas por perímetros construidos con materiales de madera extraídos y trabajados artesanalmente por los varones de la familia, cuya agencia en la red socio técnica consistía en evitar el ingreso de las cabras y permitirles a los “puesteros” administrar entradas y salidas de ganado vacuno, así como la cantidad de agua consumida por cada animal.
Estos dispositivos de contención fueron elaborados íntegramente con troncos de árboles nativos, principalmente de quebracho colorado y quebracho blanco, trabajados artesanalmente con una herramienta sumamente importante entre quienes vivían en el monte chaqueño, a saber: el hacha. Como señalé en otro trabajo (Concha Merlo, 2019), la apropiación del hacha para este fin implicaba un repertorio de habilidades técnicas (Ingold, 2000) conocidas con el nombre de “desbaste” y “labrado”, las cuales se efectuaban, respectivamente, a fin extraer la corteza de los troncos y modelar o esculpir la madera. Mediante este trabajo experto, los locales daban forma precisa a estos solidos materiales de origen vegetal, a fin de poderlos encastrar unos a otros en artefactos de contención que admitían diferentes formatos.
Debido a que estas estructuras de madera solían ser vencidas por los animales o degradadas por efecto de la interacción de la madera con el aire, la lluvia y la tierra; parte del trabajo colectivo consistía en “acondicionar” los dispositivos tecnológicos insertos en la red de cría. Estas tareas de creación y reparación de artefactos de contención adquirían mayor relevancia durante la época húmeda, cuando la “hacienda” se mantenía alejada de las inmediaciones del “puesto” de los Sánchez permitiendo a la familia liberarse de la labor de darles agua a diario.

Hacia el fondo, a la izquierda, se observa la “represa” por detrás de la tranquera. Hacia la derecha, pueden observarse dos formatos de los artefactos de contención: tipo “potrero” hacia la derecha de la tranquera, construido con troncos enterrados de modos sucesivo, unos a la par de otros. Luego, hacia la derecha de la imagen puede observarse el formato de madera cargada usado para los corrales, consistente en troncos transversales encastrados sobre postes de quebracho colorado.
Fuente: Pablo Concha Merlo.Existían dos “aguadas” en la red socio técnica puestera de la familia Sánchez. La “represa” secundaria (ver Figura 1: punto N° 2) constaba tan sólo de un perímetro de cerco que la rodeaba, sin conectarse a otros espacios; mientras la “represa” principal (Figura 1: punto N° 1) formaba parte de una red de compartimentos interconectados. Estos compartimentos fueron agregándose paulatinamente cuando la hacienda comenzó a ser cada vez más cuantiosa, y se hizo necesario establecer lugares para tareas especializadas[15].
La “aguada” principal, de hecho, tenía conexiones directas con dos “rodeos” contiguos. El “rodeo” pequeño (Figura 1: punto N° 5) no se conectaba con otros compartimentos y en general era usado para dejar en tránsito a animales enfermos o vacas que estaban amamantando a sus terneros. El “rodeo” grande (Figura 1: punto N° 4), por el contrario, era un corral desde el cual comenzaban distintas tareas por el hecho de estar conectado a otros compartimentos especializados. Por ejemplo, si los animales iban a ser comercializados, eran encerrados algunas semanas antes en este extenso rodeo. Desde ahí, eran trasladados diariamente a beber agua a la “represa” o a un segundo sector contiguo denominado “potrero”, de gran tamaño, a donde la familia había sembrado algunas zonas con pasturas criollas y mega térmicas (especie gatton panic) para engordar a los animales, dado que el precio de los bovinos se fijaba, principalmente, en función del peso y la edad.
Cuando llegaba el día de transacción, por ejemplo, eran ingresadas por otros compartimentos específicos que desembocaban en otros artefactos de contención más específicos: unos angostos corredores de madera al interior de los cuales los animales solo podían circular de a uno por vez. En un primer tramo, el animal era pesado en una balanza para hacienda y, a posteriori, era conducido hacia un segundo artefacto llamado “manga”: una salida del corredor con una rampa ascendente que desembocaba directamente en los camiones en los cuales la hacienda era trasladada (Figura 1: punto N° 6).
