Editorial
Editorial
Entre las decenas de fotografías que hay sobre el Teatro Camilo Torres de la Universidad de Antioquia, elegimos dos que sobrevivieron al paso del tiempo y a la selección realizada por agentes de la memoria que privilegiaron su supervivencia frente al resto de reproducciones existentes. Ambas imágenes, que se sobreponen para mostrarnos la evolución del lugar, nos sirven como pretexto para hablar de la memoria y el montaje como categorías de análisis, y como posibilidad semántica de encontrar nexos entre un pasado distante, y otro que se acerca a lo que conocemos hoy como uno de los escenarios de debate y de promoción de la cultura del país.
A partir de estos conceptos, descritos en su momento por Warburg y Benjamín para construir sus nociones de engramática e historicidad, podemos advertir que las imágenes que observamos están inscritas en el pasado y que su registro marca unas relaciones de temporalidades múltiples que solo la comparación permite entender. Al fijar la memoria en la imagen de un lugar, entendemos que la subjetividad del recuerdo pasa por el filtro de quien obtura la cámara y quien interpreta el registro visual que quedó grabado.
Y es justo en el momento en el que vemos la predisposición del montaje que presentan estas dos imágenes que comprendemos cómo la memoria se activa en nosotros con pequeños fragmentos del lugar, con fotografías que capturan solo un instante de la historia capaz de revitalizar la fuerza de este emblemático lugar y las memorias que emergen mediante la evocación de los momentos vividos