Artículos
Retos del turismo español ante el cambio climático1
The challenges of climate change faced by spanish tourism
Retos del turismo español ante el cambio climático1
Investigaciones Geográficas (Esp), núm. 67, pp. 31-47, 2017
Universidad de Alicante
Recepción: 28 Febrero 2017
Aprobación: 04 Mayo 2017
Resumen: Este artículo realiza una reflexión sobre los principales retos de futuro que el cambio climático plantea al sector turístico español. La notable repercusión que los efectos climáticos directos tienen y tendrán sobre los destinos evidencia la necesidad de contar con adecuadas evaluaciones de potencialidad del recurso, bien para adaptar la actividad a los nuevos calendarios, bien para crear nuevos productos turísticos que permitan aprovechar las nuevas aptitudes del clima. Por otro lado, los efectos indirectos del cambio medioambiental exigen, y seguirán exigiendo en el futuro, esfuerzos en materia de gestión y planificación territorial y turística en los destinos ya que, en numerosas ocasiones, estos efectos presentarán un signo contrario a los efectos climáticos directos. Por último, la necesidad de combatir el cambio climático desde el propio sector plantea el desafío de conseguir aplicar estrategias de mitigación que no resten competitividad ni a los destinos ni a las empresas turísticas. Contribuir a la descarbonización sin que ello implique el decrecimiento del sector del ocio y los viajes se plantea como uno de los desafíos más importantes en el abordaje de esta problemática.
Palabras clave: Turismo, Cambio Climático, Adaptación, Mitigación, España.
Abstract: This article contemplates the main future challenges of climate change faced by the Spanish tourism sector. The significant direct impact that climate change has and will have on the destinations pinpoints the need to make adequate assessments of the potential of the resource, either to adapt the activity to the new calendars or to create new tourism products that help make the most of the new benefits of the climate. Moreover the indirect effects of environmental change call for a significant effort to be made in the area of management, territorial and tourism planning in the destinations, and they will continue to do so in the future, seeing as on many occasions, these consequences will present an alternative to the direct climatic effects. Finally, the fact that the sector has to combat climate change itself means that it is going to have to be able to apply mitigation strategies that do not impair the competitiveness from either the tourist destinations or tourism companies. Contributing to the decarbonization without this leading to the shrinkage of the leisure and travel sector is considered to be one of the most important challenges associated with tackling this problem.
Keywords: Tourism, Climate Change, Adaptation, Mitigation, Spain.
1. Introducción
A pesar de los problemas económicos, políticos y sociales que han dificultado en los últimos años la actividad turística en algunos destinos del mundo, globalmente el turismo es un sector que sigue creciendo y configurándose como importante motor de desarrollo. En España, el sector turístico aportó el 11.1% al PIB en 2015 y según la Cuenta Satélite del Turismo (CST), esta contribución ha experimentado un fuerte crecimiento en el último lustro, siendo la evolución en términos reales de la economía turística mejor que la del conjunto de la economía española.
Para que los destinos españoles puedan seguir viviendo del turismo en el futuro, se ha hecho preciso renovar sus pautas de crecimiento para conseguir un modelo más competitivo en el marco de la sostenibilidad económica, social y ambiental. Un modelo más competitivo capaz de responder a diferentes retos en el medio y largo plazo. Es precisamente en el marco de esa necesaria competitividad que el turismo ha empezado a prestar atención al clima.
El clima y, por extensión, el tiempo meteorológico son elementos básicos a tener en cuenta en las regiones-destino de los flujos turísticos por la influencia que ejercen en la competitividad y en la sostenibilidad, tanto a corto como a largo plazo. Cabe pensar que el tiempo meteorológico condiciona, según la mayor o menor sensibilidad de la modalidad turística practicada hacia los elementos atmosféricos, la programación y el normal desarrollo de las actividades turísticas (Gómez Martín y Martínez Ibarra, 2012; McKercher, Shoval, Park y Kahani, 2014; Moreno, Amelung y Santamarta 2008; Shih, Nicholls y Holecek, 2009). Del mismo modo, el tiempo meteorológico influye en el buen funcionamiento de los transportes y comunicaciones, facilitando o condicionando el desplazamiento turístico. En los destinos turísticos, la variabilidad climática intra e interanual ejerce un notable influjo en la estacionalidad turística, el abastecimiento de agua, la producción artificial de nieve, el gasto energético o las necesidades de riego o ajardinamiento, por citar tan solo algunos ejemplos (Gómez Martín, 2003; Martínez Ibarra, 2015; Ridderstaat, Oduber, Croes, Nijkamp y Martens, 2014). Los fenómenos meteorológicos extremos comprometen, en diferente medida, la seguridad en los destinos por lo que deben ser considerados en los sistemas de alerta temprana, la comunicación de riesgos a los agentes turísticos y a los turistas y, por supuesto, en la ordenación de los destinos (Bigano, Goria, Hamilton y Tol, 2005).
Por otro lado, el tiempo meteorológico y el clima tienen un peso destacado en la toma de decisiones del turista-consumidor y en la experiencia de viaje. Los aspectos atmosféricos, tanto del lugar de origen como del lugar de destino, son importantes elementos motivadores para el turista y son tenidos muy en cuenta en la planificación del viaje (Eugenio y Campos, 2010; Gómez Martín, Armesto López y Martínez Ibarra, 2014b; Gössling, Scott, Hall, Ceron y Dubois, 2012). Además, el tiempo y el clima condicionan la experiencia turística por lo que influyen en la satisfacción del visitante. Todo ello hace que el clima se convierta en un componente destacado de la imagen del destino por el enorme poder de atracción que ejerce sobre el turista-consumidor (Gómez Martín, 1999; Pike, 2002; Olcina y Vera, 1998; Vera, 2012).
