Artículos
Factores de resiliencia y bienestar en familias colombianas
Resilience factors and familiar well-being in Colombian families
Factores de resiliencia y bienestar en familias colombianas
Interdisciplinaria, vol. 38, núm. 3, pp. 117-138, 2021
Centro Interamericano de Investigaciones Psicológicas y Ciencias Afines
Recepción: 05 Febrero 2020
Aprobación: 18 Mayo 2021
Resumen: Las familias, en la actualidad, enfrentan nuevos retos y cambios que comprometen su capacidad de adaptación y su bienestar. Este estudio tuvo como objetivo describir y comparar indicadores de resiliencia familiar y bienestar familiar de 442 familias colombianas ubicadas geográficamente en Bogotá (n = 196), Santa Marta (n = 81) y Cali-Palmira (n = 145). El diseño fue analítico transversal. Las familias diligenciaron el Índice Familiar de Regeneración y Adaptación (FIRA-G) para valorar la resiliencia y el Índice de Bienestar de los miembros de la Familia (FMWB). Los resultados demostraron relaciones significativas y positivas entre bienestar familiar y resiliencia familiar al igual que una relación inversa y significativa entre indicadores de resiliencia negativos como tensión, distrés y tensión familiar con indicadores positivos de resiliencia familiar tales como coherencia, fortaleza y apoyo social. La comparación entre ciudades evidenció divergencias entre las familias de Bogotá y Cali-Palmira, en los niveles de bienestar familiar, estresores familiares y apoyo de parientes y amigos. En el caso de la ciudad de Santa Marta se encuentran diferencias en los estresores familiares con Cali-Palmira y en apoyo social comunitario con Bogotá. La discusión se orienta a mostrar que la resiliencia familiar es resultado de la participación de varios elementos: los recursos familiares adaptativos positivos que le permiten a las familias reducir el estrés y enfrentar las demandas del ambiente, la presencia de los dos padres en familias sin indicadores clínicos que hace que la carga de estrés sea compartida –lo cual abona el terreno para la resiliencia familiar–, y el apoyo social manifestado en ayudas externas al núcleo familiar por parte de la comunidad, los parientes y los amigos.
Palabras clave: resiliencia familiar, bienestar familiar, funcionamiento familiar, relaciones familiares, estresores familiares, soporte social.
Abstract:
Currently, modern families are coping with different stressful situations. The family studies are focused on the conceptual perspective, political perspective and methodological topic and they leave aside the familiar dynamics and functioning. This paper was interested in describing and comparing indicators of family resilience and family welfare of 442 Colombian families. This study had three hypotheses: The first one is focused on differences in well-being family dimension per location; the second hypothesis was focused on significant differences in family resilience per location, and the third one was interested in significant relations in family resilience and family well-being. The theoretical support to this research is the McCubbin and Patterson’s resilience model called Double ABCX and Family Adaptation and Adjust Response Model by Patterson. The family well-being is considered a result of internal family functioning and is measured by the family member perception about the concern about health problems, fears, anger and sadness. Family resilience is understood as the capacity to recover from adversity. This capacity strengthens families and improves their resources. In this theoretic resilience approach the resilience is a dynamic result to the adaptation phase and the family well-being is the final adjustment. The design was cross-sectional analytical with a convenience sample. The families were interviewed in their homes, from each family both parents and a child between 9 and 17 years old participated. They are located geographically in Bogotá (n = 196), Santa Marta (n = 81) and Cali-Palmira (n = 145). Families completed the Family Member Well-being Index (FMWB) and the Family Regeneration and Adaptation Index (FIRA-G) to assess resilience. Families residing in Bogotá showed significant differences with those of Cali-Palmira in the dimension of family well-being, family stress and support from friends and family. While families located in Santa Marta showed differences with respect to the families located in Cali-Palmira in family stress and in community and social support. The father correlations between the family resilience index and the well-being family index is strong and inverse with the family stress and the family well-being summarized. The mother well-being family perception is significant associated with family resilience, and these correlations was strongest with family well-being summarized. The family stress index, strains and distress exposed moderate and inverse relations with the positive resilience family summarized. The discussion deals with family resilience as a product of the dynamic interaction in the hole family system and is oriented to the fact that the presence of support from family and friends reduces the burden of family stress, promotes support in the face of crisis and, in general, improves the well-being and family adaptation. In general, the differences reflect varied resilience trajectories that depend on the challenges posed by the close context of the city where they live. An approach to this result leads us to think as a hypothesis not yet widely explored, in the mobility factor of cities, which limits contact with close family networks. In big cities like Bogotá, its internal mobility compromises the times and spaces of daily life, and thus allows or prevents families from organizing their relationships in the different areas of their social life. Resilience occurs through positive adaptive family resources that included social support and family coherence and allow families to reduce stress and meet the demands of the environment. On the other hand, the presence of the two parents in families without clinical indicators shows that the burden of shared stress helps family resilience, which is also fed by the presence of external aids to the family nucleus, such as the support of the community, family and friends.
Keywords: family resilience, family well-being, family functioning, family relationships, family stress, social support.
Introducción
Comprender lo que hace resilientes a las familias ha sido objeto de investigación en el campo de la salud mental a lo largo de décadas. La investigación sobre resiliencia y factores asociados muestra un incremento significativo en la última década (Becvar, 2013; Walsh, 2016a, 2016b), con avances teóricos y aplicaciones prácticas importantes para el abordaje clínico y psicosocial de familias en condiciones desafiantes, estresantes o adversas de distinta naturaleza (Bermúdez y Mancini, 2013; de Andrade y Pereira da Cruz, 2011; Jiménez, Velasco y Romero, 2019; Madariaga, 2014). La resiliencia, entendida como la capacidad para hacer frente con éxito a situaciones críticas en la vida (Walsh, 2005), es un concepto que ha permitido establecer nexos entre las ciencias del desarrollo, la terapia familiar y la intervención biopsicosocial (Gómez y Kotliarenco, 2010). En la actualidad, se reconoce la resiliencia como un importante factor para la salud, el bienestar y la calidad de vida de individuos, familias y comunidades.
Un tópico que ha sido menos explorado en la investigación en este campo tiene que ver con la capacidad resiliente de las familias que enfrentan situaciones, quizás menos dramáticas, asociadas a los retos de asumir los cambios que se han venido operando en la estructura y las relaciones familiares en los últimos 30 años, como son la poca presencia de las madres en el hogar, los escasos lazos intergeneracionales, el nuevo modelo de paternidad, entre otros (Bermúdez-Jaimes, 2014; Hantrais et al., 2020). Conocer las maneras en las que la familia se adapta a estos cambios y el impacto que tiene en su bienestar resulta fundamental en el contexto latinoamericano para la formulación de políticas públicas y el diseño de programas de intervención con familias.
