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UN ANÁLISIS DE LA PERCEPCIÓN DEL RIESGO ANTE LA COVID-19

UN ANÁLISIS DE LA PERCEPCIÓN DEL RIESGO ANTE LA COVID-19

Ciencia en su PC, vol. 1, núm. 2, pp. 1-24, 2020

Centro de Información y Gestión Tecnológica de Santiago de Cuba

INTRODUCCIÓN

En diciembre de 2019 un brote local de neumonía, inicialmente de origen desconocido, fue detectado en Wuhan (Hubei, China). Poco tiempo después esta enfermedad aguda, altamente contagiosa, se reconocía como COVID-19 (Serra Valdes, 2020), causante de altas tasas de mortalidad en diferentes países (Serra Valdes, 2020; Zhe Xu et al., 2020).

La COVID-19 fue declarada una emergencia para la salud pública a nivel internacional el 20 de enero de 2020 por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Desde muy temprano han destacado contribuciones científicas relacionadas con reportes epidemiológicos, de laboratorio, evidencias clínicas y tratamiento (Abereu et al., 2020; Corman et al., 2020; Huang et al., 2020; Wang et al., 2020; World Health Organization (WHO), 2020a; Zhe Xu et al., 2020); estrategias preventivas, dinámica de trasmisión (Li et al., 2020); manejo de los pacientes (WHO, 2020b); origen, agente causal (Song et al., 2020; Wu et al., 2020; Zhou et al. 2020; Zhu et al., 2020 & Wang et al., 2020), entre otras. Sin embargo, son escasos los trabajos relacionados con la percepción del riesgo (Barrios & Hochberg, 2020).

Uno de los problemas que enfrenta hoy el mundo en la lucha contra esta epidemia es el fallo o colapso de muchos sistemas y servicios de salud (Silvestri, 2020), vinculado con una limitada capacidad de respuesta. En este contexto gana relevancia el liderazgo gubernamental (Silvestri, 2020), así como la garantía de estrategias de comunicación del riesgo efectivas, cuyo pilar sea la percepción del riesgo, que se define como la interpretación construida, a partir de una evaluación subjetiva, de la probabilidad de ser víctimas de un determinado evento y la magnitud de sus consecuencias (Sjöberg et al. 2004).

Esta es resultado de un proceso social (Kasperson et al., 2003; Slovic et al., 1986), condicionado por aspectos culturales, y el grado de preparación de los individuos para enfrentar de manera efectiva los peligros y/o catástrofes (Rochford, 1991), entre otros factores; teniendo en cuenta que la magnitud del daño depende del nivel de vulnerabilidad de los elementos expuestos.

En el caso de la COVID-19 existe una situación de conflicto: cómo tener percepción de algo que no se conoce. La interpretación puede diferir de la probabilidad objetiva de ocurrencia del fenómeno (Campbell, 2006), lo que hace más vulnerable al individuo al no condicionar una actuación acertada. La percepción puede estar modulada por la presión mediática o por la experiencia de vida; pero en este caso no existen precedentes en relación con una pandemia de tal magnitud.

La evaluación de la percepción de riesgos es necesaria entonces no solo para explicar el fenómeno en su dimensión psicológica y social, sino también para estudiar los comportamientos e implementar estrategias efectivas de prevención y control, ante la posibilidad de conductas extremas: la aceptación psicológica o la negación del riesgo, su amplificación o atenuación (Kasperson et al., 2003).

El objetivo de este trabajo fue evaluar en el plano perceptual aquellos aspectos que condicionan los comportamientos individuales y/o colectivos, en función de mejorar las estrategias de prevención y control de la COVID-19 en dos provincias del oriente de Cuba: Santiago de Cuba y Guantánamo; para lograrlo se aplicaron las categorías básicas para la gestión de riesgos.