Cuerpos humanos y no-humanos: las baquías y la hacienda
Desde los años ochenta, el cuerpo se convirtió en un tema cada vez más recurrente en ciencias sociales. La recuperación de los conceptos técnicas corporales de Marcel Mauss y percepción en la obra de Merleau-Ponty (Bourdieu, 1999), posibilitaron la producción de nuevas formas de figurar (Latour, 2008) la actividad humana en antropología. Según Ingold (2000), lo que hasta entonces se describía en términos de una diversidad de esquemas culturales, con los cuales grupos sociales construían representaciones mentales de la realidad, comenzó a ser concebido en términos de habilidades practico-perceptuales y afectivas, desarrolladas en procesos situados de involucramiento activo entre constituyentes humanos y no humanos del ambiente. Entre otras consecuencias, la más notoria fue que el conocimiento dejó de ser planteado como algo interno a los individuos para distribuirse en el marco de redes o campos de acción más amplios, los cuales involucraban comunidades de práctica, materiales, herramientas y artefactos en torno a redes socio técnicas (Latour, 2008).
Las habilidades son formas de precompresión corpórea con las cuales es posible monitorear activamente movimientos propios y ajenos en correlación a un mundo familiar de objetos y otros cuerpos movientes, que gravitan en la órbita intencional de sus participantes (Ingold, 2000; Sautchuk, 2007; Padawer, 2013). Los cuerpos animados y las cosas que forman parte de nuestro mundo circundante se ofrecen como estímulos (affordance) capaces de invocar determinados hábitos de acción desarrollados en el pasado (Ingold, 2000), en el contexto de determinados proyectos o programas de acción no del todo conscientes. Cuando estas destrezas practico-perceptuales ensamblan redes socio técnicas, compuestas por actantes heterogéneos, tales como cambios climático-ambientales, animales no humanos, artefactos, herramientas, materiales, es posible figurarlas (Latour, 2008) en términos de habilidades técnicas que median sinérgicamente un sistema formado por el cuerpo experto, herramientas, materiales y animales (Ingold, 2011).
En los apartados anteriores se mostraron algunos de los artefactos, instancias e interrelaciones más importantes de la red socio técnica puestera y, también, los procesos de los cuales son corolario. Se mencionaron brevemente el lugar de las habilidades técnicas en su producción y reproducción a lo largo del tiempo a fin de enrolar de modo permanente a las vacas en prácticas de cría. En los siguientes apartados se analizan dos habilidades técnicas cruciales en la interacción cuerpo a cuerpo al interior de los corrales, las cuales son posibles por toda la red que opera en el trasfondo. De este modo se ponen de relieve las habilidades técnicas desplegadas en intercambios inter corporales entre puesteros y hacienda.
La baquía del arreo
El advenimiento de la sequía traía consigo cambios holísticos en la red ambiental, actuando en los cursos de acción de los bovinos, quienes se veían compelidos a migrar hacia la “aguada” controlada por los humanos. Esta transformación generalizada de las características climáticas y ambientales, iba propiciando, en el marco de la red técnica, contextos para un intercambio asiduo, donde los vínculos inter corporales entre “puesteros” y “hacienda” se tornaron cada vez más estrechos al encontrarse diariamente en el interior de los artefactos de contención.
Desde muy temprano, podía observarse la manera en que distintos grupos de bovinos, provenientes de diferentes puntos cardinales, iban posicionándose en torno a la entrada de las aguadas, en la medialuna exterior al “potrero”. La primera acción de los “puesteros”, luego de auscultar el estado de ánimo de los animales, consistía en abrirles el ingreso a la “aguada” quitando los palos que formaban la “tranquera”. Cuando esto sucedía, los animales se abarrotaban por la entrada y entre empujones ingresaban a beber agua. Luego de beber lo suficiente, se abría nuevamente la tranquera para que salieran del potrero y pudieran reunirse con su grupo de referencia a fin de retornar al monte. Esta operación se repetía a lo largo de toda la mañana de modo ininterrumpido hasta el mediodía, siempre y cuando los Sánchez no consideraran oportuno aislar e intervenir a algún animal en particular.