Pero el turismo es una actividad económica que responde al modelo de consumo energético general de la revolución industrial, intensivo en emisiones de grandes cantidades de CO2 y otros gases de efecto invernadero (Rutty y Scott, 2015). En ese sentido, el turismo se presenta como un modificador de las condiciones climáticas. Según estimaciones de la Organización Mundial de Turismo, el sector es responsable de algo más del 5% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono, en total 26.400 millones de toneladas (Scott, et al., 2008). De esta cifra el 40% corresponde al transporte aéreo, el 35% al transporte terrestre y el 25% restante a las emisiones de los alojamientos y otras actividades turísticas realizadas en destino. En definitiva, nos encontramos ante una actividad económica de gran impacto que debe reconocer y hacerse responsable de las emisiones que genera.
La relación bidireccional entre el turismo y el clima (Figura 1), que tradicionalmente se había abordado en un contexto de variabilidad climática natural, se mueve ahora en un contexto de variabilidad climática inducida por el hombre ya que el clima está cambiando por causa antrópica (Gómez Martín, 2005). Según el Quinto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático [IPCC] -AR5- (IPCC, 2014), el calentamiento en el sistema climático es inequívoco. La atmósfera y el océano se han calentado (la temperatura de la superficie terrestre y oceánica combinada se ha incrementado en 0,85 ºC entre 1880 y 2012), los volúmenes de nieve y hielo han disminuido, el nivel del mar se ha elevado (en 0,19 metros, entre 1901 y 2010), los fenómenos atmosféricos extremos han acentuado su frecuencia y virulencia y las concentraciones de gases de efecto invernadero han aumentado. En todos los escenarios futuros evaluados por el IPCC (2014) se proyecta un incremento de la temperatura media global a lo largo del siglo XXI superior a 1,5 ºC (que hacia el 2100 llegaría a ser de 3,7 ºC a 4,8 ºC en comparación con los niveles preindustriales) y un mayor contraste en las precipitaciones entre las regiones y estaciones húmedas y secas. Las proyecciones climáticas regionalizadas para 2100 en función de los escenarios del AR5 (RCP 8.5 6.0 y 4.5) para las Comunidades Autónomas españolas más turísticas indican en lo que respecta a las temperaturas máximas, incrementos comprendidos entre 1,5 y 6ºC y en lo que respecta a las temperaturas mínimas entre 2 y 5ºC. En relación a las precipitaciones, Cataluña es la única comunidad que podría presentar una evolución positiva frente a Canarias que podría sufrir el descenso más acusado. En la Comunidad de Madrid y en la Comunidad Valenciana el declive en las precipitaciones podría ser moderado (Agencia Estatal de Meteorología, 2015).

Nuestro modo de producción y consumo energético ha generado una alteración climática global, que ha provocado y seguirá provocando modificaciones en los diferentes elementos del medio natural y en los sistemas socioeconómicos. El sector del ocio y los viajes no ha quedado al margen de esta problemática, por lo que podemos afirmar que los cambios en el clima han introducido (y lo seguirán haciendo en el futuro) cambios y reajustes en el sistema turístico. Éstos se concretan en cuatro grandes tipologías de efectos (Scott, et al., 2008):
Conocer la naturaleza, la magnitud y los tiempos de los efectos del cambio climático sobre el sector turístico son aspectos importantes sobre los que investigar si se quieren diseñar y aplicar respuestas efectivas (tanto en el ámbito de la adaptación como de la mitigación) que permitan evitar los escenarios de futuro más pesimistas. En este contexto y al hilo de los efectos expuestos, tres grandes retos se plantean al sector turístico español.
2. Resultados: principales retos del turismo ante el cambio climático
2.1. Reto 1. Fundamentar la toma de decisiones para la desestacionalización y diversificación turística en adecuadas evaluaciones de potencialidad del recurso clima
La notable repercusión que los efectos climáticos directos tienen y tendrán sobre los destinos ha puesto en evidencia la necesidad de contar con adecuadas evaluaciones de potencialidad del recurso, bien para adaptar la actividad turística a los nuevos calendarios, bien para desarrollar en los destinos nuevos productos turísticos que permitan aprovechar las renovadas aptitudes del clima. Estas acciones resultan imprescindibles para fundamentar la toma de decisiones en materia de desestacionalización y diversificación turística en los destinos, factores clave de competitividad turística, según se recoge en el Plan Nacional e Integral de Turismo 2012-2015, y de adaptación al cambio climático, según figura en el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático.
La evaluación de la potencialidad turística de los climas, presentes o futuros, ha sido uno de los principales objetos de estudio de la Climatología turística (Becken, 2013; de Freitas, Scott y McBoyle, 2008; Martínez Ibarra y Gómez Martín, 2012b; Matzarakis, 2007). En estas evaluaciones, sin embargo, los aspectos relativos a la “climatología” han recibido con frecuencia más atención que los aspectos relativos al “turismo”. Así, la preocupación máxima en ellas ha residido en la elección del método más adecuado para realizar los análisis de aptitud (definición de diversos índices climáticos en la vía separativa o formulaciones diversas en relación a los tipos de tiempo en la vía sintética) y en la calidad y resolución de la información atmosférica de base a emplear. Cuestiones tan importantes relativas a cómo seleccionar y jerarquizar las variables de interés para el turista en las diferentes modalidades o cómo determinar las condiciones favorables y desfavorables para la práctica de las mismas, han permanecido en un plano secundario. En los últimos años, la mayor disponibilidad de información atmosférica de calidad y los avances en las posibilidades de tratamiento y cálculo han acentuado todavía más este desequilibrio, lo que ha propiciado la proliferación de evaluaciones de aptitud muy rigurosas desde el punto de vista de las ciencias del tiempo y el clima, pero carentes de sentido y utilidad en un enfoque turístico.