En Colombia, buena parte de los estudios sobre familia se han centrado en la descripción de indicadores sociodemográficos condensados en diferentes encuestas aplicadas por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) para caracterizar las condiciones de vida de las familias en relación con aspectos como el hacinamiento en las viviendas, el nivel de desempleo, el índice de necesidades básicas insatisfechas, entre otros. En este mismo sentido, se ha venido trabajando en la descripción de las estructuras familiares predominantes (Barón, 2010; Observatorio de Familia, 2016), al igual que en el análisis del impacto del conflicto armado sobre las familias en diferentes ciudades del país (Venegas Luque et al., 2020; Zapata Arias, 2018).
De acuerdo con estudios sociológicos, antropológicos y de género, la diversidad geográfica y cultural de Colombia ha marcado estilos de vida distintos que han permeado las relaciones de sus habitantes y de las familias (Moreno, 2013; Puyana y Mosquera, 2005). En esa diversidad se reconocen seis regiones: Atlántica, Oriental, Central, Pacífica, Orinoquía y Amazónica, cada una con un bagaje cultural, una raza y una estructura familiar que le son propias (Bernal, 2009). Hasta el momento, los estudios que se han desarrollado sobre familias no hacen comparación entre regiones, sino que se interesan en el funcionamiento familiar a partir del análisis de datos según ciudades. Es necesario ampliar el espectro de estudios en el campo de la psicología que tengan en cuenta las diferencias regionales y aporten evidencia empírica que permita caracterizar, de manera comprensiva, las formas en que las condiciones de diversidad de las familias operan respecto a sus dinámicas de funcionamiento y cómo estas, a su vez, afectan la vida de sus miembros (Bermúdez-Jaimes, 2014).
En esa dirección, en este artículo se exploran las relaciones entre resiliencia y bienestar en familias colombianas que habitan en regiones distintas, como una manera de aproximarse a los factores internos y externos que dan cuenta de un funcionamiento positivo de las familias. Con ese propósito, se describen y comparan indicadores de resiliencia familiar y bienestar familiar en una muestra de familias de tres ciudades en Colombia.
La resiliencia familiar
La investigación actual sobre familias parte de reconocer que las nuevas exigencias, impuestas por un mundo cambiante, han provocado cambios significativos en las estructuras familiares y en las relaciones que se establecen entre sus miembros, y dieron lugar a nuevas formas de familia (Cummings, et al., 2010; Golombok, 2016). Ante toda una serie de cambios sociales políticos y económicos, las configuraciones familiares se vuelven cada vez más fluidas, diversas y complejas, con transiciones que plantean nuevos retos de adaptación (Walsh, 2016a). Bajo estas circunstancias, las familias se ven enfrentadas con distintos tipos de pérdida, desequilibrio, incertidumbre, desafíos, transiciones (Walsh, 2005) que demandan de sus integrantes, estrategias para comprender y manejar esos cambios y para adaptarse a las nuevas condiciones. El estrés que conlleva este proceso puede verse exacerbado en situaciones de crisis o frente a eventos climáticos, sociales, económicos o políticos propios del momento sociohistórico que experimenten las familias en su entorno particular (Amar-Amar et al., 2014; Covarrubias et al., 2014; Domínguez, 2016; Villavicencio-Colón, 2020).
En este contexto, el concepto de resiliencia familiar resulta particularmente útil para comprender las dinámicas que subyacen al funcionamiento de las familias, a partir de su capacidad para hacer frente y transformarse ante los retos que conllevan estos cambios. La resiliencia familiar se define como la capacidad que una familia tiene para recobrarse de circunstancias adversas y salir de ellas fortalecida y con mayores recursos (Walsh, 2005, 2016a). Da cuenta de los recursos de que dispone un sistema para adaptarse con éxito a desafíos importantes que amenazan su función, viabilidad o desarrollo (Masten, 2018).
Una conceptualización muy conocida de resiliencia familiar es la que propone el Modelo Doble ABCX, desarrollado por McCubbin y Patterson en la década de 1980 y que aún sigue vigente (McCubbin y Patterson, 1983). Desde este modelo, la resiliencia familiar es concebida como una forma de afrontamiento a la adversidad (Ungar, 2016) que lleva a las familias resilientes a adoptar patrones conductuales positivos y competencias funcionales ante el estrés y/o ante circunstancias adversas que les permiten recuperarse, mantener su integridad como unidad y, de esta manera, asegurar y restaurar el bienestar de cada uno de sus miembros (McCubbin et al., 2002).
Otra manera de entender la resiliencia familiar es asumirla como un proceso dinámico de adaptación positiva a contextos de adversidad, que va más allá del afrontamiento de las dificultades, contempla también fortalezas y recursos familiares para recuperar el crecimiento positivo del sistema familiar a partir de las demandas del entorno (Masten y Cicchetti, 2016). Puede decirse que la resiliencia familiar integra dos componentes: la capacidad para protegerse y resistir ante situaciones potencialmente destructivas, y la capacidad de desarrollar una conducta vital positiva a pesar de las circunstancias adversas (Pereira, 2010, p. 9). Hablar de resiliencia familiar es hablar entonces de un proceso activo de resistencia, autocorrección y crecimiento como respuesta a las crisis y los desafíos de la vida (Walsh, 2016a, p.26), que reafirma la capacidad de autoreparación de la propia familia (Fernández et al., 2012).
Reconocer el carácter dinámico de la resiliencia familiar supone entenderla como un proceso variable a partir de la interacción que se establece entre el individuo y su entorno, y entre la familia y el medio social. Es resultado de un equilibrio que tiene lugar en la interrelación de variables personales y del contexto, tales como la personalidad de cada individuo, los factores de riesgo y de protección, la funcionalidad y la estructura familiar (Pereira, 2010). En esta perspectiva la resiliencia familiar no es absoluta y global, sino que depende del equilibrio dinámico de los factores personales, familiares y sociales (Arribillaga et al., 2016). La resiliencia familiar es cambiante, puede variar con el transcurso del tiempo y con las condiciones del contexto. Es, por tanto, un proceso emergente (Madariaga et al., 2014).