Cuando ingresaba la “hacienda” al perímetro de la aguada, constituía un momento clave para escudriñar los signos que mostraban cada uno de los animales. En general, los puesteros analizaban pormenorizadamente a cada uno cuando ingresaba a beber a la represa, a fin de realizar diagnósticos colectivos sobre el estado de salud: si estaban heridos, tenían aspecto enfermo o “triste”, si las vacas estaban preñadas o sus terneros no estaban siendo correctamente amamantados.
Estas situaciones movían a los integrantes de la familia a realizar intervenciones en los animales y sus cursos de acción. Se implementaban distintos saberes a fin de curar heridas o enfermedades, alimentar correctamente a los terneros, etc. Otras intervenciones comunes estaban relacionadas con prácticas de esterilización de los animales masculinos, normalmente conocidas con el nombre de “capado”, consistente en la extracción de los testículos de los terneros. O, también, las prácticas de la “yerra”, en las cuales bovinos jóvenes eran marcados con la insignia familiar en sus cuerpos para evitar que sean apropiados por vecinos, con quienes compartían el monte como territorio de cría, pero no así la propiedad de los animales. Por último, era común que en estas interacciones los bovinos fueran capturados a fin de ser comercializados.
Cada una de estas tareas suponían generalmente el traslado de los animales a los diferentes compartimentos ubicados de modo contiguo a la “represa”. Pero movilizar a los animales seleccionados a través de estos artefactos no era tarea sencilla. Implicaba la puesta en práctica de una serie de habilidades técnicas (Ingold, 2011) mediante las cuales estos mamíferos de gran tamaño eran conminados a moverse a través de lugares dispuestos por los humanos.
A lo largo de mi trabajo de campo, pude advertir que las personas del lugar utilizaban el término “baquía” para referirse a habilidades técnicas en algún ámbito de tareas particulares e ilustraban estas formas de saber hacer estableciendo analogías con la práctica de deportes, dando a entender el lugar central de la corporalidad en las faenas campesinas y lo importante de “ponerse practico” desde la niñez (Padawer, 2013). Existían “baquías” hacheras usadas en la elaboración de “postes” o “corrales”, otras asociadas a la caza o “marisca”, generalmente coincidentes con aquellas necesarias para guiarse a través del monte siguiendo indicios del entramado montaraz. Y, en el centro del corpus baqueano de la familia, se encontraban las “baquías” de cría vacuna. Una “baquía” fundamental en este proceso era el “arreo”.
El “arreo” podía hacerse de modo solitario, pero en general era más efectivo y menos desgastante cuando se realizaba colectivamente. En el caso de la familia, Carlos y los tres hijos varones trabajan coordinadamente posicionando sus cuerpos de tal modo que las vacas no se escaparan. En efecto, la baquía del arreo consistía en moverse coordinadamente taponando los posibles lugares por donde el animal podía intentar fugarse, obligándolos e induciéndolo corporalmente para que sus cursos de acción se dirigieran en una determinada dirección previamente acordada. En general, el trabajo mancomunado del “arreo” tenía como objetivo la circulación de un animal particular desde un compartimento cerrado por los artefactos de contención a otro contiguo, los cuales estaban separados por “tranqueras” compuestas de palos móviles, montados y desmontados para este tipo de operaciones de traslado.
Ahora bien, generalmente era necesario realizar los operativos reiteradas veces, hasta que resultaran efectivos, porque los vacunos de monte solían ser sagaces escapistas a los cuales pocas veces los cuerpos baqueanos podían arrear sin dificultades en un primer intento.
Cuando los baqueanos arreaban, intentaban asustar y confundir al animal con distintas mímicas en las que el cuerpo desplegaba un gesto técnico particular (Sautchuk, 2007). Se trataba de gritos colectivos acompañados de movimiento de brazos y manos, agitando el “lazo”[16] en el aire. Estas estrategias eran operativas con aquellos animales más “mansos”. En caso de que los animales fueran más “baguales”[17] y pusieran en peligro a quienes intentaban arrearlos, era necesario estar preparado para saltar y huir del corral, dado que las vacas ariscas agredían a sus criadores e intentaban embestirlos. Estos escenarios no solían ser tan comunes, pero cuando sucedían se percibían como el efecto de “aires raros” circulando por el corral y los locales se los atribuían a existentes espirituales del monte.