Sirva como ejemplo de lo expuesto, los numerosos trabajos derivados de la aplicación del Tourism Climate Index original3 de Mieczkowski (TCI). Este índice de gran valor, dado que propone evaluar el potencial climático-turístico desde el punto de vista de las exigencias del confort, el disfrute y la seguridad, presenta al menos dos limitaciones importantes. La primera se deriva de su universalidad ya que el índice no se refiere a ninguna modalidad turística en particular ni a ningún segmento geográfico o sociodemográfico en concreto. La segunda limitación tiene que ver con su escasa contrastación empírica: la jerarquización de las variables y el establecimiento de umbrales favorables y desfavorables han sido determinados en base al juicio del propio autor, sin estar referenciados al comportamiento o a las preferencias atmosféricas de los turistas. Los resultados de estas evaluaciones en el contexto del cambio climático y/o, a menudo, su incorrecta interpretación han provocado alarma en el sector y no han favorecido una adecuada toma de decisiones.
Para evitar resultados inciertos, varios son los aspectos que deben ser considerados en los análisis de aptitud turística del recurso clima. Así, toda evaluación del potencial turístico de los climas, presentes o futuros, que se quiera útil además de considerar el método a utilizar y la calidad de la información atmosférica a tratar, debe tener en cuenta:
- La segmentación del mercado turístico.
- Las exigencias climáticas del turista.
- Las preferencias atmosféricas del turista.
Segmentación del mercado turístico. Siguiendo la teoría del Marketing de Kotler (1999), que señala que todo mercado está constituido por grupos o segmentos de consumidores con desiguales características y necesidades, es posible argumentar que los turistas presentan variadas sensibilidades y requerimientos en relación a los elementos atmosféricos (Tabla 1). Es por ello que en las evaluaciones de potencialidad no se debe proceder como si el mercado turístico fuese un todo homogéneo; se hace obligatorio establecer algún tipo de segmentación (Gómez Martín y Martínez Ibarra, 2012; Hewer, Scott y Fenech, 2016; Rutty y Scott, 2013; 2015).

Buena visibilidad ocupaba el segundo lugar.
Scott, Hall y Gössling, 2012.Los criterios de segmentación del mercado turístico que pueden resultar de interés en el ámbito de la Climatología turística son, en primer lugar, los criterios de segmentación específicos relacionados con la modalidad turística practicada en destino (turismo de sol y playa, turismo de senderismo, turismo cultural, turismo de deportes de invierno, etc.) y, en segundo lugar, los criterios de segmentación generales relacionados con las características geográficas y sociodemográficas de los consumidores-turistas (procedencia, destino, edad, sexo, ciclo de vida, etc.). Así, por ejemplo, en toda evaluación de potencialidad climático-turística se hace necesario determinar, al menos, la modalidad turística objeto de atención y la procedencia geográfica y/o destino del segmento considerado.
Exigencias climáticas del turista. El turista desea desarrollar sus actividades en unas condiciones atmosféricas que permitan garantizar sus exigencias de disfrute4, confort5 y seguridad6. En este sentido, los análisis de potencialidad deben determinar qué exigencia o exigencias evalúan y, en consecuencia, tratar de elegir las variables atmosféricas que permitan valorarlas, ya sea total o parcialmente. Cada una de estas tres exigencias climático-turísticas se relaciona con una de las facetas del clima conceptualizadas por Perry (1993) y De Freitas (2003) en materia de turismo: la faceta estética7, la faceta térmica8 y la faceta física9, siendo las variables atmosféricas relativas a cada faceta las que deben ser consideradas en los análisis de potencialidad (Tabla 2).

Las preferencias atmosféricas del turista. Determinado el segmento de demanda y establecida la exigencia o exigencias a evaluar y, por tanto, seleccionadas las variables atmosféricas a tomar como punto de partida para realizar la evaluación, se hace necesario establecer en cada una de ellas umbrales favorables en diferentes grados y desfavorables para la práctica turística. El establecimiento de estos umbrales se puede realizar en base a juicio experto, preferencias manifestadas o preferencias reveladas, si bien es cierto que la primera de las opciones debe ser descartada por su desmesurado sesgo subjetivo (Tabla 1 y 3). De este modo:
Juicio experto. El juicio experto es un método de validación que se define como una opinión informada de personas con trayectoria en el tema, que son reconocidas por otros como expertos cualificados en éste, y que pueden dar información, evidencia, juicios y valoraciones que son aceptadas por la comunidad científica. La utilización de este procedimiento se justifica tan sólo en un contexto de falta de información o escasez de la misma por la novedad o complejidad de la temática abordada. En estos casos, este tipo de procedimiento puede ser admitido si se utiliza de manera formal y estructurada, pero carece de validez si se lleva a cabo de forma personalista e improvisada al proporcionar inconsistencia a los resultados por estar sujetos éstos a las preferencias y deseos del experto.
Preferencias manifestadas. Es un método que permite conocer la mejor opción posible (es decir, las condiciones atmosféricas ideales para el turista) a través de la consulta directa al consumidor, generalmente a través de encuesta. Esta aproximación permite dirigirte al segmento de demanda objeto de estudio, permitiendo establecer la jerarquización en las variables atmosféricas que resultan de interés para el turista, así como umbrales favorables y desfavorables en cada una de ellas. Sin embargo, este método presenta algunos inconvenientes. El primero de ellos tiene que ver con el coste temporal y monetario que supone su aplicación. El segundo, con el sesgo que pueden introducir las condiciones atmosféricas en la respuesta de los turistas (reales o potenciales), tanto si la encuesta se realiza in situ (la respuesta se puede ver afectada por las condiciones meteorológicas del momento en el destino), como si se realiza ex situ (la contestación puede verse afectada por las condiciones meteorológicas del momento en el lugar de origen).