La investigación sobre resiliencia familiar muestra una trayectoria de algo más de dos décadas (McCubbin y Patterson, 1983; Patterson, 2002; Walsh, 2005, 2016a, 2016b), en la que se parte de un interés por los factores que protegen al sistema familiar de una crisis, hasta llegar a los procesos de ajuste y recuperación posteriores a la crisis (McCubbin y McCubbin, 2013). En general, en esa trayectoria se pueden identificar dos tendencias. Desde una línea más tradicional se estudian los factores familiares relacionados con la estructura y funcionamiento familiar, los tipos de relación, las reglas de comunicación, etcétera, que en su conjunto facilitan la aparición de la resiliencia en los individuos que integran el núcleo familiar. En esta perspectiva, el interés se dirige a características de la familia tales como la calidad de las relaciones, el cuidado afectivo que se provee, la estabilidad de la estructura familiar, entre otras, para estudiar su efecto sobre la resiliencia de los individuos afectados (Pereira, 2010). En este sentido, la familia es vista solo como contexto de desarrollo de resiliencia individual.
Una segunda línea de investigación se ubica en el marco de la perspectiva sistémica y centra su atención en la familia resiliente, es decir, en la resiliencia de la familia como una unidad. Esto significa entender a la familia como una unidad de resiliencia que incorpora situaciones de estrés y crisis, procesos dinámicos de adaptación y roles positivos (como contexto protector) y negativos (como contexto de riesgo) para el desarrollo y bienestar de sus miembros (Nichols, 2013). Los estudios sobre resiliencia familiar apoyados en esta conceptualización se centran en la identificación de los mecanismos del funcionamiento familiar que actúan como factores de protección de la resiliencia y que se pueden definir como factores de riesgo, para efectos de orientar el trabajo con familias hacia la promoción de los primeros y la disminución de los segundos (Amar et al., 2014; Patterson, 2002).
Desde esta perspectiva la familia es un sistema funcional que, al ser afectado por eventos y contextos sociales altamente estresantes, es capaz de facilitar la adaptación positiva de todos sus miembros y fortalecer la unidad familiar (Walsh, 2016a). La supervivencia y adaptación de la familia como unidad y sus posibilidades de reorganización frente a situaciones estresantes y de crisis van a depender de las estrategias y recursos con las que los individuos y los diferentes subsistemas enfrenten estas adversidades. Bajo esta conceptualización de resiliencia familiar, una crisis puede entenderse de dos maneras: como una situación que pone en riesgo la unidad familiar y el bienestar de sus miembros, o como una oportunidad para hacer uso de los mecanismos y estrategias con los que cuenta la familia para afrontar dicha situación y para aprender nuevas formas de comunicación y organización familiar (Walsh, 2016b).
Cabe destacar que desde este enfoque sistémico (Walsh, 2005, 2016a, 2016b), la resiliencia familiar se centra en los recursos, las estrategias y los mecanismos de interacción con los que cuentan las familias para hacer frente y sobrellevar los retos que les impone el contexto en el cual se desarrollan, y de allí que el interés se dirija hacia el potencial y las fortalezas de cada grupo familiar, más allá de sus limitaciones (Nichols, 2013; Walsh, 2005).
El bienestar en las familias
De manera general, el bienestar suele estar asociado a la idea de felicidad. Alrededor del concepto de bienestar se pueden identificar dos tradiciones teóricas que adoptan posturas distintas: la hedónica y la eudaimónica (Belzak et al., 2017). En la perspectiva hedónica o del bienestar subjetivo, el fin primordial del individuo es conseguir la felicidad, la ausencia de problemas y la experiencia de sensaciones positivas. Participan allí dos componentes, uno cognitivo referido a la formulación de juicios de valor, y otro emocional de placer y displacer (Mayordomo et al., 2016).En la perspectiva eudaimónica el bienestar psicológico se centra en el desarrollo personal, ligado a aspectos como poseer un objetivo en la vida y a la realización del potencial individual, no exento de un esfuerzo (Ryff, 2014). En otras palabras, para desarrollar ese potencial se requiere un propósito de vida que le otorgue significado a los retos y esfuerzos que una persona realiza para alcanzar las metas que se propone (Belzak et al., 2017)
Es importante señalar que las conceptualizaciones anteriores aplican al bienestar individual, pero no al bienestar familiar. Este último ha sido abordado desde una perspectiva sistémica, según la cual el bienestar familiar tiene un carácter multidimensional, dado por la participación de aspectos emocionales y sociales que se vinculan con los recursos que tiene el sistema para enfrentar las crisis (McCubbin y Patterson, 1983). Esta mirada desde los sistemas se aleja de las valoraciones que entienden el bienestar de las familias como equivalente a la felicidad y a la calidad de vida, y lo vinculan con los derechos, las responsabilidades y el respeto a la dignidad de una persona dentro de la familia (Bibou-Nikou, 2004).
En la tradición sistémica, el bienestar es considerado un producto del funcionamiento interno de las familias y, por consiguiente, la evaluación de este constructo se hace a partir de la percepción que los miembros de la familia tienen sobre su preocupación por problemas de salud, tensiones familiares, miedos, ira y tristeza en los integrantes de la familia. En el Modelo de Doble Ajuste y Adaptación (ABCX) de McCubbin y Patterson (1983), que se apoya en el enfoque sistémico para explicar el funcionamiento resiliente de una familia, el bienestar es el resultado final del proceso de adaptación del sistema familiar. Este bienestar puede derivar en resiliencia cuando lleva a las familias a salir fortalecidas de las situaciones de crisis, o bien puede llevar a la familia a la desadaptación cuando los recursos de afrontamiento resultan insuficientes para resolver situaciones críticas (McCubbin y Patterson, 1983).
El modelo doble ABCX establece que el ajuste del sistema familiar, como factor conducente a una buena adaptación, se produce cuando la familia ha realizado un proceso de evaluación amplio y específico de ellos mismos y del estresor, situación que le permite progresar hacia la resiliencia (Becvar, 2013). En un primer momento, cuando la familia se enfrenta al estresor y este desafía sus recursos familiares, el bienestar no está presente porque hasta entonces la familia ha concentrado todos sus esfuerzos por lograr un equilibrio después del evento estresante; dicho balance se restaura dependiendo del número de factores involucrados, grado de severidad, vulnerabilidad a un estresor particular y patrones de funcionamiento familiar. En suma, de acuerdo con el modelo doble ABCX, en este momento de ajuste se espera que el bienestar de la familia se muestre en niveles bajos o promedios, teniendo presente que la familia, todavía, no ha terminado de ajustarse ante el estrés. En el caso de la etapa de adaptación, se espera que el bienestar familiar se refleje en puntajes altos como resultado del restablecimiento del equilibrio en el sistema familiar después de superar la crisis.
