Reseñas de libro
La Costa Pacífca y el Poblamiento: la Evidencia Chilena
Jackson Donald S. El primer poblamiento de la costa pacífica sudamericana. El complejo Huentelauquén. 2023. Valdivia, Edición del Proyecto Pasado Humano y Patrimonio en el Choapa. 471pp.. 978-956-416-037- 5 |
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El gran arqueólogo Donald Jackson, fallecido en 2015, ha dejado una tremenda impronta en la arqueología chilena en particular y americana en general. Su prematura desaparición a los 55 años truncó una carrera marcada por el intenso trabajo y el éxito, que incluía destacadamente un estudio arqueológico regional en Los Vilos. Ese fue el tema de su tesis doctoral, terminada poco antes de morir, que no llegó a defender. El alcance de la tesis largamente excede la problemática regional y es fundamental para discutir adaptaciones costeras americanas tempranas. Debemos agradecer la edición de este libro a sus colegas y amigos César Méndez y Diego Salazar, quienes lo publican como un homenaje póstumo.
La obra incluye la más temprana evidencia sobre el poblamiento costero del norte de Chile, duramente obtenida por Jackson a través de décadas de trabajo. Analiza más de 40 sitios para el semiárido, a los 32ºS, y utiliza abundante información generada previamente para varios sitios ubicados más al norte, en el árido, hacia los 26ºS.
La información cronológica disponible muestra la mayor antigüedad para el Complejo Huentelauquén (ca. 13.000 cal AP), en el sector semiárido, al sur, en punta Ñague. Por ese motivo, y asumiendo un gradiente de poblamiento norte-sur, el autor espera que existan ocupaciones más antiguas hacia el norte. De todas maneras, las diferencias son mínimas y las ocupaciones relacionadas con Huentelauquén parecen iniciarse aproximadamente al mismo tiempo en ambos sectores y tal vez ahora también podríamos estar abiertos a influencias llegadas desde el sur o este, pues no tienen que constituir necesariamente antecedentes costeros, simplemente gente instalándose en nuevos ambientes. En general las ocupaciones del interior –exclusivamente en el semiárido- son un poco más recientes que las de la costa, lo cual avala que allí se formalizó el Complejo. Finalmente, unos 5000 años después de su inicio, hacia 7000 cal AP, Huentelauquén desaparece como entidad arqueológicamente reconocible. La pregunta es si esas poblaciones fueron asimiladas por otras culturas de espectro más amplio, fueron reemplazadas o innovaron aspectos clave de su adaptación. La hipótesis de la asimilación que maneja Jackson es quizá la más interesante y realista, pues para el comienzo del Holoceno medio las poblaciones estaban viviendo en un mundo con vecinos, donde sin necesidad de crecimiento demográfico, aumentaron las presiones dependientes de la densidad.
La evidencia presentada por el autor no incluye embarcaciones de ningún tipo, pese a lo cual elige no excluir su posibilidad. A pesar de esto, registra una subsistencia basada sobre variados recursos marinos, con escaso complemento de fauna terrestre, principalmente el guanaco. Todos los recursos marítimos representados en los sitios eran obtenibles en la línea de costa, como máximo en el intermareal bajo, con ocasionales casos que sugieren buceo. Entre otras tecnologías utilizadas, Jackson desarrolla en especial la lítica, con uso predominante de rocas locales, pero también de silíceas no locales, en especial instrumentos bifaciales que llegan elaborados.
Si algo ha caracterizado a las ocupaciones Huentelauquén, que generó muchas comparaciones a lo largo de América, han sido los litos geométricos. Su abundancia en ciertos sitios es notable: más de 200 en Quebrada Las Conchas, o más de 500 en Obispito 1. Estas frecuencias han llevado a otorgarles carácter ceremonial a litos y sitios. A partir del estudio de la distribución de sitios Jackson observa un patrón de asentamiento lineal en la costa, por lo que habla de un ciclo anual costero, con redundancia ocupacional. Destaca un contraste: en el semiárido hay un uso limitado del interior y sus recursos, que ve como resultado de movimientos estacionales, que llegan hasta San Juan, Argentina; en cambio, para el árido las ocupaciones son exclusivamente costeras. A partir de esta y otras consideraciones, ve al Complejo Huentelauquén como el resultado de “varios segmentos territoriales articulados por los campamentos ceremoniales [aquellos con abundantes litos geométricos]” (p. 311), o sea como una serie de unidades con cierto grado de independencia.
