Reseñas bibliográficas
Martínez Fernández, L.C. (2016). Los paisajes de la alta montaña central de Asturias. Oviedo: Ediciones Universidad de Valladolid y Ediuno (Ediciones de la Universidad de Oviedo). 311 pp.
Martínez Fernández, L.C. (2016). Los paisajes de la alta montaña central de Asturias. Oviedo: Ediciones Universidad de Valladolid y Ediuno (Ediciones de la Universidad de Oviedo). 311 pp.
Investigaciones Geográficas (Esp), núm. 66, pp. 169-171, 2016
Universidad de Alicante
| Martínez Fernández L.C.. Los paisajes de la alta montaña central de Asturias. 2016. Oviedo. Ediciones Universidad de Valladolid y Ediuno (Ediciones de la Universidad de Oviedo). 311 pp. |
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En pocas ocasiones se encuentran publicaciones que, como la que aquí se reseña, ofrezcan singularidades tan llamativas como las que ésta alcanza: publicada por dos servicios editoriales de dos universidades y, al tiempo, iniciada con dos prólogos. Dos prólogos de dos geógrafos pertenecientes a las dos universidades que editan este trabajo, Valladolid y Oviedo. Y dos geógrafos que, además de poseer demostrada querencia y afecto por la montaña, son expertos conocedores de los paisajes de la montaña cantábrica más particularmente y transmiten con intensidad sus vivencias en y con ella. Si al mismo tiempo consideramos que el autor mantiene una vinculación familiar y emotiva con el área de estudio (de nuevo la querencia….), ya explícita en lo que fue su Memoria de Licenciatura en su momento, se nos refuerza la idea de que, necesariamente, el conocimiento y la transmisión de información que sobre la montaña central asturiana proyecta este libro están sólidamente cimentados.
Es éste, además, un trabajo deudor de una herencia formativa y de una práctica profesional recibida, adquirida y compartida de y con quienes firman los dos prólogos del libro (Felipe Fernández García y Alipio García de Celis); puede decirse, incluso, que hay una clara empatía. Pero también es producto de la influencia ejercida en el autor por parte del magisterio y del “saber hacer ver” de quienes fueran cabezas visibles de los dos Departamentos de Geografía de las dos universidades editoras e insignes formadores de geógrafos y de verdaderas “escuelas” de Geografía en España (D. Jesús García Fernández y D. Francisco Quirós Linares). Es, igualmente, parte de su legado; parafraseando podría decirse que “la sombra de ambos en este trabajo es muy positivamente alargada”.
Ya con la detenida lectura de los dos prólogos que abren el libro obtenemos, a modo de “avanzadilla”, algunas de las claves y elementos personalizadores de este territorio montañés enmarcados, al tiempo, en los profundos cambios a que se ha visto sometido, circunstancia ésta igualmente subrayada desde el principio: “médula de los paisajes de la región central asturiana”, “montaña entendida como ámbito construido socialmente”, “papel marginal y dependiente que representa respecto a otros espacios”, “espacio difícil de entender y de explicar sin considerar la forma en que se incorporó al proceso de industrialización y urbanización asturianos”, “montaña urbanizada en la que las culturas tradicionales han podido sobrevivir a duras penas”. Y los dos prólogos realzan la aportación más sobresaliente (para cada firmante) de esta obra: “proporciona las bases para poder actuar con planificación y conocimiento de causa en la gestión de nuestros espacios de montaña” (pg. 11) y “el tratamiento del diferente grado de integración de la montaña central asturiana en el proceso industrial urbano” (pg. 14).