La decisión metodológica sobre los instrumentos utilizados en este estudio se apoya en la conceptualización de resiliencia familiar que subyace a este modelo de doble ABCX, los cuales ofrecen un marco interpretativo para explicar tanto el constructo de resiliencia como el de bienestar en las familias
¿Qué hace resilientes y con bienestar a las familias?
Descubrir cuáles son las condiciones que hacen posible la resiliencia ha sido un aspecto central en la investigación sobre resiliencia familiar, así como reconocer las características que indican bienestar al interior del núcleo familiar. No obstante, son escasos los estudios que exploran de manera específica las relaciones entre estos dos constructos y más bien, son abordados a partir de la presencia de características o dimensiones de las familias resilientes que contribuyen a su bienestar. En este sentido, diversas investigaciones han identificado características familiares que actúan como factores protectores ante las adversidades y ayudan a minimizar los efectos de factores de riesgo, en tanto facilitan el ajuste, mantienen la seguridad y el funcionamiento adecuado de las familias, aun en situaciones extremas como el encarcelamiento y la pobreza (Black y Lobo, 2008; Cardozo-Rusinque, Cortés-Peña y Castro 2017; Ospina-Gómez y Bedoya-Gallego, 2019). De igual manera, se destacan factores externos que se relacionan directamente con la cultura en la que la familia se desenvuelve. Se asume que las familias generan un círculo alimentado por la cultura, que las mantiene vivas a lo largo del tiempo (Waldfogel, Craigie y Brooks-Gunn, 2010), y de allí se desprende que el funcionamiento resiliente de las familias varía según su contexto cultural (McCubbin, Thompson y McCubbin, 1991). Esto supone que las familias forjan trayectorias de resiliencia distintas, de acuerdo con la diversidad de culturas y estructuras familiares, los recursos y limitaciones, las influencias socioculturales y de desarrollo (Walsh, 2016a).
En el panorama que ofrece la investigación sobre las condiciones que hacen posible la resiliencia familiar y que resultan en el bienestar de los miembros, se han señalado además características familiares como la calidez y el afecto, el optimismo materno y el apoyo emocional, que pueden funcionar como factores protectores (Masten y Cicchetti, 2016; Silva et al., 2020). Al igual que patrones de relación familiar caracterizados por cohesión, flexibilidad, comunicación y significados familiares, llegan a ser factores relevantes de protección en las familias (Patterson, 2002). Asimismo, a partir del modelo Doble ABCX, McCubbin y Patterson (1983) identifican como factores protectores relevantes que promueven la resiliencia familiar: coherencia, afrontamiento, apoyo de familiares y amigos, y apoyo social. La coherencia familiar permite a la familia darle sentido a lo que le sucede, percibir control de la situación y conectarla de manera lógica con su experiencia de vida. La coherencia y el afrontamiento familiar conducen a la familia a reducir los efectos del estrés, a través de la búsqueda de mecanismos para mantener la organización familiar, lo cual influye en la reestructuración de los recursos con los que cuenta para su estabilidad emocional y social (McCubbin y Patterson, 1983). El apoyo de familiares y amigos se manifiesta por medio de acciones en la búsqueda de soporte y consejo de familiares y vecinos (Walsh, 2005). Finalmente, el apoyo social que es ofrecido por personas o instituciones externas a la familia genera sentimientos de pertenencia y de valoración que contribuyen al ajuste y adaptación familiar (Lee et al., 2018)
Los recursos con los que cuentan las familias para responder a la adversidad se constituyen también en fortalezas que favorecen su bienestar. Entre estos se señalan el apoyo, empoderamiento, establecimiento de límites y expectativas sobre las relaciones, identidad positiva, compromiso y aprendizaje, y valores positivos (Theiss, 2018). Por su parte, Walsh (2016a) identifica nueve procesos clave que facilitan la resiliencia en las familias: atribución de significado ante la adversidad; perspectiva positiva ante la vida; trascendencia y espiritualidad; flexibilidad; cohesión; capacidad para movilizar recursos sociales y económicos; claridad; intercambio emocional abierto, y la solución de problemas mediante la colaboración de sus miembros. Estos procesos son indicadores de tres dominios o campos del funcionamiento familiar: su sistema de creencias, sus procesos de organización y sus patrones de comunicación, y solución de problemas.
Otros factores protectores de las familias generadores de bienestar se relacionan con dimensiones de la estructura organizacional familiar, las relaciones interpersonales, el estado psicológico de los padres y la autoeficacia percibida de cada uno (Durtschi et al., 2017). Asimismo, otro elemento destacable es la coherencia familiar que se vincula con la cohesión y la capacidad para enfrentar los problemas. Esta coherencia (en el sentido que plantea Olson, 2000) se relaciona con los lazos emocionales que los miembros de la familia establecen entre sí y con el grado de autonomía personal que experimentan, medidos en términos de relaciones más frecuentes y estrechas entre ellos, que se expresa en actitudes de apoyo mutuo. Una investigación reciente en el contexto latinoamericano arroja evidencia en este sentido, al mostrar la importancia de la comunicación y la cohesión para promover soluciones más adecuadas a las crisis familiares en la adolescencia (Lin y Yi, 2019).
Más allá de considerar estos factores protectores como una especie de blindaje a las familias para enfrentar una crisis, las familias resilientes son gestoras de un proceso dinámico que balancea adecuadamente las demandas del entorno con los recursos internos de la familia, tales como la resistencia familiar o la coherencia, y los conduce a una adaptación positiva en un contexto de adversidad significativa (Herscovici-Raush, 2011). Esta dinámica se pone de manifiesto en el funcionamiento familiar que equilibra factores de riesgo y factores de protección, lo cual se traduce en el bienestar para el núcleo familiar completo. En esta perspectiva, la resiliencia familiar está ligada a la funcionalidad familiar que se apoya en principios como una buena comunicación, respeto por la individualidad y la autonomía, flexibilidad para adaptarse a las exigencias y la toma de decisiones, y búsqueda de soluciones apropiadas (Arribillaga et al., 2016).
