Reseñas de libro
Buenos vecinos: de cómo llevar una vida aldeana en el valle de Anfama durante el primer milenio DC
Buenos vecinos: de cómo llevar una vida aldeana en el valle de Anfama durante el primer milenio DC
Intersecciones en Antropología, vol. 25, núm. 2, pp. 325-328, 2024
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires
Salazar Julián. El arte de convivir. Arqueología de las primeras aldeas en Anfama, noroeste argentino. 2023. Buenos Aires. Sociedad Argentina de Antropología. 295pp.. 978-987-1280-58-2 |
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Siempre me resultó fascinante la múltiple existencia del libro, por un lado, como tipo de producción intelectual (el libro), por otro lado, como obra literaria específica (este libro) y también, como un objeto material concreto y tangible (este ejemplar). Karen Borrazzo me invitó amablemente a reseñar el volumen El Arte de convivir. Arqueología de las primeras aldeas en Anfama, noroeste argentino, compilado por Julián Salazar. Claro que la reseña será sobre la obra literaria, pero permítaseme iniciar hablando del preciso ejemplar que tengo junto a mí. Este me fue entregado en mano por su compilador en ocasión de encontrarnos durante el Congreso Nacional de Arqueología Argentina en la ciudad de Corrientes, antes que ambos supiéramos que estaría yo, ahora, escribiendo esta reseña. Recuerdo bien que junto con las felicitaciones y agradecimiento por el obsequio surgió en la conversación la expresión “recién salido del horno” haciendo metafórica alusión a su muy reciente publicación. Sin embargo, me interesa resaltar otra imagen que se me viene a la mente en relación con ese episodio. Me refiero a la costumbre, me temo que ya bastante menos frecuente, que solía haber entre vecinos (o quizá esté mejor dicho entre vecinas) de convidarse alguna porción de torta, pastelitos o cualquier otra exquisitez “recién salida del horno”. Quizá habría motivos particulares para cada evento de convite: devolver un favor, habilitar la posibilidad de un contra-don, etc., pero como fenómeno general se trataba de uno de los modos de establecer relaciones de vecindad, uno de los muchos que conforman el convivir y que exceden largamente, la mera existencia en cercanía. Como decía Appadurai (2001), gran parte de nuestras prácticas cotidianas no son sino denodados esfuerzos orientados a generar las posibilidades de vivir en comunidad y ello constituye un proceso nunca acabado de construcción de lo local en términos de producción de vecindarios. Sin embargo, más frecuentemente la arqueología ha relegado estos procesos al lugar de epifenómenos de otros, considerados más importantes, como la subsistencia, la adaptación, la movilidad, etc., haciendo aparecer la formación de colectivos, el vivir en comunidad, como algo que se da espontáneamente y que no requiere mayor explicación. Precisamente, El arte de convivir… es una destacada excepción a esa tendencia.
Se trata, consecuentemente con su objeto, de una obra colectiva, un libro de compilación resultante de ocho años de trabajo de uno de los equipos más activos en el panorama actual de la arqueología del noroeste argentino. Las distintas contribuciones presentan aspectos de la emergencia y desarrollo de un modo de vida aldeano en la cuenca de Anfama, en la vertiente oriental andina de la provincia de Tucumán. Ubican el proceso en el marco de un fenómeno general de surgimiento de las sociedades aldeanas tempranas, momento en los cuales “las poblaciones comienzan a convivir de manera permanente o recurrente en los mismos lugares” (p.12) aunque, contra toda intención de homogeneización utilizan el concepto para enfatizar en la diversidad de esos procesos antes que en su uniformidad. Es destacable la búsqueda por apartarse de esquemas tipológicos o esencialistas sobre las comunidades que poblaron Anfama y, en ese afán, adoptan un enfoque latouriano que consiste en rastrear las asociaciones sin presuponer relaciones causales a priori, reconociendo los ordenamientos emergentes en términos de ensamblajes. El abordaje metodológico es multiescalar, interesa reconocer esos ensamblajes a escalas del paisaje, la aldea, el ámbito de lo doméstico. De igual manera, importan las escalas de larga duración, la periodificación, la cronometría; pero también los efímeros microcosmos de lo cotidiano y, especialmente, los tempos, ritmos y cadencias propias de las prácticas del habitar y la temporalidad no cronológica de los ancestros.