METODOLOGÍA

El estudio se realizó durante los meses de marzo a mayo de 2020, a partir de un cuestionario estructurado ad hoc a individuos que cumplieran con los siguientes criterios de inclusión: personas de ambos sexos, mayores de 10 años, con capacidad para la comunicación a través cualesquiera de las vías utilizadas, residentes en las provincias de Guantánamo y Santiago de Cuba. Consecuentemente, se consideró como único criterio de exclusión el no tener interés de cooperar con la entrevista.

Se seleccionaron dos provincias contiguas del oriente de Cuba, en las que resultaba viable desarrollar la investigación por existir un grupo conjunto de investigaciones en gestión de riesgo, asociado al Programa de Doctorado en Ciencias Ambientales de la Universidad de Oriente.

La muestra se seleccionó mediante muestreo no probabilístico de conveniencia. Se definió un tamaño mínimo de muestra (n=400), por la necesidad de obtener información clave en breve tiempo, predefiniendo la necesaria inclusión de una representación de individuos de diferentes grupos etarios a partir de los 10 años, con un amplio espectro de ocupaciones, y de ambos sexos.

Se aplicó el cuestionario por profesionales previamente entrenados, todos miembros del equipo de investigación, vía telefónica, mediante entrevistas personales. Se usaron aplicaciones de mensajería instantánea y correo electrónico. Previamente se realizó un proceso de sensibilización y motivación para promover un ambiente positivo de colaboración, se explicó a los participantes el objetivo de la investigación y el valor de su opinión. Se aclaró además que podían abandonar la entrevista si no deseaban contribuir. El cuestionario consideró los siguientes tópicos:

RESULTADOS

Se entrevistó en total 410 personas, de estas fueron válidas 403 entrevistas, puesto que 7 no fueron respondidas completamente. El 60 % de la muestra analizada (n=240) pertenece al sexo femenino y el 40 % (n=163) al sexo masculino. Por localidad, el 32 % (n=130) pertenece a la provincia Guantánamo y el 68 % (n=273) a la provincia de Santiago de Cuba. La distribución por grupos etarios y ocupacional se presentan en la figura 1. Se logró un mínimo de 30 individuos entrevistados por cada grupo etario. El grupo mejor representado fue el de 31 a 40 años, con el 20 % de los entrevistados (n=82).

Respecto a la distribución ocupacional, fueron representados varios sectores, el de mayor porcentaje fue el de los estudiantes (24 %), distribuidos en tres grupos etarios; los jubilados (21 %), distribuidos en dos, y los profesores (21 %), distribuidos en cinco grupos etarios. Siete entrevistados no tienen vínculo laboral, lo que representa el 17 % del total de los entrevistados.

Distribución etaria y ocupacional de los entrevistados n= (403).
Figura 1
Distribución etaria y ocupacional de los entrevistados n= (403).
autores

a. Conocimiento básico sobre el tema que se investiga

El 64 % de los entrevistados pudieron explicar lo que significa percepción del riesgo. Un 20 % manifestó que no sabe, correspondiendo en su mayoría a las edades entre 12 a 22 años (estudiantes) y a personas entre 38 y 60 años, sin distinción ocupacional. El 16 % restante respondió de forma no acertada, confundiendo la percepción del riesgo con el cumplimiento de medidas establecidas o con el miedo. Es importante significar que el 16 % relacionó los términos riesgo-daño; el 23 % explicó las implicaciones del riesgo sobre el bienestar, el 13 % expresó que la percepción depende de varios factores y el 57 % relacionó la percepción con los modos de actuar.

En las respuestas destaca el uso indistinto de los términos riesgo y peligro (57 %), riesgo y amenaza (17 %), así como el desconocimiento de la palabra percepción en el 13 % de los entrevistados. Resulta interesante que el 7 % de los entrevistados refirió que solo se puede percibir el riesgo si este es conocido. Si bien hay personas que entienden lo que es la percepción del riesgo, existen falencias conceptuales a nivel perceptual que propician el uso indebido de los términos riesgo, amenaza y peligro. Emergió la preocupación de cómo estructurar la percepción del riesgo ante un peligro desconocido y en ningún caso se jerarquizó la vulnerabilidad como determinante del riesgo.