Preferencias reveladas. Es un método por el cual es posible discernir la mejor opción posible sobre la base del comportamiento del consumidor, entendiendo el comportamiento como respuesta a condiciones atmosféricas ideales o como respuesta a condiciones aceptables. En este último caso, se pone en evidencia la existencia de diferentes grados de tolerancia por parte de los turistas respecto a las preferencias manifestadas (condiciones atmosféricas ideales) (Gómez Martín y Martínez Ibarra, 2012), así como la capacidad de éstos para desplegar ajustes que permitan el acomodo a la temperie (de Freitas, 2015). Este método permite revelar las preferencias climáticas de los turistas relacionando los niveles de afluencia a un determinado espacio -para practicar una determinada actividad turística- con los parámetros atmosféricos. La observación in situ o mediante webcams y sistemas de video y los contadores de usuarios, entre otros, se configuran como herramientas que permiten la observación de patrones de comportamiento temporal y espacial y el recuento descriptivo. Esta aproximación también exige de un trabajo arduo y laborioso en la recopilación de información que requiere disponibilidad temporal y una importante dotación de medios.

Las evaluaciones de potencialidad no deben renunciar a la rigurosidad que también impone el enfoque turístico, aunque ello implique dilatar en el tiempo la obtención de resultados. La espera se puede ver compensada por la satisfacción que puede producir la aplicabilidad y aprovechamiento de los conocimientos derivados.
2.2. Reto 2. Apostar por la ordenación territorial y la planificación turística para hacer frente a los efectos indirectos del cambio medioambiental
El cambio climático está obligando al sector turístico a adaptarse a la nueva realidad, trabajando en diferentes áreas de intervención en materia de adaptación (comportamiento, técnica, gestión, políticas, investigación, educación). Si bien las medidas tecnológicas o la educación adquieren una importancia destacada en estos procesos, para el caso de los efectos indirectos del cambio medioambiental apostar por la ordenación territorial y la planificación turística se configura como una cuestión prioritaria.
La integración del cambio climático en las leyes que regulan la ordenación del territorio, así como en sus figuras de planificación, se presenta como requisito imprescindible para procurar un modelo de utilización racional del territorio en el marco de la sostenibilidad. En nuestros días, una ordenación territorial coherente debe considerar el fenómeno del cambio climático como eje vertebrador del diagnóstico y la formulación de objetivos que permitan el establecimiento de un nuevo modelo de territorio (Farinós, 2010; Guzmán, 2012). Como señala Herrera (2013), “un enfoque holístico de la ordenación territorial” debe considerar tanto las acciones dirigidas a fortalecer la capacidad adaptativa y la resiliencia de los territorios, como las acciones dirigidas a conseguir un desarrollo socioeconómico basado en otras opciones de producción y consumo más limpias y sostenibles.
En relación a la adaptación, la transversalidad del cambio climático obliga a contemplar a esta en los diferentes instrumentos de intervención existentes pero también en los diferentes niveles administrativos implicados, si bien, como señala el III Informe de Seguimiento del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (2014), la adaptación al fenómeno “tiene una componente de actuación claramente local”. Incorporar en la planificación y la gestión, los efectos derivados del cambio climático en materia de riesgos de inundación, sequías, olas de calor, erosión costera, pérdida de biodiversidad, etc. se configura como reto destacado, de resolución obligada, por las importantes repercusiones que se pueden derivar sobre algunos de los considerados sectores clave de nuestra economía, entre ellos el sector turístico.
El carácter complejo del turismo y la importancia que presenta la componente territorial en el desarrollo de la actividad hacen que la ordenación y la planificación territorial se conviertan en herramientas clave para mejorar la calidad y competitividad de los espacios turísticos. De este modo, los previsibles impactos indirectos de tipo medioambiental plantean la necesidad de considerar el cambio climático, al menos, en tres grandes ámbitos de la ordenación y planificación del territorio con implicaciones destacadas en el turismo: el relativo a la gestión de los recursos (en especial agua, energía y biodiversidad), el referente a la gestión del riesgo de catástrofes y, por último, el concerniente al diseño urbano.
Gestión de los recursos. La reducción de los recursos hídricos, asociada al incremento de las temperaturas y la evapotranspiración y al descenso de las precipitaciones en el contexto del cambio climático (Agencia Estatal de Meteorología, 2015), constituye un importante tema de preocupación para el sector por ser un factor susceptible de comprometer la funcionalidad de los espacios turísticos. Esta problemática, documentada en numerosas investigaciones (Baños, Vera y Diez, 2010; Ivars, Rodríguez y Vera, 2013; March y Saurí, 2009; Martínez Ibarra, 2015; Rico, Olcina y Saurí, 2009), ha puesto de manifiesto la necesidad de considerar la acción planificadora en una gestión del agua que permita, como señalan Mata y Olcina (2010, p. 121), pasar de una política hidráulica sectorial y de oferta para garantizar el suministro a crecientes demandas territoriales ajenas a los problemas de insostenibilidad del ciclo del agua [….] a una política de gestión de la demanda de agua, a través del diseño de modelos territoriales que integren, junto a otros valores y condicionantes ambientales, la sostenibilidad del recurso hídrico y la salvaguarda de los ambientes acuáticos y terrestres asociados, de acuerdo con lo que establece la Directiva Marco del Agua.
La integración entre la planificación territorial y la planificación hidrológica, la consideración de los recursos convencionales y no convencionales (desalación, aguas residuales) y la implementación de medidas de ahorro o educación están resultando claves para la mejora de la competitividad de los destinos turísticos españoles (Gabarda, Ribas y Daunis, 2015; March, Hernández y Saurí, 2015).