Se han recuperado restos humanos en diferentes sitios, que constituyen algunas de las evidencias más antiguas para América del Sur, incluyendo el caso de Los Rieles. Un individuo allí recuperado está fechado alrededor de 11.200 cal AP y según sus isótopos estables tenía una dieta marina. Se trata de una evidencia muy antigua para ese patrón alimenticio. Restos humanos más recientes indican también dietas mixtas, cada vez con más recursos terrestres. Se trata de una entrada interesantísima a la distribución de poblaciones tempranas y dietas dentro de una adaptación marina. En cuanto a los sitios con entierros, algunos mostrando usos reiterados a través del tiempo, se destacan casos de desmembramiento y probable distribución de partes.
A lo largo del libro sobrevuela la discusión sobre el significado de Huentelauquén para el modelo de Erlandson (2001) de dispersión por la costa pacífica de América. Jackson ve a la costa como viable, accesible y transitable y menciona evidencias en favor de una dispersión costera, básicamente semejanzas con sitios del norte de América del Sur y California. Se sabe que las afinidades, para que sean evidencias fuertes deben buscarse en el terreno que excede a las convergencias, lo que en este caso minimiza un poco su fuerza. Pero existen al menos dos líneas de evidencia notables: (1) algunas puntas de proyectil que presentan hasta pedúnculos de bordes paralelos semejantes a los modelos Paiján, rasgo que creo poco esperable como convergencia y que constituye además una comparación obligada con una punta recuperada por Dillehay y colaboradores (2015) en Monte Verde, (2) la morfología de muchos litos geométricos, totalmente superponible con la de piezas californianas. Toda una invitación a discusiones sobre difusión y convergencia, que deberá integrarse con fuerza a la mesa de debate.
Considera reiteradamente la relación con el poblamiento de América por la ruta del Pacífico, en pleno auge cuando escribía su tesis. La discusión más reciente ha mostrado que, al tratar el caso del poblamiento de América del Sur, puede ya resultar poco relevante que se trate de ocupaciones costeras o del interior. De allí la importancia de las consideraciones de Jackson sobre el origen de Huentelauquén, que pudo implicar gente que se acercaba a la costa tratando de “amortiguar el déficit de recursos continentales” o acercamientos intermitentes a la costa para complementar recursos (p. 83). Estas últimas interpretaciones se encuentran mucho más en línea con la evidencia actualmente disponible que la de la ruta costera. Muchas de las discusiones del libro iluminan el problema, tal vez principal, de la llamada ruta costera del Pacífico, tales como la diversidad de adaptaciones, no todas las cuáles se apoyan en la navegación. Quizá el origen de muchas de las adaptaciones costeras reconocidas a lo largo del Pacífico sea diverso, al punto de estar desacopladas entre sí, en poca sintonía con el útil modelo de Erlandson. De hecho, una fidelidad a la variada costa a lo largo de miles de kilómetros parece hoy poco probable.
El trabajo presenta consideraciones paleogeográficas, que incluyen evaluaciones en escala regional de los efectos tanto de la tectónica como de la batimetría abrupta de la costa del Pacífico, que produjeron una preservación diferencial de asentamientos tempranos, quizá destruidos en otras regiones más al norte. Al respecto presenta interesantes disquisiciones comparativas entre el sitio submarino Quintero y el sitio subaéreo Quereo, a las que la cronología aceptada en ese momento para el primero daba fuerza. Incluye discusiones formacionales y tafonómicas, considerando un papel para la reclamación. Piensa que “la contaminación e incidencia de factores tafonómicos…parecen ser mínimos” (p. 157), pero aclara que no deben ser del todo excluidos. Jackson, como bien me consta, estuvo muy interesado en desarrollar programas tafonómicos y experimentales que no alcanzó a incluir detalladamente. De todas maneras, un útil apéndice de 20 páginas resume sus observaciones al respecto.
Encuentra coincidencias cronológicas con sitios cercanos que presentan asociación con fauna extinta de fines del Pleistoceno, que contrastan con el Complejo Huentelauquén que no incluye tales asociaciones. Habla de “poblaciones claramente diferenciadas y donde difícilmente puede derivarse una de la otra” (p. 171), lo que repercute en la discusión sobre las causas de la extinción de la megafauna, indicando que hay expresiones culturales regionales tempranas muy extendidas completamente desacopladas de interacciones humanas con fauna extinta.
En suma, Donald Jackson es totalmente exitoso al mostrar la importancia de las adaptaciones marinas tempranas de Chile, así como en discutir su complejidad y significado. Aún inclinado a favorecer una relación con una migración costera por el Pacífico, a la vez nos ofrece algunos de los elementos que dificultan tal explicación. En otras palabras, la finalización de la tesis lo encuentra al acecho, participando de una discusión panamericana en la que, vale decirlo, aún deben darle el lugar que le corresponde tanto por las evidencias que ha obtenido, como por las ideas que desarrolló. Este libro ayudará a remediar esa situación, subrayando el hecho de que Donald aún sigue trabajando junto a nosotros.