Sobre el conocimiento de la COVID-19, resultó positivo que el 100 % conoce lo que es la COVID-19; el 88 % reconoce su agente causal y el 96 % sus vías de propagación. Los mayores desaciertos sobre el agente causal fueron: confundirlo con el reservorio natural (7 %) o con la vía de propagación (5 %). Respecto a las vías de propagación, el 2 % respondió que aún no se sabe cuáles son, o que son los animales, en sentido general (2 %). Si bien este grupo es minoritario es importante conocer estas deficiencias conceptuales para estructurar mejoras en las estrategias de comunicación.

En relación con los síntomas asociados a la COVID-19 fue añadida la combinación de varios síntomas por el 66 % (n=265) de los entrevistados. Entre los síntomas identificados destacaron la fiebre, referida por el 95 %; falta de aire (87 %) y tos seca persistente (80 %). Es importante el reconocimiento de estos síntomas y el hecho de que los entrevistados pudieran discernir entre tos y tos seca persistente, dándole mayor peso a esta última. Sin embargo, quedaron relegados por la mayoría otros síntomas, como la diarrea, referido por el 35 %; escalofríos (27 %) y los trastornos de la capacidad olfatoria (22 %), que anteceden o acompañan a la infección por SARS-CoV-2 y pudieran ser incluso la única manifestación clínica de la COVID-19 (León et al., 2020).

Un hallazgo relevante es que el 99 % reconoció sus vulnerabilidades, entre las que mencionan: diabetes, hipotiroidismo, hipertensión, obesidad, cardiopatía isquémica, problemas inmunológicos, enfermedad pulmonar crónica, cáncer de mama, cáncer de próstata, enfermedad de Hopkins, entre otras; asimismo, el pertenecer al grupo etario de mayores de 60 años. Además, se identificó como factor de riesgo la exposición por contacto con el público.

Sin embargo, solo el 63 % (n=254) reconoció su vulnerabilidad ante la COVID-19. Los grupos etarios con mayor sentido de su vulnerabilidad fueron los de 21-30; 60-70 y mayores de 70 años. El 36 % restante explicó que no es vulnerable y el 1% no supo si era vulnerable. Los entrevistados que no reconocieron sus vulnerabilidades (n=145) tienen edades comprendidas entre los 10 y 20 años (n=57; 39%) y 31 a 60 años (n=88; 61%). Esta “ilusión de invulnerabilidad” se manifestó en el 80 % del total de entrevistados con edades entre 10 y 20 años (n=71), en el 46 % de individuos entre 31 a 60 años (n=192); de forma mayoritaria, el 62 % se asocia al sexo masculino.

La percepción de la gravedad de las consecuencias de contraer la COVID-19 estuvo condicionada por la infravaloración del riesgo, corroborada con los niveles de exposición y atenuada en el 94 % de los entrevistados con la ilusión de invulnerabilidad, por la confianza en el Sistema de Salud de Cuba y el control establecido por las autoridades sanitarias.

Los individuos que no se reconocieron vulnerables manifestaron problemas en la percepción de amenazas, vulnerabilidades y riesgos, lo que podría limitar el desarrollo de una capacidad de respuesta efectiva. Por otra parte, existe de manera general un manejo inadecuado del término factores de riesgo, confundiéndose estos con factores de vulnerabilidad.

b. Fuentes y nivel de información

Respecto a las fuentes de información, el 96 % expresó informarse solamente por sitios oficiales de Cuba, un 2 % revisó noticias de sitios como la OMS y algunas veces en la semana escuchó la Conferencia de prensa del Ministerio de Salud Pública de Cuba (Minsap); otro 2 % expresó su desinterés por las noticias y manifestó que consulta redes sociales para informarse de la situación mundial y de Cuba. Entre las fuentes de mayor acogida destacaron: Conferencia de prensa del Minsap (96 %), Noticiero Nacional de la Televisión Cubana (72 %) y Cubadebate (54 %).