La cuestión energética adquiere especial importancia por sus implicaciones en la adaptación y en la mitigación del cambio climático. Desde el punto de vista de la adaptación, la evaluación de los impactos del cambio climático sobre la demanda de energía es una cuestión básica para poder gestionar globalmente el sistema energético. La adopción de medidas para la adaptación fundamentadas en la tecnología (desalinización, refrigeración, cañones para la producción artificial de nieve, etc. que, en ocasiones, son ejemplos de mala adaptación por la existencia de alternativas menos consumidoras de energía y recursos) suponen incrementos en el consumo energético que obligan a replantear el actual sistema de oferta. Por otro lado, los cambios en el clima y, en especial el aumento de los eventos extremos, también tienen consecuencias importantes sobre la generación de energía, sobre su transmisión y sobre su distribución.
La consideración de las previsiones sobre el comportamiento futuro de la demanda, los recursos necesarios para satisfacerla, la evolución de las condiciones del mercado para garantizar el suministro y los criterios de protección ambiental se encuentran presentes en la política energética española (además, lógicamente, de lo relativo a la mitigación), a través de diversos planes como el Plan de Acción Nacional de Eficiencia Energética 2011-2020, el Plan de Intensificación del ahorro y la eficiencia energética 2011-2020, el Plan de Energías Renovables 2011-2020 o la Planificación Energética Indicativa 2012-2020 (según lo dispuesto en la Ley 2/2011, de 4 de marzo, de Economía Sostenible). Facilitar la planificación estratégica conjunta de los ámbitos energético y climático constituye una cuestión esencial que repercute en la funcionalidad de los destinos turísticos.
La importancia de los espacios naturales y la biodiversidad como recursos y atractivos para el desarrollo turístico y los previsibles efectos que el cambio climático puede tener sobre ellos hacen necesaria la consideración de medidas dirigidas a promover la conservación, el uso sostenible y la restauración del patrimonio natural y la biodiversidad. El Plan Estratégico del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad 2011-17, elemento fundamental de desarrollo de la Ley 42/2007, del Patrimonio Natural y la Biodiversidad, es un instrumento que establece metas, objetivos y acciones en este sentido. En él se integran las diferentes propuestas de adaptación derivadas de los sucesivos Programas de Trabajo del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático. A este Plan estratégico se suman diversos proyectos relacionados con el cambio climático y sus efectos sobre la biodiversidad, entre los que destacan el proyecto de Evaluación de Impactos, Vulnerabilidad y Adaptación al Cambio Climático de la Biodiversidad en España y la Red de Seguimiento de Cambio Global en la Red de Parques Nacionales que constituye una importante contribución a la integración de la adaptación del cambio climático en la planificación y gestión de los sistemas naturales que alberga la Red de Parques Nacionales. Algunas de las recomendaciones que se derivan de estos proyectos en cuanto a restauración de hábitats, gestión adaptativa de masas forestales y establecimiento de sistemas de alarma para especies invasoras están siendo ejecutadas en el marco del Plan de Impulso al Medio Ambiente para la Adaptación al Cambio Climático (PIMA-Adapta), en colaboración con la Oficina Española de Cambio Climático (Figura 2).
Por otro lado, las directrices de adaptación también se incluyen en los instrumentos de ordenación de los recursos naturales y planificación y gestión de Espacios Protegidos, llevándose a cabo aplicaciones piloto en Planes de Ordenación de Recursos Naturales (PORN) y Planes Rectores de Uso y Gestión (PRUG) (sirva como ejemplo el Parque Natural Bahía de Cádiz). El objetivo último: lograr una planificación y gestión multifuncional que integre los valores ecológicos y la conservación de la biodiversidad y que, a la vez, asegure los beneficios sociales y económicos asociados a estos espacios.

Gestión del riesgo de catástrofes. La consideración de las posibles consecuencias del cambio climático en la gestión del riesgo de catástrofes derivadas de fenómenos extremos constituye un elemento clave para el sector turístico por sus implicaciones en la seguridad. La mayor probabilidad de registrar episodios extremos como consecuencia del calentamiento global reclama la necesidad de incluir la prevención del riesgo de desastre en las políticas de ordenación del territorio a través de la formulación de leyes, procedimientos y medidas que permitan excluir del proceso de ocupación a todos aquellos espacios que se puedan ver afectados por fenómenos cuya peligrosidad pueda generar un riesgo que atente contra la seguridad de las personas/turistas. Este aspecto adquiere especial relevancia en entornos como el nuestro, donde la ocupación espontánea o no planificada de espacios para uso turístico ha sido, durante años, práctica habitual (Antón, Rullán y Vera, 2011; Babinger, 2010; Olcina, 2012). La densificación urbanística del litoral y la ocupación de los cauces fluviales y zonas inundables han favorecido la creación de “territorios de riesgo” (Mata y Olcina, 2010; Olcina, 2010). “Territorios de riesgo” que ahora adquieren una nueva dimensión en el contexto del cambio climático.