El volumen constituye en sí mismo un ensamblaje, los nueve capítulos podrían “funcionar” independientemente uno de otro. Cada uno caracteriza escalas o contextos distintos pero que convergen en el énfasis puesto en el modo en que los ordenamientos materiales prescriben o proscriben relaciones o asociaciones a distintas escalas. El capítulo uno, de autoría colectiva, está especialmente dedicado a la larga duración, la cronometría y la periodificación. Se caracterizan los ordenamientos materiales, aldeas, viviendas, de los varios contextos excavados y datados por el equipo. Se definen seis bloques temporales desde el 400 AC hasta la actualidad y se evalúan tendencias de continuidades y transformaciones. En el capítulo dos, Julián Salazar ensaya sobre el planteo teórico metodológico de la investigación, que en alguna medida reseñé en el párrafo anterior y adelanta, para el caso de Anfama, un modelo de articulación social en el cual los ensamblajes domésticos aparecen como asociaciones dinámicas -se forman y disgregan en distintos momentos de acuerdo a procesos que le son propios-, pero que son altamente estables en el largo término, ya que están presentes a lo largo de unos 1500 años como principales unidades de ensamblajes de mayor escala de integración social. Ante esta aparente paradoja de hallar ordenamientos espaciales definidos y sostenidos en el tiempo, pero producidos por articulaciones sociales muy dinámicas, en el capítulo tres, Gonzalo Moyano, apela a las nociones, ya clásicas pero que envejecen bien, de taskcape (Ingold, 1993), para referir al carácter contingente del paisaje, y de lugares persistentes (Schlanger, 1992) para comprender cómo, pese a esa contingencia, ciertas lógicas espaciales parecen volverse estructurales. Enfatiza en la importancia del fenómeno de recurrencia de ocupaciones en las mismas localizaciones cuyas marcas terminan, a modo de cronotopos, vinculando el pasado con el presente, estabilizando lógicas de localización y reproduciendo pautas de interacción a escala supradoméstica. El capítulo cuatro, de Francisco Franco, y el cinco de Juan Montegú y Julián Salazar, nos llevan a los contextos domésticos centrando la atención en los ámbitos privilegiados para su investigación: las casas. Se trata de estudios de las historias estratigráficas de dos sitios habitacionales, El Sunchal y Mortero Quebrado, los cuales fueron vividos a lo largo de varias generaciones. Las numerosas dataciones y, fundamentalmente, las transformaciones arquitectónicas y recurrencia de prácticas de habitar las casas van dando cuenta de los modos de reproducción doméstica y al mismo tiempo, de la intensidad del arraigo de estas familias con el lugar. En el capítulo seis, Rocío Molar nos introduce al mundo de la culinaria en estas viviendas a través del estudio de restos recuperados de las superficies de morteros y ollas, verdaderos alephs que resumen todo un mundo circundante de cultivos y montes y median en la más importante de las relaciones de crianza familiar: compartir el alimento. En el capítulo siete, Juan Montegú caracteriza la tecnología lítica y da cuenta de su marcada persistencia a lo largo del proceso de desarrollo de las sociedades aldeanas tempranas. Valeria Franco Salvi, en el capítulo ocho, describe y clasifica un vasto conjunto de “rocas intervenidas”, monolitos tallados o grabados, vinculados a las viviendas, en el interior de patios o integrados a los muros siendo, en todos los casos, ostensibles presencias en la experiencia cotidiana. Interpreta que, al igual que los “menhires” del Valle de Tafí o los “personajes en bloque” de la puna, estas rocas intervenidas forman parte del fenómeno andino de los huancas y explora así los vínculos con los ancestros. El último capítulo, el nueve, de autoría de Agustina Vázquez Fiorani repasa las evidencias de ocupación correspondientes a los primeros siglos del segundo milenio DC, el bloque cronológico IV en la secuencia local o Periodo de Desarrollos Regionales (PDR) en la secuencia regional. Descubre que, como también se ha registrado en otros sectores de la región surandina, la transición al PDR no significó, en Anfama, las transformaciones sociales y políticas que generalmente se asume que existieron. Contrariamente, aunque con la incorporación de objetos con características difundidas en el PDR, como ciertas cerámicas, otras dimensiones, como la estructuración del paisaje, las escalas de consumo o la organización espacial de las actividades cotidianas, muestran una marcada continuidad con aquellas ya conocidas para el primer milenio DC. Un breve epílogo resume los principales aspectos reseñados aquí y cierra el volumen.
Este libro compila, además, una destacable cantidad de información novedosa y de calidad. El grupo ha sabido desde hace tiempo producir datos de grano fino mediante el empleo inteligente de técnicas de registro: excavación estratigráfica, fotogrametría, drone, etc.; y de análisis: SIG, microrrestos vegetales, etc. Se trata de una información de mayor valor aun considerando que procede de un área del pedemonte oriental andino muy poco conocida arqueológicamente. El arte de convivir… es entonces un importante aporte al problema histórico de surgimiento de las sociedades aldeanas tempranas, al desarrollo de enfoques teórico-metodológicos para el estudio de la formación y reproducción de la vida comunitaria y como insumo casuístico para la arqueología regional. Sin duda recomiendo su lectura.
REFERENCIAS
Appadurai, A. (2001). La modernidad desbordada. Dimensiones Culturales de la Globalización. Fondo Económico de Cultura, Ediciones TRILCE.
Ingold, T. (1993). The temporality of the landscape. World archaeology, 25(2), 152-174.
Schlanger, S. (1992). Recognizing persistent places in Anasazi settlement systems. En J. Rossignol y L. Wandsnider (Eds.), Space, Time, and Archaeological Landscapes (pp. 91-112). Springer.