El 98 % de los entrevistados le confirió valor a estar informado, pues explicaron que de ello depende la capacidad de actuar (27 %), la toma de decisiones acertadas (26 %), la minimización de riesgos para garantizar la seguridad propia y de los miembros de la familia (15 %), la protección y la sobrevivencia (12 %).

Un 94 % le confirió a la información ofrecida por los medios nacionales al menos uno de los siguientes atributos: confiable, oportuna, transparente, participativa, bien planificada, sistemática, basada en información científica y realista; elementos que se consideran factores de éxito. Los principales principios orientadores percibidos el respeto fueron acción, empatía, orientación oportuna, claridad y coherencia; lo cual ha sido relevante para entender la situación de riesgo.

El ejercicio de comprobación permitió constatar que la mayoría de los entrevistados están bien informados, el porcentaje de aciertos fue mayor del 60 %. Los desaciertos fueron identificados en todos los grupos etarios y ocupaciones. Hay que señalar que los textos en los que se presenta el menor porcentaje de aciertos tienen gran significación práctica, por lo que resultaría útil hacer énfasis en llenar estos vacíos en el conocimiento popular, ya que una información incompleta o errónea puede generar percepciones y conductas equivocadas. Los vacíos están relacionados con el concepto de virus, las formas de eliminarlo, la concentración efectiva de alcohol e hipoclorito, su tiempo mínimo de efectividad, entre otros aspectos bien descritos en la literatura científica (Talavera et al., 2020).

c. Percepción sobre la efectividad de las medidas preventivas, orientaciones establecidas y nivel de cumplimiento

Las medidas más valoradas en el plano perceptual para enfrentar la COVID-19 fueron: uso del nasobuco (100 %), evitar aglomeraciones (95 %), higienización propia y del entorno (90 %) y distanciamiento social (89 %); promovidas todas por los medios. Un lugar menos relevante lo ocuparon: no consumir alimentos en las calles (22 %), extremar las medidas de supervisión y control (21 %) y el uso de otros medios de protección, como guantes (15 %).

Al seleccionar estas a partir de una lista preconfigurada, el 100 % seleccionó las cuatro primeras medidas antes explicadas, lo que coincide plenamente con las respuestas anteriores; seguidas por: combatir actitudes irresponsables (97 %), el confinamiento (80 %), no comprar alimentos en la calle (39 %); con un porcentaje que aumenta respecto a su identificación espontánea, ya que los entrevistados pudieron extraer, procesar y evaluar a partir de información previa, con prevalencia del criterio que explica la percepción como un proceso de extracción de información (Forgus, 1986). Otras dos medidas fueron menos relevantes a nivel perceptual: combatir las moscas y evitar el contacto con mascotas o animales (10 %).

Respecto al cumplimiento de las medidas de confinamiento y/o distanciamiento social, un 70 % de los individuos cumple con las medidas establecidas, pero un 20 % (n=81), está en franca exposición; de estos el 52 % son hombres y el 48 % mujeres.

Los grupos etarios más expuestos son:10 a 14 años (73 % del total dentro del grupo) y 15 a 20 años (58 %). Las mujeres se exponen en mayor porcentaje (75 %) en los grupos de 15 a 20 años, 21 a 30 años (100 %) y 60 a 70 años (83 %). En el caso de los hombres, los grupos etarios de mayor exposición son: 10 a 14 años, 31 a 40 años y de 51 a 60 años; con porcentajes equivalentes al 95, 80 y 71 % respectivamente. Lo anterior demuestra que hay mayor riesgo de exposición en edades entre 10 a 20 años, lo que pudiera estar relacionado con la ilusión de invulnerabilidad existente. Para contrastar dicha información anterior se indagó sobre la frecuencia con que salen de casa, el resultado obtenido es coherente con las respuestas anteriores.

Para el análisis de las principales causas que motivaron la movilidad de los individuos se consideró un total de 303 entrevistados, pues 100 (25 %) refirieron no salir nunca de casa. El motivo principal fue la compra de alimentos, medicamentos y otros artículos de primera necesidad (100 %). Sin embargo, aparecieron actividades que contrastan con las necesidades de primer orden: grabar películas, series y/o novelas (28 %) y realizar visitas a familiares, amigos, parejas afectivas o vecinos (25 %).