A este respecto el pasado 2016, como ejemplo de los avances que se vienen realizando en los últimos años en esta materia10, se aprobaron los planes de gestión del riesgo de inundación de las demarcaciones hidrográficas españolas (a excepción de los correspondientes a Cuencas Internas de Cataluña, en fase de tramitación, y Canarias). Con ello se ha dado cumplimiento al primer ciclo de implantación de la Directiva 2007/60/CE relativa a la evaluación y gestión de los riesgos de inundación, transpuesta al ordenamiento jurídico español mediante el Real Decreto 903/2010, de 9 de julio, de Evaluación y gestión de riesgos de inundación. Los planes de gestión tienen como objetivo lograr una actuación coordinada de todas las administraciones públicas y la sociedad para reducir las consecuencias negativas de las inundaciones. La elaboración de estos planes evidenció la existencia de unos temas clave, comunes a todos los planes de gestión del riesgo de inundación, que demandaban una intervención prioritaria y coordinada, por trascender las especificidades de las demarcaciones hidrográficas. Entre los aspectos clave identificados se encontraba la consideración de las posibles consecuencias del cambio climático en la gestión del riesgo de inundación. El cambio climático se identifica, junto con el incremento de los asentamientos humanos y los bienes económicos en las llanuras aluviales y la reducción de la capacidad natural de retención de las aguas por el suelo (Directiva 2007/60/CE), como factor responsable del aumento de la probabilidad de ocurrencia de las inundaciones y del aumento de su impacto negativo. Por ello, se señala la necesidad de identificar en todas las fases de trabajo (evaluación preliminar del riesgo de inundación, cartografía de peligrosidad y riesgo y planes de gestión) las repercusiones del cambio climático en la incidencia de inundaciones. La consideración del fenómeno ha favorecido que en los programas de medidas de los planes de gestión del riesgo de inundación se hayan incluido la elaboración de estudios de mejora del conocimiento así como acciones para la gestión del riesgo de inundación en el actual contexto de cambio. Algunas de estas acciones están siendo implementadas en el marco del Plan de Impulso al Medio Ambiente para la Adaptación al Cambio Climático (PIMA-Adapta) y se relacionan, fundamentalmente, con proyectos de restauración fluvial, recuperación de lagunas o la Declaración formal de las Reservas Naturales Fluviales (Figura 2).
También la Ley 2/2013, de 29 de mayo, de Protección y uso sostenible del litoral y de modificación de la Ley 22/1988, de 28 de julio, de Costas, incluye la consideración del cambio climático por ser las zonas de litoral las que presentan un mayor riesgo de sufrir los impactos del fenómeno. La reforma de la Ley contiene regulaciones específicas y limitación de ocupaciones, así como la elaboración de una Estrategia para la Adaptación de la Costa a estos efectos (actualmente en fase de tramitación de evaluación ambiental estratégica) que busca conseguir un diagnóstico riguroso de los riesgos asociados al cambio climático que afectan a la costa española y de las posibles medidas a implementar para reducir sus efectos. Dentro del Plan de Impulso al Medio Ambiente para la Adaptación al Cambio Climático (PIMA-Adapta) se han llevado a cabo más de 40 proyectos en materia de gestión del litoral que pretenden reducir la exposición al fenómeno a través de la regeneración de playas, restauración de dunas, estabilización de las partes bajas de los estuarios o la construcción de obras de protección que reduzcan la erosión (Figura 2).
Diseño urbano. Las cuestiones relativas al diseño y planeamiento urbano tienen una trascendencia fundamental en la aplicación de medidas que permitan mejorar, entre otros, la calidad climática de los espacios turísticos. Así, por ejemplo, algunas ciudades españolas vienen aplicando diversos programas destinados a implementar acciones de adaptación en los que las cuestiones relativas al diseño tienen una consideración especial por su trascendencia en la regulación microclimática. El reto de crear condiciones de confort y habitabilidad para los residentes y para los turistas se evidencia en los planes de adaptación al cambio climático de ciudades como Barcelona y Vitoria, así como en otras adheridas a la Red Española de Ciudades por el Clima.
Por último, en lo que respecta a la planificación turística, la revisión llevada a cabo por Olcina y Vera (2016) con objeto de explorar la sensibilidad y preocupación por el cambio climático en la política turística española, ha evidenciado que ni el Plan Nacional e Integral de Turismo 2012-2015 ni buena parte de los planes regionales de turismo de las comunidades autónomas incluyen referencias o actuaciones en materia de adaptación. Por el contrario, la adaptación al cambio climático sí que ha estado presente en algunos proyectos específicos para la recuperación del valor y la competitividad de zonas turísticas maduras como el Plan para la reconversión turística de Lloret de Mar o el proyecto de Recualificación Integral de la Playa de Palma. Este último, por ejemplo, apuesta por la definición de un nuevo modelo turístico a través de la reconversión integral de la actividad turística y la rehabilitación del espacio urbano que la soporta, que incluya la sostenibilidad, el cambio climático, la cohesión social y el bienestar de los residentes. El Plan de Acción Integral Playa de Palma incluye 7 estrategias, estando una de ellas dedicada de forma específica al cambio climático. Los programas y acciones contenidas en estas estrategias se desarrollan en torno a 8 bloques estratégicos, estando presente el cambio climático de forma expresa en el segundo de ellos (Cambio Climático y Sistemas Naturales) y, de forma transversal, en el cuarto (Entorno urbano y turístico), quinto (Metabolismo y servicios urbanos) y sexto bloque (Edificación y movilidad).
Una mayor consideración del cambio climático en la política y planificación turística y, a su vez, una mayor implicación del sector turístico en el diseño de una ordenación territorial que promueva un modelo de desarrollo más sostenible se configuran como elementos destacados para conseguir la competitividad de los destinos en el contexto de cambio.
2.3. Reto 3. Aplicar estrategias de mitigación al cambio climático que no resten competitividad al sector turístico
El turismo, como actividad modificadora de las condiciones climáticas, ha reconocido su papel como parte del problema y ha comenzado a asumir su responsabilidad en relación a las emisiones de gases de efecto invernadero generadas (Gössling, Hall, Peeters y Scott, 2010; United Nations, 2015). La sensibilización por parte de la demanda turística potencial o real hacia el calentamiento global ha hecho que la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático se hayan convertido en elementos diferenciadores que aportan un valor añadido que refuerza la imagen de los destinos y/o contribuyen al buen posicionamiento en el mercado de las marcas y empresas (Figura 3). El hecho de que el “cambio energético” sea considerado por el sector turístico como un aspecto clave, no sólo por sus implicaciones en la lucha contra el fenómeno sino también como elemento de promoción turística, ha favorecido en los últimos años la adopción de diferentes estrategias para transformar al sector turístico en una industria líder en el uso de menos energía, la mejora de la eficiencia energética, la implementación de energías renovables o el secuestro de carbono mediante sumideros.