Un interés más reciente en el estudio de la resiliencia familiar se dirige a aspectos asociados con la pertenencia a grupos culturales y étnicos, para abordar aspectos más específicos asociados a las particularidades propias de los individuos y las familias, de acuerdo con sus contextos. En el caso particular de los latinos, para quienes la vida familiar es fundamental, se reporta la presencia del denominado familismo, entendido como un valor y, al mismo tiempo, como una creencia en la centralidad de la familia en sus vidas (Bermúdez y Mancini, 2013). Se trata de un valor cultural que destaca la lealtad familiar, la interdependencia y la cooperación entre sus miembros (Villarreal, Blozis y Widaman, 2005). Al respecto, se ha encontrado que los latinos establecen amplias redes familiares, emplean más tiempo con la familia y acuden a ella para recibir apoyo instrumental y emocional, a diferencia de individuos no hispanos (Campos et al., 2014; Méndez‐Luck, 2016), lo cual se constituye en fortalezas que contribuyen al bienestar y la adaptabilidad de las familias latinas en situaciones adversas.
De igual manera, estudios sobre resiliencia en estas familias señalan la participación familiar, las fuertes redes de parentesco y el apoyo familiar como factores importantes de resiliencia. En tal sentido, la relación que establecen padres latinos con sus hijos, caracterizada por fuertes vínculos, supervisión muy de cerca y comunicación abierta, favorece la resiliencia de los jóvenes latinos en familias inmigrantes (Cardoso y Thompson, 2010). Al igual que para muchos niños latinos, el concepto de familia se constituye en la fuerza protectora más poderosa, en la cual la relación con los padres, y un sentido cohesivo de la familia son factores que facilitan la resiliencia (Harrist et al., 2019).
Es de observar que, en general, las investigaciones reseñadas describen condiciones propias de las familias resilientes, al igual que características que indican bienestar en el núcleo familiar; son pocos los estudios que establecen relación entre estas dos variables (Cruz y Ramírez, 2017). Algunos de ellos exploran relaciones entre resiliencia y bienestar psicológico desde una perspectiva individual y asociados a otras variables, en poblaciones distintas: adolescentes (Omar, 2007; Rodríguez-Fernández et al., 2016), estudiantes universitarios (Brito y Ureche, 2019; Estrada y Mamani, 2020) y padres con hijos en condición de discapacidad (Frishman et al., 2017; Martínez, 2018; Saloviita et al., 2003). En este último caso, se evalúan niveles individuales de resiliencia y bienestar en cada uno de los padres, encontrándose una relación positiva significativa entre niveles de resiliencia y de bienestar psicológico (Martínez, 2018).
En una perspectiva que aborda la familia como unidad, se pretende avanzar en el presente estudio para relacionar e identificar diferencias en los indicadores de resiliencia y de bienestar en una muestra de familias colombianas pertenecientes a tres regiones distintas. En este sentido, este estudio es pionero. Comprender las relaciones posibles entre estos dos constructos permitirá aportar elementos para una intervención en familias orientada a la promoción de resiliencia y bienestar.
Para cumplir con los objetivos propuestos en este trabajo, se consideraron las siguientes hipótesis:
Metodología
Diseño
Los datos del presente estudio provienen de una investigación más amplia que evalúa variables contextuales, familiares, parentales e individuales en familias de Colombia, a través de un diseño analítico transversal.
Participantes
Se realizó un muestreo por conveniencia. La muestra estuvo constituida por 442 familias colombianas ubicadas geográficamente en Bogotá (n = 196), Santa Marta (n = 81) y Cali-Palmira (n = 145). Teniendo en cuenta la distribución nacional, las familias fueron seleccionadas en la misma proporción, de tal manera que del total de familias, 53 % corresponden al nivel de estatus socioeconómico bajo, 35 % al medio y 12 % al nivel alto. Para tener un mayor control del constructo estatus socioeconómico, se desarrolló un índice compuesto que incluía variables económicas, familiares y de condiciones físicas que permitieron de manera más precisa identificar el estatus de cada una de las familias participantes (Bermúdez-Jaimes, 2018).
Las edades de las mamás oscilaban entre 21 y 74 años (M = 41.95; DE = 7.29), la de los papás, entre 27 y 70 años (M = 45.34; DE = 8.37) y las de los hijos (56 % mujeres), entre 6 y 17 años (M = 12.68; DE = 2.53). Las familias fueron reclutadas en zonas de influencia de las universidades a las cuales estaban vinculados los investigadores y, en su gran mayoría, mediante la técnica no probabilista de bola de nieve (Hernández-Sampieri y Torres, 2018).
Instrumentos
Las familias participantes diligenciaron dos instrumentos: el Índice de Bienestar de los miembros de la Familia (Family Members Well-being Index -FMWB), diseñado por McCubbin et al. (1991a) y el Índice Familiar de Regeneración y Adaptación (Family Index of Regerativity and Adaptation-General- FIRA-G), diseñado por McCubbin et al. (1991b). Los dos instrumentos fueron sometidos a un análisis de validez de constructo para familias colombianas (Bermúdez-Jaimes, Rodríguez-Alcántara y Martínez-Ramos, en prensa).
El índice FMWB evalúa la actitud y nivel de preocupación de los miembros de la familia frente a la salud física y mental a través de ocho ítems que se puntúan en una escala de 1 a 10 puntos. El puntaje máximo de la prueba es de 80 puntos, a mayor puntaje mayor presencia de bienestar en la familia. Este instrumento ha mostrado aceptable consistencia interna en investigaciones previas (alfa de Cronbach de .86); en este estudio la consistencia interna fue .79. Un aspecto novedoso que ofrece este estudio en el tratamiento de los datos del FMWB es la construcción de un indicador de bienestar familiar agregado, a partir del promedio de las pruebas aplicadas a cada uno de los participantes de la familia (padre, madre, hijo o hija), lo que permite valorar a la familia como una unidad.
El Índice FIRA-G está compuesto por un conjunto de subíndices que derivan en una puntuación general. Para el caso de este trabajo, se construyó un valor agregado de resiliencia que no estaba previsto en la prueba original. Este valor es el resultante de la sumatoria de factores positivos como: fortaleza, afrontamiento y coherencia familiar, soporte social y apoyo de parientes y amigos, a los cuales se les restaron los índices negativos de estrés, tensión y distrés. El resultado final es el índice general de resiliencia de la familia que posteriormente se tipificó en una escala de 1 a 6 puntos.