Un porcentaje menor (5 %) identificó jugar con amigos, motivo exclusivo del grupo etario de 10 a 14 años, lo que compromete la salud del 53 % de los entrevistados en este grupo etario. Lo anterior se relaciona con la ilusión de invulnerabilidad y las actitudes permisivas e irresponsables de adultos a cargo de los menores, con un manejo que favorece conductas inadecuadas.

Por otra parte, se identificaron las principales actividades desarrolladas durante el confinamiento; entre las principales: ver TV, videos, películas series o novelas (88 %), lo que confirma uno de los motivos de movilidad anteriores; labores varias en casa (42 %), actividades laborales (teletrabajo o trabajo) (39 %), jugar (35 %), comunicación vía web (35 %) y estudiar o leer (27 %). Otras actividades fueron identificadas por menos del 15 % de los entrevistados.

Los resultados constituyen evidencia de que existe una disrupción entre el conocimiento y el actuar en al menos un 42 % de los entrevistados, vinculados a la selección de motivos no esenciales y/o irresponsables para justificar la ruptura temporal de su confinamiento. Lo anterior indica que existe un porcentaje de personas expuestas por motivos irrelevantes, lo cual compromete el manejo epidemiológico a nivel de país.

d. Condicionantes de los modos de actuar

Al indagar sobre las actitudes irresponsables el 58 % no las identificó en su núcleo familiar; mientras que un 23 % no las identificó a nivel comunitario.

Las actitudes irresponsables identificadas son: aglomeraciones en tiendas, bodegas y farmacias, mayoritaria a nivel de comunidad; uso inadecuado del nasobuco, permitir o realizar visitas, incumplimiento del aislamiento y/o distanciamiento social, presencia de adultos mayores en aglomeraciones y de niños y jóvenes jugando en el piso o en la calle.

Por otra parte, destacó la falta de higienización de las manos en lugares públicos o al entrar a casa; en general, el incumplimiento de medidas higiénico- sanitarias. Se identificó, además, la compra y venta de alimentos, el merodeo innecesario por las calles, la ingestión de bebidas alcohólicas en grupos y los juegos de mesa en las calles, que involucran adultos entre 30 y 50 años; los juegos entre menores (10 a 14 años) en grupos desde 3 hasta 7.

Las actitudes que se configuraron como las de mayor relevancia en el plano perceptual, considerando su identificación tanto en el contexto familiar como en el comunitario, son: el uso inadecuado del nasobuco, con mayor frecuencia de identificación en la comunidad (78 %) respecto al ámbito familiar (38 %); permitir o recibir visitas, con un alto porcentaje a nivel comunitario (84 %) y un 26 % en el ámbito familiar; las aglomeraciones, que constituyen un problema a nivel comunitario, identificado por el 94 % de los entrevistados; el incumplimiento de las medidas de distanciamiento social, muy relacionado con las aglomeraciones, referido a nivel de comunidad por el 77 % y 11 % en el contexto familiar.

A indagar sobre las causas de los comportamientos inadecuados se identificaron: irresponsabilidad, indisciplina social, falta de percepción del riesgo (84 %); falta de control o fallos de mecanismos de control (50 %); mala educación, malas costumbres, problemas culturales (48 %); problemas en el manejo familiar de niños, jóvenes, ancianos y enfermos mentales (23 %) e ignorancia sobre el tema (11 %).

Sobre la capacidad de respuesta ante una situación de emergencia se identificaron tres tipos de actitudes:

De forma general, los entrevistados mostraron tener capacidad de respuesta ante una situación de emergencia.

e. Aspectos sociopsicológicos relacionados con la configuración perceptual

Es importante señalar que todas las opciones de la lista fueron identificadas al menos por un entrevistado. Las de mayor frecuencia fueron: la sensación de seguridad que ofrece el confinamiento en casa (94 %), lo que contrasta con ansiedad (89 %), aburrimiento (71 %), tranquilidad (70 %). Estas sensaciones coexisten en el 42 % de los entrevistados, sin que exista ninguna tendencia que involucre a un grupo etario, ocupacional o un determinado sexo. Otras sensaciones fueron intranquilidad (53 %), miedo (22 %), preocupación (18 %) e inseguridad (7 %).