Así, por ejemplo, la necesidad de ahorrar energía y recursos naturales para salvaguardar el medio ambiente y lograr la sostenibilidad forma parte ya de la filosofía de un buen número de negocios y organizaciones turísticas. El programa EcoTouch de Melià centrado en el ahorro energético, la estandarización del control climático y la reducción del consumo de agua; la marca de garantía Restaurante Sostenible del Instituto de la Sostenibilidad Turística (que tiene como base el Modelo ITQ-2000® RS) que proporcio- na un método sencillo para acercar a los restaurantes a la sostenibilidad siguiendo las reglas del FLOSS (Fresh, Local, Organic, Seasonal, Sustainable) y controlando el ahorro de energía y agua; o la herramienta de cálculo de la Organización Mundial de Turismo, Hotel Energy Solutions, que ayuda a los hoteles a evaluar su consumo de energía, mejorar su gestión y reducir sus costes, son ejemplos de prácticas en este sentido. Los principios relacionados con el ahorro de energía y recursos también están presentes en los Planes de Acción para la Energía Sostenible (PAES) y los Planes de Acción para el Clima y la Energía Sostenible (PACES) que se desarrollan en algunos destinos turísticos en el marco del Pacto de los Alcaldes para el Clima y la Energía Sostenible.

Del mismo modo, optimizar el empleo de energía mediante la innovación tecnológica y la educación, proporcionando al turista una oferta y unos servicios de calidad, constituye una herramienta clave en la lucha contra el cambio climático. La concienciación de trabajadores y clientes, la implementación de sistemas de gestión de la energía para equipos presentes en las instalaciones turísticas, el control de presencia en iluminación, la iluminación de bajo consumo, la dotación de electrodomésticos eficientes o la mejora del aislamiento térmico han sido, entre otras, medidas de eficiencia energética implementadas en numerosas empresas turísticas con objeto de luchar contra el fenómeno y lograr la sostenibilidad. Así, por ejemplo, RH Hoteles demuestra su compromiso contra el cambio climático siendo líderes en iniciativas de sostenibilidad turística en la Comunidad Valenciana con la mayor parte de sus hoteles certificados con la ISO 14064-1, que expone el cálculo y la verificación de lo que se denomina Huella de Carbono. En esta misma línea se encuadran iniciativas como la europea aplicada en hoteles españoles Nearly Zero Energy Hotels (neZEH), con el objetivo de acelerar la renovación de éstos hacia Edificios de Energía Casi Nula (nZEB); certificaciones como Hoteles Sostenibles bajo los criterios de la norma Hoteles Eficientes Sostenibles® (Marca de Garantía Registrada por el Ministerio de Industria, Energía y Turismo y avalada positivamente por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de España); o programas como el Plan de Impulso al Medio Ambiente - PIMA SOL del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente para la rehabilitación eficiente de hoteles y el Plan de Eficiencia del Espacio Aéreo Español (2015-2019), impulsado por Enaire, para la creación de rutas aéreas más directas que permitan ahorrar tiempo y reducir el consumo de combustible y costes a las compañías aéreas. La promoción y práctica de una movilidad sostenible y eficiente a través del desarrollo de Planes de movilidad urbana sostenible (como los aplicados en Granada, Sevilla, Barcelona o Madrid) o Mapas de movilidad lenta en entornos rurales (como el realizado en la comarca catalana del Berguedà) son también ejemplos de iniciativas llevadas a cabo desde el sector público en este sentido.
La introducción de las energías renovables en el sector turístico también es un aspecto clave en las políticas de lucha contra el cambio climático. El Plan de Acción para la Energía Sostenible (PAES): Estrategia Calvià por el clima 2013-2020, consistente en una relación de proyectos que tienen como objetivo reducir las emisiones de CO2 de Calvià en un 20% y las del Ayuntamiento en un 25%, de cara al año 2020, apuesta decididamente por la ampliación de la red de gas natural en el municipio (con el objetivo de terminar con la dependencia de otros combustibles fósiles altamente contaminantes y fuertemente consolidados para calefacción y agua caliente, especialmente en el sector turístico) y por el fomento de las energías renovables. Las calderas de biomasa instaladas en complejos turísticos como la estación de esquí de La Molina, o diversos proyectos de renovables planteados en establecimientos del Parque Nacional de Cabañeros o en la Isla del Hierro, dan prueba de los avances realizados en esta materia.
Por último, la compensación de CO2 de una empresa, que consiste en la inversión económica de ésta en proyectos destinados a eliminar de la atmósfera un volumen de emisiones equivalente al producido, ha ido tomando fuerza en los últimos años. Así, por ejemplo, el hotel Fuerte el Rompido ubicado en la provincia de Huelva llegó a un acuerdo con ALLCOT para compensar las emisiones realizadas durante el año 2015. En el sector del transporte, a finales de 2016, la Organización de la Aviación Civil Internacional [OACI] anunció un acuerdo para limitar las emisiones de los vuelos internacionales con la implementación de un sistema de compensación de carbono.