El FIRA-G evalúa las diferentes dimensiones de resiliencia familiar:
FIRA-G evalúa las dimensiones descriptas apoyado en el modelo doble ABCX (McCubbin y Patterson, 1983), según el cual las familias se ven sometidas a multiplicidad de demandas del ambiente generadoras de estrés que pueden promover una crisis (X). Esto corresponde a lo que el modelo denomina pile-up o acumulación de exigencias (A). Estas demandas activan los recursos existentes en el sistema familiar (B) y la percepción de coherencia del sistema (C). En este modelo, la acumulación de demandas se asocia con la medición de estrés y distrés, y las crisis se vinculan con la tensión familiar. De igual manera, el modelo prevé que, ante una crisis, la familia puede comprometer sus recursos en respuestas de resistencia/afrontamiento que se relacionan con el apoyo de familiares o amigos y el apoyo social, lo cual afecta su percepción de la coherencia familiar. Como resultado de este proceso de adaptación, la familia puede ajustarse exitosamente a las demandas del estrés o no hacerlo. En el caso que el ajuste sea exitoso, redundará en el bienestar familiar de los miembros. Asimismo, desde el modelo descripto, el índice de bienestar de los miembros de la familia (FMWB) muestra que, a mayor proceso de ajuste, menor será la preocupación de los miembros de la familia ante eventos estresantes, es decir, a menor preocupación, mayores niveles de bienestar familiar.
El uso de estos instrumentos se justifica no solo por su afinidad teórica, sino también porque ofrecen la ventaja de evaluar estresores familiares que aplican a un amplio rango de familias, además de haber sido validados en población colombiana (Bermúdez-Jaimes et al., en prensa), por lo que son utilizados en estudios previos con familias en Colombia (Cruz y Ramírez, 2017; Reyes-Rojas et al., 2019; Reyes-Rojas et al., 2021)
Procedimiento
Se incluyeron familias que residieran en la ciudad de interés de manera ininterrumpida al menos durante los últimos cuatro años y que tuvieran un vínculo conyugal no inferior a dos años. Si la familia tenía más de un hijo, se establecía un consenso sobre cuál de los hijos podría participar de acuerdo con los criterios de edad y consanguinidad establecidos (entre 6 y 17 años y que fuera hijo biológico de uno de los padres). Cada familia firmó el consentimiento y el asentimiento informados para la participación de su hijo o hija en el estudio.
Los cuestionarios fueron diligenciados con la ayuda de un asistente de investigación en visitas domiciliarias a cada familia. El FMWB fue completado por cada uno de los miembros de la familia, mientras que el FIRA-G fue diligenciado únicamente por los padres. La recolección de los datos en las tres ciudades se llevó a cabo durante ocho meses, entre septiembre de 2017 y mayo de 2018.
Análisis de datos
El análisis de los datos se llevó a cabo con el paquete estadístico SPSS versión 24. En primera instancia se evaluó la consistencia interna para cada uno de los instrumentos y se calcularon los estadísticos descriptivos para cada dimensión de las escalas. En segundo lugar, se tipificaron todas las escalas para hacer comparables los datos en una escala de 1 a 6. Se calculó una variable adicional que estima el nivel de resiliencia familiar sumando las cuatro escalas que precisan recursos adaptativos como son: la coherencia familiar, fortaleza familiar, soporte social y soporte familiar, restándoles las tres escalas que evalúan los factores que afectan de manera negativa la resiliencia: el estrés familiar, el distrés familiar y las tensiones familiares. Posteriormente, se llevaron a cabo análisis de varianza (ANOVA) de manera separada para cada variable del FIRA-G y el FMWB, luego se aplicó el test de Tukey para comparar las medias entre las ciudades en los índices que revelaron diferencias significativas.
Resultados
Los resultados que se presentan dan respuesta a tres (3) hipótesis planteadas.
Hipótesis 1. Existen diferencias significativas en las dimensiones de bienestar familiar por región
Todos los puntajes de los miembros de la familia son moderados: el puntaje más alto es el bienestar reportado por el hijo, le sigue el bienestar del padre y de la madre. El bienestar familiar agregado, que es un promedio de los puntajes de los miembros de la familia, demostró también ser un valor promedio (Tabla 1). En las familias evaluadas, el bienestar familiar agregado se muestra con una puntación más alta en la ciudad de Cali- Palmira (M = 3.83, DE = .81), le sigue Santa Marta (M = 3.79, DE = .93), y la más baja en Bogotá (M = 3.59, DE = .90).
Índice | M | Min | Max | DE | |
Resiliencia familiar | Estresores familiares (FSI) | 1.37 | 1.00 | 6.00 | .63 |
Tensiones familiares (FS) | 1.36 | 1.00 | 6.00 | .65 | |
Distrés familiar (FDI) | 1.58 | 1.00 | 6.00 | .89 | |
Apoyo de parientes y amigos(FFSI) | 2.61 | 1.00 | 6.00 | .67 | |
Apoyo social-comunitario (FS) | 4.00 | 1.00 | 6.00 | 1.06 | |
Afrontamiento y coherencia familiar (FCC) | 5.69 | 1.00 | 6.00 | .61 | |
Fortaleza familiar (FHI) | 4.64 | 1,00 | 6.00 | .97 | |
Resiliencia familiar total (FIRA-G-Ag) | 4.31 | 1.00 | 6.00 | 1.18 | |
Bienestar familiar | Bienestar familiar de la madre (FMWB-M) | 3.31 | 1.00 | 6.00 | 1.18 |
Bienestar familiar del padre (FMWB-P) | 3.73 | 1.00 | 6.00 | 1.20 | |
Bienestar Familiar del hijo (FMWB-H) | 4.10 | 1.00 | 6.00 | 1.18 | |
Bienestar familiar agregado (FMWB-Ag) | 3.71 | 1.00 | 6.00 | .88 |
La prueba Tukey entre ciudades (Tabla 2) demuestra que las familias de Bogotá registran diferencias con Cali-Palmira en los niveles de bienestar familiar (sig = .24, p > .05).