En la pregunta abierta, las sensaciones identificadas espontáneamente fueron: molestia (24 %), con el mayor porcentaje; preocupación (18 %), consuelo, confortación o confianza (16 %); angustia (12 %) y otras identificadas por el 10 %: susto, miedo; tristeza y depresión, ambas asociadas solamente al sexo femenino; aburrimiento, desconcierto, perturbación e irritación; esta última solo asociada al sexo masculino (92 %) con prevalencia de las edades entre 10 y 14 años.

Hay sensaciones que se encontraron en ambas selecciones: miedo, preocupación, inseguridad, aburrimiento y angustia; relacionada con la ansiedad y la intranquilidad. Destacó, además, el contraste de sensaciones: ansiedad vs. seguridad, intranquilidad vs. tranquilidad, miedo vs. confianza. Estas sensaciones en conflicto podrían justificar la inestabilidad emocional que pudiera estar generando la situación de crisis. Sin embargo, un 6 % de los entrevistados valora que es una experiencia positiva, que ha enseñado a valorar la familia, la vida, el sistema de salud y el proyecto social cubano; la necesidad de estar preparados y de ampliar los conocimientos (4 %). Asimismo, un 2 % explica que esta crisis le ha mantenido ocupado y que prepara para el futuro.

La mayoría de los que se identificaron con la molestia (92 %) manifestaron inconformidad con la disponibilidad y acceso a alimentos, falta de control de las indisciplinas sociales, incumplimiento de medidas establecidas, inadecuado manejo de niños, jóvenes, adultos mayores y enfermos mentales y aglomeraciones. Igualmente, la angustia y la preocupación estuvieron relacionadas de forma explícita en todos los casos con la incertidumbre sobre la duración de la epidemia, los estragos que provocará en diferentes sectores y la inseguridad sobre el escenario pospandemia. Los sentimientos de confortación están relacionados con la eficiencia y capacidad de respuesta del sistema de salud cubano, el desarrollo científico del país, la preocupación y organización del gobierno en el enfrentamiento de la COVID-19 y la estrategia y/o protocolos de manejo epidemiológico implementados. Al ponderar las sensaciones más comunes, el elemento más ponderado fue la molestia (5 puntos), seguido por sensaciones contradictorias: angustia y confortación (4 puntos); mientras que la preocupación es la menos ponderada (3 puntos).

DISCUSIÓN

La definición de riesgo debe ser entendida como la combinación de elementos objetivos y subjetivos en la que está en juego un valor humano determinado, donde el resultado de una amenaza es incierto (Rosa, 2003). Las percepciones están ligadas a emociones y sentimientos. Las creencias, estereotipos, conocimiento, presiones sociales, mediáticas, motivaciones, instintos, experiencias de vida, entre otros, son factores objetivos y/o subjetivos que pueden modificar el proceso perceptivo y, por consiguiente, los modos de actuar (Figura 2). Las creencias, actitudes, juicios, sentimientos, valores (Sjöberg, 2000), disposiciones sociales y culturales que las personas adoptan hacia los riesgos y sus implicaciones son la base de la percepción del riesgo.

Percibir es un proceso abiertamente cognitivo, que permite realizar estimaciones o juicios acerca de situaciones, personas u objetos, en función de la información que inicialmente selecciona y posteriormente procesa un individuo. Este proceso puede ser de carácter espontáneo e inmediato, o bien elaborado y transformado; de ahí que se explique como un proceso de extracción de información (Forgus, 1986), lo que fue corroborado durante esta investigación.