Ahora bien, la lucha contra el cambio climático está generando serios problemas al sector ya que para que el turismo pueda contribuir con eficacia a la reducción de gases de efecto invernadero, la disminución de sus emisiones ha de ser muy cuantiosa (Scott, et al., 2008). Esto ha obligado al sector a aplicar diferentes estrategias de mitigación, utilizando instrumentos voluntarios, normativos y económicos que se dirigen a diferentes grupos de interesados (turistas, TTOO, empresarios de hostelería, compañías aéreas…). Los instrumentos voluntarios, cómo compromisos estratégicos llevados a cabo por parte de las empresas y/o los destinos turísticos -avalados o no por organismos oficiales- para luchar contra el cambio climático, no han ido acompañados de conflictividad. Los códigos de conducta, las guías de buenas prácticas, las ecoetiquetas, las certificaciones o los sistemas de gestión ambiental son instrumentos cada vez más generalizados en el sector. Tampoco han sido objeto de discusión, los instrumentos normativos como las regulaciones de mandato y control que afectan, por ejemplo, al sector del alojamiento a través de la aplicación del Código Técnico de Edificación. El sector ha asumido que las inversiones en sostenibilidad reducen los costes a medio y largo plazo. Por el contrario, los instrumentos económicos (como los mercados de derechos de emisión o los impuestos -tasas o ecotasas-) sí que han sido objeto de polémica ya que el incremento en los costes de producción que supone su aplicación, si no son asumidos por el productor o el intermediario (con la correspondiente mengua en el beneficio), son trasladados al precio de los productos turísticos ofertados y, en consecuencia, al consumidor.
Pero la polémica en relación a la asunción del sobrecoste que implica la utilización de algunos instrumentos de mitigación, no es la única a la que se enfrenta el sector turístico en su lucha contra el fenómeno. En los últimos años, numerosas voces han puesto en cuestión la efectividad real del sector en los procesos de descarbonización (Budeanu, 2007; Hall, Scott y Gössling, 2013; Scott y Becken, 2010; Scott, Gössling, Hall y Peeters, 2016) y, sobre todo, la viabilidad de este proceso en un paradigma de economía de crecimiento (Latouche y Harpagès, 2010; Urry, 2011). Lograr la sostenibilidad y la ecoeficiencia de la actividad turística mediante la innovación tecnológica y la concienciación de los clientes no parece suficiente en un escenario donde se calcula que el número de llegadas de turistas internacionales en todo el mundo crecerá en promedio a un ritmo del 3,3% anual entre 2010 y 2030 (World Tourism Organization [UNWTO], 2016). Autores como Giddens (2009) o Gössling, Hall y Weaver (2009), señalan que revertir la actual dinámica exigirá nuevas formas de intervencionismo de los gobiernos nacionales y locales capaces de proporcionar y asegurar el desarrollo de un marco económico y fiscal que permita avanzar realmente hacia una economía baja en carbono y propiciar cambios en el comportamiento de los consumidores. Otros autores abogan por un cambio de paradigma, por la necesidad de apostar por una reducción equitativa de los niveles de producción y consumo que permita aumentar el bienestar humano y mejorar las condiciones ecológicas tanto a escala local como global, en el corto y en el largo plazo (Hall, 2009; 2010; Schneider, Kallis y Martínez-Alier, 2010)
La necesidad de combatir el cambio climático desde el propio sector plantea el desafío de conseguir aplicar estrategias de mitigación que no resten competitividad ni a los destinos ni a las empresas turísticas. Hasta el momento, buena parte de las medidas para la reducción de emisiones se han aplicado a iniciativa del sector privado y han estado referenciadas mayoritariamente a la gestión y la práctica empresarial. Desde el sector público las acciones a escala destino han estado dirigidas fundamentalmente a la promoción y práctica de una movilidad sostenible y eficiente y a la reducción de emisiones a través de compromisos voluntarios. Un protagonismo renovado de los gobiernos regionales o locales, amparado en un endurecimiento del marco regulatorio y la presión fiscal, produce desasosiego en la industria turística. También inquieta al sector un cambio de paradigma que suponga una mudanza drástica, no ya en el comportamiento de los turistas sino en sus pautas de consumo habituales. Contribuir a la descarbonización sin que ello implique el decrecimiento del sector del ocio y los viajes se plantea como uno de los retos más importantes en el abordaje de esta problemática.
3. Conclusiones
Los retos referenciados no son los únicos a los que se enfrenta el sector turístico español en el contexto del cambio climático. Otros, menores e intrínsecamente relacionados con los aquí expuestos, como la necesaria colaboración entre el sector público y privado para el diseño de estrategias conjuntas que permitan hacer frente al fenómeno, la coordinación entre los diferentes niveles de intervención existentes (global, regional, local, empresa) o la necesidad de identificar las barreras y obstáculos que impiden la adaptación y la mitigación (como, por ejemplo, la falta de financiación y dotación presupuestaria, problemas de percepción del riesgo, comprensión limitada de los impactos, excesiva confianza en las opciones tecnológicas, etc.), se suman a los presentados.
Como señala Olcina (2012), abordar una problemática tan compleja no debe significar un problema para la Geografía. Nuestra disciplina ocupa una posición de privilegio para abordar temas en los que la transversalidad es el rasgo dominante. “La Geografía ha demostrado ampliamente su carácter de ciencia moderna, útil, socialmente decisiva en las prácticas de planificación y gestión territorial por su conocimiento integrado de los elementos naturales, los factores antrópicos y las realidades territoriales” (Asociación de Geógrafos Españoles, 2017). Las múltiples facetas de la problemática “Turismo-Clima-Cambio Climático” ofrecen una excelente oportunidad para que los geógrafos den respuesta a buena parte de los retos planteados
Agradecimientos
Este aportación ha sido realizada en el marco del proyecto de I+D+i con referencia CSO2014-51866-R del Programa Estatal de Investigación, Desarrollo e Innovación Orientada a los Retos de la Sociedad del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España.
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Notas
Notas de autor