El “arreo”, sin embargo, no operaba en el vacío. Tenía como trasfondo de su práctica artefactos de contención cercenando el rango de acción de los animales, y reduciendo la cantidad de espacio a taponar por parte de los cuerpos baquianos. Del mismo modo, la conjunción de técnicas y artefactos permitían conducir a los animales a través de distintos compartimentos que facilitaban las tareas específicas de cría por sus disposiciones en el espacio. Mediante esta habilidad técnica coordinada se conseguía, por ejemplo, que los animales ingresaran de la “aguada” al “rodeo” grande y, desde ahí, podían ser trasladados por el mismo procedimiento a un compartimento contiguo como el “potrero”, en el cual la familia disponía de una hectárea de pasto sembrado para engorde. O era posible que sean devueltos a la aguada para que bebieran. También podían ser “arriados” a los compartimentos en los que se encontraban otros “artefactos” del corral como la balanza de la hacienda y la “manga”, a donde los animales eran cargados en los “camiones jaula” para ser trasladados por sus compradores. Del mismo modo, podían ser conminados a entrar en el “rodeo” pequeño a fin de curarlos de alguna infección y liberarlos rápidamente.
La baquía del lazo
Para las tareas del “capado”, la “yerra”, el “carneado”, o incluso el “amansamiento” de los animales “baguales”, era necesario capturarlos y derribarlos para poder sujetarlos. En esta actividad, el “arreo” no era suficiente, y se tornaba necesario implementar una serie de “baquías” que implicaban el uso del “lazo”. Esta herramienta (Ingold, 2000), consistía en un trenzado de cuero con varios metros de largo, resistente a la fuerza de animales de tamaño prominente como vacas y toros adultos criados a monte. Tenía, además, la particularidad de que el grosor del trenzado disminuía haciéndose cada vez más fino, flexible y liviano, pero sin perder resistencia. En la punta, el mismo lazo se desdoblaba en una abrazadera regulable capaz de extenderse para ser lanzada al animal y reducirse rápidamente cuando se tiraba de ella a fin de capturar el objetivo.
De modo general, el “lazo” era usado para capturar y tumbar a los bovinos en el interior de los artefactos de contención. Pero la “baquía” puesta en práctica dependía de las habilidades desarrolladas por quien utilizaba esta herramienta. En general, la mayoría de quienes usaban lazo eran “baquianos” o “prácticos” para “enlazar”. Para llevar a cabo esta técnica corporal, el primer movimiento consistía en hacer girar el trenzado de cuerpo por sobre su cabeza (“reboleo”) a fin de tomar impulso, apuntar y luego arrojar la abrazadera sobre la cabeza del animal. Esta operación solía repetirse más de una vez, debido a que los vacunos identificaban cuando estaban por ser enlazados y rehuían repetidas veces hasta ser atrapados. Generalmente, cuando se arrojaba el lazo, se apuntaba a capturar al animal de su cuello, pero, según relata Carlos, existían algunos “más baquianos” que podían tomarlos de las “astas”.
Cuando los animales eran enlazados, el primer gesto de resistencia consistía en sacudir el lazo moviendo cabeza y cuerpo hacia distintos lados, despegando las patas delanteras del suelo e impulsándose hacia atrás en ese mismo movimiento. Con este movimiento, el animal tiraba del lazo con un gran ímpetu pudiendo golpear al baquiano. Cuando el vacuno tiraba “hay que dejarlo correr”, señalaba Rubén, puesto que intentar competir en fuerza podía generar desde quemaduras en las manos, hasta zafaduras, cuando no desmembramientos de los brazos, si es que se cometía el error de enroscarla a la muñeca o se enredaba en alguna parte del miembro superior.