La percepción del riesgo es importante en la transición que va desde la conciencia y aceptación de la situación hasta la decisión de actuar; sin embargo, la decisión de actuar no es lo mismo que actuar, y dista de actuar correctamente; he aquí el dilema: las contradicciones entre el plano perceptual y el conductual; bases del actuar y el percibir (Figura 2).

Si bien los componentes de la percepción del riesgo son múltiples y su explicación está condicionada por los objetivos de la investigación y el fenómeno de estudio, se ha demostrado que la indignación, la aceptabilidad del riesgo, la exposición a una amenaza, la confianza y la preferencia son variables que modulan la percepción del riesgo en diversas circunstancias ante una amenaza (Kasperson et al., 2003; Rosa, 2003; Sjöberg, 2000).

Representación de la relación entre el plano perceptual y conductual y factores modificantes
Figura 2
Representación de la relación entre el plano perceptual y conductual y factores modificantes
autores

Según los resultados de la presente investigación, la percepción y la aceptación de un riesgo reciben la influencia de factores socioculturales, donde las experiencias de vida basadas en los patrones culturales y el modo de vida en contexto podrían ser un condicionante clave. Las percepciones son fuentes de evidencias y resultado de una relación e interpretación del entorno, con las singularidades propias de cada experiencia de vida (Bedoya et al., 2016). Asimismo, existen sentimientos contradictorios que podrían modificar percepciones y actitudes; en este caso la molestia fue el más ponderado.

En el caso de una epidemia como la COVID-19 destaca la falta de percepción global en relación con el peligro asociado a la transmisión del virus, luego de comprobarse la transmisión humano-humano y la posterior diseminación de la enfermedad en un lapso breve de tiempo; además del incremento de las vulnerabilidades a diferentes escalas y el desconocimiento de los riesgos e impulsores de riesgos en cada contexto (Figura 3).

Las categorías relevantes para cualquier análisis que involucre riesgos son: amenaza, bien sea potencial o real; el riesgo, la vulnerabilidad y la resiliencia (Figura 3). La amenaza en el caso de la COVID-19 se hace real en el momento en que es declarada emergencia para la salud pública internacional el 30 de enero de 2020. Cuando el nuevo coronavirus se detecta en China y se asocia a la enfermedad (Labrada & Vazquez, 2020; Li et al., 2020; Serra Valdes, 2020; Song et al., 2020; Wu et al., 2020; Zhu et al., 2020) llama la atención inmediatamente por su alta morbilidad, pero aún constituye una amenaza potencial.

Su rápida expansión califica de inmediato a la enfermedad como un peligro epidémico potencial (Boldog et al., 2020), lo que ratifica su carácter pandémico. Sin embargo, no constituyó un riesgo hasta la detección de casos positivos en el territorio nacional el 11 de marzo de 2020, a pesar de las medidas de vigilancia epidemiológica temprana en los puntos de acceso al país. En este momento la probabilidad de comenzar a sufrir daños o pérdidas es alta, siendo clave los análisis a diferentes escalas (Figura 3).

Categorías, dimensiones y escalas en el proceso de gestión de riesgos y desastres.
Figura 3
Categorías, dimensiones y escalas en el proceso de gestión de riesgos y desastres.
autores

Es importante considerar otras amenazas potenciales para la proyección de estrategias preventivas y pospandemia, como la capacidad del virus de mutar hacia una forma más resistente o infectiva, la posibilidad de un rebrote, ya materializado en Beijing, y la endemia.

Otras dos categorías son relevantes en este análisis: las vulnerabilidades, relacionadas con enfermedades prevalentes asociadas al riesgo de ser infectado por el SARSCoV-2 (Bender del Busto et al., 2020; Boldog et al., 2020; Giralt-Herrera et al., 2020; Moreno-Martínez et al., 2020; Proenza & del Toro Ravelo, 2020; Seriel & Aportela, 2020), y la resiliencia, que considera desde aspectos biológicos, como la respuesta inmune de cada individuo hasta la resiliencia social, económica, física; por lo cual es relevante la inclusión de todas las dimensiones.