Variable dependiente | Comparativo | Diferencia de medias (I-J) | |
Bienestar Familiar | Bogotá | Santa Marta Cali – Palmira | -.20 -24* |
Santa Marta | Bogotá Calí - Palmira | .20 .35 | |
Cali-Palmira | Bogotá Santa Marta | .24* .35 | |
Estresores Familiares | Bogotá | Santa Marta Cali – Palmira | -.05 .16* |
Santa Marta | Bogotá Calí - Palmira | .05 .021* | |
Cali-Palmira | Bogotá Santa Marta | -.16* -.21* | |
Apoyo de Parientes y Amigos | Bogotá | Santa Marta Cali – Palmira | -.03 -.18* |
Santa Marta | Bogotá Calí - Palmira | .03 .16 | |
Cali-Palmira | Bogotá Santa Marta | .18* .16 | |
Apoyo Social – comunitario | Bogotá | Santa Marta Cali – Palmira | -.48* -.16 |
Santa Marta | Bogotá Calí - Palmira | .48* .32 | |
Cali-Palmira | Bogotá Santa Marta | -.16 -.32 |
Hipótesis 2. Existen diferencias significativas en los niveles de resiliencia familiar dependiendo de la región
En los puntajes de resiliencia familiar agregada (Tabla 1), Santa Marta tuvo el promedio más alto (M = 4.49, DE = 1.13), le sigue Cali-Palmira (M = 4.40, DE = 1.13) y por último Bogotá (M = 4.17, DE = 1.19). Los puntajes promedio de resiliencia demuestran que el índice más alto es el afrontamiento y coherencia familiar, le sigue la fortaleza familiar y el apoyo social–comunitario. Los puntajes más bajos son los índices negativos de distrés, estrés y tensión familiar. El índice general agregado de resiliencia familiar muestra un puntaje moderadamente alto (Tabla 1). La resiliencia familiar agregada fue más alta en Santa Marta, seguida de Cali y Bogotá, respectivamente (Tabla 2). La prueba Tukey entre ciudades evidenció que las familias en Santa Marta presentan diferencias a nivel de estresores familiares con Cali-Palmira (sig = .21, p > .05) y en apoyo social comunitario con Bogotá (sig = .48, p > .05) (ver Tabla 3).
Hipótesis 3. Existen asociaciones significativas entre las dimensiones de resiliencia familiar y bienestar familiar
La asociación entre los índices de resiliencia familiar y bienestar familiar (Tabla 3) mostraron que el bienestar del padre establece una relación fuerte e inversa con el estrés familiar (rho = -.98) y con el bienestar familiar agregado (rho = .75). El bienestar de la madre se asocia significativamente y de manera positiva con todos los índices de resiliencia, siendo las relaciones más fuertes con el bienestar familiar agregado (rho = .76) y de fortaleza moderada con índices negativos de estrés familiar, tensión familiar y distrés familiar.
Dimensión | Escalas asociadas | Sig | Dimensión | Escalas asociadas | Sig |
FMWB (P) | FMWB (P) - FMWB (M) | .39** | FSI | FSI – FS | -.38** |
FMWB (P) - FMWB (H) | .27** | FSI –FDI | -.28** | ||
FMWB (P) – FMWB(Ag) | .75** | FSI- FIRA – G (Ag) | -.41** | ||
FMWB (P) - FSI | -.98* | FS | FS –FDI | -.43** | |
FMWB (P) - FS | -.31** | FS -FFSI | -.22** | ||
FMWB (P) – FDI | -.25** | FS- FHI | -.28** | ||
FMWB (P) – FS | .25** | FS- FIRA – G (Ag) | -.54** | ||
FMWB (P) – FHI | .24** | FDI | FDI - FMWB (P) | -.25** | |
FMWB (P) – FIRA- G (Ag) | .29** | FDI - FMWB (M) | -.28** | ||
FMWB (M) | FMWB (M)- FMWB (H) | .29** | FDI - FMWB(Ag) | -.30** | |
FMWB (M) – FMWB(Ag) | .76** | FDI – FS | -.31** | ||
FMWB (M) - FSI | -.21** | FDI- FHI | -.36** | ||
FMWB (M) - FS | -.30** | FDI- FIRA – G (Ag) | -.63** | ||
FMWB (M) – FDI | -.28** | FFSI | FFSI- FIRA – G (Ag) | .23** | |
FMWB (M) – FHI | .22** | ||||
FMWB (M) – FIRA- G (Ag) | .28** | ||||
FSS | FS- FHI | .46** | |||
FMWB (Ag) | FMWB (Ag) - FS | -.36* | FS- FIRA – G (Ag) | .70** | |
FMWB (Ag) – FDI | -.30** | ||||
FMWB (Ag) – FS | -.28** | FCC | FCC- FHI | -.23** | |
FMWB (Ag) – FCC | .24** | FCC- FIRA – G (Ag) | -.35** | ||
FMWB(Ag)- FIRA - G (Ag) | .34** | FHI | FHI- FIRA – G (Ag) | .69** |
Los índices negativos de estrés (rho = -.41), tensión (rho = -. 54) y distrés (rho = -.63) revelan relaciones moderadas e inversas con los índices positivos de resiliencia familiar agregada. Los índices de apoyo social y de afrontamiento y coherencia tuvieron asociaciones moderadamente fuertes y positivas con la fortaleza familiar. Por último, la resiliencia agregada y la fortaleza familiar indican una asociación moderadamente alta y positiva (rho = .69).
Discusión
Los resultados de este trabajo confirman las tres hipótesis planteadas. La primera hipótesis, centrada en las diferencias entre el bienestar familiar por regiones, confirma diferencias entre Bogotá y las otras dos ciudades. Estas diferencias se encuentran también en estudios independientes por ciudad que trabajan las mismas variables. Así, por ejemplo, Cruz y Ramírez (2017) comparan la resiliencia familiar y el bienestar de familias bogotanas por estrato socioeconómico y reportan tendencias similares en los padres quienes puntuaron más alto que las madres en bienestar familiar. En otro estudio desarrollado en Santa Marta con familias en condiciones de vulnerabilidad para conocer el bienestar y el afrontamiento familiares, (Reyes-Rojas, Mieles y Hernández, 2021) se observó que los padres puntuaron levemente más alto.
La segunda hipótesis confirmada se orientó a las diferencias entre los niveles de resiliencia familiar según región y encuentra diferencias en las dimensiones de estrés familiar, apoyo de parientes, amigos y social comunitario en Santa Marta, en comparación con Cali-Palmira y Bogotá. Estos resultados se acercan a la evidencia reportada en el estudio de Jiménez et al. (2012), sobre un grupo de madres divorciadas en la ciudad de Barranquilla (región Caribe Colombiana), quienes utilizan el apoyo social como estrategia para enfrentar el estrés generado por la experiencia de divorcio.