Cuando el vacuno estaba cayendo sobre sus patas delanteras, antes de lograr apoyarlas para impulsarse nuevamente, el enlazador debía tirar con fuerza para que el animal no se levantara nuevamente, acortando su margen de salto una y otra vez. De este modo, se iba moviendo lentamente al bovino hasta acercarlo a alguno de los postes verticales ubicados al interior de los dispositivos de contención. Posteriormente, se enroscaba el lazo en ellos a fin de multiplicar la fuerza del baquiano sobre el trenzado de cuero. Salvo en caso de animales pequeños como terneros, los cuales podían sujetarse cuerpo a cuerpo, el lazo necesitaba por lo general un lugar para ser envuelto una vez que se había conseguido enlazar el cuello o las astas y por dicho motivo, en los corrales abundaban árboles muertos con troncos pelados y pulidos por el uso, donde deslizaban y sujetaban el lazo de cuero, generando un nuevo ensamble cuerpo-herramienta-artefacto a fin de contrarrestar la potencia vacuna.
Una vez enroscado el lazo en este tronco se repetía la siguiente operación: cada vez que el animal saltaba con sus patas delanteras intentando sacudir el trenzado, se dejaba correr el lazo; pero cuando estaba cayendo al suelo se tiraba firmemente de él. En caso de necesitar mayor fuerza, el baquiano se impulsaba con una pierna apoyada sobre el tronco[18]. A medida que transcurría esta operación, el animal iba perdiendo fuerza y margen de salto. Cuando estaba exhausto se lo tumbaba y ataban las patas delanteras y traseras así no volvía a levantarse.
Conclusión
El texto analizó las redes socio técnicas puesteras desde dos perspectivas. En el primer caso, se examinaron dos de los artefactos más importantes en los entramados de cría bovina: las aguadas y los dispositivos de contención. Estos elementos posibilitaban, durante determinado momento del año, la conversión del “puesto” en un punto de paso obligado para la “hacienda”. De esta manera, generaban un desplazamiento en el curso de acción de los animales, los cuales se movilizaban desde el monte a las aguadas controladas por los humanos. A través de esta tecnología de enrolamiento, los puesteros evitaban el difícil trabajo de moverse hacia el interior del monte en busca de los animales, quedando esta tarea de “campear” reducida a pocos ingresos al bosque a lo largo del año, a fin de detectar posibles problemas como animales empantanados o la presencia de “cuatreros”.
También se puso de relieve la forma en que estos artefactos articuladores de humanos y vacunos, son el resultado de un trabajo continuado a lo largo del tiempo, el cual involucraba la apropiación de materiales y propiedades del ambiente mediante determinadas habilidades técnicas. En el caso puntual de los materiales de madera extraídos del entorno, estos eran trabajados en procesos que involucraban una herramienta central en la vida montaraz como el hacha y la puesta en práctica de determinadas habilidades del “labrado” y el “desbaste”. De manera similar, los cursos de acción del agua, dependían de poder identificar declives del suelo y los rastros o “huellas” dejadas por los flujos de las lluvias en la superficie.
En el segundo caso, se describieron dos habilidades técnicas cuyos desarrollos tienen lugar en los encuentros cuerpo a cuerpo entre humanos y “hacienda”, en virtud del trasfondo de relaciones antes mencionado. Estas destrezas, denominadas “baquías” por las personas de la región, constituían modos de manipular a los vacunos mediante intercambios corporales, a fin de movilizarlos a través de distintos procesos y tareas esenciales para la cría doméstica. En el primer caso, se analizó la baquía del “arreo”, una habilidad técnica colectiva que implicaba una performance desplegada por los puesteros de modo coordinado, a fin de re direccionar los cursos de acción de los animales al interior del “potrero”, permitiéndo a los miembros de la familia trasladar las vacas de un compartimento a otro. Una segunda habilidad implicaba el uso del lazo, una herramienta que permitía enlazar a los animales, derribarlos y sujetarlos para la realización de determinadas tareas tales como el “capado”, la “yerra” y, también, prácticas de sanidad ligadas a la aplicación de vacunas, curación de enfermedades y heridas, o prácticas de “amansamiento” fundamentales para la construcción del vínculo humano/animal.
Referencias
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Notas
Información adicional
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