Un aspecto clave es la existencia de ilusión de invulnerabilidad (Hill et al., 2012; Rojas-Murcia et al., 2015) en la muestra, con énfasis en las edades entre 10 y 30 años. Esta sensación hace que los individuos se expongan al peligro sin tomar las medidas necesarias y, tal y como se ha corroborado en esta investigación, sean más vulnerables por tener mayor exposición. A ello se suma la existencia de falsos estereotipos sobre los portadores de la enfermedad, lo que ha sido descrito previamente para el VIH-SIDA (Rojas-Murcia et al., 2015), ignorando, en el caso de la COVID-19, la situación de riesgo asociada a individuos asintomáticos (Labrada & Vazquez , 2020); por tanto, hay una infravaloración de los riesgos que resta importancia a aspectos clave como los antes mencionados.

Es importante señalar que la percepción de la gravedad de las consecuencias de contraer la COVID-19 estuvo atenuada en gran parte de los individuos con ilusión de invulnerabilidad por la confianza en el sistema de salud y el control desplegado por las autoridades sanitarias.

La ilusión de la invulnerabilidad, la infravaloración del riesgo y el poseer información incompleta o equivocada pueden crear divergencias entre la conducta esperada y la real, lo que soporta el planteamiento de la disrupción entre el saber y el actuar y la existencia de conductas que ponen en peligro los resultados y esfuerzos realizados en el manejo epidemiológico de esta enfermedad en Cuba, así como la salud de la población. Aun cuando el sistema social responde más a un enfoque preventivo, en una situación de crisis como la que se enfrenta debe ser más restrictivo y enérgico ante los comportamientos inadecuados, imponiéndose el cumplimiento de estrictas medidas de control social y la aplicación rigurosa de las normas establecidas.

Otro aspecto clave es el análisis de los impulsores del riesgo: el cambio climático, los conflictos prexistentes, la inequidad social en relación con el género, la inseguridad en el acceso seguro a alimentos y agua, la urbanización, sus conflictos y retos asociados (Red Global de Organizaciones de la Sociedad Civil para la Reducción de Desastres (GNDR), 2020); el envejecimiento poblacional, la contaminación, la degradación ambiental, el hacinamiento, la insalubridad, la presencia de fenómenos naturales adversos limitan el manejo efectivo de una crisis como la actual (Figura 3).

Ante los riesgos epidemiológicos o de cualquier naturaleza hay una situación de conflicto expresa: mientras existe un interés marcado de las instituciones gubernamentales por reducir la vulnerabilidad de la población, existen comunidades, grupos humanos o individuos que se exponen voluntaria o involuntariamente a situaciones de riesgo; lo cual compromete la salud de sus congéneres e incluso su propia vida. Este hecho gana interés e intensidad en la COVID-19, una vez identificado el potencial de contagio de pacientes asintomáticos, el potencial infectivo del agente causal y las incertidumbres sobre el período de transmisibilidad.

CONCLUSIONES

Queda demostrada la aplicabilidad de las categorías básicas para la gestión de riesgos al manejo de la situación generada por la COVID-19. Se confirma la infravaloración del riesgo e ilusión de invulnerabilidad en individuos entre 10 y 20 años y de 31 a 60 años, que al no reconocerse vulnerables manifiestan problemas en la percepción de amenazas, vulnerabilidades y riesgos; lo que podría limitar el desarrollo de una capacidad de respuesta adecuada.

Existe una disrupción entre el conocimiento y el actuar, vinculados con la selección de motivos para violar confinamiento; asimismo, se produce un porcentaje de exposición por motivos irrelevantes que comprometen el manejo epidemiológico, si bien obran expresiones diferenciadas en la forma de percibir el riesgo, relacionadas con el sexo y el grupo etario; lo que resulta importante considerar en las estrategias de comunicación y gestión del riesgo.

Se detectan sensaciones en conflicto que justifican la inestabilidad emocional que pudiera estar generando la situación epidemiológica; sin embargo, los sentimientos de confortación sugieren confianza en el manejo a nivel de país, lo cual resulta favorable.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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