La tercera hipótesis que buscaba las asociaciones significativas entre las dimensiones de resiliencia y bienestar familiar confirma diferencias entre las dos dimensiones. Como predice el modelo de McCubbin y Patterson (1983), en las familias estudiadas, los índices positivos se asociaron inversamente con los índices negativos, tal como se observa en las correlaciones inversas de distrés, estrés y tensión familiar con recursos adaptativos de la familia como la coherencia, la fortaleza, el apoyo social–comunitario y el apoyo de parientes y amigos. Es importante señalar que el presente estudio tiene un valor agregado al incluir la percepción de la pareja -y no la de cada uno de los padres por separado- sobre la resiliencia familiar. Los estudios que refieren indicadores similares a estos resultados se han ocupado de padres o madres evaluados de manera independiente, tal es el caso de madres cuidadoras de niños con discapacidad (Frishman et al., 2017; Martínez, 2018), familias de profesores que disminuyeron sus ingresos en Sudáfrica y demostraron también correlaciones inversas entre tensión familiar y coherencia familiar. Estos hallazgos se asocian con el valor del familismo identificado en familias latinas (Campos et al., 2014; Méndez‐Luck, 2016), que aplica de manera diferenciada en las familias estudiadas en las tres ciudades colombianas.
Además, como lo señala esta tercera hipótesis, se demostraron diferencias entre resiliencia y bienestar en las familias participantes en este estudio. La asociación entre bienestar familiar agregado y resiliencia familiar agregada fue significativa que, unido a los bajos índices negativos, son señales de que las familias se orientan hacia la resiliencia y que han encontrado maneras de ajustarse exitosamente al estrés. Los puntajes moderadamente altos en resiliencia y bienestar en las familias de las tres ciudades sugieren que tanto el familismo como el soporte social pueden constituirse en factores protectores de la salud mental de las familias, en tanto ofrecen una barrera contra algunos de los efectos negativos del estrés que incrementan el sufrimiento personal de los miembros de la familia (Corona et al., 2017; Lee et al., 2018; Umberson et al., 2010). El familismo ha demostrado ser un factor protector del estrés y se vincula con mayores niveles de bienestar y salud percibida, así como con una menor probabilidad de conductas delictivas y depresión en jóvenes (Bermúdez y Mancini, 2013).
El bienestar familiar de padre y madre muestran asociación con todos los factores de resiliencia, lo que lleva a pensar que el bienestar familiar percibido es resultado de un proceso adaptativo de la familia y una utilización eficaz de sus recursos para superar las demandas y el estrés. Es importante destacar la asociación fuerte entre bienestar familiar del padre y estrés familiar (rho = -.98), que indica que la percepción de bienestar del padre se relaciona de manera inversa con el estrés que percibe (Patterson, 2002). Adicionalmente, estos resultados indican que las familias demuestran tener recursos adaptativos tales como la fortaleza, la coherencia y el apoyo comunitario y de los amigos. Esto sugiere que tienen niveles de funcionalidad familiar que les ha permitido adaptarse a las exigencias, la toma de decisiones y la búsqueda de soluciones apropiadas (Arribillaga et al., 2016)
En particular la percepción del bienestar familiar por parte de la madre se relacionó de manera inversa con los índices negativos de estrés, tensión y distrés familiar. El índice más alto fue el de afrontamiento y coherencia familiar, siendo este el recurso más consolidado para hacer frente a las crisis familiares. Estos resultados son indicadores de familias que logran encontrar sentido y oportunidad en las crisis para su propio crecimiento, lo que les facilita la adaptación (Lin y Yi, 2019)
La presencia de ambos padres en las familias evaluadas se constituye en un importante factor protector contra el estrés, al distribuirse mejor las cargas de cuidado, lo que va en la misma línea de estudios que señalan que la presencia de ambos padres está relacionada con menor conflicto familiar, mayor soporte emocional y mejores niveles de supervisión de los padres hacia sus hijos (Wang et al., 2019). Así, la estructura familiar que incluye la presencia de los dos padres tiene un efecto en el bienestar familiar en la medida que reporta menores riesgos para el desarrollo de los hijos (Durtschi et al., 2017).
En cuanto a las diferencias encontradas en la muestra de las tres ciudades, Bogotá presenta niveles de bienestar, estresores familiares y apoyo de parientes y amigos, distintos a los que se observan en Cali - Palmira. De igual manera se muestran variaciones en el apoyo social comunitario de las familias en Santa Marta en relación con Bogotá. Estos resultados están en consonancia con otros estudios que indican que la presencia de soporte de familiares y amigos disminuye la carga de estrés familiar, promueve apoyo ante las crisis y, en general, mejora el bienestar y la adaptación familiar (Lee et al., 2018).
En general, las diferencias halladas demuestran que hay trayectorias de resiliencia variadas que dependen de los retos que les plantea el contexto próximo de la ciudad donde habitan (Walsh, 2016a). Un acercamiento a este resultado lleva a pensar como una hipótesis que aún no ha sido ampliamente explorada, en el factor movilidad de las ciudades que limita el contacto con las redes familiares próximas. En las grandes ciudades como Bogotá, la movilidad interna de la ciudad compromete los tiempos y los espacios de la vida cotidiana y así, permite o impide a las familias organizar sus relaciones en las diversas esferas de su vida social (Figueroa-Martínez y Forray, 2015). Este hecho permitiría también aproximarse a la comprensión de las diferencias en el apoyo social comunitario encontrado entre familias de Santa Marta y Bogotá, así como en el promedio más bajo en resiliencia y bienestar familiar que se registra en las familias bogotanas.
Las limitaciones de este estudio están dadas por dos aspectos de orden metodológico: la utilización exclusiva de instrumentos de naturaleza cuantitativa, que no permitieron ahondar en la fuente de las diferencias encontradas, y el número de ciudades por región incluidas en la muestra.
En términos de proyección, los resultados de este estudio abren la posibilidad de nuevas preguntas de investigación alrededor de los factores que hacen posible la resiliencia y el bienestar en familias colombianas, atendiendo a variables sociodemográficas y culturales que permitan corroborar las diferencias encontradas y explicar su presencia en función de las particularidades del contexto en el que habitan las familias. Así también, permiten construir hipótesis contextuales que en próximos estudios lleven a profundizar en las diferencias que a nivel de regiones existen entre las familias colombianas.
En este sentido, explorar sobre aspectos como la historia misma de las familias, experiencias estresoras o traumáticas previas, procesos de migración, creencias religiosas, entre otros, podría ofrecer elementos adicionales para identificar y comprender cuáles son los factores generadores de resiliencia y bienestar en las familias colombianas. Esto puede hacerse a partir de diseños microgenéticos y/o longitudinales, con una combinación de técnicas cualitativas y cuantitativas que permitirían, no solo profundizar en los significados atribuidos por las familias, sino también registrar cambios en sus recursos de funcionamiento a lo largo del tiempo. Se sugiere, además, en futuros estudios, considerar al menos dos ciudades de cada región, de manera que se pueda tener un mayor espectro para establecer diferencias entre regiones. De esta manera, se podrían superar las limitaciones señaladas.
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