Tales son las mimbres con las que se urde y teje este trabajo cuya lectura y repaso contribuye a un redescubrimiento de los paisajes de un espacio que, no por haber sido objeto de estudio de autores y publicaciones que le preceden -sobresalientes algunas-, deja de sorprender y enganchar, enriqueciendo notablemente así el bagaje de estudios geográficos sobre la montaña y, más singularmente, sobre la montaña cantábrica y asturiana. Asistimos, de este modo, a una contemplación y recorrido detallados, productores de marcadas sensaciones de sosiego y atracción, de unos paisajes de montaña que se entremezclan y articulan dibujando un mosaico final entretejido con múltiples teselas conformantes, cada una de las cuales está perfectamente identificada y sobre la que se da precisa cuenta de su forma, su función y su evolución. El uso, por otra parte, de la propia denominación autóctona o local de estas piezas constitutivas enriquece y vuelve más expresiva la información, el propio texto. En ocasiones, sin embargo, la redacción del mismo adolece de ciertas prácticas “formales” que hubieran precisado una cierta corrección, así como del uso algo forzado de ciertas expresiones o términos y de la inserción de algunas ilustraciones o esquemas gráficos no muy legibles, pero que para nada hacen palidecer el resultado final ni dubitar del claro valor que alcanza el libro.
La estructura del trabajo es sencilla y clara y su contenido y desarrollo se ajusta perfectamente a la misma: una introducción, dos partes bien diferenciadas y unas conclusiones acertadas. Se procede a una clara distinción interna, además, de fuentes y bibliografía y se proporcionan unos índices muy detallados de cuadros (hasta 75), figuras (65) e ilustraciones (29). La Introducción traza las líneas maestras que van a servir de referencia y que definirán el texto. Por un lado, se trata de una geografía de la alta montaña orientada al estudio de los procesos de construcción territorial. Por otra parte, se asientan los fundamentos teóricos: una alta montaña de naturaleza social, pero sin eludir su rasgo definitorio más evidente y que ya García Fernández subrayase en 1989, “es primero y ante todo un tipo de relieve”. Integración, pues, de naturaleza y sociedad en las bases de la conformación y construcción del territorio montañés (dualidad que también Georges Bertrand pusiera de relieve en sus estudios sobre el paisaje -específicamente del paisaje de la Montaña Cantábrica central- en los años setenta del pasado siglo). Y una tercera línea maestra a la que el autor denomina “armazón epistemológico”, que se asienta al tiempo en tres premisas: la percepción de la alta montaña como un espacio social pero sin eludir sus componentes físicos o naturales; la afirmación del carácter temporal (o perspectiva evolutiva) que adquiere la construcción del territorio montañés proyectada en imágenes y representaciones diferentes (modelo tradicional frente a nuevos usos demandados); y la consideración de la alta montaña asturiana central como elemento de un ámbito comarcal y regional de más amplio radio (la contextualización espacial).
La primera parte se centra en el territorio montañés objeto de estudio, en su localización (resulta, quizá, un poco forzado hablar de referencias “localizacionales”, como aquí se hace), diferenciación y construcción histórica. Y lo hace de la mano de las principales unidades y zonas que, a distintas altitudes, lo estructuran y conforman: valles altos y bajos, cordales interfluviales, macizos, puertos, brañas y mayaos. Se parte, para ello, de la identificación inicial y explícita de los atributos que perfilan la personalidad geográfica de este espacio: tradición hullera, centralidad y carácter montañés. Una referencia de primer orden para entender este territorio de forma esencial la constituye el “escalonamiento en peldaños” (muy bien definido) de esta suerte de “anfiteatro” morfoestructural que es la montaña central asturiana, “punto de partida para las sucesivas….construcciones sociales” (pg. 29) que tienen en el poblamiento minero una importante referencia también.
La personalidad geográfica y la construcción histórica de este espacio que hace el autor se completan, también, con la relevancia que los usos y actividades ganaderas han tenido en la configuración del paisaje, así como con el papel fundamental que han ejercido las “células” territoriales básicas de raigambre histórica: las parroquias, base elemental de organización de los concejos. El autor procede a un minucioso inventario, repaso y estudio de los distintos puertos, brañas y mayaos o majadas, de los paisajes entre rayas cimeras y fonderas, de valles y cordales, a través de los que empiezan a adquirir consistencia y presencia las distintas unidades del paisaje de la montaña central asturiana. Es la herencia de la organización histórica de este espacio montañés.
En la segunda parte dos son los ejes conductores del relato y análisis que articulan el conjunto. Por una parte, el desmantelamiento del modelo tradicional e histórico de organización del espacio, el inicio de lo que el autor denomina la (des)organización -y desarticulación- de la alta montaña tradicional y su posterior evolución, en lo forestal y en lo ganadero. Se pone en evidencia, de este modo, una importante transformación estructural y paisajística de unas actividades y sectores de explotación y uso que han desembocado en un profundo cambio, reestructuración y abandono. Por otra parte, se realzan los nuevos usos y funciones que se han ido introduciendo. Y de nuevo aquí, pero ahora de otro modo y en otro tiempo, tal y como se señalase al principio de la publicación al explicar cómo se configuró este territorio en otro contexto histórico y socioeconómico ya pretérito, se subraya y contextualiza la vinculación de estas nuevas funcionalidades con los espacios urbanos de la región y con las demandas procedentes de ellos (“demandas urbanitas” se dice en el texto). Demandas y orientaciones más recientes de las que algunas se muestran mucho más desvinculadas del modelo tradicional (¿banalización simplificadora del paisaje mimética respecto a lo sucedido en muchas otras zonas?) y otras están más atentas a la gestión y conservación de los recursos y paisajes montañeses (Planes de ordenación y gestión de espacios naturales protegidos, Directrices de ordenación, Regulación de aprovechamientos cinegéticos, etc.).
El apartado de “Fuentes” está muy bien desglosado y diferenciado, distinguiendo entre fuentes documentales (se proporcionan 150 referencias procedentes de distintos archivos, de ayuntamientos, fuentes legal-normativas procedentes de distintos organismos e instituciones, etc.), estadísticas (28 referencias también de muy diversa procedencia) y cartográficas y de fotografía aérea (16). La bibliografía, por su parte, se enriquece con las 212 referencias que se incluyen. No están ausentes de ella contribuciones sólidas y clásicas sobre el paisaje y la montaña, y especialmente de la montaña cantábrica, junto a trabajos de años posteriores (años noventa del pasado siglo) que son, igualmente, de obligada consulta. Entre las primeras, figuran las de Bertrand, García Fernández, Ortega Valcárcel, Quirós Linares o Veyret, haciéndose explícito reconocimiento de estas aportaciones en la misma Introducción de la publicación, donde se consideran a todas ellas como verdadera y necesaria referencia de partida para haber llevado a cabo la investigación que ha hecho el autor. Entre los trabajos que se distinguen a partir de la última década del pasado siglo encontramos los de Cabero, Castañón, Corbera, Fernández García, García de Celis, Maceda, Maurín, Morales, Rodríguez Gutiérrez o las primeras investigaciones del propio autor.
Una publicación, en suma, que nos abre una ventana nueva desde donde contemplar quedamente, en permanente diálogo con ella, una montaña central asturiana que ha experimentado mudanzas paisajísticas y cambios territoriales de intensidad, sí, pero donde se reconocen los signos que realzan su belleza formal, lo que consolida su atractivo, y más aún si abordamos esta contemplación y recorrido acompañados de la prosa vivencial que destila el relato de Luis Carlos Martínez.
Información adicional
Para citar esta reseña: Plaza Gutiérrez, J. I. (2016). Martínez Fernández, L.C.
(2016). Los paisajes de la alta montaña central de Asturias. Oviedo: Ediciones
Universidad de Valladolid y Ediuno (Ediciones de la
Universidad de Oviedo). 311 pp. Investigaciones Geográficas, (66),
169-171. https://doi.org/10.14198/INGEO